REFLEXIÓN
TEOLÓGICA SOBRE EL PRÓLOGO DE SAN JUAN. EN EL CONTEXTO CRÍTICO DEL MES DE LA
BIBLIA.
“Pero ¿qué valor tiene el
sonido de las palabras: ¿En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
con Dios, y la Palabra era Dios? También yo he pronunciado palabras al hablar.
¿Era como éstas la Palabra que estaba con Dios? Las palabras que yo he dicho,
¿no han desaparecido después de haberlas pronunciado? ¿Luego la Palabra de Dios
habrá desaparecido también, tras haberse oído? ¿Cómo se hizo todo mediante
ella, y sin ella nada se hizo? ¿Cómo se rige mediante ella lo que mediante ella
fue creado, si sonó y pasó? ¿Qué clase de palabra, pues, es esta que se
pronuncia y no pasa? Atienda vuestra caridad; se trata de algo importante.”
Amonestación del Hiponense sobre el Prólogo de Juan, a manera de introducción a
su tratado (Tratactus et Foedus). La presente reflexión de índole
teológica la seguiremos en la perspectiva del latín como idioma base y del
castellano como su traducción terminológica. El Prólogo como cumbre de la
teología Joanica busca esclarecer el impacto dialéctico de la superación del
mito para transformar la realidad de la naciente Iglesia y con ello las
implicaciones de lugar. La Palabra en la perspectiva idiomática expresa el
pensamiento en categorías cognoscibles, es decir, por medio de las palabras construimos
un lenguaje que todos pueden comprender y de paso ratificar el ser comunicación
explicita en las categorías de nuestra propia y misma riqueza de percepción (2).
La Palabra (recurso idiomático)
(3) se crea en orden a nuestro lenguaje como un sonido o golpe de voz que articulamos
en la garganta, ese sonido se disipa al salir de nosotros y solo queda el
recuerdo voluntario de lo expresado, mientras que la Palabra como (Verbo y Logos)
brota del intelecto mismo de Dios, es decir, como una acción de su Voluntad
amorosa. Esa es la Palabra Santísima de la que nos habla el Apóstol y
evangelista. La Palabra que procede de la mente de Dios y es Dios (Segunda
Persona de la SS. Trinidad) como lo expresaría Tomás de Aquino: Dios no da cosa
distinta que Dios mismo, es decir, su comunicación amorosa solo se distingue en
cuanto a la personalidad de la Persona Divina, del Engendrado antes de todos
los siglos. Es un acto Volitivo porque emana de su Voluntad Divina. Esa
palabra la refiere Agustín de Hipona y sabe que no pasa por ser la expresión
calificativa de Dios entre nosotros (4). El Verbo no sólo explicita la
cualidad de la oración o frase, sino que articula el ser que se expresa bajo
las categorías a las que recurre. Cristo mismo conjuga tanto la Palabra como
expresión de la Voluntad de Dios como el Verbo en ordena su Santísima
procedencia no sobre su origen sino del que le engendra antes de todo tiempo.
La Palabra de Dios, su Verbo es preexistente. La Palabra que proclamamos en la
Eucaristía no es otra que la expresión en categorías cognoscibles del ser
humano que su acción refleja la realidad de Dios que se comunica o revela. El
verbo en nuestro idioma nos dice que hace, piensa u obra una persona y lo mismo
acontece con la revelación ya que su presencia segura el comunicar la Voluntad
salvífica de Dios. El verbo expresa la acción de la persona y en orden a la misericordia
de Dios revela su amor encarnado como última Palabra a la humanidad (5).
Recordemos que
históricamente la época de Jesús se ve fuertemente influenciada por el
pensamiento helénico, escuelas como la epicúrea, estoica y escéptica, moldean
el pensamiento en su momento. En sintonía Heráclito define el Logos como la
razón universal, como una ley cósmica que lo gobierna todo. Que en su poder
mantiene todas las cosas unidas entre sí.
El Logos visto de esta manera es una expresión Panteísta. Desde esta
postura “dios es todo y todo es dios”. (6) Este pensamiento sobrevive
particularmente entre los hinduistas. En Occidente la llamada “nueva era”
sostiene también este principio al suponer que Dios está en nosotros con una
presencia Identidad distinta a las huellas de su obra creadora (Vestigia). Gracias
a la presencia de los gnósticos el evangelista Juan nos ofrece la ratificación
de la verdadera humanidad del Señor, que es el cometido fundamental de su
prólogo. Una humanidad que en todo es como la de cualquier persona humana,
pero con la presencia de la Hipostasis entre las naturalezas Divina y la Humana
y la Persona Divina que se une al alma racional de Jesús (7).
ESPAÑOL
LATÍN
TEOLOGÍA
En el principio
existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio
con Dios.
In principio erat
Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum.
Et erat in
principio apud Deum.
