DÉCIMO CUARTO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Jeremías capítulo 4 versículos 11-12, 22-28. Salmo 14.
1 Timoteo capítulo 1 versículos 12-17. Lucas capítulo 15 versículos 1-10.
El que busca encuentra, parece
ser la sentencia del Texto Lucano propuesto este domingo en la liturgia de la Palabra.
Buscar implica en términos evangélicos mover literalmente no solo la voluntad
para hacerlo sino también todas aquellas cualidades y gracias que el Señor nos
da en bien de nuestra vida espiritual. Es una apuesta por la vida y su plena realización
la que nos lleva al Dios amoroso y misericordioso. El tema Lucano toca de
lleno la misericordia de Dios que a pesar de las distintas imperfecciones de nuestra
parte que se traducen en pecado, Dios siempre nos da más oportunidades para
superar estas “taras” que limitan la maduración espiritual de los bautizados.
La sensibilidad Lucana nos asiste al punto de mostrar como el valor supremo de
una conversión es importante para Dios que no mira la cantidad sino el corazón
de sus hijos donde están guardados, por así decirlo, nuestros tesoros más
apreciados. Una oveja que es encontrada alegra a su pastor más
que la tranquilidad y reposo de 99 que están seguras en su
rebaño.
La Gracia busca encontrar siempre en nosotros
materia disponible para salvar y dignificar. Alegría por aquella persona que
aprovechando la maravillosa oferta del amor de Dios crece en dirección a su
Reino. Alegría por un cristiano que se entrega auténticamente al Evangelio y
vive con amor sus enseñanzas. Alegría por una renuncia al pecado y sus falsos ídolos
para vivir de lleno el mensaje del resucitado. Las otras ovejas son de supremo valor,
pero ellas están seguras, tenemos que buscar y animar a aquellas que están dudando
o simplemente se alejaron de la vida eclesial. Cada congregación tiene el
deber morar de ir en busca de quienes se apartaron de ella.
Los valores que ponemos
al servicio del Evangelio son importantes y su praxis sin duda hace posible que
cada cristiano-episcopal viva su Pacto Bautismal. Somos una institución
eclesial que se precia de vivir las enseñanzas contenidas en las Sagradas
Escrituras, pues entonces procedamos según esos contenidos salvíficos y
profundicemos nuestra experiencia de Fe. La Gracia transforma desde lo más
profundo de nuestro ser, es un proceso de conversión que nos lleva a los pies
de Cristo, a ver su amor por nosotros o querer contribuir a reparar tanto daño
de pecado en el mundo y en la vida de los seres humanos.
La conversión es pues,
una gran necesidad si queremos tener una relación con Cristo. No
permitamos que el mundo y sus relaciones se opongan a nuestra conversión, luchemos
por salvaguardar nuestra Fe y vivir de ella. El imperio del amor se
impone cuando el corazón libre de sus ataduras puede ser lleno totalmente de la
Gracia de Cristo, sólo mediante tal acción estaremos camino a un Reino. Una
conversión es un triunfo más del amor de Dios en su Adorado Hijo. Es un
Si gigante a Dios y su Economía de salvación Trinitaria. Los valores
son importantes y por tal motivo aquella mujer acude a compartir la buena
noticia con sus amigas y vecinas, había perdido una Dragma y la encontró, hay
felicidad porque algo de mucho valor para ella fue recuperado, pues cada uno de
nosotros es muy importante para nuestro Dios y la mejor manera de recuperarnos
es mediante la conversión. Sin ella es imposible caminar hacia su Reino, la conversión
nos permite valorar en justicia la vida, las acciones, sentimientos y talentos,
gracias a ella podemos reconocer el valor amoroso de Dios en nuestra vida y no
seguir ignorando su presencia. Solo quien está dispuesto a amar a Dios sin
condicionamiento alguno reconocerá donde y como vivir el valor absoluto de su
conversión. Encontrará su tesoro y no estará dispuesto a perderlo nunca… la
consigna de la Gracia es unica en nosotros, permitir que el crecimiento
espiritual nos acerque a Dios. Una manera de hacer que la Gracia alcance su
ideal en nosotros, es precisamente bajo el derrotero de la conversión. El
Dragma es el objeto preciso a nivel de la conciencia de aquella mujer que le
tiene en grande estima, nosotros buscamos no una moneda de determinado valor
sino el desarrollar nuestro plan de vida y crecimiento espiritual necesarios
para formalizar nuestra conversión.
