TERCER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA. Nehemías capítulo 8 versículos 1-3, 5-6, 8-10. Salmo 19. 1 Corintios capítulo 12 versículos 12-31ª. Lucas capítulo 4 versículo 14-21.
Nehemías, hace alusión al
Pentateuco tal y como existía para su época, recordemos que se trata de la Ley Mosaica y
tal forma de la Norma judía era
proclamada para avivar el espíritu de la comunidad de Fe. La respuesta de la
gente fue positiva en cuanto al asumir las enseñanzas y recapacitar sobre la necesidad de su
cumplimiento. Aquí la instrucción o formación es vital para tales fines. La asamblea
es sinónimo del pueblo pero en una connotación ceremonial que exalta la Fe judía.
La presencia del Libro o
rollo de la Ley judía indicaba la solemnidad y la manera como la conciencia
colectiva era exaltada por las autoridades donde sin duda había participación
tanto de sus sacerdotes como de sus laicos comprometidos. La identidad nacional
es clara y la Ley es uno de los signos distintivos de su cultura y
espiritualidad. Nosotros tenemos en el
Evangelio el centro de la identidad escrituristica por excelencia. Lo
anterior nos obliga en términos positivos a anunciar su contenido de manera
vivencial, es decir, testimonial.
Los procesos de
conversión visualizan en el bautizado todo aquello que ha sido su vida y por medio
de esta dialéctica, si se quiere
expresar en estos términos, el creyente
asume un compromiso consciente de su Fe en el Dios revelado. Nuestra Ley es el
Amor porque Jesús lo enseñó y definición
como el “mandamiento Nuevo”. En
cuanto a la fecha inmediata del relato lo podemos ubicar en los meses de
Octubre o incluso Septiembre, por la época de Ciro y su edicto de repatriación
de los judíos en el territorio de Babilonia sobre el año 538 a. C y para
rescatar que este libro en la Biblia hebrea y en la versión de los (LXX) era un
solo texto junto con Esdras y los dos como parte o continuación de Crónicas. Esto
último nos define su intención a la hora de ser redactado.
El
Salmo 19, es propiamente
un himno que exalta grandemente el valor de la obra de la Creación y como Dios
pone de relieve su necesidad. Dios es el
Creador de todo y aquí se exalta el “Sol” como el cuerpo celeste que sostiene
la vida y lo equipara el autor a la
Justicia de Dios, como era tradición en las
historias y relatos de los pueblos del antiguo Oriente. Dios es el autor de la Ley por esta causa se le considera perfecta y como decíamos antes,
signo vivo de su presencia e identidad del
pueblo. Muestra otra cualidad su Palabra la misma que será mencionada por los profetas y en el Apocalipsis, la Palabra de
Dios es como una espada de dos filos (afilada) pero también Dulce y más aún que la miel.
Pablo
en su primera Carta a los Corintios, ve la necesidad de educar sobre los cultos paganos que
muchos bautizados seguían frecuentando no obstante de ser parte de la comunidad
eclesial. De esto último se desprende su interés en aclarar sobre el valor intrínseco
de los dones, frutos y carismas, que el Dios Espíritu Santo concede
libremente al bautizado comprometido y auténticamente
cristiano. Su comparación con un cuerpo es parte de una descripción clásica
sobre funciones y deberes en el cuerpo eclesial, aquí la mentalidad convierte
al bautizado en parte viva y materializadora de la Iglesia y su identidad. La concepción
de una identidad común entre los bautizados solo es posible por la presencia de Dios en ellos. Más adelante Agustín de
Hipona se referirá al cuerpo de Cristo y su función como educadora en la Fe
para quienes llegan a los pies de Cristo, confiriéndole a la Iglesia la primacía
en la educación de la Fe y su formación en los bautizados. (Pablo emplea una
figura literaria que conocemos como apólogo,
su función es dar una enseñanza en prosa sobre un contenido moral y en este
caso doctrinal).
La Caridad como uno de los temas vitales
del presente relato lo desarrolla Pablo partiendo de su concepción sobre la
misma, ella es eterna, perenne, y brota del corazón amoroso de Dios. Siendo
modelo para nuestra propia versión de la caridad como cristianos y bautizados.
Pablo nos invita a ver y reconocer a Cristo como cabeza de la
Iglesia, este reconocimiento es propio de los que viviendo su Fe se comprometen con
su Iglesia estableciendo una simbiosis de espiritualidad y responsabilidad con
ella y sus distintos ministerios. El realismo que emplea Pablo es maravilloso y será clave de su
doctrina sobre el “cuerpo místico de
Cristo o Pleroma” No puede existir nada en nuestras vidas que desplace a
Cristo de su primacía. Nuestro mundo y sus amores deben ser sometidos al
criterio de su Gracia de lo contrario no serán autentica expresión de vida
cristiana.
Pablo, nos invita
a aspirar a lo más alto de la
espiritualidad teniendo presente que los dones son expresión de la manera como el creyente asume
su vida espiritual y sabe caminar en dicha dirección aceptando a Cristo como su
Señor y Salvador. Es toda una vida que
crece y se hace prospera en estos términos alcanzando el ideal de los bautizados,
el perfectos seguimiento de Cristo. En términos
Agustinianos: “Señor nos hiciste para Ti
y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti”.
Los dones y carismas
están al servicio de la Iglesia y de la edificación de los bautizados, no son
exclusividad de nadie en particular sino manifestación escatológica profunda de
la realidad de los creyentes… De una vida coherente con el mensaje de
Cristo y la humildad necesaria para crecer y servir a otros con amor en su
nombre. Son concedidos a Voluntad de
Dios Espíritu Santo, no son patrimonio de nadie o de alguna comunidad de Fe por
piadosa que sea su oración y canto. Sin madurez espiritual no hay como pedir de
forma madura su presencia en los bautizados. Cuando
los cristianos pierden la noción de la Divinidad entonces ven en Dios Espíritu
Santo su mensajero a voluntad, y dicen compartir su presencia como si se
tratará del clima o algo similar, el Espíritu Santo es la Santidad misma de
Dios Padre y Dios Hijo y ellos estan en Él y ÉL en ellos.
Dios
Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo, por su Esencia Divina Inhabitan mutuamente (Perichoresis) es decir,
que donde esta Uno están los Otros. Adoramos al Padre, como al Hijo y al Espíritu
Santo. Aquí está reflejada la comunión personal de Dios Trinidad. Adoramos y
respetamos a las Personas Divinas. No las instrumentalizamos, eso es
consecuencia de la poca o escasa formación en los bautizados.
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El
Texto Lucano, dejando atrás el relato de las tentaciones
del Señor (versículo 1 y ss), nos
propone el inicio de su predicación,
partiendo de Galilea, entraba en las
sinagogas en un frenesí de enseñanza y vida fraterna, es bueno que sepamos que
el encargado de la sinagoga o jefe era quien podía autorizar a todo judío adulto
para que leyera públicamente en el templo la Ley. Jesús es parte de su pueblo y
se acerca a cada realidad que le es presentada.
El tiempo es distinto
porque ahora la presencia del Señor inaugura una Era nueva conducida por el Espíritu,
un despertar en la Fe de sus hermanos y en la tradición de Israel. Jesús es el propiciador de tales
transformaciones y buenos augurios que tiene al pueblo en absoluta expectativa.
Hay esperanza y esta se llama Mesías y se concretiza en el propio Jesús que
toma para sí y en virtud de su autoridad tales señalamientos y señales sobre la
verdadera naturaleza de su Reino.
Partimos de este esquema simbólico
para aterrizar en la realidad de su misión, no hay cadena o barrera que no sea
dejada a un lado cuando de la presencia de Dios se trata. Jesús se presenta
como esa esperanza de liberación que encontramos como lo hace Israel en la misma historia. Su nuevo orden
rechaza toda injusticia y des-gracia, porque son fruto de la ausencia de Dios
en los corazones de los seres humanos. El mensaje
inicial de Isaías es claro, la obra mesiánica es liberadora y
restauradora de la dignidad humana por antonomasia.
18. El Espíritu
del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena
Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos 19. Y proclamar un año de
gracia del Señor (Versículos 18-19).
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La centralidad Lucana exalta preferentemente
el tema de los desprotegidos y los relaciona convenientemente con el mensaje de
Cristo, un pueblo que lo aclama y luego desconfía de su Palabra, son momentos
muy humanos y necesariamente requieren de conversión tanto personal como
colectiva. El ser humano es restaurado
por Cristo sin importar condición alguna solo dejarle ser Dios en nuestras
vidas.
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