NATURALEZA
TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS LAICOS.
RESUMEN.
Los ministerios laicales
consagrados en los cánones de esta Iglesia están enfocados positivamente en el
servicio diligente de la vida congregacional y por tanto vinculados
esencialmente con la vida de la Diócesis. Son en cuanto a su naturaleza
teológica un signo fehaciente del Pacto Bautismal que como bautizados los lleva
a profundizar su vida de Fe y espiritualidad, dando a luz al servicio cristiano
y la diaconía de la Iglesia primitiva hoy actualizada. Nuestra Diócesis como
expresión local de la Iglesia de Cristo (PP. del Movimiento de Oxford) promueve
y alienta este servicio reconociéndose y formándose, para mayor eficacia de
este trabajo amoroso en la base congregacional. Por medio del Bautismo se
desarrollan estos ministerios que conocemos (Canon 4: De los Ministerios
Autorizados. Sec 1 Líder Pastoral, Líder de Culto, Predicador,
Ministro Eucarístico, Visitante Eucarístico, Evangelista o Catequista) es
una forma de dimensionar la Gracia activa en el creyente, y desde esta
perspectiva de intima comunión con el Dios revelado un signo escatológico entre
nosotros. Desde la realidad ministerial de la Iglesia son un recurso vital para
el crecimiento de la obra misionera diocesana y congregacional, así como socios
diligentes del clérigo o responsable de una misión o congregación.
INTRODUCCIÓN.
“Los ministerios
laicales y ordenados hacen a la comunidad y la comunidad discierne los
ministerios que otorga el Espíritu”.
La naturaleza formativa
de la Iglesia se expande más allá de las aulas de sus seminarios y monasterios,
este apropiarse más espacios se manifiesta en la formación laical que, aunque
no es una instrucción ministerial ordenada (estado clerical) si se
perfila en el quehacer del laico o feligrés en la vida de la Diócesis y
concretamente de la congregación en la que este vive su Fe. La experiencia del Líder Laico en la
esfera eclesial no es solo el ejercicio de una u otra habilidad sino la
explicitación formal de la naturaleza ministerial de la Iglesia y toda ella
apunta a una finalidad que es su misión como organismo vivo y comunicante.
La Gracia se explicita en los ministerios laicales de una manera histórica y
también intestina, es decir, profundiza en la relación del creyente, el
bautizado y el comulgante tanto doctrinal como socialmente. Los líderes
laicos antes que desempeñar una u otra función son y deben ser los primeros
creyentes de su congregación (1).
No entendemos distinta su inserción en el medio eclesial. El ser y
corpus eclesial se hace visible precisamente en la Fe y ministerios tanto
ordenados como laicales. Hoy estamos empeñados en la diversidad del servicio
laico licenciado que de esta manera se inserta en el orden institucional
específico de la Pastoral u Apostolado.
La noción de su naturaleza de servicio se remonta a la inserción del
Evangelio en la praxis del bautizado. La connotación salvífica es y será una
consecuencia de lo anterior. Los
ministerios laicales son históricamente nexo dialéctico entre la doctrina
eclesial y las congregaciones. Lo anterior supone acertadamente la necesidad
formativa para su eficiente desempeño y espiritualidad. El Episcopal da
razón de su Fe estableciendo una relación crítica que ilumina su Fe y sus
prácticas. La Iglesia considera fundamental esta relación que da luz a
la conciencia de sus ministros y conocimiento del mundo y sus realidades. La
hipóstasis ministerial se expresa vivamente en la construcción de un modelo
pastoral laico que permita a estos últimos insertarse en la vivencia de su
Pacto Bautismal. Un ministro laico licenciado vive a plenitud las
implicancias de su sacerdocio común e identidad profética. (2) Si eres
un ministro laico entonces la realidad que percibes estará informada por la
Gracia y su vivencia te hará proclive a la misión eclesial. La Gracia bautismal
acompaña y potencia las posibilidades de servicio de los laicos en la vida de
la Iglesia. Es pues, factible y necesario que el ser y quehacer ministerial
refleje la propuesta de Fe de quien vive su naturaleza. La construcción
dialéctica es importante en la elaboración doctrinal y su comunicación
idiomática aproxima categorías cognoscibles que el líder laico debe vivir y
difundir, asumiendo un estado personal de vida que sea testimonio de su
servicio. La Teologia ve en los ministerios laicos la síntesis de su
pensamiento sobre el Bautismo, la Confirmación y el Orden Ministerial, como
quien dice, del carácter de irrepétibilidad que alcanza la perfección de
servicio y vivencia, por esta razón que objeto tendría un ministerio laical en bautizados
y no confirmados. Aquí persistiría la imposibilidad testimonial de una Gracia
en plenitud no poseída por estar fuera de su consecución habitual en la vida
eclesial. “Si eres bautizado y confirmado tu ministerio laico dará los
frutos y tendrá razón de ser testimonio vivo de Cristo y su diaconía”
(3).
