miércoles, 8 de febrero de 2017

CONFLICTO ESPIRITUAL...

CONFLICTO  ESPIRITUAL… NECESIDAD  DE  SANAR  Y  SER  LIBRES UNA  VEZ  MÁS.



INTRODUCCIÓN.



La esclavitud nunca ha dejado de estar presente en la vida de la humanidad y conciencia de ello debe tener el bautizado. La esclavitud es una manera de enajenar la razón y la bondad de las criaturas de Dios. Esta esclavitud tiene también su propia gradación y se ocupa según su magnitud de impedir el crecimiento de los hijos de Dios. Estas son barreras que sin duda alguna perjudican la ascensión a una madurez espiritual superior. Estamos siempre en continua necesidad de crecer y dar así objetivo a nuestras vidas tanto en el siglo como en la espiritualidad eclesial.  Somos bautizados  y como tal estamos comprometidos con el SER  y el CREER  de lo contrario es imposible el CRECER… En este orden  conceptual  las luchas espirituales siempre nos acompañaran dada la naturaleza de la Especie humana.  Hoy como hace 2000 años el Salvador de la obra divina descendió de la Cruz para dejar en ella todo lo que impedía que nosotros  y la Creación ascendiéramos a su presencia. Las Escrituras Sagradas nos hablan de un estado llamado tercer cielo del cual es testigo directo el Apóstol Pablo sin descartar con ello sucesivas experiencias espirituales de hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo y de la Iglesia… Las luchas espirituales son tan reales como palpables a pesar de vivir inmersos en un mundo sensualista y limitado por su misma praxis y fundamentos. Consideremos algunas reflexiones en esta dirección según las Sagradas Escrituras.


PREDOMINIO  DE  LA  CARNE  O  CORPORALIDAD.


La realidad compuesta de nuestro Ser personal pasa ineludiblemente por la manifestación de la carne tal y como entendemos la vida sensorial o percepción de la realidad. La carne tiene su propia idea sobre la vida y como vivirla. La corporalidad es la manifestación de la estructura sostenible de la vida en categorías físicas y biológicas, es decir, el cuerpo y sus funciones. La corporalidad es en síntesis el vehículo por medio del cual nos comunicamos con el medio y el mundo material y percibimos algunas sensaciones.  El ser humano alimenta su conocimiento del mundo o entorno en el que se mueve al punto de definir una praxis muy particular que se argumenta en la creación conceptual y por demás experiencial del Bien y el mal y reduce su experiencia a lo que se define como el BIEN MORAL que implica una actitud ante la vida y por la vida. Si hablamos de Bien Moral nos remitimos a la elaboración  y organización de nuestras vidas al eterno cruce entre el Placer  y  el Dolor siendo en cuanto a sus contenidos diametralmente opuestos pero determinadores de la vida en su forma cognoscible. Si hablamos de esta forma de vivir llegamos a la conclusión catastemica de la existencia avocada al placer y fundamentada en el sentirse bien sin juicio moral sobre cómo se consigue el bienestar. La fórmula sencilla la sintetizamos en: procura el bien y apártate del mal, en este tipo de fundamentalismo tanto Empirista (John Locke) y por demás Epicúreo que resume el Ser desde la perspectiva de la experiencia… Buscar aquí la connotación de la vida es complejo y sobre todo podría dejarnos sin respuesta ante las consecuencias de la misma.

