ESPIRITUALIDAD Y
RELIGIOSIDAD POS- PANDÉMICA.
MEDITACIONES.
SOLILOQUIOS…
Las manifestaciones de frustración por no poder
salir libremente de nuestros hogares deben impulsarnos a valorar la libertad
y condenar las cadenas que arbitrariamente hemos extendido sobre otras
criaturas en zoológicos, aqua-parques, jaulas en casa, y otras formas de
desprecio por la libertad esencial de otros seres vivos. La gran paradoja la
encontramos precisamente en el Coronavirus que es totalmente amigo de la
naturaleza y logró más por ella que todos los movimientos ecologistas de los
últimos 100 años.
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La pandemia Covid-19
(coronavirus) se presentó en el mundo generándose el primer brote en la China
(en la ciudad de Wuhan, donde viven 11 millones de personas) tan densamente
poblada como Bogotá en Sur América. Pues en esta localidad asiática se inició
el contagio que favorecido por la gran conectividad entre los pueblos llegó
prácticamente a todos los rincones del mundo. En cuanto a la realidad medica
que este virus desencadena en el ser humano, todos conocemos que ataca a
personas que sufren dolencias de enfermedades de carácter crónico y en las
mismas podemos señalar a quienes padecen problemas respiratorios, es importante
aclarar que la naturaleza de este ensayo no es investigativa sino reflexiva en
orden a nuestra postura teológica y su cosmovisión, como quiera que estamos
superando en algunas latitudes su etapa de contagio y lucha más crítica. Es
importante afirmar que los imaginarios corresponden a la condición real de los
Ethos culturales que muchas personas viven, no existe al menos en Latino
América una dinámica pedagógica que afirme campañas de prevención tanto de este
virus como de otras crisis de la salud publica en el pasado. Todavía se lucha
contra el “dengue” con campañas sintomatológicas y no con un empeño que forme
el carácter del grueso de la población. Ante tal panorama es el papel
esencial de la Iglesia el llegar con un mensaje cargado de esperanza que
muestre vivo y activo a Dios en la psique de los bautizados. En la
problemática debemos rescatar los valores inspirados en la humanidad y
contenidos en el Evangelio del resucitado, la cuarentena llegó en cuaresma y
culminará en pascua. Aquí están las señales del cambio de mentalidad como
pretendemos afirmar a lo largo del presente ensayo…
Un virus no es un
organismo, es una molécula o compuesto químico que puede resistir prácticamente
todos los ambientes de la tierra. Afirmar técnicamente su naturaleza molecular
y química es función de la ciencia y no de la teología. La realidad que genera
expone una serie de interrogantes de tipo ético y moral sobre la manipulación sintética
de estos compuestos por parte de la ciencia que en algunas naciones no posee
tope alguno. Los límites del valor de la vida son transgredidos cada rato y
momento por los intereses económicos y militares de las potencias que todos
conocemos. La tierra como el Oikos o “casa de todos” se convirtió
por parte de estos elementos antiéticos en blanco de sus experimentos. En una
mirada al pasado siglo XX recordamos la “guerra fría” y como las potencias y
especialmente los EE-UU, destruyeron islas enteras en el pacífico probando sus
armas. Se estable una dicotomía destructiva entre el ser humano administrador
amable y temeroso de la obra de Dios y el depredador civilizado que lleva el
daño fuera de su casa. La guerra del presente se libra en el uso de la
tecnología y la realidad “ciber configurada” y aparece un elemento nuevo
y antiguo a la vez, nos referimos a las armas biológicas. El pecado se
convierte en dominio destructivo y se adorna con eufemismos como “adelantos
científicos” la pandemia cual jinete apocalíptico nos mostró como un componente
químico diez millones de veces más pequeño de lo que el ojo humano puede
percibir literalmente confinó a cerca de ocho mil millones de personas en sus
hogares. Aquí las más de diez mil cabezas (ojivas) nucleares rusas y estadounidenses
se muestran impotentes, o los grandes poderes económicos de los alemanes,
británicos y japoneses se muestran vulnerables, y qué decir del gigante
asiático, nos referimos a la China. La Gracia aparece como la restauradora
de estas relaciones vitales dañadas por la humanidad y como si fuera poco
resulta ahora que el virus es benévolo, con los más indefensos, las otras
formas de vida que comparten su existencia con nosotros, la naturaleza, esto
nos indica el valor de la vida y como ella es escuchada también cuando clara a
su Creador.
