COMENTARIO AL
EVANGELIO. DOMINGO XXII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.
Lucas capitulo 20 versiculos 27-38.
27. Acercándose algunos
de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: 28.
«Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba
casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a
su hermano. 29. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió
sin hijos; 30. y la tomó el segundo, 31. luego el tercero; del mismo modo los
siete murieron también sin dejar hijos. 32. Finalmente, también murió la mujer.
33. Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los
siete la tuvieron por mujer.» 34. Jesús
les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; 35. pero los que alcancen a ser dignos de tener
parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos
tomarán mujer ni ellas marido, 36. ni pueden ya morir, porque son como ángeles,
y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37. Y que los muertos
resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al
Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 38. No es un
Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven. https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/lucas/20/
La discusión del Señor
con algunas facciones judías de cierto nivel de radicalidad en la vivencia de
la Ley Mosaica nos recuerda cuál es nuestra postura de Fe sobre todo aquello
que hemos profesado en Cristo y en su Iglesia. Creer en la resurrección es
parte de nuestra expresión de vida tanto en la Gracia como en la trascendencia
que resumen todo aquello que es determinante para nosotros. Los saduceos niegan
la resurrección por una interpretación fatalista y “obtusa de la vida” y
porque para ellos la muerte es el final de una existencia tan solo meritoria en
el plano estrictamente humano. La Ley no
asegura más que la retribución en el plano material y la posibilidad de
descansar junto a los antepasados del pueblo. La propuesta del Señor
supera dinámicamente una vida quieta que no camina en ninguna dirección. El acontecer de la resurrección en la mente
de los bautizados entra en conflicto cuando el apego mundano y afectivo nos
hacen perder la ruta de la esperanza de una vida plena donde incluso, los
sentimientos serán plenificados y llegarán a una dimensión de tal profundidad que
la separación de los afectos y emociones será superada por el verdadero amor de
Dios en nosotros y nuestro entorno emocional.
La propuesta de
Cristo no encaja perfectamente en los fariseos del hoy de nuestra historia, son
aquellos que aceptan la posibilidad de una vida después de la muerte pero que
en realidad viven como si tal primicia no los tocará a ellos y su forma de
existir. Un formalismo dialéctico simplemente que
no implica vivir auténticamente la esperanza de la vida eterna. El rechazo de
la Fe y las condiciones del Evangelio son parte de este fenómeno en el
presente, en una sociedad que moldea sin esperanza la existencia netamente
material de los seres humanos. Cuando hablamos de esperanza estamos afirmando
el señorío de Cristo sobre todo aquello que hacemos o es importante para
nosotros y que se conservará en la pureza del amor que irriga todo nuestro
acontecer. El ministerio eclesial debe invitarnos constantemente a vivir
y enseñar sobre el Reino del Dios viviente y como se puede caminar efectivamente
hacia su concreción en nosotros, este caminar inicia en lo más profundo de
nuestro propio ser. Reconocer su
actualidad es el primer paso para sacarlo de las profundidades del ser y
vivirlo como una expresión concreta de nuestro sentir como bautizados. La
declaración de nuestra Fe es vitalmente el enganche con el misterio convertido
en realidad por el mismo Cristo en la Cruz, para resucitar es
indispensable aceptar, antes que morir, de lo contrario la naturaleza sigue el
curso de los eventos en los organismos que cesan sus funciones vitales y
biológicas como tal. La vida se gasta en situaciones pasajeras, pero la
mete camina en dirección de la eternidad que no se muda como todo lo compuesto
en nosotros. Solo por medio de la Gracia nuestra naturaleza mudable se
transforma en incorruptible, así mismo lo expresará el propio Pablo en 1
Corintios capítulo 15 versiculos 53-55…
Pues nuestra naturaleza corruptible se revestirá de
lo incorruptible, y nuestro cuerpo mortal se revestirá de inmortalidad. Y
cuando nuestra naturaleza corruptible se haya revestido de lo incorruptible,
y cuando nuestro cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, se cumplirá
lo que dice la Escritura: «La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde
está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? https://www.bible.com/es/bible/411/1CO.15.53-55.DHH94PC
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La resurrección abarca
todos los sueños y anhelos del ser humano en Cristo, no es solo un cambio de
condición si cabe emplear esta expresión, es una configuración absolutamente
nueva y actual de la vida y su dimensión Pasando de esta inmanencia que se
convierte en una especie de “cárcel” que limita el ser como este es y se
manifiesta en el mundo o realidad de relaciones y percepciones. La resurrección
es un ofrecimiento sin mérito posible o futuro de nuestra parte, pero
afortunadamente es obra del amor de Dios y su poder no posee parangón alguno
que no sea Dios mismo. Dejamos a un lado a los fariseos y saduceos y nos
centramos en nosotros como bautizados y discípulos de Cristo. Solo el
amor da sentido a retomar la vida de manera ininterrumpida y hacerla parte de
una expresión de amor que llamamos resurrección y eternidad porque no tendría
sentido vivirla sin ser eternos en la profundidad del conocimiento amoroso de
Dios en su presencia. La muerte reclama lo suyo por derecho propio y el
pecado puede hacer que el bautizado renuncie a Cristo y se entregue a la
existencia limitada de la materia y los apetitos sensitivos que todos
conocemos.
La discusión en la época del
Señor era en cuanto al enfoque de las tradiciones presente en el panorama
religioso de Israel, no era fácil para ellos concluir con tamaña posibilidad
teniendo presente la manera como ellos vivían su Fe. Imaginar un mundo distinto
en un orden que el ser humano no conoce y por ende que no depende de su
interacción es un reto que todavía no suena fuerte en muchas concepciones
religiosas. Hoy gran número de personas se inclinan más por una
definición epicúrea donde el placer y el bienestar sean percibidos en su existencia
sin que medie para ello una idea superior que hable de un orden distinto al
conocido, hoy persiste el miedo a la muerte y al más allá, convirtiendo la
pregunta sobre si hay vida después e la muerte en uno de los interrogantes más
buscados. Indagar sobre esta realidad condiciona la forma de pensar y
vivir para muchas personas en el presente. Los cristianos seguimos radicalmente
el cumplimiento de la promesa de victoria sobre la muerte y el ejemplo del
propio Cristo es el mayor aliciente que tenemos, unido a la posibilidad de
edificar una relación espiritual que nos llene de esperanza y seguridad en tal
acontecer de la vida. Creer o no hacerlo en la resurrección no desvirtúa su
realidad trascendente. Cristo la ofrece como la más perfecta concreción
de todo lo que somos y aspiramos ser. En Dios la vida se transforma hasta satisfacer
todas las expectativas del ser humano redimido en Cristo.
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