EL RECIBIMIENTO
CANÓNICO. REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE UNA MIRADA ECLESIOLÓGICA.
SOBRE SU
MISTAGOGÍA.
El L.O.C en lo
concerniente a ritos pastorales incluye en el rito de la Confirmación la
Recepción y los Votos Bautismales (a partir de la página 335) igual sucede con
el santo Bautismo. Es interesante como la dimensión tanto antropológica como el
fenómeno sociológico de esta ceremonia de iniciación entre los creyentes que
llegan a nuestras congregaciones (la membresía se alcanza por el santo
Bautismo, la Confirmación o el Recibimiento Canónico) siempre y cuando el feligrés
no haya sido bautizado o confirmado de lo contrario el Diocesano o el Obispo
que este autorice podrá recibirle en la santa Eucaristía. Es importante que
consideremos que la Recepción es indispensable para quienes en edad adulta
desean pertenecer a la Iglesia Episcopal Comunión Anglicana. En cuanto a
procedencia del rito no se puede ni debe equipararse a la Confirmación, aunque
tenga valor explícito en nuestra tradición eclesial. La liturgia de la Iglesia
presenta en su esencia un signo como tal de su unidad e indivisibilidad que
brota de su sentir como era antes de las separaciones que todos conocemos
(Cisma de Oriente, Reforma, anglicanismo, Viejos Católicos o Veterocatolicos, luteranos,
solo para mencionar los más relevantes). Los nexos rotos de su unidad visible a
la fecha no han sido resarcidos. En cuanto a nuestro enunciado anterior parece
conveniente retomar su reflexión. Su impacto sociológico es en cuanto a la
naturaleza de la Recepción la misma que se expresa en las categorías del Ethos
que han fundamentado durante sus años de praxis, me refiero concretamente a la
posibilidad de institucionalizar la pertenencia congregacional sin acudir
ciertamente al Bautismo en Naciones donde la Iglesia Anglicana no posee la
característica de nacional (y muchos llegan por generaciones anteriores).
Estamos asegurando que el
empoderamiento dialéctico se asume según corresponda la relación con la Iglesia
y su doctrina. Es también una manera de fijar la Unicidad de la Madre Iglesia
que supedita a sus hijos bajo el concepto de la formación y sus distintos
carismas como cosmovisiones encuentran estos en la Iglesia. La Recepción es sin
duda una invitación al Espíritu de Dios para que con su presencia fortalezca al
creyente por el que la Iglesia ora sin cesar. La Recepción está unida
esencialmente a la renuncia al mal como fundamento de la vida del creyente. El
dualismo que en algunos momentos se puede presentare especialmente en la
concepción de lo que el creyente expresa como el mal no puede prevalecer sobre
la nueva condición de los recibidos en esta Comunión. Es como a manera de
intuición espiritual el despertar de la conciencia de ser parte de un todo
congregacional que representa en figura y acción a la autoridad de la
Iglesia. La presentación dentro de la
celebración litúrgica ratifica bajo que instancia se encuentra quien desea ser
Episcopal y para concretar la afirmación le somete a la renuncia al mal y le
insta a renovar su entrega a Cristo (la misma del Bautismo, si se desea) en
esta dirección diremos que el ejercicio eclesial del Recibimiento Canónico
camina en la ruta de la afirmación tacita de la Fe en el resucitado y que la
Iglesia se asegura de la respuesta comprometida de sus hijos. Desde luego se
vincula vitalmente al resto de la Asamblea que aquí particularmente asume su
vivencia sacerdotal (sacerdocio común de cada bautizado) … La unidad eclesial
queda representada en la proclamación del Pacto Bautismal cuya centralidad es
la revelación Trinitaria y la incorporación al cuerpo místico de Cristo, es
decir, la Iglesia. La oración se
constituye una vez más en el eje relacional de lo prometido y sin ella será
imposible sostener lo prometido y lo más importante aterrizarlo en la praxis de
nuestra cotidianidad. Lo hasta aquí vivido en el contexto de la necesaria
renovación es clave para determinar la madurez de los bautizados y su deseo
concreto de vivir bajo el toque o carisma anglicano su propia Fe. Una vez más
el signo vivo de la imposición de las manos (Confirmación) nos recuerda que se
establece en nuestra antropología eclesial una relación con la voluntad
eclesial de acoger a todos sus hijos y el compromiso en la respuesta eficaz de
cada bautizado ahora recibido en esta Comunión. La conexión que se establece
entre el creyente a ser recibido en la Comunión, y la Iglesia se fortalece con
la vinculación de este a los signos visibles de nuestra eclesiología.
