COMPRENDIENDO
AL HOMBRE Y TEÓLOGO, AL PP. DE LA IGLESIA AGUSTÍN DE HIPONA.
“Intellige ut
credas; crede ut intelligas”
“Comprende para
creer; cree para comprender”
Agustín de Hipona
(Sermón 43).
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BREVE
MENCIÓN BIOGRÁFICA.
Agustín vino al mundo el
13 de noviembre del 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Númidia en el África
romana. Esa población argelina se llama hoy Souk-Ahras. Aunque no fue bautizado
de niño, Mónica le enseñó los rudimentos de la religión cristiana y, al ver cómo
el hijo se separaba de ellos a medida que crecía, se entregó a la oración
constante, dolorida y confiada. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo el
“hijo de las lágrimas de su madre”. Católica ferviente, dedicó toda su
vida a la conversión de su hijo al cristianismo. De los doce años a los
quince, entre 366 y 369, cursa en Madaura, hoy Mdaourouch, estudios de
secundaria. Sobresale entre los condiscípulos. Siente gran afición a la poesía.
Aprende pasajes enteros de los principales autores que se estudiaban en la
escuela: Terencio, Plauto, Séneca, Salustio, Horacio, Apuleyo, Cicerón y, sobre
todo, el gran poeta Virgilio. Los amigos de Patricio le aconsejaron enviar a su
hijo a Cartago, capital política y universitaria del norte de África. Para esto
hacía falta un dinero del que los padres de Agustín no disponían. Por eso, a
los dieciséis años, de 369 a 370, los estudios de Agustín se ven bruscamente
interrumpidos, en espera de una ayuda económica, y se queda en Tagaste.
Agustín, en vez de hacer algo serio durante aquel año, pierde el tiempo con sus
compañeros. No ha recibido el bautismo ni la instrucción religiosa que en
aquellos meses habrían podido quizá ayudarle a evitar el mal.
Pese a los consejos
de su madre, Agustín emprende “los torcidos caminos por los que caminan los
que vuelven a Dios la espalda y no el rostro”. Se siente feliz en aquellas
vacaciones inesperadas y experimenta los primeros atractivos de la amistad y
del amor. Un año después, en 370, marchará a Cartago gracias la generosidad de
Romaniano, rico mecenas de Tagaste y amigo de su familia. Por entonces, hacia
371, murió su padre, católico ahora. Entre los 16 y los 30 años de edad vivió
con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en el año 372
tuvo un hijo, Adeodatus, nombre latino que significa “regalo de Dios”. El
día 24 de agosto de 410 entraron en Roma, por la puerta Salaria, las tropas de
Alarico, saqueándola a hierro y fuego. Esta desgracia motivó que Agustín
predicase su Sermón sobre la caída de Roma y escribiera La ciudad de Dios. Dos
decenios después, las huestes de Genserico asediaron Hipona, donde su obispo
murió en 430. www.agustinosrecoletos.com/quienes-somos/san-agustin-de-hipona/ (Fuente:
O.A.R. u Orden de los Agustinos Recoletos).
INTRODUCCIÓN.
Somos demasiado
débiles para descubrir la verdad por la sola razón. Hiponense.
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Aurelio Agustín (Aurelius
Augustinus, descendía de las tribus Bereberes) nació en Tagaste (hoy
Argelia), en el África romana (Provincia de la Númidia), el 13 de noviembre de
354 y muere el Hipona el año 430. Su padre, llamado Patricio, era
un funcionario pagano al servicio del Imperio. Su madre, la dulce y abnegada
cristiana Mónica, luego santa, poseía un genio intuitivo y educó
a su hijo en su religión, aunque, ciertamente, no llegó a bautizarlo. El niño,
según él mismo cuenta en sus Confesiones, era irascible,
soberbio y díscolo, aunque excepcionalmente dotado. Romaniano,
mecenas y notable de la ciudad, se hizo cargo de sus estudios, pero Agustín, a
quien repugnaba el griego, prefería pasar su tiempo jugando con otros
mozalbetes. Tardó en aplicarse a los estudios, pero lo hizo al fin porque su
deseo de saber era aún más fuerte que su amor por las distracciones; terminadas
las clases de gramática en su municipio, estudió las artes liberales en Metauro
y después retórica en Cartago a los dieciocho años,
Agustín tuvo su primera concubina, que le dio un hijo al que pusieron por nombre
Adeodato. Los excesos de ese “piélago de maldades” continuaron y se
incrementaron con una afición desmesurada por el teatro y otros espectáculos
públicos y la comisión de algunos robos; esta vida le hizo renegar de la
religión de su madre. Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y
acentuó su desconfianza hacia una Fe impuesta y no fundada en la razón. Sus
intereses le inclinaban hacia la filosofía, y en este territorio encontró
acomodo durante algún tiempo en el escepticismo moderado, doctrina que
obviamente no podía satisfacer sus exigencias de verdad. Sin embargo, el hecho
fundamental en la vida de Agustín de Hipona en estos años es su adhesión
al dogma maniqueo; su preocupación por el problema del mal, que lo acompañaría
toda su vida, fue determinante en su adhesión al maniqueísmo, la religión de
moda en aquella época. Los maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una
buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e irreductibles. Era
preciso conocer el aspecto bueno y luminoso que cada hombre posee y vivir de
acuerdo con él para alcanzar la salvación. Los primeros años del Hiponense se
enfrentaron con el planteamiento de un tal “Mani” (obispo maniqueo) La
literatura que le apasionaba correspondía a autores clásicos como es el caso
mencionar brevemente, nos referimos a Cicerón (Cicerón nació
el 3 de enero del año 106 en Arpino, el cual era un municipio
de Roma. Proveniente de una familia plebeya su
padre era un caballero cuya delicada salud le impedía realizarse en cualquier
aspiración política, por lo que se dedicó al campo. Su madre, Hevia murió
siendo joven y era descrita como una clásica matrona romana), al
poeta Virgilio (Publio Virgilio Marón (Virgilio, 70 a.
C.-Brundisium, 19 a. C.), más conocido por su nombre, Virgilio, fue
un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las
Geórgicas) estos personajes fueron importantes en el pensamiento inicial del
Hiponense y por ellos desconfió del valor de las Sagradas Escrituras por
considerarlas simples y sin estética alguna. Cicerón como autor clásico sin
duda empelaba la “floritura” apropiada y la complejidad gramatical como apenas
es evidente lo que marcará la concepción lingüística de un Agustín (4) que
sujeto al estilo del mundo clásico debe dejar en el futuro todo esto a un lado
para “navegar” en las aguas de las Sagradas Escrituras que le proporcionaran el
fundamento para su prolijo trabajo teológico en Occidente. Recordemos que la
cosmovisión de su mundo corresponde al entorno latino y griego, y sus formas epistemológicas
muy distintas a las Escrituras inspiradas (5). La Retórica aportó dominio
gramatical y recursos amplios a la hora de hilar su pensamiento como el mismo
lo confesará al final de su existencia. Son los días de las victorias postreras
del poder imperial romano que conduce a algunos a vanas fantasías de una grandeza
que descansa solamente en los quehaceres y glorias que ofrece el mundo pagano.
Otros, como Agustín, no se dejan deslumbrar. Comprenden que son testigos del
inevitable derrumbamiento de la Roma Imperial. Sobre las ruinas de este poder,
otro conquistador invencible. Estaban por edificarse los cimientos de una
"nueva civilización" que Agustín deseaba que representase los
valores cristianos (6). La sique del teólogo quedó marcada por los
acontecimientos históricos que vivió. Estos pueblos invasores son llamados
"bárbaros", por su poca cultura y salvajismo. Eran pueblos
nómadas y guerreros. Podemos mencionar entre ellos a los godos, visigodos,
vándalos, suevos, francos, sajones, anglos... Los sajones y anglos invadieron
Gran Bretaña, los francos invadieron Francia, los visigodos y los suevos
invadieron España, los godos y visigodos invadieron la península itálica. Los
vándalos invadieron Andalucía. El rey visigodo Alarico conquista la
ciudad de Roma. A finales del siglo V casi toda Europa estaba gobernada por
reyes bárbaros (7). Solo para continuar diremos que el proceso de
destrucción de Roma tardó 200 años y que toda su debacle no se generó
precisamente en tiempos del Hiponense (8).
ANÁLISIS DEL
PENSAMIENTO AGUSTINIANO. (Solo una breve contextualización del análisis
que procede).
Debes vaciarte
de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de
lo que estás vacío. El Hiponense.
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La Fe debe ser
racional o en sus palabras Que la razón someta a su estudio lo que
creemos con el corazón. Miremos algo de su obra para fundamentar
nuestro enunciado: “La tradición, la autoridad, la Iglesia y la Biblia sólo nos
disponen exteriormente para que interiormente nos ilumine el Verbo, Maestro
interior; son mediaciones populares, ya que los sabios se unen directamente con
Dios. Pero al mismo tiempo, es imposible entender sin empezar por creer, y todo
acto de Fe es también acto de obediencia a la Iglesia (cfr. De Utilitate credendi
10, 24; PL, 42-81 ss)”. Su pensamiento no es posible de entender en la
atemporalidad de su enunciado sino se vincula vitalmente a la Iglesia y a sus
enseñanzas. La Fe cristiana ha de ser divina, y para eso tiene que apoyarse en
el milagro. Cristo conquistó la autoridad divina con sus milagros, ofreciendo a
la Fe un camino racional (De Vera Relig., 3, 3: PL, 34, 124). Los milagros
son manifestaciones sobrenaturales que dan paso también a la explicación
racional del fenómeno que procede de los mismos. Estos matices son congruentes
con la necesidad de experimentar y someter al estudio lo que se cree sin
desvirtuar con ello sus contenidos pretendiendo simplemente dar razón y peso a
lo que hay de certeza en el corazón del creyente. Agustín es un creyente
radical y no un científico de lo fenomenológico o mucho menos un intuicionista
como prenden catalogarlo por este tipo de afirmaciones. Para continuar
desglosando los contenidos del presente ensayo afirmamos que la Biblia y
su contenido son fundamentales en la obra del Hiponense a la que le confiere la
suprema autoridad en sus estudios (9). Agustín hizo del latín el
lenguaje dogmático por excelencia, y Anselmo, Tomás de Aquino y otros siguieron
su guía. Ocasionalmente le ha sido atribuido el Credo
seudo-atanasiano, que indudablemente apareció en una fecha posterior, pero no
estaban equivocados los críticos que trazaron su inspiración a las fórmulas que
aparecen en De Trinitate. Quienquiera que haya sido el autor de este Credo,
ciertamente estaba familiarizado con Agustín y se inspiraba en sus obras.
Incuestionablemente, a este don de la expresión concisa, al igual que a su
caridad, se debe el que se le haya atribuido con frecuencia el celebrado dicho:
"En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todas las
cosas, caridad." Doctos críticos como Harnack han llamado a Agustín,
"el primer hombre moderno" y, en verdad, él ha moldeado de tal manera
el mundo latino, que es en realidad quien le ha dado forma a la educación de
las mentes modernas. Pero, sin ir demasiado lejos, podemos citar al filósofo
alemán Eucken: "Tal vez no sea paradójico decir que, si nuestra época
desea retomar y tratar de una manera independiente el problema de la religión,
no es tanto a Scleiermacher ni a Kant, ni aun a Lutero ni a Santo Tomás a
quienes se debe referir sino a Agustín... Y fuera de la religión, hay
puntos en los cuales Agustín es más moderno que Hegel o que Schopenhauer."
(10). Con esta breve introducción a la cosmovisión del Hiponense
iniciamos nuestro análisis conceptual de su estilo y forma de producir teología
para las generaciones presentes y futuras.
La dinámica del
Hiponense se debe entender desde la perspectiva de la gramática intuitiva y la
forma como empleó el latín para asemejarse con su entorno cultural como quiera
que nació en la Númidia antigua Provincia romana. Esto último nos
permite ver en su discurso una sintaxis muy concreta del mundo Occidental, el
presente ensayo lo esquematizaremos según la importancia de su obra y
pensamiento en las siguientes categorías (11).
CATEGORIAS DEL
PENSAMIENTO AGUSTINIANO (12).
|
1- Introducción.
|
2- Análisis
del pensamiento Agustiniano.
|
3- Visión
histórica.
|
4- Teología
Trinitaria.
|
5- Sagradas
Escrituras.
|
6- La
Gracia.
|
7- El
pecado.
|
8- Fe
y Razón.
|
9- Ciudad
de Dios.
|
10- Definiciones
sobre algunas cuestiones del Hiponense y el pensamiento de su Escuela.
|
11- Las
confesiones y las Retractaciones.
|
12- Agustín en el
presente teológico de la Iglesia.
|
13- Bibliografía/ Cibergrafía/
Fuentes y Artículos.
|
3.
VISIÓN HISTÓRICA.
La realidad social de
Agustín era bien particular, él provenía de una familia con recursos que hoy
podría considerarse clase media-alta, con influencia en el Imperio donde su
padre Patricio era funcionario. El mundo que apreciaba necesitaba de ser
promovido particularmente en materia de educación con miras a ubicarse en las
filas estatales. La razón misma de la forma de vida de aquella época le
obligaba a trascender y buscar otros destinos para promover su educación, por
esa razón estudia en Madaura (año 365) donde estudio Gramática y
Literatura. Cerca de su natural Tagaste. Y en el 370 estudió
Retorica en Cartago (Fundada por mercaderes fenicios hace casi tres mil
años, Cartago llegó a ser una potencia capaz de disputar a Roma la
hegemonía del Mediterráneo… hasta que los legionarios
de Escipión la arrasaron. Siglos más tarde, con Adriano,
llegaría a ser la segunda ciudad más importante del Imperio, después de Roma)
en el año 383 fue a Roma y poco más tarde a Milán donde trabajó un tiempo como
profesor municipal de Retorica. Durante su época el Imperio Romano entró en
franca decadencia. El orden militar y social estaba siendo sacudido
por los pueblos venidos del Norte (Vándalos) las bases romanas diseñadas para
controlar sus territorios eran insuficientes para detener estos pueblos que
atacaban bajo el esquema de las guerrillas modernas Mao Tse-tung (El 1
de octubre de 1949 se proclamó oficialmente la República Popular de China, con
Mao Tse-tung como presidente) al que podemos llamar como el
padre de la Nación China en el siglo XX y que para los fines dirigió un
movimiento de “guerra de guerrillas” usado en la época del Hiponense. La
economía era dramáticamente expuesta por los continuos asaltos a las caravanas
que provenían del lejano Oriente y los nexos comerciales con Roma sufrían de la
misma manera los embates de los delincuentes que como hordas se cernían sobre
todas las formas de comercio (13). En el siglo IV, Roma había dividido el
África, de Libia a Mauritania, de Cartago a Chercel, en siete provincias. En la
misma época, cada ciudad posee un obispo, a veces dos (en el tiempo del cisma
donatista).
Las "diócesis"
comprendían aproximadamente una superficie de treinta a cuarenta kilómetros. La
diferencia entre el campo y la ciudad no es rígida, como lo es hoy en día en la
Italia meridional: no es cuestión de población sino de civilización. Se estima
que la población global del África colonizada era de seis millones de
habitantes. Las grandes ciudades, como Cartago, se prolongaban en suburbios.
Duga es una colonia que pertenece a una ciudad típicamente africana; cierto
número de campesinos viven en la ciudad y diariamente van a trabajar en los
campos, fuera de los muros. La ciudad de Tidis vive de su producción agrícola.
Hasta en Hipona nos encontramos que una parte de la población habla púnico y
entiende con dificultad un sermón en latín. Tertuliano y Agustín son
dos hijos del suelo africano: Tertuliano, el hombre extremista,
anti herético por excelencia y que termina su vida en las elucubraciones del
montanismo, y Agustín, el introvertido, que se hace monje; consagrado obispo,
es agobiado por su pequeño pueblo. Nos confía su vida en sus Confesiones, una
obra maestra. ¿Cómo definir al alma africana en su entidad irreductible? Es un
trabajo peligroso: implicaría hacer una mezcla de Yugurta y de Tertuliano, de
Apuleyo y de Agustín. También será necesario distinguir entre africanos
autóctonos e importados, entre romanos y númidas romanizados.
Agustín es hijo de
esta África donde encontramos a fenicios, griegos y romanos, libios, mauritanos,
númidas y bereberes. Estos pueblos forman seres de violencia y ternura, de
pasión incontrolada y de fervor excesivo. Recibió de esta tierra su
temperamento ardiente, impulsivo, extremista. Más músico que pintor, más atento
a la voz que a la belleza de un paisaje, sensible a la ironía y al sarcasmo.
Las sedimentaciones sucesivas han modificado la morfología del alma africana.
La costa mediterránea ha sufrido al influjo fenicio. Las poblaciones númidas
son más plásticas. En el fondo, sin embargo, son rebeldes a toda asimilación.
Con relación a Roma la actitud es ambigua: algunos la rechazan, otros la
aceptan, otros dudan... En el momento del donatismo entre los cristianos existe
división y separación. Los ataques de los circunceliones, entre otras
rebeliones endémicas, son una manifestación anti romana. También en el África
Proconsular y en Númidia, los mauritanos creen encontrar ayuda entre los
bereberes del campo y entre los siervos de las grandes propiedades. En Cartago,
alrededor del Templo de Tanit y de Baal, el menor incidente desencadena el
fanatismo pagano. Las poblaciones reciben al cristianismo como una forma de
rebeldía. Rica en contradicciones, África es sólida, resistente al dolor.
El mismo Agustín
poseía una salud vigorosa que le permitía consagrarse a sus ocupaciones durante
el día y a los estudios y a su obra teológica durante la noche; de emprender
numerosos y pesados viajes a través de toda el África como peregrino de la
ortodoxia y de la elocuencia: de Cartago a Jerjel, de Hipona "a Tebesa. Y,
sin embargo, vivió hasta los ochenta y seis años. El Imperio no
había dividido estas comunidades; hecho que será 'consumado en la época de
Nerón. De Tertuliano a Agustín y Salviano de Marsella, los escritores, no
necesariamente africanos se basaban sobre una lejana tradición de origen
apostólico, venida de Oriente. La influencia oriental se manifiesta en la
decoración y en la arquitectura de las iglesias, en la liturgia y en las
disciplinas sacramentales. Es posible que la primera lengua litúrgica haya sido
el griego. De hecho, las primeras actas de los mártires africanos han sido
escritas en griego. Bruscamente, al fin del segundo siglo, la Iglesia de
Cartago aparece enteramente constituida, con comunidades importantes y
fervientes, una jerarquía, cementerios, lugares de reunión, liturgia
estructurada en donde la influencia oriental es visible. "Nosotros
hemos nacido ayer y ya invadimos el Imperio" "formamos la
mayoría en cada ciudad". Lo que Tertuliano escribe al procónsul
Scápula, a comienzos del siglo III, conviene mejor a África que a Italia. La Fe
cristiana comienza a infiltrarse en las tribus bereberes de Getulia y
Mauritania. La Buena Nueva corre rápidamente sobre la región, llegando hasta
lugares modestos, como Scilis, actualmente no identificable; que dio al África
sus primeros mártires (180).
La copia de esos actos
gloriosos se conservaba en los archivos de las iglesias y se leía, de
aniversario en aniversario: esos mártires, con sus nombres púnicos latinizados,
significaban la profundidad de la penetración cristiana hasta los lugares más
alejados (14). Hipona, "Hippo regius" para los latinos, tenía su
personalidad propia. Construida en el estuario de la Seybousa, con su rica
planicie agrícola, formaba una puerta natural entre dos colinas. Hacia el oeste
comenzaba la cadena montañosa del Djebel Edough. Una de sus alturas, frente al
mar, donde se eleva la actual Basílica de San Agustín, era lugar de un
santuario dedicado al dios fenicio Baal (Amón): el Saturno de la ocupación
romana. Había cambiado de nombre, pero no de religión ni de fieles. La ciudad,
como lo muestra el mosaico del Pescad; resalta en el fondo de un golfo, con sus
casas y monumentos. Los muros de la ciudad, frente al mar, construidos en
caprichosos zigzagueas durante el período comprendido entre el 1er siglo antes
de Cristo y el siglo II después de Cristo, llaman la atención por sus
bloques de cal maciza. Protegían la ciudad contra las legendarias tempestades
del golfo, luchando contra los peligros del mar y la tierra, es decir, contra
las inundaciones y los aluviones.
Como muchas
ciudades de Italia meridional, hispana se prolongaba en los campos que enmarcaban la
ciudad. Los agricultores del rico valle de Seybousa habitaban algún
tiempo en la ciudad donde escuchaban los sermones del obispo. Conocemos por los
escritos de Agustín, por lo menos, una decena de propiedades agrícolas que son
mencionadas en la predicación del Pastor. La ciudad como tal, antiguo reducto
fenicio, es un puerto, abierto sobre el mar, donde vivía una población
heterogénea: descendientes de fenicios y libias, con sus razas, colores y
dialectos. Desde la época númida los intercambios comerciales con el resto de
África, Italia y Grecia son activos y variados, como lo comprueba la cerámica
italiana y las ánforas de Campania. Esta importación no paralizaba para nada la
producción local en la época romana.
4. TEOLOGIA
TRINITARIA.
“Señor nos
hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en
Ti” Agustín.
|
Sobre la teología del
Hiponense en orden a la relación de las Divinas Personas y concretamente
en el Espíritu Santo, Agustín define que posee la misma substancia
(es lo que existe por sí mismo) que el Padre y el Hijo, por lo tanto
es claro que no son tres dioses sino un solo Dios manifestado en tres Divinas
Personas. Es la concepción de la relación Trinitaria en el contexto de la misma
Esencia y Substancia como decíamos antes. Al mismo tiempo, esta Fe anti
sabeliana confiesa que, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo les corresponde
una peculiaridad irreductible. Esta consiste en que el Padre engendra al Hijo
y, por eso, el Hijo no es la misma Persona que el Padre; y el Padre no es la
Misma que el Hijo; finalmente, el Espíritu Santo es tanto Espíritu del Padre
como del Hijo; y, como éstos, Él pertenece también a la unidad del Dios
trinitario, esta unidad de Dios no le hace dependiente una Persona de la Otra,
si esto fuera de esa forma entonces hablaríamos de una substancia mayor y unas
que por delegación comparten sus atributos y naturaleza, así mismo diríamos
según esta tesis que el Padre no sería el Principal
(Patrem Principaliter) sino el origen que comparte una misma substancia
por delegación y no por filiación y mucho menos por expiración activa
y/o pasiva. Resumiendo, de nuevo esta concreción
histórico-salvífica con el pensamiento de la unidad, Agustín
concluye que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como son inseparables,
actúan también inseparablemente. Esta es también mi Fe, porque es la Fe de la
Iglesia católica (15). Consecuentemente, Agustín reza así al final de su
obra: Por esta regla de Fe me he regido en mis comienzos; y a partir de ella,
te he buscado en cuanto me ha sido posible, en cuanto tú me has hecho capaz, y
he tratado de comprender con la razón lo que creía con la Fe; mucho he
discutido y mucho me he esforzado… La concreción de la Unidad de la
Trinidad de Dios es asumida por el Hiponense con una inseparabilidad total que
les hace amar, pensar y obrar de esta única manera (16).
Para el Hiponense la distinción
es básicamente en cuanto a la Personalidad de las Divinas Personas, que a su
vez nos sitúa en la unidad esencial de Dios. Pues desde esta perspectiva la
unidad de Dios como fundamento de las relaciones Trinitarias es vista por las
manifestaciones de Dios en las Escrituras reveladas. De esta afirmación
conceptuamos los siguientes términos de la relación Trinitaria en la
mentalidad del Hiponense (16):
Coeternidad
|
La misma Substancia
|
Comunidad
|
Coigualdad
|
familiaridad
|
Personalidad
|
Unidad esencial
|
La misma Naturaleza
|
Eternidad. (17).
|
El Hijo es otro, porque
no es el mismo que el Padre, y el Padre es otro, porque no es el mismo que el
Hijo. Pero no es otra cosa, porque el Padre y el Hijo son la misma cosa. ¿Qué
es esa misma cosa? Un solo Dios” (18). Agustín ve la relación
dentro de la diferencia, pero se refiere como lo hemos dicho a la Personalidad
y Misión de las Divinas Personas, sin que con ello implique que aborde la
esencia desde la diferencia. La diferencia no es una categoría imputable a Dios
porque el hecho mismo de aceptarla supone singularidad y no unidad de
substancia como sucede con nosotros y nuestra naturaleza racional. El
Ser de Dios visto en la perspectiva del Motor Inmóvil aristotélico supone los
niveles de manifestación y perfección, es decir, solo un Motor Inmóvil que es
Dios y muchos otros motores inmóviles que son movidos por este único
Inmóvil, en Acto Puro, es decir, Dios mismo. Las Operaciones Trinitarias
son vistas por el Hiponense como muestra de la naturaleza de Dios y todo ello
entra en la esfera del Amor esencial que produce Dios mismo en su augusta
contemplación eterna (19). El “Amator Dei” el Amor de Dios es la
razón de las relaciones y manifestaciones de la Trinidad Ad-Extra de la
creación, y en cuanto a las relaciones supone con aguda precisión las Procesiones
Divinas (El Padre y el Hijo expiran de forma activa al Espíritu Santo y este de
manera pasiva al Padre y al Hijo) esto último en cuanto a la procedencia sin
suponer como Orígenes (PP. griego, gran teólogo de la Escuela de Alejandría) el
subordinacionismo en la Trinidad de Dios (20). Aquí la visión
aguda del Hiponense es clara, y tal postura nos habla de la procedencia antes
de todo tiempo, y por ende del Acto Volitivo del Padre Dios, que Engendra al
Hijo y juntos no en el tiempo sino en su Voluntad amorosa procede el Espíritu Santo, para
el Hiponense el Amor es la misma Esencia de Dios (21).
En De Trinitate,
el obispo de Hipona es más claramente consciente de la ambivalencia de su
fuerza intelectual que en sus primeros escritos. De ahí que eleve la
siguiente plegaria: Dame la fuerza de buscarte, tú que te dejas
encontrar y que me has dado la esperanza de poder encontrarte cada vez más.
Ante ti está mi fuerza y mi debilidad; conserva aquélla, sana ésta. Ante ti
está mi saber y mi ignorancia. Allí donde tú me has abierto, acoge a quien
entra; allí donde has cerrado, abre a quien llama. Haz que me acuerde siempre
de ti, te comprenda, te ame. Haz crecer todo esto en mí hasta que me
transformes totalmente (22).
|
Es interesante observar
como el Hiponense deja en la Persona de Jesucristo, el conocimiento y
fundamento de la historia y en ella todas las vivencias de la humanidad,
manifestando así una correlación salvífica de
los sucesos y acciones del ser humano en la historia elaborada por este en su
derrotero terrenal. El Hiponense nos deja ver su epistemología sobre la
incidencia de la Gracia en la vida histórica del ser humano, esta afirmación
categórica y crítica de la historia será abordada luego en su obra de la “Ciudad
de Dios”. La realidad vista desde la manifestación del Dios Trinidad supone
la participación de la Gracia en el componente humano, pero desde el ser
eclesial agudizamos la mirada para hablar de la presencia de la Trinidad
revelada que se ha transformado en el lenguaje contemporáneo muy al estilo del
Hiponense y los demás santos PP. de la Iglesia en la: Trinidad
Inmanente y Trinidad Económica (23). El pensamiento Trinitario
del Hiponense es vitalmente cristocentrico y lo es porque la revelación y
mediación del Hijo de Dios se constituye en fuente de vida y Salvación
universal. En todo este proceso la realidad Escrituristica es
fundamental en su doctrina, no hay nada que no brote de la Palabra de Dios
(24). La constatación Psicológica del Hiponense como fundamento de su
pensamiento nos dice la manera como se compenetró con el mensaje de Cristo
y el pensamiento Paulino que fue definitivo en su teología, no escribió nada
que Pablo en sus líneas no manifestará, pero su corpus doctrinal fue más allá
de la percepción paulina por la misma connotación histórica vivida. De lo
anterior solo citamos la expresión de Beda el Venerable, este
religioso ingles fue el comentador y recopilador de las obras del ultimo PP. de
la Iglesia latina nos referimos a Isidoro de Sevilla “Después del
magisterio de los Apóstoles, no hay otro mayor que el de Agustín de Hipona”
(25).
La concepción Agustiniana
sobre la Trinidad de Dios es de una profundidad tal que parece que comunica su
pensamiento en nuestro tiempo, esta actualidad de su lenguaje y
reflexión le sitúa dinámicamente en la sique del colectivo que siente a Dios
cercano y le reconoce como familia, estableciendo una comunidad de Amor, fue
Agustín el primero de los PP. de la Iglesia en hablar del Amor como el
signo de la esencia de Dios entre nosotros y ver en sus relaciones un
modelo al que debemos tender los bautizados. La intuición del Hiponense es tan
cierta como la concepción de una realidad que trasciende y supera la destinación material
de la historia. Pues en el Hiponense la historia se hace parte del designio
salvífico, de una meditación prolongada de los sucesos salvíficos que nos
abrieron las puertas de la eternidad, él problematiza la revelación
Trinitaria para ajustarla al acontecer de la humanidad creyente. El
Padre que se revela antes de todo tiempo lo hace perfectamente en el Amor de su
Adorado Hijo y contemplándose en sus relaciones paternales y filiales generan
al Espíritu Santo, bella comparación ilustrativa de las relaciones de
quienes amándose se entregan y piensan solo el uno en el otro. Habla de
Susbtancia solo para establecer distinciones de origen, pero lo central en su
pensamiento es el Amor de Dios y Dios Amor (26).
Meditando su contenido
nos queda muy claro que la Cruz de Cristo es el principio que define antes de
darse a la misma Encarnación, sin su Misión que objeto tendría la Encarnación
del Hijo de Dios. Y que podría significar una entrega amorosa sin la Causa
misma que la generó, de aquí podemos asegurar con el Hiponense: Oh
feliz culpa que nos mereciste tal Redentor o también: O felix culpa, quae talem meruit habere Redemptorem nobis…
Encarnación
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Cruz
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Resurrección. (27).
|
La relación en el ámbito
de la Trinidad genera en el Hiponense la dinámica Psicológica de la
introspección de la conciencia humana, pero encontramos una oración suya
que sintetiza este argumento de índole epistemológico-axiológico crítico, donde
la estructura tríadica se conserva perfectamente: Pues yo soy, conozco
y quiero: soy sabiendo y queriendo; sé que soy y quiero; y quiero ser y conocer
(28). El misterio de la Trinidad se conserva porque este supone la
inaccesibilidad a Dios, esto último por parte de la conciencia y el
intelecto humano y sus palabras lo podríamos expresar mejor: Tres Divinas
Personas para amar y callar, antes que conocer (29). Otro elemento
que el Hiponense relaciona con la exposición de la Trinidad es la Inhabitación
de las Personas de la Trinidad en el ser humano, esta presencia es fruto de su huella
o Vestigia, es decir, empleando los términos Aristotélicos: Dios causa
eficiente y ejemplar de la creación, cada cosa creada nos habla en sus
operaciones de la perfección de su Creador. Como ninguno antes el
Hiponense une el Amor como substancia en la obra de la Creación, solo el
Creador Amor podría habernos dado tanto y tan colmado de belleza como de
estética y necesidad. El Amor es en ultimas el gran vínculo con la
Trascendencia: “porque nos amaste primero nos hiciste amables” en
esta sentencia Agustín relaciona tanto necesidad como
naturaleza necesitamos el Amor a nivel de Existencia y
existencialidad, a nivel de necesidad para ser. Solo existe lo
que ama Dios en su infinita misericordia. Solo es Libre quien
verdaderamente hace del Amor una causa y consecuencia de su ser y existir.
El Amor no es
límite, el Amor es apenas el comienzo de la Existencia y su
fundamento, Una vida vivida sin amor no tiene olor a trascendencia. Agustín
sobre las Potencias del Alma ve precisamente un Símil o Comparación con
las Personas Divinas, aunque su Analogía no es plena al no encontrar en nuestra
Naturaleza Concordancia total con el Misterio expuesto, esto es, no podemos suponer
que al Recordarnos y Amarnos como Memoria y Voluntad quede establecido por
relación (Analogía) el mismo Principio de Dios Padre que comunica al Hijo
su Naturaleza, la mente de Dios contiene todo Pensamiento
sobre si como Padre-Hijo y Espíritu Santo, la Mente de Dios es también
inseparable en el Hijo y en el Espíritu Santo juntos y en la misma Sustancia como
en el Amar y el Obrar, luego, lo que hace el Padre lo hace en el Hijo y
en el Espíritu Santo este hacer significa Comunión en cuanto a la misma
substancia, un hacer Coeterno porque como en Dios todo es pleno y no
admite compuesto alguno, ¿Cómo ama uno aman los dos. Y como aman los dos
aman los tres. Para el Hiponense el Amor es indistintamente el
Principio Esencial de la Comunión Divina (30). Las imágenes que usa el
Hiponense son limitadas y así mismo lo reconoce dado el contenido supra que
desea expresar que corresponde a la naturaleza Divina. Es una cierta
imagen de la Trinidad el intelecto, el concepto que es su hijo y su palabra; y,
en tercer lugar, el amor. Estas tres cosas son una sola substancia (31). No
podemos desconocer que la dinámica conceptual nos ofrece también una postura
moral, es lo que cree y la forma como cree Agustín de Hipona, esto será
fundamental para su espiritualidad y oración, hoy podemos decir que sus
reflexiones no eran solamente especulaciones académicas sino la manifestación
de su Fe y lo que esta necesitaba para ser realidad (32). (Círculo, triángulo)
acertadamente la visión agustiniana en comparación con la visión lineal de los
griegos.
Su concepción permite al
Padre de la Iglesia latina acentuar más enérgicamente la unidad esencial del
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; ella permite también reconocer la relación
Hijo-Espíritu Santo como referencia específica real, de acuerdo con la idea de
que el Espíritu Santo es el Amor mutuo entre el Padre y el Hijo (33). La figura
citada en la descripción del misterio Trinitario es la composición intelectiva
de una realidad geométrica que apunta la igualdad de las partes como es el
caso del Triángulo y la necesidad de los lados, es una necesidad esencialmente
de naturaleza del valor de la figura. Y el Círculo, por otra parte, nos indica
sapientemente la igualdad fundamental de la figura que no reconoce y/o tiene
conciencia de su principio y final, el aporte de Agustín cambió la
mentalidad Nicena sobre la estructuración de una dialéctica cognoscible por el
creyente y por la misma Institución eclesial, la dinámica y el
concepto develado nos indica el camino de la igualdad reflexiva en sus
categorías, es decir, abordamos el misterio revelado de la Trinidad de Dios
desde y solo lo que Dios mismo nos mostró en su Adorado Hijo. La
doctrina contenida en el término Circuminsesion nos
aclara sobre el pensamiento del Hiponense y lo encontramos en el siglo XII, del
que hay mención en la obra de Buenaventura (de la Escuela
Agustiniana, mirar la biografía donde se explicita su significación
terminológica) (34).
En la suprema Trinidad
una sola cosa es tan grande como las tres juntas, y dos cosas no son mayores
que una Sola. Además, son en sí mismas infinitas, Así, cada una de ellas está
en todas, todas en todas y todas son una sola cosa (ita et singula sunt in
singulis et omnia in singulis et singula in omnibus et omnnia in omnibus et
unica omnia) (35). Buenaventura usa expresamente el término circumincessio,
afirmando que "las autoridades y los argumentos de razón demuestran que
entre las Personas Divinas reina una suma y perfecta circumincessio",
en cuanto que “uno está en el otro y viceversa”, y que "esto se da
en sentido propio y perfecto solamente en Dios, ya que esta circumincessio en
el ser pone al mismo tiempo distinción y unidad: solamente en Dios se
da la más alta unidad con distinción, de manera que es posible hacer esta
distinción sin mezcla y esta unidad sin separación (36).
Yo y el Padre
somos uno. 31. Los judíos trajeron otra vez
piedras para apedrearle. 32. Jesús les dijo: Muchas obras buenas que vienen
del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis
apedrearme? 33. Le respondieron los judíos: No queremos apedrearte por
ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te
haces a ti mismo Dios 34. Jesús les respondió: ¿No está escrito en
vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? 35. Si llama dioses a aquellos a
quienes se dirigió la Palabra de Dios - y no puede fallar la Escritura 36.
A aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís
que blasfema por haber dicho: ¿Yo soy Hijo de Dios? 37. Si no hago las obras
de mi Padre, no me creáis; 38. pero si las hago, aunque a mí no me creáis,
creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en
mí y yo en el Padre.
(37).
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El Texto Joanico es el
fundamento de la doctrina de los santos PP. y especialmente el Hiponense para
definir la “mutua In-existencia” de las Personas Divinas, o Perichoresis, La
teología Trinitaria moderna y contemporánea ha vuelto a poner de relieve esta
doctrina teológica, favoreciendo su profundización (todavía en acto), al menos
bajo tres aspectos: - En primer lugar, se ha subrayado que la mutua In-existencia
de los Tres sólo puede concebirse a partir de su mutua Kénosis
hipostática en cuanto actuación del ser de Dios que es Amor, revelado
en plenitud a nivel histórico salvífico en el acontecimiento pascual de Cristo.
Así, por ejemplo, S. Bulgakov (38) afirma que "sabemos que el amor
trinitario es mutuamente sacrificial, que cada una de las hipóstasis renuncia a
sí misma para encontrarse realizándose en las otras. De esta manera se
puede comprender el Amor Trinitario, bajo este aspecto, como una Kénosis
supra eterna, aunque coronada para cada hipóstasis por el amor Trinitario
común, en la plena bienaventuranza" (La esposa del Cordero) (39). El texto
que citamos de la obra del Hiponense nos permite apreciar la relación vertical
con el Dios Trinidad y lo cual queda afirmado categóricamente en su discurso
pragmático sobre tal contenido… Agustín establece un encuentro de contrarios
que podrían sonar paralelismos interpretativos pero que en realidad son
configuraciones tanto de las ausencias como de las afirmaciones positivas (40).
Hemos afirmado en
otro lugar que, en aquella Trinidad, se dicen propiamente de manera distinta
los atributos pertenecientes a cada una de las Personas, que se afirman de la
una relativamente a la otra, como Padre e Hijo, y Don de ambos, el Espíritu
Santo; en efecto, el Padre no es la Trinidad, ni el Hijo es la Trinidad, ni la
Trinidad es el Don. En cambio, lo que cada una de las Personas se dice en sí
misma, no se dice tres, en plural, sino que la misma Trinidad
es una sola cosa: así como se dice Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el
Espíritu Santo; bueno el Padre, bueno el Hijo, bueno el Espíritu Santo; y
omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Y,
sin embargo, no se habla de tres Dioses, ni de tres buenos, ni de tres
omnipotentes, sino de un solo Dios, bueno, omnipotente: la misma Trinidad. Así
como cualquier otro atributo que no se dice del uno relativamente al otro, sino
que de cada Persona en sí (41). Comentando las palabras del Evangelio según
Juan: Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la
hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti (Juan capítulo 17 versículo 1), Agustín se pregunta en primer lugar qué
significa la “Hora” a la que el Señor hace referencia. Ciertamente, se
trata del momento de la Pasión, cuando el Señor entregue su vida por nuestra
salvación, pero es también el momento “de pasar de este mundo al Padre”,
como nos recuerda el mismo Evangelista (41.1). La Hora de Jesús está signada
por su referencia al Padre, en cuanto que es el momento en el que Jesús
realizará el divino Designio. Sin embargo, el cumplimiento de la “Hora”
de Jesús no es un acto que ocurre siguiendo una predeterminación fatalista,
sino más bien se trata de una acción totalmente libre hecha por el Señor Jesús.
En polémica con visiones deterministas, como por ejemplo las de los astrólogos,
e incluso las de los maniqueos, el santo de Hipona rescata la suprema libertad
de Jesús en este momento trascendental (41.2).
La “Hora” es el momento
en el que se cumple lo dispuesto por el Padre y por el Hijo; puesto, en otros
términos, es el “tiempo de salvación” donde se realiza el Plan divino
querido por el Padre y concretizado por Jesús. Hablar de Plan de Dios
para Agustín es ocasión para precisar que todo lo referido a la
Pasión, Muerte y Resurrección victoriosa del Señor no es fruto de la casualidad
ni tampoco de la fatalidad, sino que responde a lo que desde toda la eternidad
estaba presente en el Padre y se hace realidad histórica por Cristo: Por
tanto, al decir: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, manifestó que
todos los tiempos, y cuando había de hacer o dejar de hacer algo, eran
dispuestos por Aquel que no está sujeto al tiempo; porque todas las cosas que
han de ser, cada cual en su tiempo propio, tienen su causa eficiente en la
sabiduría de Dios, en la cual no existe el tiempo. No se crea, pues, que esta
Hora vino al acaso, sino por la ordenación de Dios. Como tampoco una fatal
necesidad sideral determinó la pasión de Cristo, porque no se puede pensar que
las estrellas forzasen a morir a Cristo, su Creador (41.3). Ahora bien, la
“Hora” está unida al cumplimiento de la “obra” que el Padre ha
encomendado al Hijo, y en cuya realización el Hijo glorifica al Padre y el Padre
a su vez ha de glorificar al Hijo.
¿En qué consiste esta
“obra”? Agustín, desarrollando muy de cerca la teología del evangelista Juan,
encuentra dos dimensiones propias de la “obra”. En primer lugar, una
dimensión manifestativa o de revelación, que consiste en dar a conocer al
Padre. Esto es hecho a través de la predicación del Señor Jesús, pero también
mediante sus actos, por los cuales evidencia en su persona la figura paterna,
según el conocido pasaje Joanico: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Juan
capítulo 14 versículo 9). Por eso señala el Hiponense: diciendo, pues, que
Él glorificaba al Padre sobre la tierra y que el Padre le glorificaba a él en
el mismo Padre, no hizo más que manifestar el modo de la glorificación. Él
glorificó al Padre sobre la tierra predicándoles a las gentes, y el Padre le
glorificó en sí mismo, colocándole a su derecha (41.4). En segundo lugar, la “obra”
de Jesús se refiere propiamente a la Pasión, Muerte y Resurrección. Se trata
del acontecimiento central de la salvación, y se entiende como la acción por la
que Jesucristo da cumplimiento al Plan Divino, en obediencia filial al Padre,
quien, a su vez, lo glorifica por su actitud oblativa: Ningún cristiano duda, y
todo indica que el Hijo fue glorificado por el Padre según la naturaleza de
siervo, a la cual el Padre la resucitó de entre los muertos. Y como
por el Evangelio de Cristo se consiguió que el conocimiento del Padre llegase a
las gentes por medio del Hijo, no cabe dudar que también el Hijo glorificó al
Padre. Si el Hijo hubiese muerto y no hubiese resucitado, ni el Padre habría
glorificado al Hijo ni el Hijo al Padre. Pero ahora con la resurrección
fue glorificado por el Padre, y con el anuncio de su resurrección glorifica el
Hijo al Padre (41.5).
Para Agustín de Hipona,
la obra maravillosa del Padre es en sí la Reconciliación con la humanidad, es
un renovar su amor y entrega por cada uno de nosotros como solo un amor
perfecto puede lograrlo en la más profunda significación de su Voluntad
salvífica (41.6).
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Estos atributos en
efecto, se dicen según la esencia, pues aquí ser es lo mismo que ser
grande, bueno, sabio, y cualquier otro atributo que se diga de cada Persona en
sí misma, o de la misma Trinidad. La antropología filosófica nos acerca al
Hiponense quien interpreta la dimensión Trinitaria basándose en modelos de
comprensión humana y en estas categorías expresa su contenido (42). El
recurso lingüístico que emplea Agustín es determinante para equiparar en su
percepción antropológica al Dios revelado y su esencia con la Verdad Absoluta y
todos los superlativos que esta afirmación pueda generar. Tal calificativo
supera una simple definición filosófica de la verdad como constatación de lo
auténtico y coherente, los calificativos quedan pues bajo la tutela de la
revelación de Dios en el contexto y plano social y cultural del individuo que
con esta concepción busca afirmar la dinámica revelativa del Dios Encarnado, es
pues en Agustín y su pensamiento que Cristo se convierte en el absoluto
revelador de la Trinidad Inmanente y económica (43). La Verdad no se fundamenta
en la exposición del mundo creado, que en últimas es solo una criatura definida
en el tiempo y limitada por la extensión de su propia Ontología. El Hiponense
ve en la Trinidad esa posibilidad de configurar la verdad inmutable que supera
la concepción de las potencias del ser humano (intelectivo) y que básicamente
son signo inicial de la manera como logra desambiguar el dogma y aportar a su
concreción universal. Miremos pues el siguiente recuadro (44):
Memoria
|
Voluntad
|
Entendimiento.
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Es una, pero en
las operaciones del individuo conserva su individualidad. Sin que con ello
ella solo exprese alguna categoría de conocimiento. Su unidad es
incuestionable y esencial, no como atributo sino como ser que se piensa,
recuerda y puede hacerlo…
|
Esta unida a la memoria,
pero por si sola no expresa nada. La Voluntad puede recordarse a sí misma.
Pero por si misma no es significante como operación individual de la persona
humana.
|
Puede recordarse a sí
mismo y tener la capacidad para hacerlo, pero sin Voluntad no es posible sus
operaciones racionales. Y sin Memoria igualmente como podría
pensarse. La relación vital de las potencias del alma es
sustancia del ser humano.
|
En los ejemplos
ilustrativos del Hiponense queda igualmente claro que las potencias del alma
son parte de ella y con ella son ella. No es el alma increada y
posee la materia espiritual si cabe el término de la esencia misma de su
existencia y operaciones. Recordemos que en la mentalidad Agustiniana
las potencias del alma no son “accidentes” que sobrevienen a su esencia
(45). No estamos empeñados en demostrar la materialidad el alma solo aclarar
que si existe en el tiempo posee esa connotación material ya que todo
cuanto existe en el tiempo está dotado de su componente material intrínseco a su
naturaleza (46). El dogma Trinitario será definitivo en su pensamiento y como
es de esperarse la comparación categórica con el alma y la creación entera es
solo una luz para interpretarlo en categorías y paradigmas cognoscibles. Su
capacidad intelectiva se manifiesta también en la historia siendo la revelación
Escrita su centralidad dialéctica. No es impensable materializar la revelación
en el dogma trinitario ya que este posee su estructura revelativa, la misma que
encontramos en algunos pasajes de las Sagradas Escrituras. Es
básicamente encontrar la conexión concreta de la existencia humana en el
contexto del Dios revelado, es como indicar que existimos porque Dios se revela
a sí mismo (47).
Los sentidos son
los encargados de tomar de su entorno la información y procesarla y convertir
su contenido en información categórica de la construcción de nuestra realidad y
como el alma es incorpórea entonces ella se reconoce inserta en este proceso
o quien no ha hablado consigo mismo (soliloquios). O mejor
aún, quien no ha empleado figuras simbólicas para expresar una idea concreta
sobre algo sometido al juicio de la razón y a la percepción de los sentidos. La
materialidad de las operaciones del alma es un bello paralelismo para explicar
las funciones Trinitarias (48). “La mente, cuando se conoce a sí misma,
no se supera con la noticia de sí misma; pues ella conoce, ella misma es
conocida” (49). O también: Mens vero cum se ipsa cognoscit, non se
superat notitia sua; quia ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur. Según esta
sentencia del Hiponense el alma no se agota como creación incorpórea por la
noción que tengamos de ella y de nosotros mismos, ya que el conocimiento
transformado en noticia nunca agotará ni la posibilidad de conocer ni el objeto
conocido, en este caso problematizando al alma (50).
El proceso de
autoconocimiento lleva al hombre a descubrir su carácter de imagen de
la Trinidad como un don, puramente libre, voluntario y gratuito de
parte del Amor divino, en ningún caso un desarrollo necesario de la Divina
esencia. La naturaleza humana, para existir como tal, necesita ser
un espejo, que refleja la imagen de la Trinidad; la Trinidad, por su
parte, es el Ser absoluto, que subsiste en la plena y eterna realidad de sus
relaciones Intra-divinas. Por lo anterior, la trinidad
humana, que constituye la esencia del hombre, y que el hombre descubre en
su profundidad, no se identifica con la Trinidad Divina, siendo una
esencia creada y no generada, radicalmente dependiente e infinitamente
distante de su Creador. Finalmente: fruto del proceso de
autoconocimiento, y al mismo tiempo parte de este proceso es
la respuesta humana a la llamada divina a cumplir esta semejanza, con
un acto también libre y voluntario, no necesario, de asimilación a la
voluntad divina mediante la acogida del Amor gratuito (51). La imagen
del Dios Trinidad se refleja en la conciencia del bautizado cuando este informa
con su Gracia su vida y actuaciones, la inmanencia del Amor es pues un vínculo
con la Trinidad y allí fue puesto por su Creador, para ilustrar esta afirmación
quiero citar una de las oraciones más dicientes del Hiponense (52): “Señor
nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar
en Ti”. La necesidad existencial no se detiene en camino salvífico, es
una connotación de nuestra eternidad inmersa en la Historia de Salvación y
nuestra relación con el Dios revelado. Esta definición es intrínseca e
inmanente al hecho salvífico de la Gracia en la revelación y en la aceptación
del bautizado. No se puede pretender de otra forma teniendo presente el
Ser amoroso de Dios en contacto con la mismidad de la humanidad. Sin
Dios no hay posibilidad alguna de auto-reconocimiento esencial
del ser humano (53). La única posibilidad de reconocernos es en Cristo y la
Gracia que afirma la vocación de la humanidad, no se trata de dependencia o
desviación Ontológica y su constante metafísica sino del reconocer nuestro
origen y por ende nuestro destino (54).
La cláusula
Filioque es sin duda en cuanto a las relaciones
Trinitarias muy cercana al Hiponense, recordemos que ella habla del Padre y del
Hijo que procede de este y que juntos (Padre e Hijo) al Espíritu Santo. Esta
nota es simplemente para terminar el contexto dialectico de la argumentación
Psicológica de la Trinidad en el pensamiento del Hiponense. Porque como lo
sabemos la procedencia está asegurada en el contexto de las relaciones
Trinitarias, el Hiponense asume en la concepción del Patrem
Principaliter (55). Que el origen sin tiempo es el Padre y el Hijo
Engendrado en esa misma realidad (sin tiempo) su especulación no determina la
concreción de una realidad pensada más allá de esta percepción y de la natural
limitación de las figuras que el Hiponense puede emplear en su dialéctica. En
cuanto a la apreciación de la verdad revelada sobre el Espíritu Santo, Agustín
afirmará como el grueso de los santos PP. latinos que es “fruto del amor que
se comunican el Padre y el Hijo y siendo Dios quien se comunica pues solo Dios
puede darse plenamente en cuanto a que se comunica, el Espíritu Santo es esa
comunicación guiada por la Esencia misma de Dios que es el Amor. De allí que la
percepción sea universal sobre su figura y naturaleza como Dios. El Espíritu
Santo no parece Dios es Dios como el Padre y el Hijo, de esta manera el termino
Agustiniano Patrem Principaliter despeja las dudas sobre la doctrina subordinacionista
de los PP. griegos (56). Nosotros en la
tradición anglicana, leyendo al Hiponense, reconocemos también la relación de
procedencia de las Personas Divinas y asociamos al Hijo la Voluntad del padre
(Acto Volitivo) sobre el Espíritu Santo el Hiponense emplea fórmulas para
expresar su percepción ideológica, centrando en el Amor sus categorías
idiomáticas y por ende intelectivas, miremos algunas de esas expresiones sobre
la Tercera Persona de la SS. Trinidad:
Dedo poderoso de
Dios
|
Santidad de Dios
|
Reconciliador
con Dios (57).
|
Las afirmaciones
Agustinianas sobre el Espíritu Santo muestran su relación con la Salvación y
como el Dios Espíritu Santo materializa en la historia humana las relaciones al
interior de la Trinidad Inmanente y esas relaciones trivializadas son asumidas
como salvíficas en la Trinidad Económica, es posible ver en su pensamiento una
manifestación de la metafísica de la comunicación y una ontología que camina
por la aseveración antropológica de nuestra Fe Trinitaria. Agustín materializa
dialécticamente la verdad de Dios contenida en la revelación y su empleo es
realmente fenomenológico. Eso significa que el conocimiento de Dios se convierte
en certeza desde la Fe, es pues una alusión directa a su Intelecto por
la Fe, el conocimiento progresivo de Dios no se expresa sino en la
vivencia continuada y por estadios de madures espiritual, esta fórmula
como veremos posteriormente es una declaración axiomática de la interpretación hermenéutica
del Hiponense al conocimiento y sus hipótesis (58).
En el proceso de su dialéctica
Agustín cambia la concepción platónica de la creación como Emanación por la
definición de creación presente en el Génesis.
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NOTAS SOBRE CRISTOLOGÍA Y SOTERIOLOGÍA AGUSTINIANAS.
Es verdad que San Agustín
nunca escribió un tratado De Christo, como sí escribió un De
Trinitate. Sin embargo, la persona del Señor Jesús está en el centro de su obra
y de su pensamiento. “En todas sus grandes obras, en el de Civitate y
el De Trinitate, en los comentarios sobre San Juan y sobre los salmos, en
el Enchiridion, el De agone christiano, los Sermones y especialmente en las
explicaciones del Símbolo, Jesucristo aparece al centro de su teología, de la
religión y de la historia de la humanidad” (59). Agustín amó intensamente al
Señor Jesús; aún preso en las redes de la herejía y de las seducciones del
pecado, conservaba un gran respeto por el nombre de Jesús, nombre que le fue
enseñado desde su infancia. Cuando se convirtió, reconoció en Jesús no solamente
un maestro del recto vivir, o un sabio que le develara ocultos misterios;
reconoció en él ante todo a Dios hecho hombre, que por amor vino a salvarlo del
pecado y de la miseria; vio en él el camino hacia la patria, y al mismo tiempo
la meta a la cual avanzamos: “Hay un solo camino que excluye todo error: que
sea uno mismo Dios y hombre: a donde se camina, Dios; por donde se camina,
hombre”(60). Para el Hiponense la Persona del Padre del Hijo y del Espíritu
Santo en cuanto a Personalidades son distintas y no hay posibilidad ni siquiera
por procedencia de que el Padre se apropie de las propiedades del Ser Hijo o de
las propiedades del Ser Espíritu Santo y corresponde en las direcciones
pertinentes con respecto al Hijo y al Espíritu Santo. No hay por
lo tanto apropiación alguna entre las Personas Divinas de esta forma supera el
meollo de la cuestión sobre el origen de la Divinidad (61). Esta
última es una aseveración concluyente sobre la presencia de doctrinas
contrarias en su época que sometían a las Personas Divinas a equivalencias
meramente conceptuales y por ende razonables, con el Hiponense las hipótesis
desaparecen para dar paso a la Razón alimentada por la Gracia y convertida en campo
propicio para el cultivo de la Fe, su Fe es trinitaria por antonomasia. La
intuición es tan fuerte en su pensamiento que sin duda está equiparado
dialécticamente a cualquier autor contemporáneo en su lenguaje. Agustín hace de
la revelación del Hijo el fundamento del cristo centralidad de la
doctrina eclesial (62), con frases que denotan todo el poder de la Iglesia como
institución al servicio del Hijo de Dios y su mensaje su Buena Nueva
esperanzadora: “Creo en Cristo y en su Evangelio porque me lo enseña la
Santa Iglesia” (63).
Agustín se adelanta a los
concilios de Éfeso (431) (64) y Calcedonia (451) (65)
respectivamente al asumir que en Cristo existían dos naturalezas o Substancias,
que es Dios y Hombre, pero solo hay en Él Persona Divina (Segunda Persona de la
SS. Trinidad). Que en su argumento Cristológico admite que solo Cristo tenía la
potestad de rescatarnos de las garras del pecado y la muerte. El
hombre no puede querer si Dios no le asiste en su querer. Hiponense. La
perspectiva de su Eclesiología entronca con la acción salvífica del Señor,
afirma el Hiponense, que los seres humanos rescatados y en Gracia confirman una
comunidad nueva que es la Madre Iglesia. Ningún ser humano se puede
realizar fuera de la Gracia. La visión eclesiológica de Agustín
revolucionó la concepción salvífica predicada por la Iglesia y que ha llegado
con toda su fuerza a nuestro tiempo, es sin duda la afirmación moderna sobre la
Salvación unida a la Iglesia que tiene raíz en los santos PP. Que
explicamos desde la perspectiva de la Soteriología no Unitaria del
Hiponense: Salus extra ecclesiam non est. “Fuera de la Iglesia no hay
Salvación” de entrada nos parece absurda tal afirmación, pero si la remitimos a
la realidad eclesial que vivimos encontramos un nexo de veracidad con el Dios
Encarnado y su propósito de salvación por medio del conocimiento y vivencia de
su Palabra. La Gracia es total y totalizante y la concepción
eclesiológica de esta Comunión es particularmente Universalista ya que
afirmamos que todo ser humano es parte de la Iglesia y la Salvación está puesta
para todas y todos, pero ese estar “puesta” implica la vivencia de sus
conceptos. No es simplemente dejar fuera a una persona implica desconfigurar
la Voluntad de Dios para que todos los seres humanos se salven como también
renunciar explícitamente a esa oferta amorosa de Dios. Es renunciar a la
Apostolicidad, Unidad, Catolicidad de la Iglesia como familia de bautizados.
Por otro lado, la oportunidad de Dios permanece activa aun en quienes no
creen o no le buscan se llama por definición Bona Fide equivale
al actuar de “buena voluntad” y quienes así obran sin duda se unen a la
Iglesia Invisible que no vive los preceptos evangélicos. Lo fundamental es la
vivencia y no se trata solo de asumir que la salvación es una realidad
Ontológica como tal sino vivirlo así y construir el edificio de la Fe que
fundamenta nuestra vocación a la santidad y por ende como respuesta afirmativa
a la salvación (66).
La Antropología Agustiniana
(67) implica la aceptación de la realidad salvífica presente en la vida
cotidiana y en todo lo que el ser humano crea o fundamenta. Es la visión de la
existencia desde la connotación de la Gracia como recurso de vida y
trascendencia. Es antropizar la creación sin dejar por ello de verla santa y
perfecta y aún más comprometernos con su expresión universal de vida y
conservación. Es ver en el otro las huellas de Dios como Vestigia de
su Gracia y perfección. Es desde esta postura la Historia una
serie de sucesos en espiral que se repiten cada tiempo según las
tendencias de nuestras acciones o re-descubrimiento de sus principios. La
Antropología Agustiniana es ante toda definición una Antropología de la
Gracia y la Redención sin que mengue la posibilidad de Espiritualizar sus
conceptos o encadenar la voluntad humana, somos en la concepción agustiniana
totalmente libres y eso implica la presencia Ontológica de la Gracia. No
negamos el acontecer histórico de la creación y particularmente del humano pero
la Gracia hace de la historia una experiencia metafísica y Ontológica al
transformar con su influjo las estructuras tanto humanas como creadas. Agustín
nos habla de la Predestinación (67) y no está sujetando las
voluntades de Dios y el ser humano, está por el contrario afirmando el poder
soberano de Dios y la necesidad de la voluntad salvífica en el ser humano. Es
como decir que al deseo amoroso de Dios por nuestra salvación debemos
unir el deseo personal y comunitario de salvarnos. Recordemos una vez más el
axioma de los santos PP. La Gracia supone Naturaleza. El
Hiponense adelanta su reflexión al menos 1500 años y la trae al presente
de nuestra eclesiología. La Omni-causalidad que expresa en su
definición sobre la Gracia deja muy claro para nosotros que la Gracia
actúa sobre toda estructura tanto intelectual como emocional y de la misma
voluntad del ser humano. No implica encadenar la Gracia y ponerla al servicio
de todos aunque sea rechazada por alguien en su expresión de vida. Agustín
piensa en la necesidad de su Universalidad y la forma como esta informa la
libertad y la potencia. No limitamos la Voluntad salvífica de Dios por el
contrario afirmamos su Soberanía. Sin duda en esta doctrina el Hiponense fue
malinterpretado y se asumieron concepciones que no se compadecen de su
pensamiento realmente (68).
El Cristo de la
predicación del Doctor de la Gracia es totalmente nuevo según los modelos de su
época, es un Cristo lleno de esperanza que muestra una forma nueva de vivir y
agradar a Dios. Es un Cristo histórico que no se sustrae
de la realidad en la que el bautizado se encuentra inserto. Es pues, parte de
su visión sobre el misterio de la Salvación sobre la historia y en ella el
derrotero de la humanidad… Somos según el Hiponense los llamados por Dios a
vivir bajo la estela del mensaje cristiano y de esta forma introducir unos
valores que proceden del Evangelio como paradigma del Resucitado. Para
acercarnos a la definición del momento de la percepción de nuestra Fe en el
resucitado es conveniente tener presente que toda manifestación de Dios
corresponde a su Voluntad y que no hay nada en nosotros que mueva esa Voluntad
excepto Dios mismo. Nosotros actuamos movidos por la Gracia (69) y esta se
afinca en experiencias muy concretas de nuestro existir, es decir, que todas
nuestras posturas son y serán consecuencia de la relación con el Dios vivo y
viviente que se manifiesta formalmente en las acciones que sostienen
naturalmente la vida. Esta relación es fácil de incorporar a nuestra
experiencia de Fe cuando tenemos presente nuestra propia “contingencia”. Los
escolásticos relacionaban muy bien la Fe con la Iglesia y la necesidad de que
esta materializara el recorrido salvífico de los creyentes y para ilustrar
sobre su relación emplearemos una definición que tiene todo que ver este
periodo en la teología de la Iglesia: Dios es la Causa Formal de
nuestra Fe y la Iglesia es la Causa Material de la misma. Estas definiciones
nos sitúan en el intríngulis relacional entre la Iglesia como experiencia de Fe
de los bautizados y su necesidad en la “Historia Salvífica” tanto
personal como cósmica. Es interesante que nos planteemos la necesidad de
articular esta relación y llevarla al plano salvífico que buscamos todos los
bautizados. La Iglesia no es posible percibirla como un grupo de creyentes que
se reúnen los domingos u otros días en celebraciones distintas o afines. La Iglesia como
Causa Material es el sustento de nuestra experiencia en el Dios de la
vida. Su presencia ilustra nuestro horizonte formativo y necesario, ya que
ella porta verdades necesarias en el crecimiento de nuestra
espiritualidad. El transfigurar nuestra espiritualidad es un reto
fundamental en el bautizado (70).
Precisamente para
salvar esto es necesario el “mediador”, porque las cosas mortales e
inmundas, que están en la sima, no pueden acoplarse a la pureza inmortal
cercana a los sumos, y ánimo enfermizo semejante a los ínfimos. Por esta
enfermedad nos envidiaría, dejándonos sin sanar en lugar de ayudarnos a
sanar. Ha de ser tal, que, acomodado a nosotros, ínfimos por la mortalidad de
su cuerpo, por la justicia inmortal de su espíritu, por la que permaneció
entre los sumos, no por la distancia de lugares, sino por la excelencia de su
semejanza, nos conceda una ayuda verdaderamente divina para purificarnos y
librarnos. Este es según lo predica la Santa Escritura, el
Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. Cuya divinidad,
por la que siempre es igual al Padre, y cuya humanidad, por la que se hizo
semejante a nosotros, no hallan aquí lugar apto para respuestas según se merecen
y conforme a nuestra posibilidad (71).
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Agustín llama a Cristo
mediador y en su función mediadora no le resta actualidad y mucho menos se
dirige a Él ejemplarizándole por vía contraria a la igualdad esencial con el
Padre Dios. Esta igualdad supone el bien mismo de la mediación ya que no
depende de condición distinta a su propia Divinidad. No hay rivalidad alguna en
esta postura y podremos decir que su mentalidad es fruto de las experiencias de
su juventud donde pudo experimentar el papel amigable de la mediación de sus
amigos y mentores y también de lo que el reconoce como los “Gamberros” o
muchachos revoltosos de su época, tal experiencia le permitirá ver con claridad
la función de una mediación eficiente y libre de la carga o peso existencial del
pecado y por otra parte, las ataduras el pecado simbolizada en estos
personajes de fuertes tendencias a la violencia y al desorden, como quiera que
la perdida fundamental de lo estético nos conduce al sin sentido de cualquier
postulado con el que pretendamos edificar nuestro entorno o definir nuestra realidad. Digamos
que las experiencias humanas para el Hiponense son figura del pensamiento
que argumenta las divinas. Tales modelos sociales y culturales son por
demás una analogía para definir el derrotero de su alma por los caminos de la
conversión definitiva (72) Sola est autem adversus omnes errores via
munitissima ut idem ipse sit Deus et homo; quo itur Deus, qua iter homo, o
también en su traducción española: La única manera de que, contra toda la ciudad fortificada
de la misma persona es a la vez Dios y hombre errores es el camino; que Dios es
un viaje (73). Solo
para concluir la idea del Hiponense, descubre que Cristo es la razón de ser del
viaje de la vida y todo lo que en ese viaje es experimentado se convierte en
fundamento de la aspiración salvífica de cada uno de los bautizados. Es el
reconocer y/o descubrir a Cristo en todo el esplendor de su actualidad
salvífica. No podemos más que asumir la relación Cristocentrica de su
vida y ministerio como quiera que era una de las fuentes inagotables de su
predicación, todo lo relacionado con Cristo (74).
De esta forma el Señor se convierte en la medida de nuestra Salvación que
reconoce su Señoría y autoridad, no es pues Cristo, un instrumento de vida es
la razón de ser de la vida misma, es el reconocerle como la Causa Eficiente de
cuanto existe sin limitante alguno. En la antropización conceptual no es tan
fácil asumir su naturaleza como Dios y Hombre verdadero. No es fácil
porque el creyente debe argumentar su relación con el Cristo de la Fe y no desconocer
al Jesús histórico y cada una de sus enseñanzas en el Evangelio. La
realidad vivida por el bautizado permite ese acercamiento esencial con el
Dios revelado y posteriormente Encarnado. Ahora es fácil, aceptarlo luego de
siglos de praxis cristiana, pero en realidad, no hay tal facilidad sino es por
medio de la Fe. La configuración antropocéntrica del ser humano
liberado no puede contrastar con la idea de la inserción de Dios en la historia
humana. Aquí una dialéctica sin la Gracia sería como un barco sin agua,
se pierde de esta manera la corresponsariedad salvífica de las acciones y
palabras del Maestro. Lo más peligroso e inconveniente de esta postura
es el reducir a Cristo a una mera experiencia mítica que se consigue dando
valor a la inmediatez de las demandas del creyente y relajamiento de la Palabra
trabajada hacia su corazón. En esta dinámica razón tiene Bultmann cuando
argumenta sobre el concepto mitológico del N.T casi como la composición de
una diatriba con características de Epopeya y no de Evangelio salvífico. La
dialéctica en orden a la Gracia no solo articula un discurso intelectivo sino y
sobre todo sobrenatural de la relación con Cristo (75).
La Soteriología del Hiponense se edifica desde la revelación, hasta la
experiencia personal de una Fe madura y centrada en el Amor salvífico de Cristo
como Hijo de Dios. En este contexto el Amor es la Causa Eficiente de nuestra
realidad construida en los segmentos de las acciones del bautizado. De lo
anterior podremos suponer la necesidad del componente social en la expresión de
nuestra Fe en el Resucitado. De una Fe que no está solo como si fuera solo una
información a la naturaleza del bautizado, sino que asume una Mistagogia social
involucrando a todos en la Adoración de la realidad de Dios tanto revelado
como encarnado y ahora resucitado. El Hiponense reconoce al Señor de la
vida y lo explicita en su propia forma de vida convertida por la Gracia en
manifestación del ideal cristiano, Cristo es el Señor y no solo de la
configuración espiritual del bautizado sino de todos los estilos y sistemas de
vida posibles (76). La connotación sociológica de su Cristología la
ubica en el quehacer cotidiano donde la Gracia tiene mucho que decir. El
Hiponense no pretende estar por sobre el sistema de su época, pero sí sobre la
vivencia de los contenidos trascendentales de su entorno. Es una concepción de
un Cristo trascendente que se introduce en la existencia humana por Amor
siendo el Amor de Dios la mayor de las causas posibles que puedan justificar
nuestra existencia en el universo (77). El Hiponense puso
literalmente la realidad del Dios revelado por sobre las estructuras de la
sociedad, al punto de plantear la necesidad de un orden que corresponda a la Iglesia
en la experiencia del ciudadano. Cuyo único cometido y finalidad es la
exaltación del Dios revelado y Encarnado. Agustín sigue naturalmente a Pablo, y
ve en Cristo el modelo salvífico por antonomasia pero no es un modelo
suponiendo la existencia platónica de las ideas superiores u originarias de
este, sino que el modelo de nuestra nueva y definitiva condición es
Cristo. Un Dios revelado en la misma inclusión cotidiana del creyente
(78). Miremos al Hiponense en el siguiente texto:
Y ni aún en aquellos en
los que buscamos agradar, hermanos, buscamos nuestra propia gloria, o al
menos no debemos buscarla, sino más bien su salvación, de modo que, “siguiendo
nuestro ejemplo”, si es que nos comportamos rectamente, no se desvían.
Que sean “imitadores” nuestros, si nosotros lo somos de Cristo; y, si
nosotros lo somos de Cristo, que “tomen al mismo Cristo por Modelo (79).
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Cristo abre un camino salvífico
que hasta antes de su presencia en la carne estaba clausurado y que con el
correr de su mensaje se transforma en posibilidad concreta de redención, tal
postura es importante para establecer una relación temática en el
pensamiento Agustiniano. Esperamos en Cristo y caminamos por sus huellas hasta
su mismo Ser Divino y glorificado, es decir, por el camino de la Redención que
transitó en la manifestación de su historia el Hijo de Dios. De lo anterior
deducimos que el Hiponense afirma categóricamente la necesidad salvífica de
Cristo y el camino es la Gracia que nos permite tal recorrido existencial (80).
Cuando hablamos de recorrido existencial estamos afirmando que el bautizado es
absolutamente libre de caminar en pos de su Señor o simplemente entretenerse
con las cosas del mundo que llenan sus sentidos. Miremos una de sus relatos
(81):
Habiéndome convencido
de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y
ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos
de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos
ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y
visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara
todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba
por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la
tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo
estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la
verdad. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú
eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por
vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había
algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad
de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de
temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran
desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde
arriba: Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me
transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino
que tú te transformarás en mí.
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas. ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti (82). |
5. LAS SAGRADAS ESCRITURAS
EN EL PENSAMIENTO DEL HIPONENSE.
Et audivit
ineffabilia verba, quae non licet homini loqui…
O también, Tal
vez las palabras secretas que no son (2 Corintios capítulo 12
versículos 2-4).
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El Hiponense busca
afanosamente la exposición histórica del Texto Sagrado de Tradición, y
esta es la raíz de su sentido histórico. La influencia de Homero y Virgilio
como de Cicerón se siente poderosa en el estilo tanto exegético como hermenéutico
del Hiponense. El declive de la cultura clásica afecta sin duda su
mentalidad de retorico y gramático (83). Previo al seguimiento de la tarea
concreta de san Agustín, en un texto también específico, nos detenemos en
responder una pregunta que consideramos tiene su importancia, en el horizonte
de la obra que nos ocupa: ¿Qué textos tuvo a mano san Agustín? Presentamos la
cuestión con una afirmación que debemos ponderar con cuidado. En la crítica
textual de la Biblia, el Hiponense encuentra obstáculos difíciles de superar.
Por su obra De doctrina christiana tenemos conocimiento que normalmente utilizaba
un texto latino, cuya traducción dependía directamente de una versión en griego
e indirectamente del original hebreo. Las traducciones de que disponía eran
muchas veces mediocres y obscurecían el original, a causa de un excesivo apego
a la literalidad; por otra parte, los manuscritos que estaban en circulación
pertenecían a tradiciones independientes entre sí (84); esto implicaba que
el establecimiento de un texto, la emendatio, requería no sólo la colación de
los manuscritos latinos sino también el recurso frecuente a los originales
griegos y hebreos (85). Podemos reconstruir, con cierta precisión, los
materiales de que dispuso san Agustín para confrontar los distintos textos
bíblicos. La calidad de los materiales es sumamente dispar, al tiempo que se
advierte de inmediato el carácter ecléctico y difícil de fijar del texto
bíblico; se trata, en efecto, de la superposición de elementos de origen muy
diverso, que fueron estableciéndose a lo largo del siglo IV, a partir de los
antiguos textos recibidos por Tertuliano y Cipriano. La confusión
era especialmente significativa en el Nuevo Testamento (86).
Sólo a partir de los años
394–400, Agustín comienza a adoptar la edición de los Evangelios realizada
por san Jerónimo (Traductor de la Vulgata). En este momento
reaparece, con todo vigor, su antigua formación en la literatura latina; en
efecto, el grammaticus aportará la experiencia de frecuentar y esclarecer la ya
abigarrada tradición virgiliana. En primera instancia, esto significa la
ausencia de una crítica textual propiamente dicha; luego, que la tarea de
Agustín se concentra fundamentalmente en yuxtaponer la más numerosa cantidad de
manuscritos posibles, con la finalidad de disponer de la mayor cantidad de
variantes que nutran sus comentarios (87). Con esta afirmación, verdadera en
sus términos, no debe hacernos la representación de un san Agustín ingenuo y
acrítico: no asigna, por el contrario, a todos los textos la misma importancia,
pues advierte la necesidad de consultar los códices más seguros, es decir, aquellos
que han sido enmendados (88). En su pensamiento, la crítica textual descansa
fundamentalmente sobre la posibilidad de contar con el recurso del texto
original, único medio seguro para juzgar la variedad de versiones que presentan
los manuscritos latinos; el recurso a los originales griego y hebreo enriquece
la simple emendatio hasta transformarla en explanatio o interpretación minuciosa
(89). Debemos tener en cuenta que el análisis crítico de las Sagradas
Escrituras es un tema relativamente nuevo en el ámbito de la vida eclesial, y
con ello no estamos asumiendo en lo personal una postura “pretérita” sino
que estamos reconociendo que la dinámica de la exposición bíblica era ante
todo apologética. Es contundente para su época la necesidad de la defensa de la
doctrina en un mundo donde lo clásico y el arsenal de su gramática se mezclaban
fácilmente con la revelación Escrita al punto de desdeñar de su contenido
por considerarse poco brillante. La realidad como acontecer en la
literatura clásica confunde fácilmente la revelación con la orquestación
mitológica de su contenido (90). La difusión es otra de sus dificultades por
esa razón Agustín asumirá el Texto de Jerónimo en su hermenéutica y exegesis.
Esto en lo referente al latín, en cuanto al griego las citas son mayor lo mismo
que los textos de los que dispone. Encontramos un ejemplo de
traducción de Agustín a partir de la versión de los LXX) (De Genesi ad
litteram. Génesis capítulo 2 versículos 15-17) El libro que
cierra la interpretación de Agustín se lo conoce tradicionalmente en las
ediciones del De Genesi ad litteram fue escrito de 401 a
415 d.C. como “Breve tratado de mística”; si bien esta
denominación se corresponde perfectamente con el contenido del libro, debemos
precisar que el Hiponense se propone un examen detenido del capítulo 12,
versículos 2 – 4 de la Segunda Carta a los Corintios, cuyo texto dice: “Sé de
un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado al tercer cielo, no sé
si en cuerpo, ignoro si fuera del cuerpo, Dios lo sabe, y oyó palabras
inefables que no es posible pronunciar al hombre”. La importancia de
esta explicación para nuestro tema reside en que Agustín no expondrá una
experiencia personalísima, sino que se abocará a comentar e interpretar lo que
considera aconteció a Pablo, pues da por supuesto que este “hombre” del
pasaje no es otro que el mismo Apóstol (92). Has hecho llegar
hasta mí, oh padre mío Simpliciano, el envío agradabilísimo y delicadisimo de
tu cuestionario; y si no procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente,
sino también ingrato. Ya he discutido y publicado algo sobre las dificultades
que me has propuesto de algunos pasajes del apóstol San Pablo. Mas, poco
satisfecho de mi primera investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos
y omisiones, he vuelto a someter a un examen más diligente y serio las mismas
palabras y razonamientos del Apóstol. Si su interpretación fuera obvia y fácil,
no las creerías tú dignas de nueva discusión. Aquí hay una fundamentada
necesidad hermenéutica según las palabras de Agustín, la necesidad de analizar
y vivenciar es signo del valor relevante el Texto Inspirado (93). El estudio
meticuloso es parte del discurso del método Agustiniano que sin duda fue
inspirador del producido por Renato Descartes. Agustín en su reflexión
equipara el quehacer histórico con la inserción de la Gracia en el método
dialéctico que le aproxima al Dios revelado, y a pesar de hacer un trabajo
fundamentado en analizar los conceptos lo que sin duda le quitó mucho tiempo
pudo hacer que su análisis encajara perfectamente en la tradición eclesial hasta su
época (94). La Rex como extensión del discurso es finito pero
el contenido trasciende las barreras de la historia al punto de adentrarse en
la praxis del mensaje revelado como fundamento de la experiencia del creyente,
del hombre de Fe, y el pensador africano. No es descabellado suponer que,
aunque las fuentes históricas eran aun frescas su agudeza le permitió centrarse
en la hermenéutica y todo su contenido salvífico. El Sentido Literal de
las Escrituras es abordado desde su postura histórico-critica (por su momento
más histórica que otra cosa) pero con absoluta claridad su objetivo fue solo
uno, mantener a salvo la revelación como obra auténticamente de
Dios. Desde luego las metáforas fueron llevadas al extremo con el
deseo ferviente de generar una interpretación que se adaptara a los tiempos y
no perdiera su vigencia. Esto último es fácil de demostrar por citar un ejemplo
en la interpretación de la “tempestad calmada” cuando él Señor se quedó
dormido y los vientos la amenazaron con naufragar, lo mismo podríamos citar a
vuelo de pájaro, el pasaje del “Buen samaritano” aquí es simple
encontrar las relaciones gramaticales y literarias que emplearon los santos PP.
de la Escuela de Alejandría y posteriormente el Hiponense. Aquí el Sentido
espiritual y tropológico (95) de las Escrituras es el mismo y busca lo mismo en
la sique del lector y meditador de la Escrituras (96). Solo que el
estilo Agustiniano exageraba este recurso interpretativo, pero de igual
forma no alteró su interpretación. Con esto último indicamos que si bien el
empleo de la alegoría era común entre los santos PP. de la Iglesia su contenido
no era totalmente exacto. Lo que plantea en el pensamiento Agustiniano la necesidad
de verificar el valor intrínseco de las Escrituras en cuanto a su rol salvífico
y esto sucederá en el contexto de su eclesiología siempre bien intencionada y
perfectamente en sintonía con la tradición.
Sean tus Escrituras mis
castas delicias: ni me engañe en ellas ni con ellas engañe
Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
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El texto neo-testamentario,
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (98), le permite presentar los
tres géneros de visiones: a) el material, por la que podemos
leer, b) la del espíritu, por la que se piensa en el prójimo
ausente c) la intuición intelectual, que ve al amor en sí
mediante la inteligencia. Las primeras dos resultan comunes al género humano:
se percibe todo lo que es material, por la primera, y se piensa en esas mismas
realidades cuando no las percibimos (99); estas últimas pueden ser verdaderas,
es decir, fieles a la imagen que retenemos en la memoria, o ficticias, es
decir, puramente imaginativas: “de un modo imaginamos a Cartago, que conocemos,
y de otro a Alejandría, que no conocemos” (100). La tercera especie de visión
corresponde a la contemplación intelectual del amor (en el caso del precepto
bíblico) o, con el modo propiamente agustiniano: “aquellas realidades que no
tienen imágenes semejantes a sí mismas (quae non habent imagines sui similes).
Así como un árbol, cuando está presente a los sentidos, se lo observa en la
forma que le es propia y cuando está ausente, lo representamos por las
impresiones que han quedado fijas en el alma; sin embargo, el amor no tiene una
forma específica cuando está presente y otra cuando es recordado, pues se
discierne mediante el alma intelectiva: “si, por el contrario, se piensa por
una suerte de imagen corpórea, no es el amor lo que se discierne. “Mediante un
segundo recurso intertextual. Agustín precisa los alcances del
término “espiritual” que caracteriza el tercer tipo de visión: “Si, en efecto,
orare con la lengua, mi espíritu ora, pero mi mente permanece sin
fruto”. Agustín interpreta “lengua” a las expresiones que son imágenes
de las cosas y que, para ser comprendidas, deben ser captadas por la
inteligencia. Por ello cuando no se las entienden se dice que están en el espíritu
y no en la mente (101).
Pues los signos de las
cosas no son las cosas mismas. Con otro pasaje de Corintos, se demora en la
profundidad de lo significado: “Si bendijeres con el espíritu, ¿cómo dirá amén
a tu bendición el que ocupa el lugar del ignorante, desde el momento que no
sabe lo que dices” (102). Percibimos en este entramado de citas una búsqueda
argumentativa: en el ámbito de una argumentación discursiva se hace presente
muy fuertemente una impronta intuitiva, pues se entrecruzan y convergen tradiciones
como si se tratara de una larga traducción. En este contexto, cuando la
inteligencia –en el sentido Agustiniano del término- capta el sentido, se da el
conocimiento, la enseñanza o la profecía. Esto implica que el don de profecía
requiere un primer nivel en el que se alcanza una representación y un segundo
nivel, el esencial, en el que se comprende aquella representación; en el
vocabulario agustiniano, entonces, la profecía pertenece más a la mente, que en
nuestro autor es sinónimo de “alma intelectiva”. De manera
conclusiva escribe Agustín que, en las visiones intelectuales, algunas cosas
se ven en el alma misma (las virtudes opuestas a los vicios, por ejemplo), pero
que este proceso resulta diverso a la luz con que Dios ilumina el alma para que
vea (los diversos grados ascendentes de las visiones): la luz es Dios y el alma
su criatura racional. Así considerado el proceso, cuando el alma es arrebatada
(visión, éxtasis o profecía) de los sentidos, conoce en el modo que le es
propio, esto es, el grado más alto de la iluminación (103). La analogía aquí
sobreentendida tensa hacia lo equívoco, aunque la tendencia agustiniana tira
hacia lo unívoco; en efecto, su afirmación de que las virtudes se contemplan
opuestas a los vicios en el alma misma significa (además de lo inmediato que
comprendemos) que la atribución de las interpretaciones a la verdad se van
intercalando con lo mismo que van transmitiendo y conservando, como un límite
concreto a la disparidad interpretativa. Se percibe en la
interpretación de san Agustín un conflicto de deseos entre lo que se quiere
decir y lo que se quiere leer, que nace en la ambigüedad o dificultad del texto
paulino (104).
INTERPRETACIÓN DEL
TEXTO ANTERIOR.
La sabiduría evocada por
el Hiponense es la misma que alimenta el derrotero de la vida de los
bautizados, Agustín acude a la Gracia como el reflejo de todo acto sabio
posible en la psique del ser humano. Es una novedad decir que el pensamiento
Escrituristico forjado por imágenes discierne su contenido mediante el empleo
de las palabras y los términos interpretativos como tal. La iluminación
que se transforma en un recurso de índole fenomenológico e histórico a la vez
porque puntualiza las acciones contenidas en las escrituras y se une
expresamente al sentido de su escritura… Agustín vio siempre en las Escrituras
la Palabra de Dios dada a los seres humanos, pero no desconoció las categorías
gramaticales en las que se materializan las visiones, los oráculos y las
enseñanzas del Texto Sagrado de Tradición. Este materializar de los verbos
presentes en los relatos salvíficos nos da como resultado n o solo la acción
gramatical sino y sobre todo la dinámica salvífica relatada en sombras muchas
veces por lo complejo de sus figuras. La sabiduría que interpela el Hiponense
brota de la Voluntad de Dios para revelar su plan para la creación y nosotros
como parte de ella. La hermenéutica Agustiniana lucha decididamente contra la
libre interpretación sin fundamentos históricos y teológicos (105).
Como expresa el análisis
textual de sus trabajos, el amor es la Causa Eficiente de
la hermenéutica bíblica en su contexto y por ende
necesidad. Agustín enfrenta los tiempos de la reflexión y los une
esencialmente a los tiempos de la historia y su componente cíclico, esto
es como afirmar que la misma sed tenemos hoy de la Palabra revelada como en
tiempo de los Apóstoles. No se trata del tiempo como mutación y desvanecimiento
sino como auto-afirmante de una realidad revelada que se consuma en la distancia de
la vida y Fe de los bautizados, esa actualidad es competencia de
la Iglesia (106). No es simplemente suponer que
una hermenéutica fenomenológica parte de la intención de discriminar
tanto la lengua que produce los términos y su gramática como el
espíritu que da vida a su contenido.
La obra del Hiponense
particularmente en los escritos tanto del pentateuco, como del evangelio de
Juan y las cartas de Pablo, muestran la contradicción del alma que se enfrenta
a la necesidad de un cambio o en el lenguaje eclesial de una autentica
conversión y señala los tiempos históricos de esta, tal afirmación que traemos
a colación la encontramos reflejada precisamente en la carta de Pablo a los
Romanos que tanto influyó en la conversión de Agustín de Hipona, estamos
refiriéndonos al capítulo 13 versículo 13, miremos el Texto inspirado (107):
Como en pleno día,
procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y
desenfrenos; nada de rivalidades y envidias (108). Sicut in die honeste ambulemus progredi non binges
clipeum et bibens cubilibus et inpudicitiis non; non contentiones et
aemulationes.
|
Agustín esta en Milán y
este es un momento definitivo, está en el jardín de su casa en compañía de sus
amigos entrañables Alipio y Posidio, cuando escucha que en la calle los
niños cantan un estribillo latino: Tolle et lege que traduce “Toma
y Lee” tenía en sus manos el Texto Paulino de la carta a los Romanos y al
abrir el libro se encuentra con esta cita de Romanos capítulo 13 versículo 13.
Aquí en sentido espiritual hace eco en su corazón y consideramos que es el
detonante de su propia conversión, atrás quedaron las ideas prejuiciosas de su estilo y
género literario, ya no pesa el Hortensio y la poesía clásica, solo el corazón
interpelado por Dios responde a su vital llamado existencial. Al compartir este
mensaje con sus amigos las notas particularmente débiles en sus deseos de
cambio por lo que continúa leyendo y descubre su misión (109):
Acoged bien al que es
débil en la Fe, sin discutir opiniones. Inviti hoc est bonum in fide infirmi, absque discussing
opinions
(110).
|
Este será su ministerio
inicial acoger a sus hermanos débiles en la Fe asistirlos y posteriormente
instruirlos, que bella forma de hacer significante su hermenéutica y sobre todo
su praxis de Fe a la luz de las Escrituras. Él Toma y Lee lo acompañará por
toda su existencia, y recordará este momento como la Misericordia de Dios que
se reveló a su orgullo y con la sencillez del amor transformó su vida
(111). Las imágenes de su psique se convertirán en la fenomenología necesaria
para la hermenéutica vital de este PP. de la Iglesia, que su estudio irá más
allá de la mera curiosidad académica para instalarse en el ámbito de la Fe y su
convicción cristiana. La Fe que brota del Texto Sagrado de Tradición es el condicionamiento esencial
de su experiencia trascendente y por ende del reflejo de la Gracia que se
materializa en la dialéctica misma de la espiritualidad el bautizado, es la
garantía de la sabiduría que se derrama en el alma del cristiano. Es la
fortaleza del hijo de Dios que se reconoce como sujeto de salvación por mandato
de su Dios. Es una bella conjugación de la Palabra y la Voluntad de Dios en un
abrazo que solo se puede entender desde la existencia creyente de los
bautizados (112).
Nunca el Hiponense vive
en soledad la revelación Escrita, nunca lo hace fuera del medio de su Fe
fraterna y fraternal, porque se expresa por amor en sus amigos y en el servicio
que consagró su existencia a la Iglesia. No es posible ver su hermenéutica y exegesis
sino es unida vitalmente a la Iglesia. Agustín como pocos amaron a
su Iglesia y se entregó totalmente a ella (113). La cotidianidad
no es tampoco ajena a esta empresa de debelar e interpretar la Palabra
inspirada, Agustín participó en la vida eclesial de tal manera que sus escritos
fueron considerados por si mismos Magisterio eclesial al menos por 5 papas que
directamente lo declararon. Es tal su actualidad a pesar de haber vivido 1500
años atrás. Justa razón tenía los PP. Reformadores del Movimiento de
Oxford cuya primera obra traducida de los PP. de la Iglesia fueron
las Confesiones de Agustín, porque ellos sintieron la necesidad de
afirmar su espiritualidad en el derrotero del “Águila de Hipona”.
También en cuanto a la interpretación Paulina hicieron lo propio trayendo al inglés
la obra de Agustín y reflejarla en más de 90 sermones escritos por John
Keble y Newman (114). Los llamados Tractarianos supieron
de la obra del Hiponense y esa misma voluntad eclesial la reflejaron en muchas
de sus tesis. Si pretendemos buscar actualidad en la vida eclesial del presente
es fácil, ver como la obra Agustiniana, se conserva viva en las definiciones
que esta Iglesia aceptó en la tradición y que versa sobre:
· La
Gracia.
· Cristología.
· Dogma
de la Trinidad SS.
· Cartas
Paulinas.
· Decálogo.
· Pecado
Original.
· Revelación.
· Teología
Política (Ciudad de Dios). (115).
APARTES DE UNA
CARTA: En este ensayo
sobre Agustín es importante conocer esta carta fruto de su relación con
Jerónimo que a sazón vivía en Jerusalén. Contiene aspectos de su hermenéutica y
visión que sin duda sirve de recurso:
“Agustín saluda en el
Señor a Jerónimo, señor amadísimo, hermano santo digno de ser honrado en las
entrañas de Cristo y co-presbítero”. Apartes de la carta
82 de Agustín a Jerónimo (PP. de la Iglesia y traductor de la Vulgata).
El creer que Pablo
escribió algo sin verdad, ¿será mejor que el afirmar que el apóstol Pedro hizo
algo sin rectitud? En ese caso, deberíamos decir -Dios nos libre de ello- que
es mejor que el Evangelio mienta, antes de afirmar que Pedro negó a Cristo;
decir que miente el libro de los Reyes sería mejor que admitir que el gran
profeta David, elegido de un modo tan eminente por el Señor, cometió un
adulterio al desear y robar la mujer ajena, y un horrendo homicidio al matar al
marido de la misma (116). Por el contrario, he de leer con
absoluta certidumbre, seguro de su verdad, la santa Escritura, colocada en la
suma y celeste cumbre de la autoridad, y por ella conoceré con verdad a los
hombres, ya los apruebe, ya los corrija, ya los reprenda. Mejor es eso que el
convertir en sospechosas las palabras divinas, por opinar que no son
reprensibles ciertas obras humanas en alguna persona de laudable
excelencia. Los maniqueos pretenden que son falsas muchas de las
divinas Escrituras. No les falta motivo, ya que en ella se denuncia con
claridad meridiana tan sacrílego error, y no pueden interpretarlas en sentido
favorable. Con todo, no atribuyen falsedad a los autores apostólicos, sino a no
sé qué corruptores de los códices. Jamás pudieron probarlo, pues es notoria la
abundancia y antigüedad de los ejemplares y la autoridad de la lengua original,
de donde se vertieron los libros latinos. Por eso huyen vencidos por la verdad,
perfectamente notoria a todos. ¿No descubre aquí tu santa prudencia el
portillo que dejamos abierto a su malicia si decimos, no ya que otros
corrompieron las Escrituras apostólicas, sino que los mismos apóstoles
escribieron falsedades? Dirás que no es creíble que Pablo
denunciase a Pedro lo que él mismo había ejecutado.
Ahora no discuto lo que
Pablo hizo; discuto solamente lo que escribió: éste es el punto que atañe a la
cuestión que ventilamos, a saber: que la verdad de las divinas Escrituras es
por todas sus partes segura e indiscutible, puesto que los mismos apóstoles, y
no cualesquiera otros, la encomendaron a nuestra memoria para edificar nuestra
fe; por esa razón fue asimismo recibida en la cumbre canónica de la autoridad.
Supongamos que Pedro hizo lo que debió hacer; en ese caso mintió Pablo al
afirmar que vio que Pedro no caminaba rectamente según la verdad del Evangelio.
Quien hace lo que debe hacer obra rectamente, y dice una falsedad quien asegure
que ese tal no obra rectamente, a sabiendas de que hizo lo que debió. Pero, si
Pablo escribió la verdad, es verdad que Pedro en aquella coyuntura no caminaba
conforme a la verdad del Evangelio, puesto que hacía lo que no debía hacer. Si
el mismo Pablo había hecho cosa semejante, en ese caso se había corregido, pero
no podía rehuir por negligencia la corrección de su coapóstol; prefiero creerlo
así antes de admitir que consignó una mentira en su carta. Eso, aunque se
tratase de cualquier carta. ¡Cuánto más tratándose de aquella que se
introduce advirtiendo: ¡De estas cosas que os escribo, pongo por testigo a
Dios que no miento!
En verdad creo que
Pedro se condujo de modo que obligaba a los gentiles a judaizar, porque veo que
eso lo escribió Pablo, quien no pudo mentir, a mi entender. Por lo tanto, Pedro
no obraba bien. Era ir contra la verdad del Evangelio el dejar que los
creyentes pensasen que no podían salvarse sin los sacramentos anticuados. Esto
era lo que suponían en Antioquía los circuncisos convertidos, y contra ellos
luchaba Pablo con perseverancia y valentía. Pablo circuncidó a Timoteo (117),
cumplió su voto en Cencres (118) y se avino a celebrar
ritos legales con aquellos que le conocían, cuando Santiago le amonestó en
Jerusalén (119). Pero no lo hizo para que se creyese que los
sacramentos anticuados daban también la salvación, sino para que no se creyesen
proscritos, como idolatría de gentiles. Dios mandó celebrarlos según convenía
en los tiempos antiguos, como sombras que eran de acontecimientos futuros. Eso
fue lo que Santiago le dijo, a saber: que se había oído decir que Pablo
enseñaba el alejamiento de Moisés (120). Sería abominable que
los que creen en Cristo se alejen del profeta de Cristo (121),
como si abominasen y detestasen su doctrina, pues de Moisés dijo
Cristo: Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él (122).
Fíjate ahora, por
favor, en las mismas palabras de Santiago: Ves, hermano, cuántos miles hay
en Judea que creyeron en Cristo. Todos ellos guardan con celo la ley, pero han
oído decir de ti que enseñas que tienen que alejarse de Moisés todos los judíos
que están entre los gentiles y que afirmas que no deben circuncidar a sus hijos
ni conducirse según nuestras costumbres. ¿Qué es eso? Ahora se reunirá una gran
muchedumbre, pues ya han oído que viniste. Haz, pues, lo que te decimos. Aquí
tenemos cuatro individuos que tienen pendiente el cumplimiento de un voto sobre
sus personas. Tómalos, santifícate con ellos y págales el gasto de raer sus
cabezas; así sabrán todos que son falsas las cosas que corren a tu nombre y que
sigues tú mismo guardando la ley. En cuanto a los gentiles, hemos decidido ordenar
que no guarden cosas semejantes, sino que se abstengan de lo inmolado a los
ídolos, de lo ahogado y de la fornicación (123). Es claro,
en mi opinión, que Santiago hizo estas advertencias para demostrar que era
completamente falso lo que habían oído decir de Pablo aquellos judíos que
habían creído en Cristo y sentían el celo de la ley: éstos no podían admitir
que lo que les fue impuesto a sus padres por ministerio de Moisés se creyese
condenado por la doctrina de Cristo o como no escrito por mandato de Dios. De
este modo habían acusado a Pablo los que interpretaban mal la intención con que
debían los judíos observar sus ritos. Debían observarlos para atestiguar la
autoridad divina y la santidad profética de tales sacramentos, pero no para
alcanzar la salvación que ya se había revelado en Cristo y se confería por el
sacramento del Bautismo. Propagaban esto de Pablo los que querían
que se observaran los ritos judíos como si sin ellos no pudiese haber salvación
para los que creen en el Evangelio. Esos malos intérpretes habían
visto en Pablo un ardiente predicador de la gracia y un adversario de su
opinión, pues enseñaba que el hombre no se justifica por los ritos, sino por la
gracia de Jesucristo; enseñaba asimismo que las sombras fueron preceptuadas
para servir de símbolos. He ahí por qué aquellos judíos se esforzaban en
suscitarle envidias y persecuciones, acusándole de enemigo de la ley y de los
mandamientos divinos. El mejor modo de evitar el odio suscitado por
esa falsa acusación era celebrar esos mismos ritos que, según decían sus
enemigos, condenaba como sacrílegos. Así insinuaba que ni los
judíos debían alejarse por entonces de tales ritos, como si fuesen sacrílegos,
ni los gentiles debían ser obligados a celebrarlos, como si fuesen necesarios
(124).
La Inerrancia es
fundamental para el Hiponense, asegura que todo lo contenido en el Texto
Sagrado de Tradición, es Palabra de Dios revelada a la humanidad. La discusión
particularmente sobre las palabras Paulinas sin duda se debe a la necesidad de
dar contenido solido a la misión de su proclamación, la dificultad que observa
Agustín de Hipona es la misma que observamos hoy, el lenguaje puede sonar para
muchos contradictorio de la Voluntad revelada de Dios por lo que se asemeja a
la humanidad en sus criterios y categorías, así como los modelos
paradigmáticos que el Apóstol emplea. Lo cierto es que la figura Escrituristica
emplea por parte del escritor sagrado las categorías de su emotividad,
personalidad y pensamientos, es decir, existe toda una axiología al servicio
del autor sagrado. Como también una marcada connotación que aprovecha el
recurso de la cosmovisión del escritor para poder aterrizar en un momento
histórico concreto, aunque no así el sentido espiritual de su mensaje
(125).
Pablo hace el tránsito de
la verdad judía al paradigma cristiano del Evangelio lo que implica un proceso
de desmonte de principios anteriores y relecturas en el presente de su
cotidianidad ministerial. Es pues, importante seguir el pensamiento Agustiniano
sobre la Inerrancia Paulina y sus afanes que se tradujeron en una serie de
acciones pastorales que le llevaron a viajar a tierras no exploradas por los
primeros bautizados (126). Agustín no olvida el contexto inmediato que
vive Pablo y de esta forma asegura el valor de sus prohibiciones y radicalidad
la cual brota precisamente de su cosmovisión de un mundo y sus relaciones bajo
la nueva propuesta de Cristo.
En el pensamiento
Agustiniano Pablo se presenta en una sociedad cargada de contradicciones y en
su búsqueda de la deidad solo quieran razones para entender y fundamentar su
realidad. Agustín ve un principio sociológico en la forma como Pablo responde a
esta realidad antropológica que le asegura la necesidad de enseñanza a los
suyos y a la congregación preferentemente porque la realidad social es
contradictoria al mensaje en cuanto a los valores e instituciones que en
ella subsisten. Las costumbres y su Ethos es el campo preferido
según Agustín para el ejercicio esencial de la Gracia. De
esto último asumimos que el mensaje Paulino impacta la concepción de una
sociedad cristiana movida por sus valores y gobernada por la Voluntad explícita
de Dios que en Agustín se materializa en un orden justo y justiciero, estamos
hablando de la “Ciudad de Dios”. La radicalidad en su pensamiento sin duda hace
una poderosa influencia en Agustín que todos conocemos. Una radicalidad que
brota del ferviente deseo de vivir según las enseñanzas del Apóstol de los
gentiles, recordemos que Agustín antes de su conversión vivía como uno de ellos
(127).
Por lo tanto, (continúa William) es claro que Agustín no está haciendo una declaración
metafísica sobre la prioridad de la Iglesia sobre las Escrituras, sino que está
haciendo una observación importante sobre el papel de la Iglesia para alcanzar
a los perdidos y difundir el Reino de Cristo en todo el mundo. La
Iglesia no le da a la Escritura autoridad divina, sino que da testimonio de la
autoridad divina que ya tiene en virtud de ser la Palabra de Dios.
“Así que, si se
pregunta por qué o por causa de qué yo creo que la Escritura sea de calidad
divina, responderé que esto pasa por causa de la misma Escritura, la cual se
demuestra ser como tal, por sus marcas. Si se pregunta cómo o por qué sucede lo
que creo, responderé que, por el Espíritu Santo, quien produce esta Fe en mí.
Finamente, si se pregunta por cuál medio u órgano, creo esto, responderé que, a
través de la Iglesia, la cual Dios usa para darme la Escritura.” La necesidad
requiere que ellos (es decir, aquellos que ignoran las cosas piadosas) primero,
deban ser movidos por alguna autoridad para que se sometan a la enseñanza
(doctrina), cuyo espíritu y entendimiento, los cuales no son inmediatamente
capaces de percibir, sino hasta que sus facultades son preparadas para entender
las cosas en las cuales ellos deberían ser instruidos. La autoridad,
por lo tanto, debe ser vista como la puerta a través de la cual deben pasar
para alcanzar el conocimiento de aquellas cosas que deben aprenderse” (130).
Para continuar quiero
citar a Calvino sobre la hermenéutica Agustiniana y una expresión muy conocida
del Hiponense:
Sé muy bien que se
acostumbra a citar el dicho de Agustín: Yo, en verdad, no creería en el
Evangelio si no me impulsase a ello la autoridad de la Iglesia Católica. Pero
por el contexto se entenderá fácilmente cuán fuera de propósito y
calumniosamente alegan este lugar a este
propósito. Agustín combatía contra los maniqueos, los cuales
querían que se diese crédito sin contradicción ninguna a todo cuanto dijesen,
porque ellos pretendían decir la verdad, aunque no la mostraban. Y porque,
queriendo levantar y poner sobre las nubes a su maestro Maniqueo,
blasonaban del nombre del Evangelio, Agustín les pregunta qué harían si
por ventura se encontrasen con un hombre que no diese crédito al Evangelio.
Les pregunta que género de persuasión usarían para atraerlo a su opinión. Luego
dice: “En cuanto a mí, no creería en el Evangelio, si no fuese incitado
por la autoridad de la Iglesia”. Con lo cual da a entender que él,
mientras fue pagano y estuvo sin Fe, no pudo ser inducido a creer que el
Evangelio es la verdad de Dios por otro medio, sino convencido por la
autoridad de la Iglesia.
¿Es de maravillar el
que un hombre, antes de que conozca a Cristo tenga en cuenta y haga caso de
lo que los hombres determinan? No afirma, pues, Agustín en este lugar,
que la Fe de los fieles se funda en la autoridad de la Iglesia, ni entiende
que la certidumbre del Evangelio depende de ella; solamente quiere decir, que
los infieles no tienen certidumbre alguna del Evangelio para por ella ser
ganados a Jesucristo, si el consentimiento de la Iglesia no les impulsa e
incita a ello. Y esto lo confirma poco antes de esta manera: “Cuando
hubiere alabado lo que yo creo y me hubiese burlado de lo que tú crees, oh
Maniqueo, ¿qué piensas que debemos juzgar o hacer sino dejar a aquellos
que nos convidan a conocer cosas ciertas y después nos mandan que creamos lo
incierto, y más bien seguir a aquellos que nos exhortan a que ante todo
creamos lo que no podemos comprender ni entender, para que fortificados por
la fe al fin entendamos lo que creemos; y esto no por medio de los hombres,
sino porque el mismo Dios confirma y alumbra interiormente nuestras almas?” Éstas
son las propias palabras de Agustín, de las cuales muy fácilmente
cada uno puede concluir que nunca este santo Doctor fue del parecer que el
crédito y la Fe que damos a la Escritura había de estar pendiente del
arbitrio y la voluntad de la Iglesia, sino que sólo quiso mostrar que
aquellos que aún no están iluminados por el Espíritu Santo son inducidos por
la reverencia y respeto a la Iglesia a una cierta docilidad para dejar que se
les enseñe la fe en Jesucristo por el Evangelio; y que de este modo la
autoridad de la Iglesia es como una entrada para encaminar a los ignorantes y
prepararlos a la fe del Evangelio. Todo esto, nosotros confesamos
que es verdad. Y realmente vemos muy bien que san Agustín quiere que la fe de
los fieles se funde en una base muy diferente de la determinación de la
Iglesia. Tampoco niego que muchas veces objeta a los maniqueos la autoridad y
común consentimiento de la Iglesia, queriendo probar la verdad de la
Escritura que ellos repudiaban. A esto viene el reproche que hizo a Fausto,
uno de aquella secta, porque no se sujetaba a la verdad del Evangelio, tan
bien fundada y establecida, tan segura y admitida por perfecta sucesión desde
el tiempo de los apóstoles.
Más de ninguna
manera pretende enseñar que la. Reverencia y autoridad que damos a la
Escritura dependa de la determinación y parecer de los hombres; tan sólo (lo
cual venía muy bien a su propósito) alega el parecer universal de la Iglesia
(en lo cual llevaba gran ventaja a sus adversarios) para mostrar la autoridad
que ha tenido siempre la Palabra de Dios. Si alguno desea más amplia
confirmación de esto, lea el tratado que el mismo san Agustín compuso y que
tituló: “De utilitate credenti” — De la utilidad de creer -, en el
cual hallará que no nos recomienda ser crédulos, o fáciles en creer lo que
nos han enseñado los hombres, más que por darnos cierta entrada que nos su,
como el dice, un conveniente principio. Por lo demás, no quiere que nos
atengamos a la opinión que comúnmente se tiene, sino que debemos apoyarnos en
un conocimiento firme y sólido de la verdad… (131)
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ESTUDIO Y
ESPIRITUALIDAD DE AGUSTÍN ENTORNO A LAS ESCRITURAS REVELADAS.
La Escritura es
para Agustín un libro religioso-inspirado, en él se nos
revela la verdad de la salvación, pero la garantía de esa verdad de la
revelación nos la proporciona la Iglesia, porque, como dice Agustín: "Yo,
en verdad, no creería en el Evangelio si no me impulsase a ello la autoridad de
la Iglesia católica" (132). Agustín buscó profundizar
en el verdadero sentido bíblico y vio la Biblia como la Palabra de Dios
revelada y liberadora, por eso, para acercarse a la Biblia es necesario ser
orantes e inteligentes, o mejor, sabios y santos, porque "ni siquiera las
Sagradas Escrituras (que imponen la Fe en grandes misterios antes de que
podamos entenderlos) podrán serte útiles si no las entiendes rectamente... Tú,
carísimo, ora intensa y fielmente para que el Señor te dé el entender, y así
puedan serte fructuosos los avisos que desde fuera te ofrece la inteligencia de
los maestros o doctores"(133). Agustín se da cuenta que la vida eterna es
no sólo creer la Palabra sino también comprenderla. Es cierto que es necesario
partir de la Fe para llegar a la inteligencia y comprensión: “Porque, si
oír y creer su palabra es la vida eterna, con más razón será comprenderla”.
Más la Fe es uno de los grados de la piedad, y el fruto de la Fe es la
inteligencia, que nos hace llegar a la vida eterna, donde no se nos leerá el
Evangelio; sino que aquel que ahora nos lo dispensa (retiradas ya para siempre
todas las páginas de las lecciones y la voz del lector y del expositor)
aparecerá a todos los suyos, que con corazón limpio estarán presentes en cuerpo
incorruptible para nunca más morir. Probablemente él está pensando en que todos
debemos ser "selectos piadosos y doctos y verdaderamente
espirituales" (134). Agustín en cuanto a la Biblia es un hombre de su
tiempo y no se le puede enjuiciar conforme a los criterios de ahora; muchas de
sus interpretaciones fueron desafortunadas, no obstante, su contribución al
progreso de la exégesis fue positiva, sobre todo por su contribución teórica
con el De doctrina Christiana, la primera
introducción sistemática a la Sagrada Escritura. Evidentemente no es un
biblista teórico y abstracto, aunque tampoco se puede decir que es un mero
espiritualista que utiliza a su antojo los textos bíblicos. Cierto que hoy
podemos sonreírnos ante muchas de sus soluciones, pero en su tiempo esas
soluciones estaban a la altura de las circunstancias. Los tiempos de Agustín
eran muy diferentes de los nuestros, pero él, sin duda, era un genio
excepcional también en la interpretación de la Escritura; su tarea consistía en
hacer ver la posibilidad de salvación. Los comentarios bíblicos de
Agustín no son obra de especialista ni destinados a especialistas, son
reflexiones de un convertido, de un gran genio y nos ofrecen además del valor
estrictamente bíblico, el valor filosófico, teológico y vital. Después
de su conversión se familiarizó de tal modo con la Biblia, que toda su
producción contiene un fondo bíblico de una riqueza inigualable (135).
Traté de consolarle con
la palabra de Dios; pero él no era del número de las sabias hormigas, que
recogen durante el verano para tener de qué vivir en el invierno. Cuando
reina la tranquilidad, entonces debe el hombre recoger para sí la palabra y
esconderla en el interior de su corazón, conforme oculta la
hormiga en socavadas estancias los trabajos del verano. Durante el
verano se dedica a hacer esto; llega el invierno, es decir, se presenta la
tribulación, y si no encontrase interiormente comida, necesariamente
perecería de hambre. Este no había atesorado la Palabra de Dios; sobrevino el
invierno, y no encontró aquí, de donde sólo podía recibir consuelo,
lo que buscaba, puesto que tampoco podía recibir de la Palabra de Dios, que
no atesoró (136).
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Agustín considera la
Biblia como la expresión inmediata de la voluntad y la inteligencia de
Dios. La Escritura no es un libro de historia,
sino una oferta divina que se brinda al hombre de Fe para descubrirle lo que
Dios le pide en cada momento y qué es lo que tiene que hacer para agradarle.
Con mucha frecuencia habla de la Escritura como la carta que Dios nos ha
escrito a los hombres: "De aquella ciudad a la que nos dirigimos nos
fueron enviadas cartas, las santas Escrituras, que nos exhortan a vivir bien"
(137). Y en otro lugar: "nos llegaron cartas de nuestra patria; os las
leemos" (Comentario al salmo 149,5). En el fondo lo que hace Dios enviando
sus cartas es hacer crecer en nosotros el deseo de la patria, de volver a
nuestro auténtico hogar: "Nuestro Padre nos envió unas cartas desde
allí. Dios nos proporcionó las santas Escrituras; con tales cartas excitó en
nosotros el deseo de volver, ya que, amando nuestra peregrinación, mirábamos de
cara al enemigo y dejábamos de espaldas a la patria" (138). El
valor de la Escritura es inmenso: "La palabra, que supera todas las
cosas, no tiene precio absolutamente alguno" (139).
"El deleite de
la divina palabra y la dulzura que se percibe al entender la palabra de Dios
nos impele, ayudando Aquel que da la suavidad para que produzca su fruto
nuestra tierra, a mí a hablar, y a vosotros, a oír. Veo que oís sin hastío, y
me alegro del paladar de vuestro corazón, que no desecha lo que es saludable,
sino que lo toma con avidez y lo retiene con provecho"
(140).
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La palabra de Dios
es tu adversaria, si tú eres amigo de tu perversidad.
Por el contrario, si tú te opones a tu iniquidad, la palabra de Dios es tu
amiga, y adversaria de tu iniquidad. Luego si odiaste tu iniquidad, te unes a
la palabra de Dios, y así seréis dos los que lucháis contra ella para
aniquilarla: tú y la palabra de Dios. Tú, por tus fuerzas, no puedes nada, pero
te ayuda aquel que te entregó su palabra, y de este modo la iniquidad es
vencida" (141).
Pan es también la palabra
de Dios que cada día se nos predica. No deja de ser pan por el hecho de que no
lo sea para el vientre. Una vez pasada esta vida, no buscaremos el pan que
busca quien tiene hambre, ni recibiremos tampoco el sacramento del altar,
porque allí estaremos con Cristo, cuyo cuerpo recibimos; ni tampoco se nos
dirán estas palabras que yo estoy diciéndoos, ni se leerá el códice cuando
veamos a la misma Palabra, al Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las
cosas, de quien se alimentan los ángeles, por quien son iluminados. El hace
sabios a los ángeles, quienes no buscan palabras que solo expresan sus
significados mediante rodeos, sino que beben la única Palabra, el único Verbo,
del cual una vez llenos, rompen en alabanzas, en alabanzas que no cesarán
(142).
En nuestras peticiones no
nos salgamos de las palabras y del sentido de esta oración, y obtendremos
cuanto pedimos. Porque sólo entonces permanecen en nosotros sus palabras,
cuando cumplimos sus preceptos y vamos en pos de sus promesas. Pero
cuando sus palabras están sólo en la memoria, sin reflejarse en nuestro modo de
vivir, somos como el sarmiento fuera de la vid, que no recibe la savia de la
raíz (143). La Escritura no manda, sino la caridad; ni
reprende, sino la codicia, y de este modo forma las costumbres de los
hombres... La Escritura no afirma en todas las cosas presentes, pasadas y
futuras, sino únicamente la Fe católica. Narra las cosas pasadas, anuncia las
venideras y muestra las presentes, pero todo esto se encamina a nutrir y
fortalecer la misma caridad, y a vencer y a extinguir la codicia” (144).
6. LA GRACIA.
Queremos iniciar con un
trozo de su obra sobre la Gracia para analizar al teólogo detrás de su tesis,
teniendo presente las implicancias de su visión sujeta a las es cuelas
imperantes en su época y al conflicto dialectico que presupone el ejercicio
teológico tanto en oriente como en Occidente y la mentalidad de estas
latitudes. Agustín pensador latino en un medio teológico que también
estaba siendo irrigado por oriente, para su época los santos PP.
Capadocios habían abonado suficiente terreno en la discusión de la
Gracia y sobre todo en la identidad del Señor como Dios y Hombre verdadero.
Fueron precisamente ellos quienes “pusieron de moda” la expresión
axiomática “Hipostasis” para referirse a lo anterior. Con esta
breve introducción asumimos Ad-litera el siguiente texto de las obras de
Agustín.
Por estos y otros
semejantes testimonios queda probado que la gracia de Dios no se nos confiere
según nuestros méritos. Es más: a veces hemos visto y diariamente lo vemos
que la gracia de Dios se nos da no sólo sin ningún mérito bueno, sino con
muchos méritos malos por delante. Pero cuando nos es dada, ya comienzan
nuestros méritos a ser buenos por su virtud; porque, si llegare a faltar, cae
el hombre, no sostenido, sino precipitado por su libre albedrío. Por eso,
cuando el hombre comenzare a tener méritos buenos, no debe atribuírselos a sí
mismo, sino a Dios, a quien decimos en el Salmo: Sé mi socorro, no me
abandones. Al decir no me abandones manifiesta que, si
abandonado fuera, nada bueno por sí hacer podría; por lo que dijo
aquél: Yo dije en mi fortuna: no seré jamás conmovido. Y juzgó ser
suyo todo el bien que tanto le abundaba hasta no temer ser conmovido. Mas a
fin de que entendiese de quién era aquella fortuna de la que se gloriaba,
apartada nada más un poquito la gracia, y así advertido, dice: Pues tú,
Señor, por tu benevolencia, me asegurabas honor y poderío. Apenas escondiste
tu rostro, fui conturbado (145). Por tanto, necesario es
al hombre que por la gracia de Dios no sólo de impío sea hecho justo, cuando
a cambio de sus méritos malos se le devuelven buenos, sino que cuando ya por
la fe está justificado, menester es que en la gracia viva y en ella se apoye
para no caer. Por eso se escribió de la Iglesia en el Cantar de los
Cantares: ¿Quién es esta que sube blanqueada, reclinándose sobre su
amado? (146) Blanqueada es la que por sí misma no puede
ser blanca. ¿Y quién la ha blanqueado sino aquel que por el profeta
dice: ¿Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían corno la
nieve? (147) Cuando, pues, fue blanqueada, nada bueno
merecía. Ya blanqueada, vive bien, si de continuo se apoya en aquel que la
blanqueó. Por lo cual el mismo Jesús, sobre el que blanqueada se reclina,
dijo a sus discípulos: Sin mí nada podéis hacer (148).
Volvamos, pues, a
Pablo el apóstol, que encontramos sin mérito alguno bueno y sí con muchos méritos
malos. Pero, conseguido que hubo la gracia de Dios, veamos qué dice
escribiendo a Timoteo cuando ya se le acercaba su pasión: Cuanto, a mí,
a punto estoy de derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi
partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado
la fe. Ahora ciertamente recuerda sus méritos buenos, para tras ellos
lograr la corona quien tras los méritos malos logró la gracia. Por fin,
reparad en lo que sigue: Ya me está preparada la corona de la justicia
que me otorgará aquel día el Señor, justo Juez (149).
¿A quién dará la corona el justo Juez si no hubiese antes dado la gracia
como padre misericordioso? Y ¿cómo había de ser ésta corona de justicia si no
precediera la gracia que justifica al impío? ¿Cómo se devolverían estas cosas
debidas si antes no se dieran aquéllas gratuitas?
Mas porque los
pelagianos dicen que sólo la gracia, por la que se perdonan los pecados, no
es según nuestros méritos, pero que, en cambio, aquella gracia final, la vida
eterna, se nos da por nuestros méritos, fuerza es que les contestemos. Si
nuestros méritos los entendiesen de manera que vieran en ellos dones también
de Dios, no habría por qué rechazar tal sentir; pero como entienden los
méritos humanos de modo que el hombre por sí mismo los adquiera, con toda
razón responde el Apóstol: ¿Quién es el que a ti te hace preferible?
¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como
si no lo hubieras recibido? (150). A quien tal piensa,
con suma razón se le dice: "Dios corona sus dones y no tus méritos, si
éstos por ti y no por él son méritos. Si tales son, malos son y Dios no
los corona; pero si son buenos, dones son de Dios, porque como dice el
apóstol Santiago: Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba,
desciende del Padre de las luces (151). Por lo que Juan, el
precursor del Señor, dice también: No debe el hombre tomarse nada si no
le fuere dado del cielo (152). Ciertamente del cielo, de donde viene
también el Espíritu Santo, porque, subiendo Jesús a las alturas, llevó
cautiva la cautividad, repartió dones a los hombres. Si, por consiguiente,
dones de Dios son tus buenos méritos, no corona el Señor tus méritos en
cuantos méritos tuyos, sino en cuanto dones suyos. Por tanto,
consideremos los méritos del apóstol Pablo, por los que dijo había de
darle una corona de justicia el justo Juez, y veamos si son suyos, es decir,
por él adquiridos, o más bien son dones de Dios. He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera, he guardado la Fe. En primer lugar,
estas buenas obras serían nulas de no haber sido precedidas de pensamientos
buenos. Reparad en lo que dice de estos pensamientos al escribir a los
Corintios: No que de nosotros seamos capaces de pensar algo como de
nosotros mismos, que nuestra suficiencia viene de Dios (153).
Después veamos ya
en particular: He combatido el buen combate, dice. Y pregunto yo
con qué fuerza combatió, si con una que de sí mismo procediera o más bien con
otra que de arriba le fuera dada. Pero ni pensar que tan excelso doctor
ignorase la ley de Dios, cuya voz dice en el Deuteronomio: No digas en
tu corazón: mi fuerza y el poder de mi mano me ha dado esta riqueza; sino que
te acordarás del Señor, Dios tuyo, que es quien te da poder para adquirirla (154).
Pero ¿de qué sirve un buen combate si no es coronado por la victoria? Y
¿quién da la victoria sino aquel de quien el mismo Apóstol dice: Pero
gracias sean dadas a Dios, ¿que nos da la victoria por nuestro Señor
Jesucristo (155)? Y en otro lugar, al recordar el paso de aquel
salmo: Antes por tu causa nos entregan a la muerte cada día y somos
tenidos por ovejas para él matadero, añadió y dijo: Más en todas
estas cosas vencemos por aquel que nos amó (156). Luego
no por nosotros, sino por aquel que nos amó. A continuación, dice: He
terminado mi carrera. Pero afirma aquí esto quien en otro lugar
dijo: Por consiguiente, no es del que quiere ni del que corre, sino de
Dios, que tiene misericordia. Proposición que no puede convertirse de
manera que diga: No de Dios, que tiene misericordia, sino del hombre, que
quiere y que corre, porque quien se atreviere a decir tal, paladinamente
contradice al Apóstol (157).
|
La Gracia es
sin duda una de las cuestiones tratadas por Agustín de mayor alcance en su
especulación teológica. Es factible asociar como punto de partida su reflexión
antropológica y la visión que sobre el hombre tenía. Una visión influenciada
tanto por el pensamiento platónico como neo-platónico concretamente por Plotino, en
esta visión el cuerpo no es un consecutivo vital por naturaleza sino tomado
como “cárcel” del alma lo que implica de facto una necesaria
liberación y una concepción moral del mismo antes que sobre la intencionalidad
de los actos. La realidad percibida desde esta postura convierte al cuerpo en
concupiscencia al servicio de la mente lo que también trae como consecuencia la
visión de una realidad de pecado esclavizante y convertida en preámbulo de la
alienación humana. Por otro lado, la postura clásica era también compleja
porque se movía en ambos extremos de la concepción corporal de la existencia
del ser humano. Si el cuerpo es limitado y proclive al pecado entonces lo que
Dios reconoce nos eran nuestras cualidades sino sus dones en nosotros que
alcanzan por la Gracia su perfección, es en grandes líneas la mentalidad del
Hiponense que sobre sale por aplacar la necesidad de dar rienda suelta a la
razón en un medio donde lo espiritual toca también nuestra configuración como criaturas
sensoriales (158).
El
pensamiento antropológico que sirve de referencia para el Hiponense le obligó a
consultar las corrientes griegas y sus extremos, estamos hablando del
estoicismo y el epicureísmo, los presupuestos ético-morales de
estas escuelas del mundo antiguo sin duda impactaron su postura ante el mundo y
la reflexión humana como tal. El placer no es otra cosa que la desviación de la
templanza y dominio humano y la vida estoica es el ideal de dominio y gobierno
propio, tal concepción influye en los pensadores de su época y no solo en
Agustín. Zenón (159) fue maestro de Cicerón el mismo que ejercicio influencia
sobre el pensamiento del Hiponense antes de su conversión, la visión ética de
estos personajes es concretamente la expresión de la necesidad del conocimiento
y el orden como también la Estética en la vida del ser humano, una postura
ética que se delimita por sí misma en la búsqueda de la perfección dada por el
conocimiento. No es solo el placer como fuente de vida sensorial es la necesidad
del conocimiento y su praxis la que da autodominio al ser humano (postulado
esencial de los Estoicos) (160). El hombre es ciudadano del universo.
El esclavo y el amo, el noble y el plebeyo, en principio, son iguales. Esta
proclamación de igualdad y la tendencia cosmopolita de los estoicos fueron la
expresión ideológica del comienzo de la desintegración de la sociedad esclavista. En
cuanto a los Epicúreos y su pensamiento hedonista debemos tener en cuenta que
su desarrollo no es estrictamente griego también los encontramos en Roma y en
nuestra época (161). Epicuro (162) utiliza
los Átomos frente a las Ideas de Platón. Para este, el
único mundo existente es el sensible, sin alma, sino con átomos que la forman.
Los placeres son del cuerpo y la felicidad supone carencia de dolor, y
encontramos un fin que es el orden justo de la sociedad en la que vivimos,
desde luego la concepción totalmente naturalista de la vida humana y sus
principios vitales desdice de la posibilidad de la trascendencia de la razón y
del alma unida a los afectos y sentimientos, una vida solo en tendencia natural
no es propia de la idea de un Dios trascendente y amoroso como lo piensa el
Hiponense (163). Ética dirigida a los individuos
no subordinados a la polis, sino a los que se encuentran en las ciudades
imperiales. La búsqueda de felicidad se consigue mediante el Placer,
ya que cualquiera de ellos era un Bien para el
individuo, y la Virtud como medio para conseguir la felicidad.
Este Placer esta jerarquizado ya que existe uno
que modula el placer, es decir Cinético; y otro que crea
estabilidad en los placeres, los Katastemáticos (164). Para estos placeres en
necesario.
la Sobriedad, para eliminar el dolor de la
persona. Mientras que los Cinéticos lo único que provocan
es infelicidad a los individuos porque son perjudiciales para el
cuerpo y deben practicarse con Moderación. Epicuro utiliza
la Moderación para lograr la tranquilidad en uno mismo y se
basa en la jerarquía de la ciudad. Este autocontrol de la realidad sensorial es
estrictamente materialista y dependiente absolutamente de la voluntad
indeclinable de la expresión racional humana (165). Agustín no cae
en esta concepción de la existencia, pero este tipo de influencia
conceptual sin duda generó una postura de mayor radicalidad en el manejo de la
dinámica física y su existencia delimitando grandemente su postura frente al
placer. Desde luego el placer es visto como la razón de percibir la existencia
material mientras que el Hiponense loa socia con la concupiscencia. La
manifestación física que escapa tanto a la razón como a la conveniencia. El
pecado desde esta dinámica es visto como la pérdida de control de las
facultades y definiciones sobre lo que es verdaderamente conveniente al ser
redimido. Es pues una acción a diferencia del instinto fruto de la voluntad
humana (Volitivo) esta constatación Psicológica es vital en el pensamiento
Agustiniano (166).
La Aponía es
la ausencia de sufrimiento en el cuerpo, derivada de los disfrutes
cinéticos. "Ningún placer es algo malo en sí”, “la felicidad
comienza en el estómago” Epicuro (167).
|
Este pensador establece
para evitar el dolor, físico o mental, un cuádruple remedio, que llamó “Tetra-fármaco”, lo
cual consiste en el siguiente conjunto de hábitos y actitudes, miremos el
recuadro donde enumeraremos el componente de esta fórmula:
No hay que temer a los dioses.
|
No hay que temer a la
muerte. Pues los dos temores más terribles que provoca la muerte son: el
miedo a lo que haya después de morir y el miedo a dejar de existir para
siempre.
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No hay que temer al
destino, pues no hay nada predeterminado.
|
No hay que sufrir por
los males y las necesidades naturales. (168).
|
La renuncia a todos los
signos que inquietan nuestra existencia evidencia en esta
postura filosófica una verdadera dificultad a la hora de interpretar la
injerencia de los acontecimientos y fenómenos en la vida del ser humano. El
reducir la experiencia material al choque solo en visión emocional da como
resultado una cosmovisión básicamente pasajera de la realidad que percibimos y
la que podemos decididamente edificar. Agustín reacciona al ver que la
concepción cristiana de la Providencia y la Voluntad de Dios dependen aquí del
ser humano y las consecuencias de sus acciones. En este escenario la
Gracia desaparece y en su lugar el destino entendido solo desde la
concepción antropológica y antropocéntrica ocupan su lugar. La
radicalidad Agustiniana gira en orden a la necesaria demostración de la Gracia
en la vida redimida y resucitada del bautizado (169). La Gracia rompe
dialécticamente con la autosuficiencia humana ya que esta esta cimentada sobre
la inexorable muerte y/o decadencias del ser humano en sus funciones tanto
intelectivas como emocionales. No es pues factible que la Gracia se
recree en escenarios donde es intencionalmente bloqueada por la conciencia
humana pareciera decir el Hiponense. Agustín introduce la concepción de la
Gracia en la historia y como ella puede moldear tanto los procesos del
colectivo como la visión de cada bautizado. La Gracia se
muestra inserta en la realidad de los bautizados cuya función primordial es
interpretarla y descubrirla en la experiencia humana. De la misma opción
que tenemos se dicta una norma de índole fenomenológica frente a su influjo y
es precisamente configurar la existencia según su incidencia en cada uno de
nosotros, tal configuración es también identificada como la materialización de
la Voluntad salvífica de Dios en el bautizado (170).
La libertad de algún modo
está ligada con la dialéctica entre el hombre y Dios, que ha querido comunicar
y dialogar con los hombres libres. Por eso, el pensador [San Agustín]
que primero vio la Historia como un proceso de la tensión entre lo natural y lo
sobrenatural, está situado estratégicamente para hablarnos de la libertad. Más aún, Agustín
estuvo interesado en enseñar no sólo el significado de la libertad, sino en
mostrar cómo se puede personificar la libertad” (171). Así, la “libertad”
es perfección y plenitud del “libre albedrío” porque en ambos
niveles de libertad hay voluntad para adquirir el fin del hombre. En el “libre
albedrío” esta voluntad es dinamismo del espíritu orientado naturalmente al
Bien; mientras que la voluntad de la “libertad” es plena, en tanto que
está auxiliada por la gracia divina (172). Llegados a este punto, una breve
consideración. Si el hombre puede elegir entre el acierto y el error; y si la
Ley, como norma racional para alcanzar el Bien, indica lo correcto, acaso ¿nos
excluye la Ley de la posibilidad de no elegir el Bien (es decir, lo
incorrecto), siendo así una limitación de la libertad humana? El
obispo de Hipona respondería que la libertad es la facultad para obtener el
Bien y que la Ley señala cómo conseguirlo, por lo que la Ley necesariamente
será una aliada de la voluntad para lograr su fin propio, es decir, su Bien.
Así, pues, la verdadera libertad no está “contra” la Ley sino “para” la Ley y,
además, tratará de librarse de los obstáculos que la impiden cumplir la Ley,
que para Agustín serán el mal moral, el pecado y el egoísmo…
ANÁLISIS DEL
TEXTO ANTERIOR.
(173).
|
(174).
|
(175).
|
Para hablar de libertad
el creyente antes debe concretizar en su existencia la realidad tejida en sus
actos y convicciones. No vemos desde la óptica del Hiponense que la Gracia
actúe sin contar con el criterio humano. La libertad que se argumenta desde
la perspectiva reflexiva es la misma que comprende qué dejó y qué está
siguiendo ahora. Es un nivel de conciencia superior para fundamentar el
Acto Humano desde una visión más que racional. La conciencia opera
como lo hace el pensamiento con la idea, es decir, la conciencia materializa
nuestras formas habituales de proceder. Si perdemos la conciencia por el
pecado entonces la razón salvífica de nuestras acciones también.
|
La Gracia desde la
dinámica antropológica supone acertadamente el Hiponense es capaz de dirigir
el proceder humano hasta alcanzar la meta de sus ideales en el seguimiento
cristiano, la Gracia es la conexión concreta con lo tangible que a diario
experimentamos en cuyos escenarios materializamos el ser vital de nuestra
propia libertad. La moralidad de nuestras acciones es consecuencia del valor
intrínseco de la libertad que hay en nosotros y no solo como una cuestión de
la voluntad (volitivo). Las obras del creyente son enmarcadas en la
dinámica progresista de la inclusión de la Gracia. La
libertad para el Hiponense es la perfecta intimación de la Gracia en nuestra
voluntad y nuestra docilidad para seguirla en cuanto a su inspiración.
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El bien y el mal no son
dos fuerzas que brindan equilibrio a la existencia humana como suponen
algunas filosofías, son más bien la consecuencia de los procedimientos
mentales y materiales del ser humano en la construcción de su espacio vital.
Metafísicamente el Hiponense observa que el mal es la expresión de un
contenido de humanidad supra valorado en cuanto a su libertad egoísta. Actuar
bien es consecuencia de la Gracia viva y eficaz y hacerlo mal sin duda es la
ausencia de esta o el establecimiento de una ausencia fundamental bien
llamada desgracia. La centralidad del proceder esta
dictaminado por la conciencia y su alcance en nuestra sique. Ella también puede
existir entre “sombras” dependiendo de la iluminación de la Gracia y el libre
albedrio informado por esta.
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Agustín tuvo claro
desde su profunda conversión4 que sólo la gracia es el principio integrador de
la vida del hombre. Con otras palabras, lo que hace que el hombre encuentre la
clave de su existir no es otra cosa que la gracia divina, que posee un evidente
carácter medicinal y/o de auxilio (ayuda) (176). Será en su obra De
natura et gratia donde presente magistralmente esta idea en el que
el hombre necesita de la gracia de Cristo para restaurar su naturaleza herida,
pero al tiempo nos dice que “al recordar estas verdades no destruimos el
libre albedrío. Pues ¿a quién aprovechan estas cosas sino al que quiere
humildemente y no se engríe de las fuerzas de la propia voluntad como
suficientes por sí solas para alcanzar la perfección de la justicia?” (177). La
verdadera naturaleza de la voluntad ha sido captada de una manera incomparable por Agustín.
Él toca la verdadera naturaleza de la libertad del hombre al acentuar en De
libero arbitrio que la voluntad es un don tan precioso que basta desearla en
orden a tenerla presente. Ella está en nuestro poder inmediato. Su carácter
único es claramente revelado, porque su salida inmediata de nuestro centro espiritual
es el único caso de un Fiat en nuestra
existencia humana (178).
El hombre en la Gracia
encuentra la capacidad para vencer al pecado, fuente de todos los
males. Agustín se preocupó por la cuestión del mal. Le dedicó la
obra De libero arbitrio para intentar acotar su
naturaleza. Para ello lo primero que tuvo que aprender, dejando atrás sus
convicciones maniqueas, fue que el mal no existe en sí mismo y que no es un
principio absoluto, sino privación de un bien debido. Para superar su dualismo
maniqueo admitió que la criatura es libre de obrar el bien y el mal. Claramente,
Agustín afirma que depende del hombre el aceptar o rechazar la gracia: no “se
te imputa como culpa el que no puedas dar tu salud a tus miembros heridos, sino
que desprecies a quien quiere y puede curarte. Estos son tus propios pecados”
(179). Dios obra en nosotros la gracia, pero respeta nuestro libre albedrío
porque deja libre la elección de creer o no: “En todo nos previene su
misericordia, pero consentir o no la llamada de Dios es efecto de la propia
voluntad” (180). Si le preguntásemos a San Agustín si Dios es el
responsable del mal, él lo negaría dándonos cuatro respuestas
(181). La libertad del hombre lleva consigo la posibilidad de pecar
y de apartarse del Bien, porque como ha sido creado ex nihilo es por ello
mudable, y no posee la estabilidad en el Bien, lo que es sólo propio de Dios
(182). La libertad es un bien, es mejor ser libres que no serlo
(183). Es verdad que la libertad humana no es un bien supremo, pero ¿quién dirá
que no es un bien sólo porque no es un bien absoluto? Dios podría preservar
de pecar a toda voluntad libre, pero no lo hace porque parece que no está
contemplado en su voluntad, respetando así nuestro libre albedrío. Y Dios
no es el autor del mal, el cual procede únicamente de la voluntad del hombre,
pero, a pesar de ello, Dios del mal obtiene bienes (184).
La complejidad el
comportamiento humano fruto de su capacidad de optar sin duda presupone el
rigorismo necesario para hablar de la Gracia, no es posible hablar de ella sin
hablar sobre la libertad de obrar que posee el individuo inmerso en su entorno
constructivo de la realidad que percibe libremente.
No seriamos
verdaderamente libres- diría Agustín- si perdiéramos la naturaleza de obrar
aun a conciencia de nuestros errores y equivocaciones, el
Libre Albedrío es el factor humano de la
posibilidad histórica de la Gracia (185).
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7. EL PECADO.
La doctrina de Plotino (205-270
d.C.) se caracteriza por ser una ontología jerárquica que parte desde Dios-uno,
que es inefable y es superior a todo ser y pensamiento. De él proceden
los demás seres a partir del proceso de emanación, pero él en este proceso no
se ve alterado en su unidad. Plotino explica esto a partir de la metáfora del
sol: sucede como el sol que ilumina y desvela lo oculto sin que por ello el sol
mismo se transforme. De igual forma también apela al símil del espejo del
original, en consecuencia, al reflejo que el original no se ve afectado en su
ser. En definitiva, para Plotino, el mundo procede del Uno,
pero sin que esta sufra alteraciones en su ser. La primera emanación del Uno es
el pensamiento o Nous que es intuición o
aprehensión inmediata. Del Nous procede el alma cósmica
o alma del mundo o psyché, que es un alma incorpórea e
indivisible, y representa un vínculo entre el mundo suprasensible y el mundo sensible.
Por debajo del alma del mundo se encontraría el mundo material y todos los
seres corpóreos, que, según esta jerarquía, constituye el escalón más bajo, el
último de acuerdo con su propia concepción del proceso de emanación, como
semejante a una especie de radiación solar, Plotino describe esa luz como si
procediera de un centro y, según se va alejando se hace paulatinamente más
tenue, hasta diluirse en el seno de la oscuridad total (concepto platónico).
Esta oscuridad se correspondería con el mundo de la materia a la que Plotino
define como algo desprovisto de la luz. Y como desprovista de luz, la materia
es sinónimo o principio del mal. Pero a diferencia de los maniqueos que afirmaban
que el mal era inherente a la materia, los Neoplatónicos afirmaban que el mal
no era una característica principal de la materia, sino que, si este se
presenta en ella debido a que la materia se halla lejana del Uno,
lejana de la luz – que representa el bien – que emana de Él. Entonces, el mal
se manifiesta en la materia como una privación, como una ausencia de algo que
le es esencial: la luz (el bien) que procede el Uno. De esta
manera, Agustín se desembaraza del pensamiento
maniqueo, que considera el mal como algo propio de la materia y se apropia de
las consideraciones neoplatónicas acerca del mal que le serán muy útiles en su
investigación al considerar el mal como un ente, como una privación de la
materia.
El mal, para los
neoplatónicos, es un no-ente, es una materia increada. Esta
sería la existencia ontológica lo contrario a la luz que proviene del Uno:
la oscuridad. Obviamente Agustín rechaza esta parte de
la tesis de Plotino, puesto que él plantea que el Uno crea
a través del proceso de emanación, pero al tiempo también se puede entrever un
Dios “creador” de la materia increada, de la oscuridad. Pero si se habla de una
materia increada, está por ende existiría y no sería ya increada, sino creada.
Para Agustín la hipótesis de la materia increada, responsable
del mal como materia, le resulta ilógica. Esta inconsistencia lógica en la
teoría de Plotino para Agustín fue de gran utilidad, ya
que se desvinculo del materialismo y el dualismo de los maniqueos. Y
ya no veía el mal como un ente, como una cosa, sino como una privación, como
una ausencia en la materia y que esta era buena, puesto que provenía de la luz.
Sin embargo, Agustín siguió indagando por un tipo de
pensamiento que le esclarecía la problemática del mal el cual fuese claro y
distinto y no presentara incongruencias en sus planteamientos…
El mal físico se
manifiesta en el ser humano a través del dolor.
A través de este experimenta herida su integridad corporal. El dolor, el mal
físico es una señal que no hay un orden a nivel corporal en el hombre. Este le
avisa o le advierte que hay una desproporción y desbalance en su unidad como
ser. Y como tal debe procurarse la proporción, el balance y la unidad: su
salud. Para Agustín “en un cuerpo es preferible
el dolor que resulta de una herida y que obliga a ponerle remedio, que la
gangrena que no se siente. El dolor es, pues, a la vez un efecto y una
condición del orden sensible” (186) “Pecado” es un
concepto que procede de la tradición moral de la judeo cristiandad, este es
ante todo un acto vicioso, es decir, es un acto que se opone a la virtud. La
virtud es por esencia un hábito, esto es, una disposición adquirida y duradera
que permite a quien la pose obrar según su naturaleza. Entonces un acto
moralmente bueno o virtuoso se presenta cuando el acto coincide con la
naturaleza del que la lleva a cabo. Pero ¿Qué debemos entender por
naturaleza? Pues es lo que coloca a un ser en su propia
especie y por consiguiente en su forma. Entonces ¿Cuál es la forma
del compuesto humano? Es la de ser alma razonable. Así,
la razón es la que le confiere a nuestra naturaleza el carácter de lo
propiamente humano. Cuando se define la virtud y el bien
moral como lo que coincide con nuestra naturaleza, esto equivale a definirla
como lo que coincide con la razón. De manera inversa, el mal moral,
el pecado, no es otra cosa que la falta de racionalidad en el acto o en el
hábito. Esta falta de racionalidad en el acto atenta contra el
orden. El orden es la adecuada disposición de cosas semejantes o dispares en
funciones de un fin. El orden es la realización de la ley, y esta a su vez es
expresión del orden.
Agustín distingue
entre dos tipos de órdenes, el orden o ley eterna y la ley natural o temporal. La
primera hace mención a la organización que Dios ha colocado al universo, al
cosmos y a la naturaleza. La ley eterna es la razón y la voluntad de Dios, en
cuanto manda conservar el orden impuesto por Él desde el inicio de los tiempos
sin perturbarlo. El hombre puede determinar a través de sus actos, a través de
su voluntad, si decide seguir o no tales órdenes. Él puede elegir entre
obedecer o no el orden divino (o el temporal) y seguir al desorden, o
viceversa. Es decir, que el hombre tiene la facultad de elegir si quiere o
desea vivir según la carne o según el espíritu. La voluntad que se une el bien
común consigue los más grandes bienes para el hombre. “Pero –nos dice
Agustín– la voluntad que se aparta del bien inconmutable y común y se
convierte hacia sí propia o a un bien exterior o inferior peca” (187). Entonces,
el origen o la causa del mal moral es el hombre mismo y su voluntad malvada,
una voluntad que se aparta de la sustancia suprema, que es Dios mismo, y se
inclina a las demás cosas intimas afanándose por ellas. De
esta manera, Agustín llega a descubrir que la fuente de toda
maldad es de carácter volitivo, es decir, que la maldad proviene de una
perversa voluntad que se aparta de Dios y esta voluntad se encuentra en una
criatura que posee la facultad de la libertad que a través de esta puede elegir
entre la posibilidad de adherirse a lo terreno y perecedero o a lo eterno y
divino (188).
El pecado es la némesis
de la Gracia y por esta razón Agustín lo lleva a otro nivel, desprendiendo su
consideración de la posibilidad ontológica de definirlo como intrínseco al ser
humano en cuanto a sus acciones, el texto citado es bien claro, pero es
importante tener presente, que de esta manera Agustín desliga a Dios tanto del
origen como de las consecuencias del pecado. Y lo plantea de esta forma precisamente
para quitarle esa nociva y perversa connotación que algunos entregan al pecado,
es decir, lo consideran un ser como tal y lo elevan a una categoría que no
posee.
La realidad del ser
humano se desenvuelve entre amores y odios y estos últimos afectan toda la
visión que este tiene de sí mismo y de su entorno. No hay
posibilidad alguna de hacer a Dios responsable de las consecuencias del
accionar humano, Dios puso en nosotros un faro habido de su luz que es la
conciencia y a medida que esta se aleja de su Voluntad entonces reina con todo
su poder la nuestra y sabemos que el instinto civilizado se termina imponiendo
y relegando nuestras más altas aspiraciones solo por animaladas carentes de
razón y carácter (189). El pecado se estructura al punto de
convertirse en una dialéctica bisara que inunda todo lo bello y noble de que
somos capaces. Esta pérdida de estética esencial nos distancia de su Gracia que
es –siguiendo a Plotino- una luz accesible a todos los que buscan ser
iluminados, es pues, una consideración tanto volitiva como intelectiva y
agregaría luego Agustín también cognoscible (190).
Según la consideración
anterior el pecado no es un ente sino la ausencia de Gracia o
en lenguaje moderno “un galimatías” que entra en su más absoluto desorden y
cohíbe toda obra y expresión de humanidad. No podría ser de otra forma y lo
afirmamos porque solo la Gracia puede transformar al informar en nosotros la
Voluntad de Dios (191). Del pensamiento del Hiponense podemos concluir
sobre el pecado y la Gracia lo siguiente:
GRACIA (192).
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PECADO (193).
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Absoluta libertad
afirmada en Dios su Causa Eficiente.
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El pecado se estructura
al punto de convertirse en una dialéctica bisara que inunda todo lo bello y
noble de que somos capaces. Esta pérdida de estética esencial nos distancia
de su Gracia.
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Bienestar esencial de
la persona redimida.
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Amistad tanto histórica
como personal con el Dios vivo y Trascendente.
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Luz cognoscible.
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El origen o la causa
del mal moral es el hombre mismo y su voluntad malvada, una voluntad que se
aparta de la sustancia suprema, que es Dios mismo, y se inclina a las demás
cosas intimas afanándose por ellas.
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Claridad que ilumina el
alma redimida y en camino a su Creador.
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|
El mal moral, el
pecado, no es otra cosa que la falta de racionalidad en el acto o en el hábito.
|
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Meta-comunicación de
Dios al ser humano criatura a su Imagen y Semejanza.
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|
El mal físico se
manifiesta en el ser humano a través del dolor.
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Transformación
ontológica proclive a la eternidad.
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|
A diferencia de los
santos PP. griegos Agustín insiste en la evidencia moral y en el origen del
pecado original, dejando la postura griega de la acción punitiva y aflictiva
del pecado. la diferencia entre los griegos y su doctrina, ellos insisten en
el carácter aflictivo del pecado mientras el Hiponense se adentra en la
reflexión sobre el daño moral y la naturaleza misma del pecado original.
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Orden, Estética y
Armonía (Ataraxia trascendente) en la existencia racional, emocional y física
del ser humano.
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El pecado y el mal no
son un ente sino una privación de la Gracia o luz cognoscible de Dios.
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Toda posibilidad de
trascender en el Amor de Dios que es fuente y destino.
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El pecado es por demás
consideraciones la negación del orden de la Gracia y su némesis.
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Fuente de Amor que
salta a la eternidad porque tiene su culmen precisamente en la plenitud de la
existencia.
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El pecado no es
un ente sino la ausencia de Gracia o en lenguaje moderno “un
galimatías” (desorden) que entra en su más absoluto desorden y cohíbe
toda obra y expresión de humanidad.
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DEFINICIÓN CLAVE… El
pecado no ha debilitado la fuerza moral del ser humano y sus dones naturales,
si esto se hubiera dado entonces moralmente no podríamos rechazar el
pecado y sus consecuencias no serían contrarias a quienes viven en la Gracia y
amor de Dios. Aquí encontramos la razón de ser de su pensamiento y sin duda se
distancia de muchas posturas sobre el pecado que lo ven como benévolo al considerarlo
parte de nuestra naturaleza.
8. FE Y RAZÓN.
Agustín escuchó a la Fe,
pero no exaltó menos a la razón: cree para que entiendas,
y entiende para que creas, credendum est intelligere, quod est creare,
la razón es importante porque es quien demuestra a quién hay que creer. Por lo
tanto, "también la Fe tiene sus ojos propios, con los cuales ve de alguna
manera que es verdadero lo que todavía no ve". Y señala que la Fe que no
sea pensada no es Fe (194). La realidad que se gesta a partir de la relación
entre la Fe y la Razón en el Hiponense guardara un cierto equilibrio dialectico
y una relación de absoluta necesidad existencial si se quiere ver de esta
forma. Creer en el Hiponense es esencial para la perfecta confirmación del ser
humano en posesión de la inteligencia para ser esta iluminada por la razón y en
sentido opuesto. De esta tesis sabemos con claridad que su exposición n o
generó un choque entre dialécticas sino la sublimación de una de ellas y de las
dos exaltando la categoría racional y creíble de las convicciones de los
bautizados. Agustín ve en la razón condición indispensable para creer y en la
Fe condición vital para pensar y creer. No se trata de meras
definiciones con las connotaciones propias de la humanidad presente en ellas,
sino que observamos la relación vital entre el pensar y el creer como destino y
camino a la vez (195).
“He encontrado muchos
que querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse engañar” (196).
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SOBRE LA RAZÓN
COMO PRELIMINAR A LA DISCUSIÓN DE LA FE Y LA RAZÓN.
En su sentido más
general, por tanto, la razón puede ser atribuida a Dios, y
un ángel puede ser llamado racional. Pero en su sentido más estrecho
razón es la diferencia del hombre, a la vez su necesidad y
su privilegio; aquello por lo que es "un poco inferior a
los ángeles" (Salmo 8,6), y aquello por lo cual supera a los
animales irracionales. El razonamiento, como dice Santo Tomás, es un
defecto del intelecto. Es cierto que en ciertos actos
nuestra mente funciona como el intelecto;
hay verdades inmediatas (ámesa) y primeros principios (archai)
que intuimos o captamos con nuestro intelecto; y en tales verdades no
puede haber engaño o error. Sobre este punto, se puede decir que el sistema escolástico es
absolutamente intelectualista. El intelecto más pobre, para usar una expresión de Agustín, es capax
Dei o también capaz de… Dentro de
cierta región nuestras facultades cognitivas son absolutamente
infalibles. Sin embargo, los escolásticos también afirman unánimemente que la
marca específica del hombre es el raciocinio o discursus.
