LA LEVADURA
ESPIRITUAL. MEDITACIONES.
Todavía hoy en tiempos
modernos como hace milenios la levadura se sigue empleando en distintas
preparaciones alimenticias, es muy conocido su empleo en la panadería y afines.
Ella literalmente hace crecer el producto optimizando su rendimiento. Si la
llevamos al plano de nuestra espiritualidad cristiana la vemos citada por el
propio Jesús en (Mateo capítulo 13 versiculo 33) “Les dijo otra parábola: El
Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en
tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.” Es fácil afirmar según el
Texto y el contexto de los sinópticos que Mateo se refiere al Reino de Dios y
como este da inicio de manera sencilla y modesta si se quiere en el creyente,
pero luego de ser afirmados en la Gracia entonces desarrolla todo su potencial.
La levadura espiritual en el alma permite el florecimiento de todo el potencial
salvífico de la Gracia en esta realidad material. Miremos pues hermanos como
plantamos su increíble poder en nosotros y como la oración, meditación de la
Palabra de Dios, la vida sacramental, las obras con referencia en el otro y su
circunstancia nos pueden alimentar los deseos de caminar hacia el florecimiento
de nuestra vida de Fe. Aquella mujer empleó tres medidas de harina, la
perfección de la cifra nos motiva a ser parte de una precisa receta para sacar
el mayor provecho posible de su condición salvífica. La medida que se usó dejar
ver como la realidad perfectamente moldeada supone crecimiento en la condición
de los redimidos y como estos aceptan radicalmente el influjo de la Gracia en
su ser.
La imagen de la levadura
es muy parecida al Reino porque en realidad no vemos su contenido, pero a nivel
molecular inicia la transformación de la masa empleada en la elaboración del
pan. Tal fermento inicia y no le vemos al principio, pero paulatinamente dibuja
una ruta salvífica animada y rica en contenidos espirituales. La levadura cumple una función similar al
“grano de mostaza “citado por el Evangelio. El Reino de Dios se vive en la
sencillez de la vida esperanzada y enfocada totalmente en Dios. Paulatinamente
la disciplina en la oración y los hábitos espirituales favorecen ampliamente la
manifestación del Reino de Dios en nosotros como un terreno fértil. Es decir,
nace en el interior del ser humano y brota transformando todo su ser. Una
transformación que es fácil de notar y sentir en el trato y actitudes del
creyente. Vivimos en realidad contenidos por el mundo y su intríngulis, pero
ello no implica que no podamos ser liberados, y precisamente la Gracia fermenta
en nosotros todas las potencias espirituales necesarias para crecer y ser
auténticamente convertidos a Cristo y su Reino.
Los celos de grandeza y
dominio de otros nos hacen anhelar los primeros lugares, pero quienes buscan
con amor el último de los lugares pueden estar seguros que nadie podrá
quitárselos, es el lugar que Cristo buscó para amar y enseñar desde allí. No se
trata de una renuncia simplemente sino de un estilo de vida escondido en Cristo
Señor. Cuando la levadura espiritual está escondida del mundo es cuando al no
ser distraídos por este y sus halagos entonces en verdad fermentamos espiritualmente.
Las distracciones son un factor de embotamiento de nuestros sentidos y por
ende de la voluntad de buscar una autentica y salvífica relación con Cristo. Dios
ve en lo escondido (Conf. Mateo capitulo 6 versiculo 6). Y esta condición de
vida en el Espíritu fermenta un Reino en nosotros. Una renuncia paulatina a ser
autosuficientes radicalmente, la levadura al fermentar genera una dependencia
amorosa que sabe amar y esperar en Dios.
La levadura actúa en la
masa, y la Gracia en nuestras vidas produciendo idéntico resultado ayudándonos
a crecer y madurar en la vida de Fe y espiritualidad necesarias para alcanzar
el Reino de Dios. A diferencia del pan la levadura espiritual necesita más
tiempo y voluntad de nuestra parte porque partimos de un fundamento y es que
Cristo no actúa en nosotros sino es nuestro deseo y voluntad también. Dios
necesita de nosotros para salvarnos, de nosotros como socios y libres en la
escogencia del amor como fundamento de nuestra condición cristiana. La levadura
espiritual tiene una gran obra que realizar en nuestras vidas, verdaderamente
fermentando en nosotros nos prepara para cosas inimaginables de la revelación
del Dios amoroso. Aquí ya no hay soledad o trauma y temor, aquí se manifiesta
la obra del amor de Dios en nuestra redención, la soledad y el temor como el
miedo son apartados de la Fe fermentada del bautizado. Una tal madurez que la
vida se convierte en un anhelo espiritual por la trascendencia. Una historia
nueva se empieza a escribir, pero con tinta indeleble producida por la Gracia.
