PENTECOSTÉS
Y UNA RESPUESTA METAFÍSICA EN EL PRESENTE.
PARTE
DOS.
La realidad del presente
siglo y el desmonte de estructuras religiosas y conceptos que parecían anclados
para siempre, hoy nos permite concluir con certeza sobre la necesidad de
estructurar un discurso clave donde el pasado en términos humanos no sea desmontado
totalmente, al menos en las percepciones de nuestra praxis de Fe. Pentecostés bajo el concepto de su
permanencia y vitalidad no puede hacerse literalmente al lado del acontecer
humano y por ende social y cultural. Hoy como hace tanto tiempo en el pasado,
su actualidad no entra en discusión, pero si requerimos de una retorica que
pueda entroncar con el presente sin desconocer sus conceptos originales. La
exposición de una metafísica coherente que se argumente vital desde la postura
misma de su condición sobrenatural nos da la seguridad de estar dibujando en el
presente las bases perennes de un acontecimiento que no se quedó solo en la
percepción de los amigos del Redentor, sino que trascendió por distintos
escenarios y en distintas latitudes.
Pentecostés
supera
los lineamientos interpretativos al punto de necesitar una renovada
hermenéutica que pueda ubicarlo como fenómeno de Fe en acontecimientos del hoy
de nuestra historia, limitar Pentecostés
a los tiempos apostólicos es
limitar su continuidad histórica y trascendente en la conciencia de la Iglesia
como Institución y en el vivir de los bautizados como hijos de ella. Los
tiempos cambian más no la concepción de la atemporalidad de las manifestaciones
de nuestras creencias. La expresión de una metafísica renovada nos permite ver
en Pentecostés la suma de acontecimientos cuya valía entra en las
distintas épocas de la humanidad creyente, no podemos suponer un quietismo
exacerbado en cuanto a sus lineamientos estructurales, más si podemos suponer
que la dinámica del misterio materializado en la Iglesia recobra su vigor en
las distintas manifestaciones de su historicidad como Institución parida
durante aquel misterio salvífico. La causalidad que descubrimos en sus
manifestaciones es de suma complejidad, pero puede ser debelada gracias a la
presencia del Espíritu Santo, el pasado es transformado vitalmente por un
discurso cuya sindéresis se puede percibir como necesaria para la justificación
de sus principios.
Pentecostés desde el hoy de nuestra historia adquiere un matiz controversial si se
quiere y esto por parte de tantos y tantos fenómenos religiosos que se adentran
en la psique de los creyentes generando una serie de manifestaciones que pueden aflorar una especie de alter-ego supra
relacional, es decir, toma forma no una revelación de vida espiritual sino un
poderoso detonante de problemas y percepciones apriorísticas muchas veces fruto
de situaciones e imaginarios personales de quienes dicen experimentar tal
manifestación trascendente.
La supra aprehensión de sus contenidos no es otra cosa que atribuir a un
estado espiritual fenómenos propios de la realidad social y cultural de los
creyentes o congregantes. La connotación histórica de Pentecostés le
debe ubicar por encima de tales manifestaciones. El Espíritu no esta en las
profundidades del alma creyente, este llega por medio de la acción renovadora
de Cristo al “Soplar” sobre sus discípulos. La plenitud del Espíritu de
Dios solo puede dar vida abundante y destinada a la eternidad. Tal plenitud
solo es posible en un alma que sigue el modelo de Cristo el absoluto poseedor
de esta maravillosa voluntad salvífica, como bautizados debemos reconocer su
influjo y vivir de cara a su presencia, es un sentir los tiempos nuevos y
vivirlos como criaturas nuevas, no se trata solo de manifestaciones latentes
sino también de una vida coherente que construye un Ethos actualizado de la
presencia de Pentecostés en su realidad cotidiana. Pentecostés como
fenómeno amoroso de Dios nos prepara para vivir en las categorías de la
perfecta Paz, miremos sus binomios esenciales:
A-
Hombres
y Mujeres espirituales por la acción dinámica del Espíritu Santo.
