CUARTO DOMINGO EN
CUARESMA… Año A, Salmo 23, 1 Samuel capítulo 16 versículo 1 al 13, Carta a los
Efesios capítulo 5 versículo 8 al 14, Evangelio de Juan capítulo 9 versículo 1
al 41.
Vio, al pasar, a un
hombre ciego de nacimiento. 2. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién
pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» 3. Respondió Jesús: «Ni él
pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4.
Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día;
llega la noche, cuando nadie puede trabajar. 5. Mientras estoy en el mundo, soy
luz del mundo.» 6. Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y
untó con el barro los ojos del ciego 7. y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de
Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo. 8. Los
vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el
que se sentaba para mendigar?» 9. Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino
que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» 10. Le dijeron entonces:
«¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» 11. El respondió: «Ese hombre que se
llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y
lávate." Yo fui, me lavé y vi.» 12. Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?»
El respondió: «No lo sé.» 13. Lo llevan donde los fariseos al que antes era
ciego. 14. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les
dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» 16. Algunos fariseos
decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros
decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había
disensión entre ellos. 17. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué
dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18. No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que
llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19. y les preguntaron:
«¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20. Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que
nació ciego. 21. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los
ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí
mismo.» 22. Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se
habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara
excluido de la sinagoga. 23. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene;
preguntádselo a él.» 24. Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido
ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador.» 25. Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que
era ciego y ahora veo.» 26. Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te
abrió los ojos?» 27. El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado.
¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros
discípulos suyos?» 28. Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres
discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. 29. Nosotros
sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» 30. El
hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y
que me haya abierto a mí los ojos. 31. Sabemos que Dios no escucha a los
pecadores; más, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. 32.
Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de
nacimiento. 33. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» 34. Ellos le
respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a
nosotros?» Y le echaron fuera. 35. Jesús se enteró de que le habían echado
fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» 36.
El respondió: «¿Y quién es, Señor, ¿para que crea en él?» 37. Jesús le dijo:
«Le has visto; el que está hablando contigo, ése es. 38. El entonces dijo:
«Creo, Señor.» Y se postró ante él. 39. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido
a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
40. Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que
también nosotros somos ciegos?» 41. Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no
tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado
permanece.» https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/9/
El hombre mira las
apariencias, pero Dios mira el corazón versículo 7. Es la primicia que define
el contenido de este pasaje bíblico. La Gracia del Espíritu Santo es quien
escoge a los bautizados sin que tenga que mediar consideración distinta de
nuestra parte. Quienes pasaron delante
de Samuel reunían según el criterio humano las características necesarias para
ser ungidos, pero Dios no busca en nosotros modelos o paradigmas sino corazones
dispuestos ya que es Él quien adelanta el trabajo. Somos consagrados a Dios por
medio del Bautismo y no por nociones de nuestra habilidad o valía personal. El
relato que hemos escuchado en la primera lectura sin duda hace parte de la
tradición profética de Israel y es la manifestación de la Voluntad revelada de
Dios por medio de un rito de consagración. Sabemos que David fue ungido también
por los ancianos y que en su primera unción se guarda su contenido y
significación por asuntos políticos en su nación. Lo que es de capital
importancia resaltar es el hecho de la escogencia por parte de Dios y sus
planes para con David que no difieren de nuestra escogencia por medio del pacto
bautismal. No olvidemos que somos los ungidos de Dios y que nuestra vida debe
ser siempre respuesta y afirmación de su escogencia y misión a lo que estamos
destinados.
El apóstol Pablo en su
Carta a los Efesios arriba citada, nos invita a poner en orden las preferencias
y no perder de vista que el dinero mal encausado resta a Dios el culto debido
por dárselo a las cosas materiales adquiridas como centralidad de nuestras
vidas. Es pues la codicia capaz de dañar o envilecer la Imagen de Dios en
nosotros y terminar por sublimar lo que es perecedero y que solo aporta
felicidad pasajera. Vivamos pues como
hijos de la luz nos dice Pablo para que podamos así establecer la diferencia y
proceder de forma ordenada y armoniosa.
Sacudamos nuestras vidas despertemos del letargo que implica existir
solo delante de los hombres y perder de vista la presencia de Dios. Somos seres
destinados a la trascendencia y no materia de muerte. Hagamos un “inventario”
de nuestra vida y de las cosas que consideramos valiosas en ella no sea que
estemos confundiendo el valor con la utilidad en términos egoístas de
autosuficiencia. Solo la Luz de Cristo puede exponer nuestras obras y
purificarlas, así como convertirlas en agradables para nuestro Dios. Refrenando
los comportamientos del siglo procederemos como hijos de un mismo Padre y
Señor. Es pues para Pablo el corazón del ser humano el lugar ideal, el templo
de lo sobrenatural que rinde gloria a Dios.
El evangelio relata la
“curación de un ciego de nacimiento” se presenta en el contexto de la vida
pública del Salvador y para Juan es una oportunidad más para aseverar que la
obra de Jesús solo terminará con su muerte puesto que la Voluntad del Padre
Dios es proceder por medio de sus obras. Lo anterior es fundamentado por las
palabras del Señor mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo versículo
5. Como en Pablo este evangelista acude siempre a la simbología de la luz para
designar la obra de Dios y las tinieblas o ausencia de luz como obra del mundo
sin trascendencia posible y limitado por el pecado y sus estructuras. Quienes rodeaban a este hombre ya se habían
acostumbrado a su presencia, pero solo Dios en su Hijo adorado le dignificó
liberándole de sus ataduras. Solo Dios reconoce a sus hijos y hace todo para
liberarles y sanarles. La piscina de Siloé es signo de las bendiciones
mesiánicas y el agua contenida en ella es referida simbólicamente a la
presencia del Espíritu Santo en el ministerio del redentor. Los ojos al sanar
ponen de relieve la importancia de la conciencia y su buen juicio y desde luego
buenas intenciones en la comprensión de la bondad de Dios que toca y limpia las
impurezas de sus hijos. Aquel hombre
transcendió a su propia percepción de la vida y su realidad y entró en la
dinámica de los bautizados cuando viven a plenitud su pacto bautismal. Jesús en
el uso del “barro” y su saliva refleja
como el poder de Dios emplea lo cotidiano y lo instrumentaliza al punto
de resignificarlo convirtiendo este rito de sanidad en figura potenciada del
Bautismo. La soberbia y autosatisfacción hacen hoy en día que muchas personas
confíen solo en sus conocimientos y en la Ciencia que interpreta la vida como
estrictamente natural. Pero aquel hombre privado de la vista obedece al modelo
cristiano de quienes confían en Dios y en su Sabiduría absoluta para enfrentar
la vida y lo que ello puede implicar. Es
la luz de su Gracia la que permite al Creyente verle literalmente presente en
su Palabra y en la Iglesia. El libro de Proverbios en el capítulo 15 versículo
29 dice: Dios se aleja de los malos, y escucha la plegaria de los justos. El
retener el conocimiento de su identidad es consecuencia de las tinieblas del
pecado que rodean la vida de sus detractores. Solo quien reconoce su autoridad podrá verle sin tener que taparse
los ojos como Moisés o el profeta Isaías y otros tantos. La luz de los ojos es
el alma y el corazón. Hay ciegos que ven mejor que cualquiera de nosotros que
solo percibimos cosas naturales y no trascendentes…
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