“La Creación en efecto fue sometida a la vanidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió en la Esperanza de ser
liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa
Libertad de los Hijos de Dios… Pues sabemos que la Creación entera gime hasta
el presente y sufre de dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros,
que poseemos las primicias del Espíritu… Nosotros mismos gemimos en nuestro
interior…” (Romanos capítulo 8
versiculos 20-22).
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La imagen que ilustra las
palabras de Pablo son determinantes para nosotros y especialmente en estos
tiempos y ante la crisis mundial que estamos atravesando. Hemos contaminado tan
profundamente a la creación que esta por sí sola no puede emerger y necesita de
la Gracia para ser restituida. Una marca del pecado humano sobre ella es
precisamente la calidad de las aguas, el aire, y la tierra. Cada día están
siendo exterminadas especies, y otras son sometidas a la caza, no se trata de
una política para sostener vida humana sino un sangriento y cruel deporte que
hace que la adrenalina corra por las venas de los victimarios. Debemos
necesariamente puntualizar que la naturaleza no es un valor esencial recreativo
de la especie dominante, nos referimos a la humanidad. No podemos edificar
relaciones vitales sobre el exterminio y desprecio por la vida en otras formas
distintas a la nuestra. La creación es obra llamada a la perfección por
parte de su Creador y no puede ser convertida en una mera fuente de recursos
por parte de nuestro estilo moderno de vida. Miremos la forma como lo pone
de relieve el Texto del Genesis “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba
muy bien” … Capitulo 1 versiculo 31.
Precisamente la perfección de la obra de Dios posee
en si misma un balance necesario que al ser alterado produce consecuencias para
la vida. El Oikos creado por Dios no brotó de la materia por capricho, sino que
corresponde al plan de Dios para compartir con nosotros algo de su mente
creadora. Algo pensado en amor y sustentado por amor. Somos desde esta
perspectiva parte de un plan y no desarrolladores del mismo. Pensar de la
manera como lo venimos haciendo no es saludable y tal forma de obrar de nuestra
parte solo puede distanciarnos de la obra de Dios. El ser obra de Dios tanto ella
como nosotros, debe pues, llevarnos a vivir en comunión esencial de vida y no
de empleo arbitrario de cuantos recursos existen. El pecado como oscuridad o
ausencia de Gracia debilita la vida y la convierte en esclava de los bienes y
valores mudables. Debemos pensar que el Creador puede estar siendo
desplazado por nosotros de su obra. Desde luego que nuestra ausente percepción
de la obra en paz y armonía contradice la Gracia misma derramada sobre ella. La
postura ontológica de nuestra parte no puede ignorar las propiedades de la
naturaleza. La vida se sustenta gracias a un principio de relación que se
establece entre las formas de vida y ello implica que los eslabones no pueden
ser alterados. El Apóstol Pablo al parecer desea trasladar el drama humano
fruto del pecado al orden de la naturaleza. Este movimiento se enfoca directamente en los
dolores que un parto produce y sabemos que el dar a luz es un proceso
traumático por la anterior perdida de los dones preternaturales. El libro del
Genesis generosamente describe tanto la obra creadora de Dios como las
relaciones vitales entre los seres vivos por categorías. La obra de Dios
refleja su perfección y la trascendencia que nos ofrece. Los imaginarios
populares sitúan a Dios lejano e inalcanzable, pero por sobre cualquier
categoría es importante saber que la Vestigia o Huella de Dios transita
desde la revelación y antes en la creación del universo. La perfección de la
vida en todas sus formas son una referencia directa de su Hacedor. Si el
creyente no comprende su papel en la obra de la creación sus acciones podrían
dejarle fuera del plan de Dios Creador. Estamos enfocados en la trascendencia,
pero esta inicia con la absoluta comprensión que debemos tener de la realidad
