jueves, 18 de mayo de 2017

SEXTO DOMINGO DE PASCUA...

SEXTO DOMINGO DE PASCUA. AÑO A. hechos de los Apóstoles capítulo 17 versículo 22-31.  1 Pedro capítulo 3 versículo 13-22. Juan capítulo 14 versículo 15-21.



Pablo visita al Areópago o colina de Ares es un monte situado al  Oeste de la Acrópolis de Atenas sede del consejo de la Ciudad hasta el Siglo V de nuestra era. Pablo observa  la policromía religiosa y como las deidades eran el centro de sus reflexiones. Encuentra una inscripción dedicada al “Dios desconocido”  y les anuncia la existencia de Cristo y como ellos aun sin conocerlo en figura le Adoraban. Su plática gira en orden a la exaltación del Dios Creador, Trascendente y Subsistente por antonomasia desligándole de la realidad humana que fabricaba ídolos y dioses según la necesidad de la ciudad o la persona.  La Imagen de Dios es el ser humano y de esta forma revela lo absurdo del culto a los ídolos.  Asume la relación esencial entre Dios y nosotros porque en sus palabras lo contemplamos así: Pues en él vivimos nos movemos y existimos relación imposible de asumirse desde la perspectiva de una divinidad griega o ateniense que es lo mismo. No olvidemos que Pablo fracasó totalmente en su intención por lo que más tarde quitará todo adorno en sus predicaciones al referirse a los griegos. Pablo buscó mostrar la cercanía de Dios con el pueblo y como la vida en todas sus formas era consecuencia de su accionar… La Fe en Dios es patrimonio donado por su Gracia y como tal es nuestro papel configurar nuestra Identidad con su Amor y Misericordia. Dios no es desconocido lo manifestamos en cada experiencia de amor compartida y vivida auténticamente.  Nosotros estamos llamados a revelar en nuestras vidas   a Dios y no reflejar ausencia de Dios en experiencias totalmente contrarias a la Caridad o el Respeto por nuestro prójimo y su entorno. El Amor es la fuente más grande de revelación de Dios en nosotros. El Hiponense lo manifiesta de la siguiente manera: Si deseas conocer a una persona no le preguntes cuanto sabe o conoce sino que ama. Solo el Amor hace de Dios el conocimiento por excelencia. Quien no ama vive encadenado por la ausencia de Amor en su vida. Somos y seremos verdaderamente libres cuando el Amor sea pleno en nuestras vidas y su lenguaje hable con absoluta claridad sobre nuestro Dios.

La reflexión de Pedro es una bella confesión primitiva de Fe en Cristo resucitado y una manifestación de su profunda experiencia con el Resucitado. La Justicia de la que habla Pedro la brinda la Fe en Cristo y es un atributo de la Gracia para quienes comprometidos viven de forma coherente sus vidas… Nuestro modelo es Cristo y solo su ejemplo educa nuestras vidas y su contenido espiritual. Los rituales de purificación que señala el Apóstol nos indica que está pensando en la Purificación o baño ritual que desde el Diluvio es signo de la purificación exterior pero que en nada asume frente al espíritu. Ya no es la reflexión sobre la Ley Mosaica sino sobre la Conciencia y es Dios quien en su Misericordia la concede al Creyente. Sin una conciencia limpia es imposible crecer  y explicitar en nosotros la Imagen del Dios vivo como predicó el propio Pablo en el Areópago. Nuestra vivencia del Bautismo es clave puesto que ella a diferencia de los rituales de purificación judíos ejerce su influjo salvífico en nosotros sin limitación alguna.  Sin duda el versículo 21 y 22 está orientado a los que se preparaban para el Bautismo y de paso amonesta en nosotros la vivencia de nuestro Pacto Bautismal.

El Evangelio de Juan centra toda su atención en el dialogo de Jesús con sus discípulos y como se constituye en una paradoja frente al lenguaje del mundo. Jesús no será visto por el mundo, no será visto por quienes le condenaron a muerte o por el sistema religioso de Israel o político de Roma, pero si será visto y amado por sus discípulos. Sera contemplado por la Fe y la Oración como por la meditación de su Palabra y los discípulos se convertirán en sus testigos en un mundo que no puede verlo pero que sabrá de su existencia por la Obra de la Iglesia… El Espíritu Santo le revelará particularmente en la Ministerialidad de la Iglesia lo que se reflejará en la instauración de la Era del Espíritu Santo y de sus eones de Gracia en la vida del bautizado. Reafirma una vez más su presencia en cada Creyente (Inhabitaciòn de Dios en el bautizado) Pablo tomará estos fundamentos en su doctrina sobre la Gracia y la existencia humana como Templo de Dios que expresa la Sacralidad de la vida. Jesús nos muestra una analogía bien interesante al manifestar que las relaciones de su Ser Divino con el Padre son modelo de las relaciones que vive con sus discípulos. La Inhabitaciòn de la SS. Trinidad transformará la vocación salvífica del Creyente por el Amor del Resucitado y la Gracia que la vida sacramental deposita en cada uno de nosotros. Demos pues testimonio de Cristo en el mundo para que el mundo le conozca y pueda ser trasformado por su Amor misericordioso. No somos testigos oculares pero si testimoniales, es decir, por medio de nuestras vidas.  



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