NATURALEZA
TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS LAICOS.
INTRODUCCIÓN.
Los ministerios
hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el
Espíritu.
|
La naturaleza formativa
de la Iglesia se expande más allá de las aulas de sus seminarios y monasterios, este apropiarse más
espacios se manifiesta en la formación laical que aunque no es una instrucción
ministerial ordenada (estado clerical) si se perfila en el quehacer del laico o feligrés
en la vida de la Diócesis y
concretamente de la congregación en la que este vive su Fe. La experiencia
del Líder Laico en la esfera eclesial no es solo el ejercicio
de una u otra habilidad sino la
explicitación formal de la naturaleza ministerial de la Iglesia y toda ella
apunta a una finalidad que es su misión como organismo vivo y comunicante. La
Gracia se explicita en los ministerios laicales de una manera historica y
también intestina, es decir, profundiza en la relación del creyente, el
bautizado y el comulgante tanto doctrinal como socialmente. Los líderes laicos antes que desempeñar una
u otra función son y deben ser los primeros creyentes de su congregación (1). No entendemos distinto su inserción en el
medio eclesial. El ser y corpus eclesial se hace visible precisamente en la Fe
y ministerios tanto ordenados como laicales. Hoy estamos empeñados en la diversidad del servicio laico licenciado
que de esta manera se inserta en el orden institucional específico de la
Pastoral u Apostolado. La noción de
su naturaleza de servicio se remonta a la inserción del Evangelio en la praxis del bautizado. La
connotación salvífica es y será una consecuencia de lo anterior. Los ministerios laicales son históricamente
nexo dialectico entre la doctrina
eclesial y las congregaciones. Lo anterior supone acertadamente la necesidad
formativa para su eficiente desempeño y espiritualidad. El Episcopal da razón de su Fe estableciendo una relación
crítica que ilumina su Fe y sus prácticas. La Iglesia considera fundamental
esta relación que da luz a la conciencia de sus ministros y conocimiento del
mundo y sus realidades. La hipostasis ministerial se expresa vivamente en la
construcción de un modelo pastoral laico que permita a estos últimos insertarse
en la vivencia de su Pacto Bautismal. Un ministro laico licenciado vive a
plenitud las implicancias de su sacerdocio común e identidad profética. (2) Si eres un ministro laico entonces la
realidad que percibes estará informada por la Gracia y su vivencia te hará
proclive a la misión eclesial. La Gracia bautismal acompaña y potencia las
posibilidades de servicio de los laicos en la vida de la Iglesia. Es pues,
factible y necesario que el ser y quehacer ministerial refleje la propuesta de
Fe de quien vive su naturaleza. La
construcción dialéctica es importante en la elaboración doctrinal y su
comunicación idiomática aproxima categorías cognoscibles que el líder laico
debe vivir y difundir, asumiendo un estado personal de vida que sea testimonio
de su servicio. La Teologia ve en
los ministerios laicos la síntesis de su pensamiento sobre el Bautismo, la
Confirmación y el Orden Ministerial, como quien dice, del carácter de
irrepétibilidad que alcanza la perfección de servicio y vivencia, por esta razón que objeto tendría un ministerio
laical en bautizados y no confirmados.
Aquí persistiría la imposibilidad testimonial de una Gracia en plenitud no
poseída por estar fuera de su consecución habitual en la vida eclesial. “Si eres bautizado y confirmado tu
ministerio laico dará los frutos y tendrá razón de ser testimonio vivo de
Cristo y su diaconía” (3).
MINISTERIOS
LAICALES Y EL PACTO BAUTISMAL.
La fuente que explicita
el servicio cristiano parte del Bautismo
como “incorporación al pueblo de Dios
que es su Iglesia” y esta
participación en la vida de la Iglesia asume estadios de madurez espiritual que atraviesan los
creyentes. El signo bautismal nos sumerge en la muerte de Cristo para resucitar
con Él, de igual manera el ministro laico asume su rol en los ministerios del
N.T donde su accionar es vital para la salud de la Iglesia. Una Iglesia sin
ministerios laicos es una institución en problemas. El Bautismo abre las
puertas de la vida de la Gracia de la que se alimentan los ministerios
laicales. Sin la Gracia su trabajo sería
estéril totalmente y no tendrían razón de ser. Ese despertar como “criaturas nuevas” es un
despertar a la praxis ministerial de la Iglesia cuya puerta es el santo
Bautismo. La condición escatológica de
los ministerios laicales depende de su relación directa con la Gracia y el
ejercicio ministerial de los bautizados. La razón eclesial se manifiesta activa
en cada uno de los bautizados que la asumen y concretizan y de una manera particular
en los ministros laicos (4).
La fidelidad a las
enseñanzas de la Iglesia es otro de los
componentes vitales de los ministerios licenciados. La acción que realizan los
laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Su participación no es
indiferente ni debe reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien,
debe ser muy activa de forma que ayuden a que todas las realidades en las que
ellos trabajan sean invadidas por el espíritu del Evangelio. Por lo tanto, la
familia, la profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales,
deportivas y de descanso, todo, absolutamente todo lo que conforma su vida,
debe quedar informado por el espíritu del Evangelio. En pocas palabras, los laicos son los encargados de que el Reino de
Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida. Por lo
tanto, allí donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar, allí
es donde el laico debe comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo. De
esta forma la realidad percibida desde el Bautismo se fortalecerá en la
vivencia del Cristo resucitado. Los ministerios laicales tienen su fundamento
escatológico en el resucitado y su razón de ser es precisamente contribuir a su
difusión. Miremos la siguiente consideración (5):
La
comunión de la Iglesia es “abierta” a
toda la humanidad, a un verdadero ecumenismo y a la Jerusalén celeste. Es
signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el
género humano. La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre,
Por Jesucristo, en el Espíritu Santo. La comunión con el Padre es respuesta a
la llamada que convoca a los “santos” (kletoi
hagioi) a vivir su misma vida (Romanos capítulo 1 versículo 7) en el seno de la asamblea de
los llamados (koinonia Ekklesia).
Comunión por el Hijo, para ser miembros de su cuerpo cuya expresión máxima es
la Eucaristía, misterio Pascual de Jesucristo. Comunión en el Espíritu Santo. Él es quien
guía a la comunidad de los santos y convocados por el Padre, confirmados en
el Hijo, hacia la plena comunión y unidad (Gálatas capítulo 5 versículo 16-18; 1 Corintios
capítulo 12 versículos 4-11; 2 Corintios
capítulo 13 versículo 13). El Espíritu
Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia, realiza aquella maravillosa
comunión de los fieles y une tan íntimamente a todos en Cristo que es el
principio de unidad en la Iglesia. El Espíritu Santo es para la Iglesia y para
todos y cada uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio) y de unidad en la
doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la
oración. El Espíritu Santo unifica,
sin uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos.
Pero el misterio de la comunión no es sólo
con Dios Trino, sino con los hermanos. Porque la comunión se hace fraternidad
desde la participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que esa
fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los hombres
ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad en la
unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y
corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la
experiencia sinodal y articulan y se expresan en dicha experiencia. La Iglesia, además de comunión, es
también misión. La misión es una proyección de la comunión. Se ejercita
desde, en y para la comunión. Es una misión comunional. Una misión que tiene
su origen en el proyecto Trinitario de la historia de la salvación, desde la
creación a la elección del pueblo, hasta la misión de Jesús y la conciencia
misionera de la Iglesia apostólica. La misión, pues, encierra un significado
Trinitario y teologal. Nace de la
caridad del Padre actualiza en cada momento de la historia la misión de
Jesús, el Hijo de Dios y se hace posible por el Espíritu Santo. La misión es,
además de don, una tarea histórica, contextuada, como diakonía de la caridad
y diálogo interreligioso e intercultural (6).
|
Los ministros laicos
tienen la tarea de construir el testimonio congregacional con sus aportes
constantes a la vida en comunidad de Fe. Es la expresión fraterna de la Gracia
que se recrea en la acción pastoral y de esta manera se da a otras personas en
las circunstancias de vida que estas estan atravesando. Los Visitadores Eucarísticos, no solo llevan la comunión al enfermo
estando recluido en casa o en un centro médico sino que extienden la
solidaridad eclesial a estos lugares haciendo presencia desde la Fe y la
convicción sanadora de la Iglesia que por su medio se aproxima a la realidad de
estos hijos sufrientes. Es una elaborada
significación de la comunión de valores, doctrina y esperanza en manos de estos
ministros laicos (7). Aquí la salud
posee dos componentes, lo eminentemente físico y biológico y lo
espiritual/moral, y en ambas realidades que se unen en la vida y obra del
enfermo la Iglesia se muestra activa y consiente de la vivencia y limitación de
quien padece o bien en el cuerpo o en su
espíritu. Se establece un
fundamento de solidaridad palpable que humaniza
el medio congregacional (8). De esta manera la expresión: “sufriendo uno todos sufren” toma
sentido a la luz de la enfermedad o el mal moral. El ministerio laico se
convierte en un puente que permite a la esperanza irradiar el corazón del
sufriente y alimenta su convicción sobre la presencia del Cristo sanador y
liberador pero sobre todo el Dios amoroso y misericordioso que no ama la muerte
o la enfermedad sino a la persona humana redimida por su Adorado Hijo. Es también desde esta perspectiva de
comunionalidad una figura activa del misterio Trinitario que se muestra
escondido en las verdades de nuestra Fe (8).
Los Predicadores
como ministros laicos no solo deben hacerlo desde el “púlpito” como figura
natural de su ministerio sino que deben ser versados sobre temas relacionados
con la comunidad y la experiencia cotidiana,
un Predicador debe vivir actualizado y conocer la dinámica de la cultura
y sociedad. Haciendo suyas las palabras del Hiponense: “Nada de lo humano me es desconocido”. El Predicador licenciado por el Diocesano
(ministro laico) debe ser un bautizado creyente y practicante en comunión como
todos los demás ministros laicos. Su testimonio de vida hablará más que sus
elaboradas predicas. Su vivencia de la esperanza le convertirá en animador constante de sus
hermanos en la Fe… La difusión del
Evangelio de Cristo no es una Buena Nueva cualquiera sino el triunfo del amor
como razón de ser de nuestra existencia sublimada. Los ministros laicos
licenciados son portadores de los fundamentos de ese amor y no solo como
bautizados deben vivirlos sino también testimoniarlos desde la pastoral que
adelantan. Es un error pensar que sus actuaciones son solo dominicales o
litúrgicas son en síntesis interlocutores de la Fe de la Iglesia en su entorno
o espacio vital. Al vivir los valores
del cristianismo nos hablan con acciones de un Cristo posible y cercano a
nosotros (9).
Los
Catequistas o líderes de la Instrucción en la escuela dominical, no
se constituyen en los “niñeros congregacionales” sino en orientadores doctrinales de los más pequeños
enseñando los rudimentos de la Fe eclesial. Ellos presentan a los más pequeños
lo que entendemos por “síntesis doctrinal” enseñando con argumentos pedagógicos
y metodológicos los quehaceres que los niños desde su expresión incipiente de
Fe deben vivir y afirmar. Hoy en día
muchos de nuestros ministros laicos y ordenados
desarrollaron su vocación gracias a estas primeras letras en la Fe. En
síntesis, los ministros laicos deben
estar absolutamente seguros de sus convicciones y formación para asumir el rol
de evangelizadores en el medio congregacional donde creemos que estas verdades
se conocen pero no es siempre así. La
dinámica de la instrucción requiere probada certeza de lo que estamos
transmitiendo por esta razón el ministro laico es el primero en la línea de Fe
de su congregación amándose así mismo a los suyos y a su Iglesia en una
conjugación de valores y virtudes cristianas (10).
Los
Lectores, como ministros
laicos participan de forma decidida en la mayor expresión de adoración eclesial
como lo es la santa Eucaristía, ellos son parte activa de la confección de
nuestra liturgia y hacen de su participación un elemento consecutivo de su
espiritualidad. La oración de los lectores debe iniciar con las consideraciones
de la Palabra de Dios proclamando en sus
hogares y vecindad como lugares de estudio y trabajo que la Palabra seduce y alienta
en la vida y su quehacer cotidiano. Un lector es un Proclamador de la
Palabra inspirada y debe hacerlo con Unción y Reverencia como quien está
hablando con Dios. Se cuenta en la vida del Hiponense que él instruía a sus
lectores y a la asamblea diciéndoles: Hoy
leeremos una carta que Dios nos envió considerando que las Escrituras son
la savia que alimenta el árbol de la Fe
y de esta forma el respeto y su interiorización son totalmente necesarios para
vivir la espiritualidad de este y todos los ministerios laicales (11).
NATURALEZA DEL
LAICADO EN LA IGLESIA EPISCOPAL.
Podemos iniciar
diciendo como es obvio que lo propio de
los laicos es la secularidad, es decir, su vida y participación en las
profesiones y ocupaciones del mundo.
Esta naturaleza social del bautizado feligrés le permite vivir de cerca
la realidad de los distintos escenarios
donde este su mueve. En su trabajo lleva a Cristo como misión eclesial a la que
este pertenece por el Bautismo y ahora por la vivencia del ministerio
licenciado. Es un entronque bien particular con el entorno y sus contenidos
culturales. Nuestra categórica tendencia a la Laicidad en nuestros laicos y
particularmente en los ministros laicales es entendida como un componente
importante en la expansión del Evangelio. El feligrés se relaciona con su
entorno desde las actividades y construcciones eminentemente sociales y
familiares, descubriendo en su cotidianidad la presencia amorosa de Dios (12).
El ministro licenciado en
sus diferentes ministerios de servicio congregacional puede convertirse en un “puente” que une las realidades dentro y
fuera de su congregación y con sus vecinos y socios del día a día. De una
actualidad contundente que hace de su
servicio un acercarse más aun a sus hermanos que cuando era participante
dentro de la asamblea (congregación) (13). Sin duda que el activismo es un mal
para las Iglesias históricas particularmente donde sus feligreses hacen muchas
cosas pero ignoran muchas otras más especialmente en el plano de la formación
cristiana. Nuestra Diócesis dispuso de
un Programa abierto a todos los bautizados con la finalidad de formar sus
expresiones y conocimiento de la praxis de su Fe o experiencia con el Dios vivo
(14). Pues nuestra postura formativa reconoce tanto la pluralidad de los
dones y carismas como de los distintos roles vocacionales de nuestros laicos.
Esta Diócesis como Iglesia particular, anuncia la resurrección del Señor,
resalta el triunfo del amor manifestado en la vida, anima mediante la liturgia
a la permanente actitud de adoración de nuestros feligreses, lee y medita la Palabra
de Dios y alimenta con los signos del Nuevo y definitivo Pacto, nos referimos a
la vida sacramental. Es pues nuestra visión del mundo y la necesidad de una
postura teológica del laico formado y
licenciado para el ministerio laical… Hoy
se nos presenta una dificultad y es precisamente como generar estas inquietudes
en los feligreses que sirven en las distintas congregaciones de la Diócesis
(15).
Estamos asumiendo una
relación que se puede establecer como un binomio de Fe, nos referimos a la
relación Mundo-Iglesia, con
escenarios compartidos pero con dos realidades distintas solo en la medida en
la que el bautizado construye su experiencia de Fe y la une al Dios revelado,
este es el presupuesto de trascendencia que hay en nuestra Iglesia y el cual
debe ser animado y fortalecido no sea que nos convirtamos en activistas y de
espiritualidad poco. La formación es y debe ser totalizante de todos los
escenarios donde el ministro laico vive su ministerio de amor y servicio (16).
Esta realidad nos debe llevar a generar espacios permanentes de formación para nuestros laicos y muy decididamente para
los ministros laicos. No se trata de un hacer sino de un conocer y amar para
que la obligatoriedad asuma su rol salvífico en el pueblo de Dios que es su
Iglesia. Recordemos que se está enfatizando en el ministerio fruto del santo
Bautismo que es común a todos los bautizados, de la Gracia inherente a las
experiencias de servicio en la vida congregacional. Por lo anterior el ministro
laico en nuestra Iglesia está más que antes unido a la verdad del bautismo y todo su poder trascedente. No son los ministerios laicales factor de discordia en la congregación, son
todo lo opuesto signo de madurez y crecimiento en la Fe comunitaria (17).
La sociedad reclama
de la presencia viva y testimonial de la
Iglesia y sus hijos los ministros laicos y ordenados como de todos los bautizados, solo que su orientación
es de servicio ministerial transitorio y
permanente en el caso de los ministros ordenados o clérigos (Diáconos,
Presbíteros, Obispos). Todo ello desde una Iglesia contextualizada o local,
remitiéndonos al triple munus o en español función de
Jesucristo (Sacerdote, Profeta y Rey) y a las cuatro dimensiones que configuran
la Iglesia: al servicio de la comunión, al servicio de la Palabra, al servicio
de la celebración y al servicio de la caridad y compromiso. En este sentido,
los ministerios son el rostro y espejo de una Iglesia en medio del mundo que es
sacramento de comunión y, al mismo tiempo, evangelizadora, celebrativa y comprometida.
