TERCER DOMINGO DE
PASCUA. Hechos de los Apóstoles capítulo 9 versículos 1-6 (7-20). Salmo 30.
Apocalipsis capítulo 5 versículos 11-14. Juan capítulo 21 versículos 1-19.
El libro de los Hechos de
los Apóstoles, nos ofrece en detalle la visión Lucana sobre la revelación de
Jesús a Pablo camino a Damasco, en la que Pablo actúa bajo la autoridad judía y
una de las funciones otorgadas al “sumo sacerdote” al parecer incluía la
extradición de nacionales judíos al menos por asuntos de índole religiosa.
Pablo recibe de parte del Señor una gracia muy especial que terminará sumándole
al número de los apóstoles de Cristo y como el último según sus palabras. Aquí
la realidad se funde con los contenidos recreados para describir el proceso por
el cual inicia la conversión de Pablo, un acontecimiento decisivo para la vida
de la Iglesia primitiva. El Bautismo se convierte en la puerta esencial para
ser parte de los integrantes del “Nuevo Camino” que se distinguen precisamente
por vivir de una forma renovada sus relaciones con el entorno y sus hermanos.
Pablo deberá tomar tiempo para conocerlos y saber cómo se vive esta nueva
opción de Fe que está por asumir, como es su personalidad, de manera radical. Es
la época donde la Fe de la Madre Iglesia está por afirmarse en el panorama internacional, es sin duda, la obra más
grande de Pablo como misionero incansable de Cristo y su Iglesia. Los futuros
conflictos son parte de esa etapa inicial de maduración en la Fe. En Pablo la
presencia del Espíritu Santo por medio de sus dones es el detonante de su
conversión y gráficamente lo describe Lucas. La Gracia es capaz de quitar
cualquier “costra” de los ojos y el alma para que libre ya, el bautizado, reconozca y viva
plenamente el llamado salvífico de Cristo en su Iglesia.
Todo proceso de liberación requiere de nuestra parte y Pablo desarrolló su personal llamado al punto de asumirlo como su única opción de vida. Hoy los bautizados podemos decir sin temor a equivocarnos que “somos más hijos de Pablo que de Abraham en la Fe de la Santa Iglesia”. Este hombre asume la misión de llegar a la humanidad mostrando el camino de los creyentes que fieles a Cristo estamos llamados a ser sus testigos, este compromiso nos reconoce como “hijos de la resurrección” … La huella Lucana se siente en todas las escenas que describe el autor del tercer evangelio, su huella la podemos resumir en una expresión típica de la mentalidad Lucana, la puedes encontrar siguiendo detenidamente el versículo 17 de la presente cita bíblica de este domingo. Aquí vemos que el relato describe de manera encriptada los rudimentos de la doctrina Paulina sobre Cristo el “Soter” o Salvador de la humanidad. Hemos sido testigos de un llamado que para materializarse muestra al ser humano lo inútil y frágil de la seguridad humana, Pablo cae de su propia seguridad para asumir una misión que le hará replantear su propia Fe en el Dios revelado y conocido por su pueblo a lo largo de siglos de vivencias y meditaciones. Pablo esta ante la posibilidad de vivir el llamado de Cristo y sin conocerlo lo acepta valientemente. Pablo es único en su género y sus enseñanzas definen la Iglesia tal y como la conocemos hoy, Pablo fuente de sabiduría que alimentó a los Santos PP. de la Iglesia en su misión, Pablo presente en la Reforma de la Iglesia de Inglaterra y hoy de la Comunión Anglicana, Pablo el tesoro perdido y recuperado, la Dragma, que los PP. del Movimiento de Oxford recuperaron para nuestra propia catolicidad anglicana.
El Salmo 30, es un relato
en el contexto de una acción de gracias, donde la realidad descrita por el
Salmista es sobre todo una interpretación de los acontecimientos que han
marcado su vida. Las imágenes no son descriptivas, pero si nos ubican en la
percepción de su estado de ánimo. La esperanza es el mejor antídoto contra las
tristezas del alma y las inseguridades que los problemas y carencias pueden
generar en nuestras vidas. La oración confiada es el remedio por antonomasia a
este tipo de problemas y patologías de índole espiritual. La vida y solo esta
es la que Adora a Dios su Creador y lo hace con la perfección de sus leyes y
necesidades. Amar a Dios es la meta de todo corazón y porque no de la vida en
todas sus formas…
La cita Joanica del
Apocalipsis es un claro recordatorio de la liturgia celestial y su constante
acción de Adoración al Dios Trinidad, los cuatro seres Vivientes, es la simbología
de Juan para referirse a los evangelistas y el estilo y corte teológico de cada
uno de ellos. Queda para nosotros animar nuestra conciencia sobre la realidad
sobrenatural y la trascendencia de nuestra vida de Fe. Juan tiene conciencia
sobre la necesidad de unir lo que hacemos aquí con nuestras aspiraciones
espirituales, la realidad de nuestra Fe se materializa en cada una de nuestras
vivencias. Miremos detenidamente como estamos viviendo esa condición que
imprime el Bautismo en nosotros. Somos parte de la creación y con ella Adoramos
al Dios vivo lo que implica una actitud de vida y compromiso con ella y
especialmente en su defensa. Si continuamos contaminando como lo hacemos
entonces nuestra oración será limitada por el pecado estructural contra la vida
en todas sus formas.
El Texto del capítulo 21
de Juan, es considerado una añadidura al Texto original o bien por el propio
Juan o uno de sus discípulos. La escena es similar a las anteriores, el asombro
y la expectativa se transforma en alegría y certeza. Los peces que llenan las
redes al mejor estilo alegórico salen de la faena cotidiana de un pescador para
convertirse en figura de la futura misión de la Iglesia y la connotación que
los discípulos reciben del propio Señor como “pescadores de hombres” la
realidad vivida por estos creyentes marca la pauta para nuestra futura
respuesta ante los signos eclesiales que asociamos con el Señor, uno de ellos
es universalmente conocido y fue de los primeros empleados, nos referimos a los
peces, ellos son figura de la Eucaristía como lo es el pan y las uvas. El
simbolismo fue determinante como lenguaje encriptado para la sobrevivencia de
los primeros cristianos y por ende de la Iglesia primitiva. Tal abundancia en
la pesca nos recuerda la multiplicación de los panes donde sus amigos y
seguidores inmediatos pudieron calmar el hambre. La cantidad es arbitraria
puesto que lo relevante es la acción como tal. Un Dios amoroso que cuida de los
suyos facilitando el recurso en cada faena por la vida y el sostenimiento tanto
de ellos como de sus respectivas familias.
Este simbolismo de la red
repleta de peces es lenguaje que nos habla sobre la venida del Reino de Dios
(Sinópticos), como también un signo vivo de la misión de los apóstoles en la
Iglesia. La afirmación Petrina de amor incondicional, aquí contrasta con las
negaciones de las que el Señor fue objeto por parte de Pedro durante la Pasión.
El apóstol terminará declarando su amor y esto último le asegurará una misión
mu particular junto con sus hermanos los apóstoles. Amar a Cristo debe provocar
en nosotros amor y respeto por el otro y de paso nos invita a convertirlo en
objeto de nuestro amor. Juan tiene claro que solo el amor da segundas, y más
oportunidades en la vida del bautizado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario