DÉCIMO
SEPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Proverbios capítulo 1 versículos 20-33.
Salmo 19. Isaías capítulo 50 versículos
4-9ª. Marcos capítulo 8 versículos 27-38.
En
el Libro de (Pv) los griegos hablan de la calle y los
hebreos de “fuera” es decir, de un estado que se escenifica en la ciudad pero
que repercute en el corazón de los creyentes, la Sabiduría viste trajes reconocidos fácilmente y uno de
ellos se caracteriza por la forma como el creyente aborda la necesidad de
prestar atención al conocimiento y como este enriquece su vida. Tal experiencia
se relaciona desde esta perspectiva con el testimonio pertinente que los
mayores en la Fe y vida espiritual dan a los demás particularmente para
nosotros en el medio congregacional…
Es de esta forma como el
devenir de nuestras vidas se puede ver iluminado por el ejercicio permanente
del testimonio y todas las actitudes como hábitos que tal vivencia puede
implicar en nosotros. La Palabra de Dios puede ser escenificada en la vida
cotidiana del bautizado y su presencia no es un recordatorio de Dios sino movimiento
y dinamismo. Tales afirmaciones nos inspiran la necesidad puntual de
estar “despiertos” para asimilar su contenido totalmente.
La
Sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz, 21. Llama en la
esquina de las calles concurridas, a la entrada de las puertas de la ciudad
pronuncia sus discursos: 22. ¿Hasta cuándo, simples, amaréis vuestra simpleza
y arrogantes os gozaréis en la arrogancia y necios tendréis odio a la ciencia? (versículos 20-22).
|
Los escenarios es lo de
menos lo importante es la vivencia de los contenidos que se orientan a la
calidad de la existencia y a la fortaleza de las acciones testimoniales de los
bautizados, somos fruto de la Sabiduría que como principio evolutivo llegará a
personificar al mismo Verbo de Dios. La ciencia es sin duda una extensión del
conocimiento de lo divino y el Episcopal así lo entiende, es clave reconocer
que Dios se revela en múltiples formas y el conocimiento es una de ellas.
El
Salmo 19, acude a figuras
frecuentes en la cosmovisión judía, la
representación de los astros que gobiernan la vida de los seres humanos tienen
aquí un contenido alentador y figurativo. El Sol es usado para representar la
justicia Divina, recordemos la expresión: El
Sol sale sobre buenos y malos. Es así como el concepto de la justicia de
Dios llega a la conciencia de los judíos, de un Dios cuyas actuaciones son
concretas y corresponden a su Voluntad. Desde
luego estas expresiones no son producto de la sola interiorización del Salmista
ya que como recurso literario está empleando figuras conocidas en la cultura de
Babilonia y sus vecinos. Aquí desde luego son los astros criaturas de Yahveh
porque reconocemos a Dios como el Creador de cuanto existe y ello implica
positivamente las “leyes naturales”. Solo en la conciencia del creyente puede
Dios recrear su plan salvífico y para ello necesita de nuestra total atención. Temer
a Dios es expresión de Amor y no de “miedo” como era el generado por los
fenómenos naturales en el mundo primitivo.
El
profeta Isaías nos sitúa en el “Tercer cantico del Siervo de Yahveh” que
está dirigido a los judíos piadosos de Israel, a ellos llega la enseñanza de
este Siervo, cuyo temor de Dios se transforma en Sabiduría y Amor, ingredientes
vitales en la cotidianidad de los bautizados. El sacrificio está latente y se
vive paulatinamente conforme su misión toma forma y acentúa sus postulados,
parece decirnos este trozo Isainiano. Enseñar en la Fe implica sobre todo la
fuerza de las imágenes que se construyen en una vida autentica y verdaderamente
cristiana.
El Siervo lleno de
Sabiduría sabe cuál es su misión en la vida y como debe responder a ella. Y lo
mismo sucede con nosotros que estamos aquí dispuestos a vivir las enseñanzas y
crecer en este proceso. Desde luego son
imágenes que encontramos en los evangelios particularmente sobre la Pasión del
Señor y la forma como la encara por nosotros.
Superando esta realidad
de sufrimiento ve el Siervo con claridad donde esta quien lo justifica, así nos
lo hace saber en el (versículo 8) “Cerca
está el que me justifica” es una bella expresión de seguridad y confianza
que solo un creyente verdadero puede expresar con toda la fuerza de su vivencia
en la Fe. Todos los sufrimientos tienen su recompensa y precisamente en su
testimonio está dispuesto a asumirlos totalmente.
En
la visión Marcana, la
pregunta del Señor a sus discípulos posee más de una connotación, que sin duda
definirá la concepción de Fe de estas personas que acompañaban al Señor en su
ministerio. Una declaración de Fe en boca de Pedro y el reconocimiento de los
demás nos indica el grado de interioridad en la ellos estaban precisamente
delante de Jesús. Conocer al Señor es parte del meollo del bautizado lo demás
sin duda es testimoniarlo de forma coherente en la vida. Las palabras de Pedro y el empleo del nombre
mesiánico Cristo, asegura desde la
experiencia del discipulado que el reconocer a Jesús como el Cristo era una
aseveración natural en el ámbito de estos personajes testamentarios ya que el
Señor testimoniaba habitualmente tal contenido a su misión salvadora.
Las palabras encierran
tal profundidad que suponemos una profesión de Fe en los acontecimientos por
venir en la vida del Señor. El callar es una figura interesante que nos indica
la necesidad de mayor profundidad en la Fe para afrontar las consecuencias de
nuestra vivencia de Dios y no simplemente un discurso que cualquier persona
desde la academia puede argumentar, aquí
la vivencia es definitiva en la configuración de la vida del bautizado quien
debe responder a la pregunta Petrina.
El sufrimiento es
afrontado desde perspectivas distintas, quien no es profundo en su Fe puede
sentirse agredido ante la sola posibilidad salvífica que el sufrimiento implica
en su vida y la manera solidaria de unirnos a Cristo gracias a nuestros
sufrimientos personales. Precisamente en un mundo que rehúye el sacrificio y
busca afanosamente el placer como la centralidad de su vida tanto trascendente
como emocional, aquí en este contexto es donde Pedro y todos queremos correr
literalmente ante la enfermedad y las privaciones de la existencia terrenal.
El mal busca cualquier
debilidad en el ser humano especialmente en los bautizados para enseñorearse y
mostrarse victorioso, por esta razón las
pruebas son difíciles de afrontar. La vida que se gana es aquella que se vive
para Dios y se centra en su amor y en la esperanza. Ganar en el mundo no
necesariamente implica ganar para Dios algo, no es lo mismo ser exitoso en el
mundo que serlo para el Reino de Dios. Aquí aparece la radicalidad del anuncio
y la contundente necesidad del compromiso en la vivencia del Evangelio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario