COMPRENDIENDO AL HOMBRE Y TEÓLOGO, AL PP. DE
LA IGLESIA AGUSTÍN DE HIPONA.
“Intellige ut credas; crede ut intelligas”
“Comprende para creer; cree para comprender”
Agustín de Hipona (Sermón 43).
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BREVE
MENCIÓN BIOGRÁFICA.
Agustín vino al mundo el
13 de noviembre del 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Númidia en el África
romana. Esa población argelina se llama hoy Souk-Ahras. Aunque no fue bautizado
de niño, Mónica le enseñó los rudimentos de la religión cristiana y, al ver
cómo el hijo se separaba de ellos a medida que crecía, se entregó a la oración
constante, dolorida y confiada. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo el
“hijo de las lágrimas de su madre”.
Católica ferviente, dedicó toda su vida a la conversión de su hijo al
cristianismo. De
los doce años a los quince, entre 366 y 369, cursa en Madaura, hoy Mdaourouch,
estudios de secundaria. Sobresale entre los condiscípulos. Siente gran afición
a la poesía. Aprende pasajes enteros de los principales autores que se
estudiaban en la escuela: Terencio, Plauto, Séneca, Salustio, Horacio, Apuleyo,
Cicerón y, sobre todo, el gran poeta Virgilio. Los amigos de Patricio le
aconsejaron enviar a su hijo a Cartago, capital política y universitaria del
norte de África. Para esto hacía falta un dinero del que los padres de Agustín
no disponían. Por eso, a los dieciséis años, de 369 a 370, los estudios de
Agustín se ven bruscamente interrumpidos, en espera de una ayuda económica, y
se queda en Tagaste. Agustín, en vez de hacer algo serio durante aquel año,
pierde el tiempo con sus compañeros. No ha recibido el bautismo ni la
instrucción religiosa que en aquellos meses habrían podido quizá ayudarle a
evitar el mal.
Pese a los consejos de su madre, Agustín
emprende “los torcidos caminos por los
que caminan los que vuelven a Dios la espalda y no el rostro”. Se siente
feliz en aquellas vacaciones inesperadas y experimenta los primeros atractivos
de la amistad y del amor. Un año después, en 370, marchará a Cartago gracias la
generosidad de Romaniano, rico mecenas de Tagaste y amigo de su familia. Por
entonces, hacia 371, murió su padre, católico ahora. Entre los 16 y los 30 años
de edad vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en
el año 372 tuvo un hijo, Adeodatus, nombre latino que significa “regalo de Dios”. El día 24 de
agosto de 410 entraron en Roma, por la puerta Salaria, las tropas de Alarico,
saqueándola a hierro y fuego. Esta desgracia motivó que Agustín predicase su
Sermón sobre la caída de Roma y escribiera La ciudad de Dios. Dos decenios
después, las huestes de Genserico asediaron Hipona, donde su obispo murió en
430. www.agustinosrecoletos.com/quienes-somos/san-agustin-de-hipona/
(Fuente: O.A.R. u Orden de los Agustinos Recoletos).
INTRODUCCIÓN.
Somos demasiado
débiles para descubrir la verdad por la sola razón. Hiponense.
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Aurelio
Agustín (Aurelius
Augustinus, descendía de las tribus Bereberes) nació
en Tagaste (hoy Argelia), en el África romana (Provincia de la Númidia), el 13
de noviembre de 354 y muere el Hipona el año 430. Su padre, llamado Patricio, era un funcionario pagano al
servicio del Imperio. Su madre, la dulce y abnegada cristiana Mónica, luego santa, poseía un genio
intuitivo y educó a su hijo en su religión, aunque, ciertamente, no llegó a
bautizarlo. El niño, según él mismo cuenta en sus Confesiones, era
irascible, soberbio y díscolo, aunque excepcionalmente dotado. Romaniano, mecenas y notable de la
ciudad, se hizo cargo de sus estudios, pero Agustín, a quien repugnaba el griego, prefería pasar su tiempo
jugando con otros mozalbetes. Tardó en aplicarse a los estudios, pero lo hizo
al fin porque su deseo de saber era aún más fuerte que su amor por las
distracciones; terminadas las clases de gramática en su municipio, estudió las
artes liberales en Metauro y después retórica en Cartago a los
dieciocho años, Agustín tuvo su primera concubina, que le dio un hijo al que
pusieron por nombre Adeodato. Los excesos de ese “piélago de maldades”
continuaron y se incrementaron con una afición desmesurada por el teatro y
otros espectáculos públicos y la comisión de algunos robos; esta vida le hizo
renegar de la religión de su madre. Su primera lectura de las Escrituras le
decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una Fe impuesta y no fundada en la
razón. Sus intereses le inclinaban hacia la filosofía, y en este territorio
encontró acomodo durante algún tiempo en el escepticismo moderado, doctrina que
obviamente no podía satisfacer sus exigencias de verdad. Sin embargo, el hecho
fundamental en la vida de Agustín de
Hipona en estos años es su adhesión al dogma maniqueo; su preocupación por el
problema del mal, que lo acompañaría toda su vida, fue determinante en su
adhesión al maniqueísmo, la religión de moda en aquella época. Los maniqueos
presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las
tinieblas), eternas e irreductibles. Era preciso conocer el aspecto bueno y
luminoso que cada hombre posee y vivir de acuerdo con él para alcanzar la
salvación. Los primeros años del Hiponense se enfrentaron con el planteamiento
de un tal “Mani” (obispo maniqueo) La
literatura que le apasionaba correspondía a autores clásicos como es el caso
mencionar brevemente, nos referimos a Cicerón
(Cicerón nació el 3 de enero del año 106 en Arpino, el cual era un
municipio de Roma. Proveniente de una familia plebeya su
padre era un caballero cuya delicada salud le impedía realizarse en cualquier
aspiración política, por lo que se dedicó al campo. Su madre, Hevia murió
siendo joven y era descrita como una clásica matrona romana), al
poeta Virgilio (Publio Virgilio Marón (Virgilio, 70 a.
C.-Brundisium, 19 a. C.), más conocido por su nombre, Virgilio, fue
un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las
Geórgicas) estos personajes fueron importantes en el pensamiento inicial del
Hiponense y por ellos desconfió del valor de las Sagradas Escrituras por
considerarlas simples y sin estética alguna. Cicerón como autor clásico sin
duda empelaba la “floritura” apropiada y la complejidad gramatical como apenas
es evidente lo que marcará la concepción lingüística de un Agustín (4) que
sujeto al estilo del mundo clásico debe dejar en el futuro todo esto a un lado
para “navegar” en las aguas de las Sagradas Escrituras que le proporcionaran el
fundamento para su prolijo trabajo teológico en Occidente. Recordemos que la
cosmovisión de su mundo corresponde al entorno latino y griego, y sus
formas epistemológicas muy distintas a
las Escrituras inspiradas (5). La Retórica aportó dominio gramatical y recursos
amplios a la hora de hilar su pensamiento como el mismo lo confesará al final
de su existencia. Son los días de las victorias postreras del poder imperial
romano que conduce a algunos a vanas fantasías de una grandeza que descansa
solamente en los quehaceres y glorias que ofrece el mundo pagano. Otros, como
Agustín, no se dejan deslumbrar. Comprenden que son testigos del inevitable
derrumbamiento de la Roma Imperial. Sobre las ruinas de este poder, otro conquistador
invencible. Estaban por edificarse los cimientos de una "nueva civilización" que Agustín
deseaba que representase los valores cristianos (6). La sique del teólogo quedó marcada por los
acontecimientos históricos que vivió. Estos pueblos invasores son llamados
"bárbaros", por su poca
cultura y salvajismo. Eran pueblos nómadas y guerreros. Podemos mencionar entre
ellos a los godos, visigodos, vándalos, suevos, francos, sajones, anglos... Los
sajones y anglos invadieron Gran Bretaña, los francos invadieron Francia, los
visigodos y los suevos invadieron España, los godos y visigodos invadieron la
península itálica. Los vándalos invadieron Andalucía. El rey visigodo Alarico conquista la ciudad de Roma. A finales del
siglo V casi toda Europa estaba gobernada por reyes bárbaros (7). Solo para
continuar diremos que el proceso de destrucción de Roma tardó 200 años y que
toda su debacle no se generó precisamente en tiempos del Hiponense (8).
ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO. (Solo una breve
contextualización del análisis que procede).
Debes vaciarte
de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de
lo que estás vacío. El Hiponense.
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La
Fe debe ser racional o en sus palabras Que la
razón someta a su estudio lo que creemos con el corazón. Miremos algo
de su obra para fundamentar nuestro enunciado: “La tradición, la autoridad, la
Iglesia y la Biblia sólo nos disponen exteriormente para que interiormente nos
ilumine el Verbo, Maestro interior; son mediaciones populares, ya que los
sabios se unen directamente con Dios. Pero al mismo tiempo, es imposible
entender sin empezar por creer, y todo acto de Fe es también acto de obediencia
a la Iglesia (cfr. De Utilitate credendi 10, 24; PL, 42-81 ss)”. Su
pensamiento no es posible de entender en la atemporalidad de su enunciado sino
se vincula vitalmente a la Iglesia y a sus enseñanzas. La Fe cristiana ha de
ser divina, y para eso tiene que apoyarse en el milagro. Cristo conquistó la
autoridad divina con sus milagros, ofreciendo a la Fe un camino racional (De
Vera Relig., 3, 3: PL, 34, 124). Los milagros son manifestaciones
sobrenaturales que dan paso también a la explicación racional del fenómeno que
procede de los mismos. Estos matices son congruentes con la necesidad de
experimentar y someter al estudio lo que se cree sin desvirtuar con ello sus
contenidos pretendiendo simplemente dar razón y peso a lo que hay de certeza en
el corazón del creyente. Agustín es un
creyente radical y no un científico de lo fenomenológico o mucho menos un
intuicionista como prenden catalogarlo por este tipo de afirmaciones. Para
continuar desglosando los contenidos del presente ensayo afirmamos que la Biblia y su contenido son
fundamentales en la obra del Hiponense a la que le confiere la suprema
autoridad en sus estudios (9). Agustín hizo del latín el lenguaje
dogmático por excelencia, y Anselmo, Tomás de Aquino y otros siguieron su guía. Ocasionalmente le ha
sido atribuido el Credo seudo-atanasiano, que indudablemente apareció en una
fecha posterior, pero no estaban equivocados los críticos que trazaron su
inspiración a las fórmulas que aparecen en De Trinitate. Quienquiera que haya
sido el autor de este Credo, ciertamente estaba familiarizado con Agustín y se
inspiraba en sus obras. Incuestionablemente, a este don de la expresión
concisa, al igual que a su caridad, se debe el que se le haya atribuido con
frecuencia el celebrado dicho: "En
lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todas las cosas, caridad." Doctos críticos como Harnack han llamado
a Agustín, "el primer hombre moderno" y, en verdad, él ha moldeado de
tal manera el mundo latino, que es en realidad quien le ha dado forma a la educación
de las mentes modernas. Pero, sin ir demasiado lejos, podemos citar al filósofo
alemán Eucken: "Tal vez no sea paradójico decir que si nuestra época desea
retomar y tratar de una manera independiente el problema de la religión, no es
tanto a Scleiermacher ni a Kant, ni aun a Lutero ni a Santo Tomás a quienes se
debe referir sino a Agustín... Y fuera de la religión, hay puntos en los cuales Agustín es más moderno que Hegel o que
Schopenhauer." (10). Con esta breve introducción a la cosmovisión del
Hiponense iniciamos nuestro análisis conceptual de su estilo y forma de
producir teología para las generaciones presentes y futuras.
La dinámica del Hiponense se debe
entender desde la perspectiva de la gramática intuitiva y la forma como empleó
el latín para asemejarse con su entorno cultural como quiera que nació en la
Númidia antigua Provincia romana. Esto
último nos permite ver en su discurso una sintaxis muy concreta del mundo Occidental,
el presente ensayo lo esquematizaremos según la importancia de su obra y pensamiento en las siguientes categorías
(11).
CATEGORIAS DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO (12).
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1- Introducción.
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2- Análisis del pensamiento Agustiniano.
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3- Visión historica.
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4- Teología Trinitaria.
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5- Sagradas Escrituras.
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6- La Gracia.
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7- El pecado.
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8- Fe y Razón.
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9- Ciudad de Dios.
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10- Definiciones sobre
algunas cuestiones del Hiponense y el pensamiento de su Escuela.
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11- Las confesiones y las Retractaciones.
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12- Agustín en el presente teológico de la Iglesia.
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13- Bibliografía/ Cibergrafia/ Fuentes y Articulos.
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3.
VISIÓN HISTÓRICA.
La realidad social de
Agustín era bien particular, él provenía de una familia con recursos que hoy
podría considerarse clase media-alta, con influencia en el Imperio donde su
padre Patricio era funcionario. El mundo
que apreciaba necesitaba de ser promovido particularmente en materia de
educación con miras a ubicarse en las filas estatales. La razón misma de la
forma de vida de aquella época le obligaba a trascender y buscar otros destinos
para promover su educación, por esa razón estudia en Madaura (año 365) donde
estudio Gramática y Literatura. Cerca de
su natural Tagaste. Y en el 370 estudió Retorica en Cartago (Fundada por
mercaderes fenicios hace casi tres mil años, Cartago llegó a ser
una potencia capaz de disputar a Roma la hegemonía del Mediterráneo… hasta
que los legionarios de Escipión la arrasaron. Siglos más tarde,
con Adriano, llegaría a ser la segunda ciudad más importante del Imperio,
después de Roma) en el año 383 fue a Roma y poco más tarde a Milán donde
trabajó un tiempo como profesor municipal de Retorica. Durante su época el
Imperio Romano entró en franca decadencia.
El orden militar y social estaba siendo sacudido por los pueblos venidos
del Norte (Vándalos) las bases romanas diseñadas para controlar sus territorios
eran insuficientes para detener estos pueblos que atacaban bajo el esquema de
las guerrillas modernas Mao Tse-tung (El
1 de octubre de 1949 se proclamó oficialmente la República Popular de China,
con Mao Tse-tung como presidente) al
que podemos llamar como el padre de la Nación China en el siglo XX y que para
los fines dirigió un movimiento de “guerra de guerrillas” usado en la época del
Hiponense. La economía era dramáticamente expuesta por los continuos asaltos a
las caravanas que provenían del lejano Oriente y los nexos comerciales con Roma
sufrían de la misma manera los embates de los delincuentes que como hordas se
cernían sobre todas las formas de comercio (13). En el siglo IV, Roma había
dividido el África, de Libia a Mauritania, de Cartago a Chercel, en siete
provincias. En la misma época, cada ciudad posee un obispo, a veces dos (en el
tiempo del cisma donatista).
Las "diócesis" comprendían
aproximadamente una superficie de treinta a cuarenta kilómetros. La diferencia
entre el campo y la ciudad no es rígida, como lo es hoy en día en la Italia
meridional: no es cuestión de población sino de civilización. Se estima que la
población global del África colonizada era de seis millones de habitantes. Las
grandes ciudades, como Cartago, se prolongaban en suburbios. Duga es una colonia
que pertenece a una ciudad típicamente africana; cierto número de campesinos
viven en la ciudad y diariamente van a trabajar en los campos, fuera de los
muros. La ciudad de Tidis vive de su producción agrícola. Hasta en Hipona nos
encontramos que una parte de la población habla púnico y entiende con
dificultad un sermón en latín. Tertuliano
y Agustín son dos hijos del suelo africano: Tertuliano, el hombre extremista, anti herético por excelencia y
que termina su vida en las elucubraciones del montanismo, y Agustín, el
introvertido, que se hace monje; consagrado obispo, es agobiado por su pequeño
pueblo. Nos confía su vida en sus Confesiones, una obra maestra. ¿Cómo definir
al alma africana en su entidad irreductible? Es un trabajo peligroso: implicaría
hacer una mezcla de Yugurta y de Tertuliano, de Apuleyo y de Agustín. También
será necesario distinguir entre africanos autóctonos e importados, entre
romanos y númidas romanizados.
Agustín es hijo de esta África donde
encontramos a fenicios, griegos y romanos, libios, mauritanios, númidas y
bereberes. Estos pueblos forman seres de violencia y ternura, de pasión
incontrolada y de fervor excesivo. Recibió de esta tierra su temperamento
ardiente, impulsivo, extremista. Más músico que pintor, más atento a la voz que
a la belleza de un paisaje, sensible a la ironía y al sarcasmo. Las
sedimentaciones sucesivas han modificado la morfología del alma africana. La
costa mediterránea ha sufrido al influjo fenicio. Las poblaciones númidas son
más plásticas. En el fondo, sin embargo, son rebeldes a toda asimilación. Con
relación a Roma la actitud es ambigua: algunos la rechazan, otros la aceptan,
otros dudan... En el momento del donatismo entre los cristianos existe división
y separación. Los ataques de los circunceliones, entre otras rebeliones
endémicas, son una manifestación anti romana. También en el África Proconsular
y en Númidia, los mauritanos creen encontrar ayuda entre los bereberes del
campo y entre los siervos de las grandes propiedades. En Cartago, alrededor del
Templo de Tanit y de Baal, el menor incidente desencadena el fanatismo pagano.
Las poblaciones reciben al cristianismo como una forma de rebeldía. Rica en
contradicciones, África es sólida, resistente al dolor.
El mismo Agustín poseía una salud vigorosa que
le permitía consagrarse a sus ocupaciones durante el día y a los estudios y a
su obra teológica durante la noche; de emprender numerosos y pesados viajes a
través de toda el África como peregrino de la ortodoxia y de la elocuencia: de
Cartago a Jerjel, de Hipona "a Tebesa. Y, sin embargo, vivió hasta los
ochenta y seis años. El Imperio no había
dividido estas comunidades; hecho que será 'consumado en la época de Nerón. De
Tertuliano a Agustín y Salviano de Marsella, los escritores, no necesariamente
africanos se basaban sobre una lejana tradición de origen apostólico, venida de
Oriente. La influencia oriental se manifiesta en la decoración y en la
arquitectura de las iglesias, en la liturgia y en las disciplinas
sacramentales. Es posible que la primera lengua litúrgica haya sido el griego.
De hecho, las primeras actas de los mártires africanos han sido escritas en
griego. Bruscamente, al fin del segundo siglo, la Iglesia de Cartago aparece
enteramente constituida, con comunidades importantes y fervientes, una
jerarquía, cementerios, lugares de reunión, liturgia estructurada en donde la
influencia oriental es visible. "Nosotros
hemos nacido ayer y ya invadimos el Imperio" "formamos la mayoría en cada ciudad".
Lo que Tertuliano escribe al procónsul Scápula, a comienzos del siglo III,
conviene mejor a África que a Italia. La Fe cristiana comienza a infiltrarse en
las tribus bereberes de Getulia y Mauritania. La Buena Nueva corre rápidamente
sobre la región, llegando hasta lugares modestos, como Scilis, actualmente no
identificable; que dio al África sus primeros mártires (180).
La copia de esos actos
gloriosos se conservaba en los archivos de las iglesias y se leía, de
aniversario en aniversario: esos mártires, con sus nombres púnicos latinizados,
significaban la profundidad de la penetración cristiana hasta los lugares más
alejados (14). Hipona, "Hippo regius" para los latinos, tenía su
personalidad propia. Construida en el estuario de la Seybousa, con su rica
planicie agrícola, formaba una puerta natural entre dos colinas. Hacia el oeste
comenzaba la cadena montañosa del Djebel Edough. Una de sus alturas, frente al
mar, donde se eleva la actual Basílica de San Agustín, era lugar de un
santuario dedicado al dios fenicio Baal (Amón): el Saturno de la ocupación
romana. Había cambiado de nombre pero no de religión ni de fieles. La ciudad,
como lo muestra el mosaico del Pescad; resalta en el fondo de un golfo, con sus
casas y monumentos. Los muros de la ciudad, frente al mar, construidos en
caprichosos zigzagueas durante el período comprendido entre el 1er siglo antes
de Cristo y el siglo II después de
Cristo, llaman la atención por sus bloques de cal maciza. Protegían la ciudad
contra las legendarias tempestades del golfo, luchando contra los peligros del
mar y la tierra, es decir, contra las inundaciones y los aluviones.
Como muchas ciudades de Italia meridional, hispana
se prolongaba en los campos que enmarcaban la ciudad. Los agricultores del rico valle de Seybousa
habitaban algún tiempo en la ciudad donde escuchaban los sermones del obispo.
Conocemos por los escritos de Agustín, por lo menos, una decena de propiedades
agrícolas que son mencionadas en la predicación del Pastor. La ciudad como tal,
antiguo reducto fenicio, es un puerto, abierto sobre el mar, donde vivía una
población heterogénea: descendientes de fenicios y libias, con sus razas,
colores y dialectos. Desde la época númida los intercambios comerciales con el
resto de África, Italia y Grecia son activos y variados, como lo comprueba la
cerámica italiana y las ánforas de Campania. Esta importación no paralizaba
para nada la producción local en la época romana.
4.
TEOLOGIA TRINITARIA.
“Señor nos
hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti” Agustín.
|
Sobre la teología del
Hiponense en orden a la relación de las
Divinas Personas y concretamente en el Espíritu Santo, Agustín define que posee la misma substancia (es lo que existe por sí mismo)
que el Padre y el Hijo, por lo tanto es claro que no son tres dioses sino un
solo Dios manifestado en tres Divinas Personas. Es la concepción de la relación
Trinitaria en el contexto de la misma Esencia y Substancia como decíamos antes.
Al mismo tiempo, esta Fe anti sabeliana confiesa que al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo les corresponde una peculiaridad irreductible. Esta consiste en
que el Padre engendra al Hijo y, por eso, el Hijo no es la misma Persona que el
Padre; y el Padre no es la Misma que el Hijo; finalmente, el Espíritu Santo es
tanto Espíritu del Padre como del Hijo; y, como éstos, Él pertenece también a
la unidad del Dios trinitario, esta unidad de Dios no le hace dependiente una
Persona de la Otra, si esto fuera de esa forma entonces hablaríamos de una substancia
mayor y unas que por delegación comparten sus atributos y naturaleza, así mismo
diríamos según esta tesis que el Padre no sería el Principal (Patrem Principaliter) sino el origen
que comparte una misma substancia por delegación y no por filiación y mucho
menos por expiración activa y/o pasiva. Resumiendo
de nuevo esta concreción
histórico-salvífica con el pensamiento de la unidad, Agustín concluye que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo como son inseparables, actúan también inseparablemente. Esta es
también mi Fe, porque es la Fe de la Iglesia católica (15). Consecuentemente, Agustín reza así al final de su obra: Por esta
regla de Fe me he regido en mis comienzos; y a partir de ella, te he buscado en
cuanto me ha sido posible, en cuanto tú me has hecho capaz, y he tratado de
comprender con la razón lo que creía con la Fe; mucho he discutido y mucho me
he esforzado… La concreción de la Unidad
de la Trinidad de Dios es asumida por el Hiponense con una inseparabilidad
total que les hace amar, pensar y obrar de esta única manera (16).
Para el Hiponense la
distinción es básicamente en cuanto a la Personalidad de las Divinas Personas,
que a su vez nos sitúa en la unidad esencial de Dios. Pues desde esta
perspectiva la unidad de Dios como fundamento de las relaciones Trinitarias es
vista por las manifestaciones de Dios en las Escrituras reveladas. De esta
afirmación conceptuamos los siguientes términos
de la relación Trinitaria en la mentalidad del Hiponense (16):
Coeternidad
|
La
misma Substancia
|
Comunidad
|
Coigualdad
|
familiaridad
|
Personalidad
|
Unidad
esencial
|
La
misma Naturaleza
|
Eternidad. (17).
|
“El Hijo es otro, porque
no es el mismo que el Padre, y el Padre es otro, porque no es el mismo que el
Hijo. Pero no es otra cosa, porque el Padre y el Hijo son la misma cosa. ¿Qué
es esa misma cosa? Un solo Dios”
(18). Agustín ve la relación dentro de la diferencia pero se refiere como lo
hemos dicho a la Personalidad y Misión de las Divinas Personas, sin que con
ello implique que aborde la esencia desde la diferencia. La diferencia no es
una categoría imputable a Dios porque el hecho mismo de aceptarla supone
singularidad y no unidad de substancia como sucede con nosotros y nuestra
naturaleza racional. El Ser de Dios visto en la perspectiva del
Motor Inmóvil aristotélico supone los niveles de manifestación y perfección, es
decir, solo un Motor Inmóvil que es Dios y muchos otros motores inmóviles que
son movidos por este único Inmóvil, en
Acto Puro, es decir, Dios mismo. Las Operaciones Trinitarias son vistas por
el Hiponense como muestra de la naturaleza de Dios y todo ello entra en la
esfera del Amor esencial que produce Dios mismo en su augusta contemplación
eterna (19). El “Amator Dei” el Amor
de Dios es la razón de las relaciones y manifestaciones de la Trinidad Ad-Extra
de la creación, y en cuanto a las relaciones supone con aguda precisión las
Procesiones Divinas (El Padre y el Hijo expiran de forma activa al Espíritu
Santo y este de manera pasiva al Padre y al Hijo) esto último en cuanto a la
procedencia sin suponer como Orígenes (PP. griego, gran teólogo de la Escuela de
Alejandría) el subordinacionismo en la Trinidad de Dios (20). Aquí la visión
aguda del Hiponense es clara, y tal postura nos habla de la procedencia antes
de todo tiempo, y por ende del Acto Volitivo del Padre Dios, que Engendra al
Hijo y juntos no en el tiempo sino en su Voluntad amorosa procede el Espíritu
Santo, para el Hiponense el Amor es la misma Esencia de Dios (21).
En
De Trinitate, el obispo de Hipona
es más claramente consciente de la ambivalencia de su fuerza intelectual que
en sus primeros escritos. De ahí que eleve la siguiente plegaria: Dame la fuerza de buscarte, tú que te
dejas encontrar y que me has dado la esperanza de poder encontrarte cada vez
más. Ante ti está mi fuerza y mi debilidad; conserva aquélla, sana ésta. Ante
ti está mi saber y mi ignorancia. Allí donde tú me has abierto, acoge a quien
entra; allí donde has cerrado, abre a quien llama. Haz que me acuerde siempre
de ti, te comprenda, te ame. Haz crecer todo esto en mí hasta que me
transformes totalmente (22).
|
Es interesante observar
como el Hiponense deja en la Persona de Jesucristo, el conocimiento y
fundamento de la historia y en ella todas las vivencias de la humanidad,
manifestando así una co-relación
salvífica de los sucesos y acciones del ser humano en la historia elaborada por
este en su derrotero terrenal. El Hiponense nos deja ver su epistemología sobre
la incidencia de la Gracia en la vida historica del ser humano, esta afirmación
categórica y crítica de la historia será abordada luego en su obra de la “Ciudad de Dios”. La realidad vista
desde la manifestación del Dios Trinidad supone la participación de la Gracia
en el componente humano pero desde el ser eclesial agudizamos la mirada para
hablar de la presencia de la Trinidad revelada que se ha transformado en el
lenguaje contemporáneo muy al estilo del Hiponense y los demás santos PP. de la
Igelsia en la: Trinidad Inmanente y Trinidad Económica (23). El pensamiento Trinitario del Hiponense es vitalmente
cristocentrico y lo es porque la revelación y mediación del Hijo de Dios se
constituye en fuente de vida y Salvación universal. En todo este proceso la realidad Escrituristica es fundamental en su
doctrina, no hay nada que no brote de la Palabra de Dios (24). La
constatación Psicológica del Hiponense como fundamento de su pensamiento nos dice
la manera como se compenetró con el mensaje
de Cristo y el pensamiento Paulino que fue definitivo en su teología, no
escribió nada que Pablo en sus líneas no manifestará pero su corpus doctrinal
fue más allá de la percepción paulina por la misma connotación historica
vivida. De lo anterior solo citamos la expresión de Beda el Venerable, este religioso ingles fue el comentador y
recopilador de las obras del ultimo PP. de la Iglesia latina nos referimos a
Isidoro de Sevilla “Después del
magisterio de los Apóstoles, no hay otro mayor que el de Agustín de Hipona” (25).
La concepción Agustiniana
sobre la Trinidad de Dios es de una profundidad tal que parece que comunica su
pensamiento en nuestro tiempo, esta actualidad de su lenguaje y reflexión le sitúa dinámicamente en la
sique del colectivo que siente a Dios cercano y le reconoce como familia,
estableciendo una comunidad de Amor, fue Agustín el primero de los PP. de la
Igelsia en hablar del Amor como el signo
de la esencia de Dios entre nosotros y ver en sus relaciones un modelo al
que debemos tender los bautizados. La intuición del Hiponense es tan cierta
como la concepción de una realidad que trasciende y supera la destinación material de la historia. Pues en el Hiponense
la historia se hace parte del designio salvífico, de una meditación prolongada
de los sucesos salvíficos que nos abrieron las puertas de la eternidad, él problematiza la revelación Trinitaria
para ajustarla al acontecer de la humanidad creyente. El Padre que se
revela antes de todo tiempo lo hace perfectamente en el Amor de su Adorado Hijo
y contemplándose en sus relaciones paternales y filiales generan al Espíritu
Santo, bella comparación ilustrativa de
las relaciones de quienes amándose se entregan y piensan solo el uno en el
otro. Habla de Susbtancia solo para establecer distinciones de origen pero lo
central en su pensamiento es el Amor de Dios y Dios Amor (26).