Algunos, de hecho, como Agustín (que estaba concentrado en
su analogía entre el logos en el hombre y en
la Santísima Trinidad), insisten en el aspecto intuitivo de
nuestras operaciones mentales e ignoran el proceso real en su
conjunto. Aun así, ninguno negó que en esta vida
nuestro conocimiento es una cosa de jirones y parches, laboriosamente
tejida con los hilos del sentido. Es sólo in patria, por ejemplo, que
la existencia de Dios será para nosotros tan evidente en sí misma
como lo es ahora el principio de contradicción. La visión
beatífica será, de hecho, no sólo tan evidente, sino también tan inmediata
como nuestra intuición actual de conciencia personal. Pero
entonces estaremos al nivel de los ángeles, que son inteligencias
subsistentes o intuitivas puras. Un ángel, en
la filosofía escolástica, es prácticamente el equivalente
de noûs (intellectus, intellegentia o también, intelecto e
inteligencia) cuando es utilizado por escritores
como Aristóteles, Porfirio, Plotino o Pseudo-Dionisio, para
denotar no una facultad, sino una especie de ser.
En oposición a esta
intelección ideal, tan característica de la angelología escolástica, está
nuestra experiencia humana real, que es un agignómenon, un
llegar a ser. El hombre es racional en el sentido de que él es un ser que llega
a conclusiones a partir de premisas. Nuestra
vida intelectual es un proceso, un viaje de descubrimiento;
nuestro conocimiento no es un todo ya hecho estático; es más bien
un instinto organismo con vida y crecimiento. Cada nueva conclusión se
convierte en la base de una mayor inferencia. De ahí que, la palabra
razón también se utiliza para denotar una premisa o fundamento de conocimiento,
a diferencia de una causa o fundamento real. Tan
importante es esta distinción que se puede decir en esto radica el núcleo de
toda filosofía. La tarea del filósofo es distinguir el a priori de
forma lógica a partir del a priori de tiempo; y la existencia de
muchos sistemas de psicologismo y evolucionismo atestiguan que esta tarea es
difícil. Por lo tanto, se puede afirmar que el razonamiento es un proceso sui
géneris. Esta es quizás la mejor respuesta que dar a la pregunta, tan discutida
por los antiguos lógicos, en cuanto a qué tipo de influencia causativa
ejercen las premisas sobre la conclusión. Sólo podemos decir que la validan,
que son su garantía. Pues la inferencia no es una mera sucesión en tiempo; es
un nexo pensado, no sólo una asociación entre pensamientos. Una conclusión
irracional o una asociación errónea es tanto un hecho y un resultado como una
conclusión correcta; la existencia de esta última se explica sólo por su
origen lógico. De ahí la futilidad de tratar de explicar por completo la
existencia de un pensamiento humano -la conclusión de una serie de
razonamientos- simplemente por los datos de los sentidos y las
asociaciones psicológicas que lo acompañan. La cuestión de la validez
es anterior a todos los problemas de génesis; pues el conocimiento racional
nunca puede ser el producto de condiciones irracionales.
Reconociendo entonces lo
indefinible de raciocinio, podemos proceder a preguntar si la inferencia es
homogénea; en otras palabras, ¿hay diferentes formas de razonamiento? Esto
plantea la difícil cuestión de si la deducción y
la inducción son en última instancia modos irreducibles de
razonamiento. La cuestión se confunde a menudo por una definición muy estrecha
del silogismo, que tiene que ser adaptada a las ranuras de las palabras prescritas
por la sintaxis. Pero si, desarrollando el pensamiento de Aristóteles,
consideramos un silogismo como la unidad de razonamiento, entonces podemos
definirla como la inferencia de una relación entre A y C a
partir de una relación de A con B compuesta
con una relación de B a C. Como una
ilustración podemos citar el famoso ejemplo de Mill de la inferencia de la
matrona de la villa. Mill lo llama razonamiento a partir de detalles
por analogía; pero se puede ver fácilmente que es un silogismo; este
fármaco (A) curó a mi Lucía (B), que tenía la misma
enfermedad que el hijo de este vecino (C), y, por lo tanto,
curará a este niño (C). Todo razonamiento parece consistir en
tales pasos unitarios, y parece que induce a error el hablar de la
inferencia vi materiæ o material y formal
son términos relativos… (197).
Fe y razón no
deben separarse ni confrontarse; al contrario, deben
estar siempre unidas. El conocimiento racional es insuficiente por sí mismo
para alcanzar la verdad. Se necesita la fe para llegar a la verdad que demanda
el corazón humano. De ahí la necesidad de que colaboren razón y Fe. La Fe
debe preponderar sobre la razón, ya que ésta es iluminada por la Fe, y la
propia razón ayuda a comprender. La verdad se transforma en una relación de
confianza donde la Fe acrecienta la inteligencia, y ésta hace razonable el
encuentro con Dios.
La razón nos permite
llegar a la Fe, preparando el alma para comprender. Pero una vez llegado a la
Fe, la persona debe utilizar la razón para penetrar racionalmente en los datos
que la revelación le proporciona. Aunque la razón nos abra el camino hacia la
verdad, una vez conocemos a Dios la razón queda supeditada a la Fe. El
camino hacia Dios por medio de la Fe nos conduce hacia la luz de la razón y,
gracias a ella, conocemos la verdad eterna, que es superior a nosotros
mismos. Esta es la teoría platónica de la iluminación.
(198).
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ANALISIS DEL TEXTO
INTRODUCTORIO SOBRE LA FE Y LA RAZÓN.
El pensamiento del
Hiponense lo conocemos muy bien sobre esta cuestión, y lo más interesantes que
no se mueve en la dinámica socrática de la moralidad y bondad del ser bajo el
esquema del conocimiento. La Razón para el Hiponense como para la mayoría de
filósofos y aun de las personas del común define el todo conceptual de nuestra
existencia. El uso de la razón es indispensable en la elaboración de
cualquier discurso o postulado ¿y cómo podríamos conocer sin ella?
Es pues interesante como lo intelectivo define la visión histórica-esencial
de nuestra naturaleza singular. La razón siguiendo a Agustín, es el medio
de nuestra realidad descrita y asimilada en categorías de lo cognoscible (199).
El pensamiento no es apriorístico estrictamente hablando ya que se manifiesta
mediante figuras conocidas previamente, no es posible elaborar un sistema
expresivo categórico sobre alguna cuestión sin antes haber asociado términos y
figuras previamente conocidas. El Innatismo supondría
la capacidad cognitiva previa pero no descubierta de la razón y un
conocimiento de estas categorías será supra a la conciencia
del ser humano. No es pues factible suponer que la razón en el consciente
humano conoce perfectamente aquello que no ha podido previamente experimentar y
no es necesariamente una postura empírica como tal sino el desarrollo de una
categoría de conocimiento enclavada en la previa experiencia (realidad). La
Gracia puede hacernos proclives al conocimiento de las verdades reveladas
porque están en el marco conceptual de su realidad comunicada al
creyente y no como un insumo de consulta ante cualquier discusión de nuestra
parte o simplemente curiosidad del intelecto (200).
Es lógico poner nuestros
deseos de conocer aún más sobre aquel cuya existencia nos motiva a creer, estas
palabras reflejan la inquietud intelectual del creyente y fueron expresadas por Anselmo
de Canterbury (Escuela Agustiniana) (201) … Pues desde esta percepción es claro
que el conocimiento se matricula en la visión del ser racional que busca
afanosamente la esencia de su existencia por creer que está incompleto y que
solo en Dios puede estar pleno y realizado, es sin duda, un argumento empleado
por el Hiponense cuando afrontó la necesidad de dar respuesta a su experiencia
de Fe (202). La Razón en vocación Agustiniana es natural y bajo el
influjo de la Gracia se potencia aún más en las verdades reveladas de nuestra
Fe. La actualidad de la Fe es consecuencia de los bienes no
mudables en los que ella descansa y espera a la vez. Para el Hiponense la Fe es
indispensable en orden a la Salvación. No podemos hablar de eternidad sin la
certeza temporal que hay en nosotros gracias a la praxis de la Fe. Aquí
se relacionan sustancialmente tanto la Fe como la Razón y su ejercicio en la
sique y conciencia del bautizado (203).
Todo hombre quiere
entender; no existe nadie que no lo quiera; pero no todos quieren creer. Me
dice alguien: ‘entienda yo y creeré’. Le respondo: ‘cree y entenderás (204).
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Cree para entender
la Palabra de Dios”: “Crede ut intelligas, verbum Dei”. Cuando
la Fe acoge a la razón que profundiza en lo creído, surge la teología. Y la Fe,
como diría Agustín y también la enseñanza dogmática de la Iglesia, es adhesión
y aceptación de Dios y de lo que nos dice, no por la intrínseca verdad de las
cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del
mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos. Hay aquí un
punto central en la noción de la Fe que Agustín resalta, y es el de la
autoridad. La Fe reposa sobre la autoridad de Dios, pero también
sobre la autoridad de la Iglesia que nos ha transmitido la Fe, y que a su vez
nos asegura, con su autoridad, sobre la verdad de la misma Escritura: “Yo
no creería en el Evangelio si no me indujera a ello la autoridad de la Iglesia
Católica”. Ahora bien, ante la autoridad, la actitud correspondiente es
la de obediencia. Y esto tiene que ver también con la teología. Pues quien se
dedica a este menester, debe reconocer que se halla bajo la autoridad de la
Iglesia y a su servicio, porque ha aceptado la Fe, que es reconocer la
autoridad de Dios. Y solamente así, su teología será válida y provechosa. Un
teólogo y una teología que no reconozca más autoridad que la de la razón, o
peor aún, que la de su razón, seguramente terminará mal, rechazando a Dios y a
la Iglesia. Lo que nos demuestra, por contraste, que la autoridad de la Fe no
es imposición ni autoritarismo, sino más bien protección y cuidado para que la
persona –y también la razón- no se pierdan ni desvaríen. De esta
manera, en la mutua interacción entre Razón y Fe, entendiendo para creer y
creyendo para entender, Agustín nos ofrece un camino válido que nos ayuda
a vivir con intensidad la Fe, y también a cumplir con la tarea teológica que
somos llamados a realizar, sirviendo así a Dios, a la Iglesia y a todos los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, invitados como nosotros a reposar nuestro
inquieto corazón en Aquel que nos creó para sí (205).
La Fe y la
Razón también son parte del testimonio eclesial, ella es la
guardiana de los presupuestos racionales e interpretativos de la verdad
revelada en las Escrituras. Aquí es posible ver la instauración de una muy
particular historia de la filosofía cristiana gracias a la connotación eclesial
que toman las reflexiones sobre Fe y Razón por parte
del Hiponense y la forma como enfrenta el tiempo discurriendo en su contenido
histórico dialéctico que es la base de este ingente esfuerzo por meter la
historia del pensamiento en el ámbito eclesial. Entendemos por ámbito eclesial
la estructura moral de la Iglesia unida a su postura ética y visión universal
de los acontecimientos tanto salvíficos como cotidianos. La
dialéctica del Hiponense nos permite observar de primera mano cómo la Fe
plantea a la razón el reto de creer sin una estricta constatación
fenomenológica de lo que se cree (206). La lógica del Hiponense se
fundamenta en la estética de la revelación y como esta puede manifestarse en la
Fe del bautizado.
El medio natural de la
Fe es la trascendencia y su connotación histórica en la realidad del creyente
que modifica su percepción de la realidad material movido por su Fe en el
Dios eterno (207).
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Consideramos importante
la visión de Joseph Ratzinger (Benedicto
XVI) (208) sobre la Fe ya que es uno de los mayores teólogos
que en el siglo actual aseguran haber leído y meditado profundamente las obras
de Agustín de Hipona, inmediatamente encontramos la relación y cosmovisión en
sus escritos y solo para ello una muy escuela muestra:
No
podemos construir una Fe personal en un
diálogo privado con Jesús, porque la Fe nos ha sido dada por Dios a
través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y por lo tanto
nos inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no
solo es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios, que en
Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es Amor
trinitario”. Dicho brevemente: “Nuestra Fe es verdaderamente
personal, solo si es a la vez comunitaria: puede ser ‘mi Fe’, solo si vive y se
mueve en el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra Fe, nuestra Fe común
en la única Iglesia”. En efecto. Es claro que –como creemos–
la vida cristiana es un vivir juntos con Cristo. Por tanto, la Fe, que es
participar de la mirada de Cristo sobre la realidad, sólo puede ser viva en
cada uno en la medida en que participa de esa misma mirada. La Fe no nos quita
nuestra personalidad, sino que la dota de una mayor profundidad de conocimiento
y de capacidad para amar.
La Iglesia es también
–como una madre que siempre da vida– el ámbito donde la fe se transmite. En
Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y les da la fuerza
para proclamar el núcleo de la Fe cristiana: Cristo es el Hijo de Dios que ha
muerto en la Cruz y ha resucitado para nuestra salvación (cf. Hechos de los Apóstoles capítulo
2). Y muchos se convierten y son bautizados. “Así –muestra Ratzinger de
un modo que gusta desde hace mucho tiempo utilizar–, comienza el camino de la
Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el espacio,
comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre la nueva alianza gracias a la
sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen a un determinado grupo social
o étnico, sino que son hombres y mujeres provenientes de cada nación y cultura”.
Este pueblo es una
familia universal: “Es un pueblo, que habla lenguas nuevas, universalmente
abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las
barreras” (cf. Colosenses capítulo 3 versículo 11). Por tanto, la
Iglesia es el “lugar” donde nace la Fe, donde la Fe se transmite y donde se
celebra y vive, nos libera de la esclavitud del pecado y nos hace hijos de
Dios; y “al mismo tiempo, estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y
hermanas en la Fe, con todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro
aislamiento”. Así lo dice el Concilio Vaticano II: “Fue voluntad de
Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna
de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y
le sirviera santamente” (209).
Sin duda alguna que uno
de los mayores aportes del Hiponense es precisamente el haber puesto en el
sitial que se merece la Fe en su relación con la Iglesia y el desarrollo de una
Fe eclesial signo comunitario de nuestro ser cristiano. Agustín nunca habló
de la Fe sin contar con la Madre de los bautizados y precisamente ese amor es
contagioso y brota de quien medita y estudia asiduamente su pensamiento, es una
maternidad que da frutos de eternidad, la salvación es solo obra de Dios, pero
su Voluntad descansa sobre la justicia de la Iglesia que engendró su Adorado
Espíritu Santo, “su” sin que implique perdida de la Personalidad
Divina de la Tercera Persona de la SS. Trinidad. Estudiar a los santos PP. de
la Iglesia solo puede hacernos crecer en amor por ella (Iglesia) (210).
El acto de Fe
como el asentimiento del intelecto a una verdad que está
más allá de su comprensión, pero que acepta bajo la influencia de
la voluntad movida por la gracia; y a partir del análisis
estamos ahora en condiciones de definir la virtud de la fe como
un hábito sobrenatural por el que creemos firmemente que
son verdaderas todas esas cosas que Dios ha revelado. Ahora bien,
toda virtud es la perfección de alguna facultad, pero la fe resulta de la acción
combinada de dos facultades, a saber, el intelecto que provoca el acto, y la
voluntad que mueve el intelecto para hacerlo; en consecuencia, la perfección de
la fe dependerá de la perfección con que cada una de estas facultades realice
su tarea asignada; el intelecto debe asentir sin vacilar, la
voluntad debe moverse con rapidez y facilidad a hacerlo
(211). Agustín pasó de una mística de Cristo a una mística de la
Iglesia. El Pueblo de Dios es objeto de Gracia y vehículo de la misma, Ecclesia
omnium Gentium (211.1), Verus Israel. Es un Corpus
permixtum, trigo y cizaña, grano y paja. Es santa, pero no desprecia a los
pecadores, sino que aspira a sanarlos. Por la inserción en esta Iglesia se
verifica la filiación divina (211.2) Esa filiación no es natural,
sino adoptiva. No es adopción meramente jurídica, sino mística, real.
El creyente se incorpora a la Iglesia por medio de la fe, pero es dado a luz a
la vida de la misma mediante el Bautismo (211.3). Es ella la que engendra,
aunque sea en el campo de los herejes y cismáticos, ex viri sui
semine o virtud de la semilla (211.4). Por ser
fuente y vehículo de la Gracia, suple todas las deficiencias humanas. De este
modo, la Iglesia se convierte a su vez en Camino-Verdad-Vida, aunque
subordinada a su Cabeza que es Cristo, de quien recibe ese derecho de mediación
delegada. No se olvide, además, que quoad nos la Iglesia
es la mediación hacia el mismo Cristo. Por eso, metodológicamente,
ve la Eclesiología antes de la Cristología, aunque genéticamente el orden sea
inverso. Las tres funciones de la Iglesia fueron estudiadas por Agustín frente
a enemigos diferentes, y por eso es necesario un reajuste en su sistema. El
problema de la Iglesia-Vida, que fue el último y decisivo, se perfiló frente a
los donatistas y se perfeccionó frente a los pelagianos; podemos, pues, definir
con exactitud en cada momento la postura de Agustín, a quien ahora designaríamos
como hombre consagrado al servicio de la Iglesia.
La filiación adoptiva es
consecuencia del sacrificio de Cristo en la Cruz y no el resultado de mérito
alguno de nuestra parte, no se trata de un desenlace natural de nuestra
condición sino de la manifestación resucitada del amor de Cristo en cada uno de
nosotros los bautizados. La eclesiología del Hiponense supera el estadio organizacional
de verla simplemente como una institución con su normatividad y políticas de
“funcionamiento” sino verla trasparentada en una Madre espiritual que por medio
del santo Bautismo toma a sus hijos renacidos en la “pilas bautismales”
(211.5). La Iglesia es también el escenario de la Reconciliación de Dios
Trinidad con la creación herida por nuestra culpa. Esta mediación eclesial se
manifiesta en la vida de Fe y en los Usos y Costumbres, en la vida sacramental,
en la predicación y defensa del depósito de las Escrituras
reveladas. Es pues, una realidad que la Gracia entra en la
historia y toda de la Iglesia el medio y la finalidad de su presencia, esta
finalidad fue ordenada por el Padre antes de todo tiempo…
Un solo Señor,
una sola Fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos”
(212).
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La cita de Efesios puede
para nosotros resumir el fundamento y naturaleza de la Fe del Hiponense. Esta
Fe es la Fe de la Iglesia en solo y único Salvador en mandato de uno solo y
único Padre de todos y en que es único y únicamente procede de Entrambos el
Espíritu Santo. Es la definición preferida del Hiponense sobre el Espíritu
Santo, es la visión latina de la procedencia del Espíritu de Dios que aparece
como lo que es y se revela a la humanidad, nuestro gran reconciliador. Aquí
encontramos el reflejo de una Fe necesaria pero también de una reflexión a la
luz de la Gracia que hace indispensable el pensamiento como la injerencia de su
lógica (213). La iluminación de la razón y la Fe –parafraseándole
en verso- obra del Espíritu Santo son (214).
Las enseñanzas de esta Fe
se desarrollan, por supuesto, con las necesidades de
los tiempos, pero la Fe en sí misma permanece inalterada. Las opiniones
modernas son completamente destructivas de tal unidad de creencia porque
su principio fundamental es la supremacía del juicio individual. Ciertos
escritores, en efecto, tratan de superar el conflicto de opiniones resultante
defendiendo la supremacía de la razón humana universal como un
criterio de verdad; por lo tanto, el señor Campbell escribe: "Uno no
puede realmente comenzar a apreciar el valor del testimonio cristiano unido
hasta que uno es capaz de permanecer fuera de él, por decirlo así, y
preguntarse si suena cierto a la razón y al sentido moral” (215). Citamos
a uno de los PP. del Movimiento de Oxford nos referimos a Newman
cuya lectura plena de las obras del Hiponense se reflejan en la concepción de
la Fe en una institución universal que antropológica y sociológicamente se
reflejan en la Iglesia local como extensión esencial de la Iglesia de
Cristo. Nosotros no vivimos una participación de la Iglesia de Cristo, nosotros
los Episcopales y en general los anglicanos somos por intuición parte de esa
Iglesia de Cristo y ella es tan Madre de unos (Católica Romana) como de otros
Católicos Anglicanos y Griegos). No excluimos a nadie simplemente
hablamos en la perspectiva histórica del Hiponense y la categoría de la
universalidad de la catolicidad. Otros también son cristianos como nosotros, pero la
catolicidad se vive por la filiación y el amor a la Iglesia. Como
expresaría Benedicto XVI “somos parte de la Iglesia y ella se
materializa cuando nosotros creemos y vivimos esta Fe” (216).
NOTA DEL AUTOR: Como
Episcopales no estamos estableciendo diferencias en el acto de creer sino
en el contenido de la Fe de la Iglesia donde vivimos nuestra
experiencia trascendente en el Dios revelado como Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Las creencias forman parte de nuestra vida y de la
forma como interpretamos el mundo y su realidad. Somos pues cristianos en
actitud dialogante de frente al Dios vivo y trascendente cuya Palabra es Jesús
Encarnado (217).
La realidad de la presencia
amorosa de Dios se vive en la Iglesia porque como tal esta institución es signo
de vida y manifestación de Dios en su Ser bondadoso, pues es
precisamente Dios quien dando su amor decide habitar en medio de los suyos, ya
no hay tienda del Encuentro como aconteció con el pueblo en el desierto, ahora
es el tiempo de la revelación plena, ahora es el Verbo Palabra del Omnipotente
Dios Trinidad que se revela en el corazón eclesial y ella es depósito de toda
Gracia revelada. De este tipo de expresiones tomamos la dinámica
eclesial de Agustín que ve a la Iglesia y luego la presencia de Cristo en ella
porque como casa de su amor contiene lo que Dios mismo dispuso que ella
contuviera (217.1).
Una vez cometido el
pecado original histórico, la humanidad se desdobla en dos unidades y en dos
posturas muy diferentes: el pecado y la Gracia; el infierno y el cielo. El
Paraíso es el estado ideal del hombre, tal como Dios lo planeó y realizó: se
caracteriza primero por su unidad perfecta (naturaleza-gracia; gracia-libertad);
luego por la sabiduría: Adán conoce a Dios, es sabio; finalmente, por el orden
interno y externo perfectos. A esos caracteres fundamentales se añaden los
privilegios preternaturales (inmortalidad, impasibilidad, libertad, ciencia,
poder) difíciles de concordar con las limitaciones propias de toda criatura.
Agustín, frente a los maniqueos, muestra que Dios no creó el mal. ¿Cómo se
entiende psicológicamente el primer pecado dada esa perfección de los primeros
padres? Para explicarlo de algún modo afirma que Eva fue seducida por la
serpiente (1 Timoteo capítulo 2 versículo 14), pero ve que también
Adán fue seducido (Romanos capítulo 5 versículo 14). Quizá creyó Adán
que Dios le perdonaría fácilmente; pero su pecado fue total y sin atenuantes.
Fue un pecado satánico: Adán se desprendió de Dios, se des-unió y realizó su
pronunciamiento en el campo de la ciencia. Cortó el acueducto por el que
recibía el agua de la sabiduría para mostrar que su pozo era propio. Y puesto
que Adán era el Patriarca (217.2) (en Romanos capítulo 5 versículo 12,
Agustín lee con la Vulgata: In qua omnes peccaverunt o también
“porque todos pecaron”), quedó roto el pacto original (alianza
original). La situación histórica del hombre, consecutiva al
pecado, se llama miseria. El hombre caído perdió: la
unidad-ciencia-orden originales y así perdió la justicia y la
moralidad originales. Entró en vigor el engranaje de las múltiples y diversas
debilidades naturales: división, ignorancia, concupiscencia, mortalidad,
posibilidad, etc. Tales debilidades cobran carácter penal, puesto que ahora son
privaciones. Perdida la unidad original, se perdió también la visión de Dios
(valores supremos) directa e inmediata (mística) y con eso se perdió la libertad
u ordenación del amor, ya que la concupiscencia es una inclinación al mal. No
se perdió, en cambio, el libre albedrío, si bien quedó amenazado por la
situación. Las consecuencias fueron muchas. En primer lugar, se hizo
imposible la comunicación directa con Dios, que será luego reestablecida por las
mediaciones: Cristo, Iglesia, Sacramentos, jerarquías, mundo (como espejos y
enigmas, analogías).
En segundo lugar, el
hombre se ve forzado a levantarse en este terreno en el que cayó, lo sensible,
la carne, etc. (217.3). Pero el estado de miseria quedó desde el
primer momento orientado hacia un nuevo orden, que es la gracia de la redención
o restauración, cuyo proceso ha de desarrollarse en sentido inverso a la
caída. Agustín afirma, como Pablo, varios periodos en la Historia de
la Salvación. El primer periodo es la alianza
natural, ya que el hombre, a pesar del pecado conservó las reliquias de la
imagen de Dios en su miseria. La imagen quedó sólo deteriorada y
oscurecida: de ese modo la ley natural es suficiente para salvar al hombre,
contando con la gracia de Dios. Es la hipótesis de la conditio
naturae (natura pura) vitiata, pero no vitium
(217.4). (De Spit. et Litt., 26, 43 ss.: PL, 44, 226 ss.). De
ese modo, la Ciudad de Dios, constituida por el Corpus de todos los
predestinados, comenzó con el justo Abel (217.5). El
segundo periodo es la Ley, que implica tres cuestiones esenciales.
Dios eligió, para salvar al mundo, un pueblo que era pequeño, malo y
obstinado.
Esta predestinación
social implica una predestinación individual, como es obvio: no es lo mismo
nacer en Jerusalén que nacer en Babilonia. Se trata, sin duda, de un misterio:
del misterio de la predestinación divina que es gratuita y graciosa; realidad
que no alcanzamos a comprender, pero que no debemos negar, sino aceptarla
confiando en la misericordia divina. Es por eso una frivolidad acusar a Agustín
de exagerado, cuando nadie, después de Pablo, ha interpretado
mejor el espíritu de la Biblia (217.6). El segundo tema se
refiere a la esencia de la ley mosaica; es iluminación moral; instruye, pero
sólo da fuerza moral; el hombre iluminado por la ley, pero arrastrado por la
concupiscencia, vive un drama tremendo, como lo expresó Pablo. Tiene, sin
embargo, una finalidad santa: pedir a Dios la gracia para sacudir el yugo
ominoso. La tercera cuestión se refiere a la Fe; también en el A. T. se salvaba
el hombre por la Fe en el Redentor futuro, como el cristiano se salva creyendo
en el Redentor pasado. La soteriología va ligada esencialmente a
Cristo (217.7).
El tercer
periodo se inaugura con Cristo, Redentor, Camino-Verdad-Vida.
El tema esencial es la Gracia, que unifica, ilumina, supera la concupiscencia y
de este modo reestablece la libertad en el corazón. Así se recupera la imagen
sobrenatural y por ella se restaura la imagen natural oscurecida y deteriorada.
Sin embargo, ya no hay posibilidad de volver al Paraíso, al estado ideal; por
eso no se recobran ciertos privilegios, y la vida del cristiano es drama,
lucha, libertad generosa, sacrificio humano, gloria del mundo. Después de
observar la reflexión sobre su antropología y la postura del ser humano en su
respuesta a Dios salvador, encontramos en Agustín que la historia de la
filosofía que él mismo plantea es propia, aunque el modelo no, la respuesta
racional y comprometida del ser humano es para el Hiponense signo inequívoco de
la presencia e injerencia de la Gracia. Es un cuadro alentador donde el ser
humano opta libremente pero su opción que esta contextualizada en la ingente
Voluntad salvífica de Dios. La Predestinación como doctrina de Agustín,
sublima la libertad que siglos después los materialistas y los existencialistas
condenaran. En Agustín la libertad es consecuencia de la Gracia
y el poder de ser auténticamente libres supone directamente el
complimiento de nuestros ideales evangélicos de lo contrario la naturaleza
limitada actuará como si no tuviera limite, pero él lo ve como una bendición
del Creador y no una condena ineludible (217.8).
Existe una relación
de índole hipostática si se quiere ver de esta forma entre el ser humano y la
libertad, donde la Gracia potencia todas las cualidades y atributos del ser
humano para que este viva a plenitud su situación en el mundo y asuma en
la historia el desarrollo del plan salvífico. La persona redimida en constante
o permanente actitud dialogante con su Señor y Creador. La Divinidad que se
manifiesta en el mundo y sus relaciones toma rostro en el Verbo Encarnado y su
rostro es el de la humanidad libre por Gracia y camino a su plenitud. Aquí el
concepto de libertad supera las expectativas de todo orden o principio tanto en
la sociedad o colectivo como en el medio relacional de cada persona con su
entorno. Agustín ve con absoluta lucidez como esto es posible gracias a la
inclusión amorosa de Dios en cada una de las realidades tejidas por los bautizados. El
pecado es la amenaza directa contra la libertad y la sublimación del ser
redimido en sus acciones y criterio frente al mundo como realidad creada y
moldeada en acciones y pensamientos. La dialéctica de
la Gracia supone la plena disposición del ser humano para alcanzar su
concreción y de esta forma lo que antes era supra ahora se convierte en una
relación vital histórica (217.9).
9. CIUDAD DE DIOS.
“El libro es teología, filosofía,
política, apologética e historia. Unas veces el autor es expositor, otras
didáctico, otro lirico y siempre filósofo, que se remonta en el orden de las
causas hasta encontrar la mano de Dios. Pero es, sobre todo, teólogo
lleno de profundidad, por donde corre la vena caliente de su vida interesante
y afectiva. La Ciudad de Dios es la primera tentativa humana
por hacer filosofía de la Historia. Es apologética y es cantico
dogmático” Palabras de Enrique Cabo sobre esta obra de Agustín (218).
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La crítica histórica es
bien profunda tratándose del Imperio Romano que en cuanto a sociedad había
construido sus propias Epopeyas para argumentar el origen divino de sus
realidades politeístas. Se honraba como diría Agustín, a la diosa de la salud
como a la de la enfermedad y sin duda que tal argumento colectivo generaba el
Agustín críticas no tanto al sistema mitológico y religioso de los romanos como
si al sentido común en sus concepciones sobre la vida y la felicidad, es el
tiempo en el que el estado interviene en la institución eclesial y lo hace
movido por intereses de gobierno. Agustín ve la realidad y se pregunta porque
razón se honra a la prosperidad, a la felicidad, al buen tiempo, a la alegría, cuando
ellos viven y son artífices del Imperio más grande hasta el momento. Que puede
mover al ser humano para honrar lo que precisamente dice tener y defender como
precepto de su sociedad y no buscar ingentemente lo que verdaderamente
necesitan para construir su felicidad (219). Es sin duda un recurso apologético
que emplea Agustín para defender a religión y su catolicidad. Ellos perseguían
a los cristianos y a pesar de ellos sus diócesis no agotaban la necesidad
social como tal, es decir, atacaban al cristiano y el romano no era feliz y
mucho menos la situación de su cultura que estaba en franco deterioro. De esta
forma podemos distinguir en su obra tres fundamentos que son:
· Filosofía
· Política
· Teología.
Argumenta Agustín sobre
el Dios Uno que se muestra ordenado y en total Unidad como Identidad esencial
frente al politeísmo romano que no encuentra desasosiego en sus múltiples
expresiones culticas. También hace mención de quienes antes que el buscaron
fines similares en el contexto de un medio plagado de diatribas sobre los
dioses y su autenticidad, solo para citar de ejemplo a Justino (220) Tertuliano
(221) este último se distinguió por aproximar el contenido filosófico al campo
de lo jurídico (Haciendo la distinción entre el clérigo y el laico en el orden
social y legal y hablar de jerarquía) y por último Teófilo de Antioquía
(222). La reacción social es dramática a estas alturas si tenemos
presente que en el Imperio los valores eran de índole cívicos y la población
reflejaba en ellos el carácter de sus creencias, como era de esperarse, la
lucha de lo jurídico incorporó nuevas concepciones del ser ciudadano y
la categoría y calidad de persona, recordemos que los esclavos en
Roma eran propiedad carente de algún tipo de derecho o reconocimiento, el orden
jurídico romano los veía de esta forma lo que sin duda entraba en la más
absoluta contradicción con el Evangelio (223).
Las persecuciones se
materializaron por todas partes y se consideró la respuesta efectiva ante las
necesidades que el estado romano no podía satisfacer señalaban culpables a los
cristianos. Así lo consigna el Hiponense en su obra (224). La Ciudad de Dios
ataca frontalmente la gran cantidad de deidades que poseían los romanos en las
ciudades y aldeas, así como el culto cívico. El argumento que empleo
fue señalar la imposibilidad real de intervención de estas divinidades que
todas juntas no lograban frenar el avance de los pueblos bárbaros. Las guerras
que eran hasta hace poco el fortín de sus éxitos ahora son incapaces de
contener el azote de los invasores y el modelo familiar estaba en franco
deterioro. Las construcciones de todos sus relatos son incapaces de motivar la
injerencia de lo sagrado en la estela de lo público y social. El nombre
de Cristo en boca de los cristianos es más sólido y valioso que las
grandes gestas y relatos de los valientes emperadores y legiones en África, Bretaña,
oriente, el nombre del Señor está inserto en el corazón y es fuente de total
motivación (225).
La vida feliz que motivaba
el avance del Imperio es ahora un remedo ante no saber a quién dirigirse para
los fines señalados, los mismos que concretaron su desarrollo y poderío ahora
no tienen argumentos para frenar la pérdida de fe del colectivo romano en su
sistema y todas las instituciones. Esto es rápidamente asociado por Agustín en
contrapeso con la felicidad y eternidad que concede Dios a los suyos, no es el
estadio y su política quienes logran el bienestar real de los ciudadanos, esto
último lo deja el creyente en manos de Dios (226). Entonces la
postura que describimos generaba choques entre los decadentes de Roma y el
surgimiento de la cosmovisión cristiana. Desde luego las comparaciones del
Hiponense son agudas y eficientes, relaciona la sociedad romana con la
invención troyana, de cómo los estereotipos de esta sociedad son fundamentados
tanto en el pasado como en el presente en concepciones culturales tomadas de
otros pueblos y particularmente de quienes eran invadidos por estos. Un modelo
cultural así tenía que flaquear en cualquier momento. Para Agustín el Ethos
romano era una mezcla eficaz en sus primeros estadios de civilidad, pero con el
paso inexorable del tiempo no. En su pensamiento condena el suicidio
alegando que es ilícito que un cristiano atente contra su vida de allí que el
martirio sea re conocido como una forma de confesar la Fe por quien se está
entregando la vida (227).
En defensa de la vida
Dios le exige todo a su criatura, es decir, a cada uno de nosotros (228). La
Ciudad de Dios es vista como un tratado de filosofía de la historia y principio
de Teología política, la construcción de dos realidades que hace el
Hiponense le lleva a ver las conveniencias de una ciudad de los hombres y otra
de Dios donde los principios y fundamentos evangélicos hacen la diferencia.
Lo más parecido en la concepción presente es a un Estado de índole religiosa
donde los poderes civiles y religiosos se funden en una sola dialéctica social,
cultural, política, económica, en una palabra, donde los principios son
los mismos bajo el signo de la verdad trascendente (229). Bajo la dinámica del
Hiponense el bien se manifiesta en la estructura de gobierno y la bondad de la
interacción con el Dios revelado es el éxito de esta Ciudad, nos referimos a la
de Dios. El modelo antropológico se mezcla dramáticamente con el
idealismo Agustiniano y de esta forma los cuestionamientos de la estructura
política salen a flote bajo los conceptos presente en el Imperio (Agustín vivió
su ministerio en la Númidia provincia de Roma). Este conocimiento es clave para
ver desde dentro las implicaciones de esta sociedad y sus modelos y referentes
(230). Esta construcción sobre presupuestos sociológicos es vista como la
paternidad de la Sociología moderna que maduró algunas ideas presentadas en la
Republica de Platón (231) y en la Ética Nicomáquea de
Aristóteles (232) que a diferencia de Agustín asumen la divinidad desde
la armonía de sus modelos políticos, es decir, para Platón Dios es el orden de
la Republica, y en Aristóteles los principios de su Ética
son clave en la configuración de su orden social y político,
como quiera que son manuales para la civilidad y lo que ello implica
en el Ethos cultural que se construye bajo la Norma y en su
espíritu. Agustín ve argumentos solo similares en cuanto a los principios
sociológicos de su exposición. El estado es el encargado de la Ética y
Moral el ciudadano que es un creyente en el orden justo que procede de Dios. En
lo personal que me atrevo a decir, que la concepción el Hiponense descansa
sobre la revelación de un orden moral como ético por parte de Dios en la sique
y conciencia del bautizado. Agustín ve la Sociedad construida en la Ciudad
de Dios como la auténtica manifestación de Dios en el orden de las cosas y del
Estado (233).
Observando el andamiaje
ético y moral de la propuesta del Hiponense él mismo asume que los mártires
(para su época) desde luego, son la más auténtica expresión de la Fe
en el Resucitado y que aun los ritos paganos no poseen memoria de tener
mártires en sus cultos. Lo anterior indica que la auténtica expresión de
donación se vive en el medio del cristianismo (234). La soberbia que está
presente en el ser humano impide la ascensión de los ideales preconizados en la
confesión de nuestra Fe por el brillo mundano que implica perdida de la luz del
resucitado en la mente y conciencia del bautizado. Es un escollo de la
interiorización del mensaje y la construcción del modelo supra de nuestra
sociedad (235). El Imperio romano también recibió el poderoso influjo de la cultura
griego, su pensamiento y ciencias se manifestó en muchísimos aspectos de la
vida romana. Esto desde sus comienzos trajo una consecuencia positiva para la
incipiente mitología romana y fue en época de Augusto quien encomendó al
poeta Virgilio (Virgilio Marón, autor de obras como la
Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas.) el hacer la propia epopeya
sobre las gestas y héroes nacionales romanos, este encargo por definirlo de
alguna manera, facilitó la ascensión de una cosmovisión propia y una nueva mentalidad
religiosa que fue degenerándose aún más con el correr el tiempo. Tal situación los
lleva construir toda una intrincada trama que justifique la visión de un mundo
gobernado por los dioses y sus caprichos. Sin duda la identidad romana y el espíritu
nacionalista fue honrado con su obra titulada La Eneida (236).
Con razón la Ciudad de
Dios es considerada como la enciclopedia de la Cultura Antigua presentando
una semblanza de la historia, la filosofía y la poesía de estas épocas
anteriores a su autor. La mitología ocupa un lugar preponderante en el
pensamiento de esta construcción literaria. Sin duda que las distintas reseñas
históricas que Agustín cita daban valor grande a su cometido y a la vez
reflexión sobre su contenido ya en un ambiente calmado y maduro (237). Los periodos
en los que se desenvuelve su obra son claramente reconocidos por todos, nos
referimos al periodo tardío del mundo antiguo y el medievalista como tal, como
quien afirma categóricamente que el Hiponense fue el primero de los medievales,
como quien afirma que Agustín y Boecio (el ultimo
romano) (238) guardan relación en la contemporaneidad y
modernidad tacita de sus pensamientos y prosa. Para que podamos establecer un
paralelo con la obra de Agustín citaremos solo una síntesis del trabajo del
último romano:
Boecio: Su
inmensa obra escrita destaca por la labor de traductor y comentarista del
pensamiento griego y por sus escritos originales: traduce los Primeros
Analíticos, los Tópicos y Razonamientos Sofísticos de Aristóteles,
constituyendo este cuerpo de obras, junto con su traducción y comentarios de
las Categorías (509-10) y el Peri Hermeneias (511-13), el
único material lógico y filosófico de Aristóteles que se empleará en toda la
Edad Media, hasta que en el Siglo XII y XIII aparezca el
resto del Corpus Aristotelicum. De ahí la capital importancia de Boecio en
la filosofía medieval, particularmente en lógica. Hizo también dos
comentarios y una traducción de la Isagogé de Porfirio (509-10). Escribió
además varias obras originales: sobre las cuatro artes del Quadrivium, de las
que se conservan las referentes a aritmética y música (De institutione
arithmetica y De institutione música, ca. 500-505); sobre los silogismos
(Introductio ad syllogismos categoricos, De syllogismo categorico y De
syllogismo hypothetico, ca. 510-514); De divisione (ca. 514); De diferentiis
topicis (ca 515); y algunas otras pérdidas o de dudosa autenticidad, además
de diversas obras teológicas y el ya citado De consolatione
Philosophiae. El deseo de Boecio fue dar a Roma la
primacía cultural en todo campo, para lo cual quiso hacer latino el conjunto
de doctrinas de la filosofía griega, situándose en la línea neoplatónica de
Porfirio (239), Proclo (240) y Ammonio (241), y tratando de armonizar a
Platón y Aristóteles.
Hasta la primera mitad del s. XII prevalece en la Edad Media la división de las ciencias, de tipo estoico (transmitida por Agustín e Isidoro principalmente (242)), de Física-Lógica-Ética (Gran lector de Agustín y último de los santos PP. de la Iglesia latina). A partir de esa fecha se emplea sobre todo la aristotélica: Teóricas (Filosofía Primera, Matemática, Física) y Prácticas (Ética, Política, Económica), división que es tomada precisamente, por una parte, de Boecio y, por otra, de los árabes (p. ej., al-Farabi) (243). Al grupo de ciencias teóricas hace corresponder B., con criterio platónico, una jerarquía de seres y una escala de facultades cognoscitivas en el hombre: intelectibles o absolutamente inmateriales, que se captan por el entendimiento puro, dando lugar a la Teología o Filosofía Primera; inteligibles o causas ejemplares de las cosas, captables por la razón discursiva en las Matemáticas, etc.; seres naturales, cuerpos materiales, cognoscibles por los sentidos y la Física. A este cuerpo de ciencias añade otra que llama Rationalis, o Lógica, de la cual no decide si se trata de una parte de la ciencia o de un instrumento previo a la misma. La importancia de Boecio en el campo de la lógica, ya la hemos subrayado arriba; pero en otro punto es pieza clave en la Edad Media pues comentando el famoso pasaje de Porfirio, en su Introducción a las Categorías, en que plantea la realidad o no realidad de los universales Boecio da un primer atisbo de solución, iniciando así el famoso problema de los universales: la tesis de Boecio se acerca un tanto a la aristotélica, pero la desdibuja al final apuntando también a la platónica de las ideas universales subsistentes. La existencia de Dios se basa en la idea de que Él es un ser más perfecto que el cual no puede pensarse otro, principio que adoptará luego Anselmo, y al que se llega a través de la imperfección de las creaturas, las cuales exigen la existencia de Aquél. Dios está por encima de toda categoría (idea que luego tomará Escoto) (244) y es Creador (con creación eterna, aunque no está claro si ex nihilo) y Providente. Dios es además el objeto sumo y propio de la felicidad del hombre. Finalmente, Dios se distingue de las creaturas en cuanto que en éstas diversum est esse et id quod est, (miremos su traducción al castellano, es distinta de la que es) y en Dios el esse y el id quod est equivale a decir son lo mismo. Aunque parece que esta fórmula no plantea el problema posterior de la distinción entre esencia y existencia (sino entre la sustancia y el principio de su ser sustancial), sin embargo, este texto, junto con posteriores elucubraciones (p. ej., de Avicena) (245), dará lugar al famoso problema medieval de la esencia y existencia. El hombre, compuesto de cuerpo y alma, es definido con la famosa fórmula: persona es rationalis naturae individua substantia (Contra Eutychen, 5). Parece ser que Boecio sostiene la preexistencia de las almas habiendo sido intelectibles antes de inteligibles o incorporadas. El hombre es libre en cuanto que puede elegir dentro del ámbito de su conocimiento; por tanto, conociendo a Dios somos máximamente libres, y conociendo lo sensible, esclavos. Por ello, podría verse aquí la solución del problema de la libertad y Providencia: sometiéndonos a ésta somos libres; sometiéndonos al destino de las leyes físicas y sensibles, esclavos. |
INTERPRETACIÓN DEL
TEXTO ANTERIOR A LA LUZ DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO.
La reflexión Agustiniana
se adelantó a este segmento de pensadores ya que el Hiponense consideraba la
realidad de la creación como un Acto de la Voluntad de Dios (Acto Puro en la
escuela Aristotélica) sin predominación de la existencia de nada antes que de
Él mismo. La realidad de la Voluntad de Dios es la creadora de todo cuanto
existe (ex nihilo) la inmanencia de la vida es una dificultad
propia de aquellas épocas, es decir, la información de la semilla o la razón
seminal de la vida por razones de tipo científico no estaba bien defendida e
incluso el mismo Agustín suponía la posibilidad de aceptar el aborto las
primeras semanas por no considerar que la configuración de persona humana se
encontrara plena en su naturaleza, esto se debe como decíamos antes al momento
de su trabajo, no es una afirmación maliciosa es tendencia de la
época, lo mismo sucedió posteriormente con Tomás de
Aquino en el siglo XIII. La naturaleza es por definición la forma
como existimos y esa forma es racional, como consignábamos antes (posteriormente
la escolástica retomará esta tesis y la aceptará plenamente) (246). Agustín
asume la realidad creadora de Dios partiendo de su Ser absolutamente Divino, es
decir, que Dios crea por ser Dios y solo eso, que la creación no se particulariza
sino es en el tiempo y que la materia y el tiempo existen a la par y no hay una
antes que la otra y viceversa. Esto último descarta la interpretación platónica
del Mundo de las Ideas y materia prexistente como la figura dialectizada del
Demiurgo o artesano. Pro nos deja pensando en Plotino y la existencia del Uno
que es antes que todo. El Nous es el intelecto y solo
se predica de Dios que es el Uno y el Sumo Bien y los atributos en superlativo.
Reconoce el problema del alma como espiritual y el cuerpo como materia. Pues
esta postura afirma categóricamente y así lo interpretamos el Hiponense que
Dios es el Creador absoluto y que lo que se equipara a los platónicos sobre el
molde de las ideas lo encontramos cristianizado el concepto (en la Mente
de Dios) puesto que para el Hiponense la creación es un Acto de Dios
lo afirmamos como expresión volitiva de su Amor, es decir de su Voluntad y de
la nada (247).
La creación entra también
en la construcción antropológica de la humanidad, es decir, la sociedad es
parte de la obra de la revelación de Dios como creador, la historia desde la
perspectiva salvífica es enfocada por el Hiponense partiendo de la absoluta
soberanía de Dios. Estamos ante una construcción maravillosa de la historia en perspectiva
salvífica y como la Voluntad de Dios no se pierde en la escena de la vida
humana. Agustín como ninguno de los santos PP. de la Iglesia se adentra en la
comparación Psicológica y la praxis axiológica de los principios del Evangelio
en el escenario social, político, cultural, económico y desde luego
religioso. Es una manera de concretizar la dialéctica de un Dios que
se revela en el enclave crítico de nuestra realidad de allí su expresión: “Nada
de lo humano me es desconocido”, esta crítica esencialmente
relacional aborda al ser humano en todos los escenarios posibles, determinando
con ello la carga motivacional y sociológica que hace de cada experiencia
humana un reflejo de acciones anteriores y futuras, trivializando la expresión
del Hiponense diremos: Una imagen vale más que mil palabras, pues
la connotación de la dialéctica propia de nuestra naturaleza en su
manifestación tanto racional como afectiva y emocional (248). Es una
apreciación antropocéntrica porque haced el fenómeno humano el punto de partida
del entendimiento de la revelación de Dios a la humanidad. El contenido
totalizante y totalizador de su presencia hace de cada experiencia humana una
posibilidad salvífica, recordemos que el Hiponense como nosotros creía en la
salvación de un proyecto de vida y no de acciones aisladas del ser y expresión
humanos (249).
La Civitas Dei, es
todo un ejercicio se aproximación al ser fenomenológico de la Gracia de Dios
hacia la humanidad. De la construcción dialéctica de la historia remarcando la forma
como Dios actúa en el orden establecido por el ser humano sin dejar fuera nada
de lo humano como veíamos antes. También como aporte de esta obra de Agustín
podemos asegurar por sus propias expresiones que la historia de la revelación
desde Abraham hasta Cristo esta sintetizada en la Ciudad de Dios citando a
historiadores como Eusebio (es conocido como el
Padre de la Historia Eclesiástica) y su “historia
cronológica” (250). En este contexto es importante mencionar que
Agustín frecuentemente citará a Cicerón (251) y al
bueno de Séneca (252). Sobre las obras y el aporte de
estos pensadores el Hiponense hace mención en las Confesiones
(253). Su situación a raíz de la meditación de estos escritos la podemos
comparar con el siguiente verso de Homero el poeta griego “El
olor que se pega una vez a la vasija, le dura después mucho tiempo”. En
la lista es bueno recordar a su poeta favorito, estamos hablando de Virgilio
que era común leerlos entre los más pequeños en las instrucciones y tertulias
familiares. La cita constante de tales escritores muestra en la Ciudad de Dios
el drama al que el Hiponense se enfrenta tratando de superar viejas nociones
académicas ya que muchas de ellas llegaron en el proceso de su conversión y
a la hora de estructurar su obra y poner de manifiesto la presencia de Dios en
la historia se siente obligado a rebatirlas y argumentar su tesis sobre los
preceptos de las Sagradas Escrituras (254). Desarrollando una interpretación de
los acontecimientos a la luz de revelación escrita, tal forma de proceder
sirve de marco conceptual en su trabajo sobre las Escrituras reveladas. No
sería posible pensar en un trabajo sobre la historia donde no entre el concepto
de salvación y mucho menos ver la historia como simple cumulo de
acontecimientos estrictamente humanos, lo sobrenatural es visto por Agustín en
cada paso que el hombre convertido da en dirección de su destino que no es otro
que el mismo Dios (255).
Sin dejar de notar
felizmente que su obra condensa mucho del pensamiento del mundo antiguo citando
infinidad de episodios y autores que más tarde constituirán la base del
pensamiento global. De la anterior expresión estamos seguros de su
aporte al conocimiento académico y a las tendencias antropocéntricas que
afloraron más tarde particularmente en el periodo del Renacimiento, la línea de
tiempo que establece el Hiponense nos permite hoy ver la prolijidad de su
pensamiento y la capacidad de abarcar las concepciones más amplias sobre el ser
y su problema, luego su obra particularmente la Civitas Dei es
un monumento al conocimiento clásico de la historia del pensamiento antiguo y
su inserción en la cultura que se gestó precisamente con la crisis de las
culturas clásicas, recordemos una Roma a punto de ser invadida por los pueblos
barbaros (los sajones, los jutos, los alanos, los suevos, los burgundios,
los vándalos, los alemanes, los anglos y muchos otros. El término Bárbaro se
aplicaba a los habitantes de los pueblos limítrofes con el Imperio)
(256).
Según lo expresado en
líneas generales la Civitas Dei la podemos considerar como una obra de hermenéutica
de la historia, aquí podría surgir algunas dificultades de entendimiento
en el orden filosófico de su contenido por lo que aclaramos que si es definida
desde la perspectiva de su trabajo hermenéutico es precisamente indicando con
ello su valor de hechos concretos descritos y un análisis no “causal” puesto
que el objetivo del Hiponense no es enfrentar la historia humana y descifrar el
porqué de los acontecimientos sino mostrar con toda agudeza la relación de la
siguiente manera como aparecerá en el recuadro (257):
EL HOMBRE.
|
DIOS.
|
LAS ACCIONES DE
LA HUMANIDAD (258).
|
La teologiza histórica
que se desprende de la obra del Hiponense nos permite observar en toda su
dimensión la concepción salvífica de su pensamiento y como también su
pensamiento encaja perfectamente con la idea cristiana del Cristo presente en
la historia de la creación, en este caso con el Cristo vital en nuestra
historia personal y universal. El cristocentrismo de la obra del Hiponense
es evidente y hace confluir todo hacia la posibilidad-realidad, salvífica del
Señor resucitado. Es pues, interesante como Agustín hace una
lectura dinámica de la sociedad en la que se encuentra, pero como buen
investigador acude a la génesis del problema. En su concepción de la historia la
Iglesia es vital ya que en ella asegura el depósito de la Fe revelada y dada a
los seres humanos como un don precioso, no vemos posible hablar de un modo
teológico Agustiniano sin ver en el horizonte la autoridad incuestionable de la
Madre Iglesia, Agustín no era un patriota en el sentido pleno del término,
pero si un hijo de la Iglesia con toda la realidad dialéctica que tal
afirmación implica (259). Cristo es descrito y visto
plenamente como el mediador por antonomasia entre Dios y la humanidad, esta
afirmación la encontramos en (XVIII 1) de su obra. Cuya significación nunca
agota la posibilidad eclesial de ser testiga y testimonio del Resucitado. Estas
últimas meditaciones fueron definitivas en el Libro X de su obra (Veintidós
libros de la Civitas Dei) (260). El cristianismo tomó un realce
inusitado gracias a la obra del Hiponense al ser puesto en el contexto
histórico de las culturas clásica y emergente de la Edad Media.
Agustín de Hipona se
mueve en medio de dos realidades y dos amores que gastan su vida y comprensión
del entorno. El amor que experimentó por el mundo y sus entretenciones y la paz
plena del amor de Cristo. La historia que relatan las dos ciudades es reflejo
precisamente de sus sentimientos y la connotación Psicológica de su observación
de estas realidades que no precisamente son una manifestación dualista de sus
ideas y doctrina. Miremos de sus reflexiones lo siguiente: “Fecerunt
civitates duas amores duo, terrarum scilicet amor sui usque ad contemptum Dei,
caelestem vero amor Dei usque ad contemptum sui” en su connotación
al español el Hiponense nos dice: Lo hicieron los dos amores: el amor de sí al desprecio
del mundo, mientras que el amor de Dios y su contento (261). El mundo que ofrece el modelo de la Ciudad terrena es
claro ante l Hiponense y refleja los conflictos que este vivió y en cuanto a la
Ciudad de Dios, es claro que simboliza todo lo noble y amoroso de
Dios en su vida y su permanente conversión (262).
La caridad perfecta es el motor de la Ciudad de
Dios donde el bautizado encuentra la razón de ser de vida comunitaria y el
compartir con sus hermanos desde la proyección de la Fe en todos los asuntos de
su vida. A este segmento de su pensamiento el Hiponense dedica los libreo XV al
XVII, recordándonos la doctrina neoplatónica sobre la Fruición o posesión del
amor y sumo bien (263). Aquí en amor asume dos realidades tanto el amor terreno
como el amor de Dios son realidades y aspiraciones para la vida del
bautizado, Agustín equipara esta concepción con la paz la que buscan
fervientemente tanto los buenos como los malos (264). De esta manera
la paz es la ambición de las dos realidades pera cada una de ellas la busca
desde sus intereses y cosmovisión. La hermenéutica de la historia
que nos ofrece Agustín es el relato y el análisis de las acciones de la
humanidad bajo los preceptos y enseñanzas de la Fe cristiana. Aquí la historia
no es simplemente las acciones en épocas distintas sino su relación con la
revelación el Dios vivo y trascendente (265). Es interesante que
tengamos presente que su concepción del amor es siempre ascendente y en
constante movimiento, Agustín ve el amor como un movimiento hacia algo y en
este caso hacia Dios, primero en búsqueda de la ciudad ideal y en segunda
instancia de su fundador y facilitador, es decir, la inquietud surge hacia Dios
y culmina solo en Dios. Es toda una obra que muestra su sed por el Dios vivo
que recordará muchas veces con el Salmo 42 es Agustín
representando su vida espiritual que busca incesantemente el agua para saciar
su sed que es aquí espiritual y solo Dios como en Juan capítulo 4 puede
dar un agua de vida y eternidad, es pues, una búsqueda de su propia esencia
como creyente con verso (266).
El enigma del hombre como creyente aparece en esta obra y lo hace para
quedarse y tratar de explicar su proceder y los vacíos con los que el Hiponense
llega a su Fe y a la convicción de un Dios que sacia toda sed que se pueda
presentar, un saciar pleno de todo lo que el creyente carece, pero particularmente
de una relación que madurando engendra eternidad. La Ciudad de Dios encierra
todos los anhelos de un bautizado que después de observar desde la Fe su
caminar reconoce la realidad a la que esta llamado y es la misma que edifica
optando por Cristo, es la libertad que aparece ante la vida del bautizado, pero
con el compromiso de vivirla y edificar su realidad sirviéndose de ella.
El mal como una opción el ser humano siempre muestra su lado más oscuro y
penetrante en la psique el creyente, Agustín ve con absoluta
claridad como las formas del mal son identificadas en el caminar cristiano.
Como el mal se hace presente cuando el bautizado lo alimenta y descuida a Dios
en su vida, la relación con Dios es personal e intransferible y si eso no se
materializa de esta forma entonces la superficialidad la convertirá en un trozo
de hielo (267). En su experiencia reconoce la
forma como los romanos creían que su Imperio se extendía y conservaba gracias a
los dioses, pero en algunos creyentes podía observar el desinterés por el Dios
presente en su historia que a diferencia de los romanos la presencia de Cristo
es totalmente salvífica dándole un matiz o connotación de Gracia a nuestro
proceder en el tiempo presente y para las futuras generaciones. Agustín asume
de esta manera que la Gracia es fundamental en el proceso histórico tanto de la
sociedad como de los bautizados en ella. Sin la Gracia no será posible que la
historia sea renovada en vocación salvífica (268). Agustín posee una mentalidad
aguda que asume con autoridad el contenido de la historia y lo manifiesta
desde su comprensión de estos acontecimientos. La realidad vista
desde la Civitas Dei es categóricamente cristianizante porque muestra la
decadencia humana y la Gracia de Dios en su orden salvífico. Es el
contexto que se muestra en su dinámica comparativa de dos realidades o mundos
bajo la intelección de la Gracia que permite interpretarla mejor que solo
desde la óptica de la vivencia humana. La sublimación desde la perspectiva de
la Fe arroja el entronque con valores que solo sin realizables desde la
mentalidad informada por la Gracia de los bautizados.
En el entretanto Roma fue destruida por la invasión e
ímpetu arrollador de los godos, acaudillados por Alarico. Los adoradores de
muchos nombres que ya comúnmente son llamados paganos empeñados en culpar de
sus acciones a la religión cristiana… el Hiponense continua más
adelante: dando a entender que siguió esta obra durante años
dedicando los cinco primeros libros contra aquellos que pensando en la falsa
prosperidad cuestionan al Dios vivo… (Retractaciones 2,43).
|
LA CIVITAS DEI EN NUESTRA ACTUALIDAD.
El espejo patente lo encontramos hoy en los distintos
modelos estrictamente antropocéntricos que dejando la connotación de lo
sobrenatural se aventuran con propuestas sociales y políticas que solo generan
un Ethos cuestionable y sin valores estructurales como los que
posee la Ciudad de Dios (269). Pues
el modelo que se estructura es difícilmente aplicable en todos los escenarios
del ser humano ya que sus motivaciones son distintas y difieren con facilidad
unas de otras. El tema social en el Hiponense toca las fibras de su pensamiento
en dinámica teológica-política, dando a entender que el modelo de la Ciudad
de Dios es el más coherente en la expresión de lo colectivo y en la
vivencia de su componente de justicia. Nosotros vemos que la situación actual
esta desgastada precisamente por un Ethos artificial que se creó solo por
conveniencia de unos cuantos que se convirtieron en una casta poderosa,
particularmente en nuestras democracias. Ese influjo destiñe los valores que
brotaron del Evangelio y nos supedita a una axiología muy pobre donde
lo fundamental es el componente antropocéntrico y la capacidad de sublimar
lo material. Este acto de sublimación genera pérdida inmediata de
responsabilidad y sentido solidario, como lo expresaría en su
contexto el Hiponense, hoy recordamos las amonestaciones
de Samuel a su pueblo cuando estos le solicitaban un gobernante (270). Y los
temores de Samuel eran los mismos que estamos viviendo ahora:
Corrupción
|
Autoritarismo
|
Mesianismo político
|
Casta del poder
|
Manipulación de los
medios de comunicación
|
Pobre modelo educativo.
|
Desgaste de las
instituciones del Estado
|
Dictadura democrática
afirmada y legalizada en las urnas.
|
Miedo colectivo a
perder un estatus falso
|
Hambre y pobreza extrema
|
Irrupción de una nueva casta económicamente
poderosa la política y los gobernantes de turno
|
Mesianismo político y
falsos modelos sociales exitosos.
|
Desconocimiento tácito
de la historia
|
Inseguridad e
incremento de acciones delincuenciales
|
Indiferencia ante el
problema
|
Reparto económico tipo
rapiña para iglesias que respaldan al Estado sin cuestionarlo. (271).
|
Son solo algunos de los
flagelos que el Hiponense intuye en la interpretación histórica de la
Civitas Dei frente a su paralelismo humano. Nosotros somos parte viva del
problema porque como creyentes y ciudadanos podemos refrendar o mejor aún
justificar tanta manipulación e ignorancia política. La crítica histórica dirá
que estos modelos son factibles en la medida en la que la desgracia del
colectivo se incremente y este se desligue de su responsabilidad histórica. La desgracia
es la total ausencia de Gracia y por ende de la justicia histórica que brota de
la presencia de Dios en la conciencia del creyente. Si no hacemos histórica su
presencia entonces simplemente no tendrá espacio para actuar… Hoy es vital la redefinición
de nuestro rol en el modelo social en el que nos encontramos inmersos, La
Gracia es fundamental para superar estas dilaciones de la justicia. Sin
Gracia no hay un componente humano en la historia que salvar y por ende liberar
de estos terrores tan evidentes (272). Apuleyo (273) es
otro de los escritores importantes en el pensamiento Agustiniano, particularmente
sobre la Civitas Dei este autor argelino (cercano a Cartago) donde estudió el Hiponense afirmaba
en sus obras la relación entre los demonios y lo peor de la exposición de la
humanidad. Hoy podría sonar anacrónico, pero sin duda la relación con la
sabiduría le permitía suponer a este pensador argelino que lo mejor de la
humanidad superaba lo peor del mal y que el mal como un principio de rechazo del
bien tenía su expresión en la conciencia deforme del ser humano. El mal es el
motor que destruye el orden y la armonía (ataraxia) y el ser que lo padece
soplo puede existir totalmente envilecido. Pues en la Ciudad del hombre es
realmente alienante esta conjugación se situaciones y pensamientos como de
procederes, es decir el ser humano vive presa de sus temores a los que les
entrega su libertad y posibilidad de ser feliz (274).
La libertad perdida
termina desapareciendo de la percepción humana. El mal que somos capaces de
generar se manifiesta en las mismas estructuras sociales donde habitamos y en
el entorno racional que sometemos a nuestro análisis y con el que edificamos
nuestra realidad. Agustín contrarresta el mal enunciando las bondades de
Dios y como las Escrituras que nos relatan la dolorosa pasión del Señor también
nos enseñan la razón de su misericordia y amor por la humanidad. Es interesante
como la visión del Hiponense le lleva a seguir lo que es vital en la tradición
eclesial, el valor absoluto de las Escrituras y como desde su primer libre
hasta el último el objetivo fundamental en hablar de Cristo y por ende
revelarlo (275).
Reconociendo el valor
real de nuestra relación espiritual Agustín va más allá de la concepción
platónica, señalando que a Dios nos acercamos por la semejanza espiritual y no
por la perfección corporal (276). Esta relación solo reconoce a Cristo como el
gran mediador entre Dios y la humanidad. De lo anterior desprendemos
parra nuestra praxis qué la verdadera adoración al Señor parte del corazón
cuando este está en orden con las disposiciones de la Palabra y las enseñanzas
de la Iglesia. Esta participación es posible mediante la Gracia que
espiritualiza nuestra relación de semejanza con el Dios revelado. De esta
cuestión asumimos una enseñanza muy particular del Hiponense sobre la
oración y que resume su abordaje Psicológico del problema enunciado: Te
pareces a lo que le oras, si lo haces a la tierra entonces eres tierra, si lo
haces a Dios entonces eres Dios. Es un gran avance para su tiempo
el suponer la plena identidad y configuración de nuestras vidas con la revelación
de Dios, Agustín sin duda está planteando una relación espiritual profunda
donde la impronta de Dios se torna en salvífica (277). Las
Huellas de Dios o sus Vestigias entran categóricamente en esta consideración
porque son en si el reflejo de la acción Creadora de Dios y las estructuras en
las que vivimos nuestra concepción existencial. Las Huellas de Dios son el
reflejo de su doctrina (Agustín) sobre la relación de la Gracia en los
escenarios antropizados donde el creyente vive su Fe y su existencia bajo el
signo de la redención. La procedencia de nuestra voluntad es reflejo
de su interacción con las demás potencias del alma. Definimos
primero la Voluntad porque en ella reside la capacidad de optar y a pesar
de su unidad intrínseca y por ende indisoluble, la voluntad humana es el
principio fundamental de la decisión salvífica en nosotros. El Acto
Creador es Amoroso y Volitivo porque fue en su Santísima Voluntad que Dios lo
dispuso y determinó con el alcance que ni siquiera conocemos (278).
La Fe es el argumento
cumbre de la Civitas Dei, es la razón por la cual el ser humano se mueve hacia
la plenitud de su existencia. Somos por la Fe guardando la
comparación lo que fueron y aún más que los patriarcas y profetas del (A.T)
(279). Aquí el alma es purificada por la acción del Espíritu de Dios en una
relación amorosa plena a lo largo de nuestra existencia, leyendo entre líneas
al Hiponense podemos afirmar categóricamente que incluso los sacerdotes
del (A.T) y todo el pueblo judío se purificaban no por la sangre de los
sacrificios sino en la potencia amorosa de Mesías futuro. Aquí todo depende de
Dios y no de los hombres. Aquí la Gracia es producto de la
escenificación de la entrada del Hijo de Dios en la historia humana, aquí vemos
reflejada su relación amorosa con la Trinidad de Dios, hacia donde deriva todo
lo humano y donde todo lo humano es potenciado en un abrazo amoroso llamado Gracia
(280).
10. DOCTRINA EN TRIPARALELO
O DOCTRINALIA TRIPARALELO.
“El compendiador
de las obras del último PP. latino (Isidoro de Sevilla) Beda el Venerable (281)
exclamó: Después de los Apóstoles no hay en la Iglesia Magisterio mayor
que el de Agustín de Hipona”.
su
concurso en distintas ramas del saber es muy amplio y particularmente atendió a
las necesidades de la Iglesia particular de Hipona (hoy Argelia en el Norte de
África) de la que fue su Obispo, y por ende de la Iglesia universal. Se siente
su influencia en los concilios sucesivos, entre los protestantes históricos
(pleonasmo) se convirtió en el PP. de la Iglesia más
consultado. Entre nosotros el Movimiento de Oxford
tradujo las Confesiones siendo el primer escrito que la Iglesia de Inglaterra
consideró sobre espiritualidad cristiana en las décadas del 30 al 50 del
siglo XIX proveniente de los PP. Sobra también decir que su influjo se sintió
en reformadores como Teresa de Ávila (282) y Juan de
la Cruz (283). Adolf Harnack (284) es quien con
más frecuencia ha hecho hincapié en el papel señero que ha jugado el Doctor de
Hipona. Harnack ha estudiado el lugar de Agustín en la
historia del mundo como reformador de la piedad cristiana y su influencia como
Doctor de la Iglesia. En su estudio de las Confesiones vuelve a lo mismo:
"Ningún hombre desde Pablo es comparable a él" - con la
excepción de Lutero, y añade- "Aún hoy vivimos según
San Agustín, nutridos por su pensamiento y por su espíritu; se dice que
somos hijos del Renacimiento y de la Reforma, pero tanto aquel como ésta
dependen de él." El mitrado inglés W. Cunningham no
es menos apreciativo de la magnitud y perpetuidad de esta extraordinaria
influencia: "La totalidad de la vida de la Iglesia medieval estaba
enmarcada siguiendo líneas que él ha sugerido: sus órdenes religiosas lo
reclamaban como patrón, sus místicos encontraron un tono congenial en sus
enseñanzas, su forma de gobierno era hasta cierto punto la realización de su
descripción de la Iglesia cristiana; en sus varias partes representaba la
puesta en práctica de las ideas que él abrigaba y difundía. Tampoco terminó su
influencia con la declinación del medievalismo ((285): veremos ahora qué tan
cercano está su lenguaje al de Descartes, quien dio el primer impulso a la
filosofía moderna y definió su carácter especial. Solo citamos un
par de comentarios sobre el Hiponense que nos permiten concluir que el Hiponense
posee autoridad normativa en las posturas teológicas cercanas a nosotros. A
pesar de poseer un lenguaje cercano a nosotros y actual en su manera de
conducirse no desconocemos sus equivocaciones las cuales atenuamos si
consideramos que su trabajo se desarrolló hace ya 1500 años. En la
actualidad poseemos recursos que sin duda hacen la diferencia. Brevemente
queremos compartir nuestras reflexiones sobre cuestiones varias en su doctrina
teológica. Son muchas las obras que durante su vida activa el Hiponense
redactó y compartió con sus feligreses en Hipona. Nos queda la sensación de la
necesidad real de interpretar su visión para el posterior desarrollo de
acontecimientos similares a los vividos por él en su natal Hipona bajo la
influencia del decadente Imperio romano. En cuanto a la
crítica de su obra literaria solo podremos decir que su contenido
y redacción como la expresión de su pensamiento le hace actual, opinamos como
muchos que leer a Agustín de Hipona es como leer a autores de nuestro siglo o pasado
reciente, en lo personal pienso que su pensamiento se puede leer con
la facilidad que hemos leído y conocido a Hegel, Heidegger, John
Dewey, Kant, Hooker, Descartes, Leonardo Boff o Kart Rahner, y también
citar al más grande teólogo vivo amante de su pensamiento Joseph
Ratzinger (junto con Leonardo) incluimos a los
anglicanos John Keble, Newman, Eric Mascall, solo para mencionar
algunos y lo interesante es descubrir en sus escritos la huella de este hijo de
África. Su pensamiento se muestra actual e indispensable en cualquier
escuela teológica tanto en Occidente como en Oriente, no hay una sola catedra
teológica que no tenga presente en sus frases y sentencias a este hombre de Fe.
La reforma protestante tomó sus escritos y los digirió, Lutero, Zwinglio,
Calvino, Cranmer, la misma contrarreforma romana, los reformadores de
las ordenes mendicantes más importantes del mundo latino solo para citar, Jesuitas,
Agustinos, Dominicos, Franciscanos, su regla monacal es anterior a Jerónimo,
Benito, Bernardo de Claraval, Romualdo, entre otros. Los
PP. del Movimiento de Oxford, tradujeron las Confesiones buscando
su ruta espiritual. Ahora las universidades bautistas, adventistas es el PP. de
la Iglesia que más consultan. Es junto a Ambrosio, Jerónimo y
Gregorio Magno, los cuatro grandes latinos. Humanistas clave como Erasmo de
Rotterdam era Agustino, el mismo Lutero también. La Iglesia romana
reconoce que la Orden que heredó su pensamiento está a la vanguardia junto a
los Jesuitas en la formación teológica y filosófica de sus religiosos… la
crítica literaria corresponde a su momento como es natural y sus escrúpulos sin
duda se manifestaron particularmente en temas de sexología, pero nada demerita
sus aportes a la vida del bautizado. La forma de escribir es fácil de
comprender y nos invita a profundizar en su pensamiento iluminado. Asociar
su pensamiento al pasado y considerarlo pretérito sería un error grande para
cualquier institución eclesial (286).
EL HOMBRE.
Es visto por Agustín
como la más elevada obra de Dios y dotado de cuanto este necesita para
conocerle y en este proceso admite el conocimiento natural iluminado por la
Gracia. El presupuesto salvífico es absolutamente cristocentrico y el ser
humano como persona creada por Dios conserva su libertad y capacidad de
optar libremente en lo que conocemos como Libre Albedrio. Es parte de la
creación y se encuentra inserto en la naturaleza de la cual es el mayor pensante,
pero sin perder su connotación singular.
Es la causa por
la cual Cristo se Encarnó y le elevó a la condición de hijo adoptivo de
Dios. Conservamos nuestra Imagen y Semejanza con Dios Trinidad en
la expresión de nuestra racionalidad. Sobre la sexualidad se presenta
dificultades ya que Agustín conserva el influjo platónico sobre el cuerpo y
lo ve como un obstáculo en el desarrollo de una vida salta.
Acepta la existencia de
las potencias del alma y las empleará posteriormente para tratar el tema de
la Trinidad Divina, aduciendo la inseparabilidad esencial entre ellas
(Memoria, Voluntad, Entendimiento).
Considera al ser humano
como sujeto de salvación por la obediencia a Cristo en su Iglesia. Asume la
importancia esencial de nuestra racionalidad la que observa concretamente
como la forma de nuestra existencia.
La antropología
trascendente del Hiponense sitúa al ser humano en lo más elevado de la
obra de Dios. No le concede el absoluto dominio sobre la creación porque
considera que este tiene responsabilidad al contaminarla con sus pecados
estructurales. Es una manera de decir que el pecado de la humanidad se siente
decadente en medio de la creación y que tanto ella como nosotros necesitamos
de la Gracia en el plan salvífico de Dios Padre cuya Voluntad salvífica y por
ende reconciliadora se intima en la misión de su Hijo Jesucristo.
La trascendencia es
necesaria en la sublimación integral de la existencia humana y más de los
bautizados como correligionarios.
Agustín ve la persona
humana en una constante búsqueda de la verdad que es Dios y la necesaria
realización de esa perfecta verdad es la salvación de cada ser humano.
Ciertamente, Agustín pensaba como los estoicos que las operaciones de la dimensión
apetitiva del alma se las puede sujetar a un señorío mediante la voluntad.
Sin embargo, siguen estando sujetas a reacciones completamente espontáneas.
En ocasiones, el surgimiento de determinadas emociones, como la libido, no
pueden ser totalmente controladas; pero al mismo tiempo, ello no significa
que lleven automáticamente a una persona a comportarse de cierta manera, pues
la gente puede voluntariamente consentir o rehusar la incitación de una
determinada emoción, e incluso repelerla de manera más activa que el simple
rehusarse a secundarla mentalmente. La connotación del alma es
particularmente importante en cuanto a la voluntad de la persona.
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LA
PREDESTINACIÓN.
Defiende esta doctrina
que levanta todavía grandes escozores entre algunas iglesias
protestantes. Dentro de la libertad absoluta del ser humano
reconoce Agustín que ni la más evidente de esta podrá sobrepasar el plan de
Dios, es una declaración de Fe sobre el gobierno de Dios en la vida de la
persona humana. No está condenando la existencia y muchos menos la Gracia a
un actuar condicionado o supeditado a las emociones y raciocinios humanos,
más bien ve la necesidad de asumir que por sobre cualquier determinación de
nuestra parte siempre predominará la Voluntad de Dios en su expresión absolutamente
salvífica.