“N., te
reconocemos como miembro de la Iglesia Una, Santa, Católica, y Apostólica; y te
recibimos en la hermandad de esta Comunión. Dios Padre, Dios Hijo y Dios
Espíritu Santo te bendiga, te conserve y te guarde. Amén”.
Y en cuanto a la
Reafirmación.
“N., que el Espíritu
Santo, quien ha iniciado la buena obra en ti, te dirija y sostenga en el
servicio de Cristo y su reino. Amén”.
El rito que involucra la
oración sobre los que han de ser recibidos en la Iglesia pone de relieve la
participación de estos en la liturgia Eucarística de donde brotan las gracias
para vivir conforme a la opción por Cristo expresada de forma madura por cada episcopal. La madurez es en sí expresión de la
consolidación de la Gracia en la vida de los feligreses y como estos lo hacen
públicamente. La adhesión a la Iglesia en los términos de la Recepción
implicará a partir de este momento en el poder asumir y dimensionar como parte
de la Fe en Cristo de los derechos y deberes del episcopal frente a su
membresía y a toda la cristiandad, luego, la recepción no es solo un asunto de
la congregación lo es de la universalidad de nuestra Fe y su cualidad Identitativa. Estamos en esta perspectiva asegurando la
concreta y segura opción por Cristo revelado en su Evangelio y en los signos
visibles de la liturgia y misión de la Iglesia. En cuanto al orden de la celebración queda a
salvo la voluntad expresa de los bautizados por participar de este rito de
introducción a la vida eclesial de nuestra institución.
CUALIDADES UNIDAS Y/O FRUTO DE LA RECEPCIÓN Y
RENOVACIÓN DE LOS VOTOS BAUTISMALES.
SIGNO ECLESIAL
RECEPCIÓN
RENOVACIÓN VOTOS
BAUTISMALES.
El bautizado como signo
de su madurez pone de manifiesto y de forma pública su Fe en la institución y
su respuesta a Cristo en el ámbito de la misma.
El santo Bautismo nos une
poderosamente al plan salvífico de Dios manifestado en Cristo su Adorado Hijo.
Expresa en el ejercicio
de su sacerdocio común que hace parte del cuerpo de Cristo o su Pleroma que es
la Iglesia.
Ratifica en el Pacto
Bautismal su opción por Cristo vivo y resucitador.
Somos regenerados por el
baño santo y la imposición de manos en la Confirmación.
Vive su Fe de la Gracia.
Pide la Gracia del
Espíritu de Dios para llevar a feliz término la obra salvífica de la cual fue
objeto desde el Bautismo.
La vida sacramental está
gobernada por la santa Eucaristía como el signo de la amorosa presencia de
Cristo en su Iglesia.
Asume la necesidad de
renovar constantemente su adhesión a Cristo como su único y suficiente
Salvador.
Ratifica delante de la
Asamblea, el Obispo y el Clero su disposición para ser “otro Cristo” en el
ejercicio de su Mismidad.
Es importante el análisis
de la “rubrica” que están contenidas en la página 334 del L.O.C como
introducción a la celebración de la Confirmación.
Asume con madurez los
Deberes y Derechos que su compromiso le genera en la congregación de la cual se
constituye en base y fundamento.
El Espíritu Santo renueva
su presencia en quienes se han dispuesto para alcanzar el ideal de su conexión
eclesial.
La Iglesia como Madre
espiritual confecciona los recursos eclesiales que son de gran utilidad en la
vivencia y expresión de nuestra Fe.