MINISTERIOS
LAICALES Y EL PACTO BAUTISMAL.
La fuente que explicita
el servicio cristiano parte del Bautismo como “incorporación al pueblo de
Dios que es su Iglesia” y esta participación en la vida de la Iglesia
asume estadios de madurez espiritual que atraviesan los creyentes. El signo
bautismal nos sumerge en la muerte de Cristo para resucitar con Él, de igual
manera el ministro laico asume su rol en los ministerios del N.T donde su
accionar es vital para la salud de la Iglesia. Una Iglesia sin ministerios
laicos es una institución en problemas. El Bautismo abre las puertas de la vida
de la Gracia de la que se alimentan los ministerios laicales. Sin la Gracia su
trabajo sería estéril totalmente y no tendrían razón de ser. Ese despertar como “criaturas nuevas”
es un despertar a la praxis ministerial de la Iglesia cuya puerta es el santo
Bautismo. La condición
escatológica de los ministerios laicales depende de su relación directa con la
Gracia y el ejercicio ministerial de los bautizados. La razón eclesial
se manifiesta activa en cada uno de los bautizados que la asumen y concretizan
y de una manera particular en los ministros laicos (4).
La fidelidad a las
enseñanzas de la Iglesia es otro de los componentes vitales de los ministerios
licenciados. La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es
indiferente. Su participación no es indiferente ni debe reducirse a la
recepción de los sacramentos, antes bien, debe ser muy activa de forma que
ayuden a que todas las realidades en las que ellos trabajan sean invadidas por
el espíritu del Evangelio. Por lo tanto, la familia, la profesión y el
trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso,
todo, absolutamente todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el
espíritu del Evangelio. En pocas palabras, los laicos son los
encargados de que el Reino de Dios se haga realidad en los diversos campos que
forman su vida. Allí donde el sacerdote,
el religioso, el obispo no puede llegar, allí es donde el laico debe
comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo. De esta forma la realidad
percibida desde el Bautismo se fortalecerá en la vivencia del Cristo
resucitado. Los ministerios laicales tienen su fundamento escatológico en el
resucitado y su razón de ser es precisamente contribuir a su difusión. Miremos
la siguiente consideración (5):
La comunión de la Iglesia
es “abierta” a toda la humanidad, a un verdadero ecumenismo y a la Jerusalén
celeste. Es signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de
todo el género humano. La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios
Padre, Por Jesucristo, en el Espíritu Santo. La comunión con el Padre es
respuesta a la llamada que convoca a los “santos” (kletoi hagioi) a
vivir su misma vida (Romanos capítulo 1 versículo 7) en el seno de la asamblea
de los llamados (koinonia Ekklesia). Comunión por el Hijo, para ser
miembros de su cuerpo cuya expresión máxima es la Eucaristía, misterio Pascual
de Jesucristo. Comunión en el Espíritu
Santo. Él es quien guía a la comunidad de los santos y convocados por el Padre,
confirmados en el Hijo, hacia la plena comunión y unidad
(Gálatas capítulo 5 versículo 16-18; 1 Corintios capítulo 12 versículos 4-11; 2
Corintios capítulo 13 versículo 13). El Espíritu Santo, que vive en los
creyentes y en la Iglesia, realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y
une tan íntimamente a todos en Cristo que es el principio de unidad en la Iglesia. El Espíritu Santo es para la Iglesia y para
todos y cada uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio)
y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción
del pan y en la oración. El Espíritu Santo unifica, sin uniformidades, y regala
diversos dones jerárquicos y carismáticos. Pero el misterio de la comunión no
es sólo con Dios Trino, sino con los hermanos. Porque la comunión se hace
fraternidad desde la participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que
esa fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los hombres
ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad
en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y
corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la
experiencia sinodal y articulan y se expresan en dicha experiencia. La Iglesia,
además de comunión, es también misión. La misión es una proyección de la
comunión. Se ejercita desde, en y para la comunión. Es una misión comunional.
Una misión que tiene su origen en el proyecto Trinitario de la historia de la
salvación, desde la creación a la elección del pueblo, hasta la misión de Jesús
y la conciencia misionera de la Iglesia apostólica. La misión, pues, encierra un
significado Trinitario y teologal. Nace de la caridad del Padre actualiza en
cada momento de la historia la misión de Jesús, el Hijo de Dios y se hace
posible por el Espíritu Santo. La misión es, además de don, una tarea
histórica, contextuada, como diakonía de la caridad y diálogo interreligioso e
intercultural (6).
ACCIÓN ORIENTADA DE LOS
MINISTERIOS LAICALES.
Los ministros laicos
tienen la tarea de construir el testimonio congregacional con sus aportes
constantes a la vida en comunidad de Fe. Es la expresión fraterna de la Gracia
que se recrea en la acción pastoral y de esta manera se da a otras personas en
las circunstancias de vida que estas están atravesando. Los Visitadores
Eucarísticos, no solo llevan la comunión al enfermo estando recluido en
casa o en un centro médico, sino que extienden la solidaridad eclesial a estos
lugares haciendo presencia desde la Fe y la convicción sanadora de la Iglesia
que por su medio se aproxima a la realidad de estos hijos sufrientes. Es una
elaborada significación de la comunión de valores, doctrina y esperanza en
manos de estos ministros laicos (7).
Aquí la salud posee dos componentes, lo eminentemente físico y biológico
y lo espiritual/moral, y en ambas realidades que se unen en la vida y obra del
enfermo la Iglesia se muestra activa y consiente de la vivencia y limitación de
quien padece o bien en el cuerpo o en su espíritu. Se establece un fundamento
de solidaridad palpable que humaniza el medio congregacional (8). De esta
manera la expresión: “sufriendo uno todos sufren” toma sentido a
la luz de la enfermedad o el mal moral. El ministerio laico se convierte en un
puente que permite a la esperanza irradiar el corazón del sufriente y alimenta
su convicción sobre la presencia del Cristo sanador y liberador, pero sobre
todo el Dios amoroso y misericordioso que no ama la muerte o la enfermedad sino
a la persona humana redimida por su Adorado Hijo. Es también desde esta
perspectiva de comunionalidad una figura activa del misterio Trinitario que se
muestra escondido en las verdades de nuestra Fe (8).
Los Predicadores como ministros
laicos no solo deben hacerlo desde el “púlpito” como figura natural de su ministerio,
sino que deben ser versados sobre temas relacionados con la comunidad y la
experiencia cotidiana, un Predicador debe vivir actualizado y conocer la
dinámica de la cultura y sociedad. Haciendo suyas las palabras del Hiponense:
“Nada de lo humano me es desconocido”. El Predicador licenciado
por el Diocesano (ministro laico) debe ser un bautizado creyente y
practicante en comunión como todos los demás ministros laicos. Su testimonio de
vida hablará más que sus elaboradas predicas. Su vivencia de la esperanza le
convertirá en animador constante de sus hermanos en la Fe… La difusión del Evangelio de Cristo no es una
Buena Nueva cualquiera sino el triunfo del amor como razón de ser de nuestra
existencia sublimada. Los ministros laicos licenciados son portadores de los
fundamentos de ese amor y no solo como bautizados deben vivirlos sino también
testimoniarlos desde la pastoral que adelantan. Es un error pensar que sus
actuaciones son solo dominicales o litúrgicas son en síntesis interlocutores de
la Fe de la Iglesia en su entorno o espacio vital. Al vivir los valores del
cristianismo nos hablan con acciones de un Cristo posible y cercano a nosotros
(9).
Los Catequistas o
líderes de la Instrucción en la escuela dominical, no se constituyen en
los “niñeros congregacionales” sino en orientadores doctrinales de los
más pequeños enseñando los rudimentos de la Fe eclesial. Ellos presentan a los
más pequeños lo que entendemos por “síntesis doctrinal” enseñando
con argumentos pedagógicos y metodológicos los quehaceres que los niños desde
su expresión incipiente de Fe deben vivir y afirmar. Hoy en día muchos de
nuestros ministros laicos y ordenados desarrollaron su vocación gracias a estas
primeras letras en la Fe. En síntesis, los ministros laicos deben estar
absolutamente seguros de sus convicciones y formación para asumir el rol de
evangelizadores en el medio congregacional donde creemos que estas verdades se conocen,
pero no es siempre así. La dinámica de la instrucción requiere probada certeza
de lo que estamos transmitiendo por esta razón el ministro laico es el primero
en la línea de Fe de su congregación amándose así mismo a los suyos y a su
Iglesia en una conjugación de valores y virtudes cristianas (10).
Los Lectores,
como ministros laicos participan de forma decidida en la mayor expresión de
adoración eclesial como lo es la Eucaristía, ellos son parte activa de la
confección de nuestra liturgia y hacen de su participación un elemento
consecutivo de su espiritualidad. La oración de los lectores debe iniciar con
las consideraciones de la Palabra de Dios proclamando en sus hogares y vecindad
como lugares de estudio y trabajo que la Palabra seduce y alienta en la vida y
su quehacer cotidiano. Un lector es un
Proclamador de la Palabra inspirada y debe hacerlo con Unción y Reverencia como
quien está hablando con Dios. Se cuenta en la vida del Hiponense que él
instruía a sus lectores y a la asamblea diciéndoles: Hoy leeremos una carta que
Dios nos envió considerando que las Escrituras son la savia que alimenta el
árbol de la Fe y de esta forma el respeto y su interiorización son totalmente
necesarios para vivir la espiritualidad de este y todos los ministerios
laicales (11).
NATURALEZA DEL
LAICADO EN LA IGLESIA EPISCOPAL.
*** Canon 4: De los
Ministerios Autorizados. Sec 1.
Un comulgante confirmado, de gran estima, o, en circunstancias
extraordinarias, con sujeción a las directrices establecidas por el Obispo,
un comulgante de gran estima, podrá ser autorizado por la Autoridad
Eclesiástica para servir como Líder Pastoral, Líder
de Culto, Predicador, Ministro Eucarístico, Visitante Eucarístico,
Evangelista o Catequista. Los requisitos y las directrices para la
selección, capacitación, educación continua y utilización de tales personas y
la duración de las licencias serán establecidos por el Obispo, en consulta
con la Comisión sobre el Ministerio.
|
Como Iglesia Universal se
toman medidas para favorecer la aproximación de los bautizados a la vivencia de
su Pacto Bautismal, el mismo que se expresa en la vocación
salvífica de cada uno de nosotros, miremos pues, desde el punto de vista de
nuestros cánones tal afirmación:
*** TITULO III. Del Ministerio. Canon 1: Del
Ministerio de Todas las Personas Bautizadas. Sec. 1. Cada
Diócesis tomará las medidas necesarias para el desarrollo y la consolidación
del ministerio de todas las personas bautizadas, lo que incluye:
(a)
Ayudar a entender que se convoca a todas las personas bautizadas al
ministerio en el nombre de Cristo, a identificar sus dones con la ayuda de la
Iglesia y a servir a la misión de Cristo en todo momento y en todo lugar. (b)
Ayudar a entender que se convoca a todas las personas bautizadas a que
sustenten sus ministerios entregándose a la formación cristiana para toda la
vida.
|
Podemos iniciar diciendo
como es obvio que lo propio de los laicos es la secularidad, es decir, su vida
y participación en las profesiones y ocupaciones del mundo. Esta naturaleza social del bautizado feligrés
le permite vivir de cerca la realidad de los distintos escenarios donde este su
mueve. En su trabajo lleva a Cristo como misión eclesial a la que este
pertenece por el Bautismo y ahora por la vivencia del ministerio licenciado. Es
un entronque bien particular con el entorno y sus contenidos culturales.
Nuestra categórica tendencia a la Laicidad en nuestros laicos y particularmente
en los ministros laicales es entendida como un componente importante en la
expansión del Evangelio. El feligrés se relaciona con su entorno desde las
actividades y construcciones eminentemente sociales y familiares, descubriendo
en su cotidianidad la presencia amorosa de Dios (12). El ministro licenciado en
sus diferentes ministerios de servicio congregacional puede convertirse en un “puente”
que une las realidades dentro y fuera de su congregación y con sus vecinos y
socios del día a día. De una actualidad contundente que hace de su servicio un
acercarse más aun a sus hermanos que cuando era participante dentro de la
asamblea (congregación) (13). Sin duda que el activismo es un mal
para las Iglesias históricas particularmente donde sus feligreses hacen muchas cosas,
pero ignoran muchas otras más especialmente en el plano de la formación
cristiana. Nuestra Diócesis dispuso de un Programa abierto a todos los
bautizados con la finalidad de formar sus expresiones y conocimiento de la
praxis de su Fe o experiencia con el Dios vivo (14). Pues nuestra postura
formativa reconoce tanto la pluralidad de los dones y carismas como de los
distintos roles vocacionales de nuestros laicos. Esta Diócesis como Iglesia
particular, anuncia la resurrección del Señor, resalta el triunfo del amor
manifestado en la vida, anima mediante la liturgia a la permanente actitud de
adoración de nuestros feligreses, lee y medita la Palabra de Dios y alimenta
con los signos del Nuevo y definitivo Pacto, nos referimos a la vida
sacramental. Es pues, nuestra visión del mundo y la necesidad de una postura
teológica del laico formado y licenciado para el ministerio laical. Hoy se nos
presenta una dificultad y es precisamente como generar estas inquietudes en los
feligreses que sirven en las distintas congregaciones de la Diócesis (15).
Estamos asumiendo una
relación que se puede establecer como un binomio de Fe, nos referimos a la
relación Mundo-Iglesia, con escenarios compartidos pero con dos
realidades distintas solo en la medida en la que el bautizado construye su
experiencia de Fe y la une al Dios revelado, este es el presupuesto de
trascendencia que hay en nuestra Iglesia y el cual debe ser animado y
fortalecido, no sea que nos convirtamos en activistas y de espiritualidad poco.
La formación es y debe ser totalizante de todos los escenarios donde el
ministro laico vive su ministerio de amor y servicio (16). Esta
realidad nos debe llevar a generar espacios permanentes de formación para nuestros
laicos y muy decididamente para los ministros laicos. No se trata de un hacer
sino de un conocer y amar para que la obligatoriedad asuma su rol salvífico en
el pueblo de Dios que es su Iglesia. Recordemos que se está enfatizando en el
ministerio fruto del Bautismo que es común a todos los bautizados, de la Gracia
inherente a las experiencias de servicio en la vida congregacional. Por lo
anterior el ministro laico en nuestra Iglesia está más que antes unido a la verdad
del Bautismo y todo su poder trascendente. No son los ministerios laicales
factor de discordia en la congregación, son todo lo opuesto signo de madurez y
crecimiento en la Fe comunitaria (17). La sociedad reclama de la
presencia viva y testimonial de la Iglesia y sus hijos los ministros laicos y
ordenados como de todos los bautizados, solo que su orientación es de servicio
ministerial transitorio y permanente en el caso de los ministros ordenados o
clérigos (Diáconos, Presbíteros, Obispos). Todo ello desde una Iglesia
contextualizada o local, remitiéndonos al triple munuso en castellano, función
de Jesucristo (Sacerdote, Profeta y Rey) y a las cuatro dimensiones que
configuran la Iglesia: al servicio de la comunión, al servicio de la Palabra,
al servicio de la celebración y al servicio de la caridad y compromiso. En este
sentido, los ministerios son el rostro y espejo de una Iglesia en medio del
mundo que es sacramento de comunión y, al mismo tiempo, evangelizadora,
celebrativa y comprometida. Movida por el Espíritu Santo… El conjunto de
carismas y ministerios, ordenados y laicales hacen posible la realidad de una
Iglesia Trinitaria como “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y “Templo del
Espíritu”.
la Iglesia es ministerial y se articula desde
diversos ministerios podemos descubrirlo con claridad en el Nuevo Testamento,
particularmente en las cartas Paulinas (1 Tesalonicenses capítulo 5
versículo 12; Romanos capítulo 12 versículos 6-8; 1 Corintios capítulo 12
versículos 4-11. 28-31; 14,6). De entre los diversos ministerios Pablo
destaca, al menos, tres: el ministerio de apóstol, de profeta y de doctor (1
Corintios capítulo 12 versículo 28; Efesios capítulo 4 versículo 11). Sin
olvidar los responsables de las comunidades, a quienes Pablo llama “sus
colaboradores” (Romanos capítulo 16 versículo 3; 1 Tesalonicenses capítulo 3
versículo 2; 2 Corintios capítulo 8 versículos 23; 1 Tesalonicenses capítulo 5
versículo 12; 1 Corintios capítulo 16 versículo 16), y los evangelistas y
pastores (Efesios capítulo 4 versículos 1-6). No entramos en detallar
las referencias que se hacen en Lucas, Cartas de Pedro, Cartas Pastorales,
Carta a los hebreos y Apocalipsis… Podemos concluir que se da, desde el
comienzo de la Iglesia, “diversidad y creatividad de carismas y
ministerios” en una Iglesia carismática y ministerial: los ministerios
hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el
Espíritu. La evolución histórica de los ministerios es muy compleja. No podemos
entrar en ella. En resumen, se ha llegado a la conclusión de que existen
ministerios por designación expresa de Jesús (los doce-apóstoles: Lucas capítulo
6 versículo 13; Mateo capítulo 10 versículo 2; Marcos capítulo 6 versículo 30);
otros, por designación del Espíritu Santo (ministerios señalados en las
cartas Paulinas: Romanos capítulo 12
versiculos 6-8; 1 Corintios capítulo 12
versiculos 8-11; 1 Corintios capítulo 12 versículo 28; Efesios capítulo 4
versículo 11) y, otros, por designación de la Iglesia (ejemplo. los “colaboradores”
de los que se habla en Hechos de los Apóstoles capítulo 6 versículos 1-6; 13,
1-3 o en las cartas Paulinas (1 Corintios capítulo 16 versículo 16; 1
Tesalonicenses capítulo 5 versículo 12; Romanos capítulo 16 versículo 1, etc.)
(18).
Las Escrituras alimentan
nuestra concepción ministerial, pero es importante visualizar el panorama
presente y las necesidades de la Iglesia explicitada o materializada en la Fe
de los bautizados, la misma y única Fe que se abre paso en el mundo como
realidad relacional. Una Iglesia de estas dimensiones está presente en el drama
y conflicto humano y en muchas ocasiones se puede dejar arrastrar por las
seducciones del mundo presente. De un mundo compuesto por infinidad de
expresiones y matices. La connotación del sacerdocio común se siente con mucho
peso particularmente entre los ministros tanto laicales como los ordenados, si
bien el ministerio de los hermanos laicos es de índole transitoria se pueden
renovar a discreción del Diocesano (Ordinario de Lugar). Y quien los
recibe puede dignificarlos en el contexto de la santidad eclesial a la que está
siendo llamado (19). La Iglesia no puede dejar de promover a sus hijos los
bautizados para un servicio más profundo y amoroso que exprese la realidad
trascendente de su sentido salvífico. La
Madre Iglesia se hace realidad en cada uno de sus hijos comprometidos con sus
hermanos y la creación, en el servicio de su ministerio laico comprometido y
amoroso en medio del pueblo de Dios (20). La santidad es un llamado perenne
de la Iglesia a sus hijos, es un recordatorio de nuestra naturaleza vocacional
y como este llamado se expresa en el servicio congregacional (21).
La economía salvífica
expresada en categorías de la revelación requiere del concurso de los ministros
para su auténtica aproximación al pueblo de Dios. Los ministerios laicales
hablan de la prolijidad de esta opción de vida en Cristo revelado. No se
muestran ausentes de la connotación económica (Gracia) en su desempeño,
como quiera que ellos son el reflejo de
la nueva condición redimida de los creyentes.
Hoy estamos al frente de los desarrollos ministeriales y de servicio de
la Iglesia, hoy estamos atentos a los cambios del mundo y su forma de proceder
acuñando y fortaleciendo los valores eclesiales que llegan al mundo
testimoniando nuestra opción fundamental por Cristo Señor de la vida (22). La
palabra “laico” es un término griego κοσμικόo que
en el NT significa pueblo (en sentido general) el pueblo que pertenece a
una estirpe determinada (en sentido particular). En un primer momento
los “laicos” son la comunidad constituida por la Fe en Cristo, en
contraposición a los gentiles y a los judíos. Posteriormente significó la
comunidad congregada para el culto divino, en contraposición a los dirigentes
de la misma. Pero aún en este caso, el puesto de los laicos estaba
absolutamente en el ámbito interno de la Iglesia, no estaban fuera de la
jerarquía, sino que formaban con ella una unidad, la cual se manifestaba
particularmente en la vida sacramental (23). La participación histórica de los
feligreses en la vida de la Iglesia se fue transformando en mayor vivencia de
la liturgia y la Palabra, y esto último generó conciencia sobre la importancia
del Pacto Bautismal. La
realidad ministerial toca las fibras del creyente al punto de hacer que su vida
se centre en el misterio de la regeneración, es decir de las cualidades
inherentes al Bautismo. Una condición redimida es el único escenario
posible para la vivencia de los ministerios laicales en la Iglesia. Desde este
panorama, la instrucción debe ser eficaz y mover a reflexión como a la acción a
todos los feligreses que solicitan tales funciones en su congregación (24).
MINISTERIOS
LAICALES COMO EXPRESIÓN DE MAYORDOMÍA CONGREGACIONAL.
La Mayordomía congregacional toca desde su
perspectiva unitaria la participación de los bautizados congregantes en la
dinámica de la ofrenda desde su visión ministerial. No se trata de una serie de
intercambios por recursos o tiempo de calidad en la congregación sino de
atender a su naturaleza participativa. El ministro laico licenciado al
vivir su ministerio de amor y servicio, lo hace como parte de su Mayordomía en
cuanto a los talentos y habilidades recibidas y re-definidas vocacionalmente.
Esto último es de suma importancia ya que es un argumento que involucra el
sentido escatológico de la congregación y en ella la misión de la Iglesia. No
podemos considerar que su aporte queda fuera de la definición de Mayordomía,
sino que gracias a su ministerio se convierte en testigo y testimonio, el
primero sobre la Gracia bautismal que edifica comunidad de Fe y vivencias con
el Resucitado y el segundo como ejemplo a seguir en la congregación lo que
implica una vivencia autentica del ser cristiano (25).
La connotación de la
comunidad de bautizados que se congrega posee en sí misma la suficiente fuerza
expresiva para trabar relaciones con su entorno y el ministro laico es parte de
ese engranaje relacional. No pudiera ser de otra forma si tenemos presente que
la realidad congregacional necesita de los talentos y recursos humanos para
explicitar su Fe y Amor (26). La auténtica vivencia del Evangelio hace de los
ministros elementos vivenciales de su propuesta y no solo meros ejecutores
litúrgicos, por lo anterior diremos que no existe un “Ministerio dominical”
sino un ministerio vivencial permanente en la congregación. La
manifestación ministerial no es una cronología elaborada a partir del sentir
del ministro, sino una profundización en la verdad salvífica anunciada por la
Iglesia y explicitada por la congregación como expresión local de la
universalidad eclesial (27). El ministro laico es invitado siempre a ser
testigo de la Gracia habitual ya que ella permite el vivir y dimensionar la
relación con Cristo en el orden y espacio de lo social y urbano como rural, es
decir, la Gracia transforma toda manifestación social donde la Iglesia hace
presencia por medio de sus ministros licenciados y más perfilados en los
ordenados (28). La connotación de la
Gracia se puede transformar en histórica como sabemos por las aportaciones y
vivencias de los bautizados, lo que sin duda asegura que el ministerio laical
puede y debe convertirse en esa expresión histórica de la Gracia (29). La
dinámica espiritual de la Gracia se constituyere en la primera de todas las
mayordomías posibles en la congregación y desde luego en la vivencia de los
ministros laicos. El componente de la Mayordomía en el ministerio de los
laicos no riñe con la actividad de los feligreses, ante bien, se afirma
testimonialmente (30).
Ser buen mayordomo es una
tarea general en toda congregación y quienes fungen en el servicio laical con
mayor responsabilidad y obligatoriedad ya que su servicio está siendo formado y
capacitado por la Iglesia, de la anterior afirmación podernos concluir
fácilmente que la Iglesia en su ser diocesano tiene el deber de hacer
Mayordomía y la adelanta precisamente en la formación de sus ministros
laicos. No es de otra forma como el
seguimiento de Cristo toca las esferas de la vida eclesial (31). Los ministros laicos se constituyen en
la esfera de la Mayordomía, en fundamento de nuevos liderazgos para el interior
y exterior de la congregación y la Diócesis. Sus actividades son
también presencia diocesana lo que implica como hemos expresado formación y
supervisión para que el servicio sea transparente y eficiente tanto para la Iglesia
como para el ministro laico y su familia, entorno este que se puede afectar
positivamente con su actividad. La Iglesia en su referente local que es
la Diócesis se puede beneficiar de estos ministerios una vez los establezca,
oficialice y supervise (32).
No podemos tampoco
sustraernos a la afirmación orgánica de que en el futuro muchos ministros
laicos quieran profundizar su ministerio optando por el ordenado, desde luego y
en esta perspectiva la Iglesia discierne sobre sus vidas y actitudes. El llamado
ministerial no posee barreras entre nosotros, pero si espera las cualidades
propias de cualquier servicio y aspiración (33). El sacerdocio común entre los
bautizados puede ser perfeccionado en el ministerio ordenado si las condiciones
lo dictaminan de esta manera. La Iglesia estará activa en todos los procesos
formativos para garantizar tales acciones y requerimientos. Nosotros debemos
prodigar todo tipo de directrices para el ejercicio coherente de los ministros
laicales y cada clérigo en su medio y responsabilidad pastoral debe promoverlos
y presentarlos ante el Diocesano y los organismos formativos que este determine
en la Diócesis (34). La realidad vinculante del servicio eclesial estará
en términos canónicos enfocado a los ministros ordenados sin desconocer las
normas y procedimientos para los ministros laicos. Estamos ante una
organización creada en el espíritu del servicio ministerial y no en políticas
de simple manejo y regularización. La
obra del ministro laico licenciado sin duda es parte viva de la Iglesia que ve
en su dedicación y servicio rasgos vivos del servicio del propio Cristo, es una
forma de indicar su alta estima e importancia en la dinámica de su propia
alteridad (35). La obra de Cristo necesita de manos y corazones y esto último
enmarca perfectamente la espiritualidad de los ministros laicos.
ESPIRITUALIDAD DE
LOS MINISTERIOS LAICALES.
No podríamos dejar fuera
de contexto la vivencia espiritual de los ministros laicos y sus ministerios de
servicio y compromiso, son en esta dirección en la que la vida congregacional
opera y faculta el aprendizaje que sin duda alguna fundamenta la espiritualidad
de sus ministros laicales. Diremos que existen una serie de elementos que hacen
del servicio laical una manera o medio de crecimiento espiritual para quienes
son cooperantes con la vida eclesial en esta categoría (36). La espiritualidad
de los ministerios laicales toca de lleno su naturaleza de servicio y
cooperación con la vida congregacional y para su crecimiento emplea los
recursos propios de los bautizados, nos referimos a la lectura y meditación de
la Palabra de Dios, que debe ocupar un lugar de suprema importancia y respeto
en su vida personal y familiar, la oración diaria empleando no solo su estilo propio sino también acudiendo al
modelo que consagra nuestro L.O.C y sus distintas devociones, la
Salmodia es la oración oficial de la Iglesia y por ende también del ministro
laico, la vida sacramental teniendo presente que los sacramentos son los signos
visibles de la Nueva y Definitiva Alianza de Dios con la humanidad, su
frecuencia marcará la motivación en torno a
la Gracia. Las obras de Misericordia que le permitirán visibilizar al
otro sufriente en la Persona del resucitado, son sin duda los elementos más
determinantes de la vida y espiritualidad del ministro laico licenciado (37).