La connotación de nuestro Ethos social y cultural se
antropiza constantemente y gracias a la presencia del Espíritu Santo, por medio
de sus dones y frutos es posible sentir el crecimiento en la Fe que se revela
como una nueva actitud ante la vida en todas sus formas. Tal radicalidad se
puede percibir en la coherencia de vida como agregábamos anteriormente. Ser
espirituales implica una dinámica de vida y por consiguiente de despliegue de valores
distintos a los promulgados por el mundo y sus escenarios antagónicos. La
comunidad humana compuesta por hombres y mujeres de distintas edades e
intereses necesita ser animada por el Espíritu de Dios y su realidad antagónica
al mundo y su intríngulis. La connotación de humanidad toda ella, es proclive
de ser trasformada por el influjo de la Gracia entrando en la historia tanto personal
como del colectivo que sufre su influjo. Pentecostés renueva las estructuras de
la sociedad y su cultura. La renovación imprime carácter de “Nuevo”
gracias al Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Cristo aparece pues
como el modelo a seguir en consumación de todos los valores y su trascendencia,
Cristo se convierte en el “Camino” que nos lleva a la realización del ideal de
una vida y una Iglesia movida por el Espíritu… Tal afirmación entra de
lleno en el dinamismo de esta maravillosa presencia que establece el Reino
soberano de Dios entre nosotros y nos muestra así la ruta la plenitud de
nuestra Fe y su accionar en medio del mundo y sus categorías de conocimiento,
Jesús en su discurso mostró a sus discípulos la necesidad de “tomar distancia”
en
relación con el mundo, visto en su expresión desde la perspectiva de las
relaciones fundadas por fuera del influjo de la Gracia (Conf. Juan capitulo 17
versículos 1 y ss.). El poder totalizante del amor de Dios es también un bello
sinónimo de Pentecostés en el ámbito eclesial.
B-
Seres
de Paz.
El fundamento de la Paz adquiere en Cristo resucitado una
dimensión escatológica propio de los “Nuevos tiempos” de aquellos que
son fruto del accionar de Pentecostés en la vida y obra de los
bautizados. Tal categoría dinamiza toda la vida y sus contenidos relacionales
impregnando lo que somos y vivimos frontalmente. Dios no se queda fuera de
nuestra condición redimida, por el contrario, es su amor quien genera tal posibilidad
y la concretiza en las categorías tiempo espaciales de nuestra respuesta al
influjo de la Gracia. Seres de Paz es una definición de la naturaleza humana
cambiando su entorno y modificando, por ende, los comportamientos carentes de
sentido y paradójicamente de humanidad. Ser hombres y mujeres de Paz implica
una actitud completamente distinta y coherente frente a la realidad que estamos
a diario convirtiendo en signo palpable de nuestra humanidad. La Paz entregada
por Cristo es uno de los primeros dones mesiánicos trasformados por su
Resurrección y dotados así de la potencia de la Gracia para su historización en
la vida y obra de los bautizados. El conflicto visto desde el acontecer de Pentecostés
es signo de la mas absurda “incivilidad” del ser humano. De una
pobre y negativa respuesta al modelo evangélico enseñado por el Redentor de la
creación. La Paz que el bautizado vive y debe cultivar encuentra su razón de
ser en el testimonio sereno de un Dios humanado y resucitado. No podemos hablar
de Paz cuando el alma es presa de la degradación y por ende del envilecimiento
del pecado y sus estructuras, él mal busca arrebatar la Paz porque ella es
signo del triunfo amoroso de Cristo. La confrontación con nuestro entorno es
constante y si una espiritualidad responsable y madura la tentación por vivir y
pensar en las categorías del mundo es muy fuerte, el clérigo como referente de
Fe y Testimonio debe vivir bajo la sombra protectora de la Gracia. Debemos
saber de Paz y expresarla aun en las cosas más insignificantes de la vida,
debemos saber materializar la Paz, también nuestro lenguaje cotidiano. Si hablamos de configuración esencial de la
existencia humana tenemos que hablar como es apenas natural de la experiencia
con el Dios revelado, sin esto último ¿quién podría pensar en la
trascendencia de su propia vida? Es apenas uno de muchos interrogantes que
anidan En el alma de los bautizados, es apenas un “mojón” que nos
advierte de la necesidad de la introspección para conocer en profundidad de
nosotros mismos. La Paz es un estado de cosas que equilibra generando Ataraxia
o Armonía en el corazón de quien la posee y que trivializando la terminología
evangélica diremos: es un Tesoro, una Perla, un Talento, una Dracma, una Mina,
una Semilla de Mostaza… y mucho más. Una serie de valores que son importantes
en la vida de los creyentes y que referencia la Paz que procede de Dios
resucitador de nuestra humanidad.
