ENTRADA MESIÁNICA DEL
SALVADOR EN JERUSALEN (Mc 11:1-11).
Superando la Simbología que reina dramáticamente en este Pasaje
Evangélico cuya escena primordial nos ofrece una confrontación que riñe un tanto con las emociones y la adrenalina
que invade el lugar… La entrada de Jesús en Jerusalén no es más ni menos, que
la proclamación de una especie de Autoridad forjada por el imaginario colectivo
pero desafortunadamente desligado de la Realidad Salvífica promulgada o
fundamentada en Cristo… Es curioso que se indique la continuidad de este Mensaje
unido a la experiencia del Monte de los Olivos donde el Salvador confrontara
violentamente su Naturaleza Humana y Divina al aceptar la Redención en la Forma
como esta se llevará a cabo.
Los acontecimientos desencadenan una serie de Sentimientos
encontrados en los asistentes, pero Jesús tiene claro la gran significación de
este momento y para (Mc) como el Secreto
Mesiánico paulatinamente es develado no sin ser cuestionado el fin último
de estos acontecimientos: Muchos
extendieron sus mantos por el camino, otros Follaje cortado de sus campos y
todos gritaban… Bendito el que viene en nombre del Señor, Bendito el Reino que
viene de nuestro padre David, (el Evangelio cita al Salmo 118,26) sin duda alguna, la visión del Pueblo
contrasta totalmente con la de Cristo, mientras para ellos las aclamaciones son
de corte Político evocando aquellos Reyes del pasado glorioso del Pueblo,
propendiendo por la instauración de un orden similar, donde el Rey era impuesto
por Voluntad de Dios (Saúl, David, Salomón) solo por dar un ejemplo, nosotros en
cambio debemos salir a aclamar, entendiendo este salir como un constante retorno del Creyente que nunca deja de
Volver literalmente al Padre en su vida y acciones.
Al entrar en Jerusalén como es de esperar entra en el Templo,
signo diciente de sus raíces Judías y sobre todo de la necesidad de vincular
cualquier transformación con la Realidad del Pueblo, no es posible pensar una acción
transformadora de Dios alejada de la Realidad de las personas e incluso de la
misma Iglesia, nosotros debemos propender por una aclamación Efectiva y
concreta a través de los Medios de la
Gracia que la Iglesia pone a nuestro alcance, aclamamos al Redentor y esta aclamación
no es otra que la disposición de aceptar su Reinado en la Integralidad y extensión
del término, es decir, materializar la Voluntad Salvífica de Dios en nosotros. Todos somos responsables directos del Reino de
Dios y facilitadores de su concreción en nuestro Entorno sin que ello implique
la necesidad de trascender a su Plenitud…
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