DOMINGO
DE LA SANTISIMA TRINIDAD. Año B. Isaías capítulo 6 versículos 1-8. Salmo 29. Romanos capítulo 8 versículos 12-17. Juan
capítulo 3 versículos 1-17.
El
profeta Isaías nos sirve de marco perfecto para
reflexionar sobre la concepción de lo sagrado en nuestras vidas, de la misma
Santidad de Dios que es su Espíritu, Isaías de pie delante de la majestad
absoluta de Dios recreando las
enseñanzas contenidas en la tradición judía sobre lo sagrado y la revelación
del Poder de Dios, estamos en un mundo cuyo componente etéreo cada día es más
notorio, la gente quiere entrar en contacto con lo trascendente pero bajo sus
categorías emocionales, hoy imagino el sobresalto de este profeta al ver con
sus propios ojos la Santidad de Dios y lo que ello puede implicar en la vida de
quien experimenta tal visión, si no hay un cambio real en nuestras vidas no
hemos percibido siquiera un atisbo de su majestad Omnipotente…
El profeta es el mensajero
de la Palabra de Dios pero para serlo no solo hay que estar dispuesto para
exclamar como lo hizo Isaías, Heme aquí
envíame, (versículo 8) es necesario dejarse transformar por la presencia de
Dios y no es solo asunto de una celebración dominical sino de ser
verdaderamente otras personas para el mundo y particularmente en las relaciones
con quienes nos rodean. Isaías ve la Gloria del Altísimo y se confronta
radicalmente al punto de llamarse “uno
de labios impuros” (el fuego es signo de purificación al brotar de la
Gracia de Dios) con la connotación de
impureza que tal señalamiento tiene en Israel. Pavorosa expresión de la Fe
Isainiana que no busca otra cosa que exaltar la santidad de Dios y lo ubica en
el templo indicando con ello el gran valor de la liturgia como signo de Adoración
humilde y no solo expresión subjetiva del orador de turno. Aquí mismo Isaías es
solo un creyente amoroso y confiado en la misericordia de Dios. Los eufemismos
sobre las alas que esconden el rostro y el género de los seres alados, pretenden
mostrar la Gracia del Trono de Dios y como solo Dios es en si la identidad
plena y perfecta de toda realidad vivida o anhelada por los bautizados. Es pues hermanos un llamado a
reconocer la Santidad de Dios y no antropizar todo en nuestras creencias, si
todo lo reducimos al plano intelectivo entonces la Santidad de Dios será un
objeto maleable al servicio del creyente y no un acto puro de Adoración al Dios
Todopoderoso Espíritu Santo, existe en Isaías un santo y necesario temor por
contemplar solo un destello de la Santidad de Dios, es decir, del Espíritu
Santo revelado… A Dios Padre, revelado,
a Dios Hijo revelado y a Dios Espíritu Santo revelado, sea toda Adoración y Alabanza
de la creación y de la Madre Iglesia en la boca y corazón de sus hijos los
bautizados. Amén.
Salmo
29, es
una bella composición de un creyente que atento a la manifestación de Dios en
medio de su obra solo puede exclamar asombro y gratitud, qué poderosa es la Voz
de Yahveh, qué majestuosa es la Voz del Altísimo y como al sonar de una sola palabra todo fue creado y todo responde al
orden intrínseco que la mente de Dios le dió… Adorado sea aquel que creando
expresa amor inefable y que puso orden sobre todo cuanto brotó de sus manos, a
todo lo que es y existe por su Santísima Majestad revelada en la perfección de
sus criaturas. Hoy estamos de fiesta en la celebración del Dios Trinidad, de la
familia del Dios Amor cuya Bondad inunda la creación, aquel que como familia
sacia el hambre de todos los vivientes, y
si en el mundo hay hambre es porque sus hijos los seres humanos hemos retenido
la comida y no la hemos compartido como fraternos que somos. Que su Justicia
nos ilumine para ser justos a imitación del Padre Dios de quien toma nombre
toda familia en el cielo y en la tierra, exclamaría el Apóstol Pablo (Efesios capítulo
3 versículos 15-17).
El
Apóstol Pablo en su carta a los Romanos (capitulo 8) nos
está recalcando que el Espíritu santo que por medio de sus dones y frutos obra
en cada bautizado lo hace como principio de una vida santa y totalmente nueva
cuya meta es la glorificación definitiva, ya no somos esclavos del mundo y sus
parámetros de éxito y bienestar, somos por el contrario, signo vivo de la
Gloria de Dios revelada en su Adorado Hijo y en su santidad perfectísima (Dios
Espíritu Santo), solo de esta forma somos hijos adoptivos, solo así Dios se
recrea en sus criaturas, y que paradoja tan bella que aquel que juega con el leviatán
como si fuera un cachorrito, que descuaja los cedros del Líbano puede morar en
el corazón del bautizado, no perdamos de
vista que el Espíritu dado por el Altísimo es de libertad y dignidad, y que el
pecado no puede ni podrá ser definitivo entre nosotros. El mundo como escenario
de nuestros dramas y conflictos también es Redimido en la Cruz, y la Gracia de
Dios cambiará definitivamente su orden y connotación. Hoy somos testimonio de
Dios en medio de esta realidad donde vivimos y donde trabamos relaciones con
nuestro entorno y espacio vital (Ethos)…
Pablo
insiste en la condición del bautizado y cómo esta realidad toca para
transformar la vida y conciencia del creyente, aquí tiene sentido transformar
la sociedad, la persona, y el mundo… Cristo es Maestro Interior que presenta al
Padre lo que somos y lo santifica por su infinito Amor, diría el Hiponense. Es el Espíritu de Dios quien como en la
creación, recordemos el Génesis, pone en
orden todo y en ese orden entran hoy nuestras vidas.
Jesús le respondió: En
verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino
de Dios (versículo 3).
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Juan
en su cosmovisión nos ofrece esta
expresión que es más un tema recurrente de los Sinópticos que de su
tradición, el nacer de nuevo es una manera muy particular de significar la
dimensión renovada del creyente que atento a la Gracia puede explicitar con
ella y por ella la auténtica condición de su ser redimido, es un proceso que
como en Nicodemo tomará toda la vida. Para Juan el Bautismo es una necesidad
revestida de absolutismo y no una opción para el que cree. El Bautismo es el
sello de la Trinidad Santísima en la criatura redimida por este medio generoso
del amor de Dios.
La inmortalidad es fruto
precisamente de la Inhabitación Trinitaria en nuestras vidas (Agustín de
Hipona) La palabra de Dios posee siempre
una gran fuerza creadora y santificadora como ilustra Juan en la escena en la
que interviene Nicodemo. Este recibir al Señor se extiende como acto efectivo a su corazón donde posee la mayor eficacia. En la dinámica de este dialogo aflora la concepción
de Fe de este hombre que no era un desprevenido más (ser maestro de la ley
implicaba un conocimiento pleno y una experiencia de Fe). El interrogante de Nicodemo es válido y el cómo nacer de nuevo (en la
manifestación del Espíritu) toca la vida
y misión del bautizado que descubre su auténtica vocación como creyente precisamente en la vivencia de este definitivo
Pacto. Para todos nosotros el volver a nacer implica tácitamente el segundo
nacimiento que es precisamente el de la Fe, donde la Justicia de nuestras vidas
debe generar absoluta comunión con el entorno que nos rodea. Creer en Cristo
implica tener vida como quiera que la vida brota del Señor y es la propuesta que entendió perfectamente
Nicodemo… Nacer de nuevo es una realidad enlazada con el Bautismo como hemos
dicho antes, es el interpretar la dinámica humana en cuanto hacemos
directamente bajo el influjo de la Gracia. La
Imagen de la Trinidad de Dios se manifiesta en la unidad del ser creado y
redimido y revelado en la humanidad y Persona Divina del Verbo revelador de la
vida de las Personas Divinas. Nacer
de lo alto es referencia de la vida y propuesta de Cristo para cada uno de
nosotros. Encajamos perfectamente en la esfera trinitaria cuando vivimos la
noción de Dios familia en nuestro entorno y así mismo producimos relaciones
llamadas a trascender por su orden y
santidad. Nacer de nuevo es nacer para
la vida revelada de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Si
queremos un orden distinto y vital el nacer de nuevo es necesario en la
dialéctica y discurso aprendido de nuestra Fe.
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