miércoles, 18 de septiembre de 2019

DÉCIMO QUINTO DOMINGO...


DÉCIMO QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Jeremías capítulo 8 vehículo 18 y capítulo 19 versículo 1. Salmo 79: 1-9. 1 Timoteo capítulo 2 versículos 1-7. Lucas capítulo 16 versículos 1-13.

El Texto Lucano se compone para este domingo de dos relatos que están intrínsecamente relacionados y que persiguen la misma finalidad. El administrador infiel, haciendo uso de sus recursos y puesto, saca provecho, recordándonos lo que a diario sucede en nuestros estados donde los funcionarios entran sin dinero y se retiran llenos de fortuna. Pues aquel mayordomo no tenía riqueza alguna y mucho menos sueldo ya que se consideraba un trabajo servil que preferentemente era desempeñado por un esclavo. Pero se valió de su pericia para hacer figurar un valor superior en los préstamos y negocios que adelantaba en nombre de su amo y con la fortuna de este, una vez más la comparación se actualiza dramáticamente. Somos simplemente servidores y el verdadero dueño de todo cuanto poseemos y hacemos es el propio Dios. La vida reclama de nosotros actitudes coherentes a la hora de manejar los recursos que llegan a nosotros gracias a nuestro trabajo. Ese tipo de injusticias es la señalada por el Texto que traemos a consideración, los intereses son altos y no representan provecho alguno para el deudor. La riqueza puede crear condiciones de pobreza cuando es manejada como la centralidad de la existencia, no reconociendo el valor de los demás y solo viendo en toda una oportunidad de lucro… la sociedad actual requiere del testimonio de los cristianos que seguros de la Valía de sus acciones no propenden por cosa distinta que servir a Dios en la persona de sus hermanos que le rodean.

En el origen de toda fortuna hay huellas de una o más injusticias. Cristoeseltema.blogspot.com

La justicia está presente en la vida de los bautizados ya que por justicia y misericordia de Dios hemos sido llamados a ser sus hijos, de este modo el ser justos es una extensión del amor de Dios en nosotros y de nosotros hacia quienes nos rodean. Las malas prácticas son muy comunes tratándose de dinero o bienes materiales. El cristiano episcopal debe actuar siempre en los parámetros y lineamientos de las leyes y sobre todo de aquellas que son justas y ecuánimes. La relación con el otro puede verse afectada si actuamos de otra forma. La justicia es nuestro patrimonio y debemos trabajar para preservarla como bien común. No sea que suceda en nosotros como en aquel administrador que fue retirado de su trabajo y entonces aprovechó los contactos y recursos ganados por manejos injustos. La diligencia y responsabilidad es nuestra mejor carta de presentación, no sea que se cumpla en nosotros aquel dicho: “Entró como un señor y lo retiraron como un ladrón”.

El servicio cristiano entra en una dinámica de madurez cuando el bautizado pone en orden las prioridades de su vida. Cuando al tener une el poseer como verdadera razón para generar una relación material con el mundo donde este explícita su existencia. Los valores evangélicos son determinantes a la hora de emitir juicio sobre la auténtica valía de los recursos que el cristiano posee en su existencia. El mayor de todos los activos que podemos poseer es el amor y este seguido por la justicia. Los valores que hay en nosotros nos mantienen atados positivamente hablando a la realidad que estamos edificando, de allí que el proyecto de vida en concordancia con los valores del Evangelio da los frutos que nosotros estamos deseando, el amor se manifiesta como el motor que en posesión de la Gracia actúa para nuestro bien… la justicia es un deber para los bautizados, ella refleja en el mundo el orden y la perfección creadora de Dios. La vida es un tributo a ese orden que generó nuestra propia existencia. La fidelidad y lealtad son parte indiscutible de un buen administrador al igual que su celo y cuidado con los valores y recursos que este administra.

El dolor jereminiano se expresa libremente y sin consuelo alguno. Un dolor que no encuentra donde ser aligerado y que en el mundo y sus tramas toma más fuerza de lo esperado, es el alma que reclama un estado de paz para vivir y crecer como esta debe. Ante las injusticias del mundo debemos salir al paso y no permitir que estas dañen la bondad natural que el Dios amoroso puso en cada uno de nosotros. No nos juntemos con el pecado, rechacemos todo aquello que nos puede apartar del amor de Dios. Ese dolor es existencial ante el avance del pecado como rechazo de Dios y su plan salvífico. Afuera e incluso en el corazón de muchos bautizados está creciendo una realidad que no es propiamente la de la Gracia. Luchemos por vivir el mandato de Dios y siendo fieles alcancemos el triunfo de su Reino…  un Reino eterno que ha dispuesto para nosotros en su Adorado Hijo.

El apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo, nos invita a redoblar nuestras oraciones por la sociedad y el sistema de gobierno edificado en justicia y respeto por la vida y el quehacer del ciudadano. Pablo invita a todos a asumir una postura de conciencia total frente al estado como ente que rige los destinos de la sociedad. La oración se constituye en un medio poderoso para implorar al Dios amoroso sus bendiciones y presencia en los Ethos que hemos construido en la sociedad y cultura donde vivimos. Nuestra conciencia es la que en última instancia se comprometo con lo que es ordenado y en armonía con la justicia, esto último indica poderosamente que el cristiano episcopal y ciudadano debe estar en favor de la justicia y equidad en su sistema de gobierno animando a otros a cumplir con la democracia siendo ciudadanos conscientes de sus deberes y también derechos.

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