Los signos de nuestra
eclesiología tienen cabida plena en quienes renuevan su Fe y lo más importante
son aportadores de recursos tanto en la oración como en el estudio de la Palabra
y su contexto revelador.
Sagradas Escrituras (su
hermenéutica y Exegesis).
Sacramentos (operación de
la Gracia en la historia personal y eclesial).
Liturgia (en la
confección y mistagogia de nuestras distintas expresiones culticas de Adoración
a Dios Trinidad).
Ética y Moral (centrada
en los derechos y deberes de la persona humana redimida y la exposición del
Decálogo y el Evangelio).
El Ministerio Ordenado
(Tradición al servicio de los Medios de la Gracia).
El Magisterio y su
conexión con el pasado, presente y porvenir de la Iglesia de Cristo.
Los dones y frutos del
Espíritu Santo acompañan la vida y militancia de quienes optaron por vivir el
carisma y toque spiritual anglicano, y de paso no perdieron la noción de
universalidad de nuestra Comunión.
Cristo “Maestro Interior”
potencia todos los signos visibles de la espiritualidad y ministerialidad de su
Iglesia y cada bautizado, confirmado y recibido se vinculó de lleno con la
realidad salvífica manifestada al mundo por la Trinidad Económica.
Identidad y acción
propiamente dicha de quienes optando por Cristo lo hacen bajo el toque y
carisma de esta Comunión.
Los Votos Bautismales nos
recuerdan la esencia de nuestra Fe y como la espiritualidad anima la expresión
y sentir de los creyentes que se congregan a celebrar la Resurrección de
Cristo.
El conocimiento de la
Palabra de Dios es una de las mayores riquezas que el Recibido en esta Iglesia
puede experimentar y vivenciar en el escenario concreto de su cotidianidad. La
dinámica de lo cultico debe considerar que el estudio de la Palabra de Dios
hace parte de sus cometidos y finalidades. Es indispensable establecer una
relación esencial entre la recepción y la Palabra. La expresión de todo lo
relacionado con nuestra liturgia necesita ser esclarecida en los términos
congruentes con la comprensión de todos
los feligreses. Es vital estimular la lectura y meditación de las Sagradas
Escrituras entre los feligreses y especialmente entre quienes han sido recibidos.
Las relaciones en la congregación se deben edificar bajo el signo vivo de la
Gracia que asegura que la fraternidad ocupe el lugar preponderante tanto en el
trato como en el hablar del otro… La vida congregacional reclama de todos
nosotros coherencia con la búsqueda permanente de Dios en la que vivimos el ser
eclesial. El recibido se convierte en testimonio y anuncio de las palabras y
las verdades que contiene y también ensaña al mundo con sus acciones y forma de
vida que está comprometido con la trascendencia. No es posible que si estamos
identificados con su Palabra nuestras acciones no se fundamenten en sus
enseñanzas. La relación salvífica de cada bautizado en la Iglesia no puede
excluir la oración y la meditación de la Palabra revelada. Las oraciones de la
Iglesia por quienes son admitidos en la Comunión afirman la paternidad de Dios
Padre sobre todos y cada uno de los recibidos lo que de entrada implica un
comportamiento acorde con los misterios que celebramos y que materializamos
bajo el concepto de nuestra espiritualidad.
El episcopal debe estar
inquieto permanentemente sobre el estudio y meditación de los evangelios, es
una de las formas favoritas que tiene Cristo de estar en contacto con nosotros.
Uno de los PP. De la Iglesia latina afirmó: “Quien no conoce los evangelios,
miente si dice conocer a Cristo”. Me refiero a san Jerónimo, quien precisamente
traduce la Biblia a lenguaje vernáculo, es decir, para que todos la pudieran
leer… La Palabra de Dios no se queda en el papel ella se convierte en base
fundamental de nuestra Fe y espiritualidad.
La Palabra alimenta la vida y obra de los bautizados que renuevan su
Pacto Bautismal y de los recibidos.