El Dolor y por ende el Sufrimiento  constituyen un escollo ineludible en la vida de cada uno de nosotros. No existe posibilidad alguna de superar la existencia sin vivirlo o padecerlo y es necesario desarrollar un espectro particular para enfrentarlo, tolerarlo y vivirlo. Esta experiencia nos lleva ineludiblemente a re-descubrir nuestra Fe y experiencia religiosa. No es fácil de todas maneras re-descubrir la raíz de nuestra Fe  y esa complejidad tacita que maneja tal acción nos conduce inicialmente a establecer la diferencia según nuestras experiencias de vida a reconocer tanto el Sufrimiento como el Dolor. Desde luego es imposible dejar fuera la materialización de tal experiencia sensible en la connotación del  ser sanados y  ser curados donde interviene decididamente la Gracia o sencillamente donde los procesos biológicos son exitosos. Son dos concepciones diferentes de una misma realidad que afecta a la persona por igual… Toda batalla espiritual cuestiona profundamente nuestra espiritualidad y la forma como oramos o pretendemos relacionarnos con la trascendencia. Es una real necesidad que el crecimiento espiritual y la Sanación fruto de cada una de las batallas que libramos sea Integral o Abarcante cubriendo toda nuestra existencia y en todas direcciones. La Fe se convierte en el escudo que defiende a la persona en este tipo de situaciones, no es un artículo de lujo es todo un “arsenal”    al servicio de una vida piadosa y consciente de su  ser espiritual y de su proyecto de vida creíble y capaz de creer como de ser y existir. Todos los días los Creyentes son cuestionados y confrontados por prácticas incisivas que no están aconsejadas en el Evangelio y que constituyen en la mayoría de los casos un flagrante rechazo del Señorío de Cristo en sus vidas. Toda experiencia de lucha espiritual no es solo percibida por la Fe es también asumida en todas las manifestaciones conscientes de la persona atacada por la tentación o por la necesidad de reasumir su Rol en la vida que comparte con otras personas. La lucha espiritual posee un escenario lógico en nosotros que desde luego es vital y obedece a todo aquello que sustenta nuestra vida especialmente la Salud y las relaciones con nuestro entorno. Nosotros establecemos una analogía vital cuando relacionamos existencialmente momentos intensos de espiritualidad que aterrizamos en:

Sanar
Curar
Liberar.

Son momentos que establecen una diferencia puntual que no necesariamente debe ser histórica o moverse en tal dirección. Es simplemente la manifestación de la Intervención de Dios. El mal no posee autoridad o relevancia sobre el bautizado salvo que este en su afán de moverse en el mundo decida abrir las puertas de su vida a su influjo.  El Cielo es visto con intriga por miles de personas que desconfían de la trascendencia y como tal argumentan solo  una visión materialista de la vida eterna… Nosotros por el contrario conocemos de las promesas del Señor  y nos gozamos de creer y confiar en su Misericordia. Los ataques de naturaleza espiritual se presentan siempre como intento de disuadir a quienes porfían en el camino de la madurez espiritual y por esta actitud de vida confrontan su entorno y lo distinguen del no cristiano o al menos del que no se fundamenta en los valores del Evangelio. La tentación se hace más fuerte y no es sobre personas o cosas sino que ataca la Fe y convicción como orden y disciplina del Creyente. El mal no ofrece cosas por el contrario pretende quitarlo todo. Pretende atizar la desconfianza y la zozobra que como dis-valores atacan la fuerza interior del Creyente. La Sociedad tiene mucho que ver cuando las estructuras de injusticia minan la seguridad de las personas. Estas injusticias son tan delicadas que la Esperanza se reciente gravemente y genera con ello desgate hasta tocar las fibras del alma del bautizado…

 La Iglesia se constituye en consuelo y fuerza para aquellas y aquellos que buscan con sinceridad su maternidad y viven su Fe unidos a ella. No es posible suponer que el medio que nos rodea no ejerce algún tipo de presión que  conlleve desgaste puesto que sí actúa en contra de nuestros propósitos y más cuando estos no están fortalecidos desde la Oración y vivencia cristiana. Estamos llamados a no bajar la guardia y permitir que el mal se convierta en algo “dulce y atractivo” en nuestras vidas. El mal también evoluciona hasta convertirse en algo atractivo para la persona redimida… Es hora de dejar a un lado los estereotipos que hacen del mal una experiencia amarga al ser humano, al menos ya no es de esta forma, es como una pastilla amarga pero recubierta de algo dulce para que los sentidos no la expulsen o cause repulsión a quien la toma. El pecado y el mal hacen exactamente lo mismo solo que cuando el bautizado se da cuenta puede ser tarde para expulsarlo de su vida. Luchemos denodadamente para que no caigamos bajo este peso insoportable y podamos ser libres para abrazar la verdadera y plena realización de nuestras vidas que están en manos de Dios y solo de su Amor y Gracia.

