BREVES SOBRE LA
SANTA EUCARISTÍA CRISMAL.
La Santa Madre
Iglesia se constituye como su Señor en testiga fiel de su triunfo y el Obispo, Diácono y Presbítero son por extensión testigos de la Pasión, Muerte,
Resurrección e imperio del Hijo de Dios (1).
El ministro ordenado es guardián de la Fe recibida en el Bautismo, dispensador
de los dones eucarísticos y propagadores de la Buena Nueva del Evangelio de su
Señor y Salvador. Los clérigos son
fieles a la doctrina y enseñanza de la Iglesia, a su Magisterio y Tradición y
no de doctrinas personales y coyunturales.
La celebración de la Misa Crismal reúne al Diocesano con su clero
(Diáconos y Presbíteros) en ella el Obispo manifiesta la plenitud de su
sacerdocio y ministerio, mostrándose como el gran sacerdote de su grey que es
la Diócesis representada en las distintas congregaciones que asisten a la
celebración (esta vez por medios electrónicos) (2). Se consagra el Santo
Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos.
También la consideramos una ocasión especial para que el Obispo Diocesano se
reúna con el clero siendo en este contexto una celebración del sacerdocio de
Cristo en medio de su Iglesia. Existe una razón práctica para celebrar esta
Eucaristía en el contexto de la antesala al Triduo Pascual entre nosotros, y es
la de poder disponer de los santos Óleos para la celebración del Bautismo si lo
hubiere en la vigilia pascual (3). La razón práctica deja espacio también a la
elaboración teológica que nos habla de la Iglesia como depositaria tanto de la
Tradición como del Magisterio y la Eucaristía Crismal marca el comienzo de una
ministerialidad que pasará con Cristo y por Cristo de la muerte a la vida. Ella
se convierte en signo vivo del triunfo de Cristo y en marca indeleble del Nuevo
Sacerdocio en el Resucitado.
El sacerdote en
dicha celebración se constituye en concelebrante cooperante de la bendición y
consagración de los aceites (4). También asume el rol de
testigo a nombre de la Iglesia que lo distribuirá en todas las congregaciones
de la Diócesis. Nuestra Eucología
que es el sentir de nuestras plegarias nos invita a orar por la Iglesia
y los bautizados (5). A vivir este signo fraterno de presencia viva del
Sacerdocio Supremo de Cristo. Una vez más revivimos los acontecimientos
salvíficos que se han convertido en acciones invisibles con el correr lógico
del tiempo, pero aquí materializados en la comunión del clero con su Obispo y
delante de los bautizados que acompañan esta santa celebración.
La Eucaristía Crismal es
fuente de alegría santa para los sacerdotes que participan en ella y renuevan
sus promesas sacerdotales. Es también el vínculo de fraternidad que debe reinar
entre el clero que se escoge a sí mismo como un colegio de Presbíteros y
comunidad de los Diáconos testigos los unos de los otros y todos de Cristo en
su Iglesia. Se renuevan los compromisos
de redoblar esfuerzos en el amor ministerial, el mismo que se pone de relieve
en cada acción pastoral que el sacerdote renovado adelantará en su congregación
y todo su énfasis puesto en la celebración del Santo Triduo Pascual. La marcha
de la congregación se renueva con su Presbítero a la cabeza y en participación
del sacerdocio ejercido por el Diocesano. La plenitud de Cristo se manifiesta
en la comunión de sus hijos predilectos los sacerdotes (Obispo, Presbítero, Diácono) es una manera de afirmar el encargo recibido en la Ordenación de
continuar a la obra del Resucitado en cada Iglesia particular y sus
congregaciones (6). Nosotros como bautizados al ser llamados por Cristo nos
constituimos en “otro Cristo” (7) desde la perspectiva de la ministerialidad el
sacerdocio recibido por la imposición de manos y la oración consagratoria. La
escogencia es en sí un llamado y una responsabilidad por mantener las “lámparas
encendidas” y listas para disipar cualquier tiniebla en el pueblo de Dios.
SIGNIFICACIÓN DE
NUESTRA CELEBRACIÓN.