C-
Seres
conocedores de Paz.
En este apartado evidenciamos las consecuencias de
conocer positivamente la Paz esencial a la humanidad redimida. Asumiendo un
estado de vida que conduce sin esfuerzo alguno a la realización del ideal
cristiano en el plano relacional cuya referencia directa es el otro y su
intríngulis. Conocer la Paz implica vivir bajo su influjo y saber atesorar sus
consecuencias, quien vive la Paz del Señor reconocerá fácilmente la presencia
de los dones de su Espíritu y uno de ellos es Pentecostés. Como don se enclava en la psique de los
bautizados guiando su caminar y experiencia con la Trinidad Económica,
es decir, con las acciones salvíficas de Dios en nosotros. Conocer la Paz es
vivir bajo un modelo de sociedad que se alimenta del amor como referencia del
otro y una cultura de la vida que distingue y protege la vida en todas sus
formas evitando el sufrimiento de la creación… este dolor es introducido por el
pecado y para poder superarlo debemos vivir en un perenne Pentecostés. La
formación y estructuración de un Ethos que reconozca la Paz en sus estructuras
de convivencia y en sus valores es la clave para establecer un principio de
reciprocidad frente al don amoroso de Pentecostés. El modelo eclesial
anglicano descansa sobre la revelación de un Dios Trinidad y todo lo que ello
implica en el devenir de las tradiciones de la Iglesia. Es una respuesta
totalizante a la vida y a las estructuras donde esta se recrea. Nuestro
discernimiento debe caminar por la ruta de la aceptación del otro en su
realidad y/o circunstancia de vida. Un
caminar que juntos edifica una cultura respetuosa de las libertades e
individualidades de los bautizados. La represión no tiene sentido si estamos
hablando de un ente social y cultural estructurado a la luz del Evangelio de
Cristo. Nuestros presupuestos ético-morales no se quedan cortos, por el
contrario, tienen la fuerza dialéctica de explicitar la Voluntad salvífica de
Dios en su Adorado Hijo y revelado como tal en la plenitud de nuestro Pentecostés.
La Comunión Anglicana puede afirmar categóricamente que vive su eterno Pentecostés
como respuesta al Dios revelado en acciones de índole salvíficas.
D-
Seres
que viven en Paz.
Los puntos en cuestión ya abordados (A-B-C y ahora D) son
en síntesis el compendio de nuestra respuesta al mundo construido sobre el
ideal del Evangelio y por ende en una constante madurez que nos permite decir y
diferenciar entre el YA y el AHORA de la manifestación salvífica
de Dios en cada uno de los bautizados. Las conclusiones de estos apartados de
nuestra reflexión se funden en la percepción de un estilo de vida en cuya
militancia se encuentre inserto necesariamente que es lo mismo que decir, intrínsecamente
la Voluntad salvífica de Dios. La connotación de la revelación en Pentecostés
se llena de alegría e identidad en orden a los fundamentos de la Gracia en el fenómeno descrito por Lucas en el libro
de Hechos de los Apóstoles. La postura inicial de asombro fue convertida luego
en la vivencia cotidiana de la Paz y los demás dones recibidos por la Gracia de
la Causa Eficiente de la revelación y por ende de la Voluntad Salvífica de
Dios. Vivir en Paz implica armonía en la manera de enfrentar la realidad del
mundo y las acciones que en el adelantamos para sobrevivir y edificar una
existencia. Pentecostés nos habitúa a vivir de cara al Evangelio y sus