Una manifestación que no puede ser contenida por la realidad presente que nos
envuelve en sus distintas tramas.
Una realidad que toca por momentos la
condición escatológica anhelada por los bautizados. Es un tiempo especial
hermanos, para permitir su crecimiento y tal crecimiento no posee límite en
nosotros más que el que estemos dispuestos a crearle. Como es de suponer el
pecado retrasa la fermentación espiritual del creyente y con ello también la
visión salvífica definitiva. La pérdida de esperanza es una consecuencia
del pecado retrasando la obra de la Gracia como levadura espiritual. El tiempo
aquí depende de la persona que este dispuesta a trabajar su ser de la mano de
la Gracia de Cristo. Siempre sobrevive y sobrevivirá nuestra voluntad de
permitir y amar tales transformaciones.
El bautizado vive su
existencia en medio de las dificultades propias de una vida limitada que no
está en posesión de su realidad y que solo puede percibirla y sufrir sus
embates, esto último es la contingencia del estar vivos en el mundo. La
paciencia también es requerida para vivir los tiempos de la fermentación, este
proceso espiritual unas veces es alegre y otras con una sensación de ausencia
por parte de Dios, pero lo que en realidad indica es la forma pobre como
percibimos al Dios misericordioso que nunca nos deja solos. La lucha o
combate espiritual es una de las manifestaciones de que hemos iniciado este
proceso salvífico. La realidad se torna un tanto distinta y las prioridades
también se dejan ver de una manera distinta, los hábitos personales y sociales
como familiares también son afectados positivamente, esto depende de qué motivaciones sean percibidas. La levadura espiritual posee su propia
manifestación en nosotros y es independiente de lo que uno pueda reflejar en su
entorno, pero su influencia modifica paulatinamente nuestra respuesta al mundo
y a diferencia de la masa esta no caduca en nosotros, sino que genera un
crecimiento integral ilimitado, solo los sentidos se limitan a la hora de
observarlo o vivirlo.
Es pues hermanos una
condición maravillosa de crecimiento espiritual, la conciencia también sufre el
influjo de esta necesaria transformación. Los valores y la justicia se hacen
más fuertes en el cristiano y su vida atrae como un oasis en medio del desierto
del mundo. Este oasis es fruto de las manifestaciones en el alma de la Gracia
fermentada y creciendo sin limite en nosotros. Quienes no irradian estas
condiciones tan positivas, sin duda, deben trabajar para lograr dimensionar una
condición de su realización espiritual. La salvación es un asunto de amor e
intimidad y no solo de praxis de normas, el amor dibuja auténticamente al ser
humano y su realidad es delimitada positivamente y conducida misteriosamente
donde debe llegar en su explicitación como parte de la familia y sociedad y le
ubica en la Iglesia como consecutivo de su ser salvífico. La levadura
espiritual. La levadura espiritual afirma poderosamente el movimiento de
nuestro ser interior que aflorando sobre nuestra conciencia nos dispone a
crecer en el mundo, pero con el alma y la mente afirmados en la realidad escatológica.
Una fermentación espiritual que hace
grande la vocación salvífica de todos los bautizados, pero para afirmar tales
propiedades de la vida espiritual necesitamos verdaderamente afirmarnos en
Cristo, creerle a Cristo y contar con Cristo en todas las acciones de nuestra
vida, es decir, convirtiendo al Señor en el principal invitado de nuestra
existencia.
Sin intimidad de Fe no podemos nosotros
caminar de manera salvífica porque estaremos limitados por la realidad material
tanto de nuestra vida como de nuestras relaciones no pudiendo ver más que el
interés y la necesidad en el trato con nuestro prójimo. El mundo moderno lo
ilustra perfectamente cuando habla de “relaciones económicas y prestación de
servicios” como queriendo indicar con ello, el limite establecido con
respecto al dinero y su dimensión valorativa de la persona y su realidad. La
vida espiritual para madurar debe superar este tipo de concepciones de las
relaciones y llevarlas a un plano evangélico para encontrar en Cristo su
modelo. Es pues vital nutrir nuestra propuesta con la Palabra revelada la cual
posee todos los medios necesarios para edificar de manera segura y justa
nuestras relaciones con el mundo, la levadura espiritual inicia en el mundo y
lo trasciende encontrando la finalidad última de la vida. La vida se
fermenta con cada decisión animada en el espíritu Santo que los bautizados
toman, es una connotación especial que hace de nuestra vida una dependencia
amorosa de la Voluntad salvífica de Dios. Es Dios quien fermenta nuestras vidas y nos
permite alcanzar ese ideal de vida que inunda nuestros corazones. Una presencia
habitual que llena todas las expectativas de la vida y todo lo que en ello hay.
Luz amorosa que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. A solas reina
Dios en nosotros…
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