sábado, 20 de junio de 2020

SEMILLA DE MOSTAZA. MEDITACIONES.


UN REINO. UNA SEMILLA DE MOSTAZA. MEDITACIONES.


"31. Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. 32. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»" Mateo capítulo 13 versículos 31-31. (Versión Biblia de Jerusalén).


Un granito de mostaza no es propiamente la semilla más grande o más llamativa, pero crece lo suficiente para convertirse en soporte de otras formas de vida, y -agrega el Señor-, “en sus ramas anidan las aves del cielo”. (Conf. Mateo capítulo 13 versiculos 31-32). Una semilla es la imagen preferida para manifestar o dejar ver las implicancias del crecimiento espiritual en los bautizados. Una semilla que crece de forma saludable porque permite que todos los procesos de su existencia sean guiados por la presencia amorosa del Señor. Una semilla capaz de permitirse ser soporte vital para otras especies de seres vivos. Una semilla generosa dispuesta a animar el huerto y proporcionar sombra y cobijo cuando sea necesario. Tal actitud de entrega y donación nos debe animar poderosamente para vivir dando lo que somos y tenemos como valioso. Una planta que no se ahorra absolutamente nada porque todo lo que posee se convierte en una visión evangélica perfecta. Ella puede decir apreciativamente “pídeme Señor lo que quieras, pero dame lo que me pides” Agustín de Hipona. Dios es el dueño de todo y todo es donación amorosa de su infinita misericordia. Una semilla que se transforma en un arbusto saludable comprendiendo el plan de Dios Creador sobre su existencia. Un árbol que abre sus ramas generosamente para otros en su circunstancia de vida. Una realidad capaz de tocar positivamente a otras realidades. Una visión generosa de un Reino que no guarda nada para sí, sino que su razón de ser es la más contundente donación.

Crecer implica la plena y totalizante aceptación de nuestra existencia y está inmersa en un plan amoroso, la semilla de mostaza sobresale no por sus colores y calidades para los ojos del mundo sino porque acepta el plan de Dios sobre su existencia y se convierte en receptáculo de otros. Una vida a la vista de todos, pero en realidad oculta al mundo fuera de aquel huerto donde crece. Es pues necesario que nuestra vida espiritual se esconda en lo más profundo de nuestras conciencias porque de allí irrigará nuestra vida y la totalidad de sus relaciones con el entorno. Una vida como la recibida es fuente viva de salud en el espíritu y equilibrio en cada una de nuestras acciones en el mundo, visto este último como el escenario del compartir y generar vínculos que saltan luego con nosotros hasta la vida eterna.

Una semilla tal que no crece sino es por la mano providente de Dios, del Dios vivo cuya Gracia es siempre amor en nuestras vidas. Una semilla pequeña pero portadora de un tesoro inimaginable, un tesoro que es el mismo amor de Dios. Una realidad que se transforma en salvífica siempre, porque la salvación empieza como su Reino, de manera discreta y sencilla, pero alcanza luego las alturas y profundidades inimaginables de la realidad salvífica establecida por el Dios de la vida. Somos pues una semilla bendecida e iluminada por el amor misericordioso de nuestro Dios en su adorado Hijo. Estamos aquí y ahora de la mano de Dios y nuestro mundo es también su mundo, un Dios que no se mantiene distante de nuestra existencia, sino que nos rescata cuando es necesario y nos anima cuando lo necesitamos, una semilla viva pero que se sostiene también por nosotros y en nosotros. Adorado Dios que no se detiene a la hora de mostrarnos su Gracia activa en nosotros, una manifestación salvífica de su amor en nosotros y en toda su obra. Vivimos pues, en un entorno necesitado de tu Gracia Señor y de la semilla de tu Reino puesta en nosotros por medio del santo Bautismo. Una semilla lista para germinar y abrir nuestra realidad, a la realidad salvífica de su incomparable amor. Todo un proceso de maduración en la oración y vida sobrenatural de nuestra espiritualidad, hoy estamos llamados a recuperar nuestra espiritualidad y sacarla eventualmente de las manos de la emoción pasajera. Una semilla que crece y crece hasta alcanzar su ideal en el corazón y mente del bautizado. ¿Cómo hacer que ella pueda madurar en nosotros?, ella es imagen de nuestra espiritualidad y vínculo con la realidad de Dios revelada en su Hijo nuestro Señor. La vida espiritual es definitivamente la clave para crecer y germinar.

La oración, la meditación de la Palabra de Dios, la vida sacramental nos introduce en una comprensión superior de la vida y sus causalidades. La vida espiritual reclama de todo nuestro interés y atención para poder descubrir el sabor amoroso de la intimidad con el Dios revelado, es el Espíritu Santo quien llega a la quietud de nuestra intimidad para revelar la voluntad amorosa del Padre Dios. Es posible deleitarnos con el sabor del amor convertido en espiritualidad e intimidad. Dios se revela de esta manera al interior de nuestras almas. Establece un coloquio amoroso con nosotros y es cuando las opciones de vida se resumen en una praxis continua del amor real en nosotros. Negarnos a nosotros mismos es necesario para afirmar la voluntad amorosa de Dios. La renuncia al mundo no implica apartarse de este, sería imposible pero lo viable aquí es priorizar nuestra forma y actitud permanente de vida para dar paso a la Voluntad de Dios y los valores de tal elección, renunciar al mundo implica quitarle de una buena vez nuestro corazón y afectos.

¿En qué mar navega nuestro espíritu o simplemente existimos porque mantenemos las operaciones vitales básicas? Una semilla se niega a si misma al punto que muere para dar su fruto, es decir, en transe total para madurar y alanzar su auténtica condición. Tal visión es clara en el Evangelio cuando el Señor cita la semilla de mostaza como ejemplo de la germinación de su Reino en el corazón del auténtico creyente, de quien verdaderamente optó por su amor. La escogencia no es asunto de las solas fuerzas que nos acompañan necesitamos de la Gracia de Cristo para realizar el ideal de su Reino en nosotros, de abandonarnos completamente a su Voluntad, aunque el mundo pueda brindarnos algún tipo de seguridad y aparente bienestar.  Leer los signos de los tiempos nos puede permitir conocer el designio amoroso de Dios sobre nuestra vida y cuantos viven a nuestro lado son parte de su Voluntad amorosa y por ende salvífica. Una semilla por lo general sirve a un fin superior del mero señalamiento de nuestra mente materialista, es decir, no solo produce fruto, sino que genera convivencia para otros que como ella o distintos a ella están caminando muchas veces en la misma dirección.  La espiritualidad como una semilla busca las condiciones saludables para cumplir con su función o mandato misterioso del Dios viviente porque la germinación obedece a su plan providente, lo que es necesario en nosotros lo es porque corresponde a un plan determinado por Dios. No vemos solo un plan vemos lo que es justo y necesario para cada uno de nosotros en la condición de nuestra espiritualidad. La vida de oración escondida se revela formidablemente en Cristo quien ve en lo más profundo de nuestro ser cristiano. La Vida escondida florece y se hace visible en una dinámica que partiendo de nuestro interior se revela en lo que somos y hacemos como personas vinculadas a un todo social. Es como un tesoro que permanece oculto precisamente por su gran valor. Aquí la posibilidad de navegar en lo más íntimo de nuestro ser es la garantía de eternidad a la que todos acudimos porfiando en el mundo y luchando cada día. Una vida de oración escondida se revela plenamente ante el Dios viviente y puede construir una relación íntima con su Ser amoroso, donde no hay factores ajenos a la entrega y donación absoluta. La semilla florece en lo más profundo de nuestro ser, en la intimidad de su donación y entrega amorosa donde no hay más que Dios y su criatura. Dios es lo más íntimo que florece en nosotros y la semilla es su huella o Vestigia en cada bautizado. Estamos pues ante una posibilidad cierta de edificar un Reino que parte de una manifestación tan pequeña como la semilla de mostaza y luego se convertirá en una historia de amor salvífico.  Sigamos orando y amando a Dios como la centralidad de lo más absoluto que hay en nosotros.





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