La lucha espiritual no reconoce frontera y lleva su conflicto a lo más preciado de quien sufre sus embates. El pecado no se detiene hasta ver la Imagen de Dios dañada en la vida y rostro del bautizado. No nos confundamos, en el mal no existe misericordia alguna y mucho menos tregua. El mal busca y se alimenta de nuestros pecados personales como colectivos, una Sociedad enferma es caldo de cultivo para toda suerte de males.  Estos males descomponen como bacterias la materia de nuestros actos  y se posan sobre la Intencionalidad de toda acción sin importar su naturaleza. La lucha espiritual tiene distintos escenarios incluso en la intimidad de quien se siente afectado por algún  (peso moral) o decisiones que debe tomar sobre uno u otro asunto de naturaleza distinta.  Las luchas también se desarrollan en el ámbito personal teniendo presente que todos en alguna medida o proporción estamos luchando contra nosotros mismos y el orgullo que hace que sea nuestra palabra la última en ser expresada o entendida. El Apóstol Pablo nos habla sobre esas cuestiones particularmente en (Rm 6,17) En realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. La observación de Pablo es clara, el pecado se experimenta desde todas las opciones posibles y está presente en nuestra naturaleza proclive al mismo. La presencia de la Gracia es la fuerza de Dios para enfrentar esta realidad y desplazarla paulatinamente de nuestra vida evitando así tener apreciaciones contrarias a la vida y su crecimiento integral. No podemos dejar al destino nuestro crecimiento como hijos de Dios, estamos llamados a vivir de cara a su Voluntad y de espaldas al pecado que se manifiesta de formas insospechadas. Pablo siente en su ser la “espina” que impide sanar al alma y por eso nos pone en guardia sobre esta presencia para que nosotros no contemplemos la posibilidad de ignorarla. Aun así es su voluntad la que busca de Dios y no descuida su compromiso como bautizado. La vida interior es un escenario que constantemente lucha contra el pecado y sus embates. El Hiponense tiene una formula fruto de su experiencia espiritual: Ora siempre, ora en todo momento, cuando estés triste y cuando estés feliz, en todo momento ora, siempre ora… Es la oración fuente de valor ante la tentación que se convierte en desesperanza cuando el que sufre no encuentra alivio o tranquilidad en nada de lo que hace con su vida.  La disciplina de la oración es la única fórmula para robustecer el espíritu. Necesitamos destinar tiempo cada día para los tres elementos de nuestra vida en el Espiritu.

Oración
Meditación
Lectura de las Sagradas Escrituras.

