viernes, 1 de abril de 2022

QUINTO DOMINGO EN CUARESMA.

 

QUINTO DOMINGO EN CUARESMA. Isaías capítulo 43 versículos 16-21. Salmo 126. Filipenses capítulo 3 versículos 4b-14. Juan capítulo 12 versículos 1-8.

 

El profeta Isaías, reconoce observando la historia todos los prodigios que describe la tradición judía, los mismos que Dios empleó para guiarles y antes sacarles de Egipto. La liberación es aún mayor cuando el bautizado confiado en Cristo toma la decisión de caminar en su encuentro y asume un estilo de vida que le convertirá en espectador de maravillas aún más grandes. La historia de Israel es descrita desde su más profunda identidad y memoria religiosa, Israel sabe leer en todos los acontecimientos que como individuos y nación han vivido la presencia de Dios y asumirla en todo su contenido liberador. El pecado retrasa la concepción de una sociedad Teonomica, es decir, que depende de Dios totalmente. La Iglesia asume hoy como pueblo del “nuevo Éxodo”, asumimos nuestro papel evangelizador convirtiéndonos en misioneros de Cristo desde los lugares en los que nos encontramos. Dios puede y de hecho lo hace, nos referimos a modificar desde una conducta humana hasta una condición geográfica y todo ello para bendición de sus hijos adoptivos. El bautizado en su existencia terrena debe procurar ser testigo dinámico de la manifestación amorosa de Dios en su Adorado Hijo y particularmente en la proximidad de la celebración del Santo Triduo Pascual. Estamos pues de frente a una realidad que empapa nuestro ser eclesial y de la cual todos somos vitales como quiera que la Madre Iglesia se manifiesta en la Fe de sus hijos los bautizados. El pasado se actualiza en la vida y compromiso cristiano, más allá de las circunstancias de vida del bautizado.

El Salmo 126, se centra totalmente en el acontecimiento del retorno de los desterrados de Israel a Babilonia (Diáspora) y como este acontecimiento se convierte en figura del advenimiento mesiánico, de cómo la promesa de rescate se materializa en la medida en la que el creyente vive su liberación y retornando a su tierra recupera muchos de los signos y símbolos perdidos entre los asirios. El Señor nos llama y nos da la oportunidad de retornar hacia su amor inefable, somos ciudadanos del cielo apunta Pablo en su carta a los Filipenses y esa ciudadanía se inicia aquí en la tierra. Los cautivos retornan a su tierra y las lágrimas literalmente son cambiadas por cantos de júbilo…

Pablo en su Carta a los Filipenses, deja en claro su linaje y lo que esto pesa en su opción por Cristo, miremos el Texto Sagrado de Tradición “4. aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo. 5. Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; 6. En cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable”. Pablo en su conversión acude a sus antepasados para ratificar su celo y entrega por la causa que considera la mejor, nos referimos al Evangelio de Cristo. La Ley Mosaica es llena de vida gracias a Cristo y la opción no es la justicia por las obras, es toda una forma de ser y vivir en Cristo. El símil de la competencia recuerda las justas deportivas tan de moda aquella época en la cultura clásica y que sin duda el Apóstol pudo presenciar.

La carrera que se vive para alcanzar a Cristo es el mayor de los premios, en este caso puntual, para los bautizados, el compromiso de los bautizados es grande y necesita de la Gracia para concretarlo y hacerlo un hábito de vida, el premio es la vida eterna, algo que en el presente no se predica con la intensidad necesaria, hemos convertido a Cristo en un hacedor de milagros y no en el amoroso Redentor que lo entregó todo por nosotros. Pablo evoca su pasado para dejar sólidamente edificado su presente espiritual. La oferta de salvación de Cristo es universal y no importan los antecedentes del ser humano cuando este decide caminar en su búsqueda. La perfección de nuestra Fe solo es posible bajo el cuidado bondadoso de Dios Espíritu Santo quien lleva a total conocimiento de la Creación la acción redentora del Hijo de Dios como indicábamos antes. Luchemos denodadamente por conservar la Gracia bautismal y alimentémosla para que creciendo más y más nos configuremos con el Señor corriendo literalmente la carrera que nos llevará a sus brazos.

El Texto Joanico, narra el acontecimiento de la unción al Señor por parte de María la hermana de Lázaro y como el sentido de intimidad con esta familia le permite al Señor anunciar su muerte (justo una semana antes) las señales son complejas pero muestran la intención del Texto al exaltar a quien será condenado a morir en una cruz   nos ofrece una posibilidad maravillosa en perspectiva de conocer y reflexionar entre otras cosas sobre la auténtica mayordomía cristiana, Juan enfatiza que la “Bolsa” era manejada por Judas que pasado el tiempo de esta reflexión se le conocería  como “amigo de lo ajeno” si vemos aquí una figura de lo que sería una mayordomía negativa en una congregación, también podemos decir que es posible superar estas dificultades formando a nuestros feligreses en la vivencia de una autentica y constructiva mayordomía integral que respeta y es diligente con el dinero pero también con los talentos y carismas de los bautizados. La unción por parte de aquella mujer es ingrediente en potencia de su ritual de sepultura, pues es visto de esta forma por Juan solo que en el texto citado Jesús asume su condición divina conocedora del desenlace final. Una unción cargada de emotividad y reforzada por los vínculos de la auténtica amistad, aquella expresión de amor que nos incorpora al otro y su realidad como sin duda aconteció con aquella familia. Se unge en vida al Señor porque la muerte no tendrá dominio alguno sobre el Redentor del mundo. La Justicia que brota de su misericordia será derramada sobre nosotros como aquel perfume sobre sus santísimos pies. Solo a la mesa eran invitados los amigos y familiares quienes disfrutaban de una unción similar que superaba el “baño ritual” de los pies para los caminantes agotados por la faena.

Aquel gesto es puramente expresión de amor solidario con el que llega a nuestras vidas sin importar la condición y más tratándose del propio Cristo. Nuestro mayor tributo al Dios vivo es precisamente vivir como hijos de la vida superando comportamientos propios de quienes deambulan por la vida sin siquiera saber cuál es el objeto de su existencia. La muerte no tiene dominio sobre el bautizado, Cristo nos ungió con su Adorada Sangre. Vivamos pues bajo la luz y guía de su amor redentor, derramando Gracia y vida sobre nosotros y los que amamos.  Viva Cristo Rey.

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