jueves, 30 de abril de 2020

EL BUEN PASTOR.CUARTO DOMINGO DE PASCUA...


CUARTO DOMINGO DE PASCUA. Año A… Hechos de los apóstoles capítulo 2 versículo 42-47. Salmo 23.  1 Pedro capítulo 2 versículo 19-25. Juan capítulo 10 versículo 1-10. 


La primera Lectura de Hechos de los Apóstoles nos ubica en la intención de la Iglesia primitiva. Ellos se reunían y se distinguían por la Fracción del Pan que es un signo de la Eucaristía y por las oraciones. En la actualidad la Iglesia vive esos mismos signos como señal inequívoca de la comunión establecida con su Señor y Salvador. En nuestra cosmovisión el Pacto Bautismal (Libro de Oración Común pág. 219 ss) guarda la misma relación que los discípulos del Señor. Es pues en la Eucaristía y Palabra donde los cristianos renuevan su Bautismo y ratifican su entrega al Dios de la vida. Los prodigios y señales más importantes serán la transformación de nuestras vidas por medio de acciones resucitadas y portadoras de Esperanza. El bautizado mostrará al mundo que su Señor está vivo viviendo la vida de la Gracia. Ellos no solo “compartían alimentos” ellos vivian la abundancia de las bendiciones de Cristo que se transforma en verdadera “comida” en una clara, restauradora, y salvífica Comensalía… Los apóstoles oran en común y fortalecen así sus vínculos fraternos y ministeriales en la Iglesia. Ellos son la conciencia del “Nuevo Pueblo” y la salvación está asegurada por la misericordia del Padre que resucitó a su Hijo de entre los muertos. La Eucaristía se convertirá en un Memorial de la victoria de Cristo. Ya no se habla de Israel sino de la totalidad de la humanidad bajo el signo del amor y la Cruz tan poderosos que derrotaron la muerte y por ende quitaron el dominio del pecado sobre cada ser humano de esta y todas las épocas. La Esperanza se viste de fiesta cada domingo en nuestras congregaciones.

La primera Carta de Pedro alude directamente a la tradición Isainiana (profeta Isaías) es el escogido de Dios y sus sufrimientos retornan la Esperanza a nuestras vidas. Aquí en la dinámica Petrina el dolor y el consiguiente sufrimiento nos une también a Dios y sacan de nosotros lo mejor.  Cristo fue ejemplo de sufrimiento y un sufrimiento dirigido o con propósito, pues el creyente debe comprender que el sufrimiento tiene un propósito de carácter salvífico y que nada en su Nombre quedará sin recompensa. Es pues un tributo a la Misericordia de Dios que no abandona a quien sufre puesto que todos sufrimos o sufriremos. Como olvidar hermanos que el sufrimiento es parte de la vida y que opera como el “crisol” que purifica el oro o todo tipo de metal para sacar lo mejor de sí quitando la “escoria o las impurezas”. El amor purifica a quien ama y lo brinda con humanidad y Fe con los ojos puestos en la trascendencia de su propia realidad.  Acudamos a la Justicia de Dios para salir victoriosos ante las pruebas y el sufrimiento. El pecado no podrá robarnos la Esperanza que nos brinda la misericordia de Dios ya que tenemos un Pastor y una Iglesia que se constituye en su Redil. Cristo nos guía y pastorea sin perder a ninguno de los suyos porque su amor es salvífico. Ante las injusticias de este mundo y sus reinos tenemos la seguridad puesta en el poder liberador del amor de nuestro Dios y nuestro ejemplo es el propio Señor. No dejemos que las dificultades nos separen de su Gracia y luchemos con las armas que su Bondad nos concede, estamos hablando del Amor, la Fe y la Esperanza…

El Evangelio está cargado literalmente de expresiones post-pascuales fruto de la reflexión de la Madre Iglesia sobre la presencia de su Señor siempre dispuesto a cuidar ministerialmente de los suyos, es decir de los bautizados. La Puerta posee su propia y rica simbología ya que puede servir para entrar o salir, para proteger o exponer, y para pasar de un estado a otro. Es pues el Resucitado la puerta de la eternidad para los bautizados y su Gracia la mantiene abierta para todas y todos en toda época. la conciencia de la Iglesia sobre sí misma es clara se constituye en Redil o Establo   para acoger, cuidar, Instruir, y alimentar a las ovejas de su Señor. Solo Jesús establece la autoridad en su Iglesia y gobierno, quienes no cumplan con su misión serán juzgados por sus acciones. Y solo Cristo conoce la realidad y vida de los bautizados, por esa razón reconocemos su voz y le seguimos a donde quiera que vaya nuestro Salvador. La eternidad solo es prerrogativa del Gran Pastor de las ovejas. Merece capital importancia el cuidar el “rebaño” encomendado a nuestro celo pastoral, así como la defensa de la Iglesia y sus enseñanzas. En la actualidad y siempre existieron pastores (Obispos, Presbíteros, y Diáconos) que entraron por la “puerta del redil” movidos por otros intereses, a esos que se pastorean así mismos y se apropian de los recursos y oportunidades de la Iglesia (Institución) a ellos el castigo será grande e inminente porque es la Iglesia de Cristo y no de sus “bolsillos o carteras”, no solo se debían a sus familias de sangre. El bautizado anima su espiritualidad y responsablemente acata la autoridad de la Iglesia como un componente más de su encuentro con el resucitado. A Cristo nuestro Pastor le reconocemos en el amor que expresa su Mandamiento Nuevo. En la madurez de nuestra espiritualidad y compromiso cristiano. En la Fracción del Pan, oraciones y Palabra, en síntesis, corresponde a los Medios de la Gracia.  Solo el Pastor ama a sus ovejas y da la vida por ellas. El amor no hace acepción de personas. Gracias a Dios Nuestro Padre por ese maravilloso Pastor, su Adorado Hijo. Digamos con Fe: CHRISTUS PASTOR NOSTER… CRISTO NUESTRO PASTOR.


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