Según lo afirmado
anteriormente establecemos un binomio interesante entre nosotros y la Palabra
de Dios. Esa relación debe estar en
permanente crecimiento hasta alcanzar un conocimiento traducido en calidad de
vida cristiana. Tanto en unos como en otros la buena obra que Dios inicio llega
a la perfección teniendo presente nuestra condición escatológica, lo que
implica un aprendizaje en este mundo y su realidad material. También suponemos
que el conflicto con el entorno es por la presencia de otra forma de vivir con
una serie de valores que muchas veces contradice los postulados del mundo.
Quien es recibido debe tener presente que su modelo y referente es Cristo y no
los paradigmas que ofrece el mundo. Esta consideración versa también para los
bautizados y confirmados según sea la madurez de su Fe en el resucitado.
EN LA PRAXIS DEL RECIBIDO
CANÓNICAMENTE EN ESTA COMUNIÓN.
PERSONA REDIMIDA.
EL MUNDO O
ENTORNO.
LA
IGLESIA/CONGREGACIÓN.
Es hijo de Dios por el santo Bautismo y la
aceptación de Cristo como su Señor y Salvador.
Los compromisos del Pacto
bautismal y la Confirmación como complemento ideal de lo profesado.
Es habitante de la tierra
y su responsabilidad le lleva a comprometerse con el entorno que es su habitad.
Asistencia y vivencia de
la Liturgia que lo dispone en la adoración y alabanza al Dios vivo.
Se identifica con el
misterio Trinitario que Inhabita en su existencia.
Respetuoso de las leyes y
la justicia que se debe reflejar en su actitud ante el sistema y los procesos
democráticos en los que participa.
Su compromiso le debe
llevar a reconocer la necesidad de formarse para dar razón de su Fe cristiana
ratificada en la renovación de los Votos Bautismales y demás sacramentos y
ritos sacramentales recibidos.
Reconoce con facilidad el
papel preponderante de la revelación en su vida y concretamente el valor
absoluto de las Sagradas Escrituras.
Debe trabajar por
mantener relaciones sanas y equilibradas con sus hermanos de congregación como
respuesta a las posturas del Evangelio que medita a diario.
Es amante y defensor de
la vida y esta con dignidad al ser parte de la creación y mayordomo de ella.
Acepta los contenidos de
los primeros siete (7) concilios de la Iglesia indivisible.
Se convierte por medio de
la Gracia y sus dones en un referente de paz y armonía para quienes viven su Fe
unidos a cada uno de los bautizados, confirmados y recibidos.
Toma conciencia sobre la
necesidad de la protección del medio Ambiente como escenario donde desarrolla
su existencia.
Identifica en su
experiencia de Fe la presencia fundamentadora de las enseñanzas que
identificamos como dogmas y en su mayoría referentes a Cristo, la Trinidad y
las relaciones Divinas.
La congregación como
facilitadora de las vivencias de sus feligreses pone a su disposición los
espacios de las distintas pastorales que involucran tanto a niños como a
jóvenes y adultos de ambos sexos.
Asume con propiedad su
papel como parte activa de las relaciones testimoniales de cara a la sociedad y
la familia como en el trabajo y en la educación.
Se convierte en causa de
bienestar para los suyos tanto con su trabajo como con su espiritualidad.
Desarrolla su vocación de
servicio cristiano dando espacio en su vida a los distintos compromisos a los
que está llamada(o), desde servir como acolito en el altar, hasta ser guardián
mayor pasando por otras importantes responsabilidades.
Vive en actitud de cambio
permanentemente teniendo presente que era otro u otra antes de pertenecer a la
Iglesia y que gracias a su militancia puede ver la realidad bajo la óptica de
la Fe, Esperanza, y Caridad.
Su servicio lo une a la
disciplina de la Iglesia que esa persona bautizada y todos nosotros debemos
respetar.
Con la administración de
la Confirmación se compromete a defender su Fe y mostrar con sus actos y
decisiones que Cristo está vivo y triunfante.
Encuentra en los
Ministerios Laicos Licenciados por el Diocesano una fuente de recursos
formativos que aprovechan sus cualidades y virtudes por el bien de la
congregación en la que esta hermana o hermano explicita su Fe.
Asume que los
mandamientos o Decálogo son vitales junto con el Evangelio para configurar el
Acto Humano y su Intencionalidad (acciones).
PERSPECTIVA SOCIO-CULTURAL.
La expresión de una
militancia madura debe conducirnos a testimoniar mediante la vida y su
intríngulis el concepto transformado en praxis de la pertenencia a la Iglesia.
El medio social es clave puesto que de sus distintas situaciones proceden
nuestros feligreses, es decir, que la presencia de la Iglesia en el medio
social del País es fundamental para conocer y relacionar a los bautizados entre
sí y con la Iglesia. Estas relaciones se convierten en salvíficas solo en la
medida en la que nosotros y nuestros hermanos laicos dimensionamos su
importancia en la vida tanto personal como familiar y socio-cultural. Hoy
vivimos en medio de una gran preocupación por lo relativizada que se encuentra
la vida y los valores y que decir de la autoridad que regenta tanto el Gobierno
como el Estado. La vivencia del Evangelio nos debe impulsar a convertir a la
Iglesia en un referente confiable para la sociedad y desde luego a testimoniar
desde las instituciones la transparencia y presencia del Dios subsistente por
antonomasia.
El Evangelio con el toque
y carisma Episcopal reclama ser llevado a todas las instancias que sean
necesarias. Los jóvenes en nuestros colegios y estancias (niños) necesitan que
en la perspectiva de su formación académica se introduzca el para qué los
estamos formando teniendo presente las distintas competencias de los modelos
educativos vigentes. Todo lo anterior determina que el modelo social puede ser
llevado también a la Iglesia en cuanto a las personas que son Recibidas en las
congregaciones a lo largo y ancho de la Nación. La realidad que circunscribe a
nuestros hermanos laicos no es fácil y tiene todo que ver con el deterioro de
modelos visibles en el ser ciudadanos asumiendo tanto sus Derechos como
Deberes. La Iglesia Episcopal debe ser modelo en el cumplimiento de la ley y
por ende también una institución garantista de Derechos y con una poderosa voz
profética que denuncie todo lo que esté en contra de la vida y su promoción
teniendo el valor de exigir al estado su cumplimiento, es decir, de convertirse
en voz de los que no la tienen y ser visible en representación de los que no lo
son en la sociedad y en el Estado. Es sin duda una de las funciones de su
marcada responsabilidad social… La Iglesia como nuevo pueblo de Dios debe vivir
según las normas que fundamentan la exposición de los Mandamientos de la Ley de
Dios y el Evangelio.
El compromiso social debe
estar remarcado por la atención y promoción de su espacio vital que no es otro
que su campo de acción pastoral y la preocupación por los suyos. En el lenguaje
lógico de los rescatistas reza una sentencia que tiene todo valor y reacción:
Antes de ayudar a ponerse a salvo a otros tú debes estar a salvo primero, de lo
contario serán dos víctimas y no un rescate.
Es por demás una invitación a ponernos a salvo antes de pretender ayudar
a otros, es de esta forma como nuestros esfuerzos son canalizados y optimizados
pastoralmente. El medio cultural es determinante ya que en sus distintos
escenarios el ser humano vive tanto su identidad como sus sueños y anhelos, es
por demás imperativo que este escenario multifacético cuente con la presencia
inspiradora de modelos referentes bien configurados. La Iglesia envía a sus
hijos al mundo con la Esperanza de ver la transformación del mismo en
territorio de paz y promoción de derechos. La pobreza no es la voluntad de
Dios, es solo consecuencia del pecado que se materializa en el tener por sobre
el ser.
La dinámica que abraza el
recibido en esta comunión está por demás fijada bajo el criterio del Evangelio
que es la fuerza que revela en su vida la Voluntad de Cristo como su Señor y
Salvador. Es por demás fundamental comprender que la Voluntad de Dios fuente
liberadora de cualquier esquema social o político que contradiga la auténtica
libertad el bautizado.
NOTAS DEL AUTOR.
Lo contenido aquí señala
la opinión y reflexión teológica de su autor en el contexto eclesiológico de
nuestra Iglesia. Cristoeseltema.blogspot.com y L.O.C.
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