material y los eventos que conocemos de ella como sus manifestaciones. El fenómeno
de la vida hace de cada uno de nosotros instrumentos conscientes de la creación
de Dios. Nuestra religiosidad popular debe dar paso a una comunión perfecta con
la creación ya que la Gracia llega a esta por medio de la humanidad que adora a
su Creador. Una postura cultica universal que se convierte en vinculante tanto
de la realidad de nuestra Fe como de toda la obra creadora. La pandemia
conocida por todos debe ser el inicio superado de un estadio de madurez y
comunión efectiva con la naturaleza que hoy disfruta del aplacamiento de
nuestros ímpetus dominadores. Nuestra oración debe dar paso a una plegaria
universal que no haga eco de afirmaciones pasadas sobre nuestra autoridad sobre
la creación de Dios. El Oikos dibuja para nosotros una realidad plasmada en
los eventos naturales que todos conocemos.
Una vez superemos la
pandemia debemos iniciar una concepción cultica más madura frente a la vida en
todas sus formas. La ausencia de la Gracia puede desencadenar nuevas crisis
ante nuestro continuado desprecio por la obra de Dios. La pandemia es un grito
de “basta a la obra artificial del ser humano” que reclama como suyo un
mundo que él no creó. Una hermandad universal fue visibilizada desde el
Humanismo y ahora tenemos la oportunidad de desmontar la realidad que nos llevó
a ser víctimas del virus por todos comentado. El Cristo-centrismo esta hoy
reclamando su sitial en la conciencia de los bautizados, la pandemia muestra la
vulnerabilidad de nuestra especie y también afirma la necesidad de Dios en
nuestro caminar. En lo personal creo que estamos llamados a dar un salto a
nuestra concepción ontológica de la vida humana y en general de la naturaleza. Nuestro
presupuesto gnoseológico debe abarcar la autonomía con la cual la vida puebla
el mundo que conocemos. “LA REALIDAD MATERIAL QUE LLAMAMOS ESPECIES VIVAS Y
ALGUNAS FORMACIONES INERTES COMO LOS MINERALES SON TAMBIÉN CONSECUENCIA DE LA
CAUSA EFICIENTE SOBRE ELLA, NOS REFERIMOS AL DIOS CREADOR” … Nuestra
ontología hacia la vida y la creación en general debe propender por una
reinterpretación de las causas por las cuales estamos en el planeta. Somos una
especie in-terminada y evolucionada constantemente. La Gracia se presenta como
ese eslabón vital de la vida en sus formas y categorías acogidas por nuestra
inteligencia y por ende composición de la realidad que podemos percibir. La
racionalidad de nuestros criterios no necesariamente contenga la verdad total
que hemos reclamado sobre la tierra y los planetas que gracias a la ciencia
hemos visitado. Nuestra ontología reclama un presupuesto de su racionalidad
absolutamente distinto a la hora de asumir nuestro papel en la vida como
especie racional y consciente de su propio estado y lugar en la vida. Sino
trabajamos por alcanzar una madurez intelectiva frente a la creación de Dios
entonces continuaremos reclamando el derecho de matar y consumir sin medida
alguna. Hace rato que debemos ampliar el espectro de nuestra formula de “confesión
de pecados L.O.C. Página 282 y ss” para incluir nuestras relaciones con la
vida en otras formas o especies no-humanas. El cristiano-episcopal debe
reconocer que los procesos de la vida que se fundamentan en su ser también son
por analogía los mismos que sostienen la vida en otras especies, esto último,
es como indicar acertadamente que la vida no es exclusividad de la concepción
racional que tenemos nosotros como especie e individuos. No es un discurso
anti-cristiano el suponer o mejor aún afirmar la existencia de Derechos en
otros seres vivos, el dolor es el mismo tanto en la racionalidad de la vida
humana como en otras especies, no es posible que sigamos pensando que entramos
al templo en paz luego de destruir vidas por capricho o intereses
exclusivamente sociales. Un ejemplo de esta última cuestión puede ser “talar
árboles para dar paso a parqueos para vehículos y luego ver a sus dueños
apeñuscados donde un árbol les da su sombra”.
El concepto comunidad lo hemos convertido en
un contenido cultico con el correr de los siglos, pero en esta discusión
también podemos afirmar que comunidad es la reunión de seres vivos tanto
humanos como no-humanos, entonces tanto unos como otros poseen derechos. La
vida es en sí un derecho otorgado por el Creador. Aquel discurso utilitarista
que algunos argumentan a su favor del libro del Genesis, es importante
interpretarlo en el contexto de una sociedad agrícola antediluviana incapaz de
ver en otras especies cualidades propias de su existencia individual. La
dimensión cultica hoy debe abarcar también la restauración de las relaciones de
la humanidad con la naturaleza, de esta forma, podremos generar escenarios para
la vida racional en armonía y comunión con las especies que pueblan la
creación. El llamar a “Dios Padre de todos” implica con ello la
afirmación categórica de su valor como Creador y también del origen común a las
especies de la obra creadora. Así como agradecemos a Dios por el “pan de cada
día” otros seres vivos hacen lo propio con su existencia que ya de por
si se convierte en un himno a su Hacedor. Miremos el Salmo 147 de nuestra
Salmodia (versión Biblia de Jerusalén).
"1. Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a
nuestro Dios, que es dulce la alabanza. 2.Edifica Yahveh a Jerusalén,
congrega a los deportados de Israel; 3. él sana a los de roto corazón, y
venda sus heridas. 4. Él cuenta el número de estrellas, y llama a cada una
por su nombre; 5. grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida
su saber. 6.Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos.
7. Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro
Dios: 8. El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara,
el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del
hombre, 9. el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo
cuando chillan. 10. No le agrada el brío del caballo, ni se complace en
los músculos del hombre. 11. Se complace Yahveh en los que le temen, en los
que esperan en su amor. 12. ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios,
Sión! 13. Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti
a tus hijos; 14. pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo. 15.
Él envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra; 16. como lana
distribuye la nieve, esparce la escarcha cual ceniza. 17. Arroja su hielo
como migas de pan, a su frío ¿quién puede resistir? 18. Envía su palabra y
hace derretirse, sopla su viento y corren las aguas. 19. El revela a Jacob su
palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: 20. no hizo tal con ninguna
nación, ni una sola sus juicios conoció."
Salmos, 147 - https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/salmos/147/ |
La relación del Creador
es siempre providente y por ende contingente hacia nosotros y los demás seres
vivos, es un Dios proveedor que no hace distinción alguna entre las especies
que creó. Tal visión llega a nosotros en la tradición de los Escritos del
(A.T). Cuando hablamos de una relación vital y necesaria estamos señalando con
ello, la profundidad relación entre el Creador t la criatura. Una asimilación
ontológica que nos permite ver su profundidad y necesidad. Esta asimilación n o
es otra que el reconocimiento de la vida y sus características únicas, sus
atributos y notas esenciales, esa postura la encontramos en personajes como Francisco
de Asís y su capacidad para relacionarse con otras formas vivas no-humanas.
