IMPLICANCIAS
TEOLÓGICAS. EL PRÓLOGO DE JUAN.
ARGUMENTO HISTÓRICO-CRITICO.
“Pero ¿qué valor tiene el
sonido de las palabras: ¿En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
con Dios, y la Palabra era Dios? También yo he pronunciado palabras al hablar.
¿Era como éstas la Palabra que estaba con Dios? Las palabras que yo he dicho,
¿no han desaparecido después de haberlas pronunciado? ¿Luego la Palabra de Dios
habrá desaparecido también, tras haberse oído? ¿Cómo se hizo todo mediante
ella, y sin ella nada se hizo? ¿Cómo se rige mediante ella lo que mediante ella
fue creado, si sonó y pasó? ¿Qué clase de palabra, pues, es esta que se
pronuncia y no pasa? Atienda Vuestra Caridad; se trata de algo importante (1,
pensamiento agustiniano) La presente reflexión de índole teológica la
seguiremos en la perspectiva del latín como idioma base y del castellano como
su traducción terminológica. El Prólogo como cumbre de la
teología Joanica busca esclarecer el impacto dialectico de la superación del mito
para transformar la realidad de la naciente Iglesia y con ello las
implicaciones de lugar. La palabra en la perspectiva idiomática expresa el
pensamiento en categorías cognoscibles, es decir, por medio de las
palabras construimos un lenguaje que todos pueden comprender y de paso
ratificar el ser comunicación explicita en las categorías de nuestra propia y
misma riqueza de percepción.
La Palabra (recurso idiomático)
se crea en orden a nuestro lenguaje como un sonido o golpe de voz que
articulamos en la garganta, ese sonido se disipa al salir de nosotros y solo
queda el recuerdo voluntario de lo expresado, mientras que la Palabra
como (Verbo y Logos) brota del intelecto mismo de Dios, es decir, como
una acción de su Voluntad amorosa. Esa es la Palabra Santísima de la que
nos habla el Apóstol y evangelista. La Palabra que procede de la mente de Dios
y es Dios (Segunda Persona de la SS. Trinidad) como lo expresaría Tomás
de Aquino: “Dios no da cosa distinta que Dios mismo”, es
decir, su comunicación amorosa solo se distingue en cuanto a la personalidad de
la Persona Divina, del Engendrado antes de todos los siglos. Es un acto
Volitivo porque emana de su Voluntad Divina. Esa palabra la refiere Agustín
de Hipona y sabe que no pasa por ser la expresión calificativa de Dios
entre nosotros. El verbo no solo explicita la cualidad de la oración o frase,
sino que articula el ser que se expresa bajo las categorías a las que recurre.
Cristo mismo conjuga tanto la Palabra como expresión de la Voluntad de Dios
como el Verbo en orden a su Santísima procedencia no sobre su origen sino del
que le engendra antes de todo tiempo. La Palabra de Dios, su Verbo
es preexistente. La palabra que proclamamos en la Eucaristía no es otra
que la expresión en categorías cognoscibles del ser humano que su acción
refleja la realidad de Dios que se comunica o revela. El verbo en nuestro
idioma nos dice que hace, piensa u obra una persona y lo mismo acontece con la
revelación ya que su presencia asegura el comunicar la Voluntad salvífica de
Dios. El verbo expresa la acción de la persona y en orden a la misericordia de
Dios revela su amor encarnado como última Palabra a la humanidad.
Recordemos que
históricamente la época de Jesús se ve fuertemente influenciada por el
pensamiento helénico, escuelas como la epicúrea, estoica, y escéptica,
moldean el pensamiento en su momento. En sintonía Heráclito define el Logos
como la razón universal, como una ley cósmica que lo gobierna todo. Que en su
poder mantiene todas las cosas unidas entre sí.
El Logos visto de esta manera es una expresión panteísta.
Desde esta postura “dios es todo y todo el dios”. Este
pensamiento sobrevive particularmente entre los hinduistas. En Occidente la
llamada “nueva era” sostiene también este principio al suponer
que Dios está en nosotros con una presencia Identidad distinta a las huellas de
su obra creadora (Vestigia). Gracias a la presencia de los gnósticos
el evangelista Juan nos ofrece la ratificación de la verdadera humanidad
del Señor, que es el cometido fundamental de su prólogo. Una humanidad
que en todo es como la de cualquier persona humana, pero con la presencia de la
Hipostasis entre las naturalezas Divina y la Humana y la persona Divina
que se une al alma racional de Jesús.
ESPAÑOL
LATÍN
TEOLOGÍA
Exposición del prologo a
dos lenguas:
En el principio
existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el
principio con Dios.
In principio erat
Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum.