Nuestro L.O.C en la página 344 da una pista
segura sobre el valor del “Servicio Cristiano” y lo ubica en un tiempo
especial o de forma permanente según sea la responsabilidad que el bautizado
asume, esta dedicación se hace más radical cuando es el Diocesano quien sacando
al laico de su servicio ocasional le concede la licencia para su ejercicio más
dedicado y permanente en la congregación. Siempre se invoca al Espíritu Santo
como Dios y revelador del misterio Trinitario, es Él la fuente y fundamento de
todo servicio en la santa Iglesia. Aquí se pone de manifiesto la Voluntad de
Dios y el sentir de la comunidad de Fe quien acoge y apoya a sus hijos en este
santo servicio. Es importante que los bautizados dimensionen el servicio que se
presta en la congregación como signo de la Gracia del Dios revelado y que por
su amor y misericordia transforma vidas y realidades desde la perspectiva del
servicio cristiano (38). La espiritualidad de los bautizados se mueve
gracias a la presencia de Dios que ratifica nuestro Pacto Bautismal siendo este
Alianza engalanada en el servicio de sus ministros. Es una realidad que
nos debe motivar a continuar entregando lo mejor en la construcción de su Reino
y siendo sus ministros materia preciosa y disponible. La Madre de los
bautizados necesita de sus hijos y especialmente de quienes dimensionando desde
el servicio su Bautismo pueden aportar a la construcción de una sociedad más
justa y en rescate de los valores espirituales propios del cristiano. Los
ministros laicos son hombres y mujeres llamados a vivir en justicia y ser signo
de justicia entre sus hermanos… es de esta manera como la construcción
del Reino de Dios inicia en el corazón de los bautizados para luego trascender,
recordemos que la Iglesia como sierva de
Dios está presente en el acontecer de
nuestras vidas y su misión es llevarnos
de la mano al Reino de su Señor y qué
Madre hay que no quiera lo mejor para los suyos, pues la Iglesia es esa
Madre amorosa que recibe con amor el aporte de sus hijos los ministros laicos
licenciados y los ordenados (39). No son los ministerios laicales factor
de discordia en la congregación, son todo lo opuesto, signo de madurez y
crecimiento en la Fe comunitaria.
BIBLIOGRAFIA/CIBERGRAFIA/FUENTES.
*** https://episcopalchurch.org
› posts › publicaffairs › la-constitución-y-los-c... Citamos
losa Cánones y Constituciones de la Iglesia Episcopal/año 2018.
1. Nota del autor.
2. Nota del autor.
3. Nota del autor.
4. Nota del autor.
5. Nota del autor.
6. LOS MINISTERIOS, ESPECIALMENTE LAICALES,
EN UNA IGLESIA “MISTERIO DE COMUNIÓN PARA LA MISIÓN”. Profesor Raúl Berzosa
Martínez, Obispo Auxiliar de Oviedo, Santander, 20 de marzo de 2007, Aula de
Teología//.
7. Nota del autor.
8. Nota del autor.
9. Nota del autor.
10. Nota del autor.
11. Nota del autor.
12. Nota del autor.
13. Notad el autor.
14. Notad el autor.
15. Nota del autor.
16. Nota del autor.
17. Nota del autor.
18.
www.mercaba.org/Pastoral/M/ministerios_laicales.htm. es.catholic.net/op/articulos/18452/cat/748/los-ministerios-laicales.html.
19. Nota del autor.
20. Nota del autor.
21. Nota del autor.
22. Nota del autor.
23.
theologicaxaveriana.javeriana.edu.co/descargas.php?archivo...pdf&idArt=1054.
24. Nota del autor.
25. Nota del autor.
26. Nota del autor.
27. Notad el autor.
28. Nota del autor.
29. Nota del autor.
30. Nota del autor.
31. Nota del autor.
32. Nota del autor.
33. Nota del autor.
34. Nota del autor.
35. Nota del autor.
36. Nota del autor.
37. Nota del autor.
38. Nota del autor.
39. Nota del autor.
40.
https://www.bibliatodo.com › la-biblia › version › Biblia-de-Jerusalen// de
manera virtual proceden las citas bíblicas que hemos incluido en el presente
ensayo.
41.
cristoeseltema.blogspot.com de nuestro Blog hemos
tomado contenido para la presente presentación de recursos sobre los
Ministerios Laicales Licenciados.