miércoles, 17 de junio de 2020

LA LEVADURA ESPIRITUAL.


LA LEVADURA ESPIRITUAL. MEDITACIONES.



Todavía hoy en tiempos modernos como hace milenios la levadura se sigue empleando en distintas preparaciones alimenticias, es muy conocido su empleo en la panadería y afines. Ella literalmente hace crecer el producto optimizando su rendimiento. Si la llevamos al plano de nuestra espiritualidad cristiana la vemos citada por el propio Jesús en (Mateo capítulo 13 versiculo 33) “Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.” Es fácil afirmar según el Texto y el contexto de los sinópticos que Mateo se refiere al Reino de Dios y como este da inicio de manera sencilla y modesta si se quiere en el creyente, pero luego de ser afirmados en la Gracia entonces desarrolla todo su potencial. La levadura espiritual en el alma permite el florecimiento de todo el potencial salvífico de la Gracia en esta realidad material. Miremos pues hermanos como plantamos su increíble poder en nosotros y como la oración, meditación de la Palabra de Dios, la vida sacramental, las obras con referencia en el otro y su circunstancia nos pueden alimentar los deseos de caminar hacia el florecimiento de nuestra vida de Fe. Aquella mujer empleó tres medidas de harina, la perfección de la cifra nos motiva a ser parte de una precisa receta para sacar el mayor provecho posible de su condición salvífica. La medida que se usó dejar ver como la realidad perfectamente moldeada supone crecimiento en la condición de los redimidos y como estos aceptan radicalmente el influjo de la Gracia en su ser.

La imagen de la levadura es muy parecida al Reino porque en realidad no vemos su contenido, pero a nivel molecular inicia la transformación de la masa empleada en la elaboración del pan. Tal fermento inicia y no le vemos al principio, pero paulatinamente dibuja una ruta salvífica animada y rica en contenidos espirituales.  La levadura cumple una función similar al “grano de mostaza “citado por el Evangelio. El Reino de Dios se vive en la sencillez de la vida esperanzada y enfocada totalmente en Dios. Paulatinamente la disciplina en la oración y los hábitos espirituales favorecen ampliamente la manifestación del Reino de Dios en nosotros como un terreno fértil. Es decir, nace en el interior del ser humano y brota transformando todo su ser. Una transformación que es fácil de notar y sentir en el trato y actitudes del creyente. Vivimos en realidad contenidos por el mundo y su intríngulis, pero ello no implica que no podamos ser liberados, y precisamente la Gracia fermenta en nosotros todas las potencias espirituales necesarias para crecer y ser auténticamente convertidos a Cristo y su Reino.

Los celos de grandeza y dominio de otros nos hacen anhelar los primeros lugares, pero quienes buscan con amor el último de los lugares pueden estar seguros que nadie podrá quitárselos, es el lugar que Cristo buscó para amar y enseñar desde allí. No se trata de una renuncia simplemente sino de un estilo de vida escondido en Cristo Señor. Cuando la levadura espiritual está escondida del mundo es cuando al no ser distraídos por este y sus halagos entonces en verdad fermentamos espiritualmente. Las distracciones son un factor de embotamiento de nuestros sentidos y por ende de la voluntad de buscar una autentica y salvífica relación con Cristo. Dios ve en lo escondido (Conf. Mateo capitulo 6 versiculo 6). Y esta condición de vida en el Espíritu fermenta un Reino en nosotros. Una renuncia paulatina a ser autosuficientes radicalmente, la levadura al fermentar genera una dependencia amorosa que sabe amar y esperar en Dios.

La levadura actúa en la masa, y la Gracia en nuestras vidas produciendo idéntico resultado ayudándonos a crecer y madurar en la vida de Fe y espiritualidad necesarias para alcanzar el Reino de Dios. A diferencia del pan la levadura espiritual necesita más tiempo y voluntad de nuestra parte porque partimos de un fundamento y es que Cristo no actúa en nosotros sino es nuestro deseo y voluntad también. Dios necesita de nosotros para salvarnos, de nosotros como socios y libres en la escogencia del amor como fundamento de nuestra condición cristiana. La levadura espiritual tiene una gran obra que realizar en nuestras vidas, verdaderamente fermentando en nosotros nos prepara para cosas inimaginables de la revelación del Dios amoroso. Aquí ya no hay soledad o trauma y temor, aquí se manifiesta la obra del amor de Dios en nuestra redención, la soledad y el temor como el miedo son apartados de la Fe fermentada del bautizado. Una tal madurez que la vida se convierte en un anhelo espiritual por la trascendencia. Una historia nueva se empieza a escribir, pero con tinta indeleble producida por la Gracia. Una manifestación que no puede ser contenida por la realidad presente que nos envuelve en sus distintas tramas.

