miércoles, 14 de octubre de 2020

CARTA MEDITADA. POST CRISTIANISMO, CARACTERÍSTICAS INCONFUNDIBLES EN EL PRESENTE TIEMPO.

 

CARTA MEDITADA.

POST CRISTIANISMO, CARACTERÍSTICAS INCONFUNDIBLES EN EL PRESENTE TIEMPO.

 

Apreciado hermano lector, brevemente comparto esta reflexión personal que no deberá tomarte más de 15 minutos de tu valioso tiempo.

 

“La Iglesia está naciendo en un parto dramático de gozo y de dolor inmensos, así como también el nacimiento del cosmos es un drama gozoso y doloroso. Evidentemente también la antropología, que exige una nueva definición de la naturaleza humana y se exige una nueva concepción del sufrimiento y de la muerte, porque en su Pasión y en su Cruz, el Señor no solo asumió el sufrimiento de la historia sino también el sufrimiento cósmico”. John F. Haught. Teólogo y astrónomo estadounidense.  

 

El presente siglo brilla por su sentido exacerbado de individualismo y autosuficiencia lo que sin duda alguna genera un encuentro desde el Yo pleno y sin necesidad del nosotros. La realidad creada desde tal perspectiva nos plantea una pregunta que el propio Señor se hizo hace ya muchos siglos: "8. Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?" www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/lucas/18/ este interrogante parece quedarse en el tiempo, pero en realidad se actualiza constantemente con la respuesta del creyente y su forma de vivir y explicitar la Fe. Realmente el flujo de eventos y sobre todo el cambio de mentalidad supone que tal afirmación hoy está más viva que nunca y se puede evidenciar en la vivencia de nuestra condición cristiana, Jesús piensa en su gente y nosotros hoy podemos decir con el Señor ¿será posible ver seres humanos esperando la salvación? Este interrogante existencialmente conectado con la praxis cristiana nos introduce en un entorno donde la duda no es el centro de su ser vital sino el des-creer formalmente hablando. Una manera de inmolar los conceptos al “dios” de la desidia y la pereza espiritual. Aquí es factible observar como el Ethos multicultural absorbe del medio tendencias cada día más antropizadas que desconocen la realidad trascendente de la condición humana, todo lo anterior le resta todo el valor a la vida, el sufrimiento, la felicidad y convirtió estas manifestaciones de humanidad en el blanco de toda objetivación racional posible. Hoy no tiene sentido el sufrimiento y tampoco la alegría sino es la mía que anule esa condición chocante del bienestar de otros y no propio.  

Los temas de interés en otras épocas como el juicio final, el pecado, el mal, la riqueza y la pobreza, generaron una serie continua de polémicas al interior de la vida y conciencia de los bautizados. Este tipo de contenidos polémicos que enfrentaron tanto doctrina como ideas personales de los creyentes durante tantos años deterioraron la percepción de vida y obra en las sociedades mayoritariamente cristianas. El conflicto en los distintos conceptos preparó el camino para la dicotomía tacita entre la reflexión en el ámbito de una cultura religiosa a otra absolutamente secular. El llamado humanismo secular con toda su praxis dialéctica que se afirma en la propia y personal interpretación del fenómeno religioso y todo ello solo reconoce una fuente y nos referimos a la natural. El asombro ante la obra y sobre todo ante su Creador hace que la relación con la naturaleza sea utilitarista y depredadora. Una sociedad que no ve la conexión con lo sagrado. Cuya interpretación del fenómeno es solo epistemológica. Desde esta postura la Gracia se pierde como iniciadora de todo proceso de transformación y deificación del ser humano. El componente intrínseco de la naturaleza humana se ha venido a convertir en la razón de ser de la vida como la conocemos. La connotación espiritual y la interioridad como viaje a lo más profundo de nuestro ser está siendo abandonada por la praxis de una reflexión tan humana como natural solamente. El mañana solo es visto desde la cifra que nos ofrece la economía y las relaciones con la productividad, el contacto y relación vital con el otro cada día es más reservado a escenarios y espacios dominados por intereses personales o productivos. La misma sociedad donde se mueve el creyente hoy según su tamaño se distancia de cada realidad. Lo anterior se resume afirmando que mientras más sofisticada es la vida del ser humano más lejos se muestra de su origen y contenido espiritual. En las llamadas relaciones “open mind”. Los involucrados no se preocupan por el compromiso, solo desean vivir el ahora. Es una “unión” relajada y sin ataduras en la que se reúnen cuando pueden, sin presiones ni reclamos. Ambos pueden contar con otros compañeros sin temor alguno. Dan espacio y esperan recibirlo. Esto puede cambiar si alguna de las partes termina enamorándose, lo que es una decepción para el implicado que quiere continuar bajo los mismos parámetros. Este concepto emocional de libertad absoluta ante convencionalismos morales e incluso religiosos se está llevando a la vivencia de la Fe y escuchamos personas que sin profundidad alguna afirman aceptar cualquier iniciativa de índole religiosa si está para ellas. Bajo tal idea o referencia de acción es imposible afirmar una identidad y por ende un viaje seguro a nuestra propia intimidad espiritual.

 

“La pandemia en el presente nos mostró cómo los poderes, y me refiero, a la vida y la economía se enfrentaron y como la economía ganó esta batalla en el mundo, como la economía reclamó las manos y mentes de cada hombre y mujer para hacer de la fortuna la razón de la vida y la muerte” …  Pbro. Diego Sabogal.

 

La aceptación de todo orden implica asimilar sus normas y tendencias, lo anterior nos permite apreciar como en el plano de las relaciones humanas esta categoría de indiferentismo desfigura la relación con ese Dios personal de quien esperamos recibir la salvación. Aquí la necesidad espiritual se camufla con la inmadurez para asumir una realidad que hay en nosotros, nos referimos a la espiritualidad o interioridad. El crecimiento de la persona redimida se adelanta en cada momento de su existencia y la manera como esta evalúa su realidad a partir de la inclusión segura de la Gracia. Las formas de articular el pensamiento moderno pueden derivar en una especie de ateismo tácito en cuanto a lo que se espera de la reflexión religiosa y como aterrizarla en el imaginario de los compromisos necesarios para vivir la Fe en el Dios revelado. La sociedad que se mueve en los escenarios conocidos por todos no necesariamente transita en el ámbito de los valores trascendentes de la existencia que esta dice abiertamente defender. La conclusión salta a la vista, la realidad percibida solo desde el amaño de las concepciones personales debe ser enfocadas gravitalmente en orden al mensaje de Cristo y su esperanza segura.

Estamos inmersos en un mundo que reclama los derechos de autoría de la condición humana y como esta puede o pudiera afectar la idea de una realidad que supera la sola exposición material de la vida. La connotación sobre tales afirmaciones debemos distinguirla de las acciones por la vida en orden a la Gracia y su construcción de la realidad humana redimida en la historia, la dinámica perceptiva de los sucesos del “estar vivos” demanda una interacción acertada con la experiencia del bautizado que muestra en su inmanencia la presencia de Dios que no es limitante alguno sino el amoroso Dios que llama a su plenitud. Hoy debemos romper con el autismo formal (percepción social) que se manifiesta en la construcción antropizada de nuestro entorno. El hombre post-cristiano no espera ser salvo, supone que su vida solo puede tener una connotación material y ve las afirmaciones sobre la vida escatológica como una realidad por fuera o en la periferia de su propio pensamiento. No es de extrañarnos que la dialéctica de la vida solo en sentido biológico-orgánico sea tan fuerte en el presente y que la interpretación de las realidades espirituales tenga por escenario el mismo mundo como entorno somático desconociendo literalmente la connotación sobrenatural de la existencia humana. Un referente que supera las postraciones de una entidad biológica como es considerada la vida racional. La historia es clara y sus postulados fueron vividos en potencia por todos y cada uno de los seres humanos y quienes no hemos estado en determinado pasado hemos sido constituidos en solidarios con aquellos de otras épocas. Tal solidaridad nos hace responsables del presente y del porvenir. La lógica de toda expresión de la Gracia es la salvación y con ella la posibilidad real de esperar por nuestro Dios en el tiempo y en el espacio de la vida racional, amable, emotiva y trascendente de la humanidad. Desde la realidad de los bautizados en Cristo hemos renunciado a la letra por sobre el espíritu. Nuestra opción es una enmarcada hermenéutica y su Epiqueya. Ante la propuesta del post-cristianismo, la letra de la ley y su consecutivo énfasis cae de si por la ausencia de la Gracia transformadora, y este fundamento hermenéutico es una mirada al hoy de nuestra historia con sus implicancias. La cultura de la vida no puede ser indiferente a la necesidad de la fidelidad al Evangelio de Cristo.

