SOLEMNIDAD DE
PENTECOSTÉS. NACIMIENTO DE LA IGLESIA DE CRISTO. COMENTARIO A
LA CELEBRACIÓN.
PENTECOSTÉS… celebra
el fruto de todos los ministerios de la Iglesia, de todos y cada uno de los bautizados, y muy especialmente de la función misionera
de los constituidos en ordenes clericales. Esta es la línea que nos conecta
con la apostolicidad y sus vivencias tanto doctrinales como culticas. La Iglesia
Episcopal es también vivencia estrecha de Pentecostés y su renovación en el
tiempo como manifestación de la Voluntad salvífica de Cristo…
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Pentecostés, es una
poderosa manifestación escatológica del Espíritu Santo, La tradición neo-testamentaria
nos atestigua la experiencia y la
comprensión apostólica del don del Espíritu Santo recibido por la comunidad de
la nueva alianza en estrecha vinculación con el acontecimiento pascual de
Jesús, aunque solamente dos textos, el uno al comienzo de los Hechos de los Apóstoles
(capitulo 2 versículos 1-13) y el otro
al final del cuarto evangelio (Juan capítulo 20 versículos 19-23), ofrecen un
contexto histórico preciso y describen las condiciones de la primera
comunicación escatológica del Espíritu por parte del Cristo resucitado. Los dos
relatos están de acuerdo en lo esencial: la
efusión del Espíritu tiene lugar inicialmente y de modo frontal sobre los apóstoles, por parte de Cristo
resucitado, y en Jerusalén. Son diversas las circunstancias y el marco de
la interpretación teológica que sirven de contorno y de explicación del
acontecimiento. La realidad local nos habla de una dimensión particular de
Pentecostés, es decir, en el tiempo y en el espacio de la Fe de los bautizados,
Pentecostés se vive actualizando cada que el bautizado celebra este fenómeno de
espiritualidad y unción…
El Texto clásico Lucano
que describe el momento y la confusión generada por tal manifestación, habla de
la Glosalalia, de los apóstoles que cada uno de los
asistentes entendían en su propio idioma tal comunicación, es importante tener
presente que los apóstoles estan en el centro de una plaza cuyo mercado era el
lugar de encuentro de infinidad de culturas (salen de su recinto precisamente por la aglomeración de
gente entorno de ellos) que estaban
ubicadas en las márgenes del Mar Mediterráneo. La narración de Pentecostés en
Juan nos presenta una interpretación análoga, aunque en un contexto teológico
distinto. Se da una vinculación muy estrecha entre la escena de la crucifixión,
con la entrega del Espíritu por parte de Jesús moribundo (Juan capítulo 19
versículo 30) y la salida de sangre y agua del costado traspasado del Señor (Juan
capítulo 19 versículo 34), y la escena de la aparición de Jesús resucitado, con
los signos glorificados de la pasión, en medio de los apóstoles. Para Juan, la escena del hacerse presente
resucitado entre los suyos es la otra cara, el fruto, de la escena de la
crucifixión y de la muerte.
El Resucitado llega haciéndose presente en
medio de la comunidad: por los verbos usados (élthen y éste), el cuarto evangelio parece querer sugerir que Jesús
se hace presente, no recorriendo un espacio, sino mostrándose en el centro de
la comunidad: él es su corazón, la fuente perenne de vida. El mostrar las manos y el costado subraya que se perpetúa en Él el
acontecimiento pascual de muerte y resurrección, por el que Él es para siempre
el Crucificado-Resucitado, de cuyo costado, en el Espíritu, brotan la sangre y
el agua, vida y alimento de la comunidad nueva. El aleteo del Espíritu
sobre los apóstoles por obra de Jesús, subraya que el Resucitado es la fuente
del Espíritu sin medida. La escena refleja por un lado la del Génesis, Dios que
sopla su aliento en la nariz del hombre:
“Entonces el SEÑOR Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el
hombre un ser viviente” Génesis capítulo 2 versículo 7, Nueva Biblia
Latinoamericana). Pentecostés es la
creación consumada, por otro lado, con
la referencia a la paz dada por Cristo y el envío para la remisión de los
pecados, recuerda la salvación plenamente realizada que ha de ser comunicada a
todas las gentes. El creyente no puede pasar por alto el gran valor de la
relación y experiencia de los bautizados con el Espíritu Santo particularmente
en la Iglesia primitiva. Estas manifestaciones, la identidad del Espíritu Santo, y su obra en
nosotros y por nosotros.
Solo la Fe es capaz de ver la relación entre
el Padre y el Hijo, no se trata de una manifestación física o sobrecogedora, es
todo lo opuesto, la paz de una relación vital movida por el amor la que nos
muestra al Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, y solo mediante la
manifestación del Espíritu Santo podremos nosotros acercarnos a este misterio
de la revelación de Dios. La Iglesia Anglicana por extensión desde la
manifestación fundacional del Espíritu Santo (engendrada en el vientre
apostólico) guarda firmemente la
tradición ministerial tal y como esta se
fue gestando en la Iglesia primitiva, pasando luego por la afirmación
fundamental del Cristo de la Fe, ese proceso de identidad y definición
teológica fue vital para la consolidación de la doctrina que llegó a la tierra
de los celtas en la misma época apostólica y cuenta de ello es la consolidación
de la catolicidad incluso antes del siglo V cuando Roma voltea la mirada sobre
Britania (nombre dado por el Imperio romano) desde comienzos de nuestra Era.
Pues la raíz apostólica se mantenía con
la presencia de un Pentecostés “pequeño”
que alimentaria no solo los viajes de Pablo o la decisión de Pedro de sacar la
Iglesia de Jerusalén (plano local) sino
que se constituiría en plataforma de vivencia y fortalecimiento del ser
eclesial fuera incluso de Oriente. Pentecostés el fenómeno engendrador se
esparció por el mundo y de esta forma la identidad eclesial se mantuvo en
Inglaterra. De esta afirmación es improcedente denominar o postular a Enrique
VIII como su fundador. Sin duda que Enrique VIII no pretendió nunca la
transformación protestante (termino inexacto de nuestra realidad eclesial) de su reino, sino la "nacionalización"
de la Iglesia bajo el principio de autoridad del príncipe, fons utriusque
iuris. Con este principio Enrique justificaba el Acta de supremacía de 1534,
por la cual exigía que todos sus
súbditos le reconocieran como "the only supreme head in earth of the
Church of England". Isabel I igual que Enrique pretendía la constitución
de una sola Iglesia, en un solo país, bajo un solo príncipe. A esta empresa
contribuyó decisivamente Thomas Cranmer (1489-1556), nombrado arzobispo de
Cantorbery por Enrique VIII. Fue Cranmer el introductor de la lectura bíblica y
de la práctica litúrgica en lengua inglesa.
La noción de Pentecostés, es atemporal porque su
influjo no pasa o se detiene en la conciencia eclesial, somos fruto desde la
Reforma insular de un PENTECOSTÉS LOCAL lo
que nos permite vincularnos directamente con el acontecimiento fundacional de
la Iglesia en tiempos apostólicos, su celebración implica para nosotros la consolidación
del ser institucional de la Iglesia y el inicio formal de todo ministerio así
como su ministerialidad. La Comunión de Iglesias Anglicanas es uno de los
frutos de nuestro tiempo de esa efusión del Espíritu de Dios. Celebramos el
nacimiento eclesial y lo ratificamos en la naturaleza de su ofrecimiento al
mundo, la Santa Iglesia es un signo de redención para la humanidad. Los
Episcopales nos sentimos unidos intrínsecamente a tan maravillosa efusión del Espíritu
prometido. No estamos alegres en la misma línea manifestada por los apóstoles,
lo estamos porque somos parte viva de la Iglesia que vive de la promesa hecha
por Cristo. La dimensión del obrar en nosotros implica desde esta perspectiva
la identidad consecuentemente con la naturaleza de nuestra Institución Eclesial
y la forma como esta reclama ser parte viva de la raíz del cristianismo… Nuestra
respuesta al mundo se debe hacer sentir bajo la guía de Pentecostés como efusión
santa del Espíritu de Dios que con su disposición al orden y a la estética de
su Gracia puede hacer de la Iglesia viva y actualice el mandato de su Señor de
Ir y continuar con el discipulado iniciado por Jesús.
Pentecostés se convierte
en la fuente por antonomasia del discipulado de Cristo en la tierra. Se ubica en el
comienzo salvífico decretado por el ministerio de la Iglesia unida a su Señor y
santificada por el Espíritu prometido. Los apóstoles testigos de este fenómeno de
Fe son sus perpetuadores desde la función ministerial al mundo. Aquí la expresión local del fenómeno se une
vitalmente a su visión cósmica de la Gracia y su comunicación eficiente con el bautizado.
La Iglesia indivisa ve en Pentecostés la
unidad plena de sus miembros bajo su misma efusión, gracias a Pentecostés esta
porción de la Iglesia de Cristo conserva su carácter ecuménico y abierto al
mundo y sus relaciones necesitadas de ser santificadas.
Feliz
cumpleaños de la Iglesia de Cristo en cabeza de los apóstoles y sus
continuadores
Ministeriales.
Una, santa, Católica, y Apostólica en y por Pentecostés.
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Fuente:
cristoeseltema.blogspot.com y recopilación de textos afines con esta breve
reflexión.
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