Meditando su contenido
nos queda muy claro que la Cruz de Cristo es el principio que define antes de
darse a la misma Encarnación, sin su Misión que objeto tendría la Encarnación del
Hijo de Dios. Y que podría significar una entrega amorosa sin la Causa misma
que la generó, de aquí podemos asegurar con el Hiponense: Oh feliz culpa que nos mereciste tal Redentor o también: O
felix culpa, quae talem meruit habere Redemptorem nobis…
Encarnación
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Cruz
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Resurrección. (27).
|
La relación en el ámbito
de la Trinidad genera en el Hiponense la dinámica Psicológica de la
introspección de la conciencia humana
pero encontramos una oración suya que sintetiza este argumento de índole epistemológico-axiológico
crítico, donde la estructura tríadica se conserva perfectamente: Pues yo soy, conozco y quiero: soy sabiendo
y queriendo; sé que soy y quiero; y quiero ser y conocer (28). El misterio
de la Trinidad se conserva porque este supone la inaccesibilidad a Dios, esto
último por parte de la conciencia y el
intelecto humano y sus palabras lo podríamos expresar mejor: Tres Divinas
Personas para amar y callar, antes que conocer (29). Otro elemento que el Hiponense relaciona con
la exposición de la Trinidad es la Inhabitación
de las Personas de la Trinidad en el Ser Humano, esta presencia es
fruto de su huella o Vestigia
es decir, empleando los términos Aristotélicos: Dios causa eficiente y ejemplar de la
creación, cada cosa creada nos habla en
sus operaciones de la perfección de su Creador. Como ninguno antes el Hiponense une el Amor como substancia en la obra de la Creación, solo el
Creador Amor podría habernos dado tanto y tan colmado de belleza como de
estética y necesidad. El Amor es en ultimas el gran vínculo con la
Trascendencia: “porque nos amaste primero nos hiciste amables” en esta sentencia Agustín
relaciona tanto necesidad como
naturaleza necesitamos el Amor a nivel de Existencia y
existencialidad, a nivel de necesidad para ser. Solo existe
lo que ama Dios en su infinita misericordia. Solo es Libre quien
verdaderamente hace del Amor una causa
y consecuencia de su ser y existir.
El Amor no es límite, el Amor es
apenas el comienzo de la Existencia y su fundamento, Una vida vivida sin amor no tiene olor a
trascendencia.
Agustín sobre las Potencias del Alma ve precisamente un Símil o
Comparación con las Personas Divinas, aunque su Analogía no es plena al no
encontrar en nuestra Naturaleza Concordancia total con el Misterio expuesto,
esto es, no podemos suponer que al Recordarnos y Amarnos como Memoria y
Voluntad quede establecido por relación (Analogía) el mismo Principio de
Dios Padre que comunica al Hijo su Naturaleza, la mente de Dios
contiene todo Pensamiento sobre si como Padre-Hijo y Espíritu
Santo, la Mente de Dios es también inseparable en el Hijo y en el Espíritu
Santo juntos y en la misma Sustancia como en el Amar y el Obrar, luego,
lo que hace el Padre lo hace en el Hijo y en el Espíritu Santo este hacer
significa Comunión en cuanto a la
misma substancia, un hacer Coeterno porque como en Dios todo es
pleno y no admite compuesto alguno, ¿Cómo ama uno aman los dos. Y como aman los dos aman los tres. Para
el Hiponense el Amor es indistintamente el Principio Esencial de la Comunión
Divina (30). Las imágenes que usa el Hiponense son limitadas y así mismo lo
reconoce dado el contenido supra que desea expresar que corresponde a la
naturaleza Divina. Es una cierta imagen
de la Trinidad el intelecto, el concepto que es su hijo y su palabra; y, en
tercer lugar, el amor. Estas tres cosas son una sola substancia (31). No
podemos desconocer que la dinámica conceptual nos ofrece también una postura
moral, es lo que cree y la forma como cree Agustín de Hipona, esto será
fundamental para su espiritualidad y oración, hoy podemos decir que sus
reflexiones no eran solamente especulaciones académicas sino la manifestación
de su Fe y lo que esta necesitaba para ser realidad (32). (Círculo, triángulo) caracterizan
acertadamente la visión agustiniana en comparación con la visión lineal de los
griegos.
Su concepción permite al
Padre de la Iglesia latina acentuar más enérgicamente la unidad esencial del
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; ella permite también reconocer la relación
Hijo-Espíritu Santo como referencia específica real, de acuerdo con la idea de
que el Espíritu Santo es el Amor mutuo entre el Padre y el Hijo (33). La figura
citada en la descripción del misterio Trinitario es la composición intelectiva
de una realidad geométrica que apunta la
igualdad de las partes como es el caso del Triángulo y la necesidad de los
lados, es una necesidad esencialmente de naturaleza del valor de la figura. Y
el Círculo, por otra parte, nos indica sapientemente la igualdad fundamental de
la figura que no reconoce y/o tiene conciencia de su principio y final, el aporte de Agustín cambió la mentalidad
Nicena sobre la estructuración de una dialéctica cognoscible por el creyente y
por la misma Institución eclesial, la
dinámica y el concepto develado nos indica el camino de la igualdad reflexiva
en sus categorías, es decir, abordamos el misterio revelado de la Trinidad de
Dios desde y solo lo que Dios mismo nos mostró en su Adorado Hijo. La
doctrina contenida en el término CIRCUMINSESIÓN nos aclara sobre el pensamiento del Hiponense y lo encontramos en
el siglo XII, del que hay mención en la obra de Buenaventura (de la Escuela Agustiniana, mirar
la biografía donde se explicita su significación terminológica) (34).
En la suprema Trinidad
una sola cosa es tan grande como las tres juntas, y dos cosas no son mayores
que una Sola. Además, son en sí mismas infinitas, Así, cada una de ellas está
en todas, todas en todas y todas son una sola cosa (ita et singula sunt in singulis et omnia in singulis et singula in
omnibus et omnnia in omnibus et unica omnia) (35). Buenaventura usa expresamente el término circumincessio, afirmando que "las
autoridades y los argumentos de razón demuestran que entre las Personas Divinas
reina una suma y perfecta circumincessio",
en cuanto que “uno está en el otro y
viceversa”, y que "esto se da en sentido propio y perfecto solamente
en Dios, ya que esta circumincessio
en el ser pone al mismo tiempo distinción y unidad: solamente en Dios se da la más alta unidad con distinción, de manera
que es posible hacer esta distinción sin mezcla y esta unidad sin separación
(36).
Yo y el Padre
somos uno.
31. Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. 32. Jesús les dijo:
Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas
obras queréis apedrearme? 33. Le respondieron los judíos: No queremos
apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo
hombre, te haces a ti mismo Dios 34.
Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses
sois? 35. Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios
- y no puede fallar la Escritura 36. A
aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que
blasfema por haber dicho: Yo soy Hijo de Dios? 37. Si no hago las obras de mi
Padre, no me creáis; 38.pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por
las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.
(37).
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El Texto Joanico es el
fundamento de la doctrina de los santos PP. y especialmente el Hiponense para
definir la “mutua In-existencia” de
las Personas Divinas, o Perichoresis, La
teología Trinitaria moderna y contemporánea ha vuelto a poner de relieve esta
doctrina teológica, favoreciendo su profundización (todavía en acto), al menos
bajo tres aspectos: - En primer lugar, se ha subrayado que la mutua
in-existencia de los Tres sólo puede concebirse a partir de su mutua Kénosis hipostática en cuanto actuación
del ser de Dios que es Amor, revelado en plenitud a nivel histórico salvífico
en el acontecimiento pascual de Cristo. Así por ejemplo, S. Bulgakov (38) afirma que "sabemos que el amor trinitario es mutuamente sacrificial, que cada una
de las hipóstasis renuncia a sí misma para encontrarse realizándose en las
otras. De esta manera se puede comprender el Amor Trinitario, bajo este
aspecto, como una Kénosis supra eterna,
aunque coronada para cada hipóstasis por el amor Trinitario común, en la plena
bienaventuranza" (La esposa del Cordero) (39). El texto que citamos de la
obra del Hiponense nos permite apreciar la relación vertical con el Dios
Trinidad y lo cual queda afirmado categóricamente en su discurso pragmático
sobre tal contenido… Agustín establece un encuentro de contrarios que podrían
sonar paralelismos interpretativos pero que en realidad son configuraciones
tanto de las ausencias como de las afirmaciones positivas (40).
Hemos afirmado en otro lugar que, en aquella
Trinidad, se dicen propiamente de manera distinta los atributos pertenecientes
a cada una de las Personas, que se afirman de la una relativamente a la otra,
como Padre e Hijo, y Don de ambos, el Espíritu Santo; en efecto, el Padre no es
la Trinidad, ni el Hijo es la Trinidad, ni la Trinidad es el Don. En cambio, lo
que cada una de las Personas se dice en sí misma, no se dice tres, en
plural, sino que la misma Trinidad es una sola cosa: así como se dice Dios el
Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo; bueno el Padre, bueno el Hijo,
bueno el Espíritu Santo; y omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo,
omnipotente el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no se habla de tres Dioses, ni
de tres buenos, ni de tres omnipotentes, sino de un solo Dios, bueno,
omnipotente: la misma Trinidad. Así como cualquier otro atributo que no se dice
del uno relativamente al otro, sino que de cada Persona en sí (41). Comentando
las palabras del Evangelio según Juan: Así habló Jesús, y alzando los ojos al
cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo
te glorifique a ti (Jn 17, 1), Agustín se pregunta en primer lugar qué
significa la “Hora” a la que el
Señor hace referencia. Ciertamente, se trata del momento de la Pasión, cuando
el Señor entregue su vida por nuestra salvación, pero es también el momento “de pasar de este mundo al Padre”, como
nos recuerda el mismo Evangelista (41.1). La Hora de Jesús está signada por su
referencia al Padre, en cuanto que es el momento en el que Jesús realizará el
divino Designio. Sin embargo, el cumplimiento de la “Hora” de Jesús no es un acto que ocurre siguiendo una
predeterminación fatalista, sino más bien se trata de una acción totalmente
libre hecha por el Señor Jesús. En polémica con visiones deterministas, como
por ejemplo las de los astrólogos, e incluso las de los maniqueos, el santo de
Hipona rescata la suprema libertad de Jesús en este momento trascendental
(41.2).
La “Hora” es el momento en el que se cumple lo dispuesto por el Padre y
por el Hijo; puesto en otros términos, es el “tiempo de salvación” donde se realiza el Plan divino querido por el
Padre y concretizado por Jesús. Hablar
de Plan de Dios para Agustín es ocasión
para precisar que todo lo referido a la Pasión, Muerte y Resurrección
victoriosa del Señor no es fruto de la casualidad ni tampoco de la fatalidad,
sino que responde a lo que desde toda la eternidad estaba presente en el Padre
y se hace realidad histórica por Cristo: Por tanto, al decir: Padre, ha
llegado la hora; glorifica a tu Hijo, manifestó que todos los tiempos, y cuando
había de hacer o dejar de hacer algo, eran dispuestos por Aquel que no está
sujeto al tiempo; porque todas las cosas que han de ser, cada cual en su tiempo
propio, tienen su causa eficiente en la sabiduría de Dios, en la cual no existe
el tiempo. No se crea, pues, que esta Hora vino al acaso, sino por la
ordenación de Dios. Como tampoco una fatal necesidad sideral determinó la
pasión de Cristo, porque no se puede pensar que las estrellas forzasen a morir
a Cristo, su Creador (41.3). Ahora bien,
la “Hora” está unida al cumplimiento
de la “obra” que el Padre ha
encomendado al Hijo, y en cuya realización el Hijo glorifica al Padre y el
Padre a su vez ha de glorificar al Hijo.
¿En qué consiste esta “obra”? Agustín, desarrollando muy de cerca la
teología del evangelista Juan, encuentra
dos dimensiones propias de la “obra”.
En primer lugar, una dimensión manifestativa o de revelación, que consiste en
dar a conocer al Padre. Esto es hecho a través de la predicación del Señor
Jesús, pero también mediante sus actos, por los cuales evidencia en su persona
la figura paterna, según el conocido pasaje joanico: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Juan capítulo 14 versículo 9). Por eso señala el Hiponense:
diciendo, pues, que Él glorificaba al Padre sobre la tierra y que el Padre le
glorificaba a él en el mismo Padre, no hizo más que manifestar el modo de la
glorificación. Él glorificó al Padre sobre la tierra predicándoles a las
gentes, y el Padre le glorificó en sí mismo, colocándole a su derecha (41.4).
En segundo lugar, la “obra” de Jesús
se refiere propiamente a la Pasión, Muerte y Resurrección. Se trata del
acontecimiento central de la salvación, y se entiende como la acción por la que
Jesucristo da cumplimiento al Plan Divino, en obediencia filial al Padre,
quien, a su vez, lo glorifica por su actitud oblativa: Ningún cristiano duda, y
todo indica que el Hijo fue glorificado por el Padre según la naturaleza de
siervo, a la cual el Padre la resucitó de entre los muertos. Y como por el Evangelio de Cristo se consiguió
que el conocimiento del Padre llegase a las gentes por medio del Hijo, no cabe
dudar que también el Hijo glorificó al Padre. Si el Hijo hubiese muerto y no
hubiese resucitado, ni el Padre habría glorificado al Hijo ni el Hijo al Padre.
Pero ahora con la resurrección fue
glorificado por el Padre, y con el anuncio de su resurrección glorifica el Hijo
al Padre (41.5).
Para
Agustín de Hipona, la obra maravillosa del Padre es en si la Reconciliación
con la humanidad, es un renovar su amor y entrega por cada uno de nosotros
como solo un amor perfecto puede lograrlo en la más profunda significación de
su Voluntad salvífica (41.6).
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Estos atributos en
efecto, se dicen según la esencia, pues aquí
ser es lo mismo que ser grande, bueno, sabio, y cualquier otro atributo
que se diga de cada Persona en sí misma, o de la misma Trinidad. La
antropología filosófica nos acerca al Hiponense quien interpreta la dimensión Trinitaria
basándose en modelos de comprensión humana y en estas categorías expresa su
contenido (42). El recurso lingüístico
que emplea Agustín es determinante para equiparar en su percepción
antropológica al Dios revelado y su esencia con la Verdad Absoluta y todos los
superlativos que esta afirmación puedan generar. Tal calificativo supera
una simple definición filosófica de la verdad como constatación de lo auténtico
y coherente, los calificativos quedan pues bajo la tutela de la revelación de
Dios en el contexto y plano social y cultural del individuo que con esta
concepción busca afirmar la dinámica revelativa del Dios Encarnado, es pues en
Agustín y su pensamiento que Cristo se convierte en el absoluto revelador de la
Trinidad Inmanente y económica (43). La Verdad no se fundamenta en la
exposición del mundo creado, que en últimas es solo una criatura definida en el
tiempo y limitada por la extensión de su propia Ontología. El Hiponense ve en
la Trinidad esa posibilidad de configurar la verdad inmutable que supera la
concepción de las potencias del ser humano (intelectivo) y que básicamente son
signo inicial de la manera como logra desambiguar el dogma y aportar a su
concreción universal. Miremos pues el siguiente recuadro (44):
Memoria
|
Voluntad
|
Entendimiento.
|
Es
una, pero en las operaciones del
individuo conserva su individualidad. Sin que con ello ella solo exprese
alguna categoría de conocimiento. Su unidad es incuestionable y esencial, no
como atributo sino como ser que se piensa, recuerda y puede hacerlo…
|
Esta
unida a la memoria pero por si sola no expresa nada. La Voluntad puede
recordarse a sí misma. Pero por si misma no es significante como operación
individual de la persona humana.
|
Puede
recordarse a sí mismo y tener la capacidad para hacerlo pero sin Voluntad no
es posible sus operaciones racionales. Y sin Memoria igualmente como podría pensarse. La relación vital de las potencias del alma es sustancia del ser humano.
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En los ejemplos
ilustrativos del Hiponense queda igualmente claro que las potencias del alma
son parte de ella y con ella son ella. No es el alma increada y posee la materia
espiritual si cabe el término de la esencia misma de su existencia y
operaciones. Recordemos que en la mentalidad Agustiniana las potencias del
alma no son “accidentes” que
sobrevienen a su esencia (45). No estamos empeñados en demostrar la
materialidad el alma solo aclarar que si existe
en el tiempo posee esa connotación material ya que todo cuanto existe en
el tiempo está dotado de su componente material intrínseco a su naturaleza
(46). El dogma Trinitario será definitivo en su pensamiento y como es de
esperarse la comparación categórica con el alma y la creación entera es solo
una luz para interpretarlo en categorías y paradigmas cognoscibles. Su
capacidad intelectiva se manifiesta también en la historia siendo la revelación
Escrita su centralidad dialéctica. No es impensable materializar la revelación
en el dogma trinitario ya que este posee su estructura revelativa, la misma que
encontramos en algunos pasajes de las Sagradas Escrituras. Es básicamente encontrar la conexión concreta de la existencia humana
en el contexto del Dios revelado, es como indicar que existimos porque Dios se
revela a sí mismo (47).
Los sentidos son los encargados de tomar de su entorno la información y
procesarla y convertir su contenido en información categórica de la
construcción de nuestra realidad y como el alma es incorpórea entonces ella se
reconoce inserta en este proceso o quien
no ha hablado consigo mismo (soliloquios). O mejor aún, quien no ha
empleado figuras simbólicas para expresar una idea concreta sobre algo sometido
al juicio de la razón y a la percepción de los sentidos. La materialidad de las
operaciones del alma es un bello paralelismo para explicar las funciones Trinitarias
(48). “La mente, cuando se conoce a
sí misma, no se supera con la noticia de sí misma; pues ella conoce, ella
misma es conocida” (49). O también: Mens vero cum se ipsa cognoscit, non
se superat notitia sua; quia ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur. Según esta sentencia del Hiponense el alma no
se agota como creación incorpórea por la noción que tengamos de ella y de
nosotros mismos, ya que el conocimiento transformado en noticia nunca agotará
ni la posibilidad de conocer ni el objeto conocido, en este caso
problematizando al alma (50).
El
proceso de autoconocimiento lleva al hombre a descubrir su carácter de imagen de la Trinidad como
un don, puramente
libre, voluntario y gratuito de parte del Amor divino, en ningún caso un
desarrollo necesario de la Divina esencia. La naturaleza humana, para existir
como tal, necesita ser un espejo, que
refleja la imagen de la Trinidad; la Trinidad, por su parte, es el Ser
absoluto, que subsiste en la plena y eterna realidad de sus relaciones Intra-divinas.
Por lo anterior, la trinidad
humana, que constituye la esencia del hombre, y que el hombre
descubre en su profundidad, no se identifica con la Trinidad Divina, siendo una
esencia creada y no generada, radicalmente
dependiente e infinitamente distante de su Creador. Finalmente: fruto
del proceso de autoconocimiento, y al mismo tiempo parte de este proceso es
la respuesta humana a
la llamada divina a cumplir esta semejanza, con un acto también libre y voluntario, no
necesario, de asimilación a la voluntad divina mediante la acogida del Amor
gratuito (51). La imagen del Dios Trinidad se refleja en la conciencia del
bautizado cuando este informa con su Gracia su vida y actuaciones, la
inmanencia del Amor es pues un vínculo con la Trinidad y allí fue puesto por su
Creador, para ilustrar esta afirmación quiero citar una de las oraciones más
dicientes del Hiponense (52): “Señor nos hiciste para Ti y nuestro
corazón estará inquieto hasta descansar en Ti”. La necesidad
existencial no se detiene en camino salvífico, es una connotación de nuestra
eternidad inmersa en la Historia de Salvación y nuestra relación con el Dios
revelado. Esta definición es intrínseca e inmanente al hecho salvífico de la
Gracia en la revelación y en la aceptación del bautizado. No se puede
pretender de otra forma teniendo presente el Ser amoroso de Dios en contacto
con la mismidad de la humanidad. Sin Dios no hay posibilidad alguna de auto-reconocimiento
esencial del ser humano (53). La única posibilidad de reconocernos es en Cristo
y la Gracia que afirma la vocación de la humanidad, no se trata de dependencia
o desviación Ontológica y su constante metafísica sino del reconocer nuestro
origen y por ende nuestro destino (54).
La cláusula Filioque es sin duda en cuanto a las relaciones Trinitarias
muy cercana al Hiponense, recordemos que ella habla del Padre y del Hijo que
procede de este y que juntos (Padre e Hijo) al Espíritu Santo. Esta nota es
simplemente para terminar el contexto dialectico de la argumentación
Psicológica de la Trinidad en el pensamiento del Hiponense. Porque como lo
sabemos la procedencia está asegurada en el contexto de las relaciones Trinitarias, el Hiponense
asume en la concepción del Patrem Principaliter (55). Que el origen sin
tiempo es el Padre y el Hijo Engendrado en esa misma realidad (sin tiempo) su
especulación no determina la concreción de una realidad pensada más allá de
esta percepción y de la natural limitación de las figuras que el Hiponense
puede emplear en su dialéctica. En cuanto a la apreciación de la verdad revelada
sobre el Espíritu Santo, Agustín afirmará como el grueso de los santos PP.
latinos que es “fruto del amor que se
comunican el Padre y el Hijo y siendo Dios quien se comunica pues solo Dios
puede darse plenamente en cuanto a que se comunica, el Espíritu Santo es esa
comunicación guiada por la Esencia misma de Dios que es el Amor. De allí que la
percepción sea universal sobre su figura y naturaleza como Dios. El Espíritu
Santo no parece Dios es Dios como el Padre y el Hijo, de esta manera el termino
Agustiniano Patrem Principaliter despeja las dudas sobre la doctrina
subordinacionista de los PP. griegos (56). Nosotros en la tradición Anglicana, leyendo
al Hiponense, reconocemos también la relación de procedencia de las Personas
Divinas y asociamos al Hijo la Voluntad del padre (Acto Volitivo) sobre el
Espíritu Santo el Hiponense emplea fórmulas para expresar su percepción
ideológica, centrando en el Amor sus categorías idiomáticas y por ende
intelectivas, miremos algunas de esas expresiones sobre la Tercera Persona de
la SS. Trinidad:
Dedo poderoso de Dios
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Santidad de Dios
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Reconciliador con Dios (57).
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Las afirmaciones
Agustinianas sobre el Espíritu Santo muestran su relación con la Salvación y
como el Dios Espíritu Santo materializa en la historia humana las relaciones al
interior de la Trinidad Inmanente y esas relaciones trivializadas son asumidas
como salvíficas en la Trinidad Económica, es posible ver en su pensamiento una
manifestación de la metafísica de la comunicación y una ontología que camina
por la aseveración antropológica de nuestra Fe Trinitaria. Agustín materializa
dialécticamente la verdad de Dios contenida en la revelación y su empleo es
realmente fenomenológico. Eso significa que el conocimiento de Dios se
convierte en certeza desde la Fe, es pues una alusión directa a su Intelecto por la Fe, el conocimiento
progresivo de Dios no se expresa sino en la vivencia continuada y por estadios
de madures espiritual, esta fórmula como
veremos posteriormente es una declaración axiomática de la interpretación
hermeneútica del Hiponense al conocimiento y sus hipótesis (58).
En el proceso de
su dialéctica Agustín cambia la concepción platónica de la creación como
Emanación por la definición de Creación presente en el Génesis.
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NOTAS SOBRE
CRISTOLOGÍA Y SOTERIOLOGÍA
AGUSTINIANAS.
Es verdad que San Agustín
nunca escribió un tratado De Christo,
como sí escribió un De Trinitate. Sin embargo, la persona del Señor Jesús está
en el centro de su obra y de su pensamiento. “En todas sus grandes obras, en el
de Civitate y el De Trinitate, en
los comentarios sobre San Juan y sobre los salmos, en el Enchiridion, el De
agone christiano, los Sermones y especialmente en las explicaciones del
Símbolo, Jesucristo aparece al centro de su teología, de la religión y de la
historia de la humanidad” (59). Agustín amó intensamente al Señor Jesús; aún
preso en las redes de la herejía y de las seducciones del pecado, conservaba un
gran respeto por el nombre de Jesús, nombre que le fue enseñado desde su
infancia. Cuando se convirtió, reconoció en Jesús no solamente un maestro del
recto vivir, o un sabio que le develara ocultos misterios; reconoció en él ante
todo a Dios hecho hombre, que por amor vino a salvarlo del pecado y de la
miseria; vio en él el camino hacia la patria, y al mismo tiempo la meta a la cual
avanzamos: “Hay un solo camino que excluye todo error: que sea uno mismo Dios y
hombre: a donde se camina, Dios; por donde se camina, hombre”(60). Para el
Hiponense la Persona del Padre del Hijo y del Espíritu Santo en cuanto a
Personalidades son distintas y no hay posibilidad ni siquiera por procedencia
de que el Padre se apropie de las propiedades del Ser Hijo o de las propiedades
del Ser Espíritu Santo y corresponde en las direcciones pertinentes con
respecto al Hijo y al Espíritu Santo. No hay por lo tanto apropiación alguna
entre las Personas Divinas de esta forma supera el meollo de la cuestión sobre
el origen de la Divinidad (61). Esta última es una aseveración concluyente
sobre la presencia de doctrinas contrarias en su época que sometían a las
Personas Divinas a equivalencias meramente conceptuales y por ende razonables,
con el Hiponense las hipótesis desaparecen para dar paso a la Razón alimentada
por la Gracia y convertida en campo propicio para el cultivo de la Fe, su Fe es
trinitaria por antonomasia. La intuición es tan fuerte en su pensamiento que
sin duda está equiparado dialécticamente a cualquier autor contemporáneo en su
lenguaje. Agustín hace de la revelación del Hijo el fundamento de la cristo
centralidad de la doctrina eclesial (62), con frases que denotan todo el poder
de la Iglesia como institución al servicio del Hijo de Dios y su mensaje su
Buena Nueva esperanzadora: “Creo en
Cristo y en su Evangelio porque me lo enseña la Santa Iglesia” (63).
Agustín se adelanta a los
concilios de Éfeso (431) (64) y Calcedonia (451) (65) respectivamente
al asumir que en Cristo existían dos naturalezas o Substancias, que es
Dios y Hombre pero solo hay en Él Persona Divina (Segunda Persona de la SS.
Trinidad). Que en su argumento Cristológico admite que solo Cristo tenía la
potestad de rescatarnos de las garras del pecado y la muerte. El
hombre no puede querer si Dios no le asiste en su querer. Hiponense. La
perspectiva de su Eclesiología entronca con la acción salvífica del Señor,
afirma el Hiponense, que los seres humanos rescatados y en Gracia confirman una
comunidad nueva que es la Madre Iglesia. Ningún ser humano se puede realizar
fuera de la Gracia. La visión
eclesiológica de Agustín revolucionó la concepción salvífica predicada por la
Iglesia y que ha llegado con toda su fuerza a nuestro tiempo, es sin duda la
afirmación moderna sobre la Salvación unida a la Iglesia que tiene raíz
en los santos PP. Que
explicamos desde la perspectiva de la Soteriología no Unitaria del
Hiponense: Salus extra ecclesiam
non est. “Fuera de la Iglesia no hay Salvación” de entrada nos parece
absurda tal afirmación pero si la remitimos a la realidad eclesial que vivimos
encontramos un nexo de veracidad con el Dios Encarnado y su propósito de
salvación por medio del conocimiento y vivencia de su Palabra. La Gracia es total y totalizante y la
concepción eclesiológica de esta Comunión es particularmente Universalista ya
que afirmamos que todo ser humano es parte de la Iglesia y la Salvación está
puesta para todas y todos, pero ese estar “puesta” implica la vivencia de sus
conceptos. No es simplemente dejar fuera a una persona implica
des-configurar la Voluntad de Dios para que todos los seres humanos se salven
como también renunciar explícitamente a esa oferta amorosa de Dios. Es
renunciar a la Apostolicidad, Unidad, Catolicidad de la Iglesia como familia de
bautizados. Por otro lado la oportunidad de Dios permanece activa aun en
quienes no creen o no le buscan se
llama por definición Bona Fide equivale al actuar de “buena
voluntad” y quienes así obran sin duda se unen a la Iglesia Invisible que
no vive los preceptos evangélicos. Lo fundamental es la vivencia y no se trata
solo de asumir que la salvación es una realidad Ontológica como tal sino
vivirlo así y construir el edificio de la Fe que fundamenta nuestra vocación a
la santidad y por ende como respuesta afirmativa a la salvación (66).
La Antropología Agustiniana
(67) implica la aceptación de la realidad salvífica presente en la vida
cotidiana y en todo lo que el ser humano crea o fundamenta. Es la visión de la
existencia desde la connotación de la Gracia como recurso de vida y
trascendencia. Es antropizar la creación sin dejar por ello de verla santa y
perfecta y aún más comprometernos con su expresión universal de vida y
conservación. Es ver en el otro las huellas de Dios como Vestigia de
su Gracia y perfección. Es desde esta postura la Historia una
serie de sucesos en espiral que se repiten cada tiempo según las
tendencias de nuestras acciones o re-descubrimiento de sus principios. La
Antropología Agustiniana es ante toda definición una Antropología de la
Gracia y la Redención sin que mengue la posibilidad de Espiritualizar sus
conceptos o encadenar la voluntad humana, somos en la concepción agustiniana
totalmente libres y eso implica la presencia Ontológica de la Gracia. No negamos el acontecer histórico de la
creación y particularmente del humano pero la Gracia hace de la historia una
experiencia metafísica y Ontológica al transformar con su influjo las
estructuras tanto humanas como creadas. Agustín nos habla de la Predestinación
(67) y no está sujetando las voluntades de Dios y el ser humano, está
por el contrario afirmando el poder soberano de Dios y la necesidad de la
voluntad salvífica en el ser humano. Es como decir que al deseo amoroso de
Dios por nuestra salvación debemos unir el deseo personal y comunitario
de salvarnos. Recordemos una vez más el axioma de los santos PP. La
Gracia supone Naturaleza. El
Hiponense adelanta su reflexión al menos 1500 años y la trae al presente
de nuestra eclesiología. La Omni-causalidad que expresa en su
definición sobre la Gracia deja muy claro para nosotros que la Gracia
actúa sobre toda estructura tanto intelectual como emocional y de la misma
voluntad del ser humano. No implica encadenar la Gracia y ponerla al servicio
de todos aunque sea rechazada por alguien en su expresión de vida. Agustín piensa
en la necesidad de su Universalidad y la forma como esta informa la libertad y
la potencia. No limitamos la Voluntad salvífica de Dios por el contrario
afirmamos su Soberanía. Sin duda en esta doctrina el Hiponense fue
malinterpretado y se asumieron concepciones que no se compadecen de su
pensamiento realmente (68).
El Cristo de la
predicación del Doctor de la Gracia es totalmente nuevo según los modelos de su
época, es un Cristo lleno de esperanza que muestra una forma nueva de vivir y
agradar a Dios. Es un Cristo
histórico que no se sustrae de la realidad en la que el bautizado se encuentra
inserto. Es pues, parte de su visión sobre el misterio de la Salvación sobre la
historia y en ella el derrotero de la humanidad… Somos según el Hiponense los
llamados por Dios a vivir bajo la estela del mensaje cristiano y de esta forma
introducir unos valores que proceden del Evangelio como paradigma del
Resucitado. Para acercarnos a la definición del momento de la percepción
de nuestra Fe en el resucitado es conveniente tener presente que toda
manifestación de Dios corresponde a su Voluntad y que no hay nada en nosotros
que mueva esa Voluntad excepto Dios mismo. Nosotros actuamos movidos por la
Gracia (69) y esta se afinca en experiencias muy concretas de nuestro existir,
es decir, que todas nuestras posturas son y serán consecuencia de la relación
con el Dios vivo y viviente que se manifiesta formalmente en las acciones que
sostienen naturalmente la vida. Esta relación es fácil de incorporar a nuestra
experiencia de Fe cuando tenemos presente nuestra propia “contingencia”. Los
escolásticos relacionaban muy bien la Fe con la Iglesia y la necesidad de que
esta materializara el recorrido salvífico de los creyentes y para ilustrar
sobre su relación emplearemos una definición que tiene todo que ver este
periodo en la teología de la Iglesia: Dios es la Causa Formal de
nuestra Fe y la Iglesia es la Causa Material de la misma. Estas
definiciones nos sitúan en la intríngulis relacional entre la Iglesia como
experiencia de Fe de los bautizados y su necesidad en la “Historia Salvífica”
tanto personal como cósmica. Es interesante que nos planteemos la necesidad de
articular esta relación y llevarla al plano salvífico que buscamos todos los
bautizados. La Iglesia no es posible percibirla como un grupo de creyentes que
se reúnen los domingos u otros días en celebraciones distintas o afines. La
Iglesia como Causa Material es el
sustento de nuestra experiencia en el Dios de la vida. Su presencia
ilustra nuestro horizonte formativo y necesario, ya que ella porta verdades necesarias en el
crecimiento de nuestra espiritualidad. El transfigurar nuestra
espiritualidad es un reto fundamental en el bautizado (70).
Precisamente para salvar esto es necesario el “mediador”,
porque las cosas mortales e inmundas, que están en la sima, no pueden
acoplarse a la pureza inmortal cercana a los sumos, y ánimo enfermizo
semejante a los ínfimos. Por esta enfermedad nos envidiaría, dejándonos sin
sanar en lugar de ayudarnos a sanar. Ha de ser tal, que, acomodado a
nosotros, ínfimos por la mortalidad de su cuerpo, por la justicia inmortal de
su espíritu, por la que permaneció entre los sumos, no por la distancia de
lugares, sino por la excelencia de su semejanza, nos conceda una ayuda verdaderamente
divina para purificarnos y librarnos. Este
es según lo predica la Santa Escritura, el Mediador entre Dios y los hombres,
el hombre Cristo Jesús. Cuya divinidad, por la que siempre es igual al Padre,
y cuya humanidad, por la que se hizo semejante a nosotros, no hallan aquí
lugar apto para respuestas según se merecen y conforme a nuestra posibilidad
(71).
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Agustín
llama a Cristo mediador y en su función mediadora no le resta actualidad y mucho menos se dirige a
Él ejemplarizándole por vía contraria a la igualdad esencial con el Padre Dios.
Esta igualdad supone el bien mismo de la mediación ya que no depende de
condición distinta a su propia Divinidad. No hay rivalidad alguna en esta
postura y podremos decir que su mentalidad es fruto de las experiencias de su
juventud donde pudo experimentar el papel amigable de la mediación de sus
amigos y mentores y también de lo que el reconoce como los “Gamberros” o
muchachos revoltosos de su época, tal experiencia le permitirá ver con claridad
la función de una mediación eficiente y libre de la carga o peso existencial
del pecado y por otra parte, las
ataduras el pecado simbolizada en estos personajes de fuertes tendencias a la
violencia y al desorden, como quiera que la perdida fundamental de lo estético
nos conduce al sin sentido de cualquier postulado con el que pretendamos
edificar nuestro entorno o definir nuestra realidad. Digamos que las experiencias humanas para el Hiponense
son figura del pensamiento que argumenta las divinas. Tales modelos
sociales y culturales son por demás una analogía para definir el derrotero de
su alma por los caminos de la conversión definitiva (72) Sola est autem
adversus omnes errores via munitissima ut idem ipse sit Deus et homo; quo itur
Deus, qua iter homo, o también en su traducción española: La única manera de que, contra toda la ciudad fortificada
de la misma persona es a la vez Dios y hombre errores es el camino; que Dios es
un viaje (73). Solo para concluir la idea del Hiponense, descubre que Cristo es la razón
de ser del viaje de la vida y todo lo que en ese viaje es experimentado se
convierte en fundamento de la aspiración salvífica de cada uno de los
bautizados. Es el reconocer y/o descubrir
a Cristo en todo el esplendor de su actualidad salvífica. No podemos
más que asumir la relación Cristocentrica de su vida y ministerio como quiera
que era una de las fuentes inagotables de su predicación, todo lo relacionado
con Cristo (74).
De esta forma el Señor se convierte en la medida
de nuestra Salvación que reconoce su Señoría y autoridad, no es pues Cristo, un
instrumento de vida es la razón de ser de la vida misma, es el reconocerle como
la Causa Eficiente de cuanto existe sin limitante alguno. En la antropización
conceptual no es tan fácil asumir su naturaleza
como Dios y Hombre verdadero. No es fácil porque el creyente debe
argumentar su relación con el Cristo de la Fe y no desconocer al Jesús
histórico y cada una de sus enseñanzas en
el Evangelio. La realidad vivida por el bautizado permite ese acercamiento esencial con el Dios
revelado y posteriormente Encarnado. Ahora es fácil, aceptarlo luego de siglos
de praxis cristiana, pero en realidad, no hay tal facilidad sino es por medio
de la Fe. La configuración antropocéntrica del ser humano liberado no puede
contrastar con la idea de la inserción de Dios en la historia humana. Aquí una
dialéctica sin la Gracia sería como un barco sin agua, se pierde de esta
manera la corresponsariedad salvífica de las acciones y palabras del Maestro. Lo
más peligroso e inconveniente de esta postura es el reducir a Cristo a una mera
experiencia mítica que se consigue dando valor a la inmediatez de las demandas
del creyente y relajamiento de la Palabra trabajada hacia su corazón. En esta
dinámica razón tiene Bultmann cuando argumenta sobre el concepto mitológico del
N.T casi como la composición de una
diatriba con características de Epopeya y no de Evangelio salvífico. La
dialéctica en orden a la Gracia no solo articula un discurso intelectivo sino y
sobre todo sobrenatural de la relación con Cristo (75).
La Soteriología del Hiponense se edifica desde la
revelación, hasta la experiencia
personal de una Fe madura y centrada en el Amor salvífico de Cristo como Hijo de
Dios. En este contexto el Amor es la Causa Eficiente de nuestra realidad
construida en los segmentos de las acciones del bautizado. De lo anterior
podremos suponer la necesidad del componente social en la expresión de nuestra
Fe en el Resucitado. De una Fe que no está solo como si fuera solo una
información a la naturaleza del bautizado, sino que asume una mistagogia social
involucrando a todos en la Adoración de la realidad de Dios tanto revelado como encarnado y ahora
resucitado. El Hiponense reconoce al Señor de la vida y lo explicita en su
propia forma de vida convertida por la Gracia en manifestación del ideal
cristiano, Cristo es el Señor y no solo de la configuración espiritual del
bautizado sino de todos los estilos y sistemas de vida posibles (76). La
connotación sociológica de su Cristología la ubica en el quehacer cotidiano
donde la Gracia tiene mucho que decir. El Hiponense no pretende estar por sobre
el sistema de su época pero sí sobre la vivencia de los contenidos
trascendentales de su entorno. Es una concepción de un Cristo trascendente que se introduce en la existencia humana por
Amor siendo el Amor de Dios la mayor de las causas posibles que puedan
justificar nuestra existencia en el universo (77). El Hiponense puso literalmente la realidad del
Dios revelado por sobre las estructuras de la sociedad, al punto de plantear la
necesidad de un orden que corresponda a la Igelsia en la experiencia del
ciudadano. Cuyo único cometido y finalidad es la exaltación del Dios revelado y
Encarnado. Agustín sigue naturalmente a Pablo, y ve en Cristo el modelo
salvífico por antonomasia pero no es un modelo suponiendo la existencia
platónica de las ideas superiores u originarias de este, sino que el modelo de
nuestra nueva y definitiva condición es Cristo. Un Dios revelado en la misma
inclusión cotidiana del creyente (78). Miremos al Hiponense en el siguiente
texto:
Y ni aún en aquellos en los que buscamos agradar,
hermanos, buscamos nuestra propia gloria, o al menos no debemos buscarla,
sino más bien su salvación, de modo que, “siguiendo nuestro ejemplo”,
si es que nos comportamos rectamente, no se desvían. Que sean “imitadores”
nuestros, si nosotros lo somos de Cristo; y, si nosotros lo somos de Cristo,
que “tomen al mismo Cristo por Modelo (79).
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Cristo abre un camino
salvífico que hasta antes de su presencia en la carne estaba clausurado y que
con el correr de su mensaje se transforma en posibilidad concreta de redención,
tal postura es importante para establecer una relación temática en el pensamiento Agustiniano. Esperamos en
Cristo y caminamos por sus huellas hasta su mismo Ser Divino y glorificado, es
decir, por el camino de la Redención que transitó en la manifestación de su
historia el Hijo de Dios. De lo anterior deducimos que el Hiponense afirma
categóricamente la necesidad salvífica de Cristo y el camino es la Gracia que
nos permite tal recorrido existencial (80). Cuando hablamos de recorrido
existencial estamos afirmando que el bautizado es absolutamente libre de
caminar en pos de su Señor o simplemente entretenerse con las cosas del mundo
que llenan sus sentidos. Miremos una de sus relatos (81):
Habiéndome
convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú
mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi
con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de
estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz
ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que
lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente
distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o
como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella
fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La
conoce el que conoce la verdad. Oh
eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí
por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que
había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la
debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor
y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la
gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía
desde arriba: Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me
transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino
que tú te transformarás en mí.
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas. ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti (82). |
5.
LAS SAGRADAS ESCRITURAS EN EL
PENSAMIENTO DEL HIPONENSE.
Et audivit
ineffabilia verba, quae non licet homini loqui… O también, Tal vez las palabras secretas que no son (2 Corintios
capítulo 12 versículos 2-4).
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El Hiponense busca
afanosamente la exposición historica del
Texto Sagrado de Tradición, y esta es la raíz de su sentido histórico. La
influencia de Homero y Virgilio como de Cicerón se siente poderosa en el estilo
tanto exegético como hermeneútico del Hiponense. El declive de la cultura clásica afecta sin
duda su mentalidad de retorico y gramático (83). Previo al seguimiento de la
tarea concreta de san Agustín, en un texto también específico, nos detenemos en
responder una pregunta que consideramos tiene su importancia, en el horizonte
de la obra que nos ocupa: ¿Qué textos tuvo a mano san Agustín? Presentamos la
cuestión con una afirmación que debemos ponderar con cuidado. En la crítica
textual de la Biblia, el Hiponense encuentra obstáculos difíciles de superar.
Por su obra De doctrina christiana tenemos conocimiento que normalmente
utilizaba un texto latino, cuya traducción dependía directamente de una versión
en griego e indirectamente del original hebreo. Las traducciones de que
disponía eran muchas veces mediocres y obscurecían el original, a causa de un
excesivo apego a la literalidad; por otra parte, los manuscritos que estaban en
circulación pertenecían a tradiciones independientes entre sí (84); esto implicaba que el establecimiento
de un texto, la emendatio, requería no sólo la colación de los manuscritos
latinos sino también el recurso frecuente a los originales griegos y hebreos
(85). Podemos reconstruir, con cierta precisión, los materiales de que dispuso
san Agustín para confrontar los distintos textos bíblicos. La calidad de los
materiales es sumamente dispar, al tiempo que se advierte de inmediato el
carácter ecléctico y difícil de fijar del texto bíblico; se trata, en efecto,
de la superposición de elementos de origen muy diverso, que fueron
estableciéndose a lo largo del siglo IV, a partir de los antiguos textos
recibidos por Tertuliano y Cipriano.
La confusión era especialmente significativa en el Nuevo Testamento (86).
Sólo
a partir de los años 394–400, Agustín
comienza a adoptar la edición de los Evangelios realizada por san Jerónimo
(Traductor de la Vulgata). En este momento reaparece, con todo
vigor, su antigua formación en la literatura latina; en efecto, el grammaticus
aportará la experiencia de frecuentar y esclarecer la ya abigarrada tradición
virgiliana. En primera instancia, esto significa la ausencia de una crítica
textual propiamente dicha; luego, que la tarea de Agustín se concentra
fundamentalmente en yuxtaponer la más numerosa cantidad de manuscritos
posibles, con la finalidad de disponer de la mayor cantidad de variantes que
nutran sus comentarios (87). Con esta afirmación, verdadera en sus términos, no
debe hacernos la representación de un san Agustín ingenuo y acrítico: no
asigna, por el contrario, a todos los textos la misma importancia, pues
advierte la necesidad de consultar los códices más seguros, es decir, aquellos
que han sido enmendados (88). En su pensamiento, la crítica textual descansa
fundamentalmente sobre la posibilidad de contar con el recurso del texto
original, único medio seguro para juzgar la variedad de versiones que presentan
los manuscritos latinos; el recurso a los originales griego y hebreo enriquece
la simple emendatio hasta transformarla en explanatio o interpretación
minuciosa (89). Debemos tener en cuenta que el análisis crítico de las Sagradas
Escrituras es un tema relativamente nuevo en el ámbito de la vida eclesial, y con ello no estamos asumiendo en lo personal una postura
“pretérita” sino que estamos reconociendo que la dinámica de la exposición bíblica era ante todo
apologética. Es contundente para su época la necesidad de la defensa de la
doctrina en un mundo donde lo clásico y el arsenal de su gramática se mezclaban
fácilmente con la revelación Escrita al
punto de desdeñar de su contenido por considerarse poco brillante. La realidad
como acontecer en la literatura clásica
confunde fácilmente la revelación con la orquestación mitológica de su
contenido (90). La difusión es otra de sus dificultades por esa razón Agustín
asumirá el Texto de Jerónimo en su hermeneútica y exegesis. Esto en lo
referente al Latín, en cuanto al griego las citas es mayor lo mismo que los
textos de los que dispone. Encontramos
un ejemplo de traducción de Agustín a
partir de la versión de los LXX) (De
Genesi ad litteram. Génesis capítulo
2 versículos 15-17) El libro que cierra la interpretación de Agustín se
lo conoce tradicionalmente en las ediciones del De Genesi ad litteram fue escrito de 401 a 415 d.C.
como “Breve tratado de mística”; si
bien esta denominación se corresponde perfectamente con el contenido del libro,
debemos precisar que el Hiponense se propone un examen detenido del capítulo
12, versículos 2 – 4 de la Segunda Carta a los Corintios, cuyo texto dice: “Sé
de un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado al tercer cielo, no
sé si en cuerpo, ignoro si fuera del cuerpo, Dios lo sabe, y oyó palabras
inefables que no es posible pronunciar al hombre”. La importancia de esta explicación para nuestro tema reside en que
Agustín no expondrá una experiencia personalísima, sino que se abocará a
comentar e interpretar lo que considera aconteció a Pablo, pues da por supuesto que este “hombre”
del pasaje no es otro que el mismo Apóstol (92). Has hecho llegar hasta mí, oh padre mío
Simpliciano, el envío agradabilísimo y delicadísimo de tu cuestionario; y si no
procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente, sino también ingrato. Ya he
discutido y publicado algo sobre las dificultades que me has propuesto de
algunos pasajes del apóstol San Pablo. Mas, poco satisfecho de mi primera
investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos y omisiones, he vuelto
a someter a un examen más diligente y serio las mismas palabras y razonamientos
del Apóstol. Si su interpretación fuera obvia y fácil, no las creerías tú
dignas de nueva discusión. Aquí hay una fundamentada necesidad hermeneútica
según las palabras de Agustín, la necesidad de analizar y vivenciar es signo
del valor relevante el Texto Inspirado (93). El estudio meticuloso es parte del
discurso del método Agustiniano que sin duda fue inspirador del producido por Renato Descartes. Agustín en su
reflexión equipara el quehacer histórico con la inserción de la Gracia en el
método dialectico que le aproxima al Dios revelado, y a pesar de hacer un
trabajo fundamentado en analizar los conceptos lo que sin duda le quitó mucho
tiempo pudo hacer que su análisis encajara perfectamente en la tradición
eclesial hasta su época (94). La Rex
como extensión del discurso es finito pero el contenido trasciende las
barreras de la historia al punto de adentrarse en la praxis del mensaje
revelado como fundamento de la experiencia del creyente, del hombre de Fe, y el
pensador africano. No es descabellado suponer que aunque las fuentes históricas
eran aun frescas su agudeza le permitió centrarse en la hermeneútica y todo su
contenido salvífico. El Sentido Literal
de las Escrituras es abordado desde su postura histórico-critica (por su
momento más historica que otra cosa) pero con absoluta claridad su objetivo fue
solo uno, mantener a salvo la revelación como
obra auténticamente de Dios. Desde luego las metáforas fueron
llevadas al extremo con el deseo ferviente de generar una interpretación que se
adaptara a los tiempos y no perdiera su vigencia. Esto último es fácil de
demostrar por citar un ejemplo en la interpretación de la “tempestad calmada” cuando él Señor se quedó dormido y los vientos
la amenazaron con naufragar, lo mismo podríamos citar a vuelo de pájaro, el
pasaje del “Buen samaritano” aquí es
simple encontrar las relaciones gramaticales y literarias que emplearon los
santos PP. de la Escuela de Alejandría y posteriormente el Hiponense. Aquí el
Sentido espiritual y tropológico (95) de las Escrituras es el mismo y busca lo
mismo en la sique del lector y meditador de la Escrituras (96). Solo que el estilo Agustiniano exageraba este
recurso interpretativo pero de igual
forma no alteró su interpretación. Con esto último indicamos que si bien el empleo de la alegoría era común entre los
santos PP. de la Iglesia su contenido no era totalmente exacto. Lo que plantea
en el pensamiento Agustiniano la necesidad de verificar el valor intrínseco de
las Escrituras en cuanto a su rol salvífico y esto sucederá en el contexto de
su eclesiología siempre bien intencionada y perfectamente en sintonía con la
tradición.
Sean
tus Escrituras mis castas delicias: ni
me engañe en ellas ni con ellas engañe
Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
|
El texto neo-testamentario,
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (98), le permite presentar los tres
géneros de visiones: a) la material,
por la que podemos leer, b) la del
espíritu, por la que se piensa en el prójimo ausente c) la intuición intelectual, que ve al amor en sí mediante la
inteligencia. Las primeras dos resultan comunes al género humano: se percibe
todo lo que es material, por la primera, y se piensa en esas mismas realidades
cuando no las percibimos (99); estas últimas pueden ser verdaderas, es decir,
fieles a la imagen que retenemos en la memoria, o ficticias, es decir,
puramente imaginativas: “de un modo imaginamos a Cartago, que conocemos, y de
otro a Alejandría, que no conocemos” (100). La tercera especie de visión
corresponde a la contemplación intelectual del amor (en el caso del precepto
bíblico) o, con el modo propiamente agustiniano: “aquellas realidades que no
tienen imágenes semejantes a sí mismas (quae
non habent imagines sui similes). Así como un árbol, cuando está presente a
los sentidos, se lo observa en la forma que le es propia y cuando está ausente,
lo representamos por las impresiones que han quedado fijas en el alma; sin
embargo, el amor no tiene una forma específica cuando está presente y otra cuando
es recordado, pues se discierne mediante el alma intelectiva: “si, por el
contrario, se piensa por una suerte de imagen corpórea, no es el amor lo que se
discierne. “Mediante un segundo recurso intertextual. Agustín precisa los alcances del término “espiritual”
que caracteriza el tercer tipo de visión: “Si, en efecto, orare con la lengua,
mi espíritu ora, pero mi mente permanece sin fruto”. Agustín
interpreta “lengua” a las expresiones que son imágenes de las cosas y que, para
ser comprendidas, deben ser captadas por la inteligencia. Por ello cuando no se
las entienden se dice que están en el espíritu y no en la mente (101).
Pues los signos de las
cosas no son las cosas mismas. Con otro pasaje de Corintos, se demora en la
profundidad de lo significado: “Si bendijeres con el espíritu, ¿cómo dirá amén
a tu bendición el que ocupa el lugar del ignorante, desde el momento que no
sabe lo que dices” (102). Percibimos en este entramado de citas una búsqueda
argumentativa: en el ámbito de una argumentación discursiva se hace presente
muy fuertemente una impronta intuitiva, pues se entrecruzan y convergen
tradiciones como si se tratara de una larga traducción. En este contexto,
cuando la inteligencia –en el sentido Agustiniano del término- capta el
sentido, se da el conocimiento, la enseñanza o la profecía. Esto implica que el
don de profecía requiere un primer nivel en el que se alcanza una
representación y un segundo nivel, el esencial, en el que se comprende aquella
representación; en el vocabulario agustiniano, entonces, la profecía pertenece
más a la mente, que en nuestro autor es sinónimo de “alma intelectiva”. De
manera conclusiva escribe Agustín que, en
las visiones intelectuales, algunas cosas se ven en el alma misma (las virtudes
opuestas a los vicios, por ejemplo), pero que este proceso resulta diverso a la
luz con que Dios ilumina el alma para que vea (los diversos grados ascendentes
de las visiones): la luz es Dios y el alma su criatura racional. Así
considerado el proceso, cuando el alma es arrebatada (visión, éxtasis o
profecía) de los sentidos, conoce en el modo que le es propio, esto es, el
grado más alto de la iluminación (103). La analogía aquí sobreentendida tensa
hacia lo equívoco, aunque la tendencia agustiniana tira hacia lo unívoco; en
efecto, su afirmación de que las virtudes se contemplan opuestas a los vicios
en el alma misma significa (además de lo inmediato que comprendemos) que la atribución
de las interpretaciones a la verdad se van intercalando con lo mismo que van
transmitiendo y conservando, como un límite concreto a la disparidad
interpretativa. Se percibe en la
interpretación de san Agustín un conflicto de deseos entre lo que se quiere
decir y lo que se quiere leer, que nace en la ambigüedad o dificultad del texto
paulino (104).
INTERPRETACIÓN
DEL TEXTO ANTERIOR.
La sabiduría evocada por
el Hiponense es la misma que alimenta el derrotero de la vida de los
bautizados, Agustín acude a la Gracia como el reflejo de todo acto sabio
posible en la sique del ser humano. Es una novedad decir que el pensamiento
Escrituristico forjado por imágenes discierne su contenido mediante el empleo
de las palabras y los términos
interpretativos como tal. La iluminación que se transforma en un recurso
de índole fenomenológico e histórico a la vez porque puntualiza las acciones
contenidas en las escrituras y se une expresamente al sentido de su escritura…
Agustín vio siempre en las Escrituras la Palabra de Dios dada a los seres
humanos pero no desconoció las categorías gramaticales en las que se
materializan las visiones, los oráculos y las enseñanzas del Texto Sagrado de
Tradición. Este materializar de los verbos presentes en los relatos salvíficos nos
da como resultado n o solo la acción gramatical sino y sobre todo la dinámica
salvífica relatada en sombras muchas veces por lo complejo de sus figuras. La
sabiduría que interpela el Hiponense brota de la Voluntad de Dios para revelar
su plan para la creación y nosotros como parte de ella. La hermenéutica
Agustiniana lucha decididamente contra la libre interpretación sin fundamentos
históricos y teológicos (105).
Como expresa el análisis
textual de sus trabajos, el amor es la Causa Eficiente de la hermenéutica bíblica en su contexto y por ende necesidad.
Agustín enfrenta los tiempos de la reflexión y los une esencialmente a
los tiempos de la historia y su
componente cíclico, esto es como afirmar que la misma sed tenemos hoy de la
Palabra revelada como en tiempo de los Apóstoles. No se trata del tiempo como
mutación y desvanecimiento sino como auto-afirmante de una realidad revelada
que se consuma en la distancia de la
vida y Fe de los bautizados, esa actualidad es competencia de la Iglesia (106).
No es simplemente suponer que una hermenéutica fenomenológica parte de la intención de discriminar tanto la
lengua que produce los términos y su gramática
como el espíritu que da vida a su
contenido.
La obra del Hiponense
particularmente en los escritos tanto del pentateuco, como del evangelio de
Juan y las cartas de Pablo, muestran la contradicción del alma que se enfrenta
a la necesidad de un cambio o en el lenguaje eclesial de una autentica conversión
y señala los tiempos históricos de esta, tal afirmación que traemos a colación
la encontramos reflejada precisamente en la carta de Pablo a los Romanos que
tanto influyó en la conversión de Agustín de Hipona, estamos refiriéndonos al
capítulo 13 versículo 13, miremos el Texto inspirado (107):
Como
en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de
lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias (108). Sicut in die
honeste ambulemus progredi non binges clipeum et bibens cubilibus et
inpudicitiis non; non contentiones et aemulationes.
|
Agustín esta en Milán y
este es un momento definitivo, está en el jardín de su casa en compañía de sus
amigos entrañables Alipio y Posidio,
cuando escucha que en la calle los niños cantan un estribillo latino: Tolle et lege que traduce “Toma y Lee” tenía en sus manos el Texto Paulino de la carta a los
Romanos y al abrir el libro se encuentra con esta cita de Romanos capítulo 13
versículo 13. Aquí en sentido espiritual hace eco en su corazón y consideramos
que es el detonante de su propia conversión, atrás quedaron las ideas
prejuiciosas de su estilo y género
literario, ya no pesa el Hortensio y la poesía clásica, solo el corazón
interpelado por Dios responde a su vital llamado existencial. Al compartir este
mensaje con sus amigos los nota particularmente débiles en sus deseos de cambio
por lo que continúa leyendo y descubre su misión (109):
Acoged
bien al que es débil en la Fe, sin discutir opiniones. Inviti hoc est
bonum in fide infirmi, absque discussing opinions
(110).
|
Este será su ministerio
inicial acoger a sus hermanos débiles en la Fe asistirlos y posteriormente
instruirlos, que bella forma de hacer significante su hermeneútica y sobre todo
su praxis de Fe a la luz de las Escrituras. Él Toma y Lee lo acompañará por
toda su existencia, y recordará este momento como la Misericordia de Dios que
se reveló a su orgullo y con la sencillez
del amor transformó su vida (111). Las imágenes de su sique se
convertirán en la fenomenología necesaria para la hermeneútica vital de este
PP. de la Igelsia, que su estudio irá más allá de la mera curiosidad académica
para instalarse en el ámbito de la Fe y su convicción cristiana. La Fe que
brota del Texto Sagrado de Tradición es el condicionamiento esencial de su experiencia trascendente y por
ende del reflejo de la Gracia que se materializa en la dialéctica misma de la
espiritualidad el bautizado, es la garantía de la sabiduría que se derrama en
el alma del cristiano. Es la fortaleza del hijo de Dios que se reconoce como
sujeto de salvación por mandato de su Dios. Es una bella conjugación de la
Palabra y la Voluntad de Dios en un abrazo que solo se puede entender desde la
existencia creyente de los bautizados (112).
Nunca el Hiponense vive
en soledad la revelación Escrita, nunca lo hace fuera del medio de su Fe
fraterna y fraternal, porque se expresa por amor en sus amigos y en el servicio
que consagró su existencia a la Iglesia. No es posible ver su hermenéutica y
exegesis sino es unida vitalmente a la Iglesia. Agustín como pocos amó a su Iglesia y se entregó totalmente a ella
(113). La cotidianidad no es tampoco ajena a esta empresa de debelar e
interpretar la Palabra inspirada, Agustín participó en la vida eclesial de tal
manera que sus escritos fueron considerados por si mismos Magisterio eclesial
al menos por 5 papas que directamente lo declararon. Es tal su actualidad a
pesar de haber vivido 1500 años atrás. Justa
razón tenían los PP. Reformadores del Movimiento de Oxford cuya primera obra
traducida de los PP. de la Iglesia fueron las Confesiones de Agustín, porque
ellos sintieron la necesidad de afirmar su espiritualidad en el derrotero del “Águila de Hipona”. También en cuanto a
la interpretación Paulina hicieron lo propio trayendo al Inglés la obra de
Agustín y reflejarla en más de 90
sermones escritos por John Keble y Newman (114). Los llamados Tractarianos supieron de la obra del
Hiponense y esa misma voluntad eclesial la reflejaron en muchas de sus tesis. Si
pretendemos buscar actualidad en la vida eclesial del presente es fácil, ver
como la obra Agustiniana, se conserva viva en las definiciones que esta Iglesia
aceptó en la tradición y que versa sobre:
·
La Gracia.