 Una realidad que toca por momentos la condición escatológica anhelada por los bautizados. Es un tiempo especial hermanos, para permitir su crecimiento y tal crecimiento no posee límite en nosotros más que el que estemos dispuestos a crearle. Como es de suponer el pecado retrasa la fermentación espiritual del creyente y con ello también la visión salvífica definitiva. La pérdida de esperanza es una consecuencia del pecado retrasando la obra de la Gracia como levadura espiritual. El tiempo aquí depende de la persona que este dispuesta a trabajar su ser de la mano de la Gracia de Cristo. Siempre sobrevive y sobrevivirá nuestra voluntad de permitir y amar tales transformaciones.

El bautizado vive su existencia en medio de las dificultades propias de una vida limitada que no está en posesión de su realidad y que solo puede percibirla y sufrir sus embates, esto último es la contingencia del estar vivos en el mundo. La paciencia también es requerida para vivir los tiempos de la fermentación, este proceso espiritual unas veces es alegre y otras con una sensación de ausencia por parte de Dios, pero lo que en realidad indica es la forma pobre como percibimos al Dios misericordioso que nunca nos deja solos. La lucha o combate espiritual es una de las manifestaciones de que hemos iniciado este proceso salvífico. La realidad se torna un tanto distinta y las prioridades también se dejan ver de una manera distinta, los hábitos personales y sociales como familiares también son afectados positivamente, esto depende de qué motivaciones sean percibidas. La levadura espiritual posee su propia manifestación en nosotros y es independiente de lo que uno pueda reflejar en su entorno, pero su influencia modifica paulatinamente nuestra respuesta al mundo y a diferencia de la masa esta no caduca en nosotros, sino que genera un crecimiento integral ilimitado, solo los sentidos se limitan a la hora de observarlo o vivirlo.

Es pues hermanos una condición maravillosa de crecimiento espiritual, la conciencia también sufre el influjo de esta necesaria transformación. Los valores y la justicia se hacen más fuertes en el cristiano y su vida atrae como un oasis en medio del desierto del mundo. Este oasis es fruto de las manifestaciones en el alma de la Gracia fermentada y creciendo sin limite en nosotros. Quienes no irradian estas condiciones tan positivas, sin duda, deben trabajar para lograr dimensionar una condición de su realización espiritual. La salvación es un asunto de amor e intimidad y no solo de praxis de normas, el amor dibuja auténticamente al ser humano y su realidad es delimitada positivamente y conducida misteriosamente donde debe llegar en su explicitación como parte de la familia y sociedad y le ubica en la Iglesia como consecutivo de su ser salvífico. La levadura espiritual. La levadura espiritual afirma poderosamente el movimiento de nuestro ser interior que aflorando sobre nuestra conciencia nos dispone a crecer en el mundo, pero con el alma y la mente afirmados en la realidad escatológica.  Una fermentación espiritual que hace grande la vocación salvífica de todos los bautizados, pero para afirmar tales propiedades de la vida espiritual necesitamos verdaderamente afirmarnos en Cristo, creerle a Cristo y contar con Cristo en todas las acciones de nuestra vida, es decir, convirtiendo al Señor en el principal invitado de nuestra existencia.

 Sin intimidad de Fe no podemos nosotros caminar de manera salvífica porque estaremos limitados por la realidad material tanto de nuestra vida como de nuestras relaciones no pudiendo ver más que el interés y la necesidad en el trato con nuestro prójimo. El mundo moderno lo ilustra perfectamente cuando habla de “relaciones económicas y prestación de servicios” como queriendo indicar con ello, el limite establecido con respecto al dinero y su dimensión valorativa de la persona y su realidad. La vida espiritual para madurar debe superar este tipo de concepciones de las relaciones y llevarlas a un plano evangélico para encontrar en Cristo su modelo. Es pues vital nutrir nuestra propuesta con la Palabra revelada la cual posee todos los medios necesarios para edificar de manera segura y justa nuestras relaciones con el mundo, la levadura espiritual inicia en el mundo y lo trasciende encontrando la finalidad última de la vida. La vida se fermenta con cada decisión animada en el espíritu Santo que los bautizados toman, es una connotación especial que hace de nuestra vida una dependencia amorosa de la Voluntad salvífica de Dios.  Es Dios quien fermenta nuestras vidas y nos permite alcanzar ese ideal de vida que inunda nuestros corazones. Una presencia habitual que llena todas las expectativas de la vida y todo lo que en ello hay. Luz amorosa que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. A solas reina Dios en nosotros…





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