SEXTO DOMINGO DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS. Año B 2 Samuel capítulo 1 versículos 1,7-27. Salmo 130. 2 corintios
capítulo 12 versículos 2-10. Marcos capítulo 6 versículos 1-13.
El Segundo libro de Samuel
da inicio a la historia de David como gobernante del pueblo, la muerte de Saúl
y de sus herederos, particularmente de Jonatán permite a este asumir como jefe
de la nación judía, es interesante como los acontecimientos buscan darle
dignidad a quien la había perdido en este caso se refiere a Saúl, reconocido
por David y la tropa. Es llamado el “ungido” evocando la misión y la escogencia
por parte de Yahveh. Esta dinámica dará sus frutos porque afirmará también la
autoridad de David como sucesor “Ungido” de Saúl. El pueblo expectante está
ante la necesidad de reforzar la identidad perdida en el conflicto y derrota de
su gobernante y que mejor que la figura “fresca” de David para hacerlo. El
vacío de poder será colmado por la descendencia de David.
Qué importante es para
nosotros en el hoy de nuestra historia reconocer el papel de la justicia, la
misma que está a nuestro alcance y que por medio de nuestras acciones puede ser
signo de bendición. El actuar en justicia es el fundamento de nuestros valores
institucionales porque cada bautizado no puede vivir y edificar fuera de la
Iglesia su vida y relaciones, es un signo salvífico que asiste cada una de
nuestras determinaciones. La justicia se impone y las consecuencias no se hacen
esperar, la traición de la que fue víctima Dios repercutirá hasta en el último
integrante de la familia real, no se trata de Dios castigando sino de cada uno
de ellos asumiendo las consecuencias de sus actos frente a la sociedad del
momento. La envestidura del rey lo compromete más con la realidad espiritual y
social de su pueblo. Si son mayores los privilegios y la autoridad así mismo será
la exigencia y moral de los gobernantes. Ser justos es una responsabilidad
mayor del bautizado que debe ser testigo del resucitado y vivir de cara a esa
realidad que dice profesar en su vida.
El Salmo 130, el De profundis,
es un Salmo penitencial pero también comporta una dosis fundamental de
esperanza, es para nosotros confianza ante la pérdida de los seres queridos y/o
las dificultades que pretenden minar nuestra experiencia con el Dios vivo y
trascendente. El salmista y por boca suya todos los bautizados tenemos la
confianza puesta en el Señor y no seremos abandonados. El mundo es el primero
en buscar atajos para evitar que esa confianza se materialice como nuestro
estilo de vida. El amor de Dios es el
fundamento de nuestra esperanza y así nos lo dice el autor de este bello Salmo:
“Porque en Yahveh está el amor, junto a Él abundancia de rescate” (Versículo
7). La confianza en Dios no defrauda, pero implica vivir una autentica Teonomia,
es decir, una real dependencia del amor y la voluntad del Dios revelado. El
perdón es un ingrediente de la relación redimida por su amor y misericordia,
eso es bien claro y no podemos olvidarlo.
En la segunda carta a los
Corintios, Pablo, deja ver su incomodidad ante las acciones de esta
congregación que sin duda tienen todo que ver con la convivencia comunitaria y
su relación con el medio de aquella metrópoli. Pablo está pensando en la
“caridad” que alimenta las relaciones entre los bautizados y como cuando uno de
ellos se equivoca en sus acciones puede afectar el desempeño de la misma. Es
pues un ejemplo claro del valor de la fraternidad y la solidaridad más que para
criticar y atacar para restablecer y sanar los daños en la convivencia
congregacional. El amor y el perdón son valores sin discusión alguna de la vida
de toda comunidad de Fe y es el medio por el cual la presencia de la Gracia se
establece y continúa dando sus frutos. La paz es uno de los valores de la resurrección
de Cristo y como tal debe estar presente en todo ejercicio de vida fraterna en
la congregación, si se adolece de paz entonces los esfuerzos eran solo humanos
y carentes de trascendencia. Busquemos pues que en nuestras congregaciones la
paz sea vital para la sana convivencia de los hermanos bautizados y de esta
forma ser autentico testimonio a la hora de hablar de misión.