Movida por el Espíritu Santo… El
conjunto de carismas y ministerios, ordenados y laicales hacen posible la
realidad de una Iglesia Trinitaria como "Pueblo de Dios", "Cuerpo
de Cristo" y "Templo del
Espíritu".
Que la Iglesia es
ministerial y se articula desde diversos ministerios podemos descubrirlo con
claridad en el Nuevo Testamento, particularmente en las cartas Paulinas (1 Tesalonicenses
capítulo 5 versículo 12; Romanos
capítulo 12 versículos 6-8; 1 Corintios
capítulo 12 versículos 4-11. 28-31;
14,6). De entre los diversos ministerios Pablo destaca, al menos, tres: el
ministerio de apóstol, de profeta y de doctor (1 Corintios capítulo 12 versículo 28; Efesios capítulo 4 versículo 11). Sin olvidar los responsables
de las comunidades, a quienes Pablo llama "sus colaboradores"
(Romanos capítulo 16 versículo 3; 1 Tesalonicenses
capítulo 3 versículo 2; 2 Corintios
capítulo 8 versículos 23; 1 Tesalonicenses
capítulo 5 versículo 12; 1 Corintios
capítulo 16 versículo 16), y los
evangelistas y pastores (Efesios capítulo
4 versículos 1-6). No entramos en detallar las referencias que se hacen
en Lucas, Cartas de Pedro, Cartas Pastorales, Carta a los hebreos y Apocalipsis…
Podemos concluir que se da, desde el comienzo de la Iglesia, "diversidad y
creatividad de carismas y ministerios" en uno Iglesia carismática y
ministerial: los ministerios hacen a la
comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el Espíritu.
La evolución histórica de los ministerios es muy compleja. No podemos entrar en
ella. En resumen, se ha llegado a la conclusión de que existen ministerios por
designación expresa de Jesús (los doce-apóstoles: Lucas capítulo 6 versículo 13; Mateo capítulo 10 versículo 2; Marcos capítulo 6 versículo 30); otros, por designación del
Espíritu Santo (ministerios señalados en las cartas Paulinas: Rm 12,6-8; 1 Cor
12,8-11; 1 Corintios capítulo 12
versículo 28; Efesios capítulo 4
versículo 11) y, otros, por designación de la Iglesia (ejemplo. los "colaboradores" de los que se habla
en Hechos de los Apóstoles capítulo 6
versículos 1-6; 13, 1-3 o en las cartas Paulinas (1 Corintios capítulo 16
versículo 16; 1 Tesalonicenses capítulo
5 versículo 12; Romanos capítulo
16 versículo 1, etc.) (18).
Las Escrituras alimentan
nuestra concepción ministerial pero es importante visualizar el panorama presente
y las necesidades de la Iglesia explicitada o materializada en la Fe de los
bautizados, la misma y única Fe que se abre paso
en el mundo como realidad relacional. Una Iglesia de estas dimensiones está presente en el
drama y conflicto humano y en muchas ocasiones se puede dejar arrastrar por las
seducciones del mundo presente. De un mundo compuesto por infinidad de
expresiones y matices. La connotación del sacerdocio común se siente con mucho
peso particularmente entre los ministros tanto laicales como los ordenados, si
bien el ministerio de los hermanos
laicos es de índole transitoria se
pueden renovar a discreción del Diocesano (Ordinario de Lugar). Y quien los recibe puede dignificarlos en
el contexto de la santidad eclesial a la que están siendo llamado (19). La Iglesia no puede
dejar de promover a sus hijos los
bautizados para un servicio más profundo y amoroso que exprese la realidad
trascendente de su sentido salvífico. La
Madre Iglesia se hace realidad en cada
uno de sus hijos comprometidos con sus hermanos y la creación en el servicio de
su ministerio laico comprometido y amoroso en medio del pueblo de Dios (20). La santidad es un llamado perenne de la Iglesia a sus hijos, es un recordatorio
de nuestra naturaleza vocacional y como este llamado se expresa en el servicio
congregacional (21).
