CUARTO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Lucas capitulo 10 versículos 1-11, 16-20. La mies es mucha…
ANUNCIAREMOS TU
REINO SEÑOR.
"2. Y les dijo:
«La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que
envíe obreros a su mies."
El texto Lucano es citado
frecuentemente desde la perspectiva de la vocación en la vida de la Iglesia, pero
si observamos con detenimiento también es una invitación abierta a los
bautizados que constituyen una fuerza muy poderosa al servicio del Evangelio. Es
pues, una invitación a formar parte del anuncio desde la perspectiva que maneja
cada bautizado al interior de la familia y su exteriorización en su entorno
social. Un Dios vivo que es anunciado desde la fuerza contundente del
testimonio de vida. Una obra que es inacabada porque involucra a la persona
humana de todas las épocas con su propia intríngulis y manera de percibir la
realidad y edificarla. Una cosecha que siempre es abundante en todos los
rincones del planeta. Una cosecha que a toda luz es obra del amor
misericordioso de Dios que desea que los seres humanos hagan parte de su reino.
1"Después de
esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a
todas las ciudades y sitios a donde él había de ir." Este versículo inicial
en el relato del evangelio de este domingo (propio 9) nos marca el poder de la
escogencia y la preparación para la obra del Señor, en la vida de nuestras
congregaciones cada bautizado constituye esta singular avanzada. Como
compromiso pastoral cada vicario y responsable de misión deberá visitar a sus
hermanos congregantes para llevarles esperanza y unidad fraterna en orden al
mensaje del Señor y los valores de la vida en la congregación (vida
congregante).
Estamos pues, ante una
posibilidad de asumir las estructuras de la misión bajo el modelo evangélico
aquí presentado en la visión Lucana. Un modelo único si lo comparamos con los
demás sinópticos y el propio Juan, es pues, la designación de una fuente a la
que solo Lucas pudo aproximarse. Las características de este anuncio nos
invitan a vivir la Providencia de Dios y como el anunciante de las maravillas
de Dios debe llevar un sentido de bendición a sus hermanos y no de necesidad o
carencias que denoten falta de realización del mensaje. "16. Quien a
vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me
rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado." La
fuerza del testimonio no pasa solo por las señales sobrenaturales u otras manifestaciones
especiales del anunciante sino más bien de un testigo que hace de su vida la
mayor de las voces que anuncian el poder de Dios convertido en amor. Un poder transformador de todo tipo de
situaciones y encuentros con los demás en su escenario familias, colectivo y
personal.
Las expresiones literarias
empleadas en este relato son determinantes para su construcción y nos ofrecen
la posibilidad de mirar más allá de sus palabras y situarnos nosotros mismos en
parte de tales acciones. La acogida del otro en nuestra congregación es un
adelanto de esa misma aceptación cuando nos preparamos y preparamos nuestra
congregación para acoger y compartir la riqueza del Evangelio. Lucas cita una
serie de condiciones que brotan del anuncio y su posterior aceptación, debemos
afirmar que tales son fruto de los distintos recursos literarios para asegurar
su valor y perentoriedad para los creyentes.
Como ejemplo de esto ultimo citaremos tan solo "19. Mirad, os he
dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del
enemigo, y nada os podrá hacer daño". Las imágenes son impactantes
para nosotros, pero en realidad el poder del mensaje es asegurado por su
inspirador y no por el inspirado que solo describe los acontecimientos que sucederán
bajo la percepción de realidad religiosa que posee.
El mundo reclama una hermenéutica
clara y adaptada a la realidad presente donde el misticismo debe ser inspirado
en la madurez del bautizado y no en supuestos “mágicos” que solo buscan
impresionar a propis y extraños. La riqueza del Evangelio se observa concreto
en una vida animada o movida por la Gracia cuyos resultados son fuente de paz y
no de miedo o expectativa teatral. Es
pues urgente alinearnos en la expresión madura y responsable del Evangelio entre nosotros.
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