No estamos condenados a
la libertad sino en posesión de la esperanza salvífica disponible para la
humanidad en todas las épocas y estadios de madurez.
Dios libremente nos
llama y libremente nos redime. Agustín no condiciona la promesa y mucho menos
la acción salvífica de Dios Trinidad.
Ser libres implica que
la libertad es vivida por la Gracia de quien toma forma y fundamento, quien
no posee la Gracia en su vida será esclavo del mundo y sus propuestas. La
seducción del ser libres sin fundamento en Cristo es mera ambición sensorial.
En esta expresión rechaza la influencia del destino por considerar esta
expresión enclavada en la autosuficiencia humana y no en la riqueza de Dios y
su amor por nosotros.
La predestinación no
supone un desechar la libertad y como dirían los existencialistas una condena
ineludible el ser humano, pues el misterio salvífico que supone la predestinación
cuanta con la vocación y voluntad salvífica por la Gracia en cada bautizado.
Dios no está obligado y
tampoco lo está el ser humano y la realidad creada por el ser humano es
fruto de su interacción con el mundo y sus criaturas y también en estos escenarios
la Gracia actúa en Voluntad amorosa del padre que es lo mismo que decir
salvación.
Para el Hiponense un misterio
que solo desde la Fe es posible abordar y enfatizar en la absoluta libertad
amorosa de los hijos de Dios “Ama y haz lo que quieras” entronca
con toda la realidad humana posible. No es solo una expresión
liberadora sino también la fundamentación de toda liberación humana. El amor
libera porque es el nexo con el Dios revelado.
La encrucijada
antropológica está precisamente en la concepción de una realidad material
asumida e interpretada por el hombre en el medio de su propia historia, de
una historicidad que no cuenta solo sus acciones y las del medio o habitad,
sino también la interpretación de lo sublime en su realidad
percibida. La carne y la mente se unen hipostáticamente y a sí mismo perciben
la realidad y su entorno.
La afectación
del entorno es producto precisamente de la relación esencial entre la
materia y el espíritu.
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LIBRE
ALBEDRIO. La obra de Libero Arbitrio,
es determinante en la teoría del conocimiento y la axiología que el Hiponense
vive de cara al Dios revelado.
La libertad en el ser
humano es fundamental para aceptar a Dios y por ende la salvación, no somos
seres predeterminados y nuestras cadaunadas también necesitan ser reconocidas
por la Gracia. No es posible hablar de salvación evitando la exposición
dialéctica del Libre Albedrio, solo cuando eres verdadera y auténticamente
libre y en dominio de tu ser puedes optar esencialmente por Cristo…
Estar en posesión
del ser pleno antropizado nos implica desde luego tener la posibilidad de
concretar la realidad a partir del ser libre y vivo por la Gracia.
Ser libres es determinante según
la naturaleza racional que hemos recibido y ese conocimiento natural son
potenciados por Dios. El Acto Humano es el ejemplar más expresivo de
esta condición. La intencionalidad se anida hábilmente en nuestras conciencias
y solo Dios tiene acceso a ella. Guardando las proporciones con el presente
diremos que es la denominada “caja negra” de una aeronave, en dicha caja
se guardan todas las informaciones del vuelo y estado de la máquina. Como
quien dice solo en ella de ser necesario está contenida la información que es
relativa a su funcionamiento intrínseco como aeronave.
Para el Hiponense Cristo
es el modelo de nuestra libertad hacia Él debemos tender. La racionalidad es
pues según lo dicho anteriormente la Causa Eficiente de nuestro Libre
Albedrio.
Ser libres implicará
que las acciones y su intencionalidad también lo sean, es pues, una formula
metafísica el suponer la libertad más allá de los condicionamientos de nuestra
naturaleza limitada, pero la presencia de Dios es la fuente de toda capacidad
de autodeterminación.
El bautizado vive en el
mundo construyendo realidades bendecidas y todas ellas proclives a la
salvación, el mundo es un escenario donde el creyente vive su filiación
adoptiva como hijo de un mismo Padre Dios.
La esencia de nuestra
libertad se ajusta a nuestra connotación y esencial racional, el auto
reconocernos dueños de la vida y el presente es una manifestación del
albedrio puesto por el Creador en nosotros. Pues en el Hiponense es esencialmente
optativo el camino que tomemos para suponer la realización plena. Pero solo
en Dios se es auténticamente libre y bien intencionado.
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SOBRE LA
RELIGIÓN.
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SERMONES Y
EPISTOLAS.
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SOBRE LA
AMISTAD.
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Agustín considera desde
sus más profundas reflexiones que la Religión Católica entendida en el
presente desde su universalidad doctrinal es el fundamento y principio
de todas las confesiones cristianas, de allí su radicalidad sobre la salvación.
Frases como “fuera de la Iglesia no hay salvación” no pueden ser
comprendidas fuera de esta universalidad a la que están llamados todos los
que conocen a Cristo y conocerán por la obra misionera de los cristianos.
Esta universalidad es clave para entender la unidad entre los bautizados.
No estamos argumentando
cosa distinta a su convicción sobre la universalidad de nuestra confesión de
Fe, tengamos presente que como episcopales-anglicanos, estamos movidos por el
ser de nuestra catolicidad la cual es exaltada cada domingo cuando acudimos
al símbolo de Nicea… Axiomáticamente podernos decir utilizando el modelo
paradigmático del franciscano Duns Scotto: La obre de Cristo es
universal, la necesidad de salvación también, luego la Iglesia debe ser universal.
Para el Hiponense la
preeminencia de la Iglesia reposa en el mandato del propio Cristo de “ir a
bautizar y consagrar a las Divinas Personas a los nuevos creyentes” no es una
postura soberbia sino coherente con la universalidad el mandato, y si este
encargo es universal el vehículo para lograrlo también deberá serlo.
La religión como
sistema de creencias es definitivo en la consecución de una espiritualidad
bien edificada y movida por contenidos aterrizados y
ejemplarizantes. Hoy como hace siglos el papel formativo
define junto a la espiritualidad el tipo de institución educativa deseada y
buscada.
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Su labor fue desde la
formación al pueblo cristiano, Agustín nos enseñó que la formación es vital
para el desarrollo doctrinal y para todo acuerdo programático y plan de
trabajo en la vida de la Iglesia y sus iglesias particulares (Diócesis) sin
formación nos podremos encontrar navegando en un mar oscuro y sin ruta
alguna.
Todos sus sermones y
cartas obedecían a una necesidad grande en la vida de la Iglesia y
particularmente de su Diócesis nos referimos a Hipona. El carácter de una
formación metafísica supone que sus conocimientos van más allá que las
letras para instalarse en la sique del creyente que edifica su andamiaje
espiritual precisamente con el conocimiento de las cosas de Dios.
La cultura formativa de
Agustín fue modelo de la Iglesia universal, como Obispo tenía la
costumbre de reunir cada semana a su clero para compartir el pan de cada día
y la palabra. De esta forma los vínculos del clero con su Obispo eran muy
poderosos porque Agustín no era el “jefe infalible” sino el
maestro, amigo y hermano en la Fe de allí encontramos su expresión: Con
ustedes soy cristiano, entre ustedes soy Obispo. Estos principios los
compartía celosamente con sus hermanos y con sus feligreses de Hipona.
Es interesante que
precisamente su manera de enseñar le llevó a expresar la necesidad de
educar al pecador y no rechazarle. Esta postura amplia la estela salvífica al
centrar nuestra respuesta en el influjo de la Gracia.
Agustín asume un rol
determinante en la educación teológica de la Iglesia y esa postura le permitirá conocer
su realidad esa misma que se percibe bajo las categorías doctrinales y como
enfrentar los sucesos del tiempo sin perder la esencia de la misión eclesial.
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En el esquema doctrinal
donde el Amor fue convertido en la realidad esencial de nuestra existencia
racional y sobrenatural, el Hiponense habla sobre este amor que se conoce en
expresiones según la naturaleza de la relación, por esta razón el Hiponense
como decíamos en otro apartado hace distinción entre el amor filial, el
esponsal y la amistad, esta distinción nos permite ver el valor esencial de
la relación que el ser humano entabla con quienes le rodean.
Amamos a Dios en
el contexto del amor filial de Aquel que nos ama como sus
hijos adoptivos, de Aquel que siendo Dios mira con amor a la
criatura redimida, ese amor es al que estamos llamados a vivir plena y
perfectamente de allí si expresión categórica: Tú Señor nos hiciste
para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti. Es
pues evidente la naturaleza de este amor. Un amor de esta magnitud solo puede
ser perfecto en su presencia, es el camino de nuestra razón de ser y existir,
se convierte en una gracia de índole escatológica.
El amor
esponsal, es el que corresponde a la pareja a los esposos cuya vivencia
se sublima y eleva al grado de castidad perfecta cuando son
los esposos los que se aman. Los esposos son modelo de Cristo y su Igelsia y
entre ellos solo puede existir al amor que les une y dona el uno al otro
siempre en todo momento y circunstancia.
El amor amistad, es
aquel cuya generosidad no depende de la sangre o el vínculo familiar o
esponsal, es el amor por los amigos que rompe todo paradigma de entrega y
donación, dice el Hiponense que es vital amar a quienes están a nuestro lado como
amigos y como hermanos, solo para recordar su amistad tan estrecha con
Posidio y Alipio.
En estas formas de amor
se manifiesta la Gracia de Dios que hace de cada experiencia algo autentico y
real y por ende redimido en Cristo: El amigo que nunca falla.
(287-288-289).
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(11). LAS CONFESIONES Y LAS RETRACTACIONES.
Tener
presente: Las confesiones son sin duda una
obra literaria resultado de la profunda Autognosis del
Hiponense, que no es otra cosa que su profundo conocimiento de sí
mismo.
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La obra del Hiponense posee dos
estadios de madures académica y espiritual que le permiten desnudar su ser
interior y ajustarse a su propia conversión. Las Confesiones no
solo contienen las reflexiones de su espiritualidad y Fe en el Dios revelado,
sino que en medio de sus polémicas ellas son el fruto de las meditaciones sobre
todos y cada uno de los temas que trató desde la academia. Ellas muestran su
ser interior y en qué manera vivía su Fe. Ellas permitieron al hombre hablar de
sus debilidades y exaltar sus fortalezas en Cristo, el ellas el Hiponense
retrata lo que fue su vida no a manera de biografía sino de reflexión salvífica
mostrando progresivamente el influjo de la Gracia en sus actuaciones. En
esta obra Agustín muestra el ser interior que luchó contra sí mismo buscando la
razón de su existencia y la meta de sus anhelos. Cuando las hemos leído nos
queda la sensación de estar ante una gran confesión de Fe que se vivió por
etapas a lo largo y ancho de su vida como pagano y luego como bautizado, ese es
el Agustín que buscaba incansablemente la belleza de su existencia como el
llamará muchas veces el orden dado por Dios. Un Dios que se reveló en su vida y
no podríamos dejar fuera las palabras en Milán (en hostia tiberina), él Toma
y Lee incansable que asumió como el motor de su genial
trabajo, toma y lee la Palabra de Dios, toma y lee la
situación del ser humano en su mundo, toma y lee el valor de
las Escrituras inspiradas… Las discusiones santas con Ambrosio obispo
de Milán, y mucho antes las polémicas maniqueístas, luego de años de
ministerio aparece el tema cuestionante de Arrío y Pelagio,
Donato también y el africano toma su arsenal de Fe y academia para entrar en
defensa de la Iglesia local y universal. Es curioso cómo nos dice que de joven
aborrecía el griego y que como es natural se inclinó por el latín, leyendo a
los grandes clásicos que marcaran su vida.
Agustín es absolutamente
y radicalmente cristocentrico y en la confluencia del término podremos también
denominarlo como totalmente teocéntrico y teónimo, su experiencia con Cristo
toca al padre Dios y a su Espíritu guardando la dicha del misterio Trinitario
que tanto le robo el sueño durante toda su vida. La razón de esta Fe conversada
es precisamente que se enriqueció con su experiencia y meditación, no es la Fe
del Hiponense una experiencia quieta o estrictamente individualista, es
expresión de su sentir eclesial y ministerial. Su corazón caminaba
de la mano con la razón y sus argumentos de allí se desprende su sentencia: Que
lo que creemos por Fe sea sometido a la razón, no es una
praxis emocional sino intelectiva y amorosa. Es amar y saber del porqué de
nuestro amor, y como el mismo lo dirá en el Dios que se muestra para que
viéndole creamos en Él.
A ti es a quien
se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe
llamar: así; así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén. Con
estas palabras culmina su obra de las Confesiones. Sin leerlas y meditarlas
difícilmente conoceremos al hombre detrás de las enseñanzas. Al ser humano y
su Fe en el Dios vivo y revelado.
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Por lo anterior hemos
tomado lo primero y ultimo de su obra las Confesiones para ilustrar la dinámica
inicial de su expresión de Fe y como al final conserva toda su riqueza y valor. Porque
nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti
(quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te) es
en Dios donde encuentra el Hiponense la razón de todas sus búsquedas y lo hace
existencialmente de lo contrario su vida no tendría sentido fuera de su verdad
la unica y autentica verdad del Dios manifestado en amor y por amor (290). Las
Confesiones son pues el compendio de sus motivaciones y verdades tanto buscadas
como encontradas y todas ellas le llevaron a Dios. Agustín estableció
un principio esencial al asumir que la búsqueda de Dios era el todo de su
existencia y no se contentó con encontrarlo, sino que materializó su Fe al
vivirlo. Las peripecias que vivió son también parte de su incansable búsqueda y
la paz que finalmente alcanzó contrató con la invasión a su entrañable
Hipona. Justo en ese tiempo de asedio falleció el Hiponense y su
legado se quedó en la sique eclesial por definición, su magisterio tomó forma
con el correr de los años a lo que es hoy una realidad escrita y pensada en
todo el ámbito de la catolicidad. La Fe una vez más sale al encuentro del batallador e
incansable Agustín de Hipona, una Fe siempre nueva y dispuesta a continuar
conociendo y amando para tener noción cierta de donde y como depositó su
amor. El Yo íntimo de la Fe del Hiponense, ese Yo que se materializa
en su voluntad cognoscible puede y debe convertirse en un
objeto filosófico y fundamento de su habilidad dialéctica, no es solo
su declaración de Fe sino y sobre todo la posibilidad de someter lo conocido a
su influjo, luego, según lo expuesto las Confesiones son manifestación de su
intelecto. El filósofo sale a relucir en las disertaciones de su obra porque
se mantiene firme a sus convicciones y modos de vivenciar la Fe revelada.
Es pues, la certeza de su pensamiento el que le permitirá analizar de
forma introspectiva su pensamiento de cara a la verdad ya encontrada
(291).
La meditación no está
confinada a una mera experiencia mística, ni a una visión solitaria del hombre respecto
del ser-divino, sino que, al contrario, en Agustín destaca una nota
original al plantear la posibilidad gnoseológica de un coloquio con
Dios en el marco de un contexto que hoy se conoce como intersubjetividad. Así,
se piensa sobre las posibilidades de obtener la felicidad para todas
las criaturas humanas y para el devenir del colectivo, pero se hace
desde la interfaz que genera la conversatio (conversación) con
Dios y su designio de sabiduría en el alma; co-extensivamente, se
proyecta la historia misma de la humanidad a partir de ese eje, prueba de ello
son sus conexiones con la Filosofía de la Historia representada por algunos de
sus célebres textos, como sucede con De Civitate Dei, donde el centro de
la cuestión es una suerte de pensamiento utópico cifrado por la presencia
totalizante de su objeto de estudio, Dios. La meditación, entonces, es la clave
genealógica desde la que se puede comprender el proyecto ético agustiniano
(292).
Las Confesiones
caminan entre los mundos establecidos por su mente de acuerdo a la respuesta
vivencial de su Fe, nos referimos por un lado al conocimiento de su entorno
somático donde teje sus historias de amor y desamor y por otro la vivencia de
su inquieto corazón por encontrar la verdad. Una realidad tal con estos ingredientes
solo puede ser decantada en la meditación profunda de sus acontecimientos y
direccionar su realidad. Quien más que Agustín que vivió en la búsqueda
insaciable del conocimiento por largos años. Agustín problematizó su contenido
para despejar sus interrogantes, siguió su método filosófico para clarificar la
finalidad de las mismas. Las Confesiones no son un “diario rosa” más
que el día a día lo que figuran en sus páginas son las reflexiones de un alma
en sed de Dios permanentemente. La moralidad que encontramos en
sus líneas nos muestran al hombre seguro de sus acciones y también de las
implicaciones de estas, es aquí donde el ser humano representado en sus
vivencias se convierte en un “auténtico milagro”
que sabe buscar a Dios y cuando lo encuentra aplica la formula evangélica “ de
vender todo para comprar la tierra y apoderarse de su tesoro” pues ese tesoro
es Dios revelado en la historia y en el alma de los creyentes y de todo ser
creado que con amor verdaderamente le busque porque no miente el profeta cuando
dice de parte de Dios: “me dejaré encontrar de vosotros”
(Jeremías capítulo 29 versículo 14). Es pues el milagro en la vida
el creyente cuando Dios permite ser encontrado y revelado como cuando el
Bautista revela a Jesús para sus discípulos que inmediatamente lo dejaron y
caminaron en pos del Señor (293). Esta importante obra la
ubicamos en el año 400.
Grandes eres, Señor, y
muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y
pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el
hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su
pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo,
quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le
estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has
hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia
fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te) Dame,
Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es
antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te
conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra.
¿Acaso, más bien, no habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y cómo
invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les
predica? Ciertamente, alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le
buscan le hallan y los que le hallan le alabarán. Que yo, Señor, te busque
invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te
invoca, Señor, mi Fe, la Fe que tú me diste, que tú me inspiraste por la
humanidad de tu Hijo y el ministerio de tu predicador.… Pues ¿qué es
entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino el Señor Dios? ¿Y qué Señor
hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro Dios? Sumo, óptimo,
poderosísimo, omnipotensísimo, misericordiosísimo y justísimo; secretísimo y
presentísimo, hermosísimo y fortísimo, estable e incomprensible, inmutable,
mudando todas las cosas; nunca nuevo y nunca viejo; renuevas
todas las cosas y conduces a la vejez a los soberbios, y no lo saben; siempre
obrando y siempre en reposo; siempre recogiendo y nunca necesitado; siempre
sosteniendo, llenando y protegiendo; siempre creando, nutriendo y perfeccionando;
siempre buscando y nunca falto de nada. Amas y no sientes pasión; tienes
celos y estás seguro; te arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás
tranquilo; cambias de acciones, pero no de plan; recibes lo que encuentras y
nunca has perdido nada; nunca estás pobre y te gozas con las ganancias; no eres
avaro y exiges intereses. Te ofrecemos de más para hacerte nuestro deudor;
pero ¿quién es el que tiene algo que no sea tuyo? ¿Pagas deudas sin deber
nada a nadie y perdonando deudas, sin perder nada con ello? ¿Y qué es cuanto
hemos dicho, Dios mío, vida mía, dulzura mía santa, ¿o qué es lo que puede
decir alguien cuando habla de ti? (¿aut quid dicit aliquis, cum de té
dicit?) Al contrario, ¡ay de los que se callan acerca de ti!, porque no
son más que mudos charlatanes (294).
Nosotros, pues,
vemos estas cosas, que has hecho, porque son; más tú, porque las ves, son.
Nosotros las vemos externamente, porque son, e internamente, porque son
buenas; más tú las viste hechas allí donde viste que debían ser hechas.
Nosotros, en otro tiempo, nos hemos sentido movidos a obrar bien, después que
nuestro corazón concibió de tu Espíritu; pero en el tiempo anterior fuimos
movidos a obrar mal, abandonándote a ti; tú, en cambio, Dios, uno y bueno,
nunca has cesado de hacer bien. Algunas de nuestras obras, por gracia tuya, son
buenas; pero no sempiternas: después de ellas esperamos descansar en tu grande santificación.
Mas tú, bien que no necesitas de ningún otro bien, estás quieto,
porque tú mismo eres tú quietud. Pero ¿qué hombre dará esto a entender a
otro hombre? ¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A ti es a
quien se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se
debe llamar: así; así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén.
(295).
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Las Retractaciones obedecen
a su deseo de clarificar conceptos que antes en sus obras expresó el Hiponense
con algún grado de dificultad o simplemente desea cambiar una u otra postura
con relación a su pensamiento, es pues, el uso racional y consciente de la
lógica de sus ideas (296). Escritas al final de su existencia terrenal entre
los 426 y 428. Cronológicamente el Hiponense analiza su obra como lo
expresábamos arriba (296). No se trata de una profundización en su pensamiento
sino de un análisis positivo de las circunstancias en las que inicialmente
hacia sus trabajos teológicos. Es muy factible al leer estos dos libros donde experimentemos
la certeza de un segundo análisis, pero en realidad solo pretendía aclarar su
pensamiento ante algunas ideas cambiantes que podían influir su estadio y
madurez espiritual como emocional (297). La reflexión se plantea en la misma
línea histórica de todos sus escritos. En todo su trabajo final no encontramos
dificultad alguna que afecte la forma y contenido de su empresa teológica, es
más que toda consideración la necesidad humana de estar completamente seguros
de haber expresado conforme a la voluntad. Para no olvidar que el
tiempo puede clarificar como afirmar alguna tesis cuyo componente Psicológico deba
aun superar estadios iniciales en la profundidad de sus ideas (298).
Su método desarrolla toda
una propuesta filosófica que como teoría del conocimiento interioriza sus ideas
al punto de gestar una interpretación condicionada por la fenomenología e
inmanencia de esta, es decir, nada de lo corregido es tan importante que
pudiera cambiar la concepción y naturaleza del concepto en el que fue
expresado. La naturaleza de las ideas Agustinianas es siempre la misma. La
base académica reposa sobre la indagación de la Fe. Aquí la academia
no es solo ideas y conceptos encontrados en su devenir histórico, es la
intuición del alma que reposa en su Fe y partiendo de su Fe conoce y se
interroga sobre lo conocido. La visión antropológica de su
pensamiento se nutre de la experiencia humana y es precisamente la experiencia
humana la que es sometida a su análisis final, más no así su Fe en el Dios
Trinidad. La fuerza de las ideas en el Hiponense es el fiel
reflejo de su mentalidad inquisitiva y deseosa de saciarse en la unica fuente
real de conocimiento supra, nos referimos a Dios. En cuya Gracia el ser
humano encuentra todo lo que necesita para entender y vivir la realidad de
su entorno y que decir de su componente intuitivo que revela aún más de lo que
el corazón y la mente inquieta apetecen. Así y de esta forma la
academia era un platillo delicioso para el Hiponense.
La inquietud es fruto de
su Fe y esta se vive a un nivel existencial que determinará en Agustín la
noción fundamental de bienestar y felicidad. No un encuentro dialéctico con la
realidad material desprovista de Gracia sino un conocer el entorno y su
componente descriptivo desde la fundamentación de su Fe. La Gracia mueve toda
su experiencia de conocimiento al plano mismo de su realidad cognitiva, Dios revela
en los bautizados su Voluntad y lo hace pensando en la salvación de la persona
humana. Si estamos afirmando la Voluntad de Dios entonces nos
referimos a la historia donde su Voluntad que se manifiesta y encarna,
luego el Verbo de Dios entró y santificó cada segundo que llamamos historia
sea en el pasado o presente. Los eventos son en sí salvíficos desde cualquier
connotación por donde les abordemos, Dios no vive la historia la
piensa y esta es, la relación salvífica en este orden nos dice
que la salvación, si bien, es puntual e histórica está delante de Dios incluso
antes de la misma creación en el tiempo y la materia (299). Es
histórica porque está en el tiempo pero no por sobre la verdad revelada de
Dios.
OBRAS DE AGUSTIN
EN ORDEN CRONOLÓGICO.
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86....................Contra
los académicos
386....................La vida feliz 386....................El orden 387....................Soliloquios 387....................La inmortalidad del alma 387-88...............La dimensión del alma 387-91...............La música 388....................Las costumbres de la Iglesia y la de los maniqueos 388-90...............Comentario al Génesis contra los maniqueos 388-95...............El libre albedrío 389....................El maestro 389-91...............La verdadera religión 389-96...............Ochenta y tres cuestiones diversas 391-92...............Utilidad de la fe 391-92...............Las dos almas del hombre 391-92...............Actas del debate contra el maniqueo Fortunato 393....................La fe y el Símbolo de los apóstoles 393....................Comentario literal al Génesis, incompleto 393-96...............El sermón de la montaña 393-96...............Salmo contra la secta de Donato 393-96...............Réplica a Adimanto, discípulo de Manés 393-96...............Exposición de algunos textos de la carta a los romanos 393-96...............Exposición de la Carta a los Gálatas 393-96...............Exposición incoada de la Carta a los Romanos 393-96...............Carta 28 a Jerónimo 394-95...............La mentira 394-95...............La continencia 396-97...............Cuestiones diversas a Simpliciano 396-97...............El combate cristiano 396-97...............Réplica a la Carta de Manés, llamada "del Fundamento" 396-97...............La Doctrina Cristiana 397-400.............Cuestiones de los evangelios 397-400.............Anotaciones al libro de Job 400....................La catequesis a los principiantes 400....................Las confesiones 400....................Réplica a Fausto, el maniqueo 400....................Concordancia de los evangelios 400....................El trabajo de los monjes 400....................La fe en lo que no vemos 400....................Réplica a la carta de Parmeniano 400....................Tratado sobre el bautismo 400....................La bondad del matrimonio 400-401..............La santa virginidad 401....................Réplica a las cartas de Petiliano 402....................Carta a los católicos sobre la secta donatista (la unidad de la Iglesia)
400-416..............La
trinidad
401-415..............Comentario literal al Génesis 404....................Actas del debate con el maniqueo Félix 405....................Naturaleza del bien 405-406..............Respuesta al maniqueo Secundino 405-406..............Carta 82, a Jerónimo 406....................Réplica al gramático Cresconio, donatista 406-411..............La adivinació diabólica 408....................Carta 93, a Vicente Rogatista 408-409..............Seis cuestiones contra los paganos (carta 102.)
409....................Carta
108, a Macrobio
410....................Carta 118, a Dióscaro 410....................Carta 120, a Consencio 410....................El único bautismo (Réplica a Petiliano) 411....................Resumen del debate con los donatistas 412....................Mensaje a los donatistas después del debate 412....................Carta 137, a Volusiano 412....................Carta 138, a Marcelino 412....................Carta 140, a Honorio 412....................Consecuencia y perdón de los pecados y el bautismo de los niños. |
412....................El
espíritu y la letra
413....................La fe y las obras 413....................Carta 147 (la visión de Dios), a Paulina 413-426..............La Ciudad de Dios ( 1º libros 1-10) 413-426..............La Ciudad de Dios ( 2º Libros 11-22) 414....................La bondad de la viudez 414....................Carta 157, a Hilario 415....................La naturaleza y la gracia 415....................La perfección de la justicia del hombre 415....................Naturaleza y origen del alma 415....................Carta 167, a Jerónimo 415....................A Orosio, contra los priscilianistas y origenistas 391-415..............Comentarios a los salmos (1º): 1-40 391-415..............Comentarios a los salmos (2º): 41-75 391-415..............Comentarios a los salmos (3º): 76-117 391-415..............Comentarios a los salmos (4º): 118-150 416-417..............Tratados sobre el Evangelio de San Juan 1-35 416-417..............Tratados sobre el Evangelio de San Juan 36-124 416....................Tratado sobre la Primera carta de San Juan 417....................Las actas del proceso a Pelagio 417....................Carta 186, a Paulino 418....................La gracia de Jesucristo y e; pecado original 418....................Carta 194, a Sixto 418....................Sermón a los fieles de la Iglesia de Cesárea 418....................Actas del debate con el donatista Emérito 418....................La paciencia.
419....................Las
uniones adulterinas
419....................Cuestiones sobre el Heptateuco 420....................El matrimonio y la concupiscencia 420....................Réplica a las dos cartas de los pelagianos 420....................Contra la mentira 420....................Réplica a Gaudencio, obispo donatista 420....................Réplica al adversario de la Ley y los Profetas 421....................Réplica a Juliano 421....................Manual de fe, esperanza y caridad (Enquiridion) 421....................La piedad con los difuntos 422....................Respuestas a las ocho preguntas de Dulquicio 423....................Carta 211 426-427..............La gracia y el libre albedrío 426-427..............La corrección y la gracia 426-427..............Las revisiones 427....................Carta 217, a Vidal 427....................Espejo de la Sagrada Escritura 428....................Debate con Máximo, obispo arriano 428....................Réplica al mismo Maximino, arriano 428....................Las herejías, dedicado a Quodvuldeo 428....................Tratado contra los judíos 428-429..............La predestinación de los santos 428-429..............El don de la perseverancia 430....................Réplica a Juliano, obra incompleta, libs. 1-3 430....................Réplica a Juliano, obra incompleta, libs. 4-6 386-430..............Cartas: 1-123 386-430..............Cartas: 124-187 386-430..............Cartas: 188-270 y otras .........................Sermones 1-50 .........................Sermones 51-116 .........................Sermones 117-183 .........................Sermones 184-272B .........................Sermones 273-338 .........................Sermones 339-396.
(300).
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12. AGUSTÍN EN EL
PRESENTE TEOLÓGICO DE LA IGLESIA.
La reflexión del
hombre y creyente encuadra perfectamente en nuestro tiempo, la doctrina que
durante siglos hemos defendido y vivido como enseñado no posee parangón
distinto al Magisterio y Tradición de la Iglesia. El reflejo de su obra se pone
de relieve en cada discusión que en el presente tenemos y sobre las cuestiones
que deliberamos, la ruta argumentativa nos deja en posibilidad deber al
Hiponense manifestarse en el Dogma y su construcción, en una universalidad que
nos toca e infunde su aliento. Con el Doctor de la Gracia aprendimos a ver
la Iglesia y sus enseñanzas más allá de cualquier concepción
particular o regional, a ver precisamente su contenido bajo el signo amplio de
su universalidad. Si bien sus escritos se dirigieron pastoralmente a su
Diócesis o iglesia particular también es muy cierto que su pensamiento amplió las
categorías de respuesta ante las necesidades de la Iglesia universal. Queda
en nosotros la necesidad de tomar conciencia sobre la universalidad de nuestra
Fe y el valor intrínseco en esa vivencia de la misma Iglesia (301). No
somos una Iglesia como institución distinta a la misma de los Apóstoles y PP.
de la Iglesia, somos una expresión local de la Fe católica, esto último tomó
fuerza en Hooker y fue rescatado por el propio Movimiento
de Oxford, la visión totalizante de nuestra Fe nos debe llevar a
apreciar los presupuestos reflexivos de los PP. de la Iglesia como fundamento
de las concepciones en las que definimos nuestra identidad ministerial.
La Iglesia se convierte
en un Dogma cuyo discurso es salvífico y no solo podemos verla como en algunas
partes de la Comunión y nuestra Provincia, simplemente como una
institución plena en autonomía, pues los seremos administrativamente pero no
eclesialmente cuya Fe es Una y no se puede dividir por provincias, la unicidad
de la Fe en el Resucitado es el gran patrimonio de Agustín junto con su
inquebrantable amor por la Iglesia, cuyas expresiones eran osadas para su
época. “Los maniqueos decían que había que creer obligatoriamente en
la verdad de la doctrina de un tal Maní, pero Agustín sale al paso y dice que
su Fe es gracias a la Iglesia quien le enseñó a conocer a Cristo y le otorga la
preeminencia en su vida como cristiano al afirmar la obligatoriedad de
esta gracias a la Iglesia” es pues, un claro ejemplo de su amor
coherente por la Iglesia y su profundo amor y respeto por sus enseñanzas “
Creo en Cristo y en su Palabra porque me lo enseña la Iglesia” pensamientos
que caen muy bien en nuestro hoy cuando precisamente la Iglesia la han querido
convertir en un lugar de encuentro tanto ideológico como en la concepción
netamente antropizada de nuestra presencia en ella (302).
No hay concepción
antropológica que no vea las huellas de la conciencia Agustiniana o exposición
dogmática que no reconozca sus aportes concretos. El Agustinismo,
hace rato dejó de ser patrimonio de las Ordenes que el inspiró para convertirse
en valor ineludible de la Teología universal y de los buscadores de la verdad
racional, esa misma revelada por la Gracia y Voluntad de Dios. Creer implica el
análisis consciente de las verdades conocidas y amadas. La Fe
según la propia experiencia del Hiponense se constituye desde su conocer y
dimensionar la Sabiduría de Dios entregada como uno de sus más excelsos dones
al ser humano inquieto por amar lo que conoce, es nexo fehaciente con
la racionalidad de nuestra propia creencia (303).
El discurso teológico del
Hiponense se constituye en suficiente argumento en el desarrollo dogmático de
la Iglesia universal, relaciona eficientemente la realidad revelada con el
componente salvífico que materializa por medio del Dios Amor Joanico,
de un Dios que revelado constantemente muestra predilección por la humanidad
convirtiendo nuestra existencia en su perenne justificación. No se escapa nada
de su consideración ya que el Amor es la manifestación comunicativa de la
Trinidad de Dios tanto en su Inmanencia como en la Economía salvífica, Agustín
hace confluir estas dos realidades del Ser Divino bajo
un solo nexo o conector y en este caso nos referimos al amor. Agustín
desambigua toda posibilidad de amar en la dinámica salvífica y lo transforma en
la realidad perceptible aun desde nuestra condición antropizada. Su componente
epistemológico se funde con la experiencia personal del amor siendo más que
subjetiva la razón objetiva de nuestra existencia, supera aquí intuitivamente a
la Teología brillante que aparecerá 800 años después de su
muerte. Es pues fundamental para nosotros la comprensión de esta realidad
que le permitirá hacer de su enseñanza combustible de su propia vivencia
espiritual (304). Las Retractaciones son un esfuerzo de la
mente Agustiniana por afrontar escenarios más enriquecidos para su doctrina y
sobre todo para responder al tiempo en el que proceden sus
reflexiones con el concepto espiral de la historia de su dialéctica. No
hay un solo acontecimiento que no trascienda su propia necesidad. Esa parece
ser la consigna de esta obra y de su esfuerzo por recopilar ideas y someterlas
al juicio acertado de su razón (305).
La Iglesia Episcopal y en
general la Comunión Anglicana ha continuado en las
enseñanzas apostólicas de tal manera que sus conceptos son probados a la
luz de la tradición y el magisterio eclesial. Existe la idea firme de un corpus
eclesial dogmático nutrido de los concilios universales y sometidos al imperio
necesario de la razón que se interroga y concluye desde la experiencia de la
Fe. Agustín es el nexo entre el pasado y el presente con todo su contenido
intuitivo de actualidad. Es pues, un visionario en el tiempo de los Santos
PP. de la Iglesia y un pionero en el Humanismo teológico de nuestro hoy
histórico concreto. La dialéctica Agustiniana se mueve en la
esfera de la libertad de los hijos de Dios, pero del componente de la Gratuidad
salvífica (306). Su capacidad para ubicar en la historia la reflexión teológica
le hace atemporal y siempre demostrativo de las verdades contempladas por el
discurso teológico. No es posible hablar de los santos PP. de la Iglesia en el sentido pretérito de su grande obra. No es posible entender que
la verdad se revele por épocas y no por sobre cualquier consideración histórica,
este es uno de los aportes del Hiponense definitivos en la concepción del ser
histórico de la Iglesia y su realidad supra (307). Nosotros en
la elaboración y actualización doctrinal no entramos en la disputa de la
naturaleza dialéctica del mensaje sino de su impacto en las circunstancias
actuales y el papel protagónico de la Iglesia en el modelo social y cultural
existente o su Ethos. Un ser intelectivo que toma
fuerza y forma en el interior de las enseñanzas eclesiales durante su historia,
de un contenido clave en la percepción de su propia estructura
dogmática. La Iglesia presente en el tiempo salvífico en figura
apostólica es la misma que se materializa en cada uno de sus hijos los
bautizados cuando estos viven su Fe. La realidad se construye desde
su propio interior asimilando el peso natural de los contenidos dialecticos que
se comunican en la reflexión académica de su Magisterio. Luego procede el
testimonio sobre esta Alianza definitiva sellada en la Cruz (308). Esa
conexión histórico-critica es la que hace del pensamiento Agustiniano una
tradición teológica entre la cristiandad. El amor de Dios revelado al mundo
asume su papel renovador y santificador del accionar humano, es esa la conexión
de la Gracia con el presente eclesial. No es solamente desde lo
espiritual también desde el quehacer practico de su vida recreada en cada una
de las comunidades de Fe que fieles a Cristo reciben el depósito de su Fe
contenido en la praxis Escrituristica y sacramental. Aquí aparece
una vez más la obligatoriedad eclesial. Tal obligatoriedad es producto de la
espiritualización de la Gracia en términos intelectivos y por ende preceptivos
(309). Agustín aportó y aporta luz en la disertación
teológica con su lenguaje contemporáneo y bien descifrado, solo persiste el
“desorden” en algunos de sus escritos que como corresponde al análisis se
debe entender desde la brillante reflexión del Genio Hiponense.
13. BIBLIOGRAFIA/
CIBERGRAFIA/ FUENTES Y ARTÍCULOS.
1- https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm/ https://www.aciprensa.com
› Recursos › Fiestas Litúrgicas › Santos › Santoral.
4- Nota
del autor.
5- Nota
del autor.
7- Fuente:
"Historia de la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez,
Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por:
Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.
8- Nota
del autor.
9- cristoeseltema.blogspot.com/2017/10/comprension-del-pensamiento-agustiniano.html
10- ec.aciprensa.com/wiki/Enseñanzas_de_Agustín_de_Hipona
11- Nota del autor.
12- Nota del autor.
13- Versión
castellana de la obra de A.-G. HAMMAN// La vie quotidienne en Afrique du Nord
au temps de Saint Augustin, París, 1979, realizada por LUIS CASTONGUAY.
15- Trin. I, 4, 7; CChr 50,
35; BKV' 11/13, 10s.
16- Nota del autor.
17- Trin. XV, 28,
51; CChr 50 A, 534; BKV' 11/14, 331.
18- In Jo 36, 9; CChr 36,
329s.; BKV2 11, 146s.
19- Nota del autor.
20- Nota del autor.
21- Nota del autor.
22- Trin. XV, 28,
51; CChr 50 A, 534; BKV2 II/14, 331s.
23- Nota del autor.
24- Nota del autor.
25- El nombre de
Beda o Beda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la
erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en
la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página
de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la
Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte,
dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
26- Nota del autor.
27- Nota del autor.
28- Conf. XIII, 11,
12; CChr 27.
29- Agustín de
Hipona. Nota del autor.
30- ristoeseltema.blogspot.com/2016/04/sobre-la-santisima-trinidad.html.
31- Trin. IX,
12, 18; CChr 50, 310.
32- Nota del autor.
33- Cfr. J. Slipyi, Die Trinitätslehre
des byzantinischen Patriarchen Photios: ZKTh 24 (1920), 538-562, (en concreto
554s.); 25 (1921), 66-95; 370-404; Th de Régnon, Etudes I, 339s.; M.
Schmaus, Die psychologische Trinitätslehre, 132.
34- Los
términos latinos Circumincessio y Circumincessio fueron utilizados en la
Escolástica latina para traducir el término griego Perichoresis, y significan
con diversos matices el mismo concepto de la In-existencia mutua de las tres
divinas Personas la una en las otras (Circumincessio = de circum, en torno, e
insidere - sentarse, estar sobre o dentro de otro), de manera más estática,
como presencia o inhabitación mutua; circumincessio (de circum, e incidere =
avanzar), de manera más dinámica, como efusión o compenetración mutua.
35- De Tri~. 111, c.
24// 1V, 10, 12; cf. IX, 5, 8.
36- Sent. 1 D. 19,
p. 1, q. 4// Nota del autor. J Auer, Dios uno y trino, Herder Barcelona
1982. 325-330; l; t. Kasper, El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 990,
322324; 5. del Cura Elena, Perikhóresis en DTDC. 1086-094.
38- Nació el 16 de
junio de 1871 en Liuny, aldea de Rusia central, en una familia de presbíteros.
Después de un tiempo de ateísmo, vuelve a la fe en 1905 y es ordenado
presbítero en 1918. Fundó en Paris el Instituto de Teologia San Sergio y el
Movimiento Acción Cristiana de los Estudiantes Rusos (1920-1930). Después de
grandes pruebas familiares y eclesiales, y de una larga enfermedad, murió em 12
de julio de 1944. Sus obras maestras son “Du Verbe Incarné”, “Le Paraclet”,
“L'Epouse de l'Agneau”, "La Sagesse de Dieu".
40- Nota del autor.
41- S. Aurelius Augustinus, De
Trinitate (Ed. Corpus
Christianorum, Series Latina L, W.J. Mountain-Fr. Glorie,
Turnholti, Brepols 1968), VIII, i, 1. (41.1) Juan capítulo 13 versículo 1.
(41.2) Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 8, 8 y 10; PL 35, 1455-1457:
«Es extraña cosa que los matemáticos, creyendo en las palabras de Cristo,
intenten convencer a los cristianos que Cristo vivió sujeto a una hora fatal.
Luego, deben creer a Cristo cuando dice: Yo tengo poder para dar mi vida y
poder para recobrarla; nadie me la puede quitar, sino que yo la doy por mí
mismo, y por mí mismo la vuelvo a tomar. ¿Acaso este poder está también sujeto
a la fatalidad? Que nos muestren un hombre que tenga el poder de morir o
prolongar su vida todo el tiempo que quiera (…) Aun dada la existencia de la
fatalidad en los astros, por necesidad tenía que estar excluido de ella el
Creador de los astros. Es más: no sólo Cristo está excluido de lo que tú llamas
fatalidad, sino tú también, y yo, y aquél y todos» (41.3). Tratado sobre el
Evangelio de San Juan, 104, 2; PL 35, 1902. (41.4). Tratado sobre el Evangelio
de San Juan, 105, 5; PL 35, 1906. Tratado sobre el Evangelio de San Juan,
105, 1; PL 35, 1904. (41.5). Notad el autor.
42- Nota del autor.
43- Nota del autor.
44- Nota del autor.
45- Nota del autor.
46- Nota del autor.
47- Nota del autor.
48- Notad el autor.
49- Trin. IX,
iv, 4, 19-21: "Mens vero cum se ipsa cognoscit, non se superat notitia
sua; quia ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur".
50- Nota del autor.
52- Nota del autor.
53- Nota del autor.
54- Nota del autor.
55- Nota del autor.
56- Nota del autor.
57- Nota del autor.
58- Nota del autor.
59- E. Portalié. “Augustin (Saint)”. En: Dictionnaire de Théologie
Catholique. Dir. por A. Vacant y E. Mangenot. Tomo I. II. París;
Librairie Letouzey et Anè 1923, col. 2363. Fuente: Enciclopedia
Católica
60- San Agustín, La
Ciudad de Dios, XI, 2; PL 41, 318. Dr. Gustavo Sánchez Rojas, Doctor en
Teología, Profesor principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de
Lima, Perú… Fuente: Enciclopedia Católica
61- Nota del autor.
62- Nota del autor.
63- San Agustín de
Hipona.
64- ec.aciprensa.com/wiki/Concilio_de_Éfeso.
66- miantropologiaagustiniana.blogspot.com/
Nota del autor. https://filosofia83.wordpress.com/2017/09/15/antropologia-agustiniana/
68- Evangelio
Práctico: TERCERA PARTE... SOTERIOLOGÍA Y ... cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/tercera-parte-soteriologia-y.html
69- cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html?
view...m.
70- cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html?
view...m.
71- De Civitate Dei,
Libro IX, cpt.17. p. 500.
72- Nota del autor.
73- De civ. Dei, XI,
2; PL 412, 318.
74- Nota del autor.
75- Nota del autor.
76- Nota del autor.
77- Nota del autor.
78- Nota del autor.
79- Serm. 47, “Sobre
las ovejas”, 12-14: CCL 41, 582-584.
80- Nota del autor.
81- Nota del autor.
82- Del libro
de las Confesiones de san Agustín, obispo, Libro 7, 10. 18,
27// Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad… www.corazones.org/biblia_y_liturgia/oficio_lectura/fechas/agosto_28.htm.
83- Nota del autor.
84- H. I. Marrou,
Saint Augustin et el fin de la culture antique, p.430.
85- De doctrina
Christiana, II, 11.
86- H. I. Marrou,
Saint Augustin et la fin de la culture antique, 431.
87- Cf. De doctrina
Christiana, II, 14, 21.
88- Para san
Agustín, la versión latina más segura es la denominada “Itálica”, pero ninguna
se compara en autoridad con la versión griega de los LXX. En De civitate Dei,
XX, 29 encontramos confirmada la misma idea: “Quanquam in verbis Septuaginta
interpretum, qui prophetice interpretati sunt...”.
89- De civitate Dei,
XX, 30.
90- Nota del autor.
91- Las
Retractaciones (II, 24).
92- Los supuestos
hermenéuticos de Agustín de Hipona. Desentrañar la palabra y transmitir su misterio…
Claudio César Calabrese// revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/viewFile/4248/4170. https://es.scribd.com/document/.../San-Agustin-escultorico-maestro-de-hermeneutica.
93- (Agustín, 1952,
I). Universitas Philosophica 64, año 32//enero-junio 2015, Bogotá,
Colombia – issn 0120-5323. Biviana Unger Parra.
94- Nota del autor.
95- Propiamente un
«tropo» es un modo, una figura o un giro de palabras con el que una expresión
designa un objeto distinto del que tiene su sentido natural. Este hecho
explica por qué originalmente la tropología se tomó como sinónimo de alegoría y
también de anagogía. Así usarán este término Orígenes, Eusebio, Jerónimo, Dídimo.
Será Diodoro de Tarso el que, reaccionando contra los abusos del alegorismo
alejandrino, cargará de contenidos negativos y aislará el término de alegoría,
distinguiéndolo así de la tropología. El malestar en el uso del término
alegoría se advertirá igualmente en algunos autores occidentales alegorizantes,
como Hilario, Rufino, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, y esto servirá para mantener
clara su distinción de la tropología. L. Alonso Schokel, La palabra
inspirada, Herder, Barcelona i966; Íd., Hermenéutica de la Palabra, 1,
Cristiandad, Madrid 1986; W stenger. Los métodos de la exégesis bíblica,
Herder, Barcelona 1990.
96- Nota del autor.
97- Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
98- Mateo capítulo
22 versículo 39.
99- De Genesi ad
litteram, 6, 15: “No vemos nada con los ojos del cuerpo y, sin embargo, con el
alma vemos las imágenes corpóreas”.
100- “Aliter enim
cogitamus Carthaginem quam novimus, aliter Alexandria quam non novimus”.
101- De
Genesi ad litteram, 8, 19.
102- De
Genesi ad litteram, XII, 9, 19.
103- H-G.
Gadamer, Zugehörigkeit (pertenencia) y Verfremdung (distancia); Wahrheit und
Methode. Grundzüge einer philosophischen Hermeneutik, 279.
104- Nota
del autor.
105- Nota
del autor.
106- Nota
del autor.
107- Notad
el autor.
109- Nota
del autor.
111- Nota
del autor.
112- Nota
del autor.
113- Nota
del autor.
114- Nota
del autor.
115- Nota
del autor.
116- 2R
11,2-17.
117- Ga
1,20.
118- Hch
16,3. Hch 18,18.
119- Hch
21,18-26.
120- Hch
21,21.
121- Col
2,17.
122- Jn
5,46.
123- Hch
21,20-25.
125- Nota
del autor.
126- Nota
del autor.
127- Nota
del autor.
128- William
Tyndale (1494-1536), quien dio su vida por traducir la Biblia al idioma de la
gente de su tiempo. En agosto de 1536, Tyndale fue condenado como hereje,
y degradado de su grado religioso. Dos meses después, ya con todos los trámites
realizados y luego de ofrecerle la oportunidad de arrepentimiento, para no
morir afuera de la gracia de Dios, Tyndale fue llevado a la hoguera acompañada
de los gritos de una muchedumbre oficialista que lo acusaban de pagano.
Ya firmemente asegurado a la estaca, Tyndale elevó su última oración a Dios: Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra, tras lo cual sus ejecutores comenzaron el fuego que apagaría su vida terrenal enviándolo a la vida eterna, a los pies del Señor a quien tanto amó.
Ya firmemente asegurado a la estaca, Tyndale elevó su última oración a Dios: Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra, tras lo cual sus ejecutores comenzaron el fuego que apagaría su vida terrenal enviándolo a la vida eterna, a los pies del Señor a quien tanto amó.
129- Nota
del autor.
130- William
Tyndale, Una respuesta al dialogo del señor Thomas More, p. 50.
131- Institución
de la religión Cristiana I.VII.4. Traducido por: Gabriela Pérez// https://medium.com/agustinismo.../la-autoridad-de-la-escritura-y-el-testimonio-de-la-i...
132- Réplica
a la carta del fundamento 5.
133- Epístola
120,13-14.
134- Epístola
118,33.
136- Comentario
al salmo 36, s.2,1.1
137- Comentario
al salmo 90, 2,1.
138- Comentario
al salmo 64,2.
139- Sermón
117,1.
140- Comentario
al salmo 61,1.
141- Comentario
al salmo 35,1.
142- Sermón
59,6.
143- Comentario
al evangelio de Juan 81,4.
144- Sobre
la doctrina cristiana 3, 10,15.
145- Citas
bíblicas sobre la Gracia y el Libre Albedrio. Salmo 26,9.
146- Salmo
29, 7-8.
147- Isaías
capítulo 1 versículo 18.
148- Juan
capítulo 15 versículo 5.
149- 2
Timoteo capítulo 4 versículos 6-8.
150- 1
Corintios capítulo 4 versículo 7.
151- Santiago
capítulo 1 versículo 17.
152- Juan
capítulo 3 versículo 27.
153- 2
Corintios capítulo 3 versículo 5.
154- Deuteronomio
capítulo 8 versículos 17-18.
155- 1
Corintios capítulo 15 versículo 57.
156- Salmo
43,22 y Romanos capítulo 8 versículos 36-37.
157- LA
GRACIA Y DEL LIBRE ALBEDRÍO… Traducción: P. Gerardo Enrique de la
Vega, O.S.A. A Valiente y sus monjes de Hadrumeto. https://www.augustinus.it/spagnolo/grazia_libero_arbitrio/index.htm.
158- Nota
del autor.
159- Nota
del autor. Zenón, n. en Sidón. Vivió en los s. II-I. Discípulo de Apolodoro y
maestro de Cicerón, se preocupó preferenmente de problemas epistemológicos, en
especial de la inducción incompleta, por lo que puede ser considerado como un
precedente de Bacon. Fedro, vivió en el s. II-I. Maestro de Cicerón a quien
éste estimó en mucho (Cicerón, De finibus bonorum et malorum, 1, 5,16). También
en él se observa la preocupación epistemológica. Escribió un tratado Peri teon
(Sobre los dioses) profundizando en la teología epicúrea.
160- Nota
del autor.
161- Nota
del autor.
162- Epicuro nació
en Samos, y más tarde se traslada a Atenas donde en el 306 funda
el Jardín de Epicuro, el cual se hizo para educar como dominarse a sí
mismo. Se creaban círculos llamados Heterías Soteriológicas que eran
comunidades con función de salvación del individuo enfermo del núcleo de la personalidad
propia. Estas se crean como terapia del Alma, vinculadas al conocimiento
del mundo incorporando una filosofía diferente con tres fases: canónica,
física y ética. Esta filosofía creada por Epicuro se enfrenta a la
de Platón, haciéndonos ver el mundo como es realmente y así ser más
felices individualmente.
163- Notad
el autor.
164- Katastemáticos o
pausados, a las sensaciones agradables recibidas en reposo.
165- algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.htm.
166- Nota
del autor.
167- algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
168- algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
169- Nota
del autor.
170- Nota
del autor.
171- M.
T. CLARK, San Agustín, filósofo de la libertad. Estudio de filosofía comparada,
Augustinus, Madrid, 1961, p. 11. Y
cfr. E. GILSON, Introduction à l’etude du Saint Augustin, Vrin, Paris, 1949,
pp. 185-216.
172- J.
PEGUEROLES, San Agustín. Un platonismo cristiano, PPU, Barcelona, 1985, pp.
233- 235. Cfr. también R. GARCÍA, El concepto de libre albedrío en san Agustín,
Ediuns, Bahía Blanca (Argentina), 2003.
173- Nota
del autor.
174- Nota
del autor.
175- Nota
del autor.
176- SAN
AGUSTÍN, Confesiones VIII, pp. 7-12.
177- P.
FRANSEN, “Desarrollo histórico de la doctrina de la gracia”, en Mysterium
salutis IV/II, Madrid, 1984, pp. 618-619. H. CAROL, “Gracia y libertad en san
Agustín”, Agustinvs 40 (1995), pp. 105-10.
178- SAN
AGUSTÍN, De natura et gratia XXXII, p. 36. D. VON HILDEBRAND, Ética
cristiana, Herder, Barcelona, 1962, p. 224.
179- SAN
AGUSTÍN, De libero arbitrio III, p. 19.
180- SAN
AGUSTÍN, De spiritu et littera XXIV, p. 60.
181- PEGUEROLES,
San Agustín, pp. 241-242.
SAN AGUSTÍN, Contra
Iuianum opus imperfectum V, p. 39.
182- SAN
AGUSTÍN, De diversis Quaestibus 83 q. 2.
183- SAN
AGUSTÍN, Epistolae 114, p. 4.
184- Nota
del autor
185- Nota
del autor.
186- Jolivet,
1941, p. 30-31.
187- Fernández,
1996, p.224.
188- LA
NOCIÓN DE PECADO EN EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTIN. ADRIANA CRISTINA ESPINOSA
MARIMON, UNIVERSIDAD DE CARTAGENA, FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, PROGRAMA
DE FILOSOFIA, CARTAGENA DE INDIAS 2011// Tomado de:
190.242.62.234:8080/.../LA%20NOCIÓN%20DE%20PECADO%20EN%20EL%20P
189- Nota
del autor.
190- Nota
del autor.
191- Nota
del autor.
192- Nota
del autor.
193- Nota
del autor.
195- Nota
del autor.
196- Confesiones,
X, 23, 33: CCL 27, 173.
197- Fuente:
Rahilly, Alfred. "Reason." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New
York: Robert Appleton Company, 1911. 26 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/12673b.htm>. Traducido por Luz María Hernández
Medina.
199- Nota
del autor.
200- Nota
del autor.
201- San
Anselmo de Canterbury o de Aosta; Aosta, 1033 - Canterbury, 1109) Teólogo y
doctor de la Iglesia católica. Fue abad en el monasterio benedictino de Santa
María de Bec (Normandía), en el que había ingresado en 1060, y arzobispo de
Canterbury desde 1093.
202- Notad
el autor.
203- Nota
del autor.
204- San
Agustín de Hipona. Sermón 43, n. 4; PL 38, 255. Dr. Gustavo Sánchez
Rojas. Profesor Principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de
Lima. ec.aciprensa.com/wiki/Agustín_de_Hipona: _Crede_ut_intelligas.
205- Nota
del autor.
206- Nota
del autor.
207- Nota
del autor.
208- Joseph
Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl (Baviera), diócesis de Passau,
en el seno de una familia de agricultores alemanes de profundas convicciones
católicas. Su progenitor, Joseph, desempeñaba, además, el cargo de comisario de
la gendarmería e hizo asimismo de profesor de su hijo, lo que con seguridad
marcó el carácter tímido y retraído del futuro Papa. En la familia fue clave el
papel de la madre, Maria Peintner, que ejercía las tareas domésticas y cuidaba
de la buena marcha de sus otros dos hijos, Georg y Maria.
209- es.catholic.net/op/articulos/41240/cat/130/nuestra-fe-la-fe-de-la-iglesia.html.
210- Nota
del autor.
211- Fuente:
Pope, Hugh. "Faith."
The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
<http://www.newadvent.org/cathen/05752c.htm>. (211.1) Expos. ad Rom., 52-56: PL, 34,
20742077; Ep. v. 140, 4, 10; PL, 33, 542. (211.2) (Expos. ad
Rom., 52-56: PL, 34, 20742077; Ep. v. 140, 4, 10; PL, 33, 542. (211.3) Ep. 243,
8: PL, 33, 1057. (211.4) (211.5) Nota del autor.
212- Efesios capítulo
4 versículos 3-6.
213- Nota
del autor.
214- Nota
del autor.
215- (The New Theology, p. 178, cf. cardenal
Newman, “Palmer on Faith and Unity en “Essays Critical and Historical”, vol. 1,
también, Thomas Morton Harper, S.J., Peace Through the Truth, Londres, 1866,
1ra. Serie.).
216- Nota
del autor.
217- Nota
del autor… (217.1) Nota del autor. (217.2) De Gen. contra
Manich., 11, 20, 30: PL, 34, 211 ss.). (217.3) De Gen. contra
Manich., ib. (217.4) De Spit. et Litt., 26, 43 ss.: PL, 44, 226 ss.
(217.5). De Div. Quaest, ad Simplic., 1, q. I y II: PL, 40, 103-128
(217.6).
arvo.net/san-agustin-de-hipona/san-agustin...teolo/gmx-niv128-con12018.htm
(217.7). Nota del autor (217.8). (217.9). Nota del autor.
218- ENRIQUE
CABO, El cristianismo y la cristiandad según San Agustín (Bilbao 1944, página
10).
219- Nota del autor.
220- Justino
Mártir nació en Flavia Neápolis (la antigua Siquem y actual Nablus) en Tierra
Santa, probablemente hacia el año 114 y murió martirizado en Roma
hacia el año 165.
221- Quintus
Septimius Florens Tertullianus; Cartago, hoy desaparecida, actual Túnez, h. 160
- id., h. 220) Apologista cristiano considerado el máximo representante de la
literatura cristiana anterior a San Agustín.
222- Martirologio
Romano: Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito,
que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender
la fe ortodoxa contra el hereje Marción. (c.120 - c.181).
223- Nota
del autor.
224- De
Civitas Dei II, 3.
225- Nota
del autor.
226- Nota
del autor.
227- De
Civitas Dei I 22,2).
228- Sermón
34,7.
229- Nota
del autor.
230- Nota
del autor.
231- Platón
se propuso en La República el estudio de lo justo y de lo injusto. Su objeto es
demostrar la necesidad moral, así para el Estado como para el individuo, de
regir toda su conducta según la justicia, esto es, según la virtud, es decir,
según la idea del bien, principio de buen orden para las sociedades y para las
almas, origen de la felicidad pública y privada; principio, que es el Dios de
Platón. www.filosofia.org/cla/pla/img/azf07007.pdf.
232- La
Ética a Nicómaco es una obra de Aristóteles escrita en el siglo IV a. C. Este
libro no fue escrito para su hijo Nicómaco como comúnmente se cree sino que
recibió su nombre puesto que fue Nicómaco quien se tomó el trabajo de recopilar
y organizar los escritos de Aristóteles con respecto a este libro, sobre la
virtud y el carácter que tiene un papel importante en la ética aristotélica.
Está compuesto por diez libros basados en notas sobre sus charlas en el Liceo.
Es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad.
Es considerada una de las dos obras fundamentales en que posteriormente se basó
la ética occidental, siendo la otra el mensaje bíblico judeocristiano. www.bioetica.org/cuadernos/contenidos/nicomano.htm.
233- Nota
del autor.
234- Nota
del autor.
235- Nota
del autor.
236- Nota
del autor.
237- Nota
del autor.
238- Boecio.
Estadista romano y filósofo, con frecuencia llamado “el último de los romanos”,
considerado por la tradición como mártir cristiano. Nació en Roma en el 480 y
murió en Pavía en 525. Descendiente de una familia consular quedó huérfano muy
joven siendo educado par el piadoso y de noble mente Symmachus, con cuya hija,
Rusticana, se casó. Ya en 507 era conocido por su gran cultura y por ello el
rey Teodorico le encargó varias misiones importantes. Tenía la confianza del
rey y como patricio romano era respetado por los representantes de la nobleza
romana. Sin embargo, cuando sus enemigos le acusaron de deslealtad al rey
ostrogodo, afirmando que conspiraba para establecer la “libertad romana”,
añadiendo la acusación de sacrilegio (práctica de la astrología) ni su noble
cuna ni su gran popularidad le sirvieron de nada. Fue encarcelado, condenado
sin ser oído y ejecutado por orden de Teodorico. Durante su prisión reflexionó
sobre la inestabilidad del favor de los príncipes y la inconstante devoción de
los amigos. Estos pensamientos le sugirieron el tema de su más conocida obra
filosófica "De Consolatione Philosophiae".
239- Porfirio,
que en belleza y lucidez de estilo supera a todos los otros seguidores de Plotino
y se distingue también por la dureza de su oposición a los cristianos, nació en
el 233 d.C, probablemente en Tiro. Después de haber estudiado en Atenas, visitó
Roma, y llegó a ser ahí un devoto discípulo de Plotino, a quien acompañó a
Campania en el 263. Murió hacia el 303. De su obra “Contra los cristianos”,
sólo unos pocos fragmentos, conservados en las obras de los Apologistas
Cristianos han llegado hasta nosotros. A partir de esos pasajes se nota que
dirigió su ataque a lo largo de las líneas de lo que hoy llamaríamos criticismo
histórico del Antiguo Testamento y el estudio comparado de las religiones. Su
obra “De Antro Nympharum” es una elaborada interpretación alegórica y una
defensa de la mitología pagana. Sus Aphormai (Sentencias) son una exposición de
la filosofía de Plotino. CREUZER
AND MOSER, edd., opera (Oxford, 1835) tr. TAYLOR (London, 1794-1817);
JOHNSON (tr.), Three Treatises of Plotinus (Osceola, Missouri, 1880); COUSIN,
Procli Opera (Paris, 1864), ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
240- Proclo,
el más sistemático de todos los neoplatónicos y, por tal razón, conocido como
“el escolástico del neoplatonismo”, es el principal representante de la fase de
pensamiento filosófico que se desarrolló en Atenas durante el siglo quinto, y terminó
en el año 529 cuando, por un edicto de Justiniano, las escuelas filosóficas de
Atenas fueron clausuradas. El fundador de la Escuela de Atenas fue Plutarco,
apodado el Grande (no Plutarco de Queronea, autor de “Vidas de hombres
ilustres”), que murió en el 431. El más distinguido miembro de esta escuela fue
Proclo, que nació en Constantinopla en el 410, estudió lógica aristotélica en
Alejandría y, cerca del 430, llegó a ser discípulo de Plutarco en Atenas. Murió
allí en el 485. Es autor de varios comentarios sobre Platón, de una colección
de himnos a los dioses, y de varias obras de matemáticas junto con tratados
filosóficos. Los más importantes son: “Elementos de Teología”, stoicheiosis
theologike, (impreso en la edición de París de las Obras de Plotino); “Teología
Platónica” (impreso en1618, en traducción al latín, por Aemilius Portus);
tratados más breves sobre el Destino, el Mal, la Providencia, etc., que existen
sólo en una traducción latina hecha por Guillermo de Moerbeka en el siglo
trece. Estas obras están reunidas en la edición Cousin, “Procli Opera”, París,
1820-1825. Proclo intentó sistematizar y sintetizar los distintos elementos del
neoplatonismo por medio de la lógica aristotélica. . ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
241- Amonio
Sacas, un estibador de los muelles de Alejandría, se considera el fundador
de la Escuela Neoplatónica. Como no dejó escritos, es imposible decir cuáles
fueron sus enseñanzas. Sabemos, no obstante, que tuvo una extraordinaria
influencia sobre hombres como Plotino y Orígenes, quienes voluntariamente
abandonaron a los profesores profesionales de Filosofía para escuchar sus discursos
sobre la sabiduría. Según Eusebio, Amonio nació de padres cristianos, pero se
convirtió al paganismo. Su fecha de nacimiento se considera el 242. ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
242- Isidoro
de Sevilla. Nació en Sevilla en el año 556. Era el menor de cuatro
hermanos, todos los cuales fueron santos y tres de ellos obispos. San Leandro,
San Fulgencio y Santa Florentina se llamaron sus hermanos.
https://www.aciprensa.com › Recursos › Fiestas Litúrgicas › Santos › Santoral.
243- Abu
Nasr Muhammad ibn Muhammad ibn Ūzalāgh ibn Tarkhān, mejor conocido
como al-Fārābī, fue nativo de Fārāb, Transoxiana. Sus orígenes
podrían ser turcos. Nació aproximadamente entre los años 870 y 873 y murió en
Damasco en el año 950. Además de ser un lógico de primer orden, comentó buena
parte del corpus aristotélico y estudió algunos diálogos de Platón. Avicena lo
menciona en repetidas ocasiones y recomienda sus escritos como grandes obras
filosóficas. www.philosophica.info/voces/alfarabi/Alfarabi.html.
244- Duns
Scotto. Llamado DOCTOR SUBTILIS, murió el 8 de diciembre de
1308; fue el fundador de la famosa Escuela Escocesa que tuvo a sus mejores
representantes entre los franciscanos. De sus antecedentes y vida se sabe poco
y las fuentes contemporáneas guardan silencio sobre él. Es cierto que murió
bastante joven, según una temprana tradición a la edad de 34 (cf. Wadding, Vita
Scoti, vol. I de sus obras); pero parece que era algo mayor y que nació en
1270. El lugar de nacimiento de Escoto ha sido muy discutido y aún no hay
argumentos definitivos a favor de ninguna localidad. El sobrenombre Escoto no
resuelve el asunto porque se daba a escoceses, irlandeses y hasta a nativos del
norte de Inglaterra. El otro nombre, Duns, al que los irlandeses dan tanta
importancia no resuelve nada puesto que también había un Duns en Escocia
(Berwick). Más aún, es imposible determinar si Duns es un apellido familiar o
el nombre de un lugar. Apelar a ciertas supuestas antiguas tradiciones a favor
de Irlanda no sirve de nada puesto que no podemos asegurar su verdadera
antigüedad y precisamente eso es lo importante.
ec.aciprensa.com/wiki/Beato_Juan_Duns_Scoto.
245- Abu
Ali al-Husain ibn Sina-e Balji, llamado por los latinos Avicena,
médico árabe y filósofo nacido en Afsana, Jorasán, actualmente Uzbekistán), en
980 y muerto en Hamada al norte de Persia en 1035 (en realidad era persa, no
árabe). ec.aciprensa.com/wiki/Avicena.
246- Nota
del autor.
247- Nota
del autor.
248- Nota
del autor.
249- Nota
del autor.
250- Nota
del autor. Eusebio Panfili, obispo de Cesárea en Palestina, el
"Padre de la historia eclesiástica"; nació alrededor de 260
d.C.; murió antes de 341… De Civitas Dei VIII II; XVIII 27.// XVIII 25.
ec.aciprensa.com/wiki/Eusebio_de_Cesarea.
251- Marco
Tulio Cicerón nació el 3 de enero de 106 a C en
Arpinum, localidad ubicada a unos 100 km. al sudeste de Roma. En la
ciudad, de origen volsco pero conquistado por Roma en el 305 a C, sus
habitantes habían recibido la ciudadanía romana en el 188 a C, por lo que
adoptaron el latín como lengua (idioma del que Cicerón llegaría a ser
maestro). Al extenderse la ciudadanía romana a todos los aliados de Italia,
aunque no hubieran nacido en Roma, Cicerón era cives romanus de pleno
derecho, y como tal, pertenecía a efectos legales y electorales a la tribu
Cornelia. https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/.../Marco%20Tulio%20Ciceron.
252- Seneca nace
en Córdoba, h. 4 - Roma, 65) Filósofo hispanorromano. Perteneció a una familia
acomodada de la provincia Bética del Imperio Romano. Su padre fue un retórico
de prestigio, cuya habilidad dialéctica fue muy apreciada luego por los
escolásticos, y cuidó de que la educación de su hijo en Roma incluyera una
sólida formación en las artes retóricas, pero Séneca se sintió igualmente
atraído por la filosofía, recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron
en las diversas modalidades de la doctrina estoica por entonces popular en
Roma. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seneca.htm.
253- Confesiones
III 4,7.
254- Nota
del autor.
255- Nota
del autor.
256- Nota
del autor.
257- Notad
el autor.
258- OBRAS
DE SAN AGUSTÍN, edición bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por
el Pbro. José Moran, O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos,
1964).
259- Nota
del autor.
260- Nota
del autor.
261- De
Civitas Dei XIV 28.
262- Nota
del autor.
263- Nota
del autor.
264- Civitas
Dei XIX 12,1-3.
265- OBRAS
DE SAN AGUSTÍN, edición bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por
el Pbro. José Moran, O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos,
1964).
266- Nota
del autor.
267- Nota
del autor.
268- Nota
del autor.
269- Nota del
autor.
270- Nota
del autor.
271- Nota
del autor.
272- Nota
del autor.
273- Apuleyo
nació en Madaura, actual Argelia, h. 125 - Cartago, hoy desaparecida,
actual Túnez, h. 180) Escritor latino. Se formó en retórica en Cartago y acudió
a Atenas para iniciarse en la filosofía platónica. Viajó por diversas ciudades
y países, hasta que se instaló definitivamente en Cartago. Acusado de haberse
casado con una viuda rica de Trípoli mediante unos encantamientos maléficos,
escribió en su defensa la Apología de Apuleyo o Sobre
la magia, un importante discurso escrito según las normas de la elocuencia
jurídica, que constituye el único testimonio de este tipo que se ha conservado
de la época imperial. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/apuleyo.htm.
274- Nota
del autor.
275- Nota
del autor.
276- (IX 16 y IX 18
Civitas Dei).
277- Nota
del autor.
278- Nota
del autor.
279- Nota
del autor.
280- Nota
del autor.
281- Beda
el Venerable historiador y doctor de la Iglesia, nació en 672 o 673 y murió en
735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia
Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida,
prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731, cuando
su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez y piedad
características del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición de la
obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo. Escribió así: Y es así
que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la
raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio
de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en
Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto,
cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los
ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya
mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis
familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid,
para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho
monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar
la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi
deleite el aprender, enseñar o escribir. ec.aciprensa.com/wiki/San_Beda_el_Venerable.
282- Teresa
Sánchez Cepeda Dávila y Ahumada, nació en Ávila, Castilla la Vieja, el 28 de
marzo de 1515; y murió en Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582.
Fue el tercer hijo de Don Alonso Sánchez de Cepeda, con su segunda esposa, doña
Beatriz Dávila y Ahumada, la cual murió cuando la santa tenía catorce años de
edad…Teresa fue criada por su piadoso padre, que era amante de libros serios, y
por una tierna y piadosa madre. Después de su muerte y del matrimonio de su
hermana mayor, Teresa fue enviada a las monjas Agustinas en
Ávila para ser educada, teniendo que abandonarlas luego de dieciocho meses,
debido a una enfermedad, permaneciendo durante unos años con su padre, y en
algunas ocasiones, con otros parientes. ec.aciprensa.com/wiki/Santa_Teresa_de_Ávila.
283- Juan
de la Cruz. Fundador -con Santa Teresa de Ávila- de las Carmelitas
de Descalzas, doctor de teología mística, nacido en Fontiberos,
Castilla Vieja, el 24 junio, 1542; falleció en Úbeda, Andalucía, el 14 de diciembre
de 1591. Juan de Yepes, el último de los niños de Gonzalo de Yepes y
Catalina Álvarez, tejedores de seda pobres de Toledo, conoció desde su más
temprana edad las penalidades de vida. El padre, que pertenecía a
una buena familia fue desheredado por su matrimonio más humilde, se murió
siendo muy pequeño; la viuda, ayudada por su hijo mayor, pudo a duras penas
procurar las necesidades básicas. Juan estudió en la escuela pública de Medina
Campo, donde la familia había ido a vivir, y demostró ser un alumno atento y
diligente; pero cuando se colocó como aprendiz de un artesano, parecía que era
incapaz de aprender algo…ec.aciprensa.com/wiki/San_Juan_de_la_Cruz.
284- Adolf
Karl Gustav von Harnack, teólogo protestante historiador eclesiástico
alemán, nació el 7 de mayo de 1851 en Dorpat, Estonia, y murió el 10 de junio
de 1930 en Berlín. Su padre, fue profesor de teología sistemática y
práctica, primero en Dorpat y luego durante trece años en Erlangen, Alemania, y
luego hasta su muerte otra vez en Dorpat. Su obra principal versó
sobre la teología de Lutero. Adolf fue educado en
las universidades de Erlangen, Dorpat y Leipzig. Tras obtener
un doctorado, con una disertación sobre un texto gnóstico, fue
profesor en la universidad de Leipzig en 1874. Dos años más tarde fue promovido
a un profesorado en historia de la Iglesia. En 1879 se trasladó a Giessen
y en 1886 a Marburgo, siendo designado en 1888 como profesor en la universidad
de Berlín. Por sus ideas liberales, especialmente sobre la validez de
los credos cristianos históricos, su designación para el puesto en
Berlín fue contestada por la Iglesia evangélica de Prusia. Pero dicha oposición
fue anulada por el canciller Otto von Bismarck y, por su mediación, por
Guillermo II, quien inauguró su mandato como emperador el año en el que Harnack
fue nombrado… www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_harnack.
285- Nota
del autor.
286- Nota
del autor.
287- Nota
del autor.
288- Nota
del autor.
289- Nota
del autor.
290- Nota
del autor.
291- Nota
del autor.
292- https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718. Veritas no.31 Valparaíso set. 2014//
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-92732014000200008
293- Nota
del autor.
294- Confesiones
Libro I, 1-4). www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
295- Confesiones
Libro XIII, 53. www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
296- Nota
del autor.
297- Nota
del autor.
298- Nota
del autor.
299- Nota
del autor.
300- Obras
completas de SAN AGUSTÍN BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS// Fuente tomada
de: www.mercaba.org/Filosofia/Medieval/agustin_de_hipona_00.htm.
301- Notad
el autor.
302- Nota
del autor.
303- Nota
del autor.
304- Nota
del autor.
305- Nota
del autor.
306- Nota
del autor.
307- Nota
del autor.
308- Nota
del autor.
309- Nota
del autor.
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