·
Cristología.
·
Dogma de la Trinidad SS.
·
Cartas Paulinas.
·
Decálogo.
·
Pecado Original.
·
Revelación.
·
Teología Política (Ciudad de Dios). (115).
APARTES
DE UNA CARTA: En este ensayo sobre Agustín es
importante conocer esta carta fruto de su relación con Jerónimo que a sazón
vivía en Jerusalén. Contiene aspectos de su hermeneútica y visión que sin duda
sirve de recurso:
“Agustín saluda en el
Señor a Jerónimo, señor amadísimo, hermano santo digno de ser honrado en las
entrañas de Cristo y co-presbítero”. Apartes de la CARTA
82 de Agustín a Jerónimo (PP. de la
Igelsia y traductor de la Vulgata).
El creer que Pablo escribió algo sin verdad, ¿será mejor
que el afirmar que el apóstol Pedro hizo algo sin rectitud? En ese caso,
deberíamos decir -Dios nos libre de ello- que es mejor que el Evangelio mienta,
antes de afirmar que Pedro negó a Cristo; decir que miente el libro de los
Reyes sería mejor que admitir que el gran profeta David, elegido de un modo tan
eminente por el Señor, cometió un adulterio al desear y robar la mujer ajena, y
un horrendo homicidio al matar al marido de la misma (116). Por el
contrario, he de leer con absoluta certidumbre, seguro de su verdad, la santa
Escritura, colocada en la suma y celeste cumbre de la autoridad, y por ella
conoceré con verdad a los hombres, ya los apruebe, ya los corrija, ya los
reprenda. Mejor es eso que el convertir en sospechosas las palabras divinas,
por opinar que no son reprensibles ciertas obras humanas en alguna persona de
laudable excelencia. Los maniqueos
pretenden que son falsas muchas de las divinas Escrituras. No les falta motivo,
ya que en ella se denuncia con claridad meridiana tan sacrílego error, y no
pueden interpretarlas en sentido favorable. Con todo, no atribuyen falsedad a
los autores apostólicos, sino a no sé qué corruptores de los códices. Jamás
pudieron probarlo, pues es notoria la abundancia y antigüedad de los ejemplares
y la autoridad de la lengua original, de donde se vertieron los libros latinos.
Por eso huyen vencidos por la verdad, perfectamente notoria a todos. ¿No
descubre aquí tu santa prudencia el portillo que dejamos abierto a su malicia
si decimos, no ya que otros corrompieron las Escrituras apostólicas, sino que
los mismos apóstoles escribieron falsedades?
Dirás que no es creíble que Pablo denunciase a Pedro lo que él mismo
había ejecutado.
En verdad creo que Pedro se condujo de modo
que obligaba a los gentiles a judaizar, porque veo que eso lo escribió Pablo,
quien no pudo mentir, a mi entender. Por lo tanto, Pedro no obraba bien. Era ir
contra la verdad del Evangelio el dejar que los creyentes pensasen que no
podían salvarse sin los sacramentos anticuados. Esto era lo que suponían en
Antioquía los circuncisos convertidos, y contra ellos luchaba Pablo con
perseverancia y valentía. Pablo circuncidó a Timoteo (117), cumplió
su voto en Cencres (118) y se avino a celebrar ritos legales
con aquellos que le conocían, cuando Santiago le amonestó en Jerusalén (119).
Pero no lo hizo para que se creyese que los sacramentos anticuados daban
también la salvación, sino para que no se creyesen proscritos, como idolatría
de gentiles. Dios mandó celebrarlos según convenía en los tiempos antiguos,
como sombras que eran de acontecimientos futuros. Eso fue lo que Santiago le
dijo, a saber: que se había oído decir que Pablo enseñaba el alejamiento de
Moisés (120). Sería abominable que los que creen en Cristo se alejen
del profeta de Cristo (121), como si abominasen y detestasen su
doctrina, pues de Moisés dijo Cristo: Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él
(122).
Fíjate ahora, por favor, en las mismas
palabras de Santiago: Ves,
hermano, cuántos miles hay en Judea que creyeron en Cristo. Todos ellos guardan
con celo la ley, pero han oído decir de ti que enseñas que tienen que alejarse
de Moisés todos los judíos que están entre los gentiles y que afirmas que no
deben circuncidar a sus hijos ni conducirse según nuestras costumbres. ¿Qué es
eso? Ahora se reunirá una gran muchedumbre, pues ya han oído que viniste. Haz,
pues, lo que te decimos. Aquí tenemos cuatro individuos que tienen pendiente el
cumplimiento de un voto sobre sus personas. Tómalos, santifícate con ellos y
págales el gasto de raer sus cabezas; así sabrán todos que son falsas las cosas
que corren a tu nombre y que sigues tú mismo guardando la ley. Un cuanto a los
gentiles, hemos decidido ordenar que no guarden cosas semejantes, sino que se
abstengan de lo inmolado a los ídolos, de lo ahogado y de la fornicación (123). Es
claro, en mi opinión, que Santiago hizo estas advertencias para demostrar que
era completamente falso lo que habían oído decir de Pablo aquellos judíos que
habían creído en Cristo y sentían el celo de la ley: éstos no podían admitir
que lo que les fue impuesto a sus padres por ministerio de Moisés se creyese
condenado por la doctrina de Cristo o como no escrito por mandato de Dios. De
este modo habían acusado a Pablo los que interpretaban mal la intención con que
debían los judíos observar sus ritos. Debían observarlos para atestiguar la
autoridad divina y la santidad profética de tales sacramentos, pero no para
alcanzar la salvación que ya se había revelado en Cristo y se confería por el
sacramento del Bautismo. Propagaban esto
de Pablo los que querían que se observaran los ritos judíos como si sin ellos
no pudiese haber salvación para los que creen en el Evangelio. Esos malos
intérpretes habían visto en Pablo un ardiente predicador de la gracia y un
adversario de su opinión, pues enseñaba que el hombre no se justifica por los
ritos, sino por la gracia de Jesucristo; enseñaba asimismo que las sombras
fueron preceptuadas para servir de símbolos. He ahí por qué aquellos judíos se
esforzaban en suscitarle envidias y persecuciones, acusándole de enemigo de la
ley y de los mandamientos divinos. El
mejor modo de evitar el odio suscitado por esa falsa acusación era celebrar
esos mismos ritos que, según decían sus enemigos, condenaba como sacrílegos.
Así insinuaba que ni los judíos debían alejarse por entonces de tales ritos,
como si fuesen sacrílegos, ni los gentiles debían ser obligados a celebrarlos,
como si fuesen necesarios (124).
La
Inerrancia es
fundamental para el Hiponense, asegura que todo lo contenido en el Texto
Sagrado de Tradición, es Palabra de Dios revelada a la humanidad. La discusión
particularmente sobre las palabras Paulinas sin duda se debe a la necesidad de
dar contenido solido a la misión de su proclamación, la dificultad que observa
Agustín de Hipona es la misma que observamos hoy, el lenguaje puede sonar para
muchos contradictorio de la Voluntad revelada de Dios por lo que se asemeja a
la humanidad en sus criterios y categorías
así como los modelos paradigmáticos que el Apóstol emplea. Lo cierto es
que la figura escrituristica emplea por parte del escritor sagrado las
categorías de su emotividad, personalidad y pensamientos, es decir, existe toda
una axiología al servicio del autor sagrado. Como también una marcada
connotación que aprovecha el recurso de la cosmovisión del escritor para poder
aterrizar en un momento histórico concreto aunque no así el sentido espiritual de su mensaje
(125).
Pablo hace el tránsito de
la verdad judía al paradigma cristiano del Evangelio lo que implica un proceso
de desmonte de principios anteriores y re-lecturas en el presente de su
cotidianidad ministerial. Es pues, importante seguir el pensamiento Agustiniano
sobre la Inerrancia Paulina y sus afanes que se tradujeron en una serie de
acciones pastorales que le llevaron a viajar a tierras no exploradas por los
primeros bautizados (126). Agustín no
olvida el contexto inmediato que vive Pablo y de esta forma asegura el valor de
sus prohibiciones y radicalidad la cual brota precisamente de su cosmovisión de
un mundo y sus relaciones bajo la nueva propuesta de Cristo.
En el pensamiento
Agustiniano Pablo se presenta en una sociedad cargada de contradicciones y en
su búsqueda de la deidad solo quieran razones para entender y fundamentar su
realidad. Agustín ve un principio sociológico en la forma como Pablo
responde a esta realidad antropológica
que le asegura la necesidad de enseñanza a los suyos y a la congregación
preferentemente porque la realidad social es contradictoria al mensaje en
cuanto a los valores e instituciones que
en ella subsisten. Las costumbres y su
Ethos es el campo preferido según Agustín para el ejercicio esencial de la Gracia.
De esto último asumimos que el mensaje Paulino impacta la concepción de una
sociedad cristiana movida por sus valores y gobernada por la Voluntad explícita
de Dios que en Agustín se materializa en un orden justo y justiciero, estamos
hablando de la “Ciudad de Dios”. La radicalidad en su pensamiento sin duda hace
una poderosa influencia en Agustín que todos conocemos. Una radicalidad que
brota del ferviente deseo de vivir según las enseñanzas del Apóstol de los
gentiles, recordemos que Agustín antes de su conversión vivía como uno de ellos
(127).
La Fe de Agustín en las
Escrituras es una expresión de amor y fidelidad a la Iglesia que posee en sus
manos la revelación y se convierte en defensora de la misma. Esa Fe de índole
historica la encontramos presente en la Iglesia de Inglaterra, quiero citar una
expresión al respecto de, William
Tyndale (128) condenado a muerte
por traducir la Biblia: Una respuesta al dialogo del señor Thomas More, pp.
50–55. Por lo tanto, el testimonio de la Iglesia es útil para una “Fe
histórica”, pero no para una Fe sentimental, el testimonio de la Iglesia
sobre el testimonio de la autoridad de la Escritura, es instrumental, pero no
es eficiente en sí misma, para hacer que la Escritura sea autoritativa. “El
Espíritu Santo es el Autor de la Fe y no la iglesia, excepto como un
instrumento y un medio externo ministerial”… Estas palabras son acertadas y
de hecho es la Obra del Espíritu Santo tanto nuestra Fe como nuestra fidelidad
a la Iglesia. La Palabra genera en el bautizado la Gracia para formar la imagen del dios revelado por esta razón la
convicción del Hiponense sobre su valor no está en discusión (129).
“Así
que, si se pregunta por qué o por causa de qué yo creo que la Escritura sea de
calidad divina, responderé que esto pasa por causa de la misma Escritura, la
cual se demuestra ser como tal, por sus marcas. Si se pregunta cómo o por qué
sucede lo que creo, responderé que por el Espíritu Santo, quien produce esta Fe
en mí. Finamente, si se pregunta por cuál medio u órgano, creo esto, responderé
que a través de la Iglesia, la cual Dios usa para darme la Escritura.” La
necesidad requiere que ellos (es decir, aquellos que ignoran las cosas
piadosas) primero, deban ser movidos por alguna autoridad para que se sometan a
la enseñanza (doctrina), cuyo espíritu y entendimiento, los cuales no son
inmediatamente capaces de percibir, sino hasta que sus facultades son
preparadas para entender las cosas en las cuales ellos deberían ser instruidos.
La autoridad, por lo tanto, debe ser vista como la puerta a través de la
cual deben pasar para alcanzar el conocimiento de aquellas cosas que deben
aprenderse” (130).
Para
continuar quiero citar a Calvino sobre la hermenéutica Agustiniana y una
expresión muy conocida del Hiponense:
Sé muy bien que se
acostumbra a citar el dicho de
Agustín: Yo, en verdad, no creería en el Evangelio si no me impulsase
a ello la autoridad de la Iglesia Católica. Pero por el contexto se entenderá
fácilmente cuán fuera de propósito y calumniosamente alegan este lugar a este
propósito. Agustín combatía contra los
maniqueos, los cuales querían que se diese crédito sin contradicción ninguna
a todo cuanto dijesen, porque ellos pretendían decir la verdad, aunque no la
mostraban. Y porque, queriendo levantar y poner sobre las nubes a su maestro
Maniqueo, blasonaban del nombre del Evangelio, Agustín les pregunta qué harían si por
ventura se encontrasen con un hombre que no diese crédito al Evangelio. Les
pregunta que género de persuasión usarían para atraerlo a su opinión. Luego dice: “En cuanto a mí, no creería
en el Evangelio, si no fuese incitado por la autoridad de la Iglesia”.
Con lo cual da a entender que él, mientras fue pagano y estuvo sin Fe, no
pudo ser inducido a creer que el Evangelio es la verdad de Dios por otro
medio, sino convencido por la autoridad de la Iglesia.
¿Es de maravillar el
que un hombre, antes de que conozca a Cristo tenga en cuenta y haga caso de
lo que los hombres determinan? No afirma, pues, Agustín en este lugar, que la Fe de los
fieles se funda en la autoridad de la Iglesia, ni entiende que la certidumbre
del Evangelio depende de ella; solamente quiere decir, que los infieles no
tienen certidumbre alguna del Evangelio para por ella ser ganados a
Jesucristo, si el consentimiento de la Iglesia no les impulsa e incita a
ello. Y esto lo confirma poco antes de esta manera: “Cuando hubiere
alabado lo que yo creo y me hubiese burlado de lo que tú crees, oh Maniqueo,
¿qué piensas que debemos juzgar o hacer sino dejar a aquellos que nos
convidan a conocer cosas ciertas y después nos mandan que creamos lo
incierto, y más bien seguir a aquellos que nos exhortan a que ante todo
creamos lo que no podemos comprender ni entender, para que fortificados por
la fe al fin entendamos lo que creemos; y esto no por medio de los hombres,
sino porque el mismo Dios confirma y alumbra interiormente nuestras almas?” Éstas son las propias palabras de Agustín, de las cuales muy fácilmente cada
uno puede concluir que nunca este santo Doctor fue del parecer que el crédito
y la Fe que damos a la Escritura había de estar pendiente del arbitrio y la
voluntad de la Iglesia, sino que sólo quiso mostrar que aquellos que aún no
están iluminados por el Espíritu Santo son inducidos por la reverencia y
respeto a la Iglesia a una cierta docilidad para dejar que se les enseñe la
fe en Jesucristo por el Evangelio; y que de este modo la autoridad de la
Iglesia es como una entrada para encaminar a los ignorantes y prepararlos a
la fe del Evangelio. Todo esto, nosotros
confesamos que es verdad. Y realmente vemos muy bien que san Agustín quiere
que la fe de los fieles se funde en una base muy diferente de la
determinación de la Iglesia. Tampoco niego que muchas veces objeta a los
maniqueos la autoridad y común consentimiento de la Iglesia, queriendo probar
la verdad de la Escritura que ellos repudiaban. A esto viene el reproche que
hizo a Fausto, uno de aquella secta, porque no se sujetaba a la verdad del
Evangelio, tan bien fundada y establecida, tan segura y admitida por perfecta
sucesión desde el tiempo de los apóstoles.
Más de ninguna manera pretende enseñar que
la. Reverencia y autoridad que damos a la Escritura dependa de la
determinación y parecer de los hombres; tan sólo (lo cual venía muy bien a su
propósito) alega el parecer universal de la Iglesia (en lo cual llevaba gran
ventaja a sus adversarios) para mostrar la autoridad que ha tenido siempre la
Palabra de Dios. Si alguno desea más amplia confirmación de
esto, lea el tratado que el mismo san Agustín compuso y que tituló: “De
utilitate credenti” — De la utilidad de creer -, en el cual hallará que
no nos recomienda ser crédulos, o fáciles en creer lo que nos han enseñado
los hombres, más que por darnos cierta entrada que nos su, como el dice, un
conveniente principio. Por lo demás, no quiere que nos atengamos a la opinión
que comúnmente se tiene, sino que debemos apoyarnos en un conocimiento firme
y sólido de la verdad… (131)
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ESTUDIO Y ESPIRITUALIDAD
DE AGUSTIN ENTORNO A LAS ESCRITURAS REVELADAS.
La
Escritura es para Agustín un libro religioso-inspirado,
en él se nos revela la verdad de la salvación, pero la garantía de esa verdad
de la revelación nos la proporciona la Iglesia, porque, como dice Agustín:
"Yo, en verdad, no creería en el
Evangelio si no me impulsase a ello la autoridad de la Iglesia católica"
(132). Agustín buscó profundizar en el
verdadero sentido bíblico y vio la Biblia como la Palabra de Dios revelada y
liberadora, por eso, para acercarse a la Biblia es necesario ser orantes e
inteligentes, o mejor, sabios y santos, porque "ni siquiera las Sagradas
Escrituras (que imponen la Fe en grandes misterios antes de que podamos
entenderlos) podrán serte útiles si no las entiendes rectamente... Tú,
carísimo, ora intensa y fielmente para que el Señor te dé el entender, y así
puedan serte fructuosos los avisos que desde fuera te ofrece la inteligencia de
los maestros o doctores"(133). Agustín se da cuenta que la vida eterna es
no sólo creer la Palabra sino también comprenderla. Es cierto que es necesario
partir de la Fe para llegar a la inteligencia y comprensión: “Porque, si oír y creer su palabra es la
vida eterna, con más razón será comprenderla”. Más la Fe es uno de los
grados de la piedad, y el fruto de la Fe es la inteligencia, que nos hace
llegar a la vida eterna, donde no se nos leerá el Evangelio; sino que aquel que
ahora nos lo dispensa (retiradas ya para siempre todas las páginas de las
lecciones y la voz del lector y del expositor) aparecerá a todos los suyos, que
con corazón limpio estarán presentes en cuerpo incorruptible para nunca más
morir. Probablemente él está pensando en que todos debemos ser "selectos
piadosos y doctos y verdaderamente espirituales" (134). Agustín en cuanto
a la Biblia es un hombre de su tiempo y no se le puede enjuiciar conforme a los
criterios de ahora; muchas de sus interpretaciones fueron desafortunadas, no
obstante su contribución al progreso de la exégesis fue positiva, sobre todo
por su contribución teórica con el De
doctrina Christiana, la primera
introducción sistemática a la Sagrada Escritura. Evidentemente no es un
biblista teórico y abstracto, aunque tampoco se puede decir que es un mero
espiritualista que utiliza a su antojo los textos bíblicos. Cierto que hoy
podemos sonreírnos ante muchas de sus soluciones, pero en su tiempo esas soluciones
estaban a la altura de las circunstancias. Los tiempos de Agustín eran muy
diferentes de los nuestros, pero él, sin duda, era un genio excepcional también
en la interpretación de la Escritura; su tarea consistía en hacer ver la
posibilidad de salvación. Los
comentarios bíblicos de Agustín no son obra de especialista ni destinados a
especialistas, son reflexiones de un convertido, de un gran genio y nos ofrecen
además del valor estrictamente bíblico, el valor filosófico, teológico y vital.
Después de su conversión se familiarizó de tal modo con la Biblia, que toda su
producción contiene un fondo bíblico de una riqueza inigualable (135).
Traté
de consolarle con la palabra de Dios; pero él no era del número de las sabias
hormigas, que recogen durante el verano para tener de qué vivir en el
invierno. Cuando reina la
tranquilidad, entonces debe el hombre recoger para sí la palabra y esconderla
en el interior de su corazón, conforme oculta la hormiga en socavadas
estancias los trabajos del verano. Durante el verano se dedica a hacer
esto; llega el invierno, es decir, se presenta la tribulación, y si no
encontrase interiormente comida, necesariamente perecería de hambre. Este no
había atesorado la Palabra de Dios; sobrevino el invierno, y no encontró
aquí, de donde sólo podía recibir consuelo, lo que buscaba, puesto que
tampoco podía recibir de la Palabra de Dios, que no atesoró (136).
|
Agustín
considera la Biblia como la expresión inmediata de la voluntad y la
inteligencia de Dios. La Escritura no es un libro de
historia, sino una oferta divina que se brinda al hombre de Fe para descubrirle
lo que Dios le pide en cada momento y qué es lo que tiene que hacer para
agradarle. Con mucha frecuencia habla de la Escritura como la carta que Dios
nos ha escrito a los hombres: "De
aquella ciudad a la que nos dirigimos nos fueron enviadas cartas, las santas
Escrituras, que nos exhortan a vivir bien" (137). Y en otro lugar:
"nos llegaron cartas de nuestra patria; os las leemos" (Comentario al
salmo 149,5). En el fondo lo que hace Dios enviando sus cartas es hacer crecer
en nosotros el deseo de la patria, de volver a nuestro auténtico hogar:
"Nuestro Padre nos envió unas cartas desde allí. Dios nos proporcionó las
santas Escrituras; con tales cartas excitó en nosotros el deseo de volver, ya
que, amando nuestra peregrinación, mirábamos de cara al enemigo y dejábamos de
espaldas a la patria" (138). El valor de la Escritura es inmenso: "La
palabra, que supera todas las cosas, no tiene precio absolutamente alguno"
(139).
"El
deleite de la divina palabra y la dulzura que se percibe al entender la
palabra de Dios nos impele, ayudando Aquel que da la suavidad para que
produzca su fruto nuestra tierra, a mí a hablar, y a vosotros, a oír. Veo que
oís sin hastío, y me alegro del paladar de vuestro corazón, que no desecha lo
que es saludable, sino que lo toma con avidez y lo retiene con provecho"
(140).
|
La
palabra de Dios es tu adversaria, si tú eres amigo de tu perversidad.
Por el contrario, si tú te opones a tu iniquidad, la palabra de Dios es tu
amiga, y adversaria de tu iniquidad. Luego si odiaste tu iniquidad, te unes a
la palabra de Dios, y así seréis dos los que lucháis contra ella para
aniquilarla: tú y la palabra de Dios. Tú, por tus fuerzas, no puedes nada, pero
te ayuda aquel que te entregó su palabra, y de este modo la iniquidad es
vencida" (141).
Pan es también la palabra
de Dios que cada día se nos predica. No deja de ser pan por el hecho de que no
lo sea para el vientre. Una vez pasada esta vida, no buscaremos el pan que
busca quien tiene hambre, ni recibiremos tampoco el sacramento del altar,
porque allí estaremos con Cristo, cuyo cuerpo recibimos; ni tampoco se nos
dirán estas palabras que yo estoy diciéndoos, ni se leerá el códice cuando
veamos a la misma Palabra, al Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las
cosas, de quien se alimentan los ángeles, por quien son iluminados. El hace
sabios a los ángeles, quienes no buscan palabras que solo expresan sus significados
mediante rodeos, sino que beben la única Palabra, el único Verbo, del cual una
vez llenos, rompen en alabanzas, en alabanzas que no cesarán (142).
En nuestras peticiones no
nos salgamos de las palabras y del sentido de esta oración, y obtendremos
cuanto pedimos. Porque sólo entonces permanecen en nosotros sus palabras,
cuando cumplimos sus preceptos y vamos en pos de sus promesas. Pero cuando sus palabras están sólo en la
memoria, sin reflejarse en nuestro modo de vivir, somos como el sarmiento fuera
de la vid, que no recibe la savia de la raíz (143). La Escritura no manda,
sino la caridad; ni reprende, sino la codicia, y de este modo forma las
costumbres de los hombres... La Escritura no afirma en todas las cosas
presentes, pasadas y futuras, sino únicamente la Fe católica. Narra las cosas
pasadas, anuncia las venideras y muestra las presentes, pero todo esto se
encamina a nutrir y fortalecer la misma caridad, y a vencer y a extinguir la
codicia” (144).
6.
LA GRACIA.
Queremos iniciar con un trozo
de su obra sobre la Gracia para analizar al teólogo detrás de su tesis,
teniendo presente las implicancias de su visión sujeta a las es cuelas
imperantes en su época y al conflicto dialectico que presupone el ejercicio
teológico tanto en oriente como en Occidente y la mentalidad de estas
latitudes. Agustín pensador latino en un
medio teológico que también estaba siendo irrigado por oriente, para su época
los santos PP. Capadocios habían abonado suficiente terreno en la discusión de
la Gracia y sobre todo en la identidad del Señor como Dios y Hombre verdadero.
Fueron precisamente ellos quienes “pusieron de moda” la expresión axiomática
“Hipostasis” para referirse a lo anterior. Con esta breve introducción asumimos
Ad-litera el siguiente texto de las obras de Agustín.
Por
estos y otros semejantes testimonios queda probado que la gracia de Dios no
se nos confiere según nuestros méritos. Es más: a veces hemos visto y
diariamente lo vemos que la gracia de Dios se nos da no sólo sin ningún
mérito bueno, sino con muchos méritos malos por delante. Pero cuando nos es
dada, ya comienzan nuestros méritos a ser buenos por su virtud; porque, si
llegare a faltar, cae el hombre, no sostenido, sino precipitado por su libre
albedrío. Por eso, cuando el hombre comenzare a tener méritos buenos, no debe
atribuírselos a sí mismo, sino a Dios, a quien decimos en el Salmo: Sé mi socorro, no me abandones. Al
decir no me abandones manifiesta
que, si abandonado fuera, nada bueno por sí hacer podría; por lo que dijo
aquél: Yo dije en mi fortuna:
no seré jamás conmovido. Y juzgó ser suyo todo el bien que tanto
le abundaba hasta no temer ser conmovido. Mas a fin de que entendiese de
quién era aquella fortuna de la que se gloriaba, apartada nada más un poquito
la gracia, y así advertido, dice: Pues tú,
Señor, por tu benevolencia, me asegurabas honor y poderío. Apenas escondiste
tu rostro, fui conturbado (145). Por tanto, necesario
es al hombre que por la gracia de Dios no sólo de impío sea hecho justo,
cuando a cambio de sus méritos malos se le devuelven buenos, sino que cuando
ya por la fe está justificado, menester es que en la gracia viva y en ella se
apoye para no caer. Por eso se escribió de la Iglesia en el Cantar de los
Cantares: ¿Quién es esta que
sube blanqueada, reclinándose sobre su amado? (146) Blanqueada
es la que por sí misma no puede ser blanca. ¿Y quién la ha blanqueado sino
aquel que por el profeta dice: Aunque
vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían corno la nieve? (147) Cuando,
pues, fue blanqueada, nada bueno merecía. Ya blanqueada, vive bien, si de
continuo se apoya en aquel que la blanqueó. Por lo cual el mismo Jesús, sobre
el que blanqueada se reclina, dijo a sus discípulos: Sin mí nada podéis hacer (148).
Volvamos,
pues, a Pablo el apóstol, que encontramos sin mérito alguno bueno y sí con
muchos méritos malos. Pero, conseguido que hubo la gracia de Dios, veamos qué
dice escribiendo a Timoteo cuando ya se le acercaba su pasión: Cuanto a mí, a punto estoy de
derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He
combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ahora
ciertamente recuerda sus méritos buenos, para tras ellos lograr la corona
quien tras los méritos malos logró la gracia. Por fin, reparad en lo que sigue: Ya me está preparada la corona de la
justicia que me otorgará aquel día el Señor, justo Juez (149). ¿A quién
dará la corona el justo Juez si no hubiese antes dado la gracia como padre
misericordioso? Y ¿cómo había de ser ésta corona de justicia si no precediera
la gracia que justifica al impío? ¿Cómo se devolverían estas cosas debidas si
antes no se dieran aquéllas gratuitas?
Mas
porque los pelagianos dicen que sólo la gracia, por la que se perdonan los
pecados, no es según nuestros méritos, pero que, en cambio, aquella gracia
final, la vida eterna, se nos da por nuestros méritos, fuerza es que les
contestemos. Si nuestros méritos los entendiesen de manera que vieran en
ellos dones también de Dios, no habría por qué rechazar tal sentir; pero como
entienden los méritos humanos de modo que el hombre por sí mismo los
adquiera, con toda razón responde el Apóstol: ¿Quién es el que a ti te hace preferible? ¿Qué tienes que no
hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no lo hubieras
recibido? (150). A quien tal piensa, con suma razón
se le dice: "Dios corona sus
dones y no tus méritos, si éstos por ti y no por él son méritos. Si tales
son, malos son y Dios no los corona; pero si son buenos, dones son de Dios,
porque como dice el apóstol Santiago: Todo
buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las
luces (151). Por lo que Juan, el precursor del Señor, dice
también: No debe el hombre
tomarse nada si no le fuere dado del cielo (152). Ciertamente del
cielo, de donde viene también el Espíritu Santo, porque, subiendo Jesús a las
alturas, llevó cautiva la cautividad, repartió dones a los hombres. Si, por
consiguiente, dones de Dios son tus buenos méritos, no corona el Señor tus
méritos en cuantos méritos tuyos, sino en cuanto dones suyos. Por tanto, consideremos los
méritos del apóstol Pablo, por los que
dijo había de darle una corona de justicia el justo Juez, y veamos si son
suyos, es decir, por él adquiridos, o más bien son dones de Dios. He combatido el buen combate, he
terminado mi carrera, he guardado la Fe. En primer lugar, estas
buenas obras serían nulas de no haber sido precedidas de pensamientos buenos.
Reparad en lo que dice de estos pensamientos al escribir a los
Corintios: No que de nosotros
seamos capaces de pensar algo como de nosotros mismos, que nuestra
suficiencia viene de Dios (153).
Después
veamos ya en particular: He
combatido el buen combate, dice. Y pregunto yo con qué fuerza
combatió, si con una que de sí mismo procediera o más bien con otra que de
arriba le fuera dada. Pero ni pensar que tan excelso doctor ignorase la ley
de Dios, cuya voz dice en el Deuteronomio: No digas en tu corazón: mi fuerza y el poder de mi mano me ha dado
esta riqueza; sino que te acordarás del Señor, Dios tuyo, que es quien te da
poder para adquirirla (154). Pero ¿de qué sirve un
buen combate si no es coronado por la victoria? Y ¿quién da la victoria sino
aquel de quien el mismo Apóstol dice: Pero
gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor
Jesucristo (155)? Y en otro lugar, al recordar el paso
de aquel salmo: Antes por tu
causa nos entregan a la muerte cada día y somos tenidos por ovejas para él matadero, añadió y
dijo: Más en todas estas cosas
vencemos por aquel que nos amó (156). Luego no por
nosotros, sino por aquel que nos amó. A continuación dice: He terminado mi carrera. Pero
afirma aquí esto quien en otro lugar dijo: Por consiguiente, no es del que quiere ni del que corre, sino
de Dios, que tiene misericordia. Proposición que no puede
convertirse de manera que diga: No de Dios, que tiene misericordia, sino del
hombre, que quiere y que corre, porque quien se atreviere a decir tal, paladinamente
contradice al Apóstol (157).
|
La
Gracia es sin duda una de las cuestiones tratadas por
Agustín de mayor alcance en su especulación teológica. Es factible asociar como
punto de partida su reflexión antropológica y la visión que sobre el hombre
tenía. Una visión influenciada tanto por el pensamiento platónico como
neo-platónico concretamente por Plotino,
en esta visión el cuerpo no es un consecutivo vital por naturaleza sino
tomado como “cárcel” del alma lo que implica de facto una necesaria liberación
y una concepción moral del mismo antes que sobre la intencionalidad de los
actos. La realidad percibida desde esta postura convierte al cuerpo en
concupiscencia al servicio de la mente lo que también trae como consecuencia la
visión de una realidad de pecado esclavizante y convertida en preámbulo de la
alienación humana. Por otro lado la postura clásica era también compleja porque
se movía en ambos extremos de la concepción corporal de la existencia del ser
humano. Si el cuerpo es limitado y proclive al pecado entonces lo que Dios
reconoce nos eran nuestras cualidades sino sus dones en nosotros que alcanzan
por la Gracia su perfección, es en grandes líneas la mentalidad del Hiponense
que sobre sale por aplacar la necesidad de dar rienda suelta a la razón en un
medio donde lo espiritual toca también nuestra configuración como criaturas
sensoriales (158).
El
pensamiento antropológico que sirve de referencia para el Hiponense le obligó a
consultar las corrientes griegas y sus extremos, estamos hablando del
estoicismo y el epicureísmo, los presupuestos ético-morales de estas
escuelas del mundo antiguo sin duda impactaron su postura ante el mundo y la
reflexión humana como tal. El placer no es otra cosa que la desviación de la
templanza y dominio humano y la vida estoica es el ideal de dominio y gobierno
propio, tal concepción influye en los pensadores de su época y no solo en
Agustín. Zenón (159) fue maestro de Cicerón el mismo que ejercicio influencia
sobre el pensamiento del Hiponense antes de su conversión, la visión ética de
estos personajes es concretamente la expresión de la necesidad del conocimiento
y el orden como también la Estética en la vida del ser humano, una postura
ética que se delimita por sí misma en la búsqueda de la perfección dada por el
conocimiento. No es solo el placer como fuente de vida sensorial es la
necesidad del conocimiento y su praxis la que da auto-dominio al ser humano (postulado esencial de los Estoicos) (160).
El hombre es ciudadano del universo. El esclavo y el amo, el noble y el
plebeyo, en principio, son iguales. Esta proclamación de igualdad y la
tendencia cosmopolita de los estoicos fueron la expresión ideológica del
comienzo de la desintegración de la sociedad esclavista. En cuanto a los Epicúreos y su pensamiento hedonista debemos tener en
cuenta que su desarrollo no es estrictamente griego también los encontramos en
Roma y en nuestra época (161). Epicuro
(162) utiliza los Átomos frente
a las Ideas de Platón. Para este, el único mundo
existente es el sensible, sin alma, sino con átomos que la forman. Los placeres
son del cuerpo y la felicidad supone carencia de dolor, y encontramos un fin
que es el orden justo de la sociedad en la que vivimos, desde luego la
concepción totalmente naturalista de la vida humana y sus principios vitales
desdice de la posibilidad de la trascendencia de la razón y del alma unida a
los afectos y sentimientos, una vida solo en tendencia natural no es propia de
la idea de un Dios trascendente y amoroso como lo piensa el Hiponense (163). Ética dirigida
a los individuos no subordinados a la polis, sino a los que se encuentran en
las ciudades imperiales. La búsqueda de felicidad se consigue mediante el Placer,
ya que cualquiera de ellos era un Bien para el individuo, y
la Virtud como medio para conseguir la felicidad. Este Placer esta
jerarquizado ya que existe uno que modula el placer, es decir Cinético;
y otro que crea estabilidad en los placeres, los Katastemáticos
(164). Para estos placeres en necesario la Sobriedad, para eliminar
el dolor de la persona. Mientras que los Cinéticos lo único que provocan es infelicidad a los individuos
porque son perjudiciales para el cuerpo y deben practicarse con Moderación.
Epicuro utiliza la Moderación para
lograr la tranquilidad en
uno mismo y se basa en la jerarquía de la ciudad. Este auto-control de la
realidad sensorial es estrictamente materialista y dependiente absolutamente de
la voluntad indeclinable de la expresión racional humana (165). Agustín no cae en esta concepción de la existencia pero este tipo de influencia
conceptual sin duda generó una postura de mayor radicalidad en el manejo de la
dinámica física y su existencia delimitando grandemente su postura frente al
placer. Desde luego el placer es visto como la razón de percibir la existencia
material mientras que el Hiponense loa socia con la concupiscencia. La manifestación física que escapa tanto a
la razón como a la conveniencia. El pecado desde esta dinámica es visto
como la pérdida de control de las facultades y definiciones sobre lo que es
verdaderamente conveniente al ser redimido. Es pues una acción a diferencia del
instinto fruto de la voluntad humana (Volitivo) esta constatación Psicológica
es vital en el pensamiento Agustiniano (166).
La Aponía es la
ausencia de sufrimiento en el cuerpo, derivada de los disfrutes
cinéticos. "Ningún placer es algo malo en sí”, “la felicidad comienza en
el estómago” Epicuro (167).
|
Este pensador establece
para evitar el dolor, físico o mental, un cuádruple remedio, que llamó “Tetra-fármaco”, lo
cual consiste en el siguiente conjunto de hábitos y actitudes, miremos el
recuadro donde enumeraremos el componente de esta fórmula:
No
hay que temer a los dioses.
|
No
hay que temer a la muerte. Pues los dos temores más terribles que provoca la
muerte son: el miedo a lo que haya después de morir y el miedo a dejar de
existir para siempre.
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No
hay que temer al destino, pues no hay nada predeterminado.
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No
hay que sufrir por los males y las necesidades naturales. (168).
|
La renuncia a todos los
signos que inquietan nuestra existencia evidencia en esta postura filosófica una verdadera
dificultad a la hora de interpretar la injerencia de los acontecimientos y
fenómenos en la vida del ser humano. El reducir la experiencia material al
choque solo en visión emocional da como resultado una cosmovisión básicamente
pasajera de la realidad que percibimos y la que podemos decididamente edificar.
Agustín reacciona al ver que la concepción cristiana de la Providencia y la
Voluntad de Dios dependen aquí del ser humano y las consecuencias de sus acciones.
En este escenario la Gracia
desaparece y en su lugar el destino
entendido solo desde la concepción antropológica y antropocéntrica ocupan su
lugar. La radicalidad Agustiniana gira en orden a la necesaria demostración
de la Gracia en la vida redimida y resucitada del bautizado (169). La Gracia rompe dialécticamente con la
autosuficiencia humana ya que esta esta cimentada sobre la inexorable muerte
y/o decadencias del ser humano en sus funciones tanto intelectivas como
emocionales. No es pues factible que la
Gracia se recree en escenarios donde es intencionalmente bloqueada por la
conciencia humana pareciera decir el Hiponense. Agustín introduce la concepción
de la Gracia en la historia y como ella puede moldear tanto los procesos del
colectivo como la visión de cada bautizado. La Gracia se muestra inserta en la realidad de los bautizados cuya
función primordial es interpretarla y descubrirla en la experiencia humana. De la misma opción que tenemos se dicta una
norma de índole fenomenológica frente a su influjo y es precisamente configurar
la existencia según su incidencia en cada uno de nosotros, tal configuración es
también identificada como la materialización de la Voluntad salvífica de Dios
en el bautizado (170).
La libertad de algún modo
está ligada con la dialéctica entre el hombre y Dios, que ha querido comunicar
y dialogar con los hombres libres. Por eso, el pensador [San Agustín] que
primero vio la Historia como un proceso de la tensión entre lo natural y lo
sobrenatural, está situado estratégicamente para hablarnos de la libertad. Más
aún, Agustín estuvo interesado en
enseñar no sólo el significado de la libertad, sino en mostrar cómo se puede
personificar la libertad” (171). Así, la “libertad”
es perfección y plenitud del “libre albedrío” porque en ambos niveles de
libertad hay voluntad para adquirir el fin del hombre. En el “libre albedrío”
esta voluntad es dinamismo del espíritu orientado naturalmente al Bien;
mientras que la voluntad de la “libertad” es plena, en tanto que está auxiliada
por la gracia divina (172). Llegados a este punto, una breve consideración. Si
el hombre puede elegir entre el acierto y el error; y si la Ley, como norma
racional para alcanzar el Bien, indica lo correcto, acaso ¿nos excluye la Ley
de la posibilidad de no elegir el Bien (es decir, lo incorrecto), siendo así
una limitación de la libertad humana? El
obispo de Hipona respondería que la libertad es la facultad para obtener el
Bien y que la Ley señala cómo conseguirlo, por lo que la Ley necesariamente
será una aliada de la voluntad para lograr su fin propio, es decir, su Bien.
Así, pues, la verdadera libertad no está “contra” la Ley sino “para” la Ley y,
además, tratará de librarse de los obstáculos que la impiden cumplir la Ley,
que para Agustín serán el mal moral, el
pecado y el egoísmo…
ANÁLISIS DEL TEXTO ANTERIOR.
(173).
|
(174).
|
(175).
|
Para
hablar de libertad el creyente antes debe concretizar en su existencia la
realidad tejida en sus actos y convicciones. No vemos desde la óptica del
Hiponense que la Gracia actúe sin contar con el criterio humano. La libertad
que se argumenta desde la perspectiva reflexiva es la misma que comprende qué
dejó y qué está siguiendo ahora. Es un nivel de conciencia superior para fundamentar el Acto Humano desde una visión más que racional. La conciencia
opera como lo hace el pensamiento con la idea, es decir, la conciencia
materializa nuestras formas habituales de proceder. Si perdemos la conciencia
por el pecado entonces la razón salvífica de nuestras acciones también.
|
La
Gracia desde la dinámica antropológica supone acertadamente el Hiponense es
capaz de dirigir el proceder humano hasta alcanzar la meta de sus ideales en
el seguimiento cristiano, la Gracia es la conexión concreta con lo tangible
que a diario experimentamos en cuyos escenarios materializamos el ser vital
de nuestra propia libertad. La moralidad de nuestras acciones es consecuencia
del valor intrínseco de la libertad que hay en nosotros y no solo como una
cuestión de la voluntad (volitivo). Las
obras del creyente son enmarcadas en la dinámica progresista de la inclusión de la Gracia. La libertad para el Hiponense
es la perfecta intimación de la Gracia en nuestra voluntad y nuestra
docilidad para seguirla en cuanto a su inspiración.
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El
bien y el mal no son dos fuerzas que brindan equilibrio a la existencia
humana como suponen algunas filosofías, son más bien la consecuencia de los
procedimientos mentales y materiales del ser humano en la construcción de su
espacio vital. Metafísicamente el
Hiponense observa que el mal es la expresión de un contenido de humanidad
supra valorado en cuanto a su libertad
egoísta. Actuar bien es consecuencia de la Gracia viva y eficaz y hacerlo
mal sin duda es la ausencia de esta o el establecimiento de una ausencia
fundamental bien llamada des-gracia. La
centralidad del proceder esta dictaminado por la conciencia y su alcance en
nuestra sique. Ella también puede existir entre “sombras” dependiendo de la
iluminación de la Gracia y el libre albedrio informado por esta.
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Agustín tuvo claro desde su profunda
conversión4 que sólo la gracia es el principio integrador de la vida del
hombre. Con otras palabras, lo que hace que el hombre encuentre la clave de su
existir no es otra cosa que la gracia divina, que posee un evidente carácter
medicinal y/o de auxilio (ayuda) (176). Será en su obra De natura et gratia donde presente magistralmente esta idea en el
que el hombre necesita de la gracia de Cristo para restaurar su naturaleza
herida, pero al tiempo nos dice que “al recordar estas verdades no destruimos
el libre albedrío. Pues ¿a quién aprovechan estas cosas sino al que quiere
humildemente y no se engríe de las fuerzas de la propia voluntad como
suficientes por sí solas para alcanzar la perfección de la justicia?”(177). La verdadera naturaleza de la voluntad ha
sido captada de una manera incomparable por Agustín. Él toca la verdadera naturaleza
de la libertad del hombre al acentuar en De libero arbitrio que la voluntad es
un don tan precioso que basta desearla en orden a tenerla presente. Ella está
en nuestro poder inmediato. Su carácter único es claramente revelado, porque su
salida inmediata de nuestro centro espiritual es el único caso de un Fiat en nuestra existencia humana (178).
El hombre en la Gracia
encuentra la capacidad para vencer al pecado, fuente de todos los males. Agustín se preocupó por la cuestión del mal.
Le dedicó la obra De libero arbitrio
para intentar acotar su naturaleza. Para ello lo primero que tuvo que aprender,
dejando atrás sus convicciones maniqueas, fue que el mal no existe en sí mismo
y que no es un principio absoluto, sino privación de un bien debido. Para
superar su dualismo maniqueo admitió que la criatura es libre de obrar el bien
y el mal. Claramente, Agustín afirma que depende del hombre el aceptar o
rechazar la gracia: no “se te imputa como culpa el que no puedas dar tu salud a
tus miembros heridos, sino que desprecies a quien quiere y puede curarte. Estos
son tus propios pecados” (179). Dios obra en nosotros la gracia, pero respeta
nuestro libre albedrío porque deja libre la elección de creer o no: “En todo
nos previene su misericordia, pero consentir o no la llamada de Dios es efecto
de la propia voluntad” (180). Si le preguntásemos a San Agustín si Dios es el
responsable del mal, él lo negaría dándonos cuatro respuestas (181). La libertad del hombre lleva consigo la
posibilidad de pecar y de apartarse del Bien, porque como ha sido creado ex
nihilo es por ello mudable, y no posee la estabilidad en el Bien, lo que es
sólo propio de Dios (182). La libertad
es un bien, es mejor ser libres que no serlo (183). Es verdad que la libertad
humana no es un bien supremo, pero ¿quién dirá que no es un bien sólo porque no
es un bien absoluto? Dios podría
preservar de pecar a toda voluntad libre, pero no lo hace porque parece que no
está contemplado en su voluntad, respetando así nuestro libre albedrío. Y Dios no
es el autor del mal, el cual procede únicamente de la voluntad del hombre,
pero, a pesar de ello, Dios del mal obtiene bienes (184).
La complejidad el
comportamiento humano fruto de su capacidad de optar sin duda presupone el
rigorismo necesario para hablar de la Gracia, no es posible hablar de ella sin
hablar sobre la libertad de obrar que posee el individuo inmerso en su entorno
constructivo de la realidad que percibe libremente.
No
seriamos verdaderamente libres- diría Agustín- si perdiéramos la naturaleza
de obrar aun a conciencia de nuestros errores y equivocaciones, el Libre Albedrío es el factor humano de
la posibilidad histórica de la Gracia (185).
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7.
EL PECADO.
La doctrina de Plotino (205-270 d.C.) se caracteriza
por ser una ontología jerárquica que parte desde Dios-uno, que es inefable y es superior a todo ser y pensamiento.
De él proceden los demás seres a partir del proceso de emanación, pero él en
este proceso no se ve alterado en su unidad. Plotino explica esto a partir de
la metáfora del sol: sucede como el sol que ilumina y desvela lo oculto sin que
por ello el sol mismo se transforme. De igual forma también apela al símil del
espejo del original, en consecuencia al reflejo que el original no se ve
afectado en su ser. En definitiva, para Plotino, el mundo procede del Uno, pero sin que este sufra alteraciones
en su ser. La primera emanación del Uno
es el pensamiento o Nous que es
intuición o aprehensión inmediata. Del Nous
procede el alma cósmica o alma del mundo o psyché,
que es un alma incorpórea e indivisible, y representa un vínculo entre el mundo
suprasensible y el mundo sensible. Por debajo del alma del mundo se encontraría
el mundo material y todos los seres corpóreos, que, según esta jerarquía, constituye
el escalón más bajo, el último de acuerdo con su propia concepción del proceso
de emanación, como semejante a una especie de radiación solar, Plotino describe
esa luz como si procediera de un centro y, según se va alejando se hace
paulatinamente más tenue, hasta diluirse en el seno de la oscuridad total
(concepto platónico). Esta oscuridad se correspondería con el mundo de la
materia a la que Plotino define como algo desprovisto de la luz. Y como
desprovista de luz, la materia es sinónimo o principio del mal. Pero a
diferencia de los maniqueos que afirmaban que el mal era inherente a la materia,
los Neoplatónicos afirmaban que el mal no era una característica principal de
la materia, sino que si este se presenta en ella debido a que la materia se
halla lejana del Uno, lejana de la
luz – que representa el bien – que emana de Él. Entonces, el mal se manifiesta
en la materia como una privación, como una ausencia de algo que le es esencial:
la luz (el bien) que procede el Uno.
De esta manera, Agustín se
desembaraza del pensamiento maniqueo, que considera el mal como algo propio de
la materia y se apropia de las consideraciones neoplatónicas acerca del mal que
le serán muy útiles en su investigación al considerar el mal como un ente, como
una privación de la materia.
El mal, para los neoplatónicos, es un no-ente, es una materia increada. Esta
sería la existencia ontológica lo contrario a la luz que proviene del Uno: la oscuridad. Obviamente Agustín rechaza esta parte de la tesis
de Plotino, puesto que él plantea que el Uno
crea a través del proceso de emanación, pero al tiempo también se puede
entrever un Dios “creador” de la materia increada, de la oscuridad. Pero si se
habla de una materia increada, está por ende existiría y no sería ya increada,
sino creada. Para Agustín la
hipótesis de la materia increada, responsable del mal como materia, le resulta ilógica.
Esta inconsistencia lógica en la teoría de Plotino para Agustín fue de gran utilidad, ya que se desvinculo del materialismo
y el dualismo de los maniqueos. Y ya no
veía el mal como un ente, como una cosa, sino como una privación, como una ausencia en la materia y que esta era
buena, puesto que provenía de la luz. Sin embargo, Agustín siguió indagando por un tipo de pensamiento que le
esclarecía la problemática del mal el cual fuese claro y distinto y no
presentara incongruencias en sus planteamientos…
El
mal físico se manifiesta en el ser humano a través del dolor.
A través de este experimenta herida su integridad corporal. El dolor, el mal
físico es un señal que no hay un orden a nivel corporal en el hombre. Este le
avisa o le advierte que hay una desproporción y desbalance en su unidad como
ser. Y como tal debe procurarse la proporción, el balance y la unidad: su
salud. Para Agustín “en un cuerpo es
preferible el dolor que resulta de una herida y que obliga a ponerle remedio,
que la gangrena que no se siente. El dolor es, pues, a la vez un efecto y una
condición del orden sensible” (186) “Pecado”
es un concepto que procede de la
tradición moral de la judeo cristiandad, este es ante todo un acto vicioso, es
decir, es un acto que se opone a la virtud. La virtud es por esencia un
hábito, esto es, una disposición adquirida y duradera que permite a quien la
pose obrar según su naturaleza. Entonces un acto moralmente bueno o virtuoso se
presenta cuando el acto coincide con la naturaleza del que la lleva a cabo.
Pero ¿Qué debemos entender por
naturaleza? Pues es lo que coloca a
un ser en su propia especie y por consiguiente en su forma. Entonces ¿Cuál es la forma del compuesto humano? Es la de ser alma razonable. Así, la razón es la que le confiere a nuestra
naturaleza el carácter de lo propiamente humano. Cuando se define la virtud
y el bien moral como lo que coincide con nuestra naturaleza, esto equivale a
definirla como lo que coincide con la razón. De manera inversa, el mal moral, el pecado, no es otra cosa
que la falta de racionalidad en el acto o en el hábito. Esta falta de
racionalidad en el acto atenta contra el orden. El orden es la adecuada
disposición de cosas semejantes o dispares en funciones de un fin. El orden es
la realización de la ley, y esta a su vez es expresión del orden.
Agustín
distingue entre dos tipos de órdenes, el orden o ley eterna y la ley natural o
temporal. La primera
hace mención a la organización que Dios ha colocado al universo, al cosmos y a
la naturaleza. La ley eterna es la razón y la voluntad de Dios, en cuanto manda
conservar el orden impuesto por Él desde el inicio de los tiempos sin
perturbarlo. El hombre puede determinar a través de sus actos, a través de su
voluntad, si decide seguir o no tales órdenes. Él puede elegir entre obedecer o
no el orden divino (o el temporal) y seguir al desorden, o viceversa. Es decir,
que el hombre tiene la facultad de elegir si quiere o desea vivir según la
carne o según el espíritu. La voluntad que se une el bien común consigue los
más grandes bienes para el hombre. “Pero –nos
dice Agustín– la voluntad que se aparta del bien inconmutable y común y se
convierte hacia sí propia o a un bien exterior o inferior peca” (187). Entonces, el origen o la causa del mal
moral es el hombre mismo y su voluntad malvada, una voluntad que se aparta de
la sustancia suprema, que es Dios mismo, y se inclina a las demás cosas intimas
afanándose por ellas. De esta manera, Agustín
llega a descubrir que la fuente de toda maldad es de carácter volitivo, es
decir, que la maldad proviene de una perversa voluntad que se aparta de Dios y
esta voluntad se encuentra en una criatura que posee la facultad de la libertad
que a través de esta puede elegir entre la posibilidad de adherirse a lo
terreno y perecedero o a lo eterno y divino (188).
El pecado es la némesis
de la Gracia y por esta razón Agustín lo lleva a otro nivel, desprendiendo su
consideración de la posibilidad ontológica de definirlo como intrínseco al ser
humano en cuanto a sus acciones, el texto citado es bien claro, pero es
importante tener presente, que de esta manera Agustín desliga a Dios tanto del
origen como de las consecuencias del pecado. Y lo plantea de esta forma
precisamente para quitarle esa nociva y perversa connotación que algunos
entregan al pecado, es decir, lo consideran un ser como tal y lo elevan a una
categoría que no posee.
La realidad del ser
humano se desenvuelve entre amores y odios y estos últimos afectan toda la
visión que este tiene de sí mismo y de su entorno. No hay posibilidad alguna de hacer a Dios
responsable de las consecuencias del accionar humano, Dios puso en nosotros un
faro habido de su luz que es la conciencia y a medida que esta se aleja de su
Voluntad entonces reina con todo su poder la nuestra y sabemos que el instinto
civilizado se termina imponiendo y relegando nuestras más altas aspiraciones
solo por animaladas carentes de razón y carácter (189). El pecado se estructura al punto de convertirse en una dialéctica
bisara que inunda todo lo bello y noble de que somos capaces. Esta pérdida de
estética esencial nos distancia de su Gracia que es –siguiendo a Plotino- una
luz accesible a todos los que buscan ser iluminados, es pues, una consideración
tanto volitiva como intelectiva y agregaría luego Agustín también cognoscible
(190).
Según la consideración
anterior el pecado no es un ente
sino la ausencia de Gracia o en lenguaje moderno “un galimatías” que entra en
su más absoluto desorden y cohíbe toda obra y expresión de humanidad. No podría
ser de otra forma y lo afirmamos porque
solo la Gracia puede transformar al informar en nosotros la Voluntad de Dios
(191). Del pensamiento del Hiponense
podemos concluir sobre el pecado y la Gracia lo siguiente:
GRACIA (192).
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PECADO (193).
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Absoluta
libertad afirmada en Dios su Causa Eficiente.
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El
pecado se estructura al punto de convertirse en una dialéctica bisara que
inunda todo lo bello y noble de que somos capaces. Esta pérdida de estética
esencial nos distancia de su Gracia.
|
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Bienestar
esencial de la persona redimida.
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Amistad
tanto historica como personal con el Dios vivo y Trascendente.
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Luz
cognoscible.
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El
origen o la causa del mal moral es el hombre mismo y su voluntad malvada, una
voluntad que se aparta de la sustancia suprema, que es Dios mismo, y se
inclina a las demás cosas intimas afanándose por ellas.
|
|
Claridad
que ilumina el alma redimida y en camino a su Creador.
|
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El
mal moral, el pecado, no es otra cosa que la falta de racionalidad en el acto
o en el hábito.
|
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Meta-comunicación
de Dios al ser humano criatura a su Imagen y Semejanza.
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El
mal físico se manifiesta en el ser humano a través del dolor.
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|
Transformación
ontológica proclive a la eternidad.
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|
A
diferencia de los santos PP. griegos Agustín insiste en la evidencia moral y
en el origen del pecado original, dejando la postura griega de la acción
punitiva y aflictiva del pecado. la diferencia entre los griegos y su
doctrina, ellos insisten en el carácter aflictivo del pecado mientras el
Hiponense se adentra en la reflexión sobre el daño moral y la naturaleza misma del pecado original.
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Orden,
Estética y Armonía (Ataraxia trascendente) en la existencia racional,
emocional y física del ser humano.
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El
pecado y el mal no son un ente sino una privación de la Gracia o luz
cognoscible de Dios.
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|
Toda
posibilidad de trascender en el Amor de Dios que es fuente y destino.
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El
pecado es por demás consideraciones la negación del orden de la Gracia y su
némesis.
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Fuente
de Amor que salta a la eternidad porque tiene su culmen precisamente en la
plenitud de la existencia.
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El
pecado no es un ente sino la
ausencia de Gracia o en lenguaje moderno “un galimatías” (desorden) que entra en su más absoluto desorden y
cohíbe toda obra y expresión de humanidad.
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DEFINICIÓN
CLAVE… El pecado no ha debilitado la fuerza moral del ser
humano y sus dones naturales, si esto se hubiera dado entonces moralmente no
podríamos rechazar el pecado y sus
consecuencias no serían contrarias a quienes viven en la Gracia y amor de Dios.
Aquí encontramos la razón de ser de su pensamiento y sin duda se distancia de
muchas posturas sobre el pecado que lo ven como benévolo al considerarlo parte
de nuestra naturaleza.
8.
FE Y
RAZÓN.
Agustín escuchó a la Fe,
pero no exaltó menos a la razón: cree
para que entiendas, y entiende para
que creas, credendum est intelligere, quod est creare, la razón es
importante porque es quien demuestra a quién hay que creer. Por lo tanto,
"también la Fe tiene sus ojos propios, con los cuales ve de alguna manera
que es verdadero lo que todavía no ve". Y señala que la Fe que no sea
pensada no es Fe (194). La realidad que se gesta a partir de la relación entre
la Fe y la Razón en el Hiponense guardara un cierto equilibrio dialectico y una
relación de absoluta necesidad existencial si se quiere ver de esta forma.
Creer en el Hiponense es esencial para la perfecta confirmación del ser humano
en posesión de la inteligencia para ser esta iluminada por la razón y en
sentido opuesto. De esta tesis sabemos con claridad que su exposición n o
generó un choque entre dialécticas sino la sublimación de una de ellas y de las
dos exaltando la categoría racional y creíble de las convicciones de los
bautizados. Agustín ve en la razón condición indispensable para creer y en la
Fe condición vital para pensar y creer. No
se trata de meras definiciones con las connotaciones propias de la humanidad
presente en ellas, sino que observamos la relación vital entre el pensar y el
creer como destino y camino a la vez (195).
“He
encontrado muchos que querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse
engañar” (196).
|
SOBRE
LA RAZÓN COMO PRELIMINAR A LA DISCUSIÓN
DE LA FE Y LA RAZÓN.
En su sentido más
general, por tanto, la razón puede ser atribuida a Dios, y
un ángel puede ser llamado racional. Pero en su sentido más estrecho
razón es la differentia del hombre,
a la vez su necesidad y su privilegio; aquello por lo que es "un
poco inferior a los ángeles" (Salmo 8,6), y aquello por lo cual
supera a los animales irracionales. El razonamiento, como dice Santo Tomás,
es un defecto del intelecto. Es cierto que en ciertos actos
nuestra mente funciona como el intelecto;
hay verdades inmediatas (ámesa) y primeros principios (archai)
que intuimos o captamos con nuestro intelecto; y en tales verdades no
puede haber engaño o error. Sobre este punto, se puede decir que el
sistema escolástico es absolutamente intelectualista. El intelecto
más pobre, para usar una expresión de Agustín, es capax Dei o también capaz
de… Dentro de cierta región
nuestras facultades cognitivas son absolutamente infalibles. Sin
embargo, los escolásticos también afirman unánimemente que la marca específica
del hombre es el raciocinio o discursus. Algunos, de hecho, como Agustín (que estaba concentrado en
su analogía entre el logos en
el hombre y en la Santísima Trinidad), insisten en el
aspecto intuitivo de nuestras operaciones mentales e
ignoran el proceso real en su conjunto. Aun así, ninguno negó que en esta vida
nuestro conocimiento es una cosa de jirones y parches, laboriosamente
tejida con los hilos del sentido. Es sólo in patria, por ejemplo, que la existencia de Dios será
para nosotros tan evidente en sí misma como lo es ahora el principio de
contradicción. La visión beatífica será, de hecho, no sólo tan
evidente, sino también tan inmediata como nuestra intuición actual
de conciencia personal. Pero entonces estaremos al nivel de
los ángeles, que son inteligencias subsistentes o intuitivas puras. Un
ángel, en la filosofía escolástica, es prácticamente el equivalente
de noûs (intellectus, intellegentia o también, intelecto e inteligencia) cuando
es utilizado por escritores como Aristóteles,
Porfirio, Plotino o Pseudo-Dionisio, para denotar no una
facultad, sino una especie de ser.
