PRINCIPIO
DE LA BUENA NOTICIA DE JESUCRISTO, HIJO DE DIOS…
El Evangelio de Marcos nos ofrece en
consideración para este Segundo Domingo de Adviento (1:1-8) una enseñanza que
tiene por abre bocas la Profecía de Isaías, miremos el Texto citado: Envío mi Mensajero delante de ti, para que prepare el camino. Una voz
grita en el desierto: Preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto (40,3ss)
en este Contexto la Buena Nueva se presenta como la fuerza Restauradora de Dios
sobre el Orden corrompido por el pecado que incluso llega a lastimar a la misma
Creación por injerencia de la Humanidad manchada por el pecado y degenerada en
sus vitales estructuras… Es posible ver
en la Visión Profética de Malaquías la misma concordancia frente a la
manifestación del Amor Restaurador de Dios
(Figura del Adviento) nosotros en la Iglesia asumimos que esta Restauración
es fruto del Amor de Dios Intimado en la Persona Adorable de su Hijo
Jesucristo.
Posteriormente los Autores del (A.T)
fundamentaron su Doctrina sobre el Día
de Yahve y el Juicio inminente, que
con el evolucionar de sus contenidos y Espiritualidad concluimos en una visión
de Restauración Personal bajo el presupuesto de la Identidad y Unidad del
Creyente bajo la Gracia del Salvador, Marcos Espiritualiza el Bautismo de Juan
el Bautista al punto de presentarlo como el preámbulo de la Misión del Mesías, cuya
convocatoria se cuida de incluir extranjeros en su Mandato, que como “confesión
de pecados” plantea la necesidad de la Conciencia en el proceso del reconocimiento
de Jesús como el Enviado del Padre, de lo contrario un mero ejercicio
Ritualista no sería suficiente para la Salvación de la Humanidad.
Nosotros debemos tener muy presente
que la Confesión de pecados hace
parte de la Integralidad y Unidad de nuestra Liturgia que le permite al
Bautizado continuar en la Edificación de su vida tanto física como espiritual a
la luz de la Gracia que cada Día y Oportunidad Moldea la Persona y su
circunstancia, La Conciencia es sin duda
alguna, el “Lugar” si lo queremos materializar del Encuentro con Dios a partir de la misma Humanidad y la
imposibilidad de salir de nosotros mismos y Objetivar totalmente nuestra Existencia,
pero tengamos muy presente, que Salir de Nosotros es afirmar nuestra condición Humana
y salir al encuentro del otro donde también se produce o efectúa la Salvación
de cada Circunstancia y Vida. Juan el Bautista no solo recibe el elogio más
grande de Cristo sino que vive su Ministerio comunicando su Voluntad Salvífica:
De los nacidos de Mujer nadie tan grande
como el Bautista (Lc 7,28) pues para la Iglesia este es un Tiempo de Oración
y Meditación donde la presencia de su Salvador se produce en la Intimidad Cósmica
de su Liturgia tocando las fibras más intimas de la Humanidad y el Misterio de
la vida, cuya gran paradoja es sin duda la derrota del pecado constante en
nosotros por nuestra propia Humanidad Santificada por el Niño Jesús en el Hogar
de Nazaret y luego en la Cruz, es una maravillosa Historia de vida y Amor por
la vida.
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