Los apegos al mundo son
realmente una dificultad muy grande porque ocupan todo el corazón restándole espacio
a Dios en nuestras vidas y donde no es bien recibido pues Él se retira
entendiendo que estamos llenos de mundo y no queremos hacer un “campito”
para su Amor y Gracia.
La visión
Jereminiana se centra en el explicitar la necesidad de
“limpiar” el corazón como un acto de humildad delante de Dios. Una
postura que puede lograr que nosotros caminemos por terreno seguro y rechacemos
el pecado y toda su injerencia. No puede haber noticia buena en una vida llena
de maldades y en desapego de Dios. La conversión es una situación de vida que
nos sacude sacando lo peor y dejándolo fuera de nosotros, una vez golpean con
el mortero el trigo este es arrojado al aire para que salga la cáscara y la
semilla desprovista de esta impureza caiga al recipiente para proceder a sacar
su producto. La vida hace las veces de la “pilonera” que con las vivencias
logra desprender las impurezas de nuestras vidas para lanzarlas fuera de
nosotros. Aquí lo importante no es la cascara sino su contenido… la
Gracia está presente precisamente para que nuestro sentido común actúe coherentemente.
Un pueblo rebelde es la personificación de muchísimos individuos
viviendo contrariamente a la Gracia y su influjo, un pueblo rebelde no es dócil
al influjo del amor liberador de Dios. Esto último hace de quienes rechazan la
Gracia de Dios, personas tristes que no tienen una razón trascendente para
continuar con sus vidas y por lo general existen solo biológicamente renunciando
a una vida espiritual auténtica. Empleando una figura muy conocida en el cine
de nuestro tiempo “zombis” que caminan y caminan sin
encontrar la auténtica felicidad. Se distraen entre los encantos y afanes del
siglo, pero rechazan la trascendencia. No se alimentan de carne humana
sino de las frivolidades del mundo y a la postre siempre quedan con sed y
hambre. Sin la Gracia de Dios no aguarda otra cosa al ser humano más que una
vida superficial sin raíz y mucho menos un norte pleno que seguir o vivir…
Pablo escribe a su
amigo y discípulo Timoteo, narrando de buena gana su
vocación y como esta se afirmó en Cristo definitivamente, retrotrae su vida anterior,
pero la exalta por medio del Evangelio al que sirve diligentemente. La conversión
nos lleva a los pies de Cristo y nos muestra su triunfo, pero también nos hace
solidarios con su Pasión y Cruz, aquella solidaridad es fruto precisamente de
una visión renovada y ampliada de los creyentes en su Señor y Salvador. Pablo
sabe que su caminar de Fe no es definitivo y que debe seguir caminando buscando
la plena realización de su propia Fe en Cristo. Las dificultades que los bautizados
vivimos hacen parte de ese maravilloso ejercicio de conversión y absoluta
confianza en Cristo, paso a paso construimos esa confianza. Somos
testigos del amor de Cristo y por ende nuestra vida debe ser una permanente
acción de gracias al Dios amoroso como hijos agradecidos y coherentes con el
don de su amor que es vida para nosotros. Somos indignos pero el amor de
Dios nos hace dignos. Somos débiles pero su Gracia nos hace fuertes y
dispuestos para un Reino… Que su amor fluya en cada uno de nosotros
como es el deseo de nuestro Dios.
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