CUARTO
DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA. Jeremías capítulo 1 versículos 4-10. Salmo 71:
1-6. 1 Corintios capítulo 13 versículos 1-13. Lucas capítulo 4 versículos
21-30.
El
profeta Jeremías, está ubicado cerca de Jerusalén al norte
de esta ciudad cuando en visión recibe el encargo o mandato de anunciar el
mensaje de Dios. Es el Señor quien le llama y otorga los dones necesarios para
el desarrollo de su misión, es una especie de Predestinación para una obra
particular en este caso anunciar la Voluntad de Dios a los suyos. El temor de
aquel hombre es comprensible y Dios con su Gracia los desmonta uno a uno. No hay
barreras suficientemente altas cuando Dios dispone algo en nuestras vidas y
hace que nuestras limitaciones se conviertan en fortaleza como sucedió con Jeremías.
La fórmula de escogencia
es común a otros personajes de las Sagradas Escrituras. La autoridad es
otorgada en virtud no de la persona sino de su misión, lo mismo sucede en la
Iglesia no es la persona sino la obra que debe realizar porque los dones están
unidos a la misión.
El profeta Jeremías
afrontará una serie de situaciones difíciles que fueron producto de la condición
política de su pueblo y de la realidad de las potencias vecinas. Su propósito fue
anunciar la Voluntad de Dios aunque esta acción implicara en su vida
ministerial total rechazo de las autoridades políticas y religiosas de su
pueblo. Su confianza puesta solo en Dios
nos amonesta a cada uno de nosotros y nuestras variadas actitudes ante los
problemas. Confiar en Dios es fundamental para toda empresa cristina, para toda misión que tengamos en la vida llámese
familia, relaciones personales, trabajo, o pastoral de alguna índole.
El
Salmo 71, camina en la misma dirección de acogida de la Voluntad
de Dios y por ende de depositar en ella toda nuestra esperanza y confianza. Así
lo encabeza su primer versículo. Clamar es propio de un espíritu confiado que
sabe a dónde y a quien dirigir sus ruegos y suplicas. Dios es literalmente el refugio
y defensa de los suyos, estas afirmaciones corresponden a una profunda
experiencia de Dios en la vida del Salmista. Tal profundidad es solo posible
asumiendo la integralidad de nuestro Pacto Bautismal. Un encuentro muy especial con el Dios revelado.
Pablo
a los Corintios, nos
deja un tratado maravilloso sobre la Caridad y el Amor, tomando distancia del
amor pasional que es exclusivamente egoísta, se refiere al amor que brota de una profunda expresión
de nuestra Fe. Pablo reconoce en la Caridad el supremo vínculo de la perfección
y un constitutivo esencial de nuestras relaciones tanto con Dios como con el prójimo.
Es la Caridad la identidad perfecta de
todo bautizado, es la Caridad el motor que nos hace trascender en la
Voluntad salvífica de Dios. Solo hermanos el amor de Cristo supera el conocimiento
en cualquier realidad que le presentemos, solo el amor nos puede abrir las
puertas de la eternidad.
El amor del Señor puede
hacer que la Trinidad de Dios habite en cada uno de los bautizados, esta
In-habitación es producto de la Gracia del amor de Cristo en nosotros. La Caridad como adelanto de la vida
en Cristo es una promesa amorosa de Dios para los suyos, Pablo explicita de
esta manera la necesaria realidad vinculante con el ser eclesial. Pablo emplea cerca de 15 verbos en esta exposición y el
sujeto es el mismo, la Caridad. Es apremiante su discurso cuando se trata
de la configuración de una realidad redimida y direccionada por la Caridad como
el fundamento de todo Ethos cristiano.
En cuanto a las virtudes
teologales, Fe, Esperanza y Caridad, (versículo
13) ellas son consecuencia de la relación salvífica establecida entre Dios y
los seres humanos por medio de su Adorado Hijo, y desde esta perspectiva el
contenido de cada uno de ellas estará supeditado al amor. Cuando hablamos de
amor inmediatamente nos referimos a la vida tanto personal como congregacional,
todos los dones son importantes y necesarios en la condición escatológica de
los bautizados y la Madre Iglesia, pero los dones son importantes en la edificación
de la Iglesia y la vida del bautizado pero ellos no son imprescindibles como si
lo es la Caridad, ellos son fruto de la necesidad histórica de la Iglesia.
Los dones son necesarios
como lo es también la madurez en la Fe para vivirlos e integrarlos a nuestra Historia de Salvación Personal. No son
un lujo exclusivo son recursos salvíficos que se conservan en amor y para vivir
el amor.
La Caridad
introduce un dinamismo tal en la congregación que genera bienestar espiritual
a sus miembros. Donde hay discordia o rivalidades no puede germinar la
Caridad.
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El
evangelio Lucano, continua en la dirección del relato del
domingo anterior, es su complemento literario, asume la reacción de los judíos ante
la profecía que se cumple en el Señor, esta profecía no es anunciada por el
Señor, su objeto de veracidad es el Señor mismo. La poca o escasa Fe es uno de
los obstáculos que deberá enfrentar el Mesías en toda su vida pública y ministerial,
es decir, será catalogado bajo las concepciones de su relación con el pueblo y
su propia familia.
El rechazo es el común denominador
que brota de la falta de Fe en nuestras vidas de manera concreta el pecado se
convierte en rechazo directo del Señor. Las obras son tan
importantes como la Fe porque estas expresan en acciones palpables la
autenticidad de nuestras convicciones espirituales. El bautizado de todas las épocas debe luchar contra el indiferentismo
que relaja los valores espirituales y nos hace pensar en una existencia
proclive solo a los sentidos, sin vocación salvífica y trascendente.
Reconocer a Cristo no es
un tema de manifestaciones sobrenaturales, de curaciones o algún tipo de
prodigio, creer en Cristo es la razón de nuestra existencia y su fundamento. “Créele por amor y no por temor, y aun peor
por interés” Las obras amorosas de Jesús son consecuencia de un corazón repleto
de amor por la humanidad y consciente de lo que somos y podemos dar. El modelo
de Jesús es el triunfo del amor y la auténtica humanidad que se preocupa de su prójimo.
Lucas nos narra el intento de “defenestrarlo”
o arrojarlo de una gran altura, eso es fruto del fanatismo de querer tener la
razón absoluta de todo y negarle al otro el derecho a ser y existir, el
absolutismo es contrario al mensaje del amor. Muchos dictadores se convirtieron en delincuentes precisamente por
creer que solo y únicamente su verdad tenía sentido.
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