martes, 22 de enero de 2019

TERCER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA...


 
TERCER  DOMINGO  DESPUÉS DE  EPIFANÍA. Nehemías capítulo 8 versículos 1-3, 5-6, 8-10. Salmo 19. 1 Corintios capítulo 12 versículos 12-31ª. Lucas capítulo 4 versículo 14-21.  



 Nehemías,  hace alusión al Pentateuco tal y como existía para su época,  recordemos que se trata de la Ley Mosaica y tal forma de la Norma judía  era proclamada para avivar el espíritu de la comunidad de Fe. La respuesta de la gente fue positiva en cuanto al asumir las enseñanzas  y recapacitar sobre la necesidad de su cumplimiento. Aquí la instrucción o formación es vital para tales fines. La asamblea es sinónimo del pueblo pero en una connotación ceremonial que exalta la Fe judía.

La presencia del Libro o rollo de la Ley judía indicaba la solemnidad y la manera como la conciencia colectiva era exaltada por las autoridades donde sin duda había participación tanto de sus sacerdotes como de sus laicos comprometidos. La identidad nacional es clara y la Ley es uno de los signos distintivos de su cultura y espiritualidad. Nosotros tenemos en el Evangelio el centro de la identidad escrituristica por excelencia. Lo anterior nos obliga en términos positivos a anunciar su contenido de manera vivencial, es decir, testimonial.

Los procesos de conversión visualizan en el bautizado todo aquello que ha sido su vida y por medio de esta dialéctica,  si se quiere expresar en estos términos,  el creyente asume un compromiso consciente de su Fe en el Dios revelado. Nuestra Ley es el Amor porque Jesús  lo enseñó y definición como el “mandamiento Nuevo”. En cuanto a la fecha inmediata del relato lo podemos ubicar en los meses de Octubre o incluso Septiembre, por la época de Ciro y su edicto de repatriación de los judíos en el territorio de Babilonia sobre el año 538 a. C y para rescatar que este libro en la Biblia hebrea y en la versión de los (LXX) era un solo texto junto con Esdras y los dos como parte o continuación de Crónicas. Esto último nos define su intención a la hora de ser redactado.

El Salmo 19,  es propiamente un himno que exalta grandemente el valor de la obra de la Creación y como Dios pone de relieve su necesidad. Dios es el Creador de todo y aquí se exalta el “Sol” como el cuerpo celeste que sostiene la vida y lo equipara el  autor a la Justicia de Dios,  como era tradición en las historias y relatos de los pueblos del antiguo Oriente.  Dios es el autor de la Ley por esta causa  se le considera perfecta y como decíamos antes,  signo vivo de su presencia e identidad del pueblo. Muestra otra cualidad su Palabra la misma que será mencionada por los  profetas y en el Apocalipsis, la Palabra de Dios es como una espada de dos filos (afilada)  pero también Dulce y más aún que la miel.

Pablo en su primera Carta a los Corintios,  ve la necesidad   de educar sobre los cultos paganos que muchos bautizados seguían frecuentando no obstante de ser parte de la comunidad eclesial. De esto último se desprende su interés en aclarar sobre el valor intrínseco de los dones, frutos y carismas, que el Dios Espíritu Santo concede libremente  al bautizado comprometido y auténticamente cristiano. Su comparación con un cuerpo es parte de una descripción clásica sobre funciones y deberes en el cuerpo eclesial, aquí la mentalidad convierte al bautizado en parte viva y materializadora de la Iglesia y su identidad. La concepción de una identidad común entre los bautizados solo es posible por la presencia  de Dios en ellos. Más adelante Agustín de Hipona se referirá al cuerpo de Cristo y su función como educadora en la Fe para quienes llegan a los pies de Cristo, confiriéndole a la Iglesia la primacía en la educación de la Fe y su formación en los bautizados. (Pablo emplea una figura literaria que conocemos como apólogo, su función es dar una enseñanza en prosa sobre un contenido moral y en este caso doctrinal).

  La Caridad como uno de los temas vitales del presente relato lo desarrolla Pablo partiendo de su concepción sobre la misma, ella es eterna, perenne, y brota del corazón amoroso de Dios. Siendo modelo para nuestra propia versión de la caridad como cristianos y bautizados.

Pablo nos invita  a ver y reconocer a Cristo como cabeza de la Iglesia, este reconocimiento es propio  de los que viviendo su Fe se comprometen con su Iglesia estableciendo una simbiosis de espiritualidad y responsabilidad con ella y sus distintos ministerios. El realismo que emplea  Pablo es maravilloso y será clave de su doctrina sobre el “cuerpo místico de Cristo o Pleroma” No puede existir nada en nuestras vidas que desplace a Cristo de su primacía. Nuestro mundo y sus amores deben ser sometidos al criterio de su Gracia de lo contrario no serán autentica expresión de vida cristiana.

Pablo,  nos invita  a  aspirar a lo más alto de la espiritualidad teniendo presente que los dones son  expresión de la manera como el creyente asume su vida espiritual y sabe caminar en dicha dirección aceptando a Cristo como su Señor y Salvador. Es toda una vida  que crece y se hace prospera en estos términos alcanzando el ideal de los bautizados,  el perfectos seguimiento de Cristo. En términos Agustinianos: “Señor nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti”.

Los dones y carismas están al servicio de la Iglesia y de la edificación de los bautizados, no son exclusividad de nadie en particular sino manifestación escatológica profunda de la realidad de los creyentes…  De una vida coherente con el mensaje de Cristo y la humildad necesaria para crecer y servir a otros con amor en su nombre.  Son concedidos a Voluntad de Dios Espíritu Santo, no son patrimonio de nadie o de alguna comunidad de Fe por piadosa que sea su oración y canto. Sin madurez espiritual no hay como pedir de forma madura su presencia en los bautizados.  Cuando los cristianos pierden la noción de la Divinidad entonces ven en Dios Espíritu Santo su mensajero a voluntad, y dicen compartir su presencia como si se tratará del clima o algo similar, el Espíritu Santo es la Santidad misma de Dios Padre y Dios Hijo y ellos estan en Él y ÉL en ellos.

Dios Padre, Dios Hijo y Dios  Espíritu Santo, por su Esencia Divina Inhabitan mutuamente (Perichoresis) es decir, que donde esta Uno están los Otros. Adoramos al Padre, como al Hijo y al Espíritu Santo. Aquí está reflejada la comunión personal de Dios Trinidad. Adoramos y respetamos a las Personas Divinas. No las instrumentalizamos, eso es consecuencia de la poca o escasa formación en los bautizados.


El Texto Lucano, dejando atrás el relato de las tentaciones del Señor (versículo 1 y ss),  nos propone el inicio de su predicación, partiendo de Galilea,  entraba en las sinagogas en un frenesí de enseñanza y vida fraterna, es bueno que sepamos que el encargado de la sinagoga o jefe era quien podía autorizar a todo judío adulto para que leyera públicamente en el templo la Ley. Jesús es parte de su pueblo y se acerca a cada realidad que le es presentada.

El tiempo es distinto porque ahora la presencia del Señor inaugura una Era nueva conducida por el Espíritu, un despertar en la Fe de sus hermanos y  en la tradición  de Israel. Jesús es el propiciador de tales transformaciones y buenos augurios que tiene al pueblo en absoluta expectativa. Hay esperanza y esta se llama Mesías y se concretiza en el propio Jesús que toma para sí y en virtud de su autoridad tales señalamientos y señales sobre la verdadera naturaleza de su Reino.

Partimos de este esquema simbólico para aterrizar en la realidad de su misión, no hay cadena o barrera que no sea dejada a un lado cuando de la presencia de Dios se trata. Jesús se presenta como esa esperanza de liberación que encontramos como lo hace  Israel en la misma historia. Su nuevo orden rechaza toda injusticia y des-gracia, porque son fruto de la ausencia de Dios en los corazones de  los seres humanos. El mensaje  inicial de Isaías es claro, la obra mesiánica es liberadora y restauradora de la dignidad humana por antonomasia.

18. El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos 19. Y proclamar un año de gracia del Señor (Versículos 18-19).  


 La centralidad Lucana exalta preferentemente el tema de los desprotegidos y los relaciona convenientemente con el mensaje de Cristo, un pueblo que lo aclama y luego desconfía de su Palabra, son momentos muy humanos y necesariamente requieren de conversión tanto personal como colectiva. El ser humano es restaurado por Cristo sin importar condición alguna solo dejarle ser Dios en nuestras vidas.


  

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