martes, 11 de septiembre de 2018

DÉCIMO SÉPTICO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


DÉCIMO SEPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B.  Proverbios capítulo 1 versículos 20-33. Salmo  19. Isaías capítulo 50 versículos 4-9ª. Marcos capítulo 8 versículos 27-38.


En el Libro de (Pv) los griegos hablan de la calle y los hebreos de “fuera” es decir, de un estado que se escenifica en la ciudad pero que repercute en el corazón de los creyentes, la Sabiduría  viste trajes reconocidos fácilmente y uno de ellos se caracteriza por la forma como el creyente aborda la necesidad de prestar atención al conocimiento y como este enriquece su vida. Tal experiencia se relaciona desde esta perspectiva con el testimonio pertinente que los mayores en la Fe y vida espiritual dan a los demás particularmente para nosotros en el medio congregacional…

Es de esta forma como el devenir de nuestras vidas se puede ver iluminado por el ejercicio permanente del testimonio y todas las actitudes como hábitos que tal vivencia puede implicar en nosotros. La Palabra de Dios puede ser escenificada en la vida cotidiana del bautizado y su presencia no es un recordatorio de Dios sino  movimiento  y dinamismo. Tales afirmaciones nos inspiran la necesidad puntual de estar “despiertos” para asimilar su contenido totalmente.


La Sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz, 21. Llama en la esquina de las calles concurridas, a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos: 22. ¿Hasta cuándo, simples, amaréis vuestra simpleza y arrogantes os gozaréis en la arrogancia y necios tendréis odio a la ciencia? (versículos 20-22). 
 



Los escenarios es lo de menos lo importante es la vivencia de los contenidos que se orientan a la calidad de la existencia y a la fortaleza de las acciones testimoniales de los bautizados, somos fruto de la Sabiduría que como principio evolutivo llegará a personificar al mismo Verbo de Dios. La ciencia es sin duda una extensión del conocimiento de lo divino y el Episcopal así lo entiende, es clave reconocer que Dios se revela en múltiples formas y el conocimiento es una de ellas.

El Salmo 19,  acude a figuras frecuentes en la cosmovisión judía,  la representación de los astros que gobiernan la vida de los seres humanos tienen aquí un contenido alentador y figurativo. El Sol es usado para representar la justicia Divina, recordemos la expresión: El Sol sale sobre buenos y malos. Es así como el concepto de la justicia de Dios llega a la conciencia de los judíos, de un Dios cuyas actuaciones son concretas y corresponden a su Voluntad.  Desde luego estas expresiones no son producto de la sola interiorización del Salmista ya que como recurso literario está empleando figuras conocidas en la cultura de Babilonia y sus vecinos. Aquí desde luego son los astros criaturas de Yahveh porque reconocemos a Dios como el Creador de cuanto existe y ello implica positivamente las “leyes naturales”. Solo en la conciencia del creyente puede Dios recrear su plan salvífico y para ello necesita de nuestra total atención. Temer a Dios es expresión de Amor y no de “miedo” como era el generado por los fenómenos naturales en el mundo primitivo.

El profeta Isaías nos sitúa en el “Tercer cantico del Siervo de Yahveh” que está dirigido a los judíos piadosos de Israel, a ellos llega la enseñanza de este Siervo, cuyo temor de Dios se transforma en Sabiduría y Amor, ingredientes vitales en la cotidianidad de los bautizados. El sacrificio está latente y se vive paulatinamente conforme su misión toma forma y acentúa sus postulados, parece decirnos este trozo Isainiano. Enseñar en la Fe implica sobre todo la fuerza de las imágenes que se construyen en una vida autentica y verdaderamente  cristiana.

El Siervo lleno de Sabiduría sabe cuál es su misión en la vida y como debe responder a ella. Y lo mismo sucede con nosotros que estamos aquí dispuestos a vivir las enseñanzas y crecer en este proceso. Desde luego son imágenes que encontramos en los evangelios particularmente sobre la Pasión del Señor y la forma como la encara por nosotros.

Superando esta realidad de sufrimiento ve el Siervo con claridad donde esta quien lo justifica, así nos lo hace saber en el (versículo 8) “Cerca está el que me justifica” es una bella expresión de seguridad y confianza que solo un creyente verdadero puede expresar con toda la fuerza de su vivencia en la Fe. Todos los sufrimientos tienen su recompensa y precisamente en su testimonio está dispuesto a asumirlos totalmente.

En la visión Marcana,  la pregunta del Señor a sus discípulos posee más de una connotación, que sin duda definirá la concepción de Fe de estas personas que acompañaban al Señor en su ministerio. Una declaración de Fe en boca de Pedro y el reconocimiento de los demás nos indica el grado de interioridad en la ellos estaban precisamente delante de Jesús. Conocer al Señor es parte del meollo del bautizado lo demás sin duda es testimoniarlo de forma coherente en la vida.  Las palabras de Pedro y el empleo del nombre mesiánico Cristo, asegura desde la experiencia del discipulado que el reconocer a Jesús como el Cristo era una aseveración natural en el ámbito de estos personajes testamentarios ya que el Señor testimoniaba habitualmente tal contenido a su misión  salvadora.

Las palabras encierran tal profundidad que suponemos una profesión de Fe en los acontecimientos por venir en la vida del Señor. El callar es una figura interesante que nos indica la necesidad de mayor profundidad en la Fe para afrontar las consecuencias de nuestra vivencia de Dios y no simplemente un discurso que cualquier persona desde la academia puede argumentar, aquí la vivencia es definitiva en la configuración de la vida del bautizado quien debe responder a la pregunta Petrina.
El sufrimiento es afrontado desde perspectivas distintas, quien no es profundo en su Fe puede sentirse agredido ante la sola posibilidad salvífica que el sufrimiento implica en su vida y la manera solidaria de unirnos a Cristo gracias a nuestros sufrimientos personales. Precisamente en un mundo que rehúye el sacrificio y busca afanosamente el placer como la centralidad de su vida tanto trascendente como emocional, aquí en este contexto es donde Pedro y todos queremos correr literalmente ante la enfermedad y las privaciones de la existencia terrenal.

El mal busca cualquier debilidad en el ser humano especialmente en los bautizados para enseñorearse y mostrarse victorioso,  por esta razón las pruebas son difíciles de afrontar. La vida que se gana es aquella que se vive para Dios y se centra en su amor y en la esperanza. Ganar en el mundo no necesariamente implica ganar para Dios algo, no es lo mismo ser exitoso en el mundo que serlo para el Reino de Dios. Aquí aparece la radicalidad del anuncio y la contundente necesidad del compromiso en la vivencia del Evangelio.








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