Luego de entrar en
silencio, la invocación y la oración de la pureza (L.O.C página 278)
encontramos la Letanía para Ordenaciones que se adapta a nuestras necesidades y
está encabezada por una serie de peticiones que en su cuerpo textual ora por la
Madre Iglesia y sus ministros ordenados, y todo el cuerpo ministerial de esta
Iglesia. Invocamos la presencia del Espíritu Santo en el santo ejercicio del
ministerio en la Iglesia de Cristo. Nuestras familias y todo el pueblo de Dios
marcado por el santo Bautismo y su sello indeleble como participación de su
sacerdocio común. Oramos por las víctimas de la incomprensión y la violencia
social de todo tipo e implicación, así como por la misión de la Iglesia entre
ellos y con ellos.
Colecta del Día: Dios
todopoderoso que por el poder del Espíritu Santo ungiste a tu Hijo para ser
Mesías y sacerdote para siempre, concede a todos los que has llamado a tu
servicio, confiesen la Fe de Cristo crucificado, proclamen su resurrección, y
participen de su sacerdocio eterno… La significación teológica ratifica el
Kerigma del sacerdote, cuyo signo del triunfo de Cristo se convierte en
enseñanza y testimonio por parte del clérigo, su familia y la congregación
donde este ministra los sacramentos, la Palabra de Dios y da ejemplo de valores
cristianos que brotan del mismo Evangelio. El sacerdote cuyo ministerio es
sepultado con Cristo para emerger victorioso de la tumba y anunciar en la
Liturgia que el Kairós de Dios en Cristo, es una realidad tangible que en la
Eucaristía se llama: SANTO, SANTO, SANTO. (8) Somos testigos al pie de
la Cruz y mensajeros del sepulcro vacío. La Liturgia de la Palabra (Isaías
capítulo 6 versículos 1-8) nos invita a vivir la escogencia de Dios y su
llamado ministerial sin importar nuestras limitaciones, las mismas que con
disciplina y fidelidad a la Iglesia de Cristo son superadas fácilmente. El
Señor le permitió a Isaías ser fuerte en su misma debilidad. Para manifestar
como en Pablo el poder de su Gracia, y la intimación de su Misión es signo del
Amor de Dios que da a su pueblo hombres y mujeres probos para anunciar el
Evangelio y transmitir Esperanza. La Pavorosa y Majestuosa idea Isainiana de lo
trascendente inunda nuestra imaginación y siembra ideas espirituales necesarias
para dimensionar la grandeza del ser sacerdote o ministro de la Iglesia de
Cristo (clérigos). Aquellos Serafines son alegoría de la perfección que hay
delante de Dios y como el ministro ordenado vive también de cara a rendir
tributo y sacrificio incruento de la Santa Eucaristía.
Salmo 23,
El Buen Pastor por antonomasia que nos mueve en la vivencia de la Providencia
absoluta, somos signo de Dios entre los seres humanos, somos también testigos
del Dios que cuida a los suyos. El Dominus regit me, este Buen Pastor Isainiano
se transforma en Cristo mismo y por extensión ministerial en el sacerdote bien
intencionado y comprometido por amor en su ministerio ordenado. Sin temor
alguno anunciando el Amor de Dios por sobre las convenciones del mundo actual y
su antagonismo frente al Evangelio del Buen Pastor. El Testigo Fiel del
Vidente de Patmos (Apocalipsis capítulo 1 versículos 4-8), El Rey Mesías
es el tema por excelencia de este Libro del (N.T) Juan revive momentos de gran
gloria para Israel en su espera definitiva y evoca a David como su rey. El
sacerdote y sus fieles lavados de todo pecado, es un enfoque desde nuestra
ministerialidad básicamente bajo el ejercicio del sacerdocio ordenado en la
Madre Iglesia. Es el Cordero de Dios signo inequívoco de salvación en virtud de
su Sangre Santísima derramada por el pueblo de Dios. Juan va más allá y rechaza
el culto exigido por los romanos a sus deidades. Solo adoramos al Testigo Fiel
a aquel que se entregó por nosotros. El Alfa y la Omega, es el culmen del
señalamiento de Cristo como Dios y principio de todo lo existente, es la
solemnización de su misión, así como de su Nombre, es Jesucristo el Hijo de
Dios y Sacerdote supremo de la Santa Iglesia. Lucas
capítulo 4 versículos 16-21), El Señor en la visión Lucana entra en el templo
(Sinagoga) toma el rollo o Tanaj y los escritos de los profetas o Nevi’im
y se adjudica la profecía de Isaías, describiendo de esta manera las cualidades
del escogido por Dios. Solo Jesús se abroga tal derecho como signo vivo de su
mesianismo y hace del sacerdote signo también de esta realidad anunciante y
viva de su mandato evangelizador. Los atributos son en sí manifestación de su
amor por la humanidad necesitada. Este señalamiento se reviste de toda
justicia, tal y como es intimada la Voluntad salvífica del Padre en su Adorado
Hijo y el poder reconciliador del que procede de entrambos. Se invoca al
Espíritu de Dios sobre la Iglesia y sus ministros ordenados. Esta invocación se
manifiesta en los dones que libremente concede para la edificación del Cuerpo o
Pleroma de Cristo y no para fines personales o piadosos que terminan siendo
factor de distracción entre bautizados. Recordemos que nadie posee el
Espíritu Santo ya que es Dios y se expresa en su personalidad divina como tal
(9).
En cuanto a la Reafirmación
nos permite ubicarnos en el escenario de la vida eclesial y por tanto delante
de Cristo su Cabeza. Esta Reafirmación se hace sobre la base fundamental de los
signos de la Nueva y definitiva alianza que son La Palabra y los Sacramentos.
Que se constituyen en el fundamento tanto ministerial como testimonial del
ministro ordenado, teniendo presente que la actualidad de su vida es signo
seguro de la presencia de la Gracia. Este Nuevo Pacto es por antonomasia propio
de la Iglesia y su función ministerial, se hace delante de la Asamblea aquí
representada en los laicos y feligreses. Todos por el santo Bautismo
sacerdotes, pero unos cuantos, ordenados para servir ministerialmente, Agustín
de Hipona (Doctus Gratiae) en su visión eclesiológica manifestaría: Con
ustedes soy bautizado, entre ustedes Diacono, Presbítero y ahora Obispo. Es nuestra
teología del servicio la que nos permite servir con alegría. Estas promesas son
renovadas conforme el paso del tiempo y las distintas situaciones en las que un
ministro ordenado enfrenta su vida y asume con dignidad la Soledad propia de su
ministerio, hijos, esposa o esposo, familia y amigos, pero solo desde la
perspectiva igualitaria de un ministro ordenado se podrán tratar asuntos
propios de nuestra condición como miembros vivos del Colegio de Presbíteros de
esta Diócesis. Al finalizar esta celebración y justo antes de salir
procesionando como ingresamos al Presbiterio en silencio, el Diocesano, bendice
y consagra los aceites usados para ministrar al pueblo de Dios, para bautizar y
ungir a los enfermos, para invocar la Misericordia de Dios sobre su Iglesia y
nuestra Madre… El Óleo sella y se
convierte en signo vivo del Espíritu de Dios que derrama sus dones sobre el
bautizado aquí representado en potencia por los asistentes al rito. Los
enfermos de cuerpo y espíritu serán también confortados por el clérigo que a
nombre de Cristo y por extensión de la Madre Iglesia traerá consuelo y
fortaleza al recluido en casa o en un centro médico y orando por él y en su
compañía, establecerán un fundamento de comunión que sobrepasa al dolor e
incluso a la postración para cubrir literalmente de esperanza al necesitado,
clamarán juntos a Dios buscando su Misericordia y mirada compasiva. De esta
forma y por medio nuestro la Madre de los bautizados atiende y acoge a sus
hijos en las distintas etapas de sus vidas… (10).
CIBERGRAFÍA Y
TEXTOS CONSULTADOS.
1.
Nota del autor.
2.
Nota del autor.
3.
Nota del autor.
4.
Nota del autor.
5.
Nota del autor.
6.
Nota del autor.
7.
Nota del autor.
8.
Nota del autor.
9.
Nota del autor.
10.
Nota del autor.
11.
EUCARISTÍA CRISMAL... - Evangelio
Prácticocristoeseltema.blogspot.com › 2018/03 › eucaristía-crisma.
***
Las citas bíblicas consultadas corresponden a la Edición digital de la Biblia
de Jerusalén.
BIBLIA
DE JERUSALEN ONLINE - bibliatodowww.bibliatodo.com › la-biblia › version ›
Biblia-de-Jerusalen.
*** Libro de Oración Común (L.O.C). Año 1989. Lo concerniente a la celebración del santo Triduo
PASCUAL. Pagina 189
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