DÉCIMO
OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. Sabiduría capítulo 1 versículo 16
y 2:1, 12-22. Salmo 54. Santiago capítulo 3 versículo 13 y 4:3, 7-8ª. Marcos
capítulo 9 versículos 30-37.
El
Libro de Sabiduría nos ofrece un bello ejemplo de relatos
que podemos adjudicar al Mesías y particularmente al proceso injusto que vivió
el Señor al declarase Hijo de Dios. La realidad a la que alude el relato de
Sabiduría puede ser interpretada como figura de la Pasión
y el motivo central de la condena que sufrió el Redentor. También nos instruye
sobre lo que implica vivir conforme a la justicia de Dios y saber esperar en su
ayuda y bendición. Este relato es una bella confesión matizada de esperanza y
apego al proceder conforme a la Ley Mosaica. La percepción griega que nos
brinda los LXX sin duda es a nivel
literario en la comprensión e inclusión de términos propios de esa cosmovisión,
recordemos que este libro posee contenidos en griego.
El
Salmo 54, nos relata la expresión de un creyente que es abatido
por fuerzas extrañas que durante el periodo denominado macabeico sin duda se
refería a extranjeros despertando una especie de Xenofobia que hoy es muy común en nuestras sociedades.
El bautizado reconoce y debe hacerlo, de
ser parte de una filiación que supera la tierra en la que nació y vive su existencia. Somos por definición Paulina y esto nos lo
hace saber en la Carta a los Filipenses (Capitulo 3 versículo 20) lo que
implica una aceptación universal del otro y su circunstancia, la misma que lo
llevó a abandonar su propia nación. Las fronteras son signo de temor y
desconfianza entre hijos de un mismo Padre Dios…
Santiago,
en
su carta continúa la dinámica del domingo anterior, llamándonos a la madurez
espiritual, la misma que se manifiesta en lo profundo de nuestra Fe en Dios. El
pecado tiene por objeto retrasar el Reino de Dios y sumir al bautizado en la
más absoluta perdida de Esperanza. Israel es un pueblo infiel y por esta razón
la manifestación de Dios será llevada por el Evangelio a todos los confines de
la tierra.
Someternos al juicio del
Amor es actuar de forma consecuente delante de Dios y la comunidad donde nos
congregamos y vivimos nuestra Fe en el Dios de la vida. El criterio humano es individualista mientras la propuesta
amorosa de Dios no posee límite en nosotros y en su Iglesia. La Gracia
de Dios como nos dice Santiago resiste la soberbia y el pecado pero se abre
rica en bendiciones para quien se doblega y asume su Fe como vital e
indispensable en cada una de sus actuaciones. Santiago piensa en el valor del
testimonio en la vida y todos sus afanes, el creyente es fiel, prueba de la viabilidad de la Fe y todos sus
contenidos…
La presencia del mal es
también una constante que busca dañar nuestro crecimiento espiritual y dejar
rezagada nuestra condición de criaturas nuevas, Santiago lleva el testimonio
más allá, dando la impresión de ubicarlo por sobre cualquier consideración en
la vida congregacional. La vitalidad del
bautizado solo la dará la Gracia. En cuanto a la fuente de estos relatos de
Santiago muy posiblemente sea la misma que tomó Pablo en su carta a los
Romanos…
El
Evangelio Marcano, coincide con el segundo anuncio de su
Muerte, pero también nos deja ver una faceta muy interesante del Señor educando
en la Fe y en las Escrituras a sus discípulos, cabe recordar aquí el valor de
la instrucción y como el mismo Señor la emplea para fortalecer la experiencia
religiosa y espiritual de sus discípulos, dándoles argumentos creíbles en la
vivencia de su seguimiento. Marcos nos
hace saber que el Señor conserva todavía su identidad en secreto, la misma que
pronto será conocida gracias al conocimiento de sus discípulos y la formación
recibida para ubicar su necesidad estratégica en la misión publica del Señor.
El entendimiento esta
nublado porque debe adelantarse unido a la praxis de la Fe y no solo bajo el
signo intelectivo de los conocimientos sobre su propia tradición como judíos. Ser
el primero o ser el último es parte significativa y visible de la connotación
espiritual que vive el bautizado. No se trata de una significación de índole
protocolaria sino vivencial del Evangelio y su influencia en nosotros muy al
espíritu de la carta de Santiago.
El ser como niños implica
un ejemplo de la sencillez y confianza que el creyente debe experimentar en
Dios. No es un tema de ingenuidad sino de disposición para el Reino y su
Justicia. De una calidad de vida y acciones que hable de nuestra absoluta
confianza en Cristo y su Amor por la humanidad, los niños confían totalmente en
sus padres y familia, lo mismo debe vivir el bautizado poniéndose en manos de
Dios sin mirar a otro lado o buscando
otras seguridades.
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