jueves, 24 de noviembre de 2016

REVITALIZAR LAS TRADICIONES... ADVIENTO

REVITALIZAR  LAS  TRADICIONES  Y  DES-ANTROPIZARLAS.



INTRODUCCIÓN.



El maravilloso tiempo litúrgico de Adviento se mueve en la esfera de la espiritualidad que reclama de la Madre Iglesia una actitud particularmente reflexiva y trascendente en sus apreciaciones… La Iglesia como Sacramento de Salvación está consciente de la alta estima de este momento para todo bautizado y lo que implica literalmente recibir a Cristo como Señor y Salvador  de la historia cuya atemporalidad no es contextualizada sino por el amor de Dios y del  auténtico Creyente. Reza el dicho popular sobre este tiempo litúrgico: Adviento tiempo de Oración, Meditación y Reflexión, en mayúsculas para resaltar su importancia y no su Gramática. Es un tiempo de interacción con lo sagrado en una proporción que está llamada a superar lo ordinario de nuestras celebraciones o sus hábitos formales. El Adviento nos mueve a  desplazar lo que  hay en nosotros y que debe brotar de cada oración y sentimiento, seguros de nuestra relación con el Dios que llega en la Imagen perfectísima de su Adorado Hijo y el Santo Paráclito… Miremos brevemente la significación Total y Totalizante de este momento hecho tiempo de Meditación y crecimiento espiritual  y por ende integral.



NOTAS  SOBRE  ADVIENTO.



En la perspectiva de la Iglesia primitiva el Adviento tenía una significación inmediatista, para tal fin se adecuó una serie de oraciones y liturgias que buscaban acelerar lo que ellos creían era la segunda venida de Cristo. Este retorno glorioso debía ser visto por los fieles al Evangelio en vida y no posteriormente… El Texto inspirado de (Ap 22,20) nos manifiesta esta inclinación: Dice el que da testimonio de todo esto “Si, vengo pronto, amén”… Ven Señor Jesús, en esta postura encontramos la explicación sobre la concepción de inmediatez que se manejaba en la época de los Apóstoles y posteriormente de los mismos PP. Apostólicos. Tal postura la encontramos en la Didajè (escrito apostólico) cuando interpretan en esta dirección el (Ap) miremos en Texto Inspirado:


MARANA---THA… El Señor viene.
MARAN--- ATHA… El Señor ha venido.


En cuanto a la historia del termino Adventus latino que nos indica (llegada, venida, arribo) es nuestra traducción para el griego Parusía cuya significación es la misma así como su significación o concepción doctrinal. El termino Adventus no es propio de la cristiandad, ya los emperadores eran coronados en un tiempo propicio que recibía esta designación, ejemplo tardío podría ser  la coronación de Constantino o Adventus Augusti. Los PP. De la Iglesia comprendieron muy pronto la profunda significación y su relación con los anhelos de Salvación por parte de los bautizados, estos deseos fueron interpretados magistralmente por el Hiponense cuando afirma en el año 400: Adviento era un recuerdo de la venida del Salvador y en la Navidad empieza nuestra Redención que terminará en la Pascua. El propio Agustín  relaciona el Adviento con la Cuaresma de dónde le viene su ser penitencial. Recordemos que Cristo supera todo lo pasado y lo convierte en Actualidad (1 Cor 2,9). El ser penitencial le llega justo después de la Cuaresma concebida ya como tal en el Siglo VI por la catolicidad… Nuestra Iglesia sigue el espíritu de la Tradición Universal, nosotros como Episcopales vemos en la Cuaresma y antes en el Adviento la oportunidad de fijar en el tiempo la conciencia del bautizado en cuanto a las implicaciones e intencionalidad de nuestras acciones y hemos convertido en esta dirección el Acto Humano como Eje Relacional  de nuestra Conciencia comunitaria haciendo del Acto penitencial presente en nuestra Liturgia Eucarística una consecuencia de este maravillo tiempo. Persiste la sed de Conversión y transformación en cada uno de nosotros y nuestra Liturgia nos invita a caminar por esa senda.

La Historia del Adviento es ejemplo de la Sublimación de un evento civil que sacado de su medio cultural es elevado como Signo de nuestra Fe en el Resucitado. Nuestra Espiritualidad encuentra en este tiempo una muy positiva oportunidad para interiorizar nuestra respuesta a los postulados del Evangelio. Adviento pasó de ser una recordación de un suceso socialmente aceptado a una dinámica pastoral por medio de la cual la Iglesia llega a sus hijos los bautizados superando los convencionalismos que  les rodean… El Adviento más que un tiempo indicado en la Liturgia se transformó en la vivencia de un antes y un presente, el antes de la llegada del Salvador y el presente de su Gracia y mandato… Esta reunión muy conveniente  convirtió al Adviento en un tiempo de reflexión pero sobre la Esperanza segura de la manifestación del Hijo de Dios haciendo de la historia de la Humanidad su campo fértil de acción y crecimiento. A diferencia de la Cuaresma el Adviento cifra su Esperanza en la Espiritualización de nuestra historia tanto personal como Universal y en ella la Bondad del Dios que nace en la carne.

La vivencia de este tiempo litúrgico nos ubica en la constante Celebración de acontecimientos pasados y por los cuales la Salvación se hizo concreta entre nosotros. Este tiempo nos está indicando que la presencia del “niño Dios” es tan real como los anhelos de Salvación que experimentan los bautizados a lo largo de sus vidas prolongando in-materialmente esta realidad espiritual que llamamos Adviento. Entre los acontecimientos pasados podemos enumerar concretamente la Creación de la Humanidad  y la forma como la pedagogía de Dios se manifestó en la Revelación para llevarnos a la máxima sobre su accionar: Toda obra de Dios es perfecta y se mueve en dirección de la Redención, pues para nosotros la Redención aplica por Voluntad  misericordiosa del Amor de Dios… El pasado al que alude el Adviento es el pasado mismo de cada Hombre-Mujer y Niño que en el mundo han sido testigos de su Amor y Gracia, es Adviento un tiempo sin tiempo cuya duración y prolijidad dependerá de cada uno de nosotros y nuestra percepción de esta realidad de Dios en el mundo y en lo más íntimo de nosotros. De lo anterior es posible afirmar también que Adviento es tiempo de Misericordia amorosa de Dios.

En la línea o dirección de estos recuerdos que marcan y marcaron la memoria de la Iglesia y su misión es factible hablar de algo determinante que es consecuencia de la presencia de Dios en su obra, estamos hablando de la Promesa de realidades futuras que nutren nuestra experiencia cristiana y nuestra espiritualidad. En el contexto del bautizado las promesas de Dios se cristalizan en invitaciones a la vida y para la vida que después de la huella del pecado se encarnan literalmente en la Persona de su Hijo y nuestro Salvador, pues esas promesas tienen un sabor a eternidad y se respiran en la interioridad de nuestro Pacto bautismal. En Adviento se celebra  tanto la espera como lo esperado por cada bautizado. Es el deseo perenne de la promesa de  La vida eterna la que nos alienta a “esperar” un poco, solo un poco en el tiempo perfecto de Dios. El tiempo de Dios es para nosotros en síntesis la Redención y la Gracia que da sentido y nos justifica cada instante de nuestras vidas. Esta promesa ya es presente y también futura porque es fruto del Amor de Dios en la humanidad. La Iglesia adelanta su trabajo pastoral bajo una consigna la Actualización sacramental de lo que celebra para indicarnos con ello que su postura es siempre actual y que cada día y momento la Institución vive a profundidad los nexos que se establecieron en la Tradición con el Salvador y tiene en alta estima los que tomó literalmente de su Señor y Redentor. Esta acción nos lleva a la centralidad de la  vida sacramental que incorpora lo mejor de sí convirtiéndolo en una experiencia de encuentro con el Resucitado. Estamos asumiendo que la vida sobrenatural es consecuencia de esta Praxis y que la Gracia se aprecia desde la óptica de nuestra Liturgia y Rito con tinte y matiz eminentemente salvífico.

La Pascua es antecedida por la Cuaresma y en esa misma dirección la Navidad es preparada por el Adviento  quedando a salvo la realidad salvífica de uno y otro tiempo marcando así el ritmo de la vida eclesial tal y como la conocemos y vivenciamos nosotros… La Madre de los bautizados se cuida de administrar y conservar con total fidelidad el mandato de la Tradición y el aprovechamiento espiritual de sus hijos que celebran durante este tiempo (Adviento) la Esperanza feliz del advenimiento del Salvador  convirtiéndose en fuente de vida renovada constantemente por el Espiritu Santo. El tiempo de Adviento es un momento de nuestra Liturgia que busca llamar a la reflexión y meditación en primer lugar de nuestra vida teniendo como objetivo primordial el revisar y actualizar nuestra relación con Dios, es decir, Adviento es sobre toda consideración un tiempo relacional de carácter histórico. Las prácticas que la piedad popular adelanta son también la forma de explicitar y sensibilizar esta Liturgia pero sin duda el objetivo es la Interioridad donde se efectúa la transformación de nuestra realidad tanto pensada como creada.  


SÍNTESIS SOBRE EL ADVIENTO.


·        Tiempo de Oración- Meditación- Conversión
·        Tiempo de  Reflexión concienzuda
·        Tiempo penitencial
·        Tiempo de madurez en la fe y en sus consecuentes practicas
·        Tiempo de Gracia e inserción en la cotidianidad del bautizado
·        Tiempo de Esperanza feliz y segura
·        Tiempo que antecede al nacimiento del Salvador
·        Tiempo de Actualización en la vida sacramental de la Iglesia
·        Tiempo de Liturgia
·        Tiempo de Compromiso y revisión de nuestro Pacto bautismal
·        Tiempo que espera en la certeza y coherencia de su Fe
·        Tiempo sin tiempo o medida según la madurez del bautizado
·        Tiempo relacional
·        Tiempo de Adventus o anuncio de la Buena Nueva
·        Tiempo de pensar en la Parusía personal
·        Tiempo que muestra a Cristo como el Señor de nuestra historia y realidad transformada.
·        Establecido formalmente en el Siglo VI para la Liturgia Universal.




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