martes, 14 de mayo de 2019

QUINTO DOMINGO DE PASCUA...


QUINTO DOMINGO DE PASCUA. Hechos de los Apóstoles capítulo 11 versículos 1-18. Salmo 148. Apocalipsis 21 versículos 1-6. Juan capítulo 13 versículos 31-35.



El Apóstol Pedro,  relata sobre sus visiones en las que aparece una ruptura con la tradición  judía en lo concerniente a la ingesta de determinados animales. Esto podría sonar trivial pero tengamos presente que sociológicamente hablando la instauración de un sistema de pensamiento nuevo se hace siempre sobre las bases del anterior y la negación de los principios anteriores es vital en dicho proceso de potenciación terminológica. Pedro en su visión es instado a consumir alimentos que eran proscritos por la tradición de su pueblo. Pedro abre o expande la mentalidad universal e incluyente del cristianismo y marca así una tendencia que no reconoce barrera cultural alguna. 

Desde la perspectiva del “quinto evangelio” Lucano, el Apóstol Pedro aparece como el primero en traer al cristianismo a la gentilidad, lo que explicaría el sentido común y típico de la visión descrita. El medio cultural es importante pero los valores del cristianismo entran de lleno en el orden social y cultural asumiendo un rol motivador y esperanzador en un cambio de mentalidad. Pedro acompaña a unas personas  asumiendo así su papel protagónico en los inicios de la obra cristiana. La necesidad de inculturizar el Evangelio está latente en la misión de la Iglesia y en los métodos que esta emplea para continuar la obra apostólica.

El cambio de paradigma en la visión que nos describe Pedro, ofrece una posibilidad de aceptación para los no-creyentes en Cristo, es una posibilidad de acoger en la perspectiva amplia del cristianismo a sus futuros seguidores y bautizados, aquí la misión de la Iglesia toma un rumbo abierto y extra frontera de Israel en cuanto a su mentalidad… También vemos una forma arcaica que describe lo que se asemeja al sacramento de la Confirmación en la actualidad.

El Salmo 148,  es recitado tradicionalmente por el pueblo judío especialmente en la mañana, aquí la creación entera celebra la restauración de Israel. Este Salmo fue escrito justo después del destierro o diáspora. La comunión que debemos establecer con la naturaleza es atestiguada en la misma dirección que nuestra restauración o conversión personal. El salmista esta ante el mundo y sus maravillas y observa místicamente como este se une en la misma plegaria reconociendo el amor providente de Dios. No hay excepción para la vida ya que el amor de Dios se manifiesta en toda ella y sus multiformes recreaciones. El nombre de Dios es adorado y glorificado siempre,  y es también nuestra tarea de Fe.

Juan en un bello trozo del Apocalipsis,  nos deja ver su profunda Fe y Esperanza en la manifestación amorosa de Dios. Un cielo nuevo y una tierra nueva, una condición redimida de la humanidad y de toda la obra de Dios está por manifestarse y dependerá de nosotros que así sea. El bautizado sabe que el pecado tocó poderosamente a la creación sirviéndose de nuestra mano. La contaminación hace que la vida sufra grandemente y los valores de la sociedad se centran en el poder económico y no en lo valioso de la naturaleza. Juan asume que la Gracia en nosotros nos prepara para actuar con amor y respeto por la creación hasta hacerla escatológicamente libre de esta mancha que llamamos pecado ecológico.

Agustín de Hipona en su obra cumbre la “Civitas Dei” o Ciudad de Dios, (escrita entre el 415 y el 426) nos muestra como el ser humano cuando actúa de espaldas a su Dios solo piensa y vive en categorías meramente materiales, desconociendo la realidad de su ser en la trascendencia, la ciudad del hombre esta como se ven nuestros mares, llenos de basura y toda suerte de desperdicios como si solo importara el ser humano y nada más que nosotros.

Babilonia en la mente de Juan es aquella ciudad de pecado que no podrá disfrutar de la presencia de Dios como si lo podrá vivir la “Nueva Jerusalén” que sabiamente la relaciona o describe en figura pensando en la Madre Iglesia. Esta ciudad Joanica es la metrópoli mesiánica donde la Gracia será plena, total y totalizante… El mar como sabemos de la mentalidad judía es el lugar donde vive la bestia, el llamado Leviatán. No se trata solo de un espacio físico sino de toda una condición contraria a Cristo. Pero aun así como sucedió con el pueblo a la salida de Egipto,  Dios puede abrir camino seguro de salvación al bautizado cuya praxis es su amor.

Dios con ellos y con nosotros, Dios que se manifiesta grandemente en nuestras vidas y en nuestra realidad, Juan ve una realidad in-contaminada donde el amor de Dios se manifestara definitivamente. El (versículo 6)  textualmente dice: “Hecho está, Yo Soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, al que tenga sed Yo le daré del manantial del agua de la vida gratis”. Recordemos hermanos que en el N.T el agua es signo vivo del Espíritu de Dios, de esta sentencia Joanica desprendemos que la Gracia plena será dada por el Espíritu de Dios a los bautizados.

El mensaje Joanico,  se centra en las “despedidas” del Señor con relación  a sus discípulos, está hablando de la realidad física y material de su existencia, pero también es muy claro en citar lo referente a sus manifestaciones como Hijo de Dios y su Existencia  trascendente. Juan en su evangelio percibe la necesidad de fortalecer el carácter de los discípulos y sembrar en ellos la esperanza que se volverá a retomar durante los coloquios con el resucitado.

El Mandamiento Nuevo, es para sus discípulos no solo un mandato de su Señor, es también el signo vivo de la manifestación de una condición distinta ante el mundo y las relaciones que constituimos en este. Un signo social y cultural de la Resurrección de Cristo es el florecimiento de relaciones santas y libres de intereses mundanos como lo dicta el entorno donde actuamos siempre. El mundo busca imperar bajo sus protocolos materialistas.

Cristo nos da testimonio de vida y coherencia y nos pide vivir bajo el signo de su amor, solo el amor de Dios puede liberarnos de las relaciones superficiales y sin contenido alguno, el mundo presente relativiza los valores con el fin de “vender” sus productos. Juan observa como las despedidas del Señor deben coincidir con nuestra madurez espiritual y doctrinal, no sea que como en Lucas literalmente nos quedemos “mirando al cielo”.

 Para salir literalmente a anunciarle vivo y glorioso. Es pues necesario que la Resurrección alimente nuestra forma de ser, ver, y vivir el mundo presente. No se trata de recordarle se trata, por el contrario, de actualizar su mensaje viviendo como quien sabe que está de paso afirmando valores contenidos en el santo Evangelio. Hoy es posible que caminemos coherentemente bajo la guía de su amor y demos los frutos necesarios para anunciarle vivo y triunfante… El nuevo discípulo  debe vivir como criatura nueva dispuesta a seguir siendo transformado por la Gracia del resucitado.





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