CONFLICTO ESPIRITUAL… NECESIDAD DE
SANAR Y SER
LIBRES UNA VEZ MÁS.
INTRODUCCIÓN.
La esclavitud nunca ha dejado de estar presente en la vida de
la humanidad y conciencia de ello debe tener el bautizado. La esclavitud es una
manera de enajenar la razón y la bondad de las criaturas de Dios. Esta
esclavitud tiene también su propia gradación y se ocupa según su magnitud de
impedir el crecimiento de los hijos de Dios. Estas son barreras que sin duda
alguna perjudican la ascensión a una madurez espiritual superior. Estamos
siempre en continua necesidad de crecer y dar así objetivo a nuestras vidas
tanto en el siglo como en la espiritualidad eclesial. Somos bautizados y como tal estamos comprometidos con el SER y el CREER
de lo contrario es imposible el CRECER… En este orden conceptual
las luchas espirituales siempre nos acompañaran dada la naturaleza de la
Especie humana. Hoy como hace 2000 años
el Salvador de la obra divina descendió de la Cruz para dejar en ella todo lo
que impedía que nosotros y la Creación ascendiéramos
a su presencia. Las Escrituras Sagradas nos hablan de un estado llamado tercer cielo del cual es testigo directo el
Apóstol Pablo sin descartar con ello sucesivas experiencias espirituales de
hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo y de la Iglesia… Las luchas
espirituales son tan reales como palpables a pesar de vivir inmersos en un
mundo sensualista y limitado por su misma praxis y fundamentos. Consideremos
algunas reflexiones en esta dirección según las Sagradas Escrituras.
PREDOMINIO DE
LA CARNE O
CORPORALIDAD.
La realidad compuesta de nuestro Ser personal pasa ineludiblemente por la manifestación de la carne
tal y como entendemos la vida sensorial o percepción de la realidad. La carne
tiene su propia idea sobre la vida y como vivirla. La corporalidad es la
manifestación de la estructura sostenible de la vida en categorías físicas y
biológicas, es decir, el cuerpo y sus funciones. La corporalidad es en síntesis
el vehículo por medio del cual nos comunicamos con el medio y el mundo material
y percibimos algunas sensaciones. El ser
humano alimenta su conocimiento del mundo o entorno en el que se mueve al punto
de definir una praxis muy particular que se argumenta en la creación conceptual
y por demás experiencial del Bien y el
mal y reduce su experiencia a lo que se define como el BIEN MORAL que implica una actitud ante la vida y por la vida. Si
hablamos de Bien Moral nos remitimos a la elaboración y organización de nuestras vidas al eterno
cruce entre el Placer y el Dolor siendo en cuanto a sus contenidos
diametralmente opuestos pero determinadores de la vida en su forma cognoscible.
Si hablamos de esta forma de vivir llegamos a la conclusión catastemica de la existencia avocada al
placer y fundamentada en el sentirse bien sin juicio moral sobre cómo se
consigue el bienestar. La fórmula sencilla la sintetizamos en: procura el bien y apártate del mal, en
este tipo de fundamentalismo tanto Empirista (John Locke) y por demás Epicúreo
que resume el Ser desde la perspectiva de la experiencia… Buscar aquí la
connotación de la vida es complejo y sobre todo podría dejarnos sin respuesta
ante las consecuencias de la misma.