En oposición a esta
intelección ideal, tan característica de la angelología escolástica, está
nuestra experiencia humana real, que es un agignómenon, un llegar a ser. El
hombre es racional en el sentido de que él es un ser que llega a conclusiones a
partir de premisas. Nuestra
vida intelectual es un proceso, un viaje de descubrimiento;
nuestro conocimiento no es un todo ya hecho estático; es más bien
un instinto organismo con vida y crecimiento. Cada nueva conclusión se
convierte en la base de una mayor inferencia. De ahí que, la palabra razón también se utiliza para denotar una
premisa o fundamento de conocimiento, a diferencia de una causa o
fundamento real. Tan importante es esta distinción que se puede decir en
esto radica el núcleo de toda filosofía. La tarea del filósofo es
distinguir el a priori de forma lógica a partir del a priori
de tiempo; y la existencia de muchos sistemas de psicologismo y
evolucionismo atestiguan que esta tarea es difícil. Por lo tanto, se puede
afirmar que el razonamiento es un proceso sui géneris. Esta es quizás la mejor
respuesta que dar a la pregunta, tan discutida por los antiguos lógicos,
en cuanto a qué tipo de influencia causativa ejercen las premisas sobre la
conclusión. Sólo podemos decir que la validan, que son su garantía. Pues la
inferencia no es una mera sucesión en tiempo; es un nexo pensado, no sólo una
asociación entre pensamientos. Una conclusión irracional o una asociación
errónea es tanto un hecho y un resultado como una conclusión correcta; la
existencia de esta última se explica sólo por su origen lógico. De ahí la
futilidad de tratar de explicar por completo la existencia de un pensamiento
humano -la conclusión de una serie de razonamientos- simplemente por los datos de los sentidos y
las asociaciones psicológicas que lo acompañan. La cuestión de la
validez es anterior a todos los problemas de génesis; pues el conocimiento racional nunca puede ser el producto de condiciones
irracionales.
Reconociendo entonces lo
indefinible de raciocinio, podemos proceder a preguntar si la inferencia es
homogénea; en otras palabras, ¿hay diferentes formas de razonamiento? Esto
plantea la difícil cuestión de si la deducción y
la inducción son en última instancia modos irreducibles de
razonamiento. La cuestión se confunde a menudo por una definición muy estrecha
del silogismo, que tiene que ser adaptada a las ranuras de las palabras
prescritas por la sintaxis. Pero si, desarrollando el pensamiento
de Aristóteles, consideramos un silogismo como la unidad de razonamiento,
entonces podemos definirla como la inferencia de una relación entre A y C a partir de una relación de A con B compuesta con una relación de B a C. Como una ilustración podemos citar el famoso ejemplo de Mill de
la inferencia de la matrona de la villa. Mill lo llama razonamiento a partir de
detalles por analogía; pero se puede ver fácilmente que es un silogismo;
este fármaco (A) curó a mi Lucía (B), que tenía la misma enfermedad que
el hijo de este vecino (C), y por lo
tanto, curará a este niño (C). Todo
razonamiento parece consistir en tales pasos unitarios, y parece que induce a
error el hablar de la inferencia vi materiæ o material y formal son términos relativo… (197).
Fe y razón no
deben separarse ni confrontarse; al contrario, deben estar siempre
unidas. El conocimiento racional es insuficiente por sí mismo para alcanzar
la verdad. Se necesita la fe para llegar a la verdad que demanda el corazón
humano. De ahí la necesidad de que colaboren razón y Fe. La Fe debe
preponderar sobre la razón, ya que ésta es iluminada por la Fe, y la propia
razón ayuda a comprender. La verdad se transforma en una relación de
confianza donde la Fe acrecienta la inteligencia, y ésta hace razonable el
encuentro con Dios.
La
razón nos permite llegar a la Fe, preparando el alma para comprender. Pero
una vez llegado a la Fe, la persona debe utilizar la razón para penetrar
racionalmente en los datos que la revelación le proporciona. Aunque la razón
nos abra el camino hacia la verdad, una vez conocemos a Dios la razón queda
supeditada a la Fe. El camino hacia
Dios por medio de la Fe nos conduce hacia la luz de la razón y, gracias a
ella, conocemos la verdad eterna, que es superior a nosotros mismos. Esta es
la teoría platónica de la iluminación.
(198).
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ANALISIS
DEL TEXTO INTRODUCTORIO SOBRE LA FE Y LA RAZÓN.
El pensamiento del
Hiponense lo conocemos muy bien sobre esta cuestión, y lo más interesantes que
no se mueve en la dinámica socrática de la moralidad y bondad del ser bajo el
esquema del conocimiento. La Razón para el Hiponense como para la mayoría de
filósofos y aun de las personas del común define el todo conceptual de nuestra
existencia. El uso de la razón es
indispensable en la elaboración de cualquier discurso o postulado ¿y cómo podríamos conocer sin ella? Es
pues interesante como lo intelectivo define la visión historica-esencial de
nuestra naturaleza singular. La razón siguiendo a Agustín, es el medio de nuestra realidad descrita y
asimilada en categorías de lo cognoscible (199). El pensamiento no es
apriorístico estrictamente hablando ya que se manifiesta mediante figuras
conocidas previamente, no es posible
elaborar un sistema expresivo categórico sobre alguna cuestión sin antes haber
asociado términos y figuras previamente conocidas. El Innatismo supondría la capacidad cognitiva previa pero no
descubierta de la razón y un
conocimiento de estas categorías será supra
a la conciencia del ser humano. No es pues factible suponer que la razón en el
consciente humano conoce perfectamente aquello que no ha podido previamente
experimentar y no es necesariamente una postura empírica como tal sino el
desarrollo de una categoría de conocimiento enclavada en la previa experiencia
(realidad). La Gracia puede hacernos
proclives al conocimiento de las verdades reveladas porque están en el marco
conceptual de su realidad comunicada al creyente y no como un insumo de
consulta ante cualquier discusión de nuestra parte o simplemente curiosidad del
intelecto (200).
Es lógico poner nuestros
deseos de conocer aún más sobre aquel cuya existencia nos motiva a creer, estas
palabras reflejan la inquietud intelectual del creyente y fueron expresadas
por Anselmo de Canterbury (Escuela
Agustiniana) (201)… Pues desde esta percepción es claro que el conocimiento se
matricula en la visión del ser racional que busca afanosamente la esencia de su
existencia por creer que está incompleto y que solo en Dios puede estar pleno y
realizado, es sin duda, una argumento empleado por el Hiponense cuando afrontó
la necesidad de dar respuesta a su experiencia de Fe (202). La Razón en vocación Agustiniana es natural
y bajo el influjo de la Gracia se potencia aún más en las verdades reveladas de
nuestra Fe. La actualidad de la Fe es consecuencia de los bienes no
mudables en los que ella descansa y espera a la vez. Para el Hiponense la Fe es
indispensable en orden a la Salvación. No podemos hablar de eternidad sin la
certeza temporal que hay en nosotros gracias a
la praxis de la Fe. Aquí se
relacionan sustancialmente tanto la Fe como la Razón y su ejercicio en la sique
y conciencia del bautizado (203).
Todo
hombre quiere entender; no existe nadie que no lo quiera; pero no todos
quieren creer. Me dice alguien: ‘entienda yo y creeré’. Le respondo: ‘cree y
entenderás (204).
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Cree
para entender la Palabra de Dios”: “Crede ut intelligas, verbum Dei”.
Cuando la Fe acoge a la razón que profundiza en lo creído, surge la teología. Y
la Fe, como diría Agustín y también la enseñanza dogmática de la Iglesia, es
adhesión y aceptación de Dios y de lo que nos dice, no por la intrínseca verdad
de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad
del mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos. Hay
aquí un punto central en la noción de la Fe que
Agustín resalta, y es el de la autoridad. La Fe reposa sobre la autoridad de Dios, pero también sobre la
autoridad de la Iglesia que nos ha transmitido la Fe, y que a su vez nos
asegura, con su autoridad, sobre la verdad de la misma Escritura: “Yo no creería en el Evangelio si no me
indujera a ello la autoridad de la Iglesia Católica”. Ahora bien, ante la
autoridad, la actitud correspondiente es la de obediencia. Y esto tiene que ver
también con la teología. Pues quien se dedica a este menester, debe reconocer
que se halla bajo la autoridad de la Iglesia y a su servicio, porque ha
aceptado la Fe, que es reconocer la autoridad de Dios. Y solamente así, su
teología será válida y provechosa. Un teólogo y una teología que no reconozca
más autoridad que la de la razón, o peor aún, que la de su razón, seguramente
terminará mal, rechazando a Dios y a la Iglesia. Lo que nos demuestra, por contraste,
que la autoridad de la Fe no es imposición ni autoritarismo, sino más bien
protección y cuidado para que la persona –y también la razón- no se pierdan ni
desvaríen. De esta manera, en la mutua
interacción entre Razón y Fe, entendiendo para creer y creyendo para
entender, Agustín nos ofrece un camino
válido que nos ayuda a vivir con intensidad la Fe, y también a cumplir con la
tarea teológica que somos llamados a realizar, sirviendo así a Dios, a la
Iglesia y a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, invitados como
nosotros a reposar nuestro inquieto corazón en Aquel que nos creó para sí
(205).
La Fe y la Razón también son parte del testimonio eclesial, ella es la
guardiana de los presupuestos racionales e interpretativos de la verdad
revelada en las Escrituras. Aquí es posible ver la instauración de una muy
particular historia de la filosofía cristiana gracias a la connotación eclesial
que toman las reflexiones sobre Fe y
Razón por parte del Hiponense y la forma como enfrenta el tiempo
discurriendo en su contenido histórico dialectico que es la base de este
ingente esfuerzo por meter la historia del pensamiento en el ámbito eclesial.
Entendemos por ámbito eclesial la estructura moral de la Igelsia unida a su
postura ética y visión universal de los acontecimientos tanto salvíficos como
cotidianos. La dialéctica del Hiponense
nos permite observar de primera mano cómo la Fe plantea a la razón el reto de
creer sin una estricta constatación
fenomenológica de lo que se cree (206). La lógica del Hiponense se
fundamenta en la estética de la revelación y como esta puede manifestarse en la
Fe del bautizado.
El
medio natural de la Fe es la trascendencia y su connotación historica en la
realidad del creyente que modifica su percepción de la realidad material
movido por su Fe en el Dios eterno (207).
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Consideramos importante
la visión de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) (208) sobre la Fe ya que es uno de los
mayores teólogos que en el siglo actual aseguran haber leído y meditado
profundamente las obras de Agustín de Hipona, inmediatamente encontramos la
relación y cosmovisión en sus escritos y solo para ello una muy escuela
muestra:
No podemos construir
una Fe personal en un diálogo
privado con Jesús, porque la Fe nos ha
sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y
por lo tanto nos inserta en la multitud
de creyentes, en una comunidad que no solo es sociológica, sino que está
enraizada en el amor eterno de Dios, que en Sí mismo es comunión del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, que es Amor trinitario”. Dicho brevemente: “Nuestra Fe es verdaderamente personal,
solo si es a la vez comunitaria: puede ser ‘mi Fe’, solo si vive y se mueve en
el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra Fe, nuestra Fe común en la
única Iglesia”. En efecto. Es claro
que –como creemos– la vida cristiana es un vivir juntos con Cristo. Por tanto,
la Fe, que es participar de la mirada de Cristo sobre la realidad, sólo puede
ser viva en cada uno en la medida en que participa de esa misma mirada. La Fe
no nos quita nuestra personalidad, sino que la dota de una mayor profundidad de
conocimiento y de capacidad para amar.
La Iglesia es también
–como una madre que siempre da vida– el ámbito donde la fe se transmite. En
Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y les da la
fuerza para proclamar el núcleo de la Fe cristiana: Cristo es el Hijo de Dios
que ha muerto en la Cruz y ha resucitado para nuestra salvación (cf. Hechos de
los Apóstoles capítulo 2). Y muchos se
convierten y son bautizados. “Así –muestra
Ratzinger de un modo que gusta desde hace mucho tiempo
utilizar–, comienza el camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio
en el tiempo y en el espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre
la nueva alianza gracias a la sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen
a un determinado grupo social o étnico, sino que son hombres y mujeres
provenientes de cada nación y cultura”.
Este pueblo es una
familia universal: “Es un pueblo, que habla lenguas nuevas, universalmente
abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las
barreras” (cf. Colosenses capítulo 3 versículo 11). Por tanto, la Iglesia es el “lugar” donde
nace la Fe, donde la Fe se transmite y donde se celebra y vive, nos libera de
la esclavitud del pecado y nos hace hijos de Dios; y “al mismo tiempo, estamos
inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la Fe, con todo el
Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento”. Así lo dice el
Concilio Vaticano II: “Fue voluntad de
Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna
de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y
le sirviera santamente (209).
Sin duda alguna que uno
de los mayores aportes del Hiponense es precisamente el haber puesto en el
sitial que se merece la Fe en su relación con la Iglesia y el desarrollo de una
Fe eclesial signo comunitario de nuestro ser cristiano. Agustín nunca habló de la Fe sin contar con la Madre de los
bautizados y precisamente ese amor es contagioso y brota de quien medita y
estudia asiduamente su pensamiento, es una maternidad que da frutos de
eternidad, la salvación es solo obra de Dios pero su Voluntad descansa sobre la
justicia de la Iglesia que engendró su Adorado Espíritu Santo, “su”
sin que implique perdida de la Personalidad Divina de la Tercera Persona de la
SS. Trinidad. Estudiar a los santos PP. de la Iglesia solo puede hacernos
crecer en amor por ella (Iglesia) (210).
El acto de Fe como el
asentimiento del intelecto a una verdad que está más allá
de su comprensión, pero que acepta bajo la influencia de
la voluntad movida por la gracia; y a partir del análisis
estamos ahora en condiciones de definir la virtud de la fe como
un hábito sobrenatural por el que creemos firmemente que
son verdaderas todas esas cosas que Dios ha revelado. Ahora bien,
toda virtud es la perfección de alguna facultad, pero la fe resulta de la
acción combinada de dos facultades, a saber, el intelecto que provoca el acto,
y la voluntad que mueve el intelecto para hacerlo; en consecuencia, la
perfección de la fe dependerá de la perfección con que cada una de estas
facultades realice su tarea asignada; el
intelecto debe asentir sin vacilar, la voluntad debe moverse con rapidez y
facilidad a hacerlo (211). Agustín pasó
de una mística de Cristo a una mística de la Iglesia. El Pueblo de Dios es
objeto de Gracia y vehículo de la misma, Ecclesia omnium Gentium (211.1), Verus Israel. Es un Corpus permixtum, trigo y
cizaña, grano y paja. Es santa, pero no desprecia a los pecadores, sino que
aspira a sanarlos. Por la inserción en esta Iglesia se verifica la filiación
divina (211.2) Esa filiación no es natural, sino adoptiva. No es adopción
meramente jurídica, sino mística, real. El creyente se incorpora a la Iglesia
por medio de la fe, pero es dado a luz a la vida de la misma mediante el
Bautismo (211.3). Es ella la que engendra, aunque sea en el campo de los
herejes y cismáticos, ex viri sui semine o virtud de
la semilla (211.4). Por ser fuente y
vehículo de la Gracia, suple todas las deficiencias humanas. De este modo, la
Iglesia se convierte a su vez en Camino-Verdad-Vida, aunque subordinada a su
Cabeza que es Cristo, de quien recibe ese derecho de mediación delegada. No se olvide, además, que quoad nos la Iglesia es la
mediación hacia el mismo Cristo. Por eso, metodológicamente, ve la
Eclesiología antes de la Cristología, aunque genéticamente el orden sea
inverso. Las tres funciones de la Iglesia fueron estudiadas por Agustín frente
a enemigos diferentes, y por eso es necesario un reajuste en su sistema. El problema de la Iglesia-Vida, que fue el
último y decisivo, se perfiló frente a los donatistas y se perfeccionó frente a
los pelagianos; podemos, pues, definir con exactitud en cada momento la postura
de Agustín, a quien ahora designaríamos como hombre consagrado al servicio de
la Iglesia.
La filiación adoptiva es
consecuencia del sacrificio de Cristo en la Cruz y no el resultado de mérito
alguno de nuestra parte, no se trata de un desenlace natural de nuestra
condición sino de la manifestación resucitada del amor de Cristo en cada uno de
nosotros los bautizados. La eclesiología del Hiponense supera el estadio
organizacional de verla simplemente como una institución con su normatividad y
políticas de “funcionamiento” sino verla trasparentada en una Madre espiritual
que por medio del santo Bautismo toma a sus hijos renacidos en la “pilas
bautismal” (211.5). La Iglesia es
también el escenario de la Reconciliación de Dios Trinidad con la creación
herida por nuestra culpa. Esta mediación eclesial se manifiesta en la vida de
Fe y en los Usos y Costumbres, en la vida sacramental, en la predicación y
defensa del depósito de las Escrituras reveladas. Es
pues, una realidad que la Gracia entra en la historia y toda de la Igelsia el
medio y la finalidad de su presencia, esta finalidad fue ordenada por el Padre
antes de todo tiempo…
Un solo Señor,
una sola Fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos”
(212).
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La cita de Efesios puede
para nosotros resumir el fundamento y naturaleza de la Fe del Hiponense. Esta
Fe es la Fe de la Iglesia en solo y único Salvador en mandato de uno solo y
único Padre de todos y en que es único y únicamente procede de Entrambos el
Espíritu Santo. Es la definición preferida del Hiponense sobre el Espíritu
Santo, es la visión latina de la procedencia del Espíritu de Dios que aparece
como lo que es y se revela a la humanidad, nuestro gran reconciliador. Aquí encontramos el reflejo de una Fe
necesaria pero también de una reflexión a la luz de la Gracia que hace
indispensable el pensamiento como la injerencia de su lógica (213). La
iluminación de la razón y la Fe –parafraseándole en verso- obra del Espíritu
Santo son (214).
Las enseñanzas de esta Fe
se desarrollan, por supuesto, con las necesidades de los tiempos,
pero la Fe en sí misma permanece inalterada. Las opiniones modernas son
completamente destructivas de tal unidad de creencia porque su
principio fundamental es la supremacía del juicio individual. Ciertos
escritores, en efecto, tratan de superar el conflicto de opiniones resultante
defendiendo la supremacía de la razón humana universal como un
criterio de verdad; por lo tanto el señor Campbell escribe: "Uno no puede realmente comenzar a apreciar
el valor del testimonio cristiano unido hasta que uno es capaz de permanecer
fuera de él, por decirlo así, y preguntarse si suena cierto a la razón y al
sentido moral” (215). Citamos a uno de los PP. del Movimiento de
Oxford nos referimos a Newman cuya
lectura plena de las obras del Hiponense se reflejan en la concepción de la Fe
en una institución universal que antropológica y sociológicamente se reflejan
en la Iglesia local como extensión esencial de la Iglesia de Cristo. Nosotros
no vivimos una participación de la Iglesia de Cristo, nosotros los Episcopales
y en general los Anglicanos somos por intuición parte de esa Iglesia de Cristo
y ella es tan Madre de unos (Católica Romana) como de otros Católicos
Anglicanos y Griegos). No excluimos a
nadie simplemente hablamos en la perspectiva histórica del Hiponense y la
categoría de la universalidad de la catolicidad. Otros también son cristianos
como nosotros pero la catolicidad se
vive por la filiación y el amor a la Iglesia.
Como expresaría Benedicto XVI “somos
parte de la Iglesia y ella se materializa cuando nosotros creemos y vivimos
esta Fe” (216).
NOTA
DEL AUTOR: Como Episcopales no estamos estableciendo
diferencias en el acto de creer sino en
el contenido de la Fe de la Iglesia donde vivimos nuestra experiencia
trascendente en el Dios revelado como
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las creencias forman parte de nuestra vida
y de la forma como interpretamos el mundo y su realidad. Somos pues cristianos
en actitud dialogante de frente al Dios vivo y trascendente cuya Palabra es
Jesús Encarnado (217).
La realidad de la
presencia amorosa de Dios se vive en la Iglesia porque como tal esta
institución es signo de vida y manifestación
de Dios en su Ser bondadoso, pues es precisamente Dios quien dando su
amor decide habitar en medio de los suyos, ya no hay tienda del Encuentro como
aconteció con el pueblo en el desierto, ahora es el tiempo de la revelación
plena, ahora es el Verbo Palabra del Omnipotente Dios Trinidad que se revela en
el corazón eclesial y ella es depósito de toda Gracia revelada. De este tipo de expresiones tomamos
la dinámica eclesial de Agustín que ve a la Igelsia y luego la presencia de
Cristo en ella porque como casa de su amor contiene lo que Dios mismo dispuso
que ella contuviera (217.1).
Una vez cometido el
pecado original histórico, la humanidad se desdobla en dos unidades y en dos
posturas muy diferentes: el pecado y la Gracia; el infierno y el cielo. El
Paraíso es el estado ideal del hombre, tal como Dios lo planeó y realizó: se
caracteriza primero por su unidad perfecta (naturaleza-gracia; gracia-libertad); luego por la sabiduría: Adán
conoce a Dios, es sabio; finalmente, por el orden interno y externo perfectos.
A esos caracteres fundamentales se añaden los privilegios preternaturales
(inmortalidad, impasibilidad, libertad, ciencia, poder) difíciles de concordar
con las limitaciones propias de toda criatura. Agustín, frente a los maniqueos,
muestra que Dios no creó el mal. ¿Cómo se entiende psicológicamente el primer
pecado dada esa perfección de los primeros padres? Para explicarlo de algún
modo afirma que Eva fue seducida por la serpiente (1 Timoteo capítulo 2 versículo
14), pero ve que también Adán fue seducido (Romanos capítulo 5 versículo 14). Quizá creyó Adán que Dios le perdonaría
fácilmente; pero su pecado fue total y sin atenuantes. Fue un pecado satánico:
Adán se desprendió de Dios, se des-unió y realizó su pronunciamiento en el
campo de la ciencia. Cortó el acueducto por el que recibía el agua de la
sabiduría para mostrar que su pozo era propio. Y puesto que Adán era el
Patriarca (217.2) (en Rom.,
5, 12, Agustín lee con la Vulgata: In qua omnes peccaverunt o también “porque
todos pecaron”), quedó roto el pacto original (alianza original). La
situación histórica del hombre, consecutiva al pecado, se llama miseria. El
hombre caído perdió: la
unidad-ciencia-orden originales y así perdió la justicia y la moralidad
originales. Entró en vigor el engranaje de las múltiples y diversas debilidades
naturales: división, ignorancia, concupiscencia, mortalidad, posibilidad, etc.
Tales debilidades cobran carácter penal, puesto que ahora son privaciones.
Perdida la unidad original, se perdió también la visión de Dios (valores
supremos) directa e inmediata (mística) y con eso se perdió la libertad u
ordenación del amor, ya que la concupiscencia es una inclinación al mal. No se
perdió, en cambio, el libre albedrío, si bien quedó amenazado por la situación.
Las consecuencias fueron muchas. En primer lugar, se hizo imposible la
comunicación directa con Dios, que será luego reestablecida por las
mediaciones: Cristo, Iglesia, Sacramentos, jerarquías, mundo (como espejos y
enigmas, analogías).
En segundo lugar, el
hombre se ve forzado a levantarse en este terreno en el que cayó, lo sensible,
la carne, etc. (217.3). Pero el estado
de miseria quedó desde el primer momento orientado hacia un nuevo orden, que es
la gracia de la redención o restauración, cuyo proceso ha de desarrollarse en
sentido inverso a la caída. Agustín
afirma, como Pablo, varios periodos en la Historia de la Salvación. El
primer periodo es la alianza natural, ya que el hombre, a pesar del pecado
conservó las reliquias de la imagen de Dios en su miseria. La imagen quedó sólo
deteriorada y oscurecida: de ese modo la ley natural es suficiente para salvar
al hombre, contando con la gracia de Dios. Es la hipótesis de la conditio naturae (natura pura) vitiata, pero no vitium (217.4). (De Spit. et Litt., 26, 43 ss.:
PL, 44, 226 ss.). De ese modo, la Ciudad de Dios, constituida por el Corpus de todos los
predestinados, comenzó con el justo Abel (217.5). El
segundo periodo es la Ley, que implica tres cuestiones esenciales. Dios
eligió, para salvar al mundo, un pueblo que era pequeño, malo y obstinado.
El tercer periodo se inaugura con Cristo, Redentor, Camino-Verdad-Vida. El tema esencial es
la Gracia, que unifica, ilumina, supera la concupiscencia y de este modo
reestablece la libertad en el corazón. Así se recupera la imagen sobrenatural y
por ella se restaura la imagen natural oscurecida y deteriorada. Sin embargo,
ya no hay posibilidad de volver al Paraíso, al estado ideal; por eso no se
recobran ciertos privilegios, y la vida del cristiano es drama, lucha, libertad
generosa, sacrificio humano, gloria del mundo. Después de observar la reflexión
sobre su antropología y la postura del ser humano en su respuesta a Dios
salvador, encontramos en Agustín que la historia de la filosofía que él mismo
plantea es propia aunque el modelo no, la respuesta racional y comprometida del
ser humano es para el Hiponense signo inequívoco de la presencia e injerencia
de la Gracia. Es un cuadro alentador donde el ser humano opta libremente pero
su opción que esta contextualizada en la ingente Voluntad salvífica de Dios. La Predestinación como doctrina de Agustín,
sublima la libertad que siglos después los materialistas y los existencialistas
condenaran. En Agustín la libertad es consecuencia de la Gracia y el poder
de ser auténticamente libres supone
directamente el complimiento de neustros ideales evangélicos de lo contrario la
naturaleza limitada actuará como si no tuviera limite, pero él lo ve como una
bendición del Creador y no una condena ineludible (217.8).
Existe una relación de índole hipostática si
se quiere ver de esta forma entre el ser humano y la libertad, donde la Gracia
potencia todas las cualidades y atributos del ser humano para que este viva a
plenitud su situación en el mundo y
asuma en la historia el desarrollo del plan salvífico. La persona redimida en
constante o permanente actitud dialogante con su Señor y Creador. La Divinidad
que se manifiesta en el mundo y sus relaciones toma rostro en el Verbo
Encarnado y su rostro es el de la humanidad libre por Gracia y camino a su
plenitud. Aquí el concepto de libertad supera las expectativas de todo orden o
principio tanto en la sociedad o colectivo como en el medio relacional de cada
persona con su entorno. Agustín ve con absoluta lucidez como esto es posible
gracias a la inclusión amorosa de Dios en cada una de las realidades tejidas
por los bautizados. El pecado es la
amenaza directa contra la libertad y la sublimación del ser redimido en sus
acciones y criterio frente al mundo como
realidad creada y moldeada en acciones y pensamientos. La dialéctica de la Gracia supone la plena
disposición del ser humano para alcanzar su concreción y de esta forma lo que
antes era supra ahora se convierte en una relación vital historica (217.9).
9.
CIUDAD DE DIOS.
“El
libro es teología, filosofía,
política, apologética e historia. Unas veces el autor es expositor, otras
didáctico, otro lirico y siempre filósofo, que se remonta en el orden de las
causas hasta encontrar la mano de Dios. Pero es, sobre todo, teólogo lleno de profundidad,
por donde corre la vena caliente de su vida interesante y afectiva. La Ciudad de Dios es la primera tentativa
humana por hacer filosofía de la Historia. Es apologética y es cantico
dogmático” Palabras de Enrique Cabo sobre esta obra de Agustín (218).
|
La crítica historica es
bien profunda tratándose del Imperio Romano que en cuanto a sociedad había
construido sus propias Epopeyas para argumentar el origen divino de sus
realidades politeístas. Se horraba como diría Agustín, a la diosa de la salud
como a la de la enfermedad y sin duda que tal argumento colectivo generaba el
Agustín críticas no tanto al sistema mitológico y religioso de los romanos como
si al sentido común en sus concepciones sobre la vida y la felicidad, es el
tiempo en el que el estado interviene en la institución eclesial y lo hace
movido por intereses de gobierno. Agustín ve la realidad y se pregunta porque
razón se honra a la prosperidad, a la felicidad, al buen tiempo, a la alegría,
cuando ellos viven y son artífices del Imperio más grande hasta el momento. Que
puede mover al ser humano para honrar lo que precisamente dice tener y defender
como precepto de su sociedad y no buscar ingentemente lo que verdaderamente
necesitan para construir su felicidad (219). Es sin duda un recurso apologético
que emplea Agustín para defender a religión y su catolicidad. Ellos perseguían
a los cristianos y a pesar de ellos sus diócesis no agotaban la necesidad
social como tal, es decir, atacaban al cristiano y el romano no era feliz y
mucho menos la situación de su cultura que estaba en franco deterioro. De esta
forma podemos distinguir en su obra tres fundamentos que son:
·
Teología.
