CELEBRACIONES DE FIN DE AÑO, UN ACTO DE FE EN EL SEÑOR
DE NUESTRO TIEMPO.
Nuestra cultura latinoamericana se llena de una fuerza
inusitada cada que se acerca el fin de un año. Cada hora se vive con mayor intensidad
y se centra la mente en acciones y acontecimientos que a pesar de ser parte de
lo cotidiano ganan un realce particular. Todo inicia con el mes de diciembre y
con este tiempo las familias se preparan y muchísimas definitivamente no lo
hacen en el contexto de la familia cristiana. Por último las emociones terminan
imponiéndose a la vivencia de la Fe en el Dios dueño y señor del tiempo, aquel
(nuestra cronología) que precisamente descontrola el tema de las celebraciones
y anhelos. El consumismo está ganando la partida, la celebración espiritual
hace ya rato se convirtió en una celebración de los sentidos… Los artículos no
necesariamente son de primera necesidad.
La política de nuestro entorno cultural genera su propio Ethos, aquel que se
afirma en la praxis de una profunda expresión materialista que desea
ingentemente concretar la esperanza palpable de la realización humana.
Los tiempos fuertes o estaciones de la liturgia coinciden
maliciosamente con el frenesí comercial. Estamos sembrando este tipo de comportamientos
en los más pequeños, justo en quienes deben rescatar los fundamentos de la
Navidad como tiempo de esperanza y cercanía del Dios Humanado. Los
convencionalismos sociales llegaron para quedarse en la vida de la Iglesia y
sus congregaciones o parroquias y misiones. Hoy debemos replantear que tipo de espíritu
estamos descubriendo en los escenarios donde actuamos a nombre de la Iglesia. El
nacimiento espiritual del Señor debe ser renovado constantemente por cada uno
de los bautizados, la soledad de algunos estilos de vida quedan en evidencia
durante esta celebración donde invocamos
el espíritu de la familia. Modelos exitosos de economía personal o familiar no implican que su realización sea efectiva y
certera. Crece el número de personas solas que se refugian entre sus familiares
cercanos y simplemente esperan la muerte
de sus padres para quedar completamente solos. Urge un modelo de vida que
complemente las necesidades espirituales para poder generar una praxis viva que
no dependa tan solamente de estados emocionales. La Iglesia tiene una misión
muy necesaria como es rescatar las tradiciones que hacían antes más visible el
advenimiento mesiánico.
La natividad del Señor es motivo de optimismo para
todos y cada uno de los bautizados. El Dios viviente entró en la historia humana
de una manera maravillosa, sobrenatural, trascendente y paradójicamente también
natural, su entrada marca así el inicio de la proximidad de un Reino y una
esperanza para ser disfrutada y no pretender crearla de manera artificial. La migración
de la familia sagrada de Nazaret nos dice hoy con voz potente que las fronteras
siguen en manos de corruptos que sacan partido con las necesidades de miles y
miles de personas. La indiferencia aun
en el ámbito eclesial es grande ante esta realidad. Nos sobrecogemos imaginando
la travesía de la familia de Jesús y de este tema salen grandes pinturas, obras
de teatro, películas, libros, pero no rompemos nuestra indiferencia no sea que
cueste dinero $$$ atender esta problemática… En una palabra el drama de la
Navidad pasa de ser expresión amorosa de la familia para convertirse en un
escape social. Por último los estados o naciones reciben muchísimo dinero para trabajar o
atender a los emigrantes y esos recursos terminan lejos de sus destinatarios
ante la ausencia de políticas para mitigar a nivel domestico e internacional
tal situación que raya en crisis humanitaria en algunas latitudes. Aquella maravillosa
Noche de Paz sede su lugar a la estrepitosa pólvora y música sinsentido a todo
volumen, no hay paz sino un alarmante proceso de pérdida de identidad religiosa
y social en nuestros vecindarios. Las escenas del nacimiento que la piedad popular
recrearon y que siguen en nuestros distintos imaginarios se convirtieron en una
simple manifestación idealizada de un mundo tranquilo y armonioso, y qué decir
de la ingente y masoquista necesidad de ubicar a la Niña Madre pariendo en un
lugar absolutamente inapropiado, inicialmente
era para afirmar la humildad y confianza absoluta en Dios Padre y ahora se
convirtió en caballito de batalla de problemas
sociales donde unos son afortunados por ser pobres y otros muchísimo más
afortunados por vivir de ellos, aquí entra la consideración dañina de los
oficialistas que defienden las políticas sociales de los estados
latinoamericanos pero en el fondo viven de
dicha política, y algo aun más triste el adoctrinamiento social que se
fundamentó en la ausencia de Derechos y ahora de Deberes que justifica la
pobreza y la condiciona a la politiquería.
El cristiano-Episcopal debe entrar en un proceso de revisión
de sus prácticas cotidianas de vida y celebración y también de los valores que
afirman su entorno social y cultural, en una palabra revisar su Ethos religioso
y su participación en el medio de opinión de la sociedad donde edifica su vida
y familia. No
podemos ser instrumento de la destrucción de los valores cristianos, de nuestra
axiología fundada en Cristo y su Palabra. Este fenómeno de abandono está
generando el surgimiento de muchísimas sectas o comunidades de fe que dependen
de una figura caudillista que desplaza a Dios para instalarse en el centro de
sus vidas. La Natividad del Señor es todo lo opuesto, es una bella tesis de amor
objetivo para toda la humanidad, para uno y para todos. El modelo de
familia de Nazaret se centra en Dios y en el amor como expresión de esta relación. Hoy el
consumismo se convirtió en una deidad más determinante en la vida de la
sociedad que el mismo Baal en el oriente antiguo. Ya no existe la afirmación burlona
de “señor de las moscas” sino de señor de grandes perfumes traídos de Paris, de
empresas que rompen vilmente las alas de patos y gansos (arrancando sus plumas)
para que uno que otro inconsciente presuma
de su chompa o chaqueta rellena o
mullida de plumas, y lo mismo pasa con cómodos
colchones y almohadas. La
depredación paradójicamente llegó para hacernos pasar unas maravillosas
navidades. Si retomamos el tema
ingenuo y bello del niño recostado en un pesebre y rodeado de animalitos vemos
como aun en esta recreación amorosa y armoniosa la naturaleza fue visitada también
por el Dios Todopoderoso y respetada en su esencia.
Navidad debe movernos a manifestar por medio de
acciones y pensamientos que hay en nosotros esperanza de un mundo mejor
adornado por las virtudes de una bella madre, de un dulce y responsable padre,
y una familia y amigos atentos. La Navidad es eterna porque el amor de Dios
entró en ella y en nosotros para quedarse, bendita la Santísima noche en la que
la Niña parió al Salvador de la creación y en ella a la humanidad, Dios con nosotros en la figura Isainiana,
tan cerca que no hay nada más intimo en nosotros que su amor y Gracia, dirá
hace ya muchísimos eones el Hiponense. Ahora llega el fin de este 2019 y la sucesión
del tiempo nos lleva prontamente al 2020, que sea un tiempo de bendición y
conciencia sobre el sentido de nuestra existencia bajo la luz de Cristo que nos
guía como a aquellos personajes venidos de oriente.
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