Juan establece la sana
distinción en cuanto al significado de “principio” o Arché (8) recordemos que
se puede interpretar en sentido temporal cuando nos referimos a una acción u
obra determinada, y en orden a la eternidad cuyo calificativo solo corresponde
a Dios. El estar con Dios supone la misma naturaleza puesto que no habla de una
compañía sino de una realidad Identitativa. Era Dios en cuanto al movimiento de
su presencia entre nosotros, es decir, el Verbo vive un eterno retorno al Padre
que se ama y se piensa por siempre. La Palabra expresa la Voluntad de Dios, no
como subordinada sino como Dios mismo. En una clara Procesión de su Voluntad Santísima. Es pues el principio de las relaciones
Trinitarias el Arjé, Causa Primera de la creación que corresponde a la
Palabra o Verbo (Jesucristo). Es la fuente de la obra amorosa de Dios Creador.
Por otro lado, es importante manifestar que la concepción de la Palabra de Dios
no es exclusiva del (N.T) ya en el (A.T) hay nociones de su significación claro
está no de ser Persona Divina, para muestra solo un botón (Proverbios capítulo
8 versículo 22) y en la misma escuela (Sabiduría capítulo 7 versículo 22). Es el Verbo del Padre quien comunica su
misión, así lo entiende Juan cuando apunta toda su Soteriología a la
manifestación del Señor como el Cordero Pascual aquel que quita los pecados del
mundo. Pero precisamente esta obediencia hacia el Padre, libremente aceptada,
esta sumisión al Padre, en antítesis con la desobediencia del primer Adán,
continúa siendo la expresión de la unión más profunda entre el Padre y el Hijo,
reflejo de la unidad Trinitaria: “Conviene que el mundo conozca que yo amo al
Padre y que según el mandato que me dio el Padre, así hago” (Juan capítulo 14 versículo
31). Más todavía, esta unión de voluntades en función de la salvación del
hombre, revela definitivamente la verdad sobre Dios, en su Esencia íntima: el
Amor; y al mismo tiempo revela la fuente originaria de la salvación del mundo y
del hombre: la “Vida que es la luz de los hombres” …
Todo se hizo por
ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la
vida y la vida era la luz de los hombres,
Y la luz brilla en
las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Enim omnia facta sunt et sine ipso factum est nihil.
In ipso vita erat,
et vita erat lux hominum
Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non
comprehenderunt.
Cristo mismo es la Causa Eficiente
de la creación por Él y el Él todo fue hecho. Una vez más la presencia es
fundamento de su misma y única esencia que solo distingue las personalidades
Divinas, más no así la Persona. La Luz es el orden amoroso que solo impera por
la Voluntad de Dios y el caos es su antítesis, es decir en cuanto a la luz es y
será la oscuridad (9). La estética de Dios en la creación es su Amor que todo
lo ordena. La vida es intransferible y solo Dios la comunica a libremente y
solo Dios la puede tomar y retener. El Señor Jesucristo puede recibir el título
de Principio si tenemos presente que es la Causa Primera de la creación
(Colosenses capítulo 1 versículo 16). Cristo es el origen de todo cuanto
existe, es el reconocimiento de su presencia en la obra creadora. Esta
concepción esta fuera del tiempo y cualquier parangón posible no va en esta
afirmación. En primer lugar, hay que excluir que el Verbo sea Causa Ejemplar (10)
exclusivamente suya en la creación, ya que la causa ejemplar próxima de la
divinidad en sus obras "ad extra" es obra de la inteligencia divina.
Y el Verbo ni tiene una inteligencia distinta de la divinidad ni tiene una
causalidad exclusiva de la causalidad de las tres divinas personas en su obra
Ad- Extra. Solamente podría por
apropiación atribuírsela al Verbo como Causa Ejemplar. Ni Juan apunta a
semejante tecnicismo.
El pensamiento de Juan
sobre esta causalidad ha de valorárselo en su ambiente bíblico Donde la Palabra
es la luz y el bien. El pensamiento es manifiestamente que las cosas que fueron
hechas por el Verbo tienen vida en El. ¿En qué sentido? No se trata de la vida
de Dios -del Verbo- en sí mismo, pues no dice que el Verbo era la vida, sino de
la vida divina en cuanto va a ser ampliamente participada. Pues esa vida va a
ser luz de los seres humanos. Esto sitúa el problema. Y su complemento para
penetrarlo está en ver que el pensamiento de Juan está influido, embebido, en
el pensamiento judío, no en el de la filosofía griega (11).
Hubo un hombre,
enviado por Dios: se llamaba Juan.
Este vino para un
testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
No era él la luz, sino
quien debía dar testimonio de la luz.
Fuit homo missus a
Deo cui nomen erat Iohannes.
Venit in testimonium ut testimonium perhiberet de
lumine ut omnes crederent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimonium
perhiberet de lumine.
Es el objetivo de la
misión del Bautista y como tal se afirma su nexo con el Señor que no solo será
de sangre sino de mensaje. El testimonio del Bautista es un testimonio de vida
y conocimiento de las promesas las mismas que afirma en su naturaleza con la
presencia del Verbo Eterno. Juan es testimonio y testigo de estos
acontecimientos, como creyente y como conocedor de la Palabra. Este personaje
establece un puente entre el A.T y la Ley y el N.T ejemplarizado por el Amor
como eje relacional que da vida tanto a la Ley como a los profetas anteriores
al advenimiento del Mesías. El Verbo hasta ahora no había ofrecido a los
hombres más que una cierta participación de su luz; ahora va a darla con el
gran esplendor de su Encarnación. Para esto aparece introducida la figura del
Bautista (12).