La economía salvífica
expresada en categorías de la revelación requiere del concurso de los ministros
para su auténtica aproximación al pueblo de Dios. Los ministerios laicales
hablan de la prolijidad de esta opción de vida en Cristo revelado. No se
muestran ausentes de la connotación
económica (Gracia) en su desempeño, como quiera que ellos son el
reflejo de la nueva condición redimida de los creyentes. Hoy
estamos al frente de los desarrollos ministeriales y de servicio de la Iglesia,
hoy estamos atentos a los cambios del mundo y su forma de proceder acuñando y
fortaleciendo los valores eclesiales que llegan al mundo testimoniando nuestra
opción fundamental por Cristo Señor de la vida (22).
La palabra "laico" es un término griego κοσμικόo que en el NT significa pueblo (en sentido general) el pueblo que pertenece a una estirpe determinada (en sentido particular). En un primer
momento los "laicos" son la comunidad constituida por la Fe en
Cristo, en contraposición a los gentiles y a los judíos. Posteriormente
significó la comunidad congregada para el culto divino, en contraposición a los
dirigentes de la misma. Pero aún en este caso, el puesto de los laicos estaba
absolutamente en el ámbito interno de la Iglesia, no estaban fuera de la
jerarquía, sino que formaban con ella
una unidad, la cual se manifestaba particularmente en la vida sacramental (23).
La participación historica de los feligreses en la vida de la Iglesia se
fue transformando en mayor vivencia de
la liturgia y la Palabra, y esto último generó conciencia sobre la
importancia del Pacto Bautismal. La realidad ministerial toca las fibras del
creyente al punto de hacer que su vida se centre en el misterio de la
regeneración, es decir de las cualidades inherentes al santo Bautismo. Una condición redimida es el único
escenario posible para la vivencia de los ministerios laicales en la Iglesia.
Desde este panorama la instrucción debe ser eficaz y mover a reflexión como a
la acción a todos los feligreses que solicitan tales funciones en
su congregación (24).
MINISTERIOS
LAICALES COMO EXPRESIÓN DE MAYORDOMÍA CONGREGACIONAL.
La Mayordomía congregacional toca desde su
perspectiva unitaria la participación de los bautizados congregantes en la
dinámica de la ofrenda desde su visión
ministerial. No se trata de una serie de intercambios por recursos o
tiempo de calidad en la congregación sino de atender a su naturaleza participativa. El ministro laico licenciado
al vivir su ministerio de amor y servicio lo hace como parte de su Mayordomía
en cuanto a los talentos y habilidades recibidas y re-definidas
vocacionalmente. Esto último es de suma importancia ya que es un argumento que
involucra el sentido escatológico de la congregación y en ella la misión de la
Iglesia. No podemos considerar que su aporte queda fuera de la definición de
Mayordomía sino que gracias a su ministerio se convierte en testigo y testimonio, el primero sobre
la Gracia bautismal que edifica comunidad de Fe y vivencias con el Resucitado y
el segundo como ejemplo a seguir en la congregación lo que implica una vivencia
autentica del ser cristiano (25).
La connotación de la
comunidad de bautizados que se congrega posee en sí misma la suficiente fuerza
expresiva para trabar relaciones con su entorno y el ministro laico es parte de
ese engranaje relacional. No pudiera ser de otra forma si tenemos presente que
la realidad congregacional necesita de los talentos y recursos humanos para
explicitar su Fe y Amor (26). La auténtica vivencia del Evangelio hace de los
ministros elementos vivenciales de su propuesta y no solo meros ejecutores
litúrgicos, por lo anterior diremos que no existe un “Ministerio dominical” sino un ministerio vivencial permanente en la
congregación. La manifestación ministerial no se una cronología elaborada a
partir del sentir del ministro sino una profundización en la verdad salvífica
anunciada por la Iglesia y explicitada por la congregación como expresión local
de la universalidad eclesial (27).
