DÚO-DÉCIMO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año A. Propio 24. Éxodo capítulo 33 versículos 12-23.
Salmo 99. 1 tesalonicenses capítulo 1 versículos 1-10. Mateo capítulo 22
versículos 15-22.
El Texto que propone la
Liturgia de la Palabra sobre el Éxodo es sin duda uno de los textos más bellos
en su simpleza. En la forma como describe el autor sagrado la manifestación
personal de Dios con quien le busca sinceramente. Es también un entronque perfecto
entre las tradiciones Yavista y Deuteronomista que enriquecen con su
cosmovisión la escena. Ver a Dios es imposible, esta alusión es parte de la
tradición judía que reconocía la imposibilidad para un simple mortal de ver la
Majestad del Todopoderoso, pero aun así de forma atrevida si se quiere Moisés
insiste en tamaña pretensión. Ver a Dios implica para el bautizado un
cambio radical de todos los conceptos y formas de vida posibles como la praxis
perfecta de su destino. No es posible siquiera el pretender antropizar esta
afirmación pentateuca. La Liturgia del A.T. nos recuerda que ni
siquiera los ángeles, querubines y serafines podían ver el “Rostro” de Dios
(aquí alusión a su Naturaleza Divina) para nuestra meditación citamos a (Isaías
capítulo 6 versículo 2). No es de extrañarnos que en la escena de la
Transfiguración del Señor aparezcan Moisés y Elías con experiencias místicas
similares y de gran profundidad espiritual. Dios se revela como amigo y su
contenido es maravilloso porque es un amigo que nunca fallará a pesar de las
dudas y temores que nos hacen construir todo tipo de ídolos que buscan
suplantar al Dios vivo.
Seguir a Dios es
tremenda empresa para los bautizados, conocer su Nombre implica vivir
verdaderamente para Dios y su plan salvífico, no es solo una declaración de Fe
y Moisés lo sabe por eso insiste en “hallar gracia a sus ojos” que
es en su contexto encontrar el sosiego que solo brinda la Fe cuando se alimenta
de la Gracia de Dios que directamente se revela en la vida y obra del creyente.
Es estar dispuestos una vez más a convertirnos en receptáculo para su presencia,
la misma que sellamos en el santo Bautismo. Moisés se cubre la cara es una
forma de mostrar la Gracia que, aunque no vemos la experimentamos y en este
personaje lo más importante es continuar con vida por la Misericordia de Dios.
En Moisés como en cada uno de nosotros el corazón se convierte en nuestros
ojos. El temor es necesario, pero quien ama lo trasforma en humildad y entrega
radical. Moisés lleno de temor que es lo mismo que decir lleno de amor.
Pablo nos
presenta una Iglesia que se fortalece por medio de sus cualidades, las mismas
que son altamente potenciadas por el Espíritu Santo en la oración y testimonio
de los cristianos. Sin duda no es fácil vivir el Evangelio, pero el creyente es
ampliamente fortalecido para enfrentar en lo cotidiano las dificultades que a
la postre forman nuestro carácter y nos preparan para la lucha del día a día.
La Madre de los bautizados es tenaz, llena de Esperanza y persuasiva, son los
valores del Espíritu de Dios manifestándose en ella y en toda su
ministerialidad. Es una muestra de la nueva economía de salvación a la que
llegamos por medio del Bautismo y en la que construimos tanto nuestra Fe como
nuestra existencia de índole social y cultural como quien dice, que por nuestro
medio la Gracia se manifiesta en todo cuanto emprendemos. La Palabra
está presente y es nuestro reto difundirla y encarnarla y mostrarla viva al
mundo o entorno somático donde edificamos y hacemos historia de salvación.
Su Cristología insiste de forma denodada en la segunda venida o retorno del
Salvador. Una venida que puede ser inminente o postergada según las actuaciones
de los bautizados que marcaran la pauta para clamar por el regreso del Hijo de
Dios. Pablo mismo no tiene presente el desenlace, pero aquí habla como un ser
humano de una profunda Fe y experiencia con Cristo.
La enseñanza Mateana,
nos presenta la hostilidad de un lado ejercida por las autoridades religiosas
de Israel y por otro lado los “herodianos” que eran una especie de policía
secreta que estaba a favor de Herodes, y su trabajo básicamente consistía en
denunciar a quienes se oponían a su gobierno. El propósito es claro buscar la
forma de hacerle caer para poder levantarle un proceso en su contra. Es
interesante como el Impuesto da pie para afirmar la soberanía de Dios que no
depende del poder civil que el Estado ejerza. Jesús acude a la
afirmación del dinero como instrumento de dominio y esclavitud porque no se
trata solo de cadenas también de actitudes, prioridades y valores en la
existencia del cristiano que muchas veces se rinde a sus pies. Estamos
llamados a reconocer otras riquezas que son vitales en nuestra existencia, a
potenciar los valores y habilidades que el Señor nos ha concedido tener y
disfrutar. La vida como tal necesita de nuestras acciones positivas, de nuestro
crecimiento integral, este será el tributo que presentaremos a Dios una vez nos
llame ante su presencia.
El mayor tributo a Cristo
se expresa en un corazón libre de tantos apegos y con el suficiente espacio
para tenerle y nunca dejarle, por nada, por absolutamente nada. El Amor de Dios
se manifestó en su Adorado Hijo y ese precio significó la Cruz, somos hijos de
la Cruz y receptáculos de su preciosísima Sangre. El Tributo es signo
de poder terrenal ya que solo pagamos a quien reconocemos posee la autoridad,
pero a Dios le pertenece todo, y aquellos que abusan del poder rendirán cuentas
en su presencia. Somos pues hijos de Dios y como tal nuestro tributo
se llama amor. Nosotros debemos acatar el orden institucional pero nunca asumir
la injusticia y la corrupción que ofende al Dios y Señor dueño de todo. Somos
testimonio vivo en el mundo y en las relaciones que edificamos sobre la
primicia del señorío de Dios en nuestras vidas y en la sociedad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario