martes, 5 de noviembre de 2019

RECURSO SOBRE ORACIÓN Y MEDITACIÓN.


RECURSO BREVE.


PARA LLEGAR A SER ORANTES. RECURSOS QUE ESTÁN A NUESTRO ALCANCE.


Vivir nuestra amistad con el Señor y cultivarla en el silencio. Para llegar a ser Orantes debemos cuidar nuestras relaciones con los demás. Debemos tomar conciencia sobre nuestro cuerpo y la manera en la que vivimos cuidándolo o deteriorándolo. Representar a Cristo vivo en nuestro interior. La amistad es asunto del corazón, el centro de nuestra oración es Cristo. La oración no es un momento es un camino y ella nos descubre quien es Cristo. Cristo nos llama a vivir en libertad interior. Ser orantes es vivir la oración con todas sus consecuencias. La oración nos cuestiona y produce sentimientos siempre distintos, Marta sabe actuar en su presencia y María sabe escuchar delante de Él.

En la oración establecemos una conversación que se convierte en comunión con el Dios revelado, orar y meditar nos da la posibilidad naturalmente de caminar viendo delante de nosotros los signos del amor de Dios. Conversar con Dios es una bella expresión de nuestra propia integralidad que se somete a la Voluntad amorosa de Dios. Hablemos siempre con Dios que en su amor generoso nos escucha. Dios es lo más íntimo que hay en nosotros y lo que da auténtico peso a nuestra existencia, expresaría Agustín de Hipona. La esperanza sembrada por la oración nos sirve de escudo y armadura para enfrentar el devenir de la existencia. El mundo y sus relaciones no se detienen y nosotros en medio de esta realidad debemos caminar en pos de un Reino y su Señor.

La oración es asunto de Fe, constancia, y compromiso, La oración deja una huella en nosotros, es un don, un regalo que llega al corazón y puede cambiarnos. Los sentimientos, las emociones tienen un valor relativo en la oración. Pedro manifestó que era bueno estar en aquel lugar, pero lo importante no era este sentimiento sino el poder seguir a Cristo luego y en todas las instancias de la vida. No se trata de disfrutar de Dios en la oración sino en saberle bien a Cristo cuando oramos. Podemos estar buscando solo el gusto en la oración y no crecer en la vida de Fe y en la entrega como bautizados. Pedimos la paz para el mundo y generamos auténticas guerras en torno nuestro. Pedimos por los que no tienen alimento y desperdiciamos en nuestras cocinas. Lo anterior es un engaño espiritual.

El querer de Dios es la meta de la oración, recordemos su oración en el huerto de Getsemaní. No se trata de lo que nos gusta decir en la oración sino en lo que estamos viviendo de ella.  La oración nos puede llevar a actuar como Jesús antes que pensar como lo haría Él. Oración es un caminar disciplinado de amor y entrega, sin mediar entre ella y nuestro parecer la voluntad humana. Es una grande ofrenda para Cristo nuestra propia voluntad.

Nuestra oración debe unirse a la voluntad de Dios y no a nuestro parecer personal y muchas veces malcriado. La sociedad en la que vivimos impone hábitos para evitar la reflexión en el bautizado. Nos gusta reunirnos en distintas ocupaciones, pero no existe reflexión y análisis personal a la hora de discernir. La vida cotidiana debe educarse para saber seguir las mociones de la Gracia y cumplir la Voluntad de Dios. Conocernos a nosotros mismos es fundamental para caminar en una vida de oración y de servicio cristiano. Dios hace parte de nuestra jornada, pero prefiere hablarnos en lo privado de nuestra conciencia. Los ministros laicos deben examinar su conciencia para conocerse y ver sus propios frutos. La oración más que un habito se convierte en una manera de ver el mundo y sus contenidos, la oración entra en distintos niveles de disciplina y necesidad, nos queda claro, que cuando entramos en su dinámica lo primero que hacemos movidos por su influjo es revisar y sanar tanto el cuerpo como la mente y las relaciones con quienes nos rodean como extensión de nosotros mismos. Esto último incluye radicalmente la vida en todas sus formas. Estamos pues enfocados en una multi dinámica de relaciones con el entorno y su razón de ser y existir, La oración nunca es quieta o estática, ella mueve poderosamente la mente y voluntad del orante, dándole o imprimiendo en su ser la fuerza suficiente para el quehacer de cada día. Nuestra oración asume la rutina como una necesidad para establecer un orden y un habito como indicábamos antes. Pues el orden en la oración es expresión volitiva de nuestros sentimientos respecto de Dios. La vida espiritual necesita de la oración como fuente de alimento y disposición natural de la Gracia, sin oración y meditación la Gracia se consume en acciones mundanas y no puede aprovecharnos. Tenemos un enemigo común y no es el mal tipificado o identitativamente señalado, me refiero al demonio, si bien el mal se manifiesta también es muy cierto que nosotros poseemos libre albedrío para hacer de la oración un recurso vital tanto de nuestra condición física como espiritual. El mundo (escenifica las dificultades de todo tipo para nuestra oración y meditación) se recrea poderosamente en cada bautizado como su ADN sensitivo que le permite, ver, tocar, y sentir, su realidad mudable paro atractiva, una realidad que por ser intelectiva llega a la mente y se convierte en información que podemos convertir en imágenes e ideas a voluntad. Desde una concepción psicológica es fácil confundir esto con la voluntad de fuerzas supra naturales que están en aparente conflicto con nuestra interioridad.