Estos elementos son enriquecidos con nuestra asistencia a la santa Eucaristía dando así inicio a toda nuestra actividad. Cuando no oramos o meditamos el Espiritu se hace débil y la tentación se hace fuerte en nosotros. Bautizado que no Ora sin duda deja desprotegida su propia Fe y la expone al desacierto de una muy pobre vida espiritual. Pedro tiene una visión muy particular sobre la continua presencia de nuestras debilidades a la hora de actuar o estar con quienes viven a nuestro lado y lo mejor de su fórmula es la manera de aterrizarla en una escena concreta y disiente que se transforma en opresión, miremos: Sed sobrios y velad. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar, resistidle firmes en la Fe (1 Pedro 5,8) Recordamos una vez más que el “diablo” materializa y encarna todo lo hostil a Dios y sus hijos pero aun con todo lo que ello significa no puede entrometer su nariz en  la vida de alguien si esta persona no lo invita de alguna o múltiples formas. En lo personal preferimos no darle relevancia alguna lo cito simplemente en el contexto y perspectiva de nuestra reflexión. Estamos seguros sobre la continuidad de todo lo que emprendamos y cuanto estamos viviendo para lo sublime pues de esta forma lo sublime se hace centralidad, pero cuando vivimos alejados de lo espiritual y su trascendencia entonces ese león del que habla Pedro (metafóricamente) puede lastimar la Identidad del Creyente bautizado. Nuestra Iglesia nos ofrece los Medios de Gracia para fortalecer nuestra vida   y no caer en la desesperanza de quienes ignoran  la riqueza de lo espiritual y solo viven de cara a lo material y no hablamos solo   del dinero o la riqueza estamos hablando sobre todo de los apegos que envilecen la condición sacra de la humanidad.  El mal se opone esencialmente al bien y sobre todo a todo el bien que el bautizado puede obrar en su vida. Especialmente el (N.T) recurre a este tipo de figuras para materializar la influencia del mal en nuestras vidas y como esta forma de ser hostil se personifica como todo lo contrario a Dios y opuesto a nuestra Salvación o crecimiento espiritual que es lo mismo. Cada uno de nosotros tiene las mismas posibilidades de hacer decrecer al mal y engrandecer el bien. Aquí establecemos diferencias entre todo tipo de Creyentes, puesto que hay quienes radicalmente siguen a Cristo y también otros que solo tienen un conocimiento nominal de su Fe (Ef 6:10-18) la invitación es clara debemos fortalecernos en el Señor porque el mal no descansa y precisamente cuando genera miedo o frustración o frivolidad como superficialidad en la Fe se hace más fuerte… El mundo creado por Dios se constituye en refugio para el mal en todas sus formas ya que las acciones negativas de millones de personas lo alimentan hasta configurarse en una opción de vida para muchas personas. Dios cuida de los suyos y como lo expresa Pablo dispone de un arsenal para que nosotros lo empleemos en esta lucha existencial. Aquí la Justicia y la Verdad son valores (Isaías Capítulos 11, 52 y 59)  que distinguen al bautizado del resto del mundo, también son alusiones directas al profeta Isaías y su especial forma de ver la sublimación de la relación con Yahveh. Si miramos con detenimiento el texto Paulino encontramos la opinión generalizada en la antigüedad sobre el mundo físico y el espiritual pero tal explicación es quietista ya que ubica estas formas de existir en un plano determinado. El Evangelio es sin duda en estas épocas de expansión de la Iglesia un recurso más valioso que el oro y gracias a sus enseñanzas el Creyente afianza su relación espiritual con el Resucitado, es pues el modelo Paulino por antonomasia. Como en (hebreos y en Juan) el Espíritu Santo es visto como la espada de Dios. Esta espada es capaz de cortar y retirar impurezas como en el combate físico. La Oración es otro recurso citado por el Salvador y por Pablo para luchar contra estas fuerzas hostiles a nuestra Economía de Salvación.  La lucha necesita una respuesta equiparada a su fiereza y tenacidad. El mal nunca baja la guardia y le gusta entrar en nuestra zona de confort,  si lo equiparamos al medio militar sería lo más parecido a hacer contrainteligencia entre nosotros. Nuestra dialéctica se expresa bajo el signo poderoso del Nombre de Dios y solo bajo su Majestad. La victoria es contemplada solo en la medida de nuestra conciencia y compromiso con la realidad espiritual que habita en cada uno de nosotros. Para nuestras reflexiones personales podemos acudir a:

·        Ef 6:13-18
·        Ap 12:7-9
·        Mt 4:1-11
·        Rm 8,37
·        Hch 19:13-16
·        Mt 15,22
·        Mc 7,29
·        1Pe 5,8  entre otros.

