jueves, 17 de septiembre de 2020

DÉCIMO-SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...

 

DÉCIMO-SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año A. Propio 20. Éxodo capítulo 16 versículos 2-15. Salmo 105: 1-6,37-45. Filipenses capítulo 1 versículo 21-30. Mateo capítulo 20 versículos 1-16.

 

Una vez más  el relato del Éxodo nos plantea una relación fundamental entre la providencia de Dios y los fenómenos naturales, todo ello para proveer de sustento al pueblo en el desierto, también podemos encontrar que toda peregrinación  y migración requiere de una preparación particulary en este contexto  dado el carácter agrícola de la sociedad egipcia donde se encuentra Israel supone la necesidad de equipamientos como granos, miel, carne, agua y rutas para optimizar el recorrido y hacer rendir las provisiones. El autor sagrado obvia el referirse a esto último con la intencionalidad de plasmar en sus palabras la concepción de un Dios providente tal como aconteció con Abraham.  El Texto Sagrado de Tradición se refiere a dos aspectos de la naturaleza de la región, por un lado, el maná que es producido por la secreción de insectos (región central del Sinaí) y las codornices que regresan extenuadas de su migración a tierra europea particularmente en los meses de mayo y septiembre. Estas cuestiones de índole natural dejan ver la gran misericordia de Dios que facilita el recurso para el pueblo y consecuentemente con la Ley que aquí se refiere al sábado (algunas líneas del género Yahvista) habla solo de lo necesario para el día, recordemos las dificultades para almacenar carne y otros alimentos en las muy altas temperaturas del desierto.  Lo importante es la forma como Dios cuida de los suyos permitiéndole al pueblo reflexionar sobre el valor de los recursos de la naturaleza para su supervivencia, es una propuesta de desarrollo sostenido que no tiene nada que envidiarle a las actuales. El conocimiento del pueblo es determinante para su supervivencia (Números capítulo 11 versículo 31).

Es factible que el Texto inspirado tenga dos momentos históricos que relaciona siendo el primero de ellos algún viaje por separado de exploradores israelitas recabando información o simplemente de otra migración. La realidad nos dice que esa ruta era comercial y que muchas personas y grupos nómadas la emplearon cotidianamente (ruta que comunica Siria con el Cairo). Una vez más afirmamos que el amor de Dios da el recurso y la habilidad para emplearlo que fue lo que sucedió con ellos y de paso les enseña a no acaparar (daño del mercado que encarece los precios). También encontramos figura de la santa Eucaristía y los dones que alimentarán al nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia. No son recursos como los que Dios proveyó en el tránsito del pueblo por el desierto sino bienes sin límite alguno, nos referimos a la Gracia. La justicia de Dios se manifiesta en cada una de las vivencias del pueblo de Israel y el tránsito en el desierto se convierte en una etapa de noviazgo con Dios necesaria para madurar y fundamentar su opción por el Dios revelado. Israel apenas se está conformando como nación y pueblo y la experiencia en el desierto busca esa madurez necesaria para asumir tanto la Ley como sus preceptos y compromisos. 

El Apóstol Pablo muestra su interés en el crecimiento espiritual de las iglesias y particularmente de quienes están en contacto con él en Filipos. La ganancia es el encuentro con Cristo y solo así tiene sentido todo lo que el apóstol ha vivido, y su anuncio esperanzador ubica en el mismo contexto a quienes como él siguen a Cristo. Los sufrimientos y las persecuciones son consecuencia inmediata del anuncio y tales consecuencias son de supremo valor para el bautizado que paulatinamente se identifica con Cristo e incorpora todo lo vivido a la justicia de su Fe y espiritualidad. El creyente no es el mismo una vez que decide aceptar a Cristo como su Señor y Salvador. Deja ver la necesidad fundamental de la formación y el acompañamiento espiritual en la congregación, la misma que no solo necesita activarse en el hacer sino y sobre todo en el creer y en el amar. La vida congregacional reclama la presencia de Cristo y la refleja en las enseñanzas de la Iglesia, particularmente en la instrucción de los diferentes ministerios congregacionales y en la inclusión de la Palabra (estudios bíblicos) de esta manera es factible crecer. Pablo nos exhorta a vivir literalmente del Evangelio como la Carta Magna de nuestra nación que es el Reino de Dios y cada bautizado como ciudadano de esta realidad redimida y llamada a la futura inmortalidad. Los santos PP. de la Iglesia desprenden esta afirmación del versículo (27). “Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo”.  Pablo fue perseguido y sabe que a la Iglesia de Filipo la perseguirán, pero estas acciones negativas se convierten en una gozosa Esperanza para quienes han madurado su Fe. Este apóstol durante sus últimos años en Roma vivió la realidad de un proceso legal en su contra y que lo llevará al martirio. 

La visión Mateana sobre la justicia de Dios sobrepasa cualquier consideración que el creyente pueda contemplar en su vida. Es por demás una luz sobre la maravillosa equidad que Dios derrama sobre nosotros y la acompaña de una absoluta y positiva igualdad que no lastima los intereses de nadie, por el contrario, promueve a todas y a todos por igual sin demandar nada que no sea necesario en cada existencia. Dios abre las puertas de Reino (portas regni Dei) tanto a quienes madrugaron como a quienes llegaron al final de la faena, es su Reino y solo Él conoce la Fe y entrega de cada bautizado. De esta realidad los judíos no pueden estar ausentes ya que ellos también fueron escogidos, pero hoy la oferta está abierta y a cualquier hora el Reino salta en el corazón del creyente llamado a su presencia. El sueldo depende de la misericordia de Dios y no solo de las destrezas humanas, es decir, la salvación es oferta de amor gratuita y no meritoria de nuestra parte.

Nadie puede forzar un salario distinto al que se ha ganado a lo largo de su vida con cada acto delante de los hombres y que Dios ve. El salario es un término asociado al de jornal que expresa la justicia de quien contrata y de quien trabaja por la cifra acordada. La bondad de Dios no es posible medirla en este tipo de jornales sino en el corazón del creyente que hace de su vida un permanente encuentro con la justicia de Dios. La centralidad del relato nos lleva a pensar en la contemplación de la futura condición de quienes recibirán y otros ya recibieron el premio de su Fe, de todos sus trabajos por ser fieles a Cristo. La Iglesia se convierte en signo de justicia para los bautizados que unidos a su Madre espiritual esperan ansiosos el desenlace de sus vidas vividas y gastadas desde la perspectiva de la justicia de Dios en Cristo, nuestro verdadero salario y paga amorosa.

 

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