En algunos sectores del colectivo el cristianismo parece haber agotado sus aportes a la vida de la humanidad. A la existencia supra biológica que dicta una realidad más que material. Una determinada comprensión cualitativa del mundo y sus décadas, el refugio de lo material y tecnológico hace posible caminar en la real posibilidad de dominio humano para muchos de los bautizados. Incluso en algunos sectores de nuestra Fe anglicana la religión se convirtió en solo eso religión con una militancia social fuerte y no como respuesta a la oferta salvífica de Dios en su Iglesia. Este último concepto lo sometemos a la constante idea de cambios y más cambios sin resultados reales y constatables desde la perspectiva del mundo y su intríngulis. Queremos que esta sea invisible y que no limite la moralidad del funcionario que se dice creyente y se presta para el fenómeno de la corrupción y el clérigo que solo busca incrementar sus ingresos y estatus. Estamos pues, al servicio de una tendencia que destruye las bases de la interioridad por ver en esta un enemigo. Hoy somos más y más funcionalistas y la moral singular invade nuestro actuar, es decir, solo cuenta cuando realmente se convierte en un beneficio directo. La postura moral no puede ser convertida en la excusa apropiada para librarnos del embate de la conciencia personal del bautizado. Aquí la moral fragmentada opera directamente en los escenarios donde nos movemos tanto emocional como económicamente. La connotación de pecado como estructura fue “lavado” por la ley que dicta normas aun complejas y muchas reamente injustas. La legalidad es una apreciación legalista de los eventos enfrentados a esta. La lucha por los Derechos de todos implica una visión amplia del fenómeno social y sus connotaciones. Ahora muchos se refugian en el pecado estructural de todos, especialmente en las entidades y estados.

La Axiología como tal no es precisamente la más clara de todas las expresiones de valores y virtudes. La construcción de tales afirmaciones y sus ideales materializados, me refiero a los valores que pasan hoy por una notoria perdida de esencia. El Evangelio se presenta desde siempre como la mayor “fabrica” de valores para el creyente. El mensaje de Cristo debe retornar con toda la potencia de la personalización del hombre para el hombre en donde este se encuentra, es decir, el testimonio habla más que cualquier programa por grande que este sea. Aquí el fenómeno de la evangelización choca posiblemente con los medios para adelantarla y con lo que realmente buscamos tener de ella y su puesta en marcha.  Solo para recordar que el ministerio en la Madre Iglesia es de índole universal y naturaleza sobrenatural. Los presupuestos y conceptos unidos a la expresión de la doctrina de la Iglesia es una barrera fundamental en la edificación que pretenden hacer aquellos en la construcción de un entorno que se dice creyente, pero en realidad solo buscan una apreciación general y no navegar por las aguas de la experiencia de los bautizados en el ámbito de la Iglesia. Precisamente el post-cristianismo es enemigo de toda institución eclesial y con mayor razón de las históricas (romanos, griegos y anglicanos). La evangelización bajo los signos empleados antes debe ser tenida en cuenta bajo una posibilidad de encuentro distinta. Evangelizar la realidad de la persona y no buscar un cambio tan solo personal como respuesta al mundo.

 El paradigma griego de pensamiento nos ha condicionado a pensar que la eternidad espacial, estática era lo perfecto y lo temporal lo imperfecto. Para el paradigma bíblico lo perfecto es lo vital, que es dinamismo. Ese mismo paradigma nos había inducido a pensar el alma como una realidad inmortal encarnada en el cuerpo, mientras que la ciencia actual nos dice que lo que llamamos alma es creada por Dios en el proceso evolutivo. Igualmente, hoy somos conscientes que el cielo y el infierno no son realidades espaciales situadas arriba y abajo, y que tampoco es el espacio el que determina la realidad sino el tiempo. A todo esto, se agrega que la explicación de la doctrina cristiana se ha hecho con base en la metafísica cosmológica estática, mientras que hoy se nos presenta una metafísica temporal del futuro y dinámica. Desde esta consideración el contenido cristiano debe aterrizar en la praxis de una total y totalizante existencia que ocupe primordialmente la realidad creada por el ser humano y la realidad de lo sobrenatural enunciada por el propio Señor, es pues realmente urgente ante el llamado y la formación y del propio Cristo cuando delante de Pilato afirmó: “mi Reino no es de este mundo”. (Juan capítulo 18 versiculo 36). Esta dinámica de la revelación nos dice intuitivamente que la condición del creyente debe ser afirmada en los presupuestos salvíficos de Cristo que son por definición y naturaleza “inagotables”. El tiempo y la historia son parte importante de la explicitación existencial de los seres humanos y los creyentes vemos en sus manifestaciones parte de la Voluntad de Dios que sabiamente articuló la creación y todo cuanto hay en ella.

La materialización de la esperanza en la vida y obra de los bautizados lucha tenazmente contra el post-cristianismo que pretende haber agotado la razón de ser de la lucha por la vida y su promoción desde el Evangelio de Cristo. El post-modernismo quiere ver los hechos y luego la doctrina de estos. Desde el punto de vista de la escolástica ese énfasis estaba en considerar la persona de Jesús en su facticidad terrena y humana, contra la imagen de Cristo cósmica y universal de la era patrística. Se acentuaba lo “positivo” de la jerarquía eclesiástica. “El mundo en el que ha tomado lugar la encarnación es verdaderamente mundo mundano: no una sombra o copia simbólica de un mundo universal más alto, espiritual e ideal”. Así que la escolástica intentó clarificar la tensión no resuelta entre Dios y el mundo, pasando de Platón a Aristóteles. Esto significaba reemplazar el esquema de participación por el esquema de efecto a causa. En lugar de la gran cadena del ser platónico, surge ahora el cosmos cerrado en sí mismo y en el cual cada cosa individual posee su valor y su dignidad. El peligro de esta posición es terminar en un sistema inmanente y puramente filosófico. El énfasis en el fundamento natural tiene el peligro de dividir al ser en dos mundos que no se comunican: una zona natural y otra sobrenatural. Pero también hay peligro de creer que todo es naturalmente bueno estableciendo un principio de moralidad y eticidad tan amplio que no hay forma de acortar distancias entre la realidad vivida y la percibida, esto último para mi es consecuencia de una tendencia de ver natural todo e incluso lo que claramente es trascendente quitándole su contenido espiritual. El hombre, en nuestro siglo, se presenta como un ser histórico y como parte de la historia cósmica, es decir, somos parte de un proceso histórico cósmico y vivimos al ritmo cósmico, al ritmo de los astros, en comunión con el universo. Todos los interrogantes sobre el cosmos confluyen en el ser humano, en él se explican el Big Bang, la evolución cósmica o cosmogénesis, según Teilhard de Chardin, la radiación cósmica de fondo, la sopa cósmica de quarks, las galaxias, los asteroides, meteoritos y cometas, el sol y todas las estrellas. El hombre hace parte del drama del mar y las estrellas, pues la cosmogénesis como la antropogénesis son un drama histórico. Hoy se relaciona un principio que dio origen a la realidad material que contemplamos y el discurso se queda corto al relacionar solamente los elementos estructurales y estos desprovistos de una finalidad absolutamente sublime (paisaje intelectivo antropizado). En este rango entra favorablemente la connotación de la historia de la humanidad que ve como la sucesión de los tiempos no altera su idea mental de cambio y evolución.

El hoy de nuestra historia nos presenta una dinámica bien interesante y en muchos de sus juicios perdida tan solamente en sus divagaciones intelectuales. Ser hoy episcopal es afirmar contundentemente la necesidad salvífica de la historia bajo el influjo de la Gracia y sus arquetipos bien conocidos por todos. Los discursos absolutistas se están quedando en desuso, no se trata de imponer una idea sino de relacionarla vitalmente con la promoción y acontecer de la vida humana y la naturaleza en nosotros y nosotros en ella.  La realización de nuestra Fe tanto personal como colectiva en la Iglesia supone una concepción madura del mundo y sus ingredientes como en una receta de miles de millones de años. No podemos quitarle hoy la connotación finita a la existencia de los elementos no sea que estos reclamen una eternidad material ya cansada por el hombre moderno.

El acontecer salvífico no se pierde en la conciencia dominante de la humanidad, sino que se explicita en la necesidad perenne de actualidad que solo Dios nos ofrece. Un mapeo histórico que no puede estar a merced de los vientos de cambio finitos de la sociedad que los reclama como su derecho y que desea vivirlos con autoridad finita, es decir, nada perdura y menos por las estructuras de pecado que desgastaron la exposición de sus contenidos. Un post-cristianismo que podemos derrotar, pero solo si Dios es el centro no del derrotero social sino de los corazones que ascienden en su búsqueda (espiritualidad Agustiniana). Un corazón que amorosamente lo busca transformará su ser actuante y reflexivo en las categorías de la Gracia. Una historia de salvación para tiempos modernos y tormentosos donde la libertad es la primera en ser paradójicamente enajenada por todo aquello que considera autentica expresión de su ser identitativo, razón tenía Sartre cuando habla de la libertad como una condena al mejor estilo dramático de Heidegger, la náusea de Sartre es su paradigma nuevo y distinto frente al mundo que se cansó de ser libre. Asistimos a la espiritualización y ascensión de lo efímero y narcisista del medio o entorno somático. La revisión de la vida como plataforma de la Gracia en la historia debe ser asumida por los bautizados que están llamados a recuperar el protagonismo de su axiología y gnoseología donde Dios se revela como Creador y nosotros como los interpretes comprometidos de su obra. Una metafísica estática como legado de la cultura clásica (especialmente los griegos) debe ser superada por una connotación viva y dinámica de los presupuestos históricos de la humanidad y donde la Gracia de Dios aparece inserta en los triunfos de la humanidad y la vida en todas sus formas. “No es posible suponer la salvación sin saber de dónde nos viene, los post-cristianos no esperan ya ese regalo maravilloso, lo consideran un derecho por el mero acontecimiento de existir liberándose de la carga que implica la conciencia y moral de los bautizados y la respuesta positiva integral ante la gratuidad que supone la bella oferta salvífica de Dios”.

 Hoy reclamamos una metafísica viva y en constante movimiento del ser hacia la realidad construida y constituida a partir de la percepción de sus contenidos bajo la guía de Dios que en la Fe de los bautizados entra en la realidad del universo creado. La paradoja del siglo XXI la encontramos en sus intentos por aclamar el absolutismo de sus ideas seculares por sobre las que consideraban absolutistas y religiosas, aquí la dialéctica se confunde al suponer que una postura si es positiva y la otra explicitada de la misma manera no lo es. El ser eclesial necesita por extensión el ser material de cada uno de los bautizados en la creación de testimonios vivos y auténticos en el mundo y sus relaciones. Mostrarnos en el mundo dominado por el absolutismo materialista es imperativo de la acción de la Gracia en la conciencia de cada uno de los bautizados. Un Evangelio materializado por Cristo en nosotros y nosotros en Cristo puede mostrar la actualidad testimonial de cuanto es anunciado y creído al punto debe ser llevado a la sana praxis de los bautizados. Nuestra locuacidad no puede quedar corta en el mundo y sus relaciones salvíficas. La salvación no puede verse como un producto terminado que establezca una especie desviada de existencialismo y nadaísmo (Filosofia latinoamericana reconocida cuyo origen es colombiano). La expresión viva de la Fe del bautizado establece un principio de constatación importante en el mundo, este fundamento testimonial motiva grandemente la vivencia de la praxis cristiana en el mundo y sus relaciones.

La historia se ofrece así misma como un producto terminado de triunfos y fracasos de derrotas y alegrías, pero también de muchas lagrimas, así paulatinamente toma forma nuestra respuesta y postura ante el mundo y su intríngulis. La constatación vital de las relaciones entre los seres humanos deja una estela de triunfo y fracaso sea la dinámica establecida y como está siendo permeada por la historia de salvación, o son solo esfuerzos antropocéntricos. Aquí bien podríamos decir sin temor a la equivocación, que nuestros esfuerzos cuando están desprovistos de la Gracia son meros esfuerzos atropo-centrados, porque buscamos de una u otra forma hacer de la experiencia humana el arquetipo fundamental de la interpretación de los eventos y su fenómeno constatable.  No se tarta de ser el centro de la reflexión sino de reflexionar desde cualquier punto en el que nosotros abordemos la cuestión sin descartar obviamente la centralidad y periferia de los conceptos determinados.  El post-cristianismo se ubica dialécticamente en el centro y periferia de la realidad y condición humana, desde los intelectuales hasta los no formados académicamente porque es la noción de Dios en sus vidas y esto último no puede ser fácilmente apostado a un determinado nivel cultural o social. “La pandemia en el presente nos mostró cómo los poderes, y me refiero, a la vida y la economía se enfrentaron y como la economía ganó esta batalla en el mundo, como la economía reclamó las manos y mentes de cada hombre y mujer para hacer de la fortuna la razón de la vida y la muerte” …  

 

 

 

 

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