Estamos retomando la conciencia ecológica que no es una cuestión nueva como suponen
muchos dejándose llevar de la novedad de sus conceptos. La conciencia ecológica
está presente en la liturgia de la Iglesia como signo de la comunión vital
entre los seres vivos y su origen por analogía. Nuestra oracion es totalizante
en la medida en la que asumimos como propias otras preocupaciones y no
descartamos el valor intrínseco de la naturaleza y su poderosa voz en nosotros.
Actualizando un axioma de los nominalistas podremos afirmar: “Un solo ser
vivo en la naturaleza vale más que todos los universales” si pretendemos
jerarquizarlos es factible que encontremos que la presencia de los seres vivos
es tan valiosa como la de cualquier persona humana en la dirección tacita de su
origen y por ende en la argumentación de sus Derechos.
“La postura ontológica de nuestra Comunión puede
verse influenciada por la praxis del Derecho y las categorías de la redención
en las que podemos equiparar no solo la humanidad sino la misma naturaleza”.
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Nuestra espiritualidad
debe dar espacio a la reflexión de esta relación con los seres vivos cuyas
necesidades se convierten en oracion que sabe escuchar muy bien su Creador como
nos lo enseña el Salmo que citamos (147). La postura espiritualizada de
nuestra oración y cultica coherente con la vida y sus procesos, nos invita a dar
gracias a Dios por cada nuevo día y su noche, dejando entrever con ello el
conocimiento de la relación estética de las leyes naturales y las causalidades
que gobiernan nuestro entorno. La praxis a la que hacemos referencia nos invita
a ordenar la forma como entramos en contacto con la lógica de los contenidos de
la vida, es decir, de las leyes y la naturaleza que la sustentan y expresan en
su absoluta contingencia. Los “logos” citados por el gran Origenes los
traducimos como las fuerzas vitales que hacen presencia en las leyes y los
seres vivos y a su vez obedecen al Logos de Dios o su Verbo adorado. Claramente
hablamos de una espiritualidad lógica y en contenidos demostrables. La
post-pandemia que afrontaremos en unas semanas no se irá de los imaginarios de
la Massa Humana y esperamos que la mayoría de las personas comprendan
que urge un cambio de actitud en los presupuestos de la racionalidad frente a
la naturaleza y la manera como estamos priorizando conceptos artificiales sobre
el bienestar natural de la vida en todas sus formas. Una espiritualidad que no
estará solo sino asistida por el conglomerado de los eres creados por el Dios
amoroso. Una toma de conciencia sobre los estilos y formas de vida nada
amigables con el planeta. Las manifestaciones de frustración por no poder salir
libremente de nuestros hogares deben impulsarnos a valorar la libertad y
condenar las cadenas que arbitrariamente hemos extendido sobre otras criaturas
en zoológicos, aqua-parques, jaulas en casa, y otras formas de desprecio por la
libertad esencial de otros seres vivos. La gran paradoja la encontramos
precisamente en el Coronavirus que es totalmente amigo de la naturaleza y logró
más por ella que todos los movimientos ecologistas de los últimos 100 años. Este
fenómeno solo puede indicar que el balance en las relaciones con nuestro
entorno está en saldo rojo.
Nuestra espiritualidad debe reconstruir nuestra
visión contaminada de la naturaleza y liberarla a ella y a nosotros de una
enferma dependencia materialista. No es factible continuar de la manera como
estamos actuando, la crisis que produjo el virus Covid 19 es un contundente
indicador de la situación de pecado en el proceder de la humanidad frente a
la vida no-humana. La revaloración de nuestras relaciones debe impulsar una
nueva visión metafísica de esta comunión necesaria y vital.