El fenómeno que se
presenta hoy en la sociedad nos indica que la gente no se queda en una
congregación por su doctrina, sino que en gran medida lo hacen por el ambiente
de paz y fraternidad que esta inspire y manifieste por medio de sus acciones y
signos vivos. No se trata solo de música o predica, se trata sobre todo de
fraternidad, perdón, responsabilidad y amor de unos por otros, es lo más
parecido a una familia y el creyente está buscando eso precisamente, la
instrucción será el segundo paso buscando la identidad como tal. Pablo tiene
claro que el Evangelio que predica necesita disposición plena por parte de los
feligreses de Corinto y que sin esa realidad asegurada es difícil proceder. Es
probable que la dificultad sea signo de inmadurez en los creyentes, como bien
puede suceder en el presente de nuestras propias congregaciones. Busquemos que
el amor de Dios sea nuestro fundamento y razón de ser.
Una vez superadas las
manifestaciones del Señor por las regiones que visitó, el evangelista Marcos lo
ubica en su tierra con expresiones como “patria” dando a entender de esta
manera que ellos y sus familias aguardaban al Señor pero que este debía pasar
por las sinagogas como signo de poder y autoridad en las enseñanzas para los
judíos. Desde luego la gente se interrogaba sobre el mensaje lo que deja ver la
dificultad por permear sus corazones cuya única experiencia era el diario
vivir, es decir, carentes de espiritualidad y meditación para reconocerle como
tal. En este punto Marcos deja claro el principio de su Evangelio y que nos
remite a la necesidad de una relación personal con el Señor, esta relación no puede
depender de los milagros o manifestaciones poderosas sino del amor y la
intimidad fraterna. No es posible reconocer al Señor sino hay amor de por
medio, si solo es la necesidad la que aflora entonces la relación será solo por
la satisfacción de una que otra prebenda. Así lo manifiesta en el versículo (4)
de este Texto arriba citado. Tal expresión es asociada rápidamente con la falta
de Fe, es pues, un medio realmente difícil sino existe la Fe para abrir
literalmente nuestros ojos y conciencia ante el influjo de su Gracia.
Marcos ubica un llamado muy especial del Señor a sus discípulos, pero no especifica nombres. Aquí la connotación del discipulado es abierta y descansa precisamente sobre la veracidad del que llama y la autenticidad de su mensaje, es también una forma de romper con el paradigma de los escogidos ya que la Palabra de Dios llama absolutamente a todos los creyentes al anuncio en sus vidas y a los clérigos en sus ministerios orientados en la vida eclesial. Ir de dos en dos, es una manera de asegurar el testimonio y ser testigos de las actuaciones de los demás. Es conveniente que el ministro ordenado nunca esté solo en la vida de su congregación y que cuente con el apoyo de sus hermanos, unos en la Fe y otros en el ministerio.
Confiar en la Providencia de Dios es aquí un
signo de Fe en los enviados, lo que no implica necesariamente que no vivan del
ejercicio de su ministerio. La experiencia del anuncio está condicionada por el
entorno y su composición, la forma como lo presenta Marcos es de índole
universal como indicábamos antes, lo vital es que la Palabra llega por medios
distintos pero todos alineados en bien de su difusión. Los signos que se
describen al final del Texto señalado son esquemáticos de las propiedades y
valores del anuncio y de lo que se anuncia. Hoy como hace siglos la vida
personal del ministro ordenado y laico anunciantes, es vital para la
credibilidad del mensaje. El desprendimiento total del que anuncia la Buena
Nueva debe contrastar con los valores y paradigmas del mundo materialista. La
Verdad, la Paz, y la Justicia son sus alforjas y bastones para el camino. También
se da el caso de ministros que compiten con el mundo argumentando necesidades
que más parecen flores plantadas en el jardín de la superficialidad. Ministros
de toda índole que anuncian no la palabra sino el manejo exitoso de los
recursos de la Iglesia en sus alforjas personales y muestran el éxito del mundo
y no de la Palabra de Dios a ellos encomendada. Estamos llamados todos sin
excepción a ser testigos y testimonio de Cristo Señor dueño de todo.
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