Las luchas espirituales son la némesis del crecimiento y madurez del bautizado al punto de convertirse en una carga que impide el entrar incluso en oración y meditación. De la vida de los reformadores del Carmelo (Orden Carmelita Descalza) se cuenta que en cierta ocasión estaba en meditación santa Teresa de Ávila (llamada así por la Ciudad española de Ávila) y que al entrar al baño a seguir el llamado de la naturaleza se le apareció corporalmente el “diablo” y  le dijo: Que sucia eres como le ofreces eso a Dios, pero ella presta le responde, a Dios mis oraciones y a ti lo que está cayendo. Es una muy particular manera de mostrar como la meditación es abordada en la misma cotidianidad al punto de aprovechar cualquier momento para hacerlo sin necesidad de des-habituar el alma a sus bondades. El mal tampoco descansa y busca crear sentimientos de culpa y nostalgia en los Creyentes pero aun así no podemos permitirnos desconfiar de la Gracia que sana absolutamente todas nuestras dolencias y necesidades. La Gracia no reconoce frontera alguna para actuar en nosotros y en nuestro medio pero es indispensable que nuestras actitudes sean consecuentes con su influjo  de lo contrario sería como reza la expresión arar en el océano… La Oración se enfoca en la Adoración, y en una mente que Adora no habrá espacio para el maligno y sus ataques. Orar implica abandono total en manos de Dios y su Voluntad absoluta, no en pretender que su Voluntad sea la nuestra… A mayor oración y meditación mayor libertad a Dios en nuestra vida. La aceptación de la presencia de Dios en nuestras vidas genera casi que inmediatamente un estado de ánimo que entra en alegría fácilmente y se recrea en los valores de su Fe convertida en praxis. La enfermedad se convierte en una especie de catalizadora de estas emociones al punto de acelerar o frenar todo proceso de sanación. El bautizado ora por su salud y recuperación pero sobre todo para cumplir en su ser la Voluntad  de Dios. La oración posee entre otras la cualidad de direccionar los hábitos saludables del Creyente y transformarlos en ofrenda a Dios  estableciendo una Comunión vital entre el ser y su existencia y la explicitación de esta. La Meditación vista en la perspectiva de la Sanación proporciona con Justicia la intervención  de lo sobrenatural. La meditación nos centra siempre en la contemplación de los misterios de nuestra Salvación y si se quiere expresar así humaniza la historia y sus contenidos desde la percepción de la fe del bautizado. Debemos sacar tiempo cada día para nuestra oración. No se trata de lo que expresamos verbalmente sobre nuestra Fe sino de lo que estamos viviendo y produciendo con ello la necesaria transformación. Las armas del cristiano son conducidas por la fuerza del Espíritu Santo:

·        Constancia
·        Disciplina
·        Reflexión
·        Madurez espiritual
·        Vida de Iglesia
·        Orden
·        Justicia
·        Equilibrio o Ataraxia
·        Armonía… Son algunos de los elementos del edificio de nuestra espiritualidad. La Gracia fluye abiertamente pero necesita de nosotros el recurso vital para estructurarla a lo que somos y vivimos. Es indispensable comprender que el signo cristiano del amor debe acompañar todos nuestros esfuerzos delante de Dios y de los hombres… El ser bautizado es ya implícitamente un compromiso salvífico que se matiza con las distintas prácticas de nuestra Fe puesto que nunca la responsabilidad Eclesial se apartará de nuestras vidas. Vivir coherentemente es una necesidad de todos los Creyentes sin importar absolutamente nada distinto a su fe y experiencia con el Resucitado. Mientras más sientas que estas lejos de Dios seguramente más cerca estarás de su Gracia, es la forma como Dios limpia el pecado de sus hijos y los dispone a su encuentro.  En la aridez espiritual también podrás encontrar fuerzas para tus batallas… Retirarnos de lo que sucede en torno nuestro es también algo vivencial y existencial para dar paso a la necesidad el espíritu de encontrarse a solas consigo mismo. Con razón exclama el Hiponense: Dios es lo más íntimo que hay en mí… En el hombre interior habita la verdad. Y en la misma dirección expresa: El amor es mi peso. El amor es también una experiencia de Fe que enriquece la vida del bautizado. Redoblemos nuestros esfuerzos por vivir el llamado de Cristo en la intimidad del corazón. La Iglesia ora por todos sus hijos en cualquier circunstancia que estos estén viviendo. En la lucha espiritual se siente su maternidad.

Unidos en Cristo.


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