martes, 11 de junio de 2019

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD...


DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Proverbios capítulo 8 versículos 1-4, 22-31. Salmo 8. Romanos capítulo 5 versículos 1-5. Juan capítulo 16 versículos 12-15.



La Sabiduría personificada es una idea o recurso literario que tomó mucha fuerza en Israel particularmente durante su destierro. La concepción de un recurso tal que le permite al creyente tener la capacidad de obrar conforme al designio de Dios y no salirse de esta realidad a manera de indicador de su salud espiritual. El bautizado se deja orientar y guiar por la Sabiduría de Dios que generosamente llega a nosotros por medio de la Gracia. Muchos de sus atributos reflejan los atributos  de la Divinidad. Desde esta perspectiva cuando empleamos el términos Sabiduría y lo aplicamos al Señor entonces toma una connotación distinta, una realidad salvífica aparece en escena y se materializa en su sacrificio de Cruz.

La presencia de la Sabiduría en este relato del libro de los Proverbios y su manera de ser asociada a la obra creadora de Dios nos permite ver en ella una característica única en la literatura sapiencial, y nos referimos a la forma como esta aparece convertida en un recurso que bien empleó el Creador, al menos así es vista por el autor. Una posibilidad de iluminar la obra con la inclusión del conocimiento en su fundación y en la manera de asegurar que la vida en todas sus formas se conserve plenamente, aquí recordamos por ejemplo las denominadas “Leyes Naturales” y su necesaria presencia en todos los procesos de vida que existen en la creación. Una Ley vital y sin la cual no sería posible sostener la vida y todas sus formas. Una necesidad de causalidad aparece en el panorama de la obra de Dios.

El Salmo 8, es el más antiguo de la Salmodia y exalta al Dios misericordioso quien ha enviado a su Adorado  Hijo y es así reconocido particularmente en la liturgia de Domingo de Palmas. En boca de los niños pequeños se muestra perfectamente el poder del Nombre Divino. La Adoración que debemos rendir a nuestro Dios es motivo de alegría y total esperanza. Dios se acuerda de cada uno de nosotros y sin ser más que seres frágiles, aun así, tiene amor y misericordia por nosotros, conoce nuestra debilidad pero nos hace fuertes por medio de su Gracia. La misma que se manifiesta en la vida y su cotidianidad. El Salmista nos está recordando el amoroso Nombre de nuestro Dios.

Pablo en su Carta a los Romanos,   centra todo su discurso en la gracia que se refleja en la esperanza del creyente  e introduce sentencias como la descrita en el versículo 1: “Habiendo, pues, recibido de la Fe nuestra justificación, estamos en paz, con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”  la justificación corresponde a la Gracia que es derramada en nosotros por el Poder de la Trinidad de Dios en la que su Espíritu se convierte en manifestación  Ad-Extra tanto a la creación como a toda la humanidad. La vida renovada en Cristo es la que produce los frutos por medio de los cuales el amor de Dios se concretiza en nosotros. 

La nueva vida es posible en la novedad de la Gracia que hace de nosotros criaturas nuevas en una vocación distinta a la que nos ofrece el mundo y sus relaciones, es pues, una concepción escatológica de la existencia de la humanidad redimida. Pablo observa como el devenir de los bautizados aterriza en la esperanza que produce una vida en olor de santidad donde las prioridades son otras y al ser otras no encajan en la propuesta del mundo y sus afanes. La Gloria de Dios ha sido revelada por Cristo y nuestra vida es también participación de esta revelación. De esta forma   Pablo nos está indicando como el amor de Dios se hace uno cuando llega a nosotros y busca libremente nuestra transformación. El Don amoroso del Espíritu Santo es necesario para poder nosotros transformar nuestras propias estructuras y convertirlas en un reflejo del amor de Dios.  La coherencia que da la Fe en Cristo es el motor que nos mueve a ser distintos en el mundo porque nuestro Dios lo es. Las Virtudes Teologales o la Fe, la Esperanza, y la Caridad, son figura viva de nuestra condición renovada marcando la dirección de una vida autentica bajo el modelo de la Gracia de los creyentes que han privilegiado en sus vidas el mandato de Cristo.

El Texto Joanico,  nos muestra lo que será el nuevo orden de las cosas y como el Señor ha dispuesto tal orden que reposa absolutamente integro en el Espíritu Santo (Conf. Versículo 13) La condición de los bautizados dependerá de su total apertura al Paráclito, al Dedo poderoso  de Dios (expresión acuñada por el Hiponense para referirse al Espíritu Santo). La fuente del conocimiento de los creyentes es el Don amoroso del Espíritu Santo que llega a nuestras vidas sin que con ello supongamos dominio alguno de nuestra parte ya que todo procede generosamente de Dios. Juan ve aquí la necesidad de la luz que proporciona la Gracia a los bautizados y sin la cual nuestra experiencia con Cristo no sería posible.

La verdad completa es la revelada por el Padre Dios en su Adorado Hijo y en el Paráclito, constituyéndose en una verdad esencial para la salvación de los bautizados. La manifestación de Cristo será la Gloria inminente del Padre Dios. Esta dinámica que se muestra estrechamente ligada con la Iglesia supone la razón de ser de todos sus ministerios, nos constituirnos en los anunciantes del Dios revelado. Dado el tiempo de este anuncio es clave para los apóstoles comprender que la Muerte y Resurrección del Señor constituyen una unidad de su manifestación al mundo. No se puede interpretar de forma aislada sino que juntos,  estos misterios,  y toda su increíble fenomenología  edifican  el fundamento salvífico por antonomasia y el punto concreto donde Cristo Hijo del Altísimo se separa convenientemente de la realidad humana atacada frontalmente por el pecado.

La postura Joanica en este trozo evangélico nos prepara para asimilar el desenlace de nuestra propia realidad gracias a la presencia del Espíritu Santo que nos muestra el camino de la eternidad y como realizar en nosotros el plan salvífico de Dios. La relación Trinitaria aflora vivamente en la interpretación Joanica.  es el Espíritu Santo quien toma del Hijo y comparte con sus discípulos, aquí se universaliza la futura inclusión de todos los bautizados en dicha realidad.  




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