jueves, 20 de septiembre de 2018

DÉCIMO OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...


DÉCIMO OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Sabiduría capítulo 1 versículo 16 y 2:1, 12-22. Salmo 54. Santiago capítulo 3 versículo 13 y 4:3, 7-8ª. Marcos capítulo 9 versículos 30-37.


El Libro de Sabiduría nos ofrece un bello ejemplo de relatos que podemos adjudicar al Mesías y particularmente al proceso injusto que vivió el Señor al declarase Hijo de Dios. La realidad a la que alude el relato de Sabiduría   puede ser interpretada como figura de la Pasión y el motivo central de la condena que sufrió el Redentor. También nos instruye sobre lo que implica vivir conforme a la justicia de Dios y saber esperar en su ayuda y bendición. Este relato es una bella confesión matizada de esperanza y apego al proceder conforme a la Ley Mosaica. La percepción griega que nos brinda los LXX  sin duda es a nivel literario en la comprensión e inclusión de términos propios de esa cosmovisión, recordemos que este libro posee contenidos en griego.

El capítulo dos (2) inicia describiendo un proceso biológico-mecanicista de la vida y como esta se mantiene. La experiencia de la vida es un favor vital en el crecimiento personal y sobre todo saber leer los tiempos y manifestaciones de nuestra existencia. La Sabiduría que nos concede Dios tiene en si un propósito y es básicamente el conocernos a nosotros mismos y también a Dios en un proceso de madurez y desarrollo de nuestra propia Fe.

El Salmo 54, nos relata la expresión de un creyente que es abatido por fuerzas extrañas que durante el periodo denominado macabeico sin duda se refería a extranjeros despertando una especie de Xenofobia  que hoy es muy común en nuestras sociedades. El bautizado reconoce y debe hacerlo,  de ser parte de una filiación que supera la tierra en la que nació y vive su existencia.  Somos por definición Paulina y esto nos lo hace saber en la Carta a los Filipenses (Capitulo 3 versículo 20) lo que implica una aceptación universal del otro y su circunstancia, la misma que lo llevó a abandonar su propia nación. Las fronteras son signo de temor y desconfianza entre hijos de un mismo Padre Dios…

Santiago, en su carta continúa la dinámica del domingo anterior, llamándonos a la madurez espiritual, la misma que se manifiesta en lo profundo de nuestra Fe en Dios. El pecado tiene por objeto retrasar el Reino de Dios y sumir al bautizado en la más absoluta perdida de Esperanza. Israel es un pueblo infiel y por esta razón la manifestación de Dios será llevada por el Evangelio a todos los confines de la tierra.

Someternos al juicio del Amor es actuar de forma consecuente delante de Dios y la comunidad donde nos congregamos y vivimos nuestra Fe en el Dios de la vida.  El criterio humano  es individualista mientras la propuesta amorosa de Dios no posee límite en nosotros y en su Iglesia. La Gracia de Dios como nos dice Santiago resiste la soberbia y el pecado pero se abre rica en bendiciones para quien se doblega y asume su Fe como vital e indispensable en cada una de sus actuaciones. Santiago piensa en el valor del testimonio en la vida y todos sus afanes, el creyente es fiel,  prueba de la viabilidad de la Fe y todos sus contenidos…

La presencia del mal es también una constante que busca dañar nuestro crecimiento espiritual y dejar rezagada nuestra condición de criaturas nuevas, Santiago lleva el testimonio más allá, dando la impresión de ubicarlo por sobre cualquier consideración en la vida congregacional. La vitalidad del bautizado solo la dará la Gracia. En cuanto a la fuente de estos relatos de Santiago muy posiblemente sea la misma que tomó Pablo en su carta a los Romanos…

El Evangelio Marcano, coincide con el segundo anuncio de su Muerte, pero también nos deja ver una faceta muy interesante del Señor educando en la Fe y en las Escrituras a sus discípulos, cabe recordar aquí el valor de la instrucción y como el mismo Señor la emplea para fortalecer la experiencia religiosa y espiritual de sus discípulos, dándoles argumentos creíbles en la vivencia de su seguimiento. Marcos nos hace saber que el Señor conserva todavía su identidad en secreto, la misma que pronto será conocida gracias al conocimiento de sus discípulos y la formación recibida para ubicar su necesidad estratégica en la misión publica del Señor.

El entendimiento esta nublado porque debe adelantarse unido a la praxis de la Fe y no solo bajo el signo intelectivo de los conocimientos sobre su propia tradición como judíos. Ser el primero o ser el último es parte significativa y visible de la connotación espiritual que vive el bautizado. No se trata de una significación de índole protocolaria sino vivencial del Evangelio y su influencia en nosotros muy al espíritu de la carta de Santiago.

El ser como niños implica un ejemplo de la sencillez y confianza que el creyente debe experimentar en Dios. No es un tema de ingenuidad sino de disposición para el Reino y su Justicia. De una calidad de vida y acciones que hable de nuestra absoluta confianza en Cristo y su Amor por la humanidad, los niños confían totalmente en sus padres y familia, lo mismo debe vivir el bautizado poniéndose en manos de Dios  sin mirar a otro lado o buscando otras seguridades. 

El Reino se esconde ante los soberbios y se manifiesta como aquel tesoro escondido a los humildes y confiados en la Gracia. El encontrarlo estará en el ADN de los bautizados como quiera que la Gracia traza en nosotros su mapa. No podemos negar el influjo de la Gracia, esto último si hay disposición de nuestra parte.  



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