Aparece situado en un
momento histórico ya pasado en contraposición al Verbo, que siempre existe.
Juan no viene por su propio impulso; es enviado por Dios. Trae una misión
oficial. Viene a testificar, que en su sentido original indica preferentemente
un testigo presencial… viene a testificar a la luz, que se va a encarnar, para
que todos puedan creer por medio de él. El prestigio del Bautista era
excepcional en Israel (Juan capítulo 1 versículos 19-28), hasta ser recogido
este ambiente de expectación… El tema
del testimonio es uno de los ejes en el evangelio de Juan, que se repartirá
multitud de veces y por variados testigos.
La Palabra era la
luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo
estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y
los suyos no la recibieron.
Erat lux vera, quæ
illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum.
In mundo erat et mundus per ipsum factus est, et
mundus eum non cognovit.
Et venit in domum suam, et per consequens non.
La luz del mundo bien
podría resumir este trozo del Prólogo Joanico, es una vez más alusión a la
presencia del Mesías, Hijo de Dios. Recordemos que el mundo puede cambiar de
contenido definitorio, puede hacer mención de la creación y la presencia de la
humanidad en ella, o simplemente referirse a un “lugar de hostilidad y
conflicto que sería un ambiente negativo para el advenimiento del Salvador. Los
suyos designan a la humanidad que Dios redime en su adorado Hijo. Es también
una alusión de fuerte raíz judía recordemos que para los descendientes de Jacob
es una realidad gobernada por el mal en su forma y expresión más pura (satán).
Con este lenguaje sigue hablando de modo muy intenso el evangelio de Juan:
“Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su unigénito Hijo, para que todo
el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Juan capítulo 3 versículo
16). Y añade: “El Padre mandó a su Hijo como salvador del mundo”. En otro lugar
escribe Juan: “Dios es amor. En esto se ha manifestado el amor que Dios nos
tiene: Dios ha mandado a su Hijo unigénito al mundo para que tuviéramos vida
por Él; “no hemos sido nosotros quienes hemos amado a Dios, sino que Él nos ha
amado y ha enviado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados”.
Por ello añade que, acogiendo a Jesús, acogiendo su Evangelio, su Muerte y su
Resurrección, “hemos reconocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es
amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios en Él” …
La perspectiva del Cristocentrismo objetivo
invita a presentar el misterio de la creación partiendo de la revelación de la
intervención mediadora de Jesucristo en relación con la iniciativa creadora de
Dios Porque en El fueron creadas todas las cosas. A partir de este primer
elemento brota la dimensión Trinitaria del acto creador. El principio
Trinitario de la creación. Ambos parágrafos mostrarán la obra de Jesucristo en
la Creación como ejercicio de una causalidad suya propia. La causalidad
creadora de Jesucristo. Será posible así reconocer en Jesucristo el Primero y
el Último en el que se revela la finalidad del acto creador de Dios. El fin de
la creación. A partir de este fundamento, simultáneamente Cristológico y
Trinitario, (13) se abre el camino para comprender con mayor profundidad el
contenido del designio salvífico de Dios que tiene su centro en Jesucristo, muerto
y resucitado para la salvación de todos los hombres. Jesucristo, centro del
cosmos y de la historia. Miremos el Texto Sagrado de Tradición:
Él es también la
cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre
los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer
residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los
cielos (Colosenses capítulo 1 versículos 18-20).
Los Santos PP. De la
Iglesia aportaron a la presente discusión: La unión en Cristo entre el cielo y
la tierra presupone sin embargo en primer lugar la Trinidad de Dios, ya que el
Hijo en la tierra no puede presentar su propia divinidad (sólo en clave
monofisita podría pensarse), sino que sólo puede traducir al plano
temporal-creatural su relación eterna con el Padre, en cuanto a su Encarnación
parece indicarnos Balthasar (Von Balthasar)… Tampoco debe olvidarse que el
primer versículo de la Sagrada Escritura, En el principio Dios creó el cielo y
la tierra (Génesis capítulo 1
versículo 1), se ha interpretado a
menudo en la tradición eclesial como un reclamo discreto a la dimensión Cristocéntrica de la acción creadora de Dios: muchísimos PP. y teólogos han
interpretado como referida a Cristo la expresión En el principio, esta
interpretación la encontramos también en Orígenes…
Igualmente, Agustín afirma: A aquellos -los
maniqueos- respondemos que fue Dios quien creó el cielo y la tierra en el principio,
pero no al principio del tiempo, sino en Cristo, siendo El con el Padre el
Verbo por medio del cual y en el cual fue creada cada cosa. Tampoco puede
pasarse por alto que ya la epístola de Bernabé interpreta el otro pasaje del
Génesis Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza como indicativo de la
presencia operante de las Personas Trinitarias en la Creación y abriendo
también con ello una larga tradición. En esta teología se sitúa la sugerente
teología de las dos manos del Padre, el Verbo y el Espíritu: encontrar otros
materiales en In principio. El escrito de “Bernabé” es un texto apócrifo citado
hasta el siglo V, sobre todo. Es importante tener presente que de Dios solo
brota Dios mismo para indicar con esta sentencia que la sustancia de Dios es
Dios mismo y no admite en la creación comunicación de la misma.