El ministro laico es
invitado siempre a ser testigo de la Gracia
habitual ya que ella permite el vivir y dimensionar la relación con
Cristo en el orden y espacio de lo social y urbano como rural, es decir, la
Gracia transforma toda manifestación social donde la Iglesia hace presencia por
medio de sus ministros licenciados y más perfilados en los ordenados (28)… La connotación de la Gracia se puede
transformar en histórica como sabemos por las aportaciones y vivencias de los
bautizados lo que sin duda asegura que el ministerio laical puede y debe
convertirse en esa expresión histórica de la Gracia (29). La dinámica
espiritual de la Gracia se constituyere en la primera de todas las mayordomías
posibles en la congregación y desde luego en la
vivencia de los ministros laicos. El
componente de la Mayordomía en el ministerio de los laicos no riñe con la
actividad de los feligreses ante bien se
afirma testimonialmente (30).
Ser buen mayordomo es una
tarea general en toda congregación y quienes fungen en el servicio laical con
mayor responsabilidad y obligatoriedad ya que su servicio está siendo formado y
capacitado por la Iglesia, de la anterior afirmación podernos concluir
fácilmente que la Iglesia en su ser diocesano tiene el deber de hacer Mayordomía
y la adelanta precisamente en la formación de sus ministros laicos. No es de otra forma como el seguimiento de
Cristo toca las esferas de la vida eclesial (31). Los ministros laicos se constituyen en la esfera de la Mayordomía, en fundamento de nuevos liderazgos para el
interior y exterior de la congregación y la Diócesis. Sus actividades son también
presencia diocesana lo que implica como hemos expresado formación y supervisión para que el servicio
sea transparente y eficiente tanto para la Iglesia como para el ministro laico
y su familia, entorno este que se puede afectar positivamente con su actividad.
La Iglesia en su referente local que es
la Diócesis se puede beneficiar de estos ministerios una vez los establezca,
oficialice y supervise (32).
No podemos tampoco
sustraernos a la afirmación orgánica de que en el futuro muchos ministros laicos quieran
profundizar su ministerio optando por el ordenado, desde luego y en esta
perspectiva la Iglesia discierne sobre sus vidas y actitudes. El llamado ministerial no posee barreras
entre nosotros pero si espera las cualidades
propias de cualquier servicio y aspiración (33). El sacerdocio común entre
los bautizados puede ser perfeccionado en el ministerio ordenado si las
condiciones lo dictaminan de esta manera. La Iglesia estará activa en todos los procesos formativos para
garantizar tales acciones y requerimientos. Nosotros debemos prodigar todo tipo
de directrices para el ejercicio coherente de los ministros laicales y cada
clérigo en su medio y responsabilidad pastoral debe promoverlos y presentarlos
ante el Diocesano y los organismos formativos que este determine en la Diócesis
(34). La realidad vinculante del servicio eclesial estará en términos canónicos
enfocado a los ministros ordenados sin desconocer las normas y procedimientos
para los ministros laicos. Estamos ante
una organización creada en el espíritu del servicio ministerial y no en
políticas de simple manejo y regularización. La obra del ministro laico licenciado sin duda
es parte viva de la Iglesia que ve en su dedicación y servicio rasgos vivos del
servicio del propio Cristo, es una forma de indicar su alta estima e
importancia en la dinámica de su propia alteridad (35). La obra de Cristo necesita de manos y corazones y esto último enmarca
perfectamente la espiritualidad de los ministros laicos.
ESPIRITUALIDAD DE
LOS MINISTERIOS LAICALES.
No podríamos dejar fuera
de contexto la vivencia espiritual de los ministros laicos y sus ministerios de
servicio y compromiso, son en esta dirección en la que la vida congregacional
opera y faculta el aprendizaje que sin duda alguna fundamenta la espiritualidad
de sus ministros laicales. Diremos que
existen una serie de elementos que hacen del servicio laical una manera o medio
de crecimiento espiritual para quienes son cooperantes con la vida eclesial en
esta categoría (36). La espiritualidad de los ministerios laicales toca de
lleno su naturaleza de servicio y cooperación con la vida congregacional y para
su crecimiento emplea los recursos propios de los bautizados, nos referimos a
la lectura y meditación de la Palabra de Dios, que debe ocupar un lugar de
suprema importancia y respeto en su vida personal y familiar, la oración diaria
empleando no solo su estilo propio sino también
acudiendo al modelo que consagra nuestro L.O.C y sus distintas devociones, la
Salmodia es la oración oficial de la Iglesia y por ende también del ministro
laico, la vida sacramental teniendo presente que los sacramentos son los signos
visibles de la Nueva y Definitiva Alianza de Dios con la humanidad, su
frecuencia marcará la motivación en torno a
la Gracia. Las obras de Misericordia que le permitirán visibilizar al
otro sufriente en la Persona del Resucitado, son sin duda los elementos más determinantes
de la vida y espiritualidad del ministro laico licenciado (37).
Nuestro L.O.C
en la página 344 da una pista segura sobre el valor del “Servicio Cristiano” y lo ubica en un tiempo especial o de forma
permanente según sea la responsabilidad que el bautizado asume, esta dedicación
se hace más radical cuando es el Diocesano quien sacando al laico de su
servicio ocasional le concede la licencia para su ejercicio más dedicado y
permanente en la congregación. Siempre se invoca al Espíritu Santo como Dios y
revelador del misterio Trinitario, es Él la fuente y fundamento de todo
servicio en la santa Iglesia. Aquí se pone de manifiesto la Voluntad de Dios y
el sentir de la comunidad de Fe quien acoge y apoya a sus hijos en este santo
servicio. Es importante que los
bautizados dimensionen el servicio que
se presta en la congregación como signo de la Gracia del Dios revelado y que
por su amor y misericordia transforma vidas y realidades desde la perspectiva
del servicio cristiano (38).
La espiritualidad de los
bautizados se mueve gracias a la presencia de Dios que ratifica nuestro Pacto
Bautismal siendo este Alianza engalanada en el servicio de sus ministros. Es pues
una realidad que nos debe motivar a continuar entregando lo mejor en la construcción
de su Reino y siendo sus ministros materia preciosa y disponible. La Madre de
los bautizados necesita de sus hijos y especialmente de quienes dimensionando
desde el servicio su Bautismo pueden aportar a la construcción de una sociedad más
justa y en rescate de los valores espirituales propios del cristiano. Los ministros laicos son hombres y mujeres
llamados a vivir en justicia y ser signo de justicia entre sus hermanos… es
de esta manera como la construcción del Reino de Dios inicia en el corazón de
los bautizados para luego trascender, recordemos que la Iglesia como sierva de Dios está presente en el acontecer de nuestras vidas y su misión es llevarnos de la mano al
Reino de su Señor y qué Madre hay que no
quiera lo mejor para los suyos, pues la Iglesia es esa Madre amorosa que recibe
con amor el aporte de sus hijos los ministros laicos licenciados y los
ordenados (39).
No son los
ministerios laicales factor de
discordia en la congregación, son todo lo opuesto, signo de madurez y
crecimiento en la Fe comunitaria.
|
BIBLIOGRAFIA/CIBERGRAFIA/FUENTES.
1. Nota
del autor.
2. Nota
del autor.
3. Nota
del autor.
4. Nota
del autor.
5. Nota
del autor.
6. LOS MINISTERIOS, ESPECIALMENTE
LAICALES, EN UNA IGLESIA “MISTERIO DE COMUNION PARA LA MISION”. Profesor Raúl Berzosa Martínez,
Obispo Auxiliar de Oviedo, Santander, 20 de marzo de 2007, Aula de Teología//.
7.
Nota del autor.
8.
Nota del autor.
9.
Nota del autor.
10.
Nota del autor.
11.
Nota del autor.
12.
Nota del autor.
13.
Notad el autor.
14.
Notad el autor.
15.
Nota del autor.
16.
Nota del autor.
17.
Nota del autor.
18.
www.mercaba.org/Pastoral/M/ministerios_laicales.htm.
es.catholic.net/op/articulos/18452/cat/748/los-ministerios-laicales.html.
19.
Nota del autor.
20.
Nota del autor.
21.
Nota del autor.
22.
Nota del autor.
23.
theologicaxaveriana.javeriana.edu.co/descargas.php?archivo...pdf&idArt=1054.
24.
Nota del autor.
25.
Nota del autor.
26.
Nota del autor.
27.
Notad el autor.
28.
Nota del autor.
29.
Nota del autor.
30.
Nota del autor.
31.
Nota del autor.
32.
Nota del autor.
33.
Nota del autor.
34.
Nota del autor.
35.
Nota del autor.
36.
Nota del autor.
37.
Nota del autor.
38.
Nota del autor.
39.
Nota del autor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario