TERCER DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. 2 Reyes capítulo 2 versículos 1-2, 6-14. Salmo
77:1-2,11-20. Gálatas capítulo 5 versículos 1,13-25. Lucas capítulo 9
versículos 51-62.
Lucas a diferencia de
Juan emplea un término menos teológico Asunción (edición Biblia de Jerusalén),
para significar los momentos finales de la vida de Jesús, así inicia su subida
a Jerusalén, recordemos que el drama definitivo de la Cruz se vivirá en esta
ciudad, la más importante para el mundo judío.
Aparecen en escena los samaritanos y su postura hostil frente a los
judíos, debemos recordar que durante la diáspora y eventos similares este
pueblo estuvo del lado de los asirios lo que les valió su enemistad con los
judíos. Para ilustrar sobre el fenómeno de la diáspora. Básicamente fue una
obra de “Reingeniería social” los deportados son adoctrinados dejando solo
quienes producen recursos y bienes para el imperio o potencia invasora. Era una
especie de transculturación o perdida de los valores propios para asumir otros.
El rechazo al plan de Dios puede enceguecer al creyente, al punto de
convertirlo en enemigo de su propia salvación. Lucas busca incorporar un modelo
de vida y trascendencia para los creyentes, y su empresa culminará con la
expectación ante la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
La respuesta plagada de
disculpas o limitaciones es propia, en el autor Lucano, de bautizados sin
profundidad en la vivencia de su Fe, ve aquí como lo hace Juan al mundo
convertido en un obstáculo para el creyente. Lucas ve como el mundo tiene un
plan o proyecto y tal reconocimiento le sirve para motivar al creyente a asumir
el suyo en la perspectiva de la realización de su Fe. Seguir a Cristo solo será
posible luego de establecer una autentica relación de intimidad espiritual que
faculta al bautizado para no permitir que el mundo y sus conceptos de éxito y
promoción lo desanimen o limiten grandemente. La Gracia surge de entre la
realidad humana y sus estructuras contaminadas por el pecado y el rechazo de
Dios. Es pues, un medio precioso para establecer nuestro proyecto de vida
cristiana. Las seguridades terrenas son eso, seguridades que corresponden a
esquemas abordados por la realidad en la que generamos nuestra existencia. La
madurez del bautizado debe llevarle a guardar un justo y vital equilibrio entre
lo que posee en términos económicos y lo que es como persona. La Gracia puede
santificar todos los escenarios de la vida de los cristianos, pero tal acción
necesita de nuestra disposición y docilidad.
Jesús centra su mensaje
no en la proporción material para el sustento de la existencia sino en el
discernimiento sobre la importancia de estos valores. Su incidencia no se mide
en categorías materiales sino en el aprovechamiento de una vida equilibrada y
segura de su Fe y compromiso cristiano… La Providencia de Dios actúa de una
manera insospechada pero solo satisface al bautizado según la proporcionalidad
de sus auténticas necesidades y convicciones. No podemos suponer un “derroche
de recursos” cuando no hay conciencia de su valor y utilidad en nuestro propio “Proyecto
de Vida” La misericordia de Dios nos enseña a vivir de su Providencia, lo que
encarna en nosotros un espíritu Teonomico capaz de reconocer la mano de Dios en
todas las facetas y estadios de madurez de nuestra existencia. Desde esta
perspectiva la responsabilidad de los bautizados con la Iglesia no es solo de
índole económica y no pude ser centrada solo en una “Mayordomía mecánica” de
índole exclusivamente financiera, sino que se debe promover la generación de
recursos por parte de las congregaciones en proyectos de esta naturaleza
dejando al bautizado tanto responsabilidad como compromiso con su “Casa de
Oración” la misión de la Iglesia es en primer lugar la evangelización y esa es
la tarea primordial de los clérigos en
la vida estructural de la Iglesia. El modelo económico y aspiracional del mundo
no cala fuerte en la Iglesia y se lo hace entonces nos podríamos convertir en
comerciantes, una variación aberrada de la “Simonía”. La responsabilidad que
dibuja Lucas es clara, la prioridad es Cristo y lo demás hace parte de esa
opción de vida trascendente. “57. Mientras iban caminando, uno le dijo: Te
seguiré adondequiera que vayas. 58. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas,
y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza. 59. A otro dijo: Sígueme. El respondió: Déjame ir primero a enterrar a
mi padre. 60. Le respondió: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú
vete a anunciar el Reino de Dios. 61. También otro le dijo: Te seguiré, Señor;
pero déjame antes despedirme de los de mi casa. 62. Le dijo Jesús: Nadie que
pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.”
El texto Lucano nos
ofrece suficiente explicación de las respuestas y donde estaban enfocados sus
intereses, esto es, dónde y cómo se desarrolla en la psique del bautizado la
perentoriedad del seguimiento de Cristo. La respuesta de nuestra parte comporta
cierto contenido de radicalidad, pero, aun así, brilla el amor y la
misericordia de Dios que entiende perfectamente los procesos de nuestra
respuesta y como esta llega a su madurez. Como experiencia de Fe el creyente
debe comprender que Dios facilita los medios para su seguimiento, y que no
estamos solos a la hora de nuestra opción fundamental por Cristo. Las
necesidades materiales constituyen uno de los elementos que generan mayor
perturbación en el Bautizado lo que implica que nuestro Proyecto de seguimiento
de Cristo debe poder comprenderlo y diseñar una forma de vida que incluya
calidad, pero por sobre toda posibilidad que sea compatible con el Evangelio…
“Mirar siempre al pasado dice claramente que tenemos temor de vivir nuestro
presente y construir nuestro futuro”.
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