Et erat in
principio apud Deum.
Juan establece la sana
distinción en cuanto al significado de “principio” o Arché
recordemos que se puede interpretar en sentido temporal cuando nos referimos a una
acción u obra determinada, y en orden a la eternidad cuyo calificativo solo
corresponde a Dios. El estar con Dios supone la misma naturaleza puesto que no
habla de una compañía sino de una realidad identitativa. Era Dios en cuanto al
movimiento de su presencia entre nosotros, es decir, el Verbo vive un
eterno retorno al Padre que se ama y se piensa por siempre. La Palabra
expresa la Voluntad de Dios, no como subordinada sino como Dios mismo. En una
clara Procesión de su Voluntad Santísima. Es pues el principio de
las relaciones Trinitarias el Arjé, Causa Primera de la creación
que corresponde a la Palabra o Verbo (Jesucristo). Es la fuente de la
obra amorosa de Dios Creador. Por otro lado, es importante manifestar que la
concepción de la Palabra de Dios no es exclusiva del (N.T) ya en el (A.T)
hay nociones de su significación claro está no de ser Persona Divina, para
muestra solo un botón (Proverbios capítulo 8 versículo 22) y en la misma
escuela (Sabiduría capítulo 7 versículo 22).
Es el Verbo del Padre quien comunica su misión, así lo entiende Juan
cuando apunta toda su Soteriología a la manifestación del Señor como el Cordero
Pascual aquel que quita los pecados del mundo. Pero precisamente esta obediencia
hacia el Padre, libremente aceptada, esta sumisión al Padre, en antítesis con
la desobediencia del primer Adán, continúa siendo la expresión de la unión más
profunda entre el Padre y el Hijo, reflejo de la unidad Trinitaria: “Conviene
que el mundo conozca que yo amo al Padre y que según el mandato que me dio el
Padre, así hago” (Juan capítulo 14 versículo 31). Más todavía, esta
unión de voluntades en función de la salvación del hombre, revela
definitivamente la verdad sobre Dios, en su Esencia íntima: el amor; y al mismo
tiempo revela la fuente originaria de la salvación del mundo y del hombre:
la “Vida que es la
luz de los hombres”
Todo se hizo por
ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la
vida y la vida era la luz de los hombres,
Y la luz brilla en
las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Enim omnia facta sunt et sine ipso factum est nihil.
In ipso vita erat,
et vita erat lux hominum
Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non
comprehenderunt.
Cristo mismo es la Causa
Eficiente de la creación por Él y en el Él todo fue hecho. Una vez más la
presencia es fundamento de su misma y única esencia que solo distingue las Personalidades
Divinas, más no así la Persona. La Luz es el orden amoroso que solo
impera por la Voluntad de Dios y el caos es su antítesis, es decir en cuanto a
la luz es y será la oscuridad. La estética de Dios en la creación es su
amor que todo lo ordena. La vida es intransferible y solo Dios la comunica
libremente y solo Dios la puede tomar y retener. El Señor Jesucristo puede
recibir el título de Principio si tenemos presente que es la Causa Primera de
la creación (Colosenses capítulo 1 versículo 16). Cristo es el origen de todo
cuanto existe, es el reconocimiento de su presencia en la obra creadora. Esta
concepción esta fuera del tiempo y cualquier parangón posible no va en esta
afirmación. En primer lugar, hay que excluir que el Verbo sea Causa Ejemplar
exclusivamente suya en la creación, ya que la causa ejemplar próxima de la
divinidad en sus obras “ad extra” es obra de la inteligencia
divina. Y el Verbo ni tiene una inteligencia distinta de la divinidad ni tiene
una causalidad exclusiva de la causalidad de las tres Divinas Personas en su
obra Ad- Extra. Solamente
podría por apropiación atribuírsela al Verbo como Causa Ejemplar. Ni Juan apunta
a semejante tecnicismo.
El pensamiento de Juan
sobre esta causalidad ha de valorárselo en su ambiente bíblico Donde la Palabra
es la luz y el bien. El pensamiento es manifiestamente que las cosas que fueron
hechas por el Verbo tienen vida en El. ¿En qué sentido? No se trata de la vida
de Dios -del Verbo- en sí mismo, pues no dice que el Verbo era la vida,
sino de la vida divina en cuanto va a ser ampliamente participada. Pues esa
vida va a ser luz de los seres humanos. Esto sitúa el problema y su complemento
está en ver que el pensamiento de Juan está influido, embebido, en el
pensamiento judío, no en el de la filosofía griega.
Hubo un hombre,
enviado por Dios: se llamaba Juan.
Este vino para un
testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él, no
era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
Fuit homo missus a
Deo cui nomen erat Iohannes.
