martes, 10 de septiembre de 2019

DÉCIMO CUARTO DOMINGO...


DÉCIMO CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Jeremías capítulo 4 versículos 11-12, 22-28. Salmo 14. 1 Timoteo capítulo 1 versículos 12-17. Lucas capítulo 15 versículos 1-10.


El que busca encuentra, parece ser la sentencia del Texto Lucano propuesto este domingo en la liturgia de la Palabra. Buscar implica en términos evangélicos mover literalmente no solo la voluntad para hacerlo sino también todas aquellas cualidades y gracias que el Señor nos da en bien de nuestra vida espiritual. Es una apuesta por la vida y su plena realización la que nos lleva al Dios amoroso y misericordioso. El tema Lucano toca de lleno la misericordia de Dios que a pesar de las distintas imperfecciones de nuestra parte que se traducen en pecado, Dios siempre nos da más oportunidades para superar estas “taras” que limitan la maduración espiritual de los bautizados. La sensibilidad Lucana nos asiste al punto de mostrar como el valor supremo de una conversión es importante para Dios que no mira la cantidad sino el corazón de sus hijos donde están guardados, por así decirlo, nuestros tesoros más apreciados. Una oveja que es encontrada alegra a su pastor más que la tranquilidad y reposo de 99 que están seguras en su rebaño.

 La Gracia busca encontrar siempre en nosotros materia disponible para salvar y dignificar. Alegría por aquella persona que aprovechando la maravillosa oferta del amor de Dios crece en dirección a su Reino. Alegría por un cristiano que se entrega auténticamente al Evangelio y vive con amor sus enseñanzas. Alegría por una renuncia al pecado y sus falsos ídolos para vivir de lleno el mensaje del resucitado. Las otras ovejas son de supremo valor, pero ellas están seguras, tenemos que buscar y animar a aquellas que están dudando o simplemente se alejaron de la vida eclesial. Cada congregación tiene el deber morar de ir en busca de quienes se apartaron de ella.

Los valores que ponemos al servicio del Evangelio son importantes y su praxis sin duda hace posible que cada cristiano-episcopal viva su Pacto Bautismal. Somos una institución eclesial que se precia de vivir las enseñanzas contenidas en las Sagradas Escrituras, pues entonces procedamos según esos contenidos salvíficos y profundicemos nuestra experiencia de Fe. La Gracia transforma desde lo más profundo de nuestro ser, es un proceso de conversión que nos lleva a los pies de Cristo, a ver su amor por nosotros o querer contribuir a reparar tanto daño de pecado en el mundo y en la vida de los seres humanos.  

La conversión es pues, una gran necesidad si queremos tener una relación con Cristo. No permitamos que el mundo y sus relaciones se opongan a nuestra conversión, luchemos por salvaguardar nuestra Fe y vivir de ella. El imperio del amor se impone cuando el corazón libre de sus ataduras puede ser lleno totalmente de la Gracia de Cristo, sólo mediante tal acción estaremos camino a un Reino. Una conversión es un triunfo más del amor de Dios en su Adorado Hijo. Es un Si gigante a Dios y su Economía de salvación Trinitaria. Los valores son importantes y por tal motivo aquella mujer acude a compartir la buena noticia con sus amigas y vecinas, había perdido una Dragma y la encontró, hay felicidad porque algo de mucho valor para ella fue recuperado, pues cada uno de nosotros es muy importante para nuestro Dios y la mejor manera de recuperarnos es mediante la conversión. Sin ella es imposible caminar hacia su Reino, la conversión nos permite valorar en justicia la vida, las acciones, sentimientos y talentos, gracias a ella podemos reconocer el valor amoroso de Dios en nuestra vida y no seguir ignorando su presencia. Solo quien está dispuesto a amar a Dios sin condicionamiento alguno reconocerá donde y como vivir el valor absoluto de su conversión. Encontrará su tesoro y no estará dispuesto a perderlo nunca… la consigna de la Gracia es unica en nosotros, permitir que el crecimiento espiritual nos acerque a Dios. Una manera de hacer que la Gracia alcance su ideal en nosotros, es precisamente bajo el derrotero de la conversión. El Dragma es el objeto preciso a nivel de la conciencia de aquella mujer que le tiene en grande estima, nosotros buscamos no una moneda de determinado valor sino el desarrollar nuestro plan de vida y crecimiento espiritual necesarios para formalizar nuestra conversión.

Los apegos al mundo son realmente una dificultad muy grande porque ocupan todo el corazón restándole espacio a Dios en nuestras vidas y donde no es bien recibido pues Él se retira entendiendo que estamos llenos de mundo y no queremos hacer un “campito” para su Amor y Gracia.

La visión Jereminiana se centra en el explicitar la necesidad de “limpiar” el corazón como un acto de humildad delante de Dios. Una postura que puede lograr que nosotros caminemos por terreno seguro y rechacemos el pecado y toda su injerencia. No puede haber noticia buena en una vida llena de maldades y en desapego de Dios. La conversión es una situación de vida que nos sacude sacando lo peor y dejándolo fuera de nosotros, una vez golpean con el mortero el trigo este es arrojado al aire para que salga la cáscara y la semilla desprovista de esta impureza caiga al recipiente para proceder a sacar su producto. La vida hace las veces de la “pilonera” que con las vivencias logra desprender las impurezas de nuestras vidas para lanzarlas fuera de nosotros. Aquí lo importante no es la cascara sino su contenido… la Gracia está presente precisamente para que nuestro sentido común actúe coherentemente. Un pueblo rebelde es la personificación de muchísimos individuos viviendo contrariamente a la Gracia y su influjo, un pueblo rebelde no es dócil al influjo del amor liberador de Dios. Esto último hace de quienes rechazan la Gracia de Dios, personas tristes que no tienen una razón trascendente para continuar con sus vidas y por lo general existen solo biológicamente renunciando a una vida espiritual auténtica. Empleando una figura muy conocida en el cine de nuestro tiempo “zombisque caminan y caminan sin encontrar la auténtica felicidad. Se distraen entre los encantos y afanes del siglo, pero rechazan la trascendencia. No se alimentan de carne humana sino de las frivolidades del mundo y a la postre siempre quedan con sed y hambre. Sin la Gracia de Dios no aguarda otra cosa al ser humano más que una vida superficial sin raíz y mucho menos un norte pleno que seguir o vivir…

Pablo escribe a su amigo y discípulo Timoteo, narrando de buena gana su vocación y como esta se afirmó en Cristo definitivamente, retrotrae su vida anterior, pero la exalta por medio del Evangelio al que sirve diligentemente. La conversión nos lleva a los pies de Cristo y nos muestra su triunfo, pero también nos hace solidarios con su Pasión y Cruz, aquella solidaridad es fruto precisamente de una visión renovada y ampliada de los creyentes en su Señor y Salvador. Pablo sabe que su caminar de Fe no es definitivo y que debe seguir caminando buscando la plena realización de su propia Fe en Cristo. Las dificultades que los bautizados vivimos hacen parte de ese maravilloso ejercicio de conversión y absoluta confianza en Cristo, paso a paso construimos esa confianza. Somos testigos del amor de Cristo y por ende nuestra vida debe ser una permanente acción de gracias al Dios amoroso como hijos agradecidos y coherentes con el don de su amor que es vida para nosotros. Somos indignos pero el amor de Dios nos hace dignos. Somos débiles pero su Gracia nos hace fuertes y dispuestos para un Reino… Que su amor fluya en cada uno de nosotros como es el deseo de nuestro Dios.


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