Argumenta Agustín sobre
el Dios Uno que se muestra ordenado y en total Unidad como Identidad esencial
frente al politeísmo romano que no encuentra desasosiego en sus múltiples
expresiones culticas. También hace mención de quienes antes que el buscaron
fines similares en el contexto de un medio plagado de diatribas sobre los
dioses y su autenticidad, solo para citar de ejemplo a Justino (220) tertuliano (221) este último se distinguió
por aproximar el contenido filosofico al campo de lo jurídico (Haciendo la distinción
entre el clérigo y el laico en el orden social y legal y hablar de jerarquía) y
por ultimo Teófilo de Antioquía (222). La
reacción social es dramática a estas alturas si tenemos presente que en el
Imperio los valores eran de índole cívicos y la población reflejaba en ellos el
carácter de sus creencias, como era de esperarse, la lucha de lo jurídico
incorporó nuevas concepciones del ser ciudadano y la categoría y calidad de persona, recordemos que los esclavos en Roma eran
propiedad carente de algún tipo de derecho o reconocimiento, el orden jurídico
romano los veía de esta forma lo que sin duda entraba en la más absoluta
contradicción con el Evangelio (223).
La vida feliz que
motivaba el avance del Imperio es ahora un remedo ante no saber a quién
dirigirse para los fines señalados, los mismos que concretaron su desarrollo y
poderío ahora no tienen argumentos para frenar la pérdida de fe del colectivo romano en su sistema y todas las
instituciones. Esto es rápidamente asociado por Agustín en contrapeso con la
felicidad y eternidad que concede Dios a los suyos, no es el estadio y su política
quienes logran el bienestar real de los ciudadanos , esto último lo deja el
creyente en manos de Dios (226). Entonces
la postura que describimos generaba choques entre los decadentes de Roma y el
surgimiento de la cosmovisión cristiana. Desde luego las comparaciones del
Hiponense son agudas y eficientes, relaciona la sociedad romana con la invención troyana, de cómo los
estereotipos de esta sociedad son fundamentados tanto en el pasado como en el
presente en concepciones culturales tomadas de otros pueblos y particularmente
de quienes eran invadidos por estos. Un modelo cultural así tenía que flaquear
en cualquier momento. Para Agustín el Ethos romano era una mezcla eficaz en sus
primeros estadios de civilidad pero con el paso inexorable del tiempo no. En su
pensamiento condena el suicidio alegando
que es ilícito que un cristiano atente contra su vida de allí que el martirio
sea re conocido como una forma de confesar la Fe por quien se está entregando
la vida (227).
En defensa de la vida
Dios le exige todo a su criatura es decir, a cada uno de nosotros (228). La
Ciudad de Dios es vista como un tratado de filosofía de la historia y principio
de Teología política, la construcción de
dos realidades que hace el Hiponense le lleva a ver las conveniencias de una
ciudad de los hombres y otra de Dios donde los principios y fundamentos
evangélicos hacen la diferencia. Lo más parecido en la concepción presente
es a un Estado de índole religiosa donde los poderes civiles y religiosos se
funden en una sola dialéctica social, cultural, política, económica, en una
palabra, donde los principios son los
mismos bajo el signo de la verdad trascendente (229). Bajo la dinámica del
Hiponense el bien se manifiesta en la estructura de gobierno y la bondad de la
interacción con el Dios revelado es el éxito de esta Ciudad, nos referimos a la
de Dios. El modelo antropológico se
mezcla dramáticamente con el idealismo Agustiniano y de esta forma los
cuestionamientos de la estructura política salen a flote bajo los conceptos
presente en el Imperio (Agustín vivió su ministerio en la Númidia provincia de
Roma). Este conocimiento es clave para ver desde dentro las implicaciones de
esta sociedad y sus modelos y referentes (230). Esta construcción sobre
presupuestos sociológicos es vista como la paternidad de la Sociología moderna
que maduró algunas ideas presentadas en la Republica de Platón (231) y en la Ética Nicomaquea de Aristóteles (232)
que a diferencia de Agustín asumen la divinidad desde la armonía de sus modelos
políticos, es decir, para Platón Dios es el orden de la Republica, y en Aristóteles los principios de su Ética son clave en la configuración de
su orden social y político, como quiera
que son manuales para la civilidad y lo que ello implica en el Ethos cultural
que se construye bajo la Norma y en su espíritu. Agustín ve argumentos solo similares en
cuanto a los principios sociológicos de su exposición. El estado es el encargado de la Ética y Moral el ciudadano que es un
creyente en el orden justo que procede de Dios. En lo personal que me atrevo a decir, que la concepción el
Hiponense descansa sobre la revelación de un orden moral como ético por parte
de Dios en la sique y conciencia del bautizado. Agustín ve la Sociedad construida en la Ciudad de Dios como la auténtica
manifestación de Dios en el orden de las cosas y del Estado (233).
Observando el andamiaje
ético y moral de la propuesta del Hiponense él mismo asume que los mártires (para
su época) desde luego, son la más autentica expresión de la Fe en el
Resucitado y que aun los ritos paganos no poseen memoria de tener mártires en
sus cultos. Lo anterior indica que la auténtica expresión de donación se vive
en el medio del cristianismo (234). La soberbia que está presente en el ser
humano impide la ascensión de los ideales preconizados en la confesión de
nuestra Fe por el brillo mundano que implica perdida de la luz del resucitado
en la mente y conciencia del bautizado. Es un escollo de la interiorización del
mensaje y la construcción del modelo supra de nuestra sociedad (235). El
Imperio romano también recibió el poderoso influjo de la cultura griego, su
pensamiento y ciencias se manifestó en muchísimos aspectos de la vida romana.
Esto desde sus comienzos trajo una consecuencia positiva para la incipiente
mitología romana y fue en época de
Augusto quien encomendó al poeta Virgilio (Virgilio Marón, autor de
obras como la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. ) el
hacer la propia epopeya sobre las gestas
y héroes nacionales romanos, este encargo por definirlo de alguna manera,
facilitó la ascensión de una cosmovisión propia y una nueva mentalidad
religiosa que fue degenerándose aún más con el correr el tiempo. Tal situación
les lleva construir toda una intrincada trama que justifique la visión de un
mundo gobernado por los dioses y sus caprichos. Sin duda la identidad romana y
el espiritu nacionalista fue honrado con su obra titulada La Eneida (236).
Boecio: Su inmensa obra
escrita destaca por la labor de traductor y comentarista del pensamiento
griego y por sus escritos originales: traduce los Primeros Analíticos, los
Tópicos y Razonamientos Sofísticos de Aristóteles, constituyendo este cuerpo
de obras, junto con su traducción y comentarios de las Categorías (509-10) y
el Peri Hermeneias (511-13), el
único material lógico y filosófico de Aristóteles que se empleará en toda la
Edad Media, hasta que en el Siglo XII y XIII aparezca el resto del Corpus Aristotelicum. De ahí la
capital importancia de Boecio en la
fílosofía medieval, particularmente en lógica. Hizo también dos comentarios y
una traducción de la Isagogé de Porfirio (509-10). Escribió además varias
obras originales: sobre las cuatro artes del Quadrivium, de las que se
conservan las referentes a aritmética y música (De institutione arithmetica y
De institutione música, ca. 500-505); sobre los silogismos (Introductio ad
syllogismos categoricos, De syllogismo categorico y De syllogismo
hypothetico, ca. 510-514); De divisione (ca. 514); De diferentiis topicis (ca
515); y algunas otras pérdidas o de dudosa autenticidad, además de diversas
obras teológicas y el ya citado De consolatione Philosophiae.
El deseo de Boecio fue dar a Roma la primacía cultural en todo campo, para lo
cual quiso hacer latino el conjunto de doctrinas de la filosofía griega,
situándose en la línea neoplatónica de Porfirio (239), Proclo (240) y Ammonio (241), y tratando de armonizar a
Platón y Aristóteles.
Hasta la primera mitad del s. XII prevalece en la Edad Media la división de las ciencias, de tipo estoico (transmitida por Agustín e Isidoro principalmente (242)), de Física-Lógica-Ética (Gran lector de Agustín y último de los santos PP. de la Iglesia latina). A partir de esa fecha se emplea sobre todo la aristotélica: Teóricas (Filosofía Primera, Matemática, Física) y Prácticas (Ética, Política, Económica), división que es tomada precisamente, por una parte, de Boecio y, por otra, de los árabes (p. ej., al-Farabi) (243). Al grupo de ciencias teóricas hace corresponder B., con criterio platónico, una jerarquía de seres y una escala de facultades cognoscitivas en el hombre: intelectibles o absolutamente inmateriales, que se captan por el entendimiento puro, dando lugar a la Teología o Filosofía Primera; inteligibles o causas ejemplares de las cosas, captables por la razón discursiva en las Matemáticas, etc.; seres naturales, cuerpos materiales, cognoscibles por los sentidos y la Física. A este cuerpo de ciencias añade otra que llama Rationalis, o Lógica, de la cual no decide si se trata de una parte de la ciencia o de un instrumento previo a la misma. La importancia de Boecio en el campo de la lógica, ya la hemos subrayado arriba; pero en otro punto es pieza clave en la Edad Media pues comentando el famoso pasaje de Porfirio, en su Introducción a las Categorías, en que plantea la realidad o no realidad de los universales Boecio da un primer atisbo de solución, iniciando así el famoso problema de los universales: la tesis de Boecio se acerca un tanto a la aristotélica, pero la desdibuja al final apuntando también a la platónica de las ideas universales subsistentes. La existencia de Dios se basa en la idea de que Él es un ser más perfecto que el cual no puede pensarse otro, principio que adoptará luego Anselmo, y al que se llega a través de la imperfección de las creaturas, las cuales exigen la existencia de Aquél. Dios está por encima de toda categoría (idea que luego tomará Escoto) (244) y es Creador (con creación eterna, aunque no está claro si ex nihilo) y Providente. Dios es además el objeto sumo y propio de la felicidad del hombre. Finalmente, Dios se distingue de las creaturas en cuanto que en éstas diversum est esse et id quod est, (miremos su traducción al castellano, es distinta de la que es) y en Dios el esse y el id quod est equivale a decir son lo mismo. Aunque parece que esta fórmula no plantea el problema posterior de la distinción entre esencia y existencia (sino entre la sustancia y el principio de su ser sustancial), sin embargo, este texto, junto con posteriores elucubraciones (p. ej., de Avicena) (245), dará lugar al famoso problema medieval de la esencia y existencia. El hombre, compuesto de cuerpo y alma, es definido con la famosa fórmula: persona es rationalis naturae individua substantia (Contra Eutychen, 5). Parece ser que Boecio sostiene la preexistencia de las almas habiendo sido intelectibles antes de inteligibles o incorporadas. El hombre es libre en cuanto que puede elegir dentro del ámbito de su conocimiento; por tanto, conociendo a Dios somos máximamente libres, y conociendo lo sensible, esclavos. Por ello, podría verse aquí la solución del problema de la libertad y Providencia: sometiéndonos a ésta somos libres; sometiéndonos al destino de las leyes físicas y sensibles, esclavos. |
INTERPRETACIÓN DEL TEXTO ANTERIOR A LA LUZ DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO.
La reflexión Agustiniana
se adelantó a este segmento de pensadores ya que el Hiponense consideraba la realidad de la creación como un Acto de la
Voluntad de Dios (Acto Puro en la escuela Aristotélica) sin predominación de la existencia de nada
antes que de Él mismo. La realidad de la
Voluntad de Dios es la creadora de todo cuanto existe (ex nihilo) la inmanencia de la vida es una dificultad propia de
aquellas épocas, es decir, la información de la semilla o la razón seminal de
la vida por razones de tipo científico no estaba bien defendida e incluso el
mismo Agustín suponía la posibilidad de aceptar el aborto las primeras semanas
por no considerar que la configuración de persona humana se encontrara plena en
su naturaleza, esto se debe como decíamos antes al momento de su trabajo, no es
una afirmación maliciosa es tendencia de la época, lo mismo sucedió posteriormente con Tomás de Aquino en el siglo XIII. La naturaleza es por definición la forma
como existimos y esa forma es racional, como consignábamos antes (posteriormente
la escolástica retomará esta tesis y la aceptará plenamente) (246). Agustín
asume la realidad creadora de Dios partiendo de su Ser absolutamente Divino, es
decir, que Dios crea por ser Dios y solo eso, que la creación no se
particulariza sino es en el tiempo y que la materia y el tiempo existen a la
par y no hay una antes que la otra y viceversa. Esto último descarta la
interpretación platónica del Mundo de las Ideas y materia prexistente como la
figura dialectizada del Demiurgo o artesano. Pro nos deja pensando en Plotino y
la existencia del Uno que es antes que todo. El Nous es el intelecto y solo
se predica de Dios que es el Uno y el Sumo Bien y los atributos en superlativo.
Reconoce el problema del alma como espiritual y el cuerpo como materia. Pues esta postura afirma categóricamente y
así lo interpretamos el Hiponense que Dios es el Creador absoluto y que lo que
se equipara a los platónicos sobre el molde de las ideas lo encontramos
cristianizado el concepto (en la Mente
de Dios) puesto que para el Hiponense la creación es un Acto de
Dios lo afirmamos como expresión volitiva de su Amor, es decir de su Voluntad y
de la nada (247).
La creación entra también
en la construcción antropológica de la humanidad, es decir, la sociedad es
parte de la obra de la revelación de Dios como creador, la historia desde la
perspectiva salvífica es enfocada por el Hiponense partiendo de la absoluta
soberanía de Dios. Estamos ante una construcción maravillosa de la historia en
perspectiva salvífica y como la Voluntad de Dios no se pierde en la escena de
la vida humana. Agustín como ninguno de los santos PP. de la Iglesia se adentra
en la comparación Psicológica y la praxis axiológica de los principios del
Evangelio en el escenario social,
político, cultural, económico y desde luego religioso. Es una manera de concretizar la dialéctica de
un Dios que se revela en el enclave crítico de nuestra realidad de allí su
expresión: “Nada de lo humano me es
desconocido”, esta crítica
esencialmente relacional aborda al ser humano en todos los escenarios posibles,
determinando con ello la carga motivacional y sociológica que hace de cada
experiencia humana un reflejo de acciones anteriores y futuras, trivializando
la expresión del Hiponense diremos: Una
imagen vale más que mil palabras, pues la connotación de la dialéctica propia de nuestra
naturaleza en su manifestación tanto racional como afectiva y emocional (248). Es
una apreciación antropocéntrica porque haced el fenómeno humano el punto de
partida del entendimiento de la revelación de Dios a la humanidad. El contenido
totalizante y totalizador de su presencia hace de cada experiencia humana una
posibilidad salvífica, recordemos que el Hiponense como nosotros creía en la
salvación de un proyecto de vida y no de acciones aisladas del ser y expresión
humanos (249).
La Civitas Dei, es todo un
ejercicio se aproximación al ser fenomenológico de la Gracia de Dios hacia la
humanidad. De la construcción dialéctica de la historia remarcando la forma
como Dios actúa en el orden establecido por el ser humano sin dejar fuera nada
de lo humano como veíamos antes. También como aporte de esta obra de Agustín
podemos asegurar por sus propias expresiones que la historia de la revelación
desde Abraham hasta Cristo esta sintetizada en la Ciudad de Dios citando a
historiadores como Eusebio (es
conocido como el Padre de la Historia
Eclesiastical) y su “historia
cronológica” (250). En este contexto es importante mencionar que Agustín
frecuentemente citará a Cicerón (251)
y al bueno de Séneca (252). Sobre
las obras y el aporte de estos pensadores el Hiponense hace mención en las
Confesiones (253). Su situación a raíz de la meditación de estos escritos la
podemos comparar con el siguiente verso de Homero el poeta griego “El olor que se pega una vez a la vasija,
le dura después mucho tiempo”. En la lista es bueno recordar a su poeta
favorito, estamos hablando de Virgilio que era común leerlos entre los más
pequeños en las instrucciones y tertulias familiares. La cita constante de
tales escritores muestra en la Ciudad de Dios el drama al que el Hiponense se enfrenta
tratando de superar viejas nociones académicas ya que muchas de ellas llegaron
en el proceso de su conversión y a la
hora de estructurar su obra y poner de manifiesto la presencia de Dios en la
historia se siente obligado a rebatirlas y argumentar su tesis sobre los
preceptos de las Sagradas Escrituras (254). Desarrollando una interpretación de
los acontecimientos a la luz de
revelación escrita, tal forma de proceder sirve de marco conceptual en
su trabajo sobre las Escrituras reveladas. No sería posible pensar en un
trabajo sobre la historia donde no entre el concepto de salvación y mucho menos
ver la historia como simple cumulo de acontecimientos estrictamente humanos, lo
sobrenatural es visto por Agustín en cada paso que el hombre convertido da en
dirección de su destino que no es otro que el mismo Dios (255).
Sin dejar de notar felizmente que su obra
condensa mucho del pensamiento del mundo antiguo citando infinidad de episodios
y autores que más tarde constituirán la base del pensamiento global. De la
anterior expresión estamos seguros de su
aporte al conocimiento académico y a las tendencias antropocéntricas que
afloraron más tarde particularmente en el periodo del Renacimiento, la línea de
tiempo que establece el Hiponense nos permite hoy ver la prolijidad de su
pensamiento y la capacidad de abarcar las concepciones más amplias sobre el ser
y su problema, luego su obra particularmente la Civitas Dei es un monumento al conocimiento clásico de la historia
del pensamiento antiguo y su inserción en la cultura que se gestó precisamente
con la crisis de las culturas clásicas, recordemos una Roma a punto de ser
invadida por los pueblos barbaros (los sajones, los jutos, los alanos, los
suevos, los burgundios, los vándalos, los alemanes, los anglos y muchos otros.
El término Bárbaro se aplicaba a los
habitantes de los pueblos limítrofes con el Imperio) (256).
Según lo expresado en
líneas generales la Civitas Dei la podemos considerar como una obra de hermeneútica de la historia, aquí
podría surgir algunas dificultades de entendimiento en el orden filosofico de
su contenido por lo que aclaramos que si es definida desde la perspectiva de su
trabajo hermeneútico es precisamente indicando con ello su valor de hechos
concretos descritos y un análisis no “causal” puesto que el objetivo del Hiponense
no es enfrentar la historia humana y descifrar el porqué de los acontecimientos
sino mostrar con toda agudeza la relación de la siguiente manera como aparecerá
en el recuadro (257):
EL HOMBRE.
|
DIOS.
|
LAS ACCIONES DE
LA HUMANIDAD
(258).
|
La Teologia historica que
se desprende de la obra del Hiponense nos permite observar en toda su dimensión
la concepción salvífica de su pensamiento y como también su pensamiento encaja
perfectamente con la idea cristiana del Cristo presente en la historia de la
creación, en este caso con el Cristo vital en nuestra historia personal y
universal. El cristocentrismo de la obra
del Hiponense es evidente y hace confluir todo hacia la posibilidad-realidad,
salvífica del Señor resucitado. Es pues, interesante como Agustín hace una lectura dinámica de la
sociedad en la que se encuentra pero como buen investigador acude a la génesis
del problema. En su concepción de la historia
la Igelsia es vital ya que en ella asegura el depósito de la Fe revelada
y dada a los seres humanos como un don precioso, no vemos posible hablar de un
modo teológico Agustiniano sin ver en el horizonte la autoridad incuestionable
de la Madre Iglesia, Agustín no era un
patriota en el sentido pleno del termino pero si un hijo de la Iglesia con toda
la realidad dialéctica que tal afirmación implica (259). Cristo es descrito y visto plenamente
como el mediador por antonomasia entre Dios y la humanidad, esta afirmación la
encontramos en (XVIII 1) de su obra. Cuya significación nunca agota la posibilidad
eclesial de ser testiga y testimonio del Resucitado. Estas últimas meditaciones
fueron definitivas en el Libro X de su obra (Veintidós libros de la Civitas Dei)
(260). El cristianismo tomó un realce
inusitado gracias a la obra del Hiponense al ser puesto en el contexto
histórico de las culturas clásica y emergente de la Edad Media.
Agustín de Hipona se
mueve en medio de dos realidades y dos amores que gastan su vida y comprensión
del entorno. El amor que experimentó por el mundo y sus entretenciones y la paz
plena del amor de Cristo. La historia que relatan las dos ciudades es reflejo
precisamente de sus sentimientos y la connotación Psicológica de su observación
de estas realidades que no precisamente son una manifestación dualista de sus
ideas y doctrina. Miremos de sus reflexiones lo siguiente: Fecerunt civitates duas amores duo, terrarum scilicet amor sui usque ad
contemptum Dei, caelestem vero amor Dei usque ad contemptum sui en su connotación al español el Hiponense
nos dice: Lo hicieron los dos amores: el amor de sí al desprecio
del mundo, mientras que el amor de Dios y su contento (261). El mundo que ofrece el modelo de la Ciudad terrena es claro ante l
Hiponense y refleja los conflictos que este vivió y en cuanto a la Ciudad de
Dios, es claro que simboliza todo lo noble y amoroso de Dios en su vida y su
permanente conversión (262).
La caridad perfecta es el motor
de la Ciudad de Dios donde el bautizado encuentra la razón de ser de vida
comunitaria y el compartir con sus hermanos desde la proyección de la Fe en
todos los asuntos de su vida. A este segmento de su pensamiento el Hiponense
dedica los libreo XV al XVII, recordándonos la doctrina neo-platónica sobre la
Fruición o posesión del amor y sumo bien (263). Aquí en amor asume dos
realidades tanto el amor terreno como el amor de Dios son realidades y aspiraciones para la vida del bautizado,
Agustín equipara esta concepción con la paz la que buscan fervientemente tanto
los buenos como los malos (264). De esta
manera la paz es la ambición de las dos realidades pera cada una de ellas la
busca desde sus intereses y cosmovisión. La
hermeneútica de la historia que nos ofrece Agustín es el relato y el análisis
de las acciones de la humanidad bajo los preceptos y enseñanzas de la Fe
cristiana. Aquí la historia no es simplemente las acciones en épocas distintas
sino su relación con la revelación el Dios vivo y trascendente (265). Es
interesante que tengamos presente que su concepción del amor es siempre
ascendente y en constante movimiento, Agustín ve el amor como un movimiento
hacia algo y en este caso hacia Dios, primero en búsqueda de la ciudad ideal y
en segunda instancia de su fundador y facilitador, es decir, la inquietud surge
hacia Dios y culmina solo en Dios. Es toda una obra que muestra su sed por el
Dios vivo que recordará muchas veces con el Salmo 42 es Agustín representando su vida espiritual que busca
incesantemente el agua para saciar su sed que es aquí espiritual y solo Dios
como en Juan capítulo 4 puede dar un
agua de vida y eternidad, es pues, una búsqueda de su propia esencia como
creyente con verso (266).
El enigma del hombre como creyente aparece en esta obra y lo hace para
quedarse y tratar de explicar su proceder y los vacíos con los que el Hiponense
llega a su Fe y a la convicción de un Dios que sacia toda sed que se pueda
presentar, un saciar pleno de todo lo que el creyente carece pero
particularmente de una relación que madurando engendra eternidad. La Ciudad de
Dios encierra todos los anhelos de un
bautizado que después de observar desde la Fe su caminar reconoce la realidad a
la que esta llamado y es la misma que edifica optando por Cristo, es la
libertad que aparece ante la vida del bautizado pero con el compromiso de
vivirla y edificar su realidad
sirviéndose de ella. El mal como una opción el ser humano siempre
muestra su lado más oscuro y penetrante en la sique el creyente, Agustín ve con absoluta claridad como las formas del mal son
identificadas en el caminar cristiano. Como el mal se hace presente cuando el
bautizado lo alimenta y descuida a Dios en su vida, la relación con Dios es
personal e intransferible y si eso no se materializa de esta forma entonces la
superficialidad la convertirá en un trozo de hielo (267). En su experiencia reconoce la forma como los
romanos creían que su Imperio se extendía y conservaba gracias a los dioses
pero en algunos creyentes podía observar el desinterés por el Dios presente en
su historia que a diferencia de los romanos la presencia de Cristo es
totalmente salvífica dándole un matiz o connotación de Gracia a nuestro
proceder en el tiempo presente y para las futuras generaciones. Agustín asume
de esta manera que la Gracia es fundamental en el proceso histórico tanto de la
sociedad como de los bautizados en ella. Sin la Gracia no será posible que la
historia sea renovada en vocación salvífica (268). Agustín posee una mentalidad
aguda que asume con autoridad el
contenido de la historia y lo manifiesta desde su comprensión de estos
acontecimientos. La realidad vista desde
la Civitas Dei es categóricamente cristianizante porque muestra la decadencia
humana y la Gracia de Dios en su orden salvífico. Es el contexto que se
muestra en su dinámica comparativa de dos realidades o mundos bajo la intelección
de la Gracia que permite interpretarla
mejor que solo desde la óptica de la vivencia humana. La sublimación desde la
perspectiva de la Fe arroja el entronque con valores que solo sin realizables
desde la mentalidad informada por la Gracia de los bautizados.
En el entretanto Roma fue
destruida por la invasión e ímpetu arrollador de los godos, acaudillados por
Alarico. Los adoradores de muchos nombres que ya comúnmente son llamados
paganos empeñados en culpar de sus acciones a la religión cristiana… el Hiponense continua más
adelante: dando a entender que
siguió esta obra durante años
dedicando los cinco primeros libros contra aquellos que pensando en la falsa
prosperidad cuestionan al Dios vivo… (Retractaciones
2,43).
|
LA CIVITAS DEI EN NUESTRA
ACTUALIDAD.
El espejo patente lo encontramos
hoy en los distintos modelos estrictamente antropocéntricos que dejando la connotación de lo sobrenatural
se aventuran con propuestas sociales y políticas que solo generan un Ethos cuestionable
y sin valores estructurales como los que posee
la Ciudad de Dios (269). Pues el modelo que se estructura es difícilmente
aplicable en todos los escenarios del ser humano ya que sus motivaciones son
distintas y difieren con facilidad unas de otras. El tema social en el
Hiponense toca las fibras de su pensamiento en dinámica teológica-política,
dando a entender que el modelo de la Ciudad de Dios es el más coherente en la
expresión de lo colectivo y en la vivencia de su componente de justicia.
Nosotros vemos que la situación actual esta desgastada precisamente por un
Ethos artificial que se creó solo por conveniencia de unos cuantos que se
convirtieron en una casta poderosa, particularmente en nuestras democracias.
Ese influjo destiñe los valores que brotaron del Evangelio y nos supedita
a una axiología muy pobre donde lo fundamental es el componente
antropocéntrico y la capacidad de
sublimar lo material. Este acto de
sublimación genera pérdida inmediata de responsabilidad y sentido
solidario, como lo expresaría en su
contexto el Hiponense, hoy recordamos las amonestaciones de Samuel a
su pueblo cuando estos le solicitaban un gobernante (270). Y los temores de
Samuel eran los mismos que estamos viviendo
ahora:
Corrupción
|
Autoritarismo
|
Mesianismo
político
|
Casta
del poder
|
Manipulación
de los medios de comunicación
|
Pobre
modelo educativo.
|
Desgaste
de las instituciones del Estado
|
Dictadura
democrática afirmada y legalizada en las urnas.
|
Miedo
colectivo a perder un estatus falso
|
Hambre
y pobreza extrema
|
Irrupción
de una nueva casta económicamente
poderosa la política y los gobernantes de turno
|
Mesianismo
político y falsos modelos sociales exitosos.
|
Desconocimiento
tácito de la historia
|
Inseguridad
e incremento de acciones delincuenciales
|
Indiferencia
ante el problema
|
Reparto
económico tipo rapiña para iglesias que respaldan al Estado sin cuestionarlo.
(271).
|
Son solo algunos de los
flagelos que el Hiponense intuye en la interpretación histórica de la Civitas
Dei frente a su paralelismo humano. Nosotros somos parte viva del problema
porque como creyentes y ciudadanos podemos refrendar o mejor aún justificar
tanta manipulación e ignorancia política. La crítica histórica dirá que estos
modelos son factibles en la medida en la que la des-gracia del colectivo se incremente y este se desligue
de su responsabilidad histórica. La des-gracia es la total ausencia de Gracia y
por ende de la justicia histórica que brota de la presencia de Dios en la
conciencia del creyente. Si no hacemos histórica su presencia entonces
simplemente no tendrá espacio para actuar… Hoy es vital la re-definición de
nuestro rol en el modelo social en el que nos encontramos inmersos, La Gracia es fundamental para superar estas
dilaciones de la justicia. Sin Gracia no hay un componente humano en la
historia que salvar y por ende liberar de estos terrores tan evidentes (272). Apuleyo (273) es otro de los escritores
importantes en el pensamiento Agustiniano, particularmente sobre la Civitas Dei
este autor argelino (cercano a Cartago) donde estudió el Hiponense afirmaba en sus obras la relación entre los
demonios y lo peor de la exposición de la humanidad. Hoy podría sonar
anacrónico pero sin duda la relación con la sabiduría le permitía suponer a
este pensador argelino que lo mejor de
la humanidad superaba lo peor del mal y que el mal como un principio de
rechazo del bien tenía su expresión en
la conciencia deforme del ser humano. El mal es el motor que destruye el orden
y la armonía (ataraxia) y el ser que lo padece soplo puede existir totalmente
envilecido. Pues en la Ciudad del hombre es realmente alienante esta
conjugación se situaciones y pensamientos como de procederes, es decir el ser
humano vive presa de sus temores a los que les entrega su libertad y
posibilidad de ser feliz (274).
La libertad perdida
termina desapareciendo de la percepción humana. El mal que somos capaces de
generar se manifiesta en las mismas estructuras sociales donde habitamos y en
el entorno racional que sometemos a nuestro análisis y con el que edificamos
nuestra realidad. Agustín contrarresta el mal
enunciando las bondades de Dios y como las Escrituras que nos relatan la
dolorosa pasión del Señor también nos enseñan la razón de su misericordia y
amor por la humanidad. Es interesante como la visión del Hiponense le lleva a
segur lo que es vital en la tradición eclesial, el valor absoluto de las
Escrituras y como desde su primer libre hasta el último el objetivo fundamental
en hablar de Cristo y por ende revelarlo (275).