El Dolor y por
ende el Sufrimiento constituyen un escollo ineludible en la vida
de cada uno de nosotros. No existe posibilidad alguna de superar la existencia
sin vivirlo o padecerlo y es necesario desarrollar un espectro particular para
enfrentarlo, tolerarlo y vivirlo. Esta experiencia nos lleva ineludiblemente a re-descubrir nuestra Fe y experiencia
religiosa. No es fácil de todas maneras re-descubrir la raíz de nuestra
Fe y esa complejidad tacita que maneja
tal acción nos conduce inicialmente a establecer la diferencia según nuestras
experiencias de vida a reconocer tanto el Sufrimiento como el Dolor. Desde
luego es imposible dejar fuera la materialización de tal experiencia sensible
en la connotación del ser sanados y ser curados donde interviene
decididamente la Gracia o
sencillamente donde los procesos biológicos son exitosos. Son dos concepciones
diferentes de una misma realidad que afecta a la persona por igual… Toda batalla
espiritual cuestiona profundamente nuestra espiritualidad y la forma como
oramos o pretendemos relacionarnos con la trascendencia. Es una real necesidad
que el crecimiento espiritual y la Sanación fruto de cada una de las batallas
que libramos sea Integral o Abarcante cubriendo
toda nuestra existencia y en todas direcciones. La Fe se convierte en el escudo
que defiende a la persona en este tipo de situaciones, no es un artículo de
lujo es todo un “arsenal” al servicio de una vida piadosa y consciente
de su ser espiritual y de su proyecto de
vida creíble y capaz de creer como de ser y existir. Todos los días los
Creyentes son cuestionados y confrontados por prácticas incisivas que no están
aconsejadas en el Evangelio y que constituyen en la mayoría de los casos un flagrante
rechazo del Señorío de Cristo en sus
vidas. Toda experiencia de lucha espiritual no es solo percibida por la Fe
es también asumida en todas las manifestaciones conscientes de la persona
atacada por la tentación o por la necesidad de reasumir su Rol en la vida que
comparte con otras personas. La lucha espiritual posee un escenario lógico en
nosotros que desde luego es vital y obedece a todo aquello que sustenta nuestra
vida especialmente la Salud y las relaciones con nuestro entorno. Nosotros
establecemos una analogía vital cuando relacionamos existencialmente momentos
intensos de espiritualidad que aterrizamos en:
Sanar
Curar
Liberar.
Son momentos que establecen una diferencia puntual que no
necesariamente debe ser histórica o moverse en tal dirección. Es simplemente la
manifestación de la Intervención de Dios.
El mal no posee autoridad o relevancia sobre el bautizado salvo que este en
su afán de moverse en el mundo decida abrir las puertas de su vida a su
influjo. El Cielo es visto con intriga por miles de
personas que desconfían de la trascendencia y como tal argumentan solo una visión materialista de la vida eterna…
Nosotros por el contrario conocemos de las promesas del Señor y nos gozamos de creer y confiar en su
Misericordia. Los ataques de naturaleza espiritual se presentan siempre como
intento de disuadir a quienes porfían en el camino de la madurez espiritual y
por esta actitud de vida confrontan su entorno y lo distinguen del no cristiano
o al menos del que no se fundamenta en los valores del Evangelio. La tentación
se hace más fuerte y no es sobre personas o cosas sino que ataca la Fe y
convicción como orden y disciplina del Creyente. El mal no ofrece cosas por el
contrario pretende quitarlo todo. Pretende atizar la desconfianza y la zozobra
que como dis-valores atacan la fuerza interior del Creyente. La Sociedad tiene
mucho que ver cuando las estructuras de injusticia minan la seguridad de las
personas. Estas injusticias son tan delicadas que la Esperanza se reciente
gravemente y genera con ello desgate hasta tocar las fibras del alma del
bautizado…
La Iglesia se
constituye en consuelo y fuerza para aquellas y aquellos que buscan con
sinceridad su maternidad y viven su Fe unidos a ella. No es posible suponer que
el medio que nos rodea no ejerce algún tipo de presión que conlleve desgaste puesto que sí actúa en
contra de nuestros propósitos y más cuando estos no están fortalecidos desde la
Oración y vivencia cristiana. Estamos llamados a no bajar la guardia y permitir
que el mal se convierta en algo “dulce y atractivo” en nuestras vidas. El mal también evoluciona hasta convertirse
en algo atractivo para la persona redimida… Es hora de dejar a un lado los
estereotipos que hacen del mal una experiencia amarga al ser humano, al menos
ya no es de esta forma, es como una pastilla amarga pero recubierta de algo
dulce para que los sentidos no la expulsen o cause repulsión a quien la toma.
El pecado y el mal hacen exactamente lo mismo solo que cuando el bautizado se
da cuenta puede ser tarde para expulsarlo de su vida. Luchemos denodadamente
para que no caigamos bajo este peso insoportable y podamos ser libres para
abrazar la verdadera y plena realización de nuestras vidas que están en manos
de Dios y solo de su Amor y Gracia.
La lucha espiritual no reconoce frontera y lleva su conflicto
a lo más preciado de quien sufre sus embates. El pecado no se detiene hasta ver
la Imagen de Dios dañada en la vida y
rostro del bautizado. No nos confundamos, en el mal no existe misericordia
alguna y mucho menos tregua. El mal busca y se alimenta de nuestros pecados
personales como colectivos, una Sociedad enferma es caldo de cultivo para toda
suerte de males. Estos males descomponen como bacterias la
materia de nuestros actos y se posan
sobre la Intencionalidad de toda acción sin importar su naturaleza. La
lucha espiritual tiene distintos escenarios incluso en la intimidad de quien se
siente afectado por algún (peso moral) o
decisiones que debe tomar sobre uno u otro asunto de naturaleza distinta. Las luchas también se desarrollan en el
ámbito personal teniendo presente que todos en alguna medida o proporción
estamos luchando contra nosotros mismos y el orgullo que hace que sea nuestra
palabra la última en ser expresada o entendida. El Apóstol Pablo nos habla
sobre esas cuestiones particularmente en (Rm 6,17) En realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.
La observación de Pablo es clara, el pecado se experimenta desde todas las
opciones posibles y está presente en nuestra naturaleza proclive al mismo. La
presencia de la Gracia es la fuerza de Dios para enfrentar esta realidad y
desplazarla paulatinamente de nuestra vida evitando así tener apreciaciones
contrarias a la vida y su crecimiento integral. No podemos dejar al destino nuestro
crecimiento como hijos de Dios, estamos llamados a vivir de cara a su Voluntad
y de espaldas al pecado que se manifiesta de formas insospechadas. Pablo siente
en su ser la “espina” que impide sanar al alma y por eso nos pone en guardia
sobre esta presencia para que nosotros no contemplemos la posibilidad de
ignorarla. Aun así es su voluntad la que busca de Dios y no descuida su
compromiso como bautizado. La vida interior es un escenario que constantemente
lucha contra el pecado y sus embates. El Hiponense tiene una formula fruto de
su experiencia espiritual: Ora siempre,
ora en todo momento, cuando estés triste y cuando estés feliz, en todo momento
ora, siempre ora… Es la oración fuente de valor ante la tentación que se
convierte en desesperanza cuando el que sufre no encuentra alivio o
tranquilidad en nada de lo que hace con su vida. La disciplina de la oración
es la única fórmula para robustecer el espíritu. Necesitamos destinar tiempo
cada día para los tres elementos de nuestra vida en el Espiritu.
Oración
Meditación
Lectura de las Sagradas
Escrituras.
Estos elementos son enriquecidos con nuestra asistencia a la
santa Eucaristía dando así inicio a toda nuestra actividad. Cuando no oramos o
meditamos el Espiritu se hace débil y la tentación se hace fuerte en nosotros. Bautizado
que no Ora sin duda deja desprotegida su propia Fe y la expone al desacierto de
una muy pobre vida espiritual. Pedro tiene una visión muy particular sobre la
continua presencia de nuestras debilidades a la hora de actuar o estar con
quienes viven a nuestro lado y lo mejor de su fórmula es la manera de
aterrizarla en una escena concreta y disiente que se transforma en opresión, miremos: Sed sobrios y velad. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente
buscando a quien devorar, resistidle firmes en la Fe (1 Pedro 5,8) Recordamos
una vez más que el “diablo” materializa y encarna todo lo hostil a Dios y sus
hijos pero aun con todo lo que ello significa no puede entrometer su nariz
en la vida de alguien si esta persona no
lo invita de alguna o múltiples formas. En lo personal preferimos no darle
relevancia alguna lo cito simplemente en el contexto y perspectiva de nuestra
reflexión. Estamos seguros sobre la continuidad de todo lo que emprendamos y
cuanto estamos viviendo para lo sublime pues de esta forma lo sublime se hace
centralidad, pero cuando vivimos alejados de lo espiritual y su trascendencia
entonces ese león del que habla Pedro (metafóricamente) puede lastimar la
Identidad del Creyente bautizado. Nuestra Iglesia nos ofrece los Medios de Gracia para fortalecer
nuestra vida y no caer en la desesperanza de quienes
ignoran la riqueza de lo espiritual y
solo viven de cara a lo material y no hablamos solo del dinero o la riqueza estamos hablando
sobre todo de los apegos que envilecen la condición sacra de la humanidad. El mal se opone esencialmente al bien y sobre
todo a todo el bien que el bautizado puede obrar en su vida. Especialmente el
(N.T) recurre a este tipo de figuras para materializar la influencia del mal en
nuestras vidas y como esta forma de ser hostil se personifica como todo lo
contrario a Dios y opuesto a nuestra Salvación o crecimiento espiritual que es
lo mismo. Cada uno de nosotros tiene las mismas posibilidades de hacer decrecer
al mal y engrandecer el bien. Aquí establecemos diferencias entre todo tipo de
Creyentes, puesto que hay quienes radicalmente siguen a Cristo y también otros
que solo tienen un conocimiento nominal de su Fe (Ef 6:10-18) la invitación es
clara debemos fortalecernos en el Señor porque el mal no descansa y
precisamente cuando genera miedo o frustración o frivolidad como
superficialidad en la Fe se hace más fuerte… El mundo creado por Dios se constituye
en refugio para el mal en todas sus formas ya que las acciones negativas de
millones de personas lo alimentan hasta configurarse en una opción de vida para muchas personas.
Dios cuida de los suyos y como lo expresa Pablo dispone de un arsenal para que
nosotros lo empleemos en esta lucha existencial. Aquí la Justicia y la Verdad son valores (Isaías Capítulos 11, 52 y 59) que distinguen al bautizado del resto del
mundo, también son alusiones directas al profeta Isaías y su especial forma de
ver la sublimación de la relación con Yahveh. Si miramos con detenimiento el
texto Paulino encontramos la opinión generalizada en la antigüedad sobre el
mundo físico y el espiritual pero tal explicación es quietista ya que ubica
estas formas de existir en un plano determinado. El Evangelio es sin duda en
estas épocas de expansión de la Iglesia un recurso más valioso que el oro y
gracias a sus enseñanzas el Creyente afianza su relación espiritual con el
Resucitado, es pues el modelo Paulino por antonomasia. Como en (hebreos y en
Juan) el Espíritu Santo es visto como la
espada de Dios. Esta espada es capaz de cortar y retirar impurezas como en
el combate físico. La Oración es
otro recurso citado por el Salvador y por Pablo para luchar contra estas
fuerzas hostiles a nuestra Economía de
Salvación. La lucha necesita una
respuesta equiparada a su fiereza y tenacidad. El mal nunca baja la guardia y
le gusta entrar en nuestra zona de confort, si lo equiparamos al medio
militar sería lo más parecido a hacer contrainteligencia
entre nosotros. Nuestra dialéctica se expresa bajo el signo poderoso del
Nombre de Dios y solo bajo su Majestad. La victoria es contemplada solo en la
medida de nuestra conciencia y compromiso con la realidad espiritual que habita
en cada uno de nosotros. Para nuestras reflexiones personales podemos acudir a:
·
Ef
6:13-18
·
Ap
12:7-9
·
Mt
4:1-11
·
Rm
8,37
·
Hch
19:13-16
·
Mt
15,22
·
Mc
7,29
·
1Pe
5,8 entre otros.
Las luchas espirituales son la némesis
del crecimiento y madurez del bautizado al punto de convertirse en una carga
que impide el entrar incluso en oración y meditación. De la vida de los reformadores
del Carmelo (Orden Carmelita Descalza) se cuenta que en cierta ocasión estaba
en meditación santa Teresa de Ávila (llamada así por la Ciudad española de Ávila)
y que al entrar al baño a seguir el llamado de la naturaleza se le apareció corporalmente
el “diablo” y le dijo: Que sucia eres como le ofreces eso a Dios,
pero ella presta le responde, a Dios mis oraciones y a ti lo que está cayendo. Es
una muy particular manera de mostrar como la meditación es abordada en la misma
cotidianidad al punto de aprovechar cualquier momento para hacerlo sin
necesidad de des-habituar el alma a sus bondades. El mal tampoco descansa y
busca crear sentimientos de culpa y
nostalgia en los Creyentes pero aun así no podemos permitirnos desconfiar
de la Gracia que sana absolutamente todas nuestras dolencias y necesidades. La Gracia
no reconoce frontera alguna para actuar en nosotros y en nuestro medio pero es
indispensable que nuestras actitudes sean consecuentes con su influjo de lo contrario sería como reza la expresión arar en el océano… La Oración se enfoca
en la Adoración, y en una mente que Adora no habrá espacio para el maligno y
sus ataques. Orar implica abandono total en manos de Dios y su Voluntad
absoluta, no en pretender que su Voluntad sea la nuestra… A mayor oración y meditación mayor libertad a Dios en nuestra vida. La
aceptación de la presencia de Dios en nuestras vidas genera casi que
inmediatamente un estado de ánimo que entra en alegría fácilmente y se recrea
en los valores de su Fe convertida en praxis. La enfermedad se convierte en una
especie de catalizadora de estas emociones al punto de acelerar o frenar todo
proceso de sanación. El bautizado ora
por su salud y recuperación pero sobre todo para cumplir en su ser la Voluntad de Dios. La oración posee entre otras la
cualidad de direccionar los hábitos saludables del Creyente y transformarlos en
ofrenda a Dios estableciendo una
Comunión vital entre el ser y su existencia y la explicitación de esta. La
Meditación vista en la perspectiva de la Sanación proporciona con Justicia la
intervención de lo sobrenatural. La
meditación nos centra siempre en la contemplación de los misterios de nuestra
Salvación y si se quiere expresar así humaniza la historia y sus contenidos
desde la percepción de la fe del bautizado. Debemos sacar tiempo cada día para nuestra
oración. No se trata de lo que expresamos verbalmente sobre nuestra Fe sino de
lo que estamos viviendo y produciendo con ello la necesaria transformación. Las
armas del cristiano son conducidas por la fuerza del Espíritu Santo:
·
Constancia
·
Disciplina
·
Reflexión
·
Madurez
espiritual
·
Vida
de Iglesia
·
Orden
·
Justicia
·
Equilibrio
o Ataraxia
·
Armonía…
Son algunos de los elementos del edificio de nuestra espiritualidad. La Gracia
fluye abiertamente pero necesita de nosotros el recurso vital para estructurarla
a lo que somos y vivimos. Es indispensable comprender que el signo cristiano
del amor debe acompañar todos nuestros esfuerzos delante de Dios y de los
hombres… El ser bautizado es ya implícitamente un compromiso salvífico que se
matiza con las distintas prácticas de nuestra Fe puesto que nunca la responsabilidad
Eclesial se apartará de nuestras vidas. Vivir coherentemente es una necesidad
de todos los Creyentes sin importar absolutamente nada distinto a su fe y
experiencia con el Resucitado. Mientras más sientas que estas lejos de Dios
seguramente más cerca estarás de su Gracia, es la forma como Dios limpia el
pecado de sus hijos y los dispone a su encuentro. En la
aridez espiritual también podrás encontrar fuerzas para tus batallas… Retirarnos
de lo que sucede en torno nuestro es también algo vivencial y existencial para dar
paso a la necesidad el espíritu de encontrarse a solas consigo mismo. Con razón exclama el Hiponense: Dios es lo más íntimo que hay en mí… En el
hombre interior habita la verdad. Y en la misma dirección expresa: El amor es mi peso. El amor es también
una experiencia de Fe que enriquece la vida del bautizado. Redoblemos nuestros
esfuerzos por vivir el llamado de Cristo en la intimidad del corazón. La Iglesia ora por todos sus hijos en
cualquier circunstancia que estos estén viviendo. En la lucha espiritual se
siente su maternidad.
Unidos en Cristo.
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