compromisos. Es para el bautizado la
posibilidad de generar una cultura viva que luche contra las enajenaciones del
pecado en todas sus formas y estructuras… La garantía del triunfo es la
presencia de nuestro perenne Pentecostés. Quien vive en la Paz de Pentecostés
posee un discurso que brinda confianza y esperanza convirtiéndose en
multiplicador de estos dones recibidos, el Libre Albedrío se experimenta por
medio del accionar de la Gracia en la conciencia y psique del bautizado. La
realidad segmentada de nuestras acciones se articula perfectamente en el otro y
su circunstancia sin que medie ausencia de la configuración eclesial por medio
de su norma y doctrina, nos referimos a sus cánones y enseñanzas. La
sociedad necesita del ejemplo y empoderamiento de los bautizados sembrando de
esperanza el diario acontecer. Un Evangelio convertido en historia y a la vez
en actualidad. No podemos percibir la Gracia solamente en la interioridad de
nuestra espiritualidad, también esta se refleja en la configuración de una
moral solida e iluminada tanto por el Decálogo como por las enseñanzas del
Evangelio. La distinción del bautizado Episcopal y como tal anglicano es clara,
se traduce en una existencia coherente, defensora de los valores cristianos, y
proclive a la Paz, no es posible que un Episcopal sea sujeto de escándalo o
conflicto en su entorno, eso ultimo solo puede evidenciar ausencia de
conocimiento de su propia Iglesia. La Justicia es otro de los componentes
intrínsecos de Pentecostés en el bautizado, hoy se habla de “Unción”
con una libertad existencial tal que se ha trivializado su contenido y deja de
ser sobrenatural para convertirse en una respuesta emotiva que toca la psique e
intríngulis del creyente. La Unción
vista como respuesta a Pentecostés debe sembrar en nosotros la Valentía
como en los Apóstoles para anunciar aun en los escenarios más hostiles el
triunfo de Cristo, como quien dice, sin Pentecostés no hay testimonio
autentico de Cristo resucitado en nuestras vidas… Hoy las Glosolalias no
significan los mismo que en su época, estas son signo de una liturgia y
revelación arcaica en la génesis de la Iglesia. La dimensión ontológica del
presente nos hace ver con determinación la incidencia de una transformación que
toca todas las estructuras de la persona, incluso la intelectiva que le permite
al bautizado asumir coherentemente sus contenidos. Resumiendo, en unidades lingüísticas
(gramática) los contenidos de los puntos (A-B-C-D).
Espiritualidad
|
Dinamismo
|
Justicia
|
Ethos
|
Realidad
|
Ética cristiana
|
Moral cristiana
|
Amor
|
Libertad
|
Interioridad
|
Pentecostés
|
Gracia
|
Pecado
|
Introspección
|
Glosolalia
|
Esperanza
|
Amor
|
Revelación
|
Unción
|
Episcopal…
|
PENTECOSTÉS Y
TRANS-MODERNISMO.
La cultura del presente parece que desde hace tiempo
agotó sus fundamentos a tal punto que las necesidades se manifestaron y fueron
dibujadas en el horizonte cultural de las sociedades. El prefijo TRANS de
su significación latina diremos “después o detrás de” lo que supone
dialécticamente un antecedente ya superado o un dinamismo que se ubica por
sobre las concepciones anteriores a este. El modelo social anterior agota sus
postulados y la necesaria respuesta en una cultura no dogmática es precisamente
la crisis dialéctica que inunda la concepción de realidad de las personas.
La sociedad de los últimos dos siglos ha producido una
serie de cambios aventajados no descritos o plasmados al menos 3000 años antes,
hemos caminado en POS de la realidad
abarcante pero reflexionada en las operaciones tanto de la conciencia como de la psique, hoy está de moda el trans-humanar
como el medio de la dialéctica que
actualiza el problema de la comunicación, la convivencia, la ciencia, la religión,
la política y cultura, entre otros,
estamos viendo como el mundo se sucede misteriosamente y las distancias cada día
son paradójicas porque “queremos ir a
Júpiter y a Marte, pero necesitamos visa para visitar al vecino del continente”,
la relatividad se apodero de las relaciones
humanas, ya es más fácil comprar un auto de un millón de dólares que asegurar
el desayuno de 20 niños al menos por un día, los llamados estándares de la
calidad de vida tocan niveles insospechados y creamos gracias a ello niveles de
lo subnormal haciendo del mundo una realidad dimensional donde viven ricos y
pobres en los llamados primer y tercer mundo, ahora en Londres hay restaurantes
donde el menú cuesta lo que costaría una casa en Dominicana o Colombia y solo
una comida que no cambia la realidad de su consumidor, hasta hace un siglo consumíamos 2000
artículos por año, en la actualidad consumimos cerca de 50.000 productos y
subproductos, el postmodernismo parece no tener limite o conformidad con la
realidad misma…
El postmodernismo, retoma las banderas de cambio en el sistema
de pensamiento que a nivel global asume la ausencia del modernismo pero bajo
una primicia bien distinta si se quiere fruto de las guerras mundiales y de la
estéril respuesta de los modelos éticos-morales y religiosos como sociales,
los llamados META-RELATOS como expresión de tiranía y alienación por los que el modelo postmodernista los
rechaza tajantemente, pero haciendo algo de historia diremos que en la década
de los 50s del siglo anterior nace en Europa el postmodernismo en las sociedades
industrializadas en el contexto de la postguerra o reconstrucción de Europa y
ante la crisis que supuso el derrumbamiento de sus viejos modelos y
estandartes. La mentalidad de este tiempo está enmarcada en la necesidad de la independencia
frente a los modelos de autoridad y política que para el postmodernismo rayan
en la tiranía de ideologías que peligrosamente cercan a la humanidad y la
conducen por periodos de oscuridad racional porque no solo es ver la ciencia
como clave del desarrollo sino convertirse en consumidor bajo pretexto de
mejorar la calidad de vida en las grandes ciudades, nosotros reconocemos que el
absolutista puede vestirse de bondad y necesidad y es capaz de dar pero tarde o
temprano termina arrebatando más de lo que inicialmente nos dio, en este
panorama encontramos la vida eclesial que necesita literalmente enseñar a
Cristo resucitado pero que las personas confunden con una tendencia de dominio
y alienación, nosotros al manifestar el triunfo de la vida resucitada tenemos
como primicia formal a su autor, el resucitado por antonomasia, y esta
referencia no siempre es bien vista en el mundo, es una referencia cuyo
discurso contradice los valores del individuo que preconiza el postmodernismo,
estos valores son en esencia la respuesta al avasallamiento que el postmodernismo
ve en los discursos religiosos de su época, es útil mirar el nexo filosófico
que desemboca posteriormente en este periodo de nuestra historia y apreciar los
aportes y tendencias que sin duda originan nuestras posturas en pleno siglo XXI
sin asumir necesariamente la validez de ellas o de algunas.
Los relatos agotaron la construcción de imaginarios y por
ende la generación de nuevos Ethos en el panorama social y cultural de nuestro
entorno. Hablar hoy de Pentecostés parece una empresa de difícil
entendimiento para quienes pueden escuchar nuestro discurso. La comprensión y
su intelecto puede recrear imágenes en una cultura visual como la nuestra, en
un medio tecnológico donde la realidad se funde con la fantasía haciendo ver
solo una cara de la moneda presente… Los paradigmas cambian y con ellos llegan
muevas formas de aprehensión de la realidad.
Es contundente la interpretación sobrenatural en un medio
natural-automatizado, donde la respuesta tiempo espacial es inmediata y
no apriorística a pesar de su inmediatez.
Hoy a diferencia de las épocas apostólicas o de las vivencias de los
Santos PP. de la Iglesia. La
interpretación de Pentecostés lucha por encajar en un orden nuevo, hoy
vemos como la revelación se hace en la perspectiva de la realidad y sus
estereotipos nos plantean retos para entrar en su entorno somático… La
antropización de los medios sociales y culturales se aferran duramente al
concepto de libertad y autodeterminación y llegan a pensar que la praxis religiosa
es un riesgo para las concepciones laicales de un estado que se auto-determina
bajo el concepto de su pluralidad exacerbada. No se trata de ser liberales u
ortodoxos en la exposición de los Ethos eclesiales del presente, simplemente
vemos tales posturas desde una nueva percepción de la realidad presente. No
podemos perder de vista que somos como Iglesia fruto de la in-movible voluntad
salvífica de Dios, y tal acción de su amor por nosotros no puede ser limitada
en el tiempo. Hoy también podemos hablar de una dinámica ontológica que supera
la esencia de la evolución del ser en cuanto tal, o mejor aún, del bautizado en
cuanto tal, por los medios y presencia de la Gracia en su vida. La Gracia
actúa de manera misteriosa, pero se transforma en una contundente estructura
antropizada al influir positivamente en nosotros. Esta expresión no implica
de ninguna manera perdida de su identidad u origen Divino, en esta dirección
camina la Iglesia cuando fija su postura frente a los temas o asuntos álgidos
del presente, estar en el mundo implica un compromiso de índole testimonial con
quienes en ella vivimos nuestra Fe en el Dios revelado. Las fronteras
actuales desarrollan su propia comprensión intelectiva y su propia teoría del
conocimiento, estamos viendo una epistemóloga distinta a como fue en los comienzos
del cristianismo. Agustín de Hipona asistió a la muerte del mundo clásico y
por ende antiguo, hoy nosotros no somos los últimos como Boecio el ultimo de
los romanos, pero si podemos decir que nuestro mundo sufre cambios a ritmo
super veloz y que la percepción del tiempo supera ya la cronología para dejar
en nuestras vidas un sabor emotivo de su paso contundente. Somos más viejos con
la misma edad de lo que fue Agustín con la suya, o que decir del último de los romanos, hemos
visto morir el mundo griego y el romano,
vimos encender la luz durante el oscurantismo, superamos la Edad Media, (Alta y
Baja) el Renacimiento, el Barroco, el Rococo, la Ilustración y el Empirismo de
los maestros ingleses, vimos nacer el Materialismo Histórico, el Idealismo, el
Ateísmo formal, supimos del Existencialismo y el Personalismo, del Relativismo,
disertamos sobre el Dogmatismo, en Colombia nació una mutación del
Existencialismo y lo llamamos “Nadaísmo” sufrimos el influjo del Modernismo, el
Social-nacionalismo alemán ( Hitler) sobrevivimos a Stalin y a Trujillo, Pinochet,
y a tantos más, a la violencia partidista en Colombia, al Trans-modernismo, al
Colonialismo, al Trans-colonialismo, al celular, y Pentecostés sigue y
seguirá siendo MOVIMIENTO AMOROSO DEL DIOS ACTO PURO INMANENTE EN SU AMOR Y GRACIA… Testigos
fuimos en potencia y figura por nuestra Madre la Santa Iglesia del Sepulcro
vacío y del Ascendido a los cielos, y sigue reinando Pentecostés en
nosotros. Amén…
EL FENÓMENO DE LA RESURRECCIÓN... ES EL FENÓMENO DE LA
HUMANIDAD QUE BUSCA SER TRASCENDIDA.
Que aunque no lo
manifieste abiertamente se sabe de su gran necesidad para tomar esta decisión,
aunque el mundo no lo reconozca abiertamente cada una de sus crisis apunta al efecto de su autonomía Moral y Ética, lo que
no implica viciar el acto mismo de la humanidad pero si la respuesta
independiente de algunos por sobre la soberanía y bienestar de todos, somos una
institución humanista y no podemos perder de vista este postulado, estamos
presente en el mundo y conocemos su realidad, la misma que nos toca fuertemente
y que puede hacernos dudar sobre nuestra
propia Fe, dudar en la dinámica del hacer bajo lo creído y vivir bajo lo
creíble, en esta carrera de esperanza la Madre Iglesia lleva en sus brazos el
trofeo para sus hijos los bautizados, en esta carrera de nuestra Fe en el Dios
de la vida la Madre de los bautizados es la PRIMERA TESTIGA DEL RESUCITADO Y
SU RESURRECCIÓN, y ella nos conduce
bajo la presión de este mundo, entendemos por mundo el “escenario de Realidades
tanto positivas como negativas pero componente esencial de nuestras vidas” el
Testimonio de la Iglesia le “Obliga” a acoger a sus hijos y asistirlos en
cualquier experiencia que estos estén atravesando por eso la Madre no puede
abandonar el mundo no al menos hasta reunir a todos sus hijos y llevarlos con ella a la presencia del Padre
Dios, en la Eclesiología del Hiponense rescato estas bellas palabras: “Creo
en Cristo y en su Evangelio porque me lo enseña la Madre Iglesia” este
Magisterio de la Iglesia es vital para nosotros y la humanidad, sin ella sería
imposible reconocer su Gracia y presencia, ella es la fiel esposa del resucitado,
así es vista por el apóstol Pablo, así
es vista por los Santos PP. de la
Iglesia. Es este un maravilloso fruto de la Resurrección de su Señor y
Salvador.
El mundo actual,
reclama espacio en su propia deliberación y busca ahora menos trascender por
creer y vivir los modelos que se presentan como paradigmas, estos modelos son
complejos de manejar en nuestras escalas de pensamiento religioso y moral,
miremos algunas ideas al respecto: PARADIGMA, Cristo es el vencedor del
pecado y de la muerte. Cristo es el triunfador sobre la decadencia antinatural
de la muerte y el pecado que agobia a la naturaleza y en ella a la humanidad. La
imperiosa necesidad de trascender en el ser humano le lleva por definiciones
que desdibujan su condición y con ello su racionalidad. La trascendencia es un
arquetipo en si y para si de la posibilidad de ser completamente distintos a la
realidad confeccionada ausente de Dios y su influjo salvador. La antropología
de nuestro presente busca con ahínco la identidad arrebatada por el paso de los
siglos y el caer irremediablemente en doctrinas esquivas a la dignificación de
la persona humana. La ausencia de un modelo de vida armonioso puede hacer
del ser humano presa de sus debilidades formativas, la Gracia actúa en la
perspectiva de la salvación. Una dinámica tal puede darse en el
aproximarnos a nuestra condición matizada por el pecado y la pérdida paulatina
de libertad, entendida a qui como la objetividad de nuestra elaboración
estética de la felicidad. Acudimos a la definición de estética persiguiendo con
ello la posibilidad de delimitar el espectro de nuestro accionar
convenientemente frente al pecado como perdida de todo limite posible tanto
ético como moral. No buscamos individualmente por exclusividad, lo hacemos por
la connotación de la misma singularidad de nuestra naturaleza.
Pentecostés
como fenómeno de lo trascendente plantea para el bautizado una dificultad
grande al asumir desde la perspectiva tiempo espacial de cada época la
influencia sobrenatural de este fenómeno maravilloso de revelación categórica
de la presencia de Dios en el quehacer de la humanidad redimida. Pentecostés
más allá de su contenido ontológico al transformar al creyente nos dice
fundamentalmente que su influjo asegura el crecimiento de una identidad
personal en el bautizado y su concepción de la realidad vivida en las
categorías de lo cotidiano u ordinario bañado todo ello por la Gracia de Dios,
una amistad que se hace tanto histórica como eterna…
La cuestión identitativa es fundamental a la hora de
exponer un discurso redimido y libre de las implicancias de la voluntad humana
contaminada o envilecida (antropología Agustiniana) por el pecado y sus
estructuras perversas, esta postura de nuestra parte busca tan solo reconocer
el valor del influjo de la Gracia y sus categorías en la posibilidad que
tenemos de percibir su accionar necesario y vital, entramos así en un estadio reflexivo
de la antropología trascendente. Aquí la libertad del ser humano es el primer
bastión que puede asegurar el quehacer de la Gracia en nosotros. El hombre
interior privilegia el influjo de la Gracia y con su poder edifica una vida
sobrenatural llamada a la trascendencia existencial. Aquí surge una
imposibilidad teórica de hablar de la extensión de nuestra naturaleza, la
extensión de lo intelectivo se limita por el pecado alienante y se libera por
el eterno Pentecostés. El influjo de la Gracia es Pentecostés
siempre en potencia y activo si se quiere ver esta presencia amorosa de Dios. Lo
relacionamos como un Pentecostés, siguiendo a Agustín de Hipona cuando afirma
para los Santos PP. latinos que el Espíritu Santo es la comunicación Ad-extra
de la SS. Trinidad. No vemos diferencia formal en esta comunicación que no
sea un vital Pentecostés para nuestro bien y el de la Iglesia. Las
relaciones Trinitarias en su perfecta inmanencia no tienen que ver
esencialmente con nosotros, pero si desde la perspectiva de la Trinidad
Económica y nuestra historia de salvación.
FUENTES.