miércoles, 30 de enero de 2019

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA.


CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA. Jeremías capítulo 1 versículos 4-10. Salmo 71: 1-6. 1 Corintios capítulo 13 versículos 1-13. Lucas capítulo 4 versículos 21-30.



El profeta Jeremías, está ubicado cerca de Jerusalén al norte de esta ciudad cuando en visión recibe el encargo o mandato de anunciar el mensaje de Dios. Es el Señor quien le llama y otorga los dones necesarios para el desarrollo de su misión, es una especie de Predestinación para una obra particular en este caso anunciar la Voluntad de Dios a los suyos. El temor de aquel hombre es comprensible y Dios con su Gracia los desmonta uno a uno.  No hay barreras suficientemente altas cuando Dios dispone algo en nuestras vidas y hace que nuestras limitaciones se conviertan en fortaleza como sucedió con Jeremías.

La fórmula de escogencia es común a otros personajes de las Sagradas Escrituras. La autoridad es otorgada en virtud no de la persona sino de su misión, lo mismo sucede en la Iglesia no es la persona sino la obra que debe realizar porque los dones están unidos  a la misión.

El profeta Jeremías afrontará una serie de situaciones difíciles que fueron producto de la condición política de su pueblo y de la realidad de las potencias vecinas. Su propósito fue anunciar la Voluntad de Dios aunque esta acción implicara en su vida ministerial total rechazo de las autoridades políticas y religiosas de su pueblo.  Su confianza puesta solo en Dios nos amonesta a cada uno de nosotros y nuestras variadas actitudes ante los problemas. Confiar en Dios es fundamental para toda empresa cristina,  para toda misión que tengamos en la vida llámese familia, relaciones personales, trabajo,  o  pastoral de alguna índole.

El Salmo 71, camina en la misma dirección de acogida de la Voluntad de Dios y por ende de depositar en ella toda nuestra esperanza y confianza. Así lo encabeza su primer versículo. Clamar es propio de un espíritu confiado que sabe a dónde y a quien dirigir sus ruegos y suplicas. Dios es literalmente el refugio y defensa de los suyos, estas afirmaciones corresponden a una profunda experiencia de Dios en la vida del Salmista. Tal profundidad es solo posible asumiendo la integralidad de nuestro Pacto Bautismal. Un encuentro muy especial con el Dios revelado.

Pablo a los Corintios,  nos deja un tratado maravilloso sobre la Caridad y el Amor, tomando distancia del amor pasional que es exclusivamente egoísta,  se refiere al amor que brota de una profunda expresión de nuestra Fe. Pablo reconoce en la Caridad el supremo vínculo de la perfección y un constitutivo esencial de nuestras relaciones tanto con Dios como con el prójimo. Es la Caridad la identidad perfecta de todo bautizado, es la Caridad el motor que nos hace trascender en la Voluntad salvífica de Dios. Solo hermanos el amor de Cristo supera el conocimiento en cualquier realidad que le presentemos, solo el amor nos puede abrir las puertas de la eternidad.

El amor del Señor puede hacer que la Trinidad de Dios habite en cada uno de los bautizados, esta In-habitación es producto de la Gracia del amor de Cristo en  nosotros. La Caridad como adelanto de la vida en Cristo es una promesa amorosa de Dios para los suyos, Pablo explicita de esta manera la necesaria realidad vinculante con el ser eclesial. Pablo emplea  cerca de 15 verbos en esta exposición y el sujeto es el mismo,  la Caridad. Es apremiante su discurso cuando se trata de la configuración de una realidad redimida y direccionada por la Caridad como el fundamento de todo Ethos cristiano.
En cuanto a las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad,  (versículo 13) ellas son consecuencia de la relación salvífica establecida entre Dios y los seres humanos por medio de su Adorado Hijo, y desde esta perspectiva el contenido de cada uno de ellas estará supeditado al amor. Cuando hablamos de amor inmediatamente nos referimos a la vida tanto personal como congregacional, todos los dones son importantes y necesarios en la condición escatológica de los bautizados y la Madre Iglesia, pero los dones son importantes en la edificación de la Iglesia y la vida del bautizado pero ellos no son imprescindibles como si lo es la Caridad, ellos son fruto de la necesidad histórica de la Iglesia. 

La edificación del otro en la Fe es uno de los temas más citados por Pablo en sus cartas a las diferentes comunidades eclesiales, estos dones y carismas son un recurso de la vida sobrenatural de los bautizados. Estamos ante la posibilidad de explicitar las gracias de Cristo a su Iglesia y por ende a cada bautizado. Los dones no son para impresionar en la congregación son para servir eficientemente a los fines salvíficos de la Iglesia.

Los dones son necesarios como lo es también la madurez en la Fe para vivirlos e integrarlos a nuestra Historia de Salvación Personal. No son un lujo exclusivo son recursos salvíficos que se conservan en amor y para vivir el amor.


La Caridad introduce un dinamismo tal en la congregación que genera bienestar espiritual a sus miembros. Donde hay discordia o rivalidades no puede germinar la Caridad.

El evangelio Lucano, continua en la dirección del relato del domingo anterior, es su complemento literario, asume la reacción de los judíos ante la profecía que se cumple en el Señor, esta profecía no es anunciada por el Señor, su objeto de veracidad es el Señor mismo. La poca o escasa Fe es uno de los obstáculos que deberá enfrentar el Mesías en toda su vida pública y ministerial, es decir, será catalogado bajo las concepciones de su relación con el pueblo y su propia familia.

El rechazo es el común denominador que brota de la falta de Fe en nuestras vidas de manera concreta el pecado se convierte en  rechazo  directo del Señor. Las obras son tan importantes como la Fe porque estas expresan en acciones palpables la autenticidad de nuestras convicciones espirituales. El bautizado de todas las épocas debe luchar contra el indiferentismo que relaja los valores espirituales y nos hace pensar en una existencia proclive solo a los sentidos, sin vocación salvífica y trascendente.

Reconocer a Cristo no es un tema de manifestaciones sobrenaturales, de curaciones o algún tipo de prodigio, creer en Cristo es la razón de nuestra existencia y su fundamento. “Créele por amor y no por temor, y aun peor por interés” Las obras amorosas de Jesús son consecuencia de un corazón repleto de amor por la humanidad y consciente de lo que somos y podemos dar. El modelo de Jesús es el triunfo del amor y la auténtica humanidad que se preocupa de su prójimo. Lucas nos narra el intento de “defenestrarlo” o arrojarlo de una gran altura, eso es fruto del fanatismo de querer tener la razón absoluta de todo y negarle al otro el derecho a ser y existir, el absolutismo es contrario al mensaje del amor. Muchos dictadores se convirtieron en delincuentes precisamente por creer que solo y únicamente su verdad tenía sentido.




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