jueves, 30 de agosto de 2018

NATURALEZA TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS LAICALES...


NATURALEZA TEOLÓGICA DE LOS MINISTERIOS  LAICOS.



INTRODUCCIÓN.



Los ministerios hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el Espíritu.


La naturaleza formativa de la Iglesia se expande más allá de las aulas de sus  seminarios y monasterios, este apropiarse más espacios se manifiesta en la formación laical que aunque no es una instrucción ministerial ordenada (estado clerical)  si se perfila en el quehacer del laico o feligrés  en la vida de la Diócesis y concretamente de la congregación en la que este vive su Fe.  La experiencia  del Líder Laico  en la esfera eclesial no es solo el ejercicio de una u otra habilidad sino  la explicitación formal de la naturaleza ministerial de la Iglesia y toda ella apunta a una finalidad que es su misión como organismo vivo y comunicante. La Gracia se explicita en los ministerios laicales de una manera historica y también intestina, es decir, profundiza en la relación del creyente, el bautizado y el comulgante tanto doctrinal como socialmente. Los líderes laicos antes que desempeñar una u otra función son y deben ser los primeros creyentes de su congregación (1).  No entendemos distinto su inserción en el medio eclesial. El ser y corpus eclesial se hace visible precisamente en la Fe y ministerios tanto ordenados como laicales. Hoy estamos empeñados en la diversidad del servicio laico licenciado que de esta manera se inserta en el orden institucional específico de la Pastoral u Apostolado.  La noción de su naturaleza de servicio se remonta a la inserción  del Evangelio en la praxis del bautizado. La connotación salvífica es y será una consecuencia de lo anterior.  Los ministerios laicales son históricamente nexo  dialectico entre la doctrina eclesial y las congregaciones. Lo anterior supone acertadamente la necesidad formativa para su eficiente desempeño y espiritualidad. El Episcopal  da razón de su Fe estableciendo una relación crítica que ilumina su Fe y sus prácticas. La Iglesia considera fundamental esta relación que da luz a la conciencia de sus ministros y conocimiento del mundo y sus realidades. La hipostasis ministerial se expresa vivamente en la construcción de un modelo pastoral laico que permita a estos últimos insertarse en la vivencia de su Pacto Bautismal. Un ministro laico licenciado vive a plenitud las implicancias de su sacerdocio común  e identidad profética. (2) Si eres un ministro laico entonces la realidad que percibes estará informada por la Gracia y su vivencia te hará proclive a la misión eclesial. La Gracia bautismal acompaña y potencia las posibilidades de servicio de los laicos en la vida de la Iglesia. Es pues, factible y necesario que el ser y quehacer ministerial refleje la propuesta de Fe de quien vive su naturaleza. La construcción dialéctica es importante en la elaboración doctrinal y su comunicación idiomática aproxima categorías cognoscibles que el líder laico debe vivir y difundir, asumiendo un estado personal de vida que sea testimonio de su  servicio. La Teologia ve en los ministerios laicos la síntesis de su pensamiento sobre el Bautismo, la Confirmación y el Orden Ministerial, como quien dice, del carácter de irrepétibilidad que alcanza la perfección de servicio y vivencia,  por esta razón que objeto tendría un ministerio laical en bautizados  y no confirmados. Aquí persistiría la imposibilidad testimonial de una Gracia en plenitud no poseída por estar fuera de su consecución habitual en la vida eclesial. “Si eres bautizado y confirmado tu ministerio laico dará los frutos y tendrá razón de ser testimonio vivo de Cristo y su diaconía” (3).  


MINISTERIOS LAICALES Y EL PACTO  BAUTISMAL.


La fuente que explicita el servicio cristiano parte  del Bautismo como “incorporación al pueblo de Dios que es su Iglesia  y esta participación en la vida de la Iglesia asume estadios de  madurez espiritual que atraviesan los creyentes. El signo bautismal nos sumerge en la muerte de Cristo para resucitar con Él, de igual manera el ministro laico asume su rol en los ministerios del N.T donde su accionar es vital para la salud de la Iglesia. Una Iglesia sin ministerios laicos es una institución en problemas. El Bautismo abre las puertas de la vida de la Gracia de la que se alimentan los ministerios laicales. Sin la Gracia su trabajo sería estéril totalmente y no tendrían razón de ser.  Ese despertar como “criaturas nuevas” es un despertar a la praxis ministerial de la Iglesia cuya puerta es el santo Bautismo.  La condición escatológica de los ministerios laicales depende de su relación directa con la Gracia y el ejercicio ministerial de los bautizados. La razón eclesial se manifiesta activa en cada uno de los bautizados que la asumen y concretizan y de una manera particular en los ministros laicos (4).

La fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia  es otro de los componentes vitales de los ministerios licenciados. La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Su participación no es indiferente ni debe reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien, debe ser muy activa de forma que ayuden a que todas las realidades en las que ellos trabajan sean invadidas por el espíritu del Evangelio. Por lo tanto, la familia, la profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso, todo, absolutamente todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el espíritu del Evangelio. En pocas palabras, los laicos son los encargados de que el Reino de Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida. Por lo tanto, allí donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar, allí es donde el laico debe comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo. De esta forma la realidad percibida desde el Bautismo se fortalecerá en la vivencia del Cristo resucitado. Los ministerios laicales tienen su fundamento escatológico en el resucitado y su razón de ser es precisamente contribuir a su difusión. Miremos la siguiente consideración (5):


La comunión de la Iglesia es “abierta” a toda la humanidad, a un verdadero ecumenismo y a la Jerusalén celeste. Es signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre, Por Jesucristo, en el Espíritu Santo. La comunión con el Padre es respuesta a la llamada que convoca a los “santos” (kletoi hagioi) a vivir su misma vida (Romanos capítulo  1 versículo 7) en el seno de la asamblea de los llamados (koinonia Ekklesia). Comunión por el Hijo, para ser miembros de su cuerpo cuya expresión máxima es la Eucaristía, misterio Pascual de Jesucristo.  Comunión en el Espíritu Santo. Él es quien guía a la comunidad de los santos y convocados por el Padre, confirmados en el Hijo, hacia la plena comunión y unidad (Gálatas capítulo  5 versículo 16-18; 1 Corintios capítulo  12 versículos 4-11; 2 Corintios capítulo  13 versículo 13). El Espíritu Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia, realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y une tan íntimamente a todos en Cristo que es el principio de unidad en la Iglesia.  El Espíritu Santo es para la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio) y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la oración. El Espíritu Santo unifica, sin uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos.

 Pero el misterio de la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los hermanos. Porque la comunión se hace fraternidad desde la participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que esa fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la experiencia sinodal y articulan y se expresan en dicha experiencia. La Iglesia, además de comunión, es también misión. La misión es una proyección de la comunión. Se ejercita desde, en y para la comunión. Es una misión comunional. Una misión que tiene su origen en el proyecto Trinitario de la historia de la salvación, desde la creación a la elección del pueblo, hasta la misión de Jesús y la conciencia misionera de la Iglesia apostólica. La misión, pues, encierra un significado Trinitario y teologal. Nace de la caridad del Padre actualiza en cada momento de la historia la misión de Jesús, el Hijo de Dios y se hace posible por el Espíritu Santo. La misión es, además de don, una tarea histórica, contextuada, como diakonía de la caridad y diálogo interreligioso e intercultural (6).


Los ministros laicos tienen la tarea de construir el testimonio congregacional con sus aportes constantes a la vida en comunidad de Fe. Es la expresión fraterna de la Gracia que se recrea en la acción pastoral y de esta manera se da a otras personas en las circunstancias de vida que estas estan atravesando. Los Visitadores Eucarísticos, no solo llevan la comunión al enfermo estando recluido en casa o en un centro médico sino que extienden la solidaridad eclesial a estos lugares haciendo presencia desde la Fe y la convicción sanadora de la Iglesia que por su medio se aproxima a la realidad de estos hijos sufrientes. Es una elaborada significación de la comunión de valores, doctrina y esperanza en manos de estos ministros laicos (7).  Aquí la salud posee dos componentes, lo eminentemente físico y biológico y lo espiritual/moral, y en ambas realidades que se unen en la vida y obra del enfermo la Iglesia se muestra activa y consiente de la vivencia y limitación de quien padece o bien en el cuerpo o en su  espíritu. Se establece un fundamento de solidaridad palpable que humaniza  el medio congregacional (8). De esta manera la expresión: “sufriendo uno todos sufren” toma sentido a la luz de la enfermedad o el mal moral. El ministerio laico se convierte en un puente que permite a la esperanza irradiar el corazón del sufriente y alimenta su convicción sobre la presencia del Cristo sanador y liberador pero sobre todo el Dios amoroso y misericordioso que no ama la muerte o la enfermedad sino a la persona humana redimida por su Adorado Hijo. Es también desde esta perspectiva de comunionalidad una figura activa del misterio Trinitario que se muestra escondido en las verdades de nuestra Fe (8).

 Los Predicadores como ministros laicos no solo deben hacerlo desde el “púlpito” como figura natural de su ministerio sino que deben ser versados sobre temas relacionados con la comunidad y la experiencia cotidiana,  un Predicador debe vivir actualizado y conocer la dinámica de la cultura y sociedad. Haciendo suyas las palabras del Hiponense: “Nada de lo humano me es desconocido”. El  Predicador licenciado por el Diocesano (ministro laico) debe ser un bautizado creyente y practicante en comunión como todos los demás ministros laicos. Su testimonio de vida hablará más que sus elaboradas predicas. Su vivencia de la esperanza  le convertirá en animador constante de sus hermanos en la Fe…  La difusión del Evangelio de Cristo no es una Buena Nueva cualquiera sino el triunfo del amor como razón de ser de nuestra existencia sublimada. Los ministros laicos licenciados son portadores de los fundamentos de ese amor y no solo como bautizados deben vivirlos sino también testimoniarlos desde la pastoral que adelantan. Es un error pensar que sus actuaciones son solo dominicales o litúrgicas son en síntesis interlocutores de la Fe de la Iglesia en su entorno o espacio vital. Al vivir los valores del cristianismo nos hablan con acciones de un Cristo posible y cercano a nosotros (9).

Los Catequistas o líderes de la Instrucción en la escuela dominical, no se constituyen en los “niñeros congregacionales” sino en  orientadores doctrinales de los más pequeños enseñando los rudimentos de la Fe eclesial. Ellos presentan a los más pequeños lo que entendemos por “síntesis doctrinal” enseñando con argumentos pedagógicos y metodológicos los quehaceres que los niños desde su expresión incipiente de Fe deben vivir y afirmar. Hoy en día muchos de nuestros ministros laicos y ordenados  desarrollaron su vocación gracias a estas primeras letras en la Fe. En síntesis,  los ministros laicos deben estar absolutamente seguros de sus convicciones y formación para asumir el rol de evangelizadores en el medio congregacional donde creemos que estas verdades se conocen pero no es siempre así. La dinámica de la instrucción requiere probada certeza de lo que estamos transmitiendo por esta razón el ministro laico es el primero en la línea de Fe de su congregación amándose así mismo a los suyos y a su Iglesia en una conjugación de valores y virtudes cristianas (10).

Los Lectores,  como ministros laicos participan de forma decidida en la mayor expresión de adoración eclesial como lo es la santa Eucaristía, ellos son parte activa de la confección de nuestra liturgia y hacen de su participación un elemento consecutivo de su espiritualidad. La oración de los lectores debe iniciar con las consideraciones de la Palabra de Dios  proclamando en sus hogares y vecindad como lugares de estudio y trabajo que la Palabra seduce y alienta en la vida y su quehacer   cotidiano. Un lector es un Proclamador de la Palabra inspirada y debe hacerlo con Unción y Reverencia como quien está hablando con Dios. Se cuenta en la vida del Hiponense que él instruía a sus lectores y a la asamblea diciéndoles: Hoy leeremos una carta que Dios nos envió considerando que las Escrituras son la  savia que alimenta el árbol de la Fe y de esta forma el respeto y su interiorización son totalmente necesarios para vivir la espiritualidad de este y todos los ministerios laicales (11).


NATURALEZA  DEL  LAICADO  EN  LA  IGLESIA  EPISCOPAL.


Podemos iniciar diciendo  como es obvio que lo propio de los laicos es la secularidad, es decir, su vida y participación en las profesiones y ocupaciones del mundo.  Esta naturaleza social del bautizado feligrés le permite vivir de cerca la realidad  de los distintos escenarios donde este su mueve. En su trabajo lleva a Cristo como misión eclesial a la que este pertenece por el Bautismo y ahora por la vivencia del ministerio licenciado. Es un entronque bien particular con el entorno y sus contenidos culturales. Nuestra categórica tendencia a la Laicidad en nuestros laicos y particularmente en los ministros laicales es entendida como un componente importante en la expansión del Evangelio. El feligrés se relaciona con su entorno desde las actividades y construcciones eminentemente sociales y familiares, descubriendo en su cotidianidad la presencia amorosa de Dios (12).

El ministro licenciado en sus diferentes ministerios de servicio congregacional puede convertirse en un “puente” que une las realidades dentro y fuera de su congregación y con sus vecinos y socios del día a día. De una actualidad contundente que hace de su  servicio un acercarse más aun a sus hermanos que cuando era participante dentro de la asamblea (congregación) (13). Sin duda que el activismo es un mal para las Iglesias históricas particularmente donde sus feligreses hacen muchas cosas pero ignoran muchas otras más especialmente en el plano de la formación cristiana. Nuestra Diócesis dispuso de un Programa abierto a todos los bautizados con la finalidad de formar sus expresiones y conocimiento de la praxis de su Fe o experiencia con el Dios vivo (14). Pues nuestra postura formativa reconoce tanto la pluralidad de los dones y carismas como de los distintos roles vocacionales de nuestros laicos. Esta Diócesis como Iglesia particular, anuncia la resurrección del Señor, resalta el triunfo del amor manifestado en la vida, anima mediante la liturgia a la permanente actitud de adoración de nuestros feligreses, lee y medita la Palabra de Dios y alimenta con los signos del Nuevo y definitivo Pacto, nos referimos a la vida sacramental. Es pues nuestra visión del mundo y la necesidad de una postura teológica del laico  formado y licenciado para el ministerio laical… Hoy se nos presenta una dificultad y es precisamente como generar estas inquietudes en los feligreses que sirven en las distintas congregaciones de la Diócesis (15).

Estamos asumiendo una relación que se puede establecer como un binomio de Fe, nos referimos a la relación Mundo-Iglesia, con escenarios compartidos pero con dos realidades distintas solo en la medida en la que el bautizado construye su experiencia de Fe y la une al Dios revelado, este es el presupuesto de trascendencia que hay en nuestra Iglesia y el cual debe ser animado y fortalecido no sea que nos convirtamos en activistas y de espiritualidad poco. La formación es y debe ser totalizante de todos los escenarios donde el ministro laico vive su ministerio de amor y servicio (16). Esta realidad nos debe llevar a generar espacios permanentes de formación  para nuestros laicos y muy decididamente para los ministros laicos. No se trata de un hacer sino de un conocer y amar para que la obligatoriedad asuma su rol salvífico en el pueblo de Dios que es su Iglesia. Recordemos que se está enfatizando en el ministerio fruto del santo Bautismo que es común a todos los bautizados, de la Gracia inherente a las experiencias de servicio en la vida congregacional. Por lo anterior el ministro laico en nuestra Iglesia está más que antes unido a la verdad  del bautismo y todo su poder trascedente. No son los ministerios laicales  factor de discordia en la congregación, son todo lo opuesto signo de madurez y crecimiento en la Fe comunitaria (17).

La sociedad reclama de  la presencia viva y testimonial de la Iglesia y sus hijos los ministros laicos y ordenados como de todos  los bautizados, solo que su orientación es  de servicio ministerial transitorio y permanente en el caso de los ministros ordenados o clérigos (Diáconos, Presbíteros, Obispos). Todo ello desde una Iglesia contextualizada o local, remitiéndonos al triple munus  o en español función de Jesucristo (Sacerdote, Profeta y Rey) y a las cuatro dimensiones que configuran la Iglesia: al servicio de la comunión, al servicio de la Palabra, al servicio de la celebración y al servicio de la caridad y compromiso. En este sentido, los ministerios son el rostro y espejo de una Iglesia en medio del mundo que es sacramento de comunión y, al mismo tiempo, evangelizadora, celebrativa y comprometida. Movida por el Espíritu Santo… El conjunto de carismas y ministerios, ordenados y laicales hacen posible la realidad de una Iglesia Trinitaria como "Pueblo de Dios", "Cuerpo de Cristo" y "Templo del Espíritu".

Que la Iglesia es ministerial y se articula desde diversos ministerios podemos descubrirlo con claridad en el Nuevo Testamento, particularmente en las cartas Paulinas (1 Tesalonicenses capítulo  5 versículo 12; Romanos capítulo  12 versículos 6-8; 1 Corintios capítulo  12 versículos 4-11. 28-31; 14,6). De entre los diversos ministerios Pablo destaca, al menos, tres: el ministerio de apóstol, de profeta y de doctor (1 Corintios capítulo  12 versículo 28; Efesios capítulo  4 versículo 11). Sin olvidar los responsables de las comunidades, a quienes Pablo llama "sus colaboradores" (Romanos capítulo  16 versículo 3; 1 Tesalonicenses capítulo  3 versículo 2; 2 Corintios capítulo  8 versículos 23; 1 Tesalonicenses capítulo  5 versículo 12; 1 Corintios capítulo  16 versículo 16), y los evangelistas y pastores (Efesios capítulo  4 versículos 1-6). No entramos en detallar las referencias que se hacen en Lucas, Cartas de Pedro, Cartas Pastorales, Carta a los hebreos y Apocalipsis… Podemos concluir que se da, desde el comienzo de la Iglesia, "diversidad y creatividad de carismas y ministerios" en uno Iglesia carismática y ministerial: los ministerios hacen a la comunidad y la comunidad discierne los ministerios que otorga el Espíritu. La evolución histórica de los ministerios es muy compleja. No podemos entrar en ella. En resumen, se ha llegado a la conclusión de que existen ministerios por designación expresa de Jesús (los doce-apóstoles: Lucas capítulo  6 versículo 13; Mateo capítulo  10 versículo 2; Marcos capítulo  6 versículo 30); otros, por designación del Espíritu Santo (ministerios señalados en las cartas Paulinas: Rm 12,6-8; 1 Cor 12,8-11; 1 Corintios capítulo  12 versículo 28; Efesios capítulo  4 versículo 11) y, otros, por designación de la Iglesia (ejemplo. los "colaboradores" de los que se habla en Hechos de los Apóstoles capítulo  6 versículos 1-6; 13, 1-3 o en las cartas Paulinas (1 Corintios capítulo 16 versículo 16; 1 Tesalonicenses capítulo  5 versículo 12; Romanos capítulo  16 versículo 1, etc.) (18).

Las Escrituras alimentan nuestra concepción ministerial pero es importante visualizar el panorama presente y las necesidades de la Iglesia explicitada o materializada en la Fe de los bautizados, la misma  y única Fe que  se abre paso  en el mundo como realidad relacional. Una Iglesia  de estas dimensiones está presente en el drama y conflicto humano y en muchas ocasiones se puede dejar arrastrar por las seducciones del mundo presente. De un mundo compuesto por infinidad de expresiones y matices. La connotación del sacerdocio común se siente con mucho peso particularmente entre los ministros tanto laicales como los ordenados, si bien el ministerio  de los hermanos laicos es  de índole transitoria se pueden renovar a discreción del Diocesano (Ordinario de Lugar). Y quien los recibe puede dignificarlos en el contexto de la santidad eclesial a la que están  siendo llamado (19). La Iglesia no puede dejar  de promover a sus hijos los bautizados para un servicio más profundo y amoroso que exprese la realidad trascendente de su sentido salvífico.  La Madre Iglesia  se hace realidad en cada uno de sus hijos comprometidos con sus hermanos y la creación en el servicio de su ministerio laico comprometido y amoroso en medio del pueblo de Dios (20). La santidad es un llamado perenne  de la Iglesia a sus hijos, es un recordatorio de nuestra naturaleza vocacional y como este llamado se expresa en el servicio congregacional (21).

La economía salvífica expresada en categorías de la revelación requiere del concurso de los ministros para su auténtica aproximación al pueblo de Dios. Los ministerios laicales hablan de la prolijidad de esta opción de vida en Cristo revelado. No se muestran ausentes de la connotación  económica (Gracia) en su desempeño, como quiera que ellos   son el reflejo de la nueva condición redimida de los creyentes.  Hoy estamos al frente de los desarrollos ministeriales y de servicio de la Iglesia, hoy estamos atentos a los cambios del mundo y su forma de proceder acuñando y fortaleciendo los valores eclesiales que llegan al mundo testimoniando nuestra opción fundamental por Cristo Señor de la vida (22).

La palabra "laico" es un  término griego κοσμικόo  que en el NT significa pueblo (en sentido general) el pueblo que pertenece a una estirpe determinada (en sentido particular). En un primer momento los "laicos" son la comunidad constituida por la Fe en Cristo, en contraposición a los gentiles y a los judíos. Posteriormente significó la comunidad congregada para el culto divino, en contraposición a los dirigentes de la misma. Pero aún en este caso, el puesto de los laicos estaba absolutamente en el ámbito interno de la Iglesia, no estaban fuera de la jerarquía, sino que formaban  con ella una unidad, la cual se manifestaba particularmente en la vida sacramental (23). La participación historica de los feligreses en la vida de la Iglesia se fue  transformando en mayor vivencia de la liturgia y la Palabra, y esto último generó conciencia sobre la importancia  del  Pacto Bautismal.  La realidad ministerial toca las fibras del creyente al punto de hacer que su vida se centre en el misterio de la regeneración, es decir de las cualidades inherentes al santo Bautismo. Una condición redimida es el único escenario posible para la vivencia de los ministerios laicales en la Iglesia. Desde este panorama la instrucción debe ser eficaz y mover a reflexión como a la acción a todos los feligreses que solicitan tales  funciones en  su congregación (24).


MINISTERIOS LAICALES COMO EXPRESIÓN DE MAYORDOMÍA CONGREGACIONAL.


 La Mayordomía congregacional toca desde su perspectiva unitaria la participación de los bautizados congregantes en la dinámica de la ofrenda desde su visión  ministerial. No se trata de una serie de intercambios por recursos o tiempo de calidad en la congregación sino de atender a su naturaleza  participativa. El ministro laico licenciado al vivir su ministerio de amor y servicio lo hace como parte de su Mayordomía en cuanto a los talentos y habilidades recibidas y re-definidas vocacionalmente. Esto último es de suma importancia ya que es un argumento que involucra el sentido escatológico de la congregación y en ella la misión de la Iglesia. No podemos considerar que su aporte queda fuera de la definición de Mayordomía sino que gracias a su ministerio se convierte en testigo y testimonio, el primero sobre la Gracia bautismal que edifica comunidad de Fe y vivencias con el Resucitado y el segundo como ejemplo a seguir en la congregación lo que implica una vivencia autentica del ser cristiano (25).

La connotación de la comunidad de bautizados que se congrega posee en sí misma la suficiente fuerza expresiva para trabar relaciones con su entorno y el ministro laico es parte de ese engranaje relacional. No pudiera ser de otra forma si tenemos presente que la realidad congregacional necesita de los talentos y recursos humanos para explicitar su Fe y Amor (26). La auténtica vivencia del Evangelio hace de los ministros elementos vivenciales de su propuesta y no solo meros ejecutores litúrgicos, por lo anterior diremos que no existe un “Ministerio dominical” sino un ministerio vivencial permanente en la congregación. La manifestación ministerial no se una cronología elaborada a partir del sentir del ministro sino una profundización en la verdad salvífica anunciada por la Iglesia y explicitada por la congregación como expresión local de la universalidad eclesial (27).  
El ministro laico es invitado siempre a ser testigo de la Gracia  habitual ya que ella permite el vivir y dimensionar la relación con Cristo en el orden y espacio de lo social y urbano como rural, es decir, la Gracia transforma toda manifestación social donde la Iglesia hace presencia por medio de sus ministros licenciados y más perfilados en los ordenados (28)… La connotación de la Gracia se puede transformar en histórica como sabemos por las aportaciones y vivencias de los bautizados lo que sin duda asegura que el ministerio laical puede y debe convertirse en esa expresión histórica de la Gracia (29). La dinámica espiritual de la Gracia se constituyere en la primera de todas las mayordomías posibles en la congregación y desde luego en la  vivencia de los ministros laicos. El componente de la Mayordomía en el ministerio de los laicos no riñe con la actividad de los feligreses ante bien se  afirma testimonialmente (30).

Ser buen mayordomo es una tarea general en toda congregación y quienes fungen en el servicio laical con mayor responsabilidad y obligatoriedad ya que su servicio está siendo formado y capacitado por la Iglesia, de la anterior afirmación podernos concluir fácilmente que la Iglesia en su ser diocesano tiene el deber de hacer Mayordomía y la adelanta precisamente en la formación de sus ministros laicos.  No es de otra forma como el seguimiento de Cristo toca las esferas de la vida eclesial (31).  Los ministros laicos se  constituyen en la esfera de la Mayordomía,  en fundamento de nuevos liderazgos para el interior y exterior de la congregación y la Diócesis. Sus actividades son también presencia diocesana lo que implica como hemos expresado  formación y supervisión para que el servicio sea transparente y eficiente tanto para la Iglesia como para el ministro laico y su familia, entorno este que se puede afectar positivamente con su actividad. La Iglesia en su referente local que es la Diócesis se puede beneficiar de estos ministerios una vez los establezca, oficialice y supervise (32).

No podemos tampoco sustraernos a la afirmación orgánica de que en el  futuro muchos ministros laicos quieran profundizar su ministerio optando por el ordenado, desde luego y en esta perspectiva la Iglesia discierne sobre sus vidas y actitudes. El llamado ministerial no posee barreras entre nosotros  pero si espera las cualidades propias de cualquier servicio y aspiración (33). El sacerdocio común entre los bautizados puede ser perfeccionado en el ministerio ordenado si las condiciones lo dictaminan de esta manera. La Iglesia estará  activa en todos los procesos formativos para garantizar tales acciones y requerimientos. Nosotros debemos prodigar todo tipo de directrices para el ejercicio coherente de los ministros laicales y cada clérigo en su medio y responsabilidad pastoral debe promoverlos y presentarlos ante el Diocesano y los organismos formativos que este determine en la Diócesis (34). La realidad vinculante del servicio eclesial estará en términos canónicos enfocado a los ministros ordenados sin desconocer las normas y procedimientos para los ministros laicos. Estamos ante una organización creada en el espíritu del servicio ministerial y no en políticas de simple manejo y regularización.  La obra del ministro laico licenciado sin duda es parte viva de la Iglesia que ve en su dedicación y servicio rasgos vivos del servicio del propio Cristo, es una forma de indicar su alta estima e importancia en la dinámica de su propia alteridad (35). La obra de Cristo necesita de manos y corazones y esto último enmarca perfectamente la espiritualidad de los ministros laicos.


ESPIRITUALIDAD  DE  LOS  MINISTERIOS  LAICALES.


No podríamos dejar fuera de contexto la vivencia espiritual de los ministros laicos y sus ministerios de servicio y compromiso, son en esta dirección en la que la vida congregacional opera y faculta el aprendizaje que sin duda alguna fundamenta la espiritualidad de sus ministros laicales. Diremos que existen una serie de elementos que hacen del servicio laical una manera o medio de crecimiento espiritual para quienes son cooperantes con la vida eclesial en esta categoría (36). La espiritualidad de los ministerios laicales toca de lleno su naturaleza de servicio y cooperación con la vida congregacional y para su crecimiento emplea los recursos propios de los bautizados, nos referimos a la lectura y meditación de la Palabra de Dios, que debe ocupar un lugar de suprema importancia y respeto en su vida personal y familiar, la oración diaria empleando no solo su  estilo propio sino también acudiendo al modelo que consagra nuestro L.O.C y sus distintas devociones, la Salmodia es la oración oficial de la Iglesia y por ende también del ministro laico, la vida sacramental teniendo presente que los sacramentos son los signos visibles de la Nueva y Definitiva Alianza de Dios con la humanidad, su frecuencia marcará la motivación en torno a  la Gracia. Las obras de Misericordia que le permitirán visibilizar al otro sufriente en la Persona del Resucitado, son sin duda los elementos más determinantes de la vida y espiritualidad del ministro laico licenciado (37).

 Nuestro L.O.C en la página 344 da una pista segura sobre el valor del “Servicio Cristiano” y lo ubica en un tiempo especial o de forma permanente según sea la responsabilidad que el bautizado asume, esta dedicación se hace más radical cuando es el Diocesano quien sacando al laico de su servicio ocasional le concede la licencia para su ejercicio más dedicado y permanente en la congregación. Siempre se invoca al Espíritu Santo como Dios y revelador del misterio Trinitario, es Él la fuente y fundamento de todo servicio en la santa Iglesia. Aquí se pone de manifiesto la Voluntad de Dios y el sentir de la comunidad de Fe quien acoge y apoya a sus hijos en este santo servicio. Es importante que los bautizados dimensionen  el servicio que se presta en la congregación como signo de la Gracia del Dios revelado y que por su amor y misericordia transforma vidas y realidades desde la perspectiva del servicio cristiano (38).

La espiritualidad de los bautizados se mueve gracias a la presencia de Dios que ratifica nuestro Pacto Bautismal siendo este Alianza engalanada en el servicio de sus ministros. Es pues una realidad que nos debe motivar a continuar entregando lo mejor en la construcción de su Reino y siendo sus ministros materia preciosa y disponible. La Madre de los bautizados necesita de sus hijos y especialmente de quienes dimensionando desde el servicio su Bautismo pueden aportar a la construcción de una sociedad más justa y en rescate de los valores espirituales propios del cristiano. Los ministros laicos son hombres y mujeres llamados a vivir en justicia y ser signo de justicia entre sus hermanos… es de esta manera como la construcción del Reino de Dios inicia en el corazón de los bautizados para luego trascender, recordemos que la Iglesia  como sierva de Dios  está presente en el acontecer de nuestras  vidas y su misión es llevarnos de la mano al Reino de su Señor y qué  Madre hay que no quiera lo mejor para los suyos, pues la Iglesia es esa Madre amorosa que recibe con amor el aporte de sus hijos los ministros laicos licenciados y los ordenados (39).


  
No son los ministerios laicales  factor de discordia en la congregación, son todo lo opuesto, signo de madurez y crecimiento en la Fe comunitaria.






BIBLIOGRAFIA/CIBERGRAFIA/FUENTES.

1.      Nota del autor.
2.      Nota del autor.
3.      Nota del autor.
4.      Nota del autor.
5.      Nota del autor.
6.      LOS MINISTERIOS, ESPECIALMENTE LAICALES, EN UNA IGLESIA “MISTERIO DE COMUNION PARA LA MISION”. Profesor Raúl Berzosa Martínez, Obispo Auxiliar de Oviedo, Santander, 20 de marzo de 2007, Aula de Teología//.
7.      Nota del autor.
8.      Nota del autor.
9.      Nota del autor.
10.  Nota del autor.
11.  Nota del autor.
12.  Nota del autor.
13.  Notad el autor.
14.  Notad el autor.
15.  Nota del autor.
16.  Nota del autor.
17.  Nota del autor.
18.  www.mercaba.org/Pastoral/M/ministerios_laicales.htm. es.catholic.net/op/articulos/18452/cat/748/los-ministerios-laicales.html.
19.  Nota del autor.
20.  Nota del autor.
21.  Nota del autor.
22.  Nota del autor.
23.  theologicaxaveriana.javeriana.edu.co/descargas.php?archivo...pdf&idArt=1054.
24.  Nota del autor.
25.  Nota del autor.
26.  Nota del autor.
27.  Notad el autor.
28.  Nota del autor.
29.  Nota del autor.
30.  Nota del autor.
31.  Nota del autor.
32.  Nota del autor.
33.  Nota del autor.
34.  Nota del autor.
35.  Nota del autor.
36.  Nota del autor.
37.  Nota del autor.
38.  Nota del autor.
39.  Nota del autor.

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