*Para ilustrar el punto en cuestión quiero
citar a Buenaventura…
***En esta línea se sitúa
objetivamente el Ejemplarismo de Buenaventura Es especialmente significativo el
siguiente texto de Buenaventura (14): “Necesariamente, si existe la producción
de lo desemejante, se presupone la producción de lo semejante; lo cual se pone
de manifiesto así: lo semejante es a lo desemejante como lo igual a lo
diferente, y lo uno a lo múltiple; pero, necesariamente, lo igual precede a lo
diferente, y lo uno precede a lo múltiple; por tanto también la producción de
lo semejante precede a la producción de lo desemejante. Pero la criatura es
producida por el ser primero, y éste es desemejante; por tanto, necesariamente,
se produce lo semejante, que es Dios. ...Del mismo modo, de la substancia
eterna no emana lo diferente, si no se produce lo sustancialmente idéntico. Por
consiguiente, en Dios se da primero la producción de lo semejante, de lo igual,
de lo consustancial, que la de lo desemejante, de lo desigual, de lo
esencialmente distinto. Así se puede afirmar que La diferencia permanente entre
Jesús Hombre y el Dios eterno e igualmente del eterno Hijo, significa en
substancia que el Hijo eterno no sólo precede a la existencia humana de Jesús,
sino que constituye también la razón de su existencia creatural. Al igual que
todas las criaturas también la existencia de Jesús tiene su fundamento en Dios,
el Creador del mundo. Pero al ser diferente y distinguirse de Dios, esta
existencia se funda sobre la auto distinción entre el Hijo eterno y el Padre.
Así el Hijo eterno es la razón ontológica de la existencia humana de Jesús en
su relación con Dios Padre. Pero si desde la eternidad, y por tanto también
desde la creación del mundo, el Padre nunca existe sin el Hijo, entonces el
Hijo eterno no es solamente la razón ontológica de la existencia de Jesús en su auto distinción del Padre como único Dios, sino también la razón de la
diferencia y de la existencia autónoma de toda realidad creatural… Buenaventura
nos conduce dramáticamente a su concepción de Ejemplarismo al acudir a la
figura del verbo en las categorías cognoscibles de su procedencia, no se trata
de una simple academia desgastada después de siglos de uso, nos habla de la
realidad creada que acompaña a Jesús y su Hipostasis con el increado Hijo de
Dios (15).
Pero a todos los
que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre;
La cual no nació
de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se
hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem
filios Dei fieri, his qui credunt in nomine eius:
Et qui non ex
sanguinibus, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt.
Y verbum caro
factus est et habitavit in nobis: et vidimus gloriam ejus, gloriam quasi
unigeniti a Patre, plenus gratia et veritate.
Juan acude a una
definición que sin duda está en sintonía de la afirmación de la Generación
Eterna del Verbo, puesto que no se plantea una existencia producto de la
intervención de los factores humanos (16). El nacer de Dios aleja el término de
la connotación rabínica, que lo situaban en el mundo en cuanto a la
descendencia o nacimiento en la carne (persona humana). Solo el Verbo nos
concede la Gracia para llegar a ser hijos de Dios, no en sentido del A.T que
podía ser utilizado para referirse a una persona natural sino a la eternidad
que procede de Dios. El nacer de la carne resalta realmente la Encarnación y la
debilidad de la condición humana. El
Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro capítulo
1 versículo 4): Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el
Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre al entrar en comunión con el
Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios.
Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios, palabras de Ireneo de
Lyon “Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes,
naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo” … El Hijo
Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió
nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los
hombres (Tomás de Aquino). La Gracia y
la verdad del Verbo encarnado nos recuerdan las palabras de Yahveh a Moisés en
la zarza ardiendo. Pablo en su carta a los Filipenses nos ilustra sobre la
Encarnación y nuestra respuesta: Tened entre vosotros los mismos sentimientos
que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo,
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Filipenses
capítulo 2 versículos 5-8) …
Nuestra
inteligencia se une al conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del
Padre. La inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es Jesucristo.
Y lo hace por medio de la virtud teologal de la Fe.
(Las virtudes teologales son aquellas que nos unen directamente con Dios, que
alcanzan directamente a Dios) para el propósito de este argumento podremos
consultar en Romanos capítulo 5 versículo 2. Por lo tanto, nuestra inteligencia
se une a Jesús, Hijo del Dios Vivo, por medio de la Fe. Lo propio de la
voluntad es amar, el amor. El amor en Dios es el Espíritu Santo. Romanos capítulo 5 versículo 5. Por lo que
nuestra voluntad se une a Dios Espíritu Santo por medio de la virtud teologal
de la Caridad, amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el
principal de los mandamientos.
En la memoria recreamos
la vida. Pero para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo
tanto, tenemos que dejar entrar en ella la vida de Dios, el Padre, que viene
del futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia
enfermiza. Más allá de las cosas y de las personas, está la vida de Dios. Ésta
es ya vida eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo
tanto, nuestra Memoria, haciendo el “vacío” de todo lo creado, se une al Padre
por medio de la virtud teologal de la esperanza, que nos hace penetrar en la vida
eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya desde ahora. En la
Encarnación recordamos una vez más se manifestó la Trinidad Inmanente en el
Hijo y la Económica en la Voluntad salvífica del Padre Dios. Repasemos (17):
Las dos naturalezas de
Cristo están unidas en una sola Persona, que es la Divina, a quien llamamos
Jesucristo (18).
El Verbo divino no se
unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y así la Persona
Divina hace las veces de Persona no sólo para la Naturaleza Divina, sino
también para la naturaleza humana, a la cual se unió (19).
Nuevamente, aquí se
encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en
esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se
hace. Creemos sí con absoluta firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en forma
que nos brinda plena certidumbre. Así como dijimos (intuición) que en
Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble dos inteligencias,
dos voluntades, todo lo que se refiere a la Persona será único y así, no adoro
en El dos seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo (20). Juan
da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de
mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
Iohannes testimonium perhibet de ipso, et clamat
dicens: "Hic erat, quem dixi. Qui post me venit,
ante me factus est: quia prior me erat,
Juan es testimonio como
creyente y hombre de profunda espiritualidad. Juan argumenta cualidades propias
de la presencia del Espíritu Santo en el bautizado, y que gracias a esos dones
es posible vivir nuestra Fe en el resucitado. El testimonio del bautizado debe
ser mayor que incluso el dado por el propio Bautista, no en vano el Señor eleva
la condición del creyente por sobre la figura del Precursor. Siguiendo, pues, a los Santos Padres (Concilio
de Calcedonia 451) enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y
mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en
la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma
racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y
consustancial con nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros,
excepto en el pecado' (Hebreos capítulo 4 versículo 15); nacido del Padre antes
de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación,
nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la
humanidad.
En Cristo el ser humano
puede establecer una relación que va de la mano con las misiones del Hijo y del
Espíritu Santo que están destinadas a nuestra salvación, es pues el testimonio
del bautista un ejemplo de identidad sobre la futura salvación tal y como la ve
el Precursor. Las relaciones de Dios con nosotros son principio de salvación no
es posible salvarnos si Dios no está a nuestro lado y nos abre las puertas de
su Reino. Es pues elocuente el testimonio del Bautista sobre la salvación que
se gesta en la relación vital con Dios por medio de su Hijo nuestro Señor. El
término antropológico es la presencia del Espíritu de Dios que sublima y
potencia las acciones de un ser contingente encerrado en sí mismo como es
nuestro caso (21).
Pues de su
plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.
Porque la Ley fue
dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Et de plenitudine
eius nos omnes accepimus et gratiam pro gratia.
Quia lex per Moysen data est; factum est gratia et
veritas per Jesum Christum.
Los judíos esperaban un
Mesías profeta como lo era por excelencia Moisés, no olvidar las escenas
narradas del Éxodo y como el Poder de Dios se manifestaba gracias a este líder
carismático. No es Jesús el modelo esperado, no es la figura de autoridad que
los condujera a su liberación del poder del imperio romano (22). La Ley Mosaica
no es referente directo del poder del testimonio que darán los bautizados a
partir del advenimiento del Señor. La verdad corresponde a la existencia misma
del creyente que será guiado por el Evangelio que a su vez es el gran
“contenedor” de la verdad revelada. En Él se haya la verdad, toda respuesta
existencial, la Fe en la vida eterna, el amor que anhelamos y no encontramos en
el mundo, el amigo que siempre está ahí dispuesto a escuchar, la protección de
nuestras vidas y de los nuestros, la fuerza para vivir, el perdón de los
pecados, la nueva mente que nos hace libres, la alegría y el gozo, la alabanza,
la gloria, el Reino, la Verdad. En él se haya la guía para hacer las obras del
Espíritu y vivir según Dios. El misterio de la Santísima Trinidad es el
núcleo central en el mensaje de Cristo (23).
La revelación de Dios
llega a su punto culminante con Jesucristo. Ahora ya no es que Dios hable a
unos hombres, más o menos excepcionales, sino que Dios mismo se encarna en el
hombre Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una revelación de Dios,
como lo expresa el Apóstol en la carta a los hebreos: Muchas veces y en muchas
maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los
profetas; últimamente, en estos días nos habló por su Hijo. (1, 1-2). La
plenitud de Dios es nosotros es la Gracia. Nuestra vida pertenece a la
Sustancia Divina como el acto mismo de nuestra creación, es uno de los
argumentos del Hiponense sobre la vida como obra del amor revelado de Dios.
La plenitud de la
Trinidad Económica, es decir, nuestra salvación llega en el amor de Dios hecho
carne (24) …
A Dios nadie le ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
Deum nemo vidit
umquam: unigenitus Filius, qui est in sinu Patris, ipse enarravit.
Acudimos a un término
presente particularmente en la escolástica (Siglo XII) y que se empleó para
sustituir a la Perichoresis (25) de Juan Damasceno y me refiero a
Circumincessio a la mutua In-Existencia de las Personas Divinas (SS. Trinidad)
que emplearon en la Escuela franciscana con san Buenaventura, Duns Escotto,
Burgundio de Pisa su creador… Puesto que
en la unión misteriosa de la Encarnación la naturaleza humana ha sido asumida,
no absorbida la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la
plena realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de
voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que
recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece
propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que
es y hace en ella pertenece a uno de la Trinidad. El Hijo de Dios comunica,
pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en
su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de
la Trinidad (Para nuestra reflexión y complemento mirar, Juan capítulo 14 versículos
9-10). Juan es el único en afirmar que el Espíritu dará testimonio de Cristo.
Cuando la persecución arrecia y los discípulos conozcan la tentación del miedo
y de la duda, el Espíritu fortalecerá su corazón para confirmar su Fe en Jesús.
Es un testimonio distinto de la ayuda prometida por Cristo a los discípulos,
cuando sean arrastrados a los tribunales. Por fin el Espíritu Santo demostrará,
que el pecado está en el mundo, la justicia en Jesús y que el verdadero
condenado es el demonio o príncipe de este mundo. Cristo materializa la idea de
un Dios personal que si es posible relacionarnos con su trascendencia e
inmanencia porque es Cristo precisamente quien la revela a la humanidad. El Hijo de Dios encarnado es la única
verdad explícita del Dios Creador que en cuanto a su presencia en el mundo lo
hace por el amor de su adorado Hijo (26). Dios se manifiesta porque en su
infinita Voluntad estaba el enviar a su Adorado Hijo para que naciera de una
Virgen en el pueblo de Israel. Solo así llega a nosotros la Gracia como
relación salvífica de dios con nosotros. Juan tiene muy en claro esta
prerrogativa del Hijo de Dios y solo Él puede conocer porque Él y el Padre son
lo mismo, es decir, la llamada Perichoresis de Juan Dámaso y el término ya mencionado durante la Escolástica Circumincessio cuya argumentación se
propone en (Juan capítulo 10 versículo 30 y en el versículo 38) … Juan como
ningún escritor del (N.T) nos plasma esta afirmación. Solo el Hijo ha visto al
Padre porque son en síntesis expresión de su Persona Divina como Padre y como
Hijo y como Espíritu Santo. Como
decíamos al fin del bloque anterior, las operaciones divinas son comunes a las
Tres Divinas Personas, porque donde está Una de Ellas están también habitándose
las Otras Dos. Están “como Una metida dentro de las Otras” (la Perichoresis o
Circumincessio). La Trinidad tiene “una sola y misma operación”. Por lo tanto,
crean las Tres, redimen las Tres y santifican las Tres.
Pero, por
Apropiación o Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada Obra: Por
ejemplo, la Creación se atribuye al Padre. La Redención, al Hijo. La
Santificación, al Espíritu Santo. La persona humana revela a la Trinidad SS. En
cuanto a sus operaciones es una bella comparación y desde luego con su
respectiva analogía.
Esto nos lleva al
concepto de persona que usa (en la línea del Hiponense lo citamos) ***Ricardo
de San Víctor en su teología Trinitaria: “Persona est rationalis naturae
incomunicabilis existentia” (Persona es una existencia incomunicable de
naturaleza racional (27)). El rasgo distintivo de esta definición es hablar
de existencia incomunicable: la incomunicabilidad supone la independencia, pero
la existencia, supone la relación. Ricardo llama a la naturaleza sistencia, por
tanto, la ex-sistencia es el modo de tener una determinada naturaleza. La
Trinidad es una sistencia o naturaleza que se realiza en tres ex-sistencias o
personas: el Padre ex-siste desde sí mismo, el Hijo ex-siste desde el
Padre y el Espíritu ex-siste desde el Padre y el Hijo. No se puede pensar
en una sistencia abstracta independiente de las Tres Personas, como si la
naturaleza divina fuera anterior a las Tres Personas: la sistencia divina solo
ex-siste en una de las tres formas dichas, que sólo pueden realizarse en cuánto están mutuamente implicadas. Es decir, siempre que encontramos a Dios lo
descubrimos de alguna manera como persona, y la persona como existencia sólo
tiene su perfección en la relación, por lo que a Dios sólo podemos llamarlo
personal si descubrimos su proceso interno, eso es lo que se nos ha manifestado
a través de la Revelación, porque Dios es un proceso que sólo se explicita y
realiza a través de y en las Personas Divinas… Como autor cercano a nosotros
quiero citar al alemán Rahner cuyo aporte a la concepción de Persona unida a la
revelación considero es de lo mejor en cuanto a reflexión y actualidad
conceptual. Miremos.
***Rahner (1904-1984), (28) toma
conciencia de los problemas en torno a la relación entre los tratados “De Deo
Uno” y “De Deo Trino”. En los manuales al uso el tratado no trinitario “De Deo
uno” precede al tratado sobre la Trinidad, y esto lleva a hablar de las
personas divinas de una manera absolutamente formal que no afecta a la esencia
de Dios. Esta situación no es razonable, si la Trinidad no fuera un misterio
salvífico no se nos habría revelado (solo para que no lo olvidemos, es Cristo
quien revela las relaciones Trinitarias). A partir de esta convicción y para
superar esta situación Rahner formula su tesis fundamental: La Trinidad Económica
es la Trinidad Inmanente y a la inversa. Esta tesis se sustenta en una
observación concreta: hay al menos un caso en que la Trinidad Económica es la
Trinidad Inmanente y es una verdad de Fe definida, la Encarnación del Verbo de
Dios. Jesús no es Dios en general, sino el Hijo, y esta misión no sólo le es
aplicada a la Segunda Persona Divina, sino que le es propia y peculiar. Por
tanto, en la Encarnación, algo ocurre fuera de la vida intradivina que no es
simplemente un acontecimiento del Dios tripersonal que actúa como ser único. Si
esto es así resultan falsas todas las opiniones que sostienen tanto el
principio de que no hay nada histórico-salvífico que no pueda predicarse de la
misma manera del Dios Trino y de cada Persona como el de que una doctrina sobre
la Trinidad solo pueda hacer aserciones sobre lo intradivino. Por contra
resulta verdadero que la doctrina de la Trinidad y la economía de la salvación
no pueden distinguirse adecuadamente.
Rahner detecta también una aporía en el
concepto de persona cuando se aplica a la doctrina sobre la Trinidad. Tres
Personas no significa en Dios ni una multiplicación cuantitativa de la esencia
ni una igualdad de la Personalidad, pero cuando hablamos hoy de persona en
plural casi nos vemos obligados a pensar en varios centros espirituales de
actividad, en varias subjetividades. En Dios sólo se da una esencia, una
conciencia real poseída en tres formas distintas. Esta dificultad tiene su
causa en el hecho de que ha habido un cambio en el concepto de persona, mientras
que antiguamente se refería “in recta” únicamente a la subsistencia distinta y
solo “in obliquo” a la naturaleza racional, en la Edad Moderna la
persona pasó a designar “in recta” el elemento espiritual y subjetivo. A
causa de esto es necesario abrir la posibilidad de otros modos teológicos de
expresión que tomen como punto de partida el axioma fundamental, según el cual
Dios es el Dios concreto en cada una de sus formas de darse, lo que, traducido
a la Trinidad Inmanente, significa que el Dios único subsiste en tres formas
distintas de subsistencia.
CONCLUSIÓN Y
REFLEXIÓN PERSONAL.
Desde el primer renglón
encuentra uno que la herencia de las Causalidades (Formal/Eficiente) e incluso
la material como seres vivos de la creación nos remiten a las Divinas Personas
como indicando que Dios siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo, interviene de
lleno en la obra de la Creación, que no es posible suponer que la “luz” de Dios
llegó al mundo por misión sin que esta fuera intimada en el Verbo por la
presencia de la Trinidad plena Inmanente (Circumincessio) (29) esta
presencia es herencia en términos idiomáticos de la conjugación de las
tradiciones tanto griega como latina. Es Orígenes antes que Agustín en suponer
que la Sustancia de Dios ejemplariza por decirlo así las relaciones Trinitarias
y que la única posible distinción es en sí y para si las Personalidades de la
Individua Trinidad. Causa Ejemplar y
Eficiente, ellas en si muestran el cómo interviene el Hijo (Verbo) en la
creación y como en la Cruz este mismo Hijo de Dios asume la humanidad creada de
Jesús siendo (Él Persona) (30) el Engendrado antes de todo tiempo como
si desde el tiempo de la Encarnación no se hubiera transformado en historia el
eterno sin ella como degradación del tiempo y sus ciclos. Los PP. Capadocios
cuando emplean el término Hipostasis nos están diciendo desde la
perspectiva distinta del pensamiento griego que la Persona que hay en el
Encarnado es Divina y que las Naturalezas de Jesús y del Verbo se hacen Una sin
implicar con ello la degradación de la Naturaleza Racional del Señor. Es una y otra vez la Luz de Dios en los
ojos de su adorado Hijo la que nos muestra el camino en la Madre de los
bautizados (32). Hoy reflexionamos sobre la presencia “voluntaria” del Amor
sublime de Dios que como Dios solo puede darse así y eternamente como en la
relación a Ad-Intra entre las Divinas Personas. En Jesús tomó carne la realidad
increada para que la realidad creada se librara de las consecuencias de su
pecado. La historia personal la
encontramos redimida no solo en tiempo sino también en obras (33). La
redención se llena de humanidad en la humanidad de Jesús. Constituimos una
realidad sustancial con la Gracia que nos transforma y nos hace llamar a Dios
Padre de todas y de todos. La filiación por apropiación de las cualidades de
ser redimidos, es decir, sin ser redimidos Ontológicamente hablando, no se
podía decir que somos hijos de Dios, no al menos en la transformación
sustancial de nuestra condición. La
filiación gracias al Señor es una realidad de índole definitiva, es la
aseveración de nuestra futura condición de la cual ya todo bautizado goza en
potencia por la Gracia (34).