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La destrucción no es una
opción, la conservación es el camino. Una manifestación cósmica del resucitado
llevando su paz a los discípulos debe ser también un don recibido por cada
bautizado y su praxis nos asegura un equilibrio y armonía que genere la
denominada Ataraxia en nuestras relaciones primordiales con el otro que
en su naturaleza es igual a nosotros y con las demás formas vivas e inertes de
la creación. La paz no solo es un movimiento del alma en su componente
intelectico para reconocerla y vivirla, es también un orden que afecta
positivamente todas las manifestaciones y hábitos de la persona empoderada de
su deber frente a la creación amorosa de Dios. Ahora actualizando el Evangelio
podríamos afirmar que su actualización es desde la perspectiva intelectiva de
nuestra postura creyente, y tal paso metafísico nos permite ver en la vida una
poderosa presencia de su Creador, esto último sin caer en el animismo,
panteísmo o deísmo. Si pretendemos ahondar en esta postura entonces si es
posible ver un cierto deísmo cristianizado y desprovisto de su ser radicalmente
metafísica para no elaborar doctrina alguna que no esté contenida en el Credo
como síntesis de las enseñanzas de la Iglesia. Argumentando desde nuestra
postura el enfoque no debe salirse de la directriz establecida sobre la
inmanencia de Dios en su obra, pero solo a Voluntad suya y no por presupuesto
intelectivo de nuestra parte y su buscamos eufemismos técnicos entonces
hablamos de su presencia habitual en el bautizado por medio de la Gracia como
un atributo de su amor y no una extensión de su Ser de Dios. Así podemos evitar
consideración alguna contraria a la Tradición de nuestra Iglesia en su ser
católico por antonomasia. Nuestra oración en su componente tripartito se enfoca
necesariamente al Padre Dios en cuyo amor nos lo revela su adorado Hijo y al que,
de Entrambos procedente, nos referimos al Dios Espíritu Santo (Agustín de
Hipona). La Gracia como luz amorosa de Dios ilumina todo el ser intelectivo de
la humanidad y nuestra perfección corresponde a la proximidad esencial con
aquella bella luz convertida en Gracia… La superación de nuestro propio ser en
su realidad material nos permite crecer de manera integral, buscando tres
dimensiones que se fusionan vitalmente:
·
Nuestra voluntad de vivir y creer en
nosotros mismos.
·
Creer también en los demás.
·
Nuestra centralidad en el Dios
amoroso.
Estos elementos los
invertimos en la integralidad de nuestro ser, para poder lograr una
espiritualidad que nos conecte con el entorno y con lo que en síntesis somos y
vivimos. Nuestra postura anglicana esta abierta al mundo y esa apertura nos
hace gravitar también en orden al otro y su circunstancia como quiera que no
estamos solos y juntos formamos parcerías que edifican un Reino. El Reino al
que hacemos mención surge delo más profundo del ser redimido y se proyecta
sobre el horizonte mismo de la relación con Dios. Es una condición redimida que
nos hace tomar conciencia sobre el otro y su realidad y entender que en la
mayoría de los casos nosotros hacemos parte de dicha realidad. El engranaje
de tales acciones hace que compartamos el modo y medio de la redención y por
ende la analogía de la Gracia. En esta perspectiva actuamos movidos por la
Inhabitación de Dios en nosotros por medio de los dones y frutos de su
Espíritu. Una presencia siempre actual y parafraseando al Hiponense: “Belleza
siempre antigua y siempre nueva”. La actualidad de la Gracia nos permite
orar cada día como si fuera el primero y en la toma de conciencia de su eterno
acontecer. Es interesante como el primer día de la semana las mujeres fueron al
sepulcro, esta alusión cargada de misticismo nos permite ver una figura de la
actualización permanente de la oración y como siempre es hoy en la meditación y
contemplación de la Palabra de Dios. Orar sin desfallecer es un signo
inequívoco de que estamos caminando por la senda correcta. El bautizado Episcopal
debe tener presente que su vida espiritual inicia en la oración y culmina en la
oración espiritualizando todo lo que vive en la praxis de su Fe. Este vivir
evoca la vida sacramental tan definitiva en nuestro crecimiento espiritual. Nuestra
espiritualidad en tiempos como los actuales debe tener literalmente los pies
sobre la tierra para no entrar en concepciones fatalistas fuera de tiempo y
realidad.
La espiritualidad madura entra en un estadio de
aceptación y vivencia de la realidad amparada solo en la Gracia de sus
ejercicios diarios como la oración, meditación, contemplación, vida
sacramental, de esta manera teniendo en orden la praxis de nuestra Fe es
posible crecer en la vida del espíritu y enriquecer las demás relaciones que hemos
fincado en el mundo con nuestros hermanos. La vida sobrenatural hace que
caminemos en el mundo sin ser del mundo y cumplir las palabras del Señor
contenidas en el capítulo 17 de Juan.
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Reconocer los signos que
nos indican que estamos caminando en la dirección de la vida sobrenatural es
vital para afirmar nuestro llamado a la trascendencia propia de los creyentes
bautizados en el “toque” de esta Comunión de Iglesias, la cuestión
estriba en la suficiente presencia de la Gracia en nuestras vidas para producir
los cambios y sus transformaciones para reconocer y dimensionar una nueva forma
de ser y existir. El Episcopal vive su llamado a la santidad como todo ser
redimido y empoderado de tal acontecimiento definitivo en su vida. Los
signos de los nuevos tiempos solo son visibles auténticamente si hay en
nosotros vida espiritual de lo contrario no podremos verlos o percibirlos,
recordemos hermanos algunos pasajes evangélicos donde la gente estando cerca
del Señor nunca le reconocieron y este fenómeno fue producto de la pobre vida
espiritual de ellos. Solo para recordar
el más celebre de todos estos encuentros, me refiero, al suscitado entre el
Señor resucitado y el apóstol Tomás. La prueba de su resurrección no es una comparación
de rasgos una vez resucitó sino la profundidad de la praxis amorosa y de Fe de
sus amigos y cercanos. El cuerpo en si no implica la evidencia plena y
totalizante ya que como se afirma correctamente los sentidos pueden ser
engañados. Creer sin ver es el argumento central de la espiritualidad de todo bautizado.
Nuestras oraciones son parte de un todo en el ámbito eclesial y se unen
maravillosamente estableciendo una analogía amorosa e íntima con el Dios
revelado. Los tiempos post-pandémicos son distintos y esa caracterización
es fruto de los eventos que nos muestran la fragilidad de la existencia humana.
La oración renovada se debe centrar en el misterio de la vida que se impone por
medio de la resurrección produciéndose tal fenómeno en la psique de los bautizados
y su visión de ver el mundo y todos estos acontecimientos. El mundo como encuentro
de realidades posee una característica típica y nosotros somos en definición concreta
de la Gracia presente una condición renovada o actualizada para emplear un
término moderno. Esto último deja en
evidencia la inmanencia de nuestro ser enfrentando una condición metafísica
renovada y hoy si se quiere un tanto distinta.
La espiritualidad
Episcopal enfrenta estos nuevos tiempos con el reto de afirmar su categoría trascendente
y conservar su valor en momentos de cambio y relativismo. Somos una Comunión
Eclesial con valores ue superan la
praxis conocida en el cristianismo y esos valores nos permiten llevar al plano
racional los fundamentos de nuestro cristianismo. La realidad percibida bajo el signo de los
tiempos presentes es una amalgama de sucesos que pueden ser vistos desde perspectivas
distintas y antagónicas. Nuestro presupuesto de conocimiento esta enfocado en
una realidad conocida y trascendida por la Fe en principio, y la razón como expresión
de esta en el mundo y los sentidos. Una ventada axiológica que se abre ante
nosotros para despejar las dudas de los tiempos que nos ha tocado vivir. El
Evangelio es el mismo y también acontece igual con los Medios de Gracia, pero
nosotros cambiamos conforme somos transformados por la Inhabitación categórica
de nuestro Dios. A este Dios amoroso todo Loor y adoración de nuestra parte,
unidos en la Madre de los bautizados rendimos tributo perenne…
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