La vida espiritual es una necesidad en cada uno de los bautizados que estamos todavía caminando al encuentro del Señor. Una relación de intimidad nos asegura auténticos frutos de vida en el espíritu y no distracciones del mundo y nuestro entorno. Diariamente debemos tener momentos de oración y meditación con la “boca cerrada” facilitando la interioridad y desarrollando la capacidad de pensar muy bien nuestras respuestas cuando estemos dialogando. Las emociones o el tono de la voz no son indicativos seguros de un estado espiritual o de vida interior, ellos son como sentidos un recurso en el lenguaje que empleamos para comunicarnos (corporalidad) La oración que podemos hacer cada día puede tener distintos modelos o patrones si así lo deseamos, sabemos que ella trabaja fuertemente nuestra voluntad.  Nos referimos al cambio de hábitos y prioridades, así como al manejo del tiempo personal, siempre lo hay para orar y meditar, estos ejercicios de vida interior no descartan otras expresiones de piedad o interiorización, hay recursos muy variados para crecer en la oración y meditación, incluso si hay dificultad de concentración o manejo de nuestra atención, podemos centrar la mente en un símbolo evangélico, por ejemplo la vid y los sarmientos presente en Juan, de esta manera dirigimos el poder de la simbología al terreno de nuestra interiorización logrando con ello disiparnos poco y mantener nuestra mente y voluntad enfocadas. Es pues factible que de esta forma nosotros logremos crecer en el dominio propio y no dejarnos mover solo por las emociones de estamos espirituales engañosos. La vida interior reclama de estos recursos para hacer conciencia en nosotros de una condición más que física o material. A Dios no le podemos expresar lo que significa para nosotros por medio de palabras sino del mismo corazón que habla de nuestros sentimientos. Las palabras son un recurso, pero ellas deben ser el reflejo certero de lo que hay dentro de nosotros y no simplemente como lenguaje religioso asimilado en distintas formas o modos de oración tanto verbal como interior.

Nuestro crecimiento en la vida espiritual nos debe llevar a conocer donde nos encontramos con respecto a la oración y meditación de los misterios que rodearon la vida del Señor. Cada día es una oportunidad para profundizar en la oración y ver como ella transforma nuestro “hombre viejo” deseoso siempre de tener la razón y por ende convertirse en infalible para los demás. Dicho esto, también diremos que la oración nos renueva y hace criaturas nuevas al aprovechar la Gracia de Dios en nuestras vidas y relaciones, santificando tanto el mundo físico como espiritual en torno nuestro. La ignorancia puede hacernos creer que la oración justifica todo o sana todo sin antes haber entablado una relación amorosa con el Dios viviente. Sin familiaridad no hay nada que se materialice en nosotros. La oración nos brinda la posibilidad de construir relaciones duraderas y santificadas, esto último, es extensión bien intencionada de la oración y nuestros hábitos de vida espiritual. La meditación se convierte también en fuente de incalculable valor para trabajar el autodominio y la templanza. La prudencia también se nutre de un sano y constante ejercicio de meditación, si tenemos dificultades para dominar nuestra prontitud a la hora de responder a cualquier agravio, sin duda alguna que la meditación nos ayudará a darle el valor indicado a cada una de las manifestaciones que surgen del trato y relaciones con quienes nos rodean. La oración cuando se adentra en la meditación se interna en lo más intimo de nuestra psique llegando a descubrir aquellas cualidades y valores que muy pocas veces afloran en el diario compartir. La meditación abre puertas a la vida sobrenatural facilitando el descubrir otros elementos que no encontramos sino dentro de nosotros mismos. El mundo como propuesta relacional es eminentemente superficial ya que los conceptos de felicidad que posee son efímeros por ser solo expresión material de su propia realidad limitada y no trascendente. El bautizado-episcopal esta llamado a adentrarse en la oración y meditación para fortalecer su propuesta al mundo, de una vida recta y ordenada ya que en la estética de la vida encontramos a Dios que ama y genera en si todo orden y armonía.


Orar es una disciplina que adelantamos por gusto y movidos a ella por amor y convicción. Orar y meditar nos introduce en la realidad trascendente de nuestra condición humana…






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