CAMINO A EMAÚS. TERCER
DOMINGO DE PASCUA … Hechos de los Apóstoles capítulo 2 versículo 14ª,36-41. 1
Pedro capítulo 1 versículo 17-23. Evangelio de Lucas capítulo 24 versículo
13-35.
"13. Aquel mismo día iban dos de ellos a un
pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14. y
conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15. Y sucedió que,
mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con
ellos; 16. pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 17. Él
les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se
pararon con aire entristecido. 18. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
«¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos
días han pasado en ella?» 19. Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron:
«Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras
delante de Dios y de todo el pueblo; 20. cómo nuestros sumos sacerdotes y
magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21. Nosotros
esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas
cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22. El caso es que
algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de
madrugada al sepulcro, 23. y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que
hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24.
Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las
mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» 25. Él les dijo: «¡Oh
insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!
26. ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?» 27. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los
profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. 28.Al
acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29. Pero
ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el
día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. 30. Y sucedió que,
cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo iba dando. 31. Entonces se les abrieron los ojos y le
reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32.Se dijeron uno a otro: «¿No
estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el
camino y nos explicaba las Escrituras?» 33. Y, levantándose al momento,
se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que
estaban con ellos, 34. que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se
ha aparecido a Simón!» 35. Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado
en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan."
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Pedro introduce su
discurso con una afirmación de su Fe en el Señorío y autoridad de Jesucristo
dejando ver que su triunfo sobre la muerte le entrega el disfrute de sus
prerrogativas las mismas que poseía antes de su Encarnación. Pedro ve con
absoluta claridad que Jesús una vez resucitado entra en la Gloria eterna para
reinar sobre la creación y que da fe de la Salmodia que lo señala como tal, solo
para nuestra reflexión compartimos: Salmo 110 y su señalamiento mesiánico;
Salmo 16 y Salmo 2, 7 es el Hijo de Dios no hay duda al respecto desde la
perspectiva de una “mirada de Fe” … La Conversión en
esta dinámica no es otra que la respuesta positiva a las afirmaciones
anteriores. El Creyente abandona su antigua condición y se abraza a su nueva
realidad en Cristo Señor. El Bautismo es el signo inequívoco
de este cambio de vida y gracias a su poder regenerador el bautizado empieza a
vivir como criatura nueva destinada al Reino de Dios. Aparece
el Don del Espíritu Santo que es lo propio de los hijos de Dios y su
Gracia significante es la que puede transformarnos en verdaderos discípulos
testimoniales de Cristo en su Iglesia. El número de quienes se bautizaron sin
duda es simbólico y obedece a la perfección de los que atendieron el llamado y
abrazaron la Fe en el resucitado.
Pedro prosigue su
intención discursiva al plasmar la vida presente como un “destierro” dado que
los bautizados saben que son fruto de la Gracia y destinados a la eternidad. Es
el llamado a vivir teniendo presente la temporalidad de nuestra existencia
terrena y un recordatorio de la importancia de darle su lugar a todo lo que
construimos y vivimos todos los días sin descuidar la trascendencia. Fuimos
rescatados a un precio supremamente alto al que nadie en este mundo puede
cubrir porque la justificación no es valor monetario o equiparado como tal es
ni más ni menos que la Sangre de Cristo derramada en la
Cruz. Pedro insiste en la predestinación
de nuestro rescate porque la obra de Cristo está concebida antes de la
fundación del mundo. Nuestra Esperanza está fundada en la misericordia de Dios
y por medio de su Hijo resucitado se concreta en cada uno de nosotros los
bautizados. Es pues una amonestación a los bautizados para que vivan de forma
consecuente con los dones recibidos en el Pacto Bautismal dando así
testimonio de la resurrección de Cristo. Esta centralidad está construyendo paulatinamente
nuestro crecimiento espiritual y así mismo dicta la posibilidad cierta y segura
de nuestra futura trascendencia. “Vivamos en este mundo con ojo puesto
en la eternidad”.
Emaús marcará
la intencionalidad Lucana por antonomasia al recordarnos que la nueva condición
del resucitado será también la nuestra una vez concluya nuestra presentación en
este mundo. Es pues un recordatorio de las “nuevas” relaciones del creyente con
su Señor ya glorificado y victorioso. El imperio de la muerte ya no podrá
nublar nuestras mentes y corazones y por el signo del amor fraterno le
reconocemos cada día. En Emaús la realidad resucitada de Cristo atestigua su
nueva y definitiva condición que ya no será percibida por los sentidos sino por
el grado de interioridad y relación vital alimentada con Él en los Medios
de Gracia que la Iglesia nos brinda, es en la oración, meditación de
la Palabra revelada y en la vida sacramental como el bautizado crecerá hasta la
eternidad. Ver a Cristo es posible cuando su presencia se convierte en vital
alimento diario de lo contrario pasa como quienes dicen hoy creer en Dios, pero
no hacen nada para alimentar su Fe esa idea que dicen tener fenece porque lo
que no se alimenta desaparece o pierde su peso. Las relaciones espirituales son necesarias
para crecer en la Fe y su praxis. Los signos son claros (pan y pescado)
como indicando desde la Iglesia primitiva la figura de la Santa Eucaristía el
epicentro de nuestra vida resucitada. Cristo mismo les explicó las Escrituras,
encontramos una bella síntesis de los “Medios de la Gracia”. El corazón
les ardía, porque ellos vivieron el encuentro inmediato que desde
antes muy seguramente estaban cultivando con el resucitado. No es un mero y
casual encuentro, es la relación fraterna que supera las barreras de los
sentidos y la incredulidad para instalarse en lo más profundo del corazón. En el símbolo eucarístico se abrieron sus
ojos, en la nueva y vital forma de su presencia resucitada y
escatológica. “Se dijeron el uno al otro ¿No estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba
las Escrituras” versículo 32 Lo anterior da la impresión de
haber sido una manifestación del Señor justo después de su Resurrección? La
inmediatez de la Fe da paso a la certeza de su presencia. La acción del
Espíritu Santo mueve el corazón de los discípulos que muy seguramente estaban
en la fase de la aceptación de lo ocurrido con Jesús y sus corazones estaban
retenidos por los sucesos vividos en el drama de la Cruz. “La misión
apostólica contará con la certeza de haber compartido con el resucitado estos
momentos o coloquios espirituales que sin duda alimentaron y robustecieron su
Fe”.
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