Nuestra reflexión es
posible porque el mismo Dios se reveló para que nuestra inteligencia tuviera la
certeza de su presencia. Es una
presencia tan clara que el misterio se convierte en realidad y la realidad es
transformada con matices de eternidad. El Bautista ve la Palabra y no escrita o
pronunciada en su categoría de fonema, ve la Palabra como ve a su entorno, esta
percepción supera la Fe y se instala en los sentidos. Solo viéndote con el alma
Señor evitaremos pretender “tocar tus heridas”. Cristo Palabra del Padre se escribe en el alma
del bautizado y se convierte en luz para sus pasos. La Palabra/Personalidad de Dios
se llama Jesucristo (35).
Que lo que crees
con tu corazón sea también sometido a la razón. El Hiponense.
ARTICULOS/INSUMOS/FUENTES.
Nota: Los
Textos citados de juan corresponde a la Edición de la Biblia de Jerusalen al
castellano y al latín.
1-
tratado Tratactus et Foedus, Agustín
de Hipona, siglo V.
2-
Nota del autor.
3-
Nota del autor.
4-
Nota del autor.
5-
Nota del autor.
6-
Nota del autor.
7-
Nota del autor.
8-
Corresponde a la Sustancia
elemental presente en todo lo que existe su sola presencia es principio de
composición de la realidad material que percibimos. Para Mileto era el agua
para los atomistas el átomo, etc.
9-
Nota del autor.
10-
Nota del autor.
11-
Nota del autor.
12-
Nota del autor.
13-
Nota del autor.
14-
Nota del autor.
15-
Nota del autor.
16-
Nota del autor.
17-
Nota del autor.
18-
Nota del autor.
19-
Nota del autor.
20-
Nota del autor.
21-
Nota el autor.
22-
Nota del autor.
23-
Nota del autor.
24-
Nota del autor.
25-
La categoría griega de Perijoresis
(rotación, girar alrededor) bajo la forma de substantivo, la encontramos en el
siglo VII Inicialmente, este término no se empleaba para explicar la Trinidad
su uso interesó primero a la cristología e intentaba ilustrar la relación entre
las dos naturalezas en Jesucristo, El término perijóresis, en la forma
substantiva, aparece con Máximo el Confesor, concretamente en su batalla contra
los monotelitas; en su forma verbal (perijoléo) el término es anterior y lo que
encontramos va en Gregorio Nacianceno, El concepto de perijóresis fue utilizado
en teología trinitaria por el pseudo-Cirilo. dilatándose y empleándose de forma las solemne y orgánica por obra de Juan Damasceno. La categoría de perijóresis recuerda las
categorías correspondientes latinas de circumincessio (residir en torno) y
circumincessio (avanzar alrededor), enriqueciéndose además con el significado
que llevan consigo las concepciones teológicas que subyacen a estos términos.
Evidentemente, en el mundo latino lo que está bajo estos términos se expresa en
autores y en escuelas teológicas que reflexionan sobre el misterio de Dios más
en sentido personalista y místico-afectivo que en términos conceptuales e
intelectualistas: los nombres de un Ricardo de San Víctor o de un Buenaventura,
con sus meditaciones sobre la condilectio, son significativos en este sentido.
26-
Nota del autor.
27-
Nota del autor.
28-
Jesuita y teólogo alemán; n. en
Friburgo (Br.) el 5 mar. 1904, ordenado en 1932. Cursó Filosofía en el
noviciado de Pullach (1924-27) -donde estudió detenidamente a Kant (v.) y al
neoescolástico Maréchal (v.)- y Teología en Valkenburg (Holanda) de 1929 a 1933,
fecha en que marcha a Friburgo para doctorarse en Filosofía bajo la dirección
de M. Honecker. La tesis, sobre la metafísica tomista del conocimiento, fue
rechazada por Honecker al encontrarla desviada de S. Tomás. Su maestro en
Friburgo había sido en realidad Heidegger (v.), cuya influencia, junto a la de
Kant y Maréchal, fue primordial en el pensamiento de Rahner. La tesis rechazada
fue publicada en 1939 con el título Geist in Welt (Espíritu en el mundo). En
1936 se doctoró en Teología en Innsbruck (Austria) con una tesis aún inédita, y
desde 1937 enseña allí Teología Dogmática, siendo nombrado prof. ordinario en
1949. A partir de entonces desarrolla también gran actividad publicística:
conferencias, lecciones, discursos, etc. En 1964 pasa a la Univ. de Munich, y
en 1967 a la cátedra de Dogmática de Münster, donde se jubiló en 1972. De la
Comisión Teológica Internacional dimitió en junio de 1973.
29-
Nota del autor.
30-
Nota del autor.
31-
Nota del autor.
32-
Nota del autor.
33-
Nota del autor.
34-
Nota del autor.
35-
Nota del autor.