Venit in testimonium ut testimonium perhiberet de
lumine ut omnes crederent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimonium
perhiberet de lumine.
Es el objetivo de la
misión del Bautista y como tal se afirma su nexo con el Señor que
no solo será de sangre sino de mensaje. El testimonio del Bautista
es un testimonio de vida y conocimiento de las promesas, las mismas que afirma
en su naturaleza con la presencia del Verbo Eterno. Juan es testimonio y
testigo de estos acontecimientos, como creyente y como conocedor de la Palabra.
Este personaje establece un puente entre el A.T y la Ley y el N.T ejemplarizado
por el Amor como eje relacional que da vida tanto a la Ley como a los profetas
anteriores al advenimiento del Mesías. El Verbo hasta ahora no había ofrecido a
los hombres más que una cierta participación de su luz; ahora va a darla con el
gran esplendor de su Encarnación. Para esto aparece introducida la
figura del Bautista. Aparece situado en un momento histórico ya pasado
en contraposición al Verbo, que siempre existe. Juan no viene por su
propio impulso; es enviado por Dios. Trae una misión oficial. Viene a
testificar, que en su sentido original indica preferentemente un testigo
presencial… Viene a testificar a la Luz, que se va a encarnar, para que todos
puedan creer por medio de él. El prestigio del Bautista era excepcional en
Israel (Juan capítulo 1 versículos 19-28), hasta ser recogido este ambiente de
expectación… El tema del
testimonio es uno de los ejes en el evangelio de Juan, que se repartirá
multitud de veces y por variados testigos.
La Palabra era la
luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo
estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su
casa, y los suyos no la recibieron.
Erat lux vera, quæ
illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum. In mundo erat et mundus per ipsum factus est, et
mundus eum non cognovit. Et venit in domum suam,
et per consequens non.
La luz del mundo bien
podría resumir este trozo del prólogo Joanico, es una vez más alusión a la
presencia del Mesías, Hijo de Dios. Recordemos que el mundo puede cambiar de
contenido definitorio, puede hacer mención de la creación y la presencia de la
humanidad en ella, o simplemente referirse a un lugar de hostilidad y
conflicto que sería un ambiente negativo para el advenimiento del Salvador.
Los suyos designan a la humanidad que Dios redime en su Adorado Hijo. Es
también una alusión de fuerte raíz judía recordemos que para los descendientes
de Jacob es una realidad gobernada por el mal en su forma y expresión más pura
(satán). Con este lenguaje sigue hablando de modo muy intenso el
Evangelio de Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su
unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la
vida eterna” (Juan capítulo 3 versículo 16). Y añade: “El Padre
mandó a su Hijo como salvador del mundo”. En otro lugar escribe Juan: “Dios
es amor. En esto se ha manifestado el amor que Dios nos tiene: Dios ha mandado
a su Hijo unigénito al mundo para que tuviéramos vida por Él; no
hemos sido nosotros quienes hemos amado a Dios, sino que Él nos ha amado y ha
enviado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados”. Por
ello añade que, acogiendo a Jesús, acogiendo su Evangelio, su Muerte y su
Resurrección, “hemos reconocido y creído en el amor que Dios nos tiene.
Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios en Él” …
La perspectiva del cristocentrismo objetivo
invita a presentar el misterio de la creación partiendo de la revelación de la
intervención mediadora de Jesucristo en relación con la iniciativa creadora de
Dios porque en él fueron creadas todas las cosas. A partir de este primer
elemento brota la dimensión Trinitaria del acto creador. El principio
Trinitario de la creación. Ambos parágrafos mostrarán la obra de Jesucristo en
la creación como ejercicio de una causalidad suya propia. Será posible
así reconocer en Jesucristo el Primero y el Último en el que se revela la
finalidad del acto creador de Dios. El fin de la creación. A partir de
este fundamento, simultáneamente Cristológico y Trinitario, se abre el
camino para comprender con mayor profundidad el contenido del designio
salvífico de Dios que tiene su centro en Jesucristo, muerto y resucitado para
la salvación de todos los seres humanos. Jesucristo, centro del cosmos y de la
historia. Miremos el Texto Sagrado de Tradición:
“Él es también la
cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre
los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer
residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los
cielos” (Colosenses capítulo 1 versículos 18-20).
Los santos PP. de la
Iglesia aportaron a la presente discusión: La unión en Cristo entre el cielo y
la tierra presupone sin embargo en primer lugar la Trinidad de Dios, ya que el
Hijo en la tierra no puede presentar su propia divinidad (sólo en clave
monofisita podría pensarse), sino que sólo puede traducir al plano
temporal-creatural su relación eterna con el Padre, en cuanto a su
Encarnación parece indicarnos Balthasar (von Balthasar).
Tampoco debe olvidarse que el primer versículo de las Sagradas Escrituras, “En
el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis capítulo 1 versículo
1), se ha interpretado a menudo en la tradición eclesial como un reclamo
discreto a la dimensión Cristocentrica de la acción creadora de Dios:
muchísimos PP. y teólogos han interpretado como referida a Cristo la expresión “En
el principio”, esta interpretación la encontramos también en Orígenes
(Escuela de Alejandría).
Igualmente, Agustín afirma: “A
aquellos -los maniqueos- respondemos que fue Dios quien creó el cielo y la
tierra en el principio, pero no al principio del tiempo, sino en Cristo, siendo
Él con el Padre el Verbo por medio del cual y en el cual fue creada cada cosa.
Tampoco puede pasarse por alto que ya la Epístola de Bernabé interpreta el otro
pasaje del Génesis Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza como
indicativo de la presencia operante de las Personas Trinitarias en la creación
y abriendo también con ello una larga tradición. En esta teología se sitúa la
sugerente teología de las dos manos del Padre, el Verbo y el Espíritu:
encontrar otros materiales en In principio”. El escrito de “Bernabé”
es un texto apócrifo citado hasta el siglo V, sobre todo. Es importante tener
presente que de Dios solo brota Dios mismo para indicar con esta sentencia
que la sustancia de Dios es Dios mismo y no admite en la creación comunicación
de la misma.
*Para ilustrar el punto en cuestión quiero
citar a Buenaventura (Escuela agustiniana)
***En esta línea se sitúa
objetivamente el Ejemplarísimo de Buenaventura Es especialmente significativo
el siguiente texto de Buenaventura: “Necesariamente, si existe la producción de
lo desemejante, se presupone la producción de lo semejante; lo cual se pone de
manifiesto así: lo semejante es a lo desemejante como lo igual a lo diferente,
y lo uno a lo múltiple; pero, necesariamente, lo igual precede a lo diferente,
y lo uno precede a lo múltiple; por tanto también la producción de lo semejante
precede a la producción de lo desemejante. Pero la criatura es producida por el
ser primero, y éste es desemejante; por tanto, necesariamente, se produce lo
semejante, que es Dios. Del mismo modo, de la substancia eterna no emana lo
diferente, si no se produce lo sustancialmente idéntico. Por consiguiente, en
Dios se da primero la producción de lo semejante, de lo igual, de lo
consustancial, que la de lo desemejante, de lo desigual, de lo esencialmente
distinto. Así se puede afirmar que La diferencia permanente entre Jesús
Hombre y el Dios eterno e igualmente del eterno Hijo, significa en substancia
que el Hijo eterno no sólo precede a la existencia humana de Jesús, sino que
constituye también la razón de su existencia creatural. Al igual que
todas las criaturas también la existencia de Jesús tiene su fundamento en Dios,
el creador del mundo. Pero al ser diferente y distinguirse de Dios, esta
existencia se funda sobre la autodistinción entre el Hijo eterno y el
Padre. Así el Hijo eterno es la razón ontológica de la existencia humana de
Jesús en su relación con Dios Padre. Pero si desde la eternidad, y por tanto
también desde la creación del mundo, el Padre nunca existe sin el Hijo,
entonces el Hijo eterno no es solamente la razón ontológica de la existencia de
Jesús en su autodistinción del Padre como único Dios, sino también la razón de
la diferencia y de la existencia autónoma de toda realidad creatural… Buenaventura
nos conduce dramáticamente a su concepción de Ejemplarísimo al
acudir a la figura del Verbo en las categorías cognoscibles de su procedencia,
no se trata de una simple academia desgastada después de siglos de uso, nos
habla de la realidad creada que acompaña a Jesús y su Hipostasis con el
increado Hijo de Dios.
Pero a todos los
que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre;
La cual no nació
de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se
hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Quotquot autem
receperunt eum dedit eis potestatem filios Dei fieri, his qui credunt in nomine
eius: Et qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt.
Y verbum caro factus est et habitavit in nobis: et vidimus gloriam ejus,
gloriam quasi unigeniti a Patre, plenus gratia et veritate.
Juan acude a una
definición que sin duda está en sintonía de la afirmación de la Generación
Eterna del Verbo, puesto que no se plantea una existencia producto de
la intervención de los factores humanos. El nacer de Dios aleja el término de
la connotación rabínica, que lo situaban en el mundo en cuanto a la
descendencia o nacimiento en la carne (persona humana). Solo el Verbo
nos concede la Gracia para llegar a ser hijos de Dios, no en sentido del A.T
que podía ser utilizado para referirse a una persona natural sino a la
eternidad que procede de Dios. El nacer de la carne resalta realmente la
Encarnación y la debilidad de la condición humana. El Verbo se encarnó para hacernos partícipes
de la Naturaleza Divina (2 Pedro capítulo 1 versículo 4): “Porque tal es
la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del
hombre: Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así
la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios. Porque el Hijo de Dios se
hizo hombre para hacernos Dios”, palabras de Ireneo de Lyon.
“Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes,
naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo”.
“El Hijo Unigénito
de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra
naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres”
(Tomás de Aquino). La
Gracia y la verdad del Verbo encarnado nos recuerdan las palabras de Yahveh
a Moisés en la zarza ardiendo. Pablo en su carta a los Filipenses
nos ilustra sobre la Encarnación y nuestra respuesta: “Tened entre
vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí
mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz”. (Filipenses capítulo 2 versículos 5-8) …
Nuestra inteligencia se
une al conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del Padre. La
inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es Jesucristo. Y lo hace
por medio de la virtud teologal de la Fe. (Las virtudes teologales son
aquellas que nos unen directamente con Dios, que alcanzan directamente a Dios)
para el propósito de este argumento podremos consultar en (Romanos capítulo 5 versículo
2). “Por lo tanto, nuestra inteligencia se une a Jesús, Hijo del Dios
Vivo, por medio de la Fe”.
Lo propio de la voluntad
es amar, el amor. El Amor en Dios es el Espíritu Santo. (Romanos capítulo 5 versículo 5). Por lo que
nuestra Voluntad se une a Dios Espíritu Santo por medio de la virtud teologal
de la Caridad, amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el
principal de los mandamientos.
En la memoria recreamos
la vida. Pero para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo
tanto, tenemos que dejar entrar en ella la Vida de Dios, el Padre, que viene
del futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia
enfermiza. Más allá de las cosas y de las personas, está la Vida de Dios. Ésta
es ya Vida Eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo
tanto, nuestra Memoria, haciendo el “vacío” de todo lo creado, se
une al Padre por medio de la virtud teologal de la Esperanza, que nos hace
penetrar en la Vida Eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya desde
ahora. En la Encarnación recordamos una vez más se manifestó la Trinidad
Inmanente en el Hijo y la Económica en la Voluntad salvífica del Padre Dios.
Repasemos:
Las dos
naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona, que es la Divina, a
quien llamamos Jesucristo.
El Verbo divino no se
unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y así la Persona
Divina hace las veces de Persona no sólo para la Naturaleza Divina, sino
también para la naturaleza humana, a la cual se unió. Nuevamente, aquí se
encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en
esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se
hace. Creemos sí, con absoluta firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en
forma que nos brinda plena certidumbre. Así como dijimos (intuición) que
en Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble dos
inteligencias, dos voluntades, todo lo que se refiere a la Persona será único y
así, no adoro en El dos seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno
solo.
Juan da testimonio
de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto
delante de mí, porque existía antes que yo. Iohannes testimonium perhibet de ipso, et clamat
dicens: "Hic erat, quem dixi. Qui post me venit,
ante me factus est: quia prior me erat.
Juan es testimonio como
creyente y hombre de profunda espiritualidad. Juan argumenta cualidades propias
de la presencia del Espíritu Santo en el bautizado, y que gracias a esos dones
es posible vivir nuestra Fe en el Resucitado. El testimonio del bautizado debe
ser mayor que incluso el dado por el propio Bautista, no en vano
el Señor eleva la condición del creyente por sobre la figura del Precursor…
Siguiendo, pues, a los Santos Padres de la Iglesia (Concilio de
Calcedonia 451) “Enseñamos unánimemente que hay que confesar a un
solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y
perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto
de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y
consustancial con nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros,
excepto en el pecado' (Hebreos capítulo 4 versículo 15); nacido del Padre antes
de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación,
nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad”.
En Cristo el ser humano
puede establecer una relación que va de la mano con las misiones del Hijo y del
Espíritu Santo que están destinadas a nuestra salvación, es pues el testimonio
del Bautista un ejemplo de identidad sobre la futura salvación
tal y como la ve el Precursor. Las relaciones de Dios con
nosotros son principio de salvación no es posible salvarnos si Dios no está a
nuestro lado y nos abre las puertas de su Reino. Es pues elocuente el
testimonio del Bautista sobre la salvación que se gesta en la relación vital
con Dios por medio de su Hijo nuestro Señor. En términos antropológicos
es la presencia del Espíritu de Dios que sublima y potencia las acciones de un
ser contingente encerrado en sí mismo como es nuestro caso.
Pues de su plenitud
hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de
Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Et de plenitudine
eius nos omnes accepimus et gratiam pro gratia. Quia lex per Moysen data est; factum est gratia et
veritas per Jesum Christum.
Los judíos esperaban un
Mesías profeta como lo era por excelencia Moisés, no olvidar las
escenas narradas del Éxodo y como el Poder de Dios se manifestaba gracias a
este líder carismático. No es Jesús el modelo esperado, no es la
figura de autoridad que los condujera a su liberación del poder del imperio romano.
La Ley Mosaica no es referente directo del Poder del testimonio que darán los
bautizados a partir del advenimiento del Señor. La verdad corresponde a la
existencia misma del creyente que será guiado por el Evangelio que a su vez es
el gran “contenedor” de la verdad revelada. En él se haya la
verdad, toda respuesta existencial, la Fe en la vida eterna, el amor que
anhelamos y no encontramos en el mundo, el amigo que siempre está ahí dispuesto
a escuchar, la protección de nuestras vidas y de los nuestros, la fuerza para
vivir, el perdón de los pecados, la nueva mente que nos hace libres, la alegría
y el gozo, la alabanza, la gloria, el Reino, la Verdad. En él se haya la guía
para hacer las obras del Espíritu y vivir según Dios. El misterio de la
Santísima Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo.
La revelación de Dios
llega a su punto culminante con Jesucristo. Ahora ya no es que Dios hable a
unos hombres, más o menos excepcionales, sino que Dios mismo se encarna en el
hombre Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una revelación de
Dios, como lo expresa la carta a los Hebreos: “Muchas veces y en muchas
maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los
profetas; últimamente, en estos días nos habló por su Hijo”. (1, 1-2).
La plenitud de Dios es nosotros es la Gracia. Nuestra vida pertenece a la
Sustancia Divina como el acto mismo de nuestra creación, es uno de los
argumentos del Hiponense sobre la vida como obra del amor
revelado de Dios. La plenitud de la Trinidad Económica, es decir, nuestra
salvación llega en el Amor de Dios hecho carne.
A Dios nadie le ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. Deum
nemo vidit umquam: unigenitus Filius, qui est in sinu Patris, ipse enarravit.
Acudimos a un término
presente particularmente en la escolástica (siglo XII) y que se empleó
para sustituir a la Perichoresis de Juan Damasceno
(último de los santos PP. griegos) y me refiero a Circumincessio a
la mutua In-Existencia de las Personas Divinas (SS. Trinidad) que emplearon en
la Escuela franciscana y agustiniana) con Buenaventura, Duns Escotto,
Burgundio de Pisa su creador.
Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación la naturaleza humana
ha sido asumida, no absorbida la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de
los siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de
inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente,
ha tenido que recordar en cada ocasión que la Naturaleza Humana de Cristo
pertenece propiamente a la Persona Divina del Hijo de Dios que la ha asumido.
Todo lo que es y hace en ella pertenece a uno de la Trinidad. El Hijo de Dios
comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la
Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las
costumbres divinas de la Trinidad para nuestra reflexión y complemento mirar, (Juan
capítulo 14 versículos 9-10). Juan es el
único en afirmar que el Espíritu dará testimonio de Cristo. Cuando la
persecución arrecie y los discípulos conozcan la tentación del miedo y de la
duda, el Espíritu fortalecerá su corazón para confirmar su Fe en Jesús. Es un
testimonio distinto de la ayuda prometida por Cristo a los discípulos, cuando
sean arrastrados a los tribunales. Por fin el Espíritu Santo demostrará, que el
pecado está en el mundo, la justicia en Jesús y que el verdadero condenado es
el demonio o príncipe de este mundo. Cristo materializa la idea de un
Dios personal que si es posible relacionarnos con su trascendencia e inmanencia
porque es Cristo precisamente quien la revela a la humanidad… El Hijo de Dios encarnado en la única verdad
explicita del Dios Creador que en cuanto a su presencia en el mundo lo hace por
el amor de su Adorado Hijo. Dios se manifiesta porque en su infinita Voluntad
estaba el enviar a su Adorado Hijo para que naciera de una Virgen en el pueblo
de Israel. Solo así llega a nosotros la Gracia como relación salvífica de Dios
con nosotros. Juan tiene muy en claro esta prerrogativa del Hijo de
Dios y solo Él puede conocer porque Él y el Padre son lo mismo, es decir, la
llamada Perichoresis de Juan Dámaso y el termino ya
mencionado durante la Escolástica (Circumincessio) cuya
argumentación se propone en (Juan capítulo 10 versículo 30 y en el versículo 38).
Juan como ningún escritor del (N.T) nos plasma esta afirmación.
Solo el Hijo ha visto al Padre porque son en síntesis expresión de su Persona
Divina como Padre y como Hijo y como Espíritu Santo. Como decíamos al fin del bloque anterior, las
operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, porque donde está
Una de Ellas están también habitándose las Otras Dos. Están “como Una
metida dentro de las Otras” (la Perichoresis o Circumincessio).
La Trinidad tiene “una sola y misma operación”. Por
lo tanto, crean las Tres, redimen las Tres y santifican las Tres.
Pero, por Apropiación o
Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada obra: Por ejemplo, la creación
se atribuye al Padre. La redención, al Hijo. La santificación, al Espíritu
Santo. La persona humana revela a la Trinidad SS. En cuanto a sus operaciones
es una bella comparación y desde luego con su respectiva analogía. Esto nos
lleva al concepto de persona que usa (en la línea del Hiponense lo citamos)
***Ricardo de San Víctor en su teología trinitaria: “Persona
est rationalis naturae incomunicabilis existentia” (Persona es
una existencia incomunicable de naturaleza racional). El rasgo distintivo
de esta definición es hablar de existencia incomunicable: la incomunicabilidad
supone la independencia, pero la existencia, supone la relación. Ricardo
llama a la naturaleza sistencia, por tanto, la ex-sistencia
es el modo de tener una determinada naturaleza. La Trinidad es una
sistencia o naturaleza que se realiza en tres ex-sistencia o personas: el Padre
ex-siste desde sí mismo, el Hijo ex-siste desde el Padre y el Espíritu ex-siste
desde el Padre y el Hijo. No se puede pensar en una sistencia abstracta
independiente de las Tres Personas, como si la naturaleza divina fuera anterior
a las Tres Personas: la sistencia divina solo ex-siste en una de las tres
formas dichas, que sólo pueden realizarse en cuanto están mutuamente implicadas.
Es decir, siempre que encontramos a Dios lo descubrimos de alguna manera como
persona, y la persona como existencia sólo tiene su perfección en la relación,
por lo que a Dios sólo podemos llamarlo personal si descubrimos su proceso
interno, eso es lo que se nos ha manifestado a través de la revelación, porque
Dios es un proceso que sólo se explicita y realiza a través de y en las
Personas Divinas como autor cercano a nosotros quiero citar al alemán Rahner
cuyo aporte a la concepción de Persona unida a la revelación considero
es de lo mejor en cuanto a reflexión y actualidad conceptual. Miremos.
***Rahner (1904-1984), toma
conciencia de los problemas en torno a la relación entre los tratados “De
Deo Uno” y “De Deo Trino”. En los manuales al uso el
tratado no trinitario “De Deo uno” precede al tratado sobre la
Trinidad, y esto lleva a hablar de las Personas Divinas de una manera
absolutamente formal que no afecta a la esencia de Dios. Esta situación no es
razonable, si la Trinidad no fuera un misterio salvífico no se nos habría
revelado (solo para que no lo olvidemos, es Cristo quien revela las
relaciones Trinitarias) A partir de esta convicción y para superar esta situación
Rahner formula su tesis fundamental: “La Trinidad económica
es la Trinidad inmanente y a la inversa”. Esta tesis se sustenta en una
observación concreta: hay al menos un caso en que la Trinidad Económica es la
Trinidad Inmanente y es una verdad de Fe definida, la Encarnación del Verbo de
Dios. Jesús no es Dios en general, sino el Hijo, y esta misión no sólo le es
aplicada a la Segunda Persona Divina, sino que le es propia y peculiar. Por
tanto, en la encarnación, algo ocurre fuera de la vida intradivina que no es
simplemente un acontecimiento del Dios tripersonal que actúa como ser único. Si
esto es así resultan falsas todas las opiniones que sostienen tanto el
principio de que no hay nada histórico-salvífico que no pueda predicarse de la
misma manera del Dios Trino y de cada Persona como el de que una doctrina sobre
la Trinidad solo se pueda hacer sobre lo intradivino. Resulta verdadero que la
doctrina de la Trinidad y la economía de la salvación no pueden distinguirse
adecuadamente.
Rahner detecta también una
aporía en el concepto de persona cuando se aplica a la doctrina sobre la Trinidad.
Tres Personas no significa en Dios ni una multiplicación cuantitativa de la
esencia ni una igualdad de la Personalidad, pero cuando hablamos hoy de persona
en plural casi nos vemos obligados a pensar en varios centros espirituales de
actividad, en varias subjetividades. En Dios sólo se da una esencia,
una conciencia real poseída en tres formas distintas. Esta dificultad tiene su
causa en el hecho de que ha habido un cambio en el concepto de persona,
mientras que antiguamente se refería “in recto” únicamente a la
subsistencia distinta y solo “in obliquo” a la naturaleza
racional, en la Edad Moderna la persona pasó a designar “in recto”
el elemento espiritual y subjetivo. A causa de esto es necesario abrir la
posibilidad de otros modos teológicos de expresión que tomen como punto de
partida el axioma fundamental, según el cual Dios es el Dios concreto en
cada una de sus formas de darse, lo que, traducido a la Trinidad Inmanente,
significa que el Dios único subsiste en tres formas distintas de subsistencia.
CONCLUSIÓN Y REFLEXIÓN
PERSONAL.
Desde el primer renglón
encuentra uno que la herencia de las causalidades (Formal/Eficiente)
e incluso la Material como seres vivos de la creación nos remiten
a las Divinas Personas como indicando que Dios siendo Padre, Hijo y Espíritu
Santo, interviene de lleno en la obra de la creación, que no es posible suponer
que la “luz” de Dios llegó al mundo por misión sin que esta fuera
intimada en el Verbo por la presencia de la Trinidad plena Inmanente (Circumincessio)
esta presencia es herencia en términos idiomáticos de la conjugación de las
tradiciones tanto griega como latina. Es Orígenes antes que Agustín en
suponer que la Sustancia de Dios ejemplariza por decirlo así las relaciones
Trinitarias y que la única posible distinción son en sí y para si las
Personalidades de la Individua Trinidad… Causa Ejemplar y Eficiente,
ellas en si muestran el cómo interviene el Hijo (Verbo) en la
creación y como en la Cruz este mismo Hijo de Dios asume la humanidad creada de
Jesús siendo (Él Persona) el Engendrado antes de todo tiempo como
si desde el tiempo de la encarnación no se hubiera transformado en historia el
eterno sin ella como degradación del tiempo y sus ciclos. Los Santos PP.
Capadocios cuando emplean el término Hipostasis nos están
diciendo desde la perspectiva distinta del pensamiento griego que la Persona
que hay en el Encarnado es Divina y que las Naturalezas de Jesús y del Verbo se
hacen Una sin implicar con ello la degradación de la Naturaleza Racional del
Señor. Es una y otra vez la Luz de Dios
en los ojos de su Adorado Hijo la que nos muestra el camino en la Madre (Iglesia)
de los bautizados.
Hoy reflexionamos sobre
la presencia “voluntaria” del amor sublime de Dios que como Dios
solo puede darse así y eternamente como en la relación a Ad-Intra entre
las Divinas Personas. En Jesús tomó carne la realidad increada para que
la realidad creada se librara de las consecuencias de su pecado. La historia personal la encontramos redimida
no solo en tiempo sino también en obras. La redención se llena de
humanidad en la humanidad de Jesús. Constituimos una realidad
sustancial con la Gracia que nos transforma y nos hace llamar a Dios Padre de
todas y de todos. La filiación por apropiación de las cualidades de ser
redimidos, es decir, sin ser redimidos ontológicamente hablando, no se podría
decir que somos hijos de Dios, no al menos en la transformación sustancial de
nuestra condición. La filiación
gracias al Señor es una realidad de índole definitiva, es la aseveración de
nuestra futura condición de la cual ya todo bautizado goza en potencia por la
Gracia. Nuestra reflexión es posible porque el mismo Dios se reveló
para que nuestra inteligencia tuviera la certeza de su presencia. Es una presencia tan clara que el misterio se
convierte en realidad y la realidad es transformada con matices de eternidad.
El Bautista ve la Palabra no escrita o pronunciada en su
categoría de fonema, ve la Palabra como ve a su entorno, esta percepción supera
la Fe y se instala en los sentidos. Solo viéndote con el alma Señor evitaremos
pretender “tocar tus heridas”. Cristo Palabra del Padre se escribe en
el alma del bautizado y se convierte en luz para sus pasos. La
Palabra/Personalidad de Dios se llama Jesucristo.
FUENTES/BIBLIOGRAFIA/ARTÍCULOS Y ENSAYOS.
1.
Amonestación del Hiponense sobre el prólogo
de Juan, a manera de introducción a su tratado (Tratactus et Foedus).
2.
Citas bíblicas tomadas del Texto de Jerusalén
on line: https://www.bibliatodo.com/la-biblia/version/Biblia-de-jerusalem-3-edicion//
ecatolico.com/la_santa_biblia_catolica.htm// www.bibliascatolicas.net/d/biblias/docs/BJ4.pdf
3.
Fuente principal: cristoeseltema.blogspot.com
6.
librosdeteologiayafines.blogspot.com/2012/12/biblioteca-catolica-digital-mercaba.html
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