Reconociendo el valor
real de nuestra relación espiritual Agustín va más allá de la concepción
platónica, señalando que a Dios nos acercamos por la semejanza espiritual y no
por la perfección corporal (276). Esta relación solo reconoce a Cristo como el
gran mediador entre Dios y la humanidad.
De lo anterior desprendemos parra nuestra praxis qué la verdadera
adoración al Señor parte del corazón cuando este está en orden con las
disposiciones de la Palabra y las enseñanzas de la Igelsia. Esta participación
es posible mediante la Gracia que espiritualiza nuestra relación de semejanza
con el Dios revelado. De esta cuestión asumimos una enseñanza muy particular del Hiponense sobre la oración
y que resume su abordaje Psicológico del problema enunciado: Te pareces a lo que le oras, si lo haces a
la tierra entonces eres tierra, si lo haces a Dios entonces eres Dios. Es
un gran avance para su tiempo el suponer la plena identidad y configuración de
nuestras vidas con la revelación de Dios, Agustín sin duda está planteando una
relación espiritual profunda donde la impronta de Dios se torna en salvífica (277). Las Huellas de Dios o sus Vestigias entran categóricamente en
esta consideración porque son en si el reflejo de la acción Creadora de Dios y
las estructuras en las que vivimos nuestra concepción existencial. Las Huellas
de Dios son el reflejo de su doctrina (Agustín) sobre la relación de la Gracia
en los escenarios antropizados donde el creyente vive su Fe y su existencia
bajo el signo de la redención. La
procedencia de nuestra voluntad es reflejo de su interacción con las demás
potencias del alma. Definimos primero la Voluntad porque en ella reside la capacidad de
optar y a pesar de su unidad intrínseca y por ende indisoluble, la voluntad
humana es el principio fundamental de la decisión salvífica en nosotros. El Acto Creador es Amoroso y Volitivo
porque fue en su Santísima Voluntad que Dios lo dispuso y determinó con el
alcance que ni siquiera conocemos (278).
La Fe es el argumento
cumbre de la Civitas Dei, es la razón por la cual el ser humano se mueve hacia
la plenitud de su existencia. Somos por
la Fe guardando la comparación lo que fueron y aún más que los patriarcas y
profetas del (A.T) (279). Aquí el alma es purificada por la acción del Espíritu
de Dios en una relación amorosa plena a lo largo de nuestra existencia, leyendo
entre líneas al Hiponense podemos afirmar categóricamente que incluso los sacerdotes del (A.T) y todo el
pueblo judío se purificaban no por la sangre de los sacrificios sino en la
potencia amorosa de Mesías futuro. Aquí todo depende de Dios y no de los
hombres. Aquí la Gracia es producto de la escenificación de la entrada del Hijo
de Dios en la historia humana, aquí vemos reflejada su relación amorosa con la
Trinidad de Dios, hacia donde deriva todo lo humano y donde todo lo humano es
potenciado en un abrazo amoroso llamado Gracia (280).
10.
DOCTRINA EN TRIPARALELO O DOCTRINALIA TRIPARALELO.
El compendiador de las
obras del último PP. latino (Isidoro de Sevilla) Beda el Venerable (281) exclamó: Después de los Apóstoles no hay en la Igelsia Magisterio mayor que el de
Agustín de Hipona, su concurso en
distintas ramas del saber es muy amplio y particularmente atendió a las
necesidades de la Igelsia particular de Hipona (hoy Argelia en el Norte de
África) de la que fue su Obispo, y por ende de la Igelsia universal. Se siente
su influencia en los concilios sucesivos, entre los protestantes históricos
(pleonasmo) se convirtió en el PP. de la Igelsia más consultado. Entre nosotros el Movimiento de Oxford tradujo
las Confesiones siendo el primer escrito que la Iglesia de Inglaterra consideró
sobre espiritualidad cristiana en las
décadas del 30 al 50 del siglo XIX proveniente de los PP. Sobra también decir
que su influjo se sintió en reformadores como Teresa de Ávila (282) y Juan de la Cruz (283). Adolf Harnack (284) es quien con más
frecuencia ha hecho hincapié en el papel señero que ha jugado el Doctor de
Hipona. Harnack ha estudiado el
lugar de Agustín en la historia del mundo como reformador de la piedad cristiana
y su influencia como Doctor de la Iglesia. En su estudio de las Confesiones
vuelve a lo mismo: "Ningún hombre
desde Pablo es comparable a él" - con la excepción de Lutero, y añade-
"Aún hoy vivimos según San Agustín,
nutridos por su pensamiento y por su espíritu; se dice que somos hijos del
Renacimiento y de la Reforma, pero tanto aquel como ésta dependen de él." El
mitrado inglés W. Cunningham no es
menos apreciativo de la magnitud y perpetuidad de esta extraordinaria
influencia: "La totalidad de la vida de la Iglesia medieval estaba
enmarcada siguiendo líneas que él ha sugerido: sus órdenes religiosas lo
reclamaban como patrón, sus místicos encontraron un tono congenial en sus
enseñanzas, su forma de gobierno era hasta cierto punto la realización de su
descripción de la Iglesia cristiana; en sus varias partes representaba la
puesta en práctica de las ideas que él abrigaba y difundía. Tampoco terminó su
influencia con la declinación del medievalismo ((285): veremos ahora qué tan
cercano está su lenguaje al de Descartes, quien dió el primer impulso a la
filosofía moderna y definió su carácter especial. Solo citamos un par de comentarios sobre el Hiponense que nos permiten
concluir que el Hiponense posee autoridad normativa en las posturas teológicas
cercanas a nosotros. A pesar de poseer un lenguaje cercano a nosotros y
actual en su manera de conducirse no desconocemos sus equivocaciones las cuales
atenuamos si consideramos que su trabajo se desarrolló hace ya 1500 años. En la actualidad poseemos recursos que
sin duda hacen la diferencia. Brevemente queremos compartir nuestras
reflexiones sobre cuestiones varias en su doctrina teológica. Son muchas
las obras que durante su vida activa el Hiponense redactó y compartió con sus
feligreses en Hipona. Nos queda la sensación de la necesidad real de
interpretar su visión para el posterior desarrollo de acontecimientos similares
a los vividos por él en su natal Hipona bajo la influencia del decadente
Imperio romano. En cuanto a la crítica de su obra literaria solo podremos decir que
su contenido y redacción como la expresión de su pensamiento le hace actual,
opinamos como muchos que leer a Agustín de Hipona es como leer a autores de
nuestro siglo o pasado reciente, en lo personal
pienso que su pensamiento se puede leer con la facilidad que hemos leído
y conocido a Hegel, Heidegger, John
Dewey, Kant, Hooker, Descartes, Leonardo Boff o Kart Rahner, y también citar al
más grande teólogo vivo amante de su pensamiento Joseph Ratzinger (junto con
Leonardo) incluimos a los anglicanos John Keble, Newman, Eric Mascall, solo
para mencionar algunos y lo interesante es descubrir en sus escritos la huella
de este hijo de África. Su pensamiento
se muestra actual e indispensable en cualquier escuela teológica tanto
en Occidente como en Oriente, no hay una sola catedra teológica que no tenga
presente en sus frases y sentencias a este hombre de Fe. La reforma protestante
tomó sus escritos y los digirió, Lutero, Zwinglio, Calvino, Cranmer, la misma
contrarreforma romana, los reformadores de las ordenes mendicantes más
importantes del mundo latino solo para citar, Jesuitas, Agustinos, Dominicos,
Franciscanos, su regla monacal es anterior a Jerónimo, Benito, Bernardo de
Claraval, Romualdo, entre otros. Los PP. del Movimiento de Oxford, tradujeron
las Confesiones buscando su ruta
espiritual. Ahora las universidades bautistas, adventistas es el PP. de la
Igelsia que más consultan. Es junto a
Ambrosio, Jerónimo y Gregorio Magno, los cuatro grandes latinos. Humanistas
clave como Erasmo de Rotterdam era Agustino, el mismo Lutero también. La
Iglesia romana reconoce que la Orden que
heredó su pensamiento está a la vanguardia junto a los Jesuitas en la formación
teológica y filosófica de sus religiosos… la crítica literaria corresponde a su
momento como es natural y sus escrúpulos sin duda se manifestaron particularmente
en temas de sexología pero nada demerita sus aportes a la vida del bautizado. La forma de escribir es fácil de comprender
y nos invita a profundizar en su pensamiento iluminado. Asociar su pensamiento al pasado y
considerarlo pretérito sería un error grande para cualquier institución
eclesial (286).
EL HOMBRE.
Es
visto por Agustín como la más elevada obra de Dios y dotado de cuanto este necesita para
conocerle y en este proceso admite el conocimiento natural iluminado por la
Gracia. El presupuesto salvífico es absolutamente cristicentrico y el ser
humano como persona creada por Dios
conserva su libertad y capacidad de optar libremente en lo que conocemos como
Libre Albedrio. Es parte de la creación y se encuentra inserto en la
naturaleza de la cual es el mayor pensante pero sin perder su connotación
singular.
Es la causa por la cual Cristo se
Encarnó y le elevó a la condición de
hijo adoptivo de Dios. Conservamos nuestra Imagen y Semejanza con Dios
Trinidad en la expresión de nuestra racionalidad. Sobre la sexualidad se
presenta dificultades ya que Agustín conserva el influjo platónico sobre el
cuerpo y lo ve como un obstáculo en el desarrollo de una vida salta.
Acepta
la existencia de las potencias del alma y las empleará posteriormente para
tratar el tema de la Trinidad Divina, aduciendo la inseparabilidad esencial
entre ellas (Memoria, Voluntad, Entendimiento).
Considera
al ser humano como sujeto de salvación por la obediencia a Cristo en su
Igelsia. Asume la importancia esencial de nuestra racionalidad la que observa
concretamente como la forma de nuestra existencia.
La
antropología trascendente del Hiponense sitúa al ser humano en lo más elevado de la obra de Dios. No le
concede el absoluto dominio sobre la creación porque considera que este tiene
responsabilidad al contaminarla con sus pecados estructurales. Es una manera
de decir que el pecado de la humanidad se siente decadente en medio de la
creación y que tanto ella como nosotros necesitamos de la Gracia en el plan
salvífico de Dios Padre cuya Voluntad salvífica y por ende reconciliadora se
intima en la misión de su Hijo Jesucristo.
La
trascendencia es necesaria en la sublimación integral de la existencia humana
y más de los bautizados como correligionarios.
Agustín
ve la persona humana en una constante búsqueda de la verdad que es Dios y la
necesaria realización de esa perfecta verdad es la salvación de cada ser
humano. Ciertamente, Agustín pensaba como los estoicos que las operaciones de
la dimensión apetitiva del alma se las puede sujetar a un señorío mediante la
voluntad. Sin embargo, siguen estando sujetas a reacciones completamente
espontáneas. En ocasiones, el surgimiento de determinadas emociones, como la
libido, no pueden ser totalmente controladas; pero al mismo tiempo, ello no
significa que lleven automáticamente a una persona a comportarse de cierta
manera, pues la gente puede voluntariamente consentir o rehusar la incitación
de una determinada emoción, e incluso repelerla de manera más activa que el
simple rehusarse a secundarla mentalmente. La connotación del alma es particularmente importante en cuanto a la
voluntad de la persona.
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LA
PREDESTINACIÓN.
Defiende
esta doctrina que levanta todavía grandes escozores entre algunas iglesias
protestantes. Dentro de la libertad
absoluta del ser humano reconoce Agustín que ni la más evidente de esta podrá
sobrepasar el plan de Dios, es una declaración de Fe sobre el gobierno de
Dios en la vida de la persona humana. No está condenando la existencia y
muchos menos la Gracia a un actuar condicionado o supeditado a las emociones
y raciocinios humanos, más bien ve la necesidad de asumir que por sobre
cualquier determinación de nuestra parte siempre predominará la Voluntad de
Dios en su expresión absolutamente salvífica.
No
estamos condenados a la libertad sino
en posesión de la esperanza salvífica disponible para la humanidad en todas
las épocas y estadios de madurez.
Dios
libremente nos llama y libremente nos redime. Agustín no condiciona la
promesa y mucho menos la acción salvífica de Dios Trinidad.
Ser
libres implica que la libertad es vivida por la Gracia de quien toma forma y
fundamento, quien no posee la Gracia en su vida será esclavo del mundo y sus
propuestas. La seducción del ser libres sin fundamento en Cristo es mera
ambición sensorial. En esta
expresión rechaza la influencia del
destino por considerar esta expresión enclavada en la autosuficiencia humana
y no en la riqueza de Dios y su amor por nosotros.
La
predestinación no supone un desechar la libertad y como dirían los
existencialistas una condena ineludible el ser humano, pues el misterio
salvífico que supone la predestinación cuanta con la vocación y voluntad
salvífica por la Gracia en cada bautizado.
Dios
no está obligado y tampoco lo está el ser humano y la realidad creada por el ser humano es fruto de su interacción con
el mundo y sus criaturas y también en estos escenarios la Gracia actua en
Voluntad amorosa del padre que es lo mismo que decir salvación.
Para
el Hiponense un misterio que solo desde la Fe es posible abordar y enfatizar
en la absoluta libertad amorosa de los hijos de Dios “Ama y haz lo que quieras” entronca
con toda la realidad humana posible. No es solo una expresión liberadora sino
también la fundamentación de toda liberación humana. El amor libera porque es
el nexo con el Dios revelado.
La
encrucijada antropológica está precisamente en la concepción de una realidad
material asumida e interpretada por el hombre en el medio de su propia
historia, de una historicidad que no cuenta solo sus acciones y las del medio
o habitad, sino también la interpretación
de lo sublime en su realidad
percibida. La carne y la mente se unen hipostáticamente y a sí mismo perciben
la realidad y su entorno.
La
afectación del entorno es producto
precisamente de la relación esencial entre la materia y el espíritu.
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LIBRE ALBEDRIO. La obra de Libero Arbitrio, es determinante en
la teoria del conocimiento y la axiología que el Hiponense vive de cara al
Dios revelado.
La
libertad en el ser humano es fundamental para aceptar a Dios y por ende la
salvación, no somos seres predeterminados y nuestras cadaunadas también
necesitan ser reconocidas por la Gracia. No es posible hablar de salvación
evitando la exposición dialéctica del Libre Albedrio, solo cuando eres verdadera
y auténticamente libre y en dominio de tu ser puedes optar esencialmente por
Cristo…
Estar en posesión del ser pleno antropizado
nos implica desde luego tener la posibilidad de concretar la realidad a
partir del ser libre y vivo por la Gracia.
Ser
libres es determinante según la
naturaleza racional que hemos recibido y ese conocimiento natural son
potenciados por Dios. El Acto Humano es el ejemplar más expresivo de esta condición. La
intencionalidad se anida hábilmente en nuestras conciencias y solo Dios tiene
acceso a ella. Guardando las proporciones con el presente diremos que es la
denominada “caja negra” de una
aeronave, en dicha caja se guardan todas las informaciones del vuelo y estado
de la máquina. Como quien dice solo en ella de ser necesario está contenida
la información que es relativa a su
funcionamiento intrínseco como aeronave.
Para
el Hiponense Cristo es el modelo de nuestra libertad hacia Él debemos tender.
La racionalidad es pues según lo dicho anteriormente la Causa Eficiente de
nuestro Libre Albedrio.
Ser
libres implicará que las acciones y su intencionalidad también lo sean, es
pues, una formula metafísica el suponer la libertad más allá de los condicionamientos
de nuestra naturaleza limitada, pero la presencia de Dios es la fuente de
toda capacidad de auto-determinación.
El
bautizado vive en el mundo construyendo realidades bendecidas y todas ellas
proclives a la salvación, el mundo es un escenario donde el creyente vive su
filiación adoptiva como hijo de un mismo Padre Dios.
La
esencia de nuestra libertad se ajusta a nuestra connotación y esencial
racional, el auto-reconocernos dueños de la vida y el presente es una
manifestación del albedrio puesto por el Creador en nosotros. Pues en el
Hiponense es esencialmente optativo el camino que tomemos para suponer la
realización plena. Pero solo en Dios se auténticamente libre y bien intencionado.
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SOBRE LA
RELIGIÓN.
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SERMONES Y
EPISTOLAS.
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SOBRE LA AMISTAD.
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Agustín
considera desde sus más profundas reflexiones que la Religión Católica entendida en el presente desde su
universalidad doctrinal es el
fundamento y principio de todas las confesiones cristianas, de allí su
radicalidad sobre la salvación. Frases como “fuera de la Igelsia no hay salvación” no pueden ser comprendidas fuera de esta
universalidad a la que estan llamados todos los que conocen a Cristo y
conocerán por la obra misionera de los cristianos. Esta universalidad es
clave para entender la unidad entre los bautizados.
No
estamos argumentando cosa distinta a su convicción sobre la universalidad de
nuestra confesión de Fe, tengamos presente que como episcopales-anglicanos,
estamos movidos por el ser de nuestra catolicidad la cual es exaltada cada
domingo cuando acudimos al símbolo de Nicea… Axiomáticamente podernos decir
utilizando el modelo paradigmático del franciscano Duns Scotto: La obre de Cristo es universal, la
necesidad de salvación también, luego la Igelsia debe ser universal.
Para
el Hiponense la preeminencia de la Igelsia reposa en el mandato del propio
Cristo de “ir a bautizar y consagrar a las Divinas Personas a los nuevos
creyentes” no es una postura soberbia sino coherente con la universalidad el
mandato, y si este encargo es universal el vehículo para lograrlo también
deberá serlo.
La
religión como sistema de creencias es definitivo en la consecución de una
espiritualidad bien edificada y movida por contenidos aterrizados y
ejemplarizantes. Hoy como hace siglos el papel formativo define junto a la
espiritualidad el tipo de institución educativa deseada y buscada.
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Su
labor fue desde la formación al pueblo cristiano, Agustín nos enseñó que la
formación es vital para el desarrollo doctrinal y para todo acuerdo programático y plan de
trabajo en la vida de la Igelsia y sus iglesias particulares (Diócesis) sin
formación nos podremos encontrar
navegando en un mar oscuro y sin ruta alguna.
Todos
sus sermones y cartas obedecían a una necesidad grande en la vida de la
Igelsia y particularmente de su Diócesis nos referimos a Hipona. El carácter
de una formación metafísica supone que sus conocimientos van más allá que las letras para instalarse en
la sique del creyente que edifica su andamiaje espiritual precisamente con el
conocimiento de las cosas de Dios.
La
cultura formativa de Agustín fue modelo de
la Igelsia universal, como Obispo tenía la costumbre de reunir cada
semana a su clero para compartir el pan de cada día y la palabra. De esta
forma los vínculos del clero con su Obispo eran muy poderosos porque Agustín
no era el “jefe infalible” sino el maestro, amigo y hermano en la Fe de
allí encontramos su expresión: Con
ustedes soy cristiano, entre ustedes soy Obispo. Estos principios los compartía celosamente con sus hermanos
y con sus feligreses de Hipona.
Es
interesante que precisamente su manera de enseñar le llevó a expresar la necesidad de educar al pecador
y no rechazarle. Esta postura amplia la estela salvífica al centrar nuestra
respuesta en el influjo de la Gracia.
Agustín
asume un rol determinante en la educación teológica de la Iglesia y esa postura le permitirá conocer su realidad esa misma que se
percibe bajo las categorías doctrinales y como enfrentar los sucesos del
tiempo sin perder la esencia de la misión eclesial.
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En
el esquema doctrinal donde el Amor fue convertido en la realidad esencial de
nuestra existencia racional y sobrenatural, el Hiponense habla sobre este
amor que se conoce en expresiones según la naturaleza de la relación, por
esta razón el Hiponense como decíamos en otro apartado hace distinción entre
el amor filial, el esponsal y la amistad, esta distinción nos permite ver el
valor esencial de la relación que el ser humano entabla con quienes le
rodean.
Amamos
a Dios en el contexto del amor filial de Aquel que nos ama como
sus hijos adoptivos, de Aquel que
siendo Dios mira con amor a la criatura redimida, ese amor es al que estamos
llamados a vivir plena y perfectamente de allí si expresión categórica: Tú Señor nos hiciste para Ti y nuestro corazón
estará inquieto hasta que descanse en Ti. Es pues evidente la naturaleza
de este amor. Un amor de esta magnitud solo puede ser perfecto en su
presencia, es el camino de nuestra razón de ser y existir, se convierte en
una gracia de índole escatológica.
El
amor esponsal, es el que
corresponde a la pareja a los esposos cuya vivencia se sublima y eleva al
grado de castidad perfecta cuando
son los esposos los que se aman. Los esposos son modelo de Cristo y su
Igelsia y entre ellos solo puede existir al amor que les une y dona el uno al
otro siempre en todo momento y circunstancia.
El
amor amistad, es aquel cuya generosidad no depende de la sangre o el vínculo
familiar o esponsal, es el amor por los amigos que rompe todo paradigma de
entrega y donación, dice el Hiponense que es vital amar a quienes estan a
nuestro lado como amigos y como
hermanos, solo para recordar su amistad tan estrecha con Posidio y Alipio.
En
estas formas de amor se manifiesta la Gracia de Dios que hace de cada
experiencia algo autentico y real y por ende redimido en Cristo: El amigo que nunca falla.
(287-288-289).
|
(11).
LAS
CONFESIONES Y LAS
RETRACTACIONES.
Tener presente: Las confesiones
son sin duda una obra literaria
resultado de la profunda Autognosis
del Hiponense, que no es otra cosa que su profundo conocimiento de sí mismo.
|
La obra del Hiponense
posee dos estadios de madures académica
y espiritual que le permiten desnudar su
ser interior y ajustarse a su propia conversión. Las Confesiones no solo
contienen las reflexiones de su espiritualidad y Fe en el Dios revelado sino
que en medio de sus polémicas ellas son el fruto de las meditaciones sobre
todos y cada uno de los temas que trató desde la academia. Ellas muestran su
ser interior y en qué manera vivía su Fe. Ellas permitieron al hombre hablar de
sus debilidades y exaltar sus fortalezas en Cristo, el ellas el Hiponense
retrata lo que fue su vida no a manera de biografía sino de reflexión salvífica
mostrando progresivamente el influjo de la Gracia en sus actuaciones. En esta obra Agustín
muestra el ser interior que luchó contra si mismo buscando la razón de su
existencia y la meta de sus anhelos. Cuando las hemos leído nos queda la
sensación de estar ante una gran confesión de Fe que se vivió por etapas a lo
largo y ancho de su vida como pagano y luego como bautizado, ese es el Agustín
que buscaba incansablemente la belleza de su existencia como el llamará muchas
veces la orden dado por Dios. Un Dios que se reveló en su vida y no podríamos
dejar fuera las palabras en Milán (en hostia tiberina), él Toma y Lee incansable que asumió como el motor de su genial
trabajo, toma y lee la Palabra de
Dios, toma y lee la situación del ser humano en su mundo, toma y lee el valor de las Escrituras inspiradas… Las discusiones santas con Ambrosio obispo de Milán, y mucho antes las polémicas
maniqueistas, luego de años de ministerio aparece el tema cuestionante de arrío
y Pelagio, Donato también y el africano toma su arsenal de Fe y academia para
entrar en defensa de la Iglesia local y universal. Es curioso cómo nos dice que
de joven aborrecía el griego y que como es natural se inclinó por el latín,
leyendo a los grandes clásicos que marcaran su vida.
Agustín es absolutamente
y radicalmente cristocentrico y en la confluencia del termino podremos también
denominarlo como totalmente teocéntrico y teonomo, su experiencia con Cristo
toca al padre Dios y a su Espíritu guardando la dicha del misterio Trinitario
que tanto le robo el sueño durante toda su vida. La razón de esta Fe conversada
es precisamente que se enriqueció con su experiencia y meditación, no es la Fe
del Hiponense una experiencia quieta o estrictamente individualista, es
expresión de su sentir eclesial y ministerial. Su corazón caminaba de la mano con la razón y
sus argumentos de allí se desprende su sentencia: Que lo que creemos por Fe sea sometido a la razón, no es una praxis
emocional sino intelectiva y amorosa. Es amar y saber del porqué de nuestro
amor, y como el mismo lo dirá en el Dios que se muestra para que viéndole
creamos en Él.
A ti es a quien
se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe
llamar: así; así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén. Con estas
palabras culmina su obra de las Confesiones. Sin leerlas y meditarlas
difícilmente conoceremos al hombre detrás de las enseñanzas. Al ser humano y
su Fe en el Dios vivo y revelado.
|
Por lo anterior hemos
tomado lo primero y ultimo de su obra las Confesiones para ilustrar la dinámica
inicial de su expresión de Fe y como al final conserva toda su riqueza y valor. Porque nos has hecho para ti y nuestro
corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia fecisti nos ad te et
inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te) es en Dios donde
encuentra el Hiponense la razón de todas sus búsquedas y lo hace
existencialmente de lo contrario su vida no tendría sentido fuera de su verdad
la unica y autentica verdad del Dios manifestado en amor y por amor (290). Las
Confesiones son pues el compendio de sus motivaciones y verdades tanto buscadas
como encontradas y todas ellas le llevaron a Dios. Agustín estableció un
principio esencial al asumir que la búsqueda de Dios era el todo de su
existencia y no se contentó con encontrarlo sino que materializó su Fe al
vivirlo. Las peripecias que vivió son también parte de su incansable búsqueda y
la paz que finalmente alcanzó contrató con la invasión a su entrañable Hipona. Justo en ese tiempo de asedio falleció el
Hiponense y su legado se quedó en la sique eclesial por definición, su
magisterio tomó forma con el correr de los años a lo que es hoy una realidad
escrita y pensada en todo el ámbito de la catolicidad. La Fe una vez más sale
al encuentro del batallador e
incansable Agustín de Hipona, una Fe
siempre nueva y dispuesta a continuar conociendo y amando para tener noción
cierta de donde y como depositó su amor. El
Yo íntimo de la Fe del Hiponense, ese Yo que se materializa en su voluntad
cognoscible puede y debe convertirse en un objeto filosófico y fundamento de su
habilidad dialéctica, no es solo su declaración de Fe sino y sobre todo la
posibilidad de someter lo conocido a su influjo, luego, según lo expuesto las
Confesiones son manifestación de su intelecto. El filósofo sale a relucir
en las disertaciones de su obra porque
se mantiene firme a sus convicciones y modos
de vivenciar la Fe revelada. Es pues, la certeza de su pensamiento el
que le permitirá analizar de forma
introspectiva su pensamiento de cara a la verdad ya encontrada (291).
La meditación no está
confinada a una mera experiencia mística, ni a una visión solitaria del hombre
respecto del ser-divino, sino que al contrario, en Agustín
destaca una nota original al plantear la posibilidad gnoseológica de un coloquio con Dios en el marco de
un contexto que hoy se conoce como intersubjetividad. Así, se piensa sobre las posibilidades de
obtener la felicidad para todas las criaturas
humanas y para el devenir del colectivo, pero se hace desde la
interfaz que genera la conversatio
(conversación) con Dios y su designio de sabiduría en el alma; co-extensivamente,
se proyecta la historia misma de la humanidad a partir de ese eje, prueba de
ello son sus conexiones con la Filosofía de la Historia representada por
algunos de sus célebres textos, como sucede con De Civitate Dei, donde el centro de la cuestión es una suerte de
pensamiento utópico cifrado
por la presencia totalizante de su objeto de estudio, Dios. La meditación,
entonces, es la clave genealógica desde la que se puede comprender el proyecto
ético agustiniano (292).
Las Confesiones caminan
entre los mundos establecidos por su mente de acuerdo a la respuesta vivencial
de su Fe, nos referimos por un lado al conocimiento de su entorno somático
donde teje sus historias de amor y desamor y por otro la vivencia de su
inquieto corazón por encontrar la verdad. Una realidad tal con estos ingredientes
solo puede ser decantada en la meditación profunda de sus acontecimientos y
direccionar su realidad. Quien más que Agustín que vivió en la búsqueda
insaciable del conocimiento por largos años. Agustín problematizó su contenido
para despejar sus interrogantes, siguió su método filosofico para clarificar la
finalidad de las mismas. Las Confesiones
no son un “diario rosa” más que el día a
día lo que figuran en sus páginas son las reflexiones de un alma en sed de Dios
permanentemente. La moralidad que encontramos en sus líneas nos muestran al
hombre seguro de sus acciones y también de las implicaciones de estas, es aquí
donde el ser humano representado en sus vivencias se convierte en un “auténtico
milagro” que sabe buscar a Dios y
cuando lo encuentra aplica la formula evangélica “ de vender todo para comprar
la tierra y apoderarse de su tesoro” pues ese tesoro es Dios revelado en la
historia y en el alma de los creyentes y de todo ser creado que con amor
verdaderamente le busque porque no miente el profeta cuando dice de parte de
Dios: “me dejaré encontrar de vosotros”
(Jeremías capítulo 29 versículo 14). Es
pues el milagro en la vida el creyente cuando Dios permite ser encontrado y
revelado como cuando el Bautista revela a Jesús para sus discípulos que
inmediatamente lo dejaron y caminaron en pos del Señor (293). Esta
importante obra la ubicamos en el año 400.
Grandes
eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no
tiene medida. Y pretende alabarte el hombre,
pequeña parte de tu creación; precisamente el hombre, que, revestido de su
mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que
resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña
parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite
en alabarte, porque nos has hecho para
ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia fecisti nos
ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te) Dame, Señor, a
conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes
conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te
conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra.
¿Acaso, más bien, no habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y cómo
invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les
predica? Ciertamente, alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le
buscan le hallan y los que le hallan le alabarán. Que yo, Señor, te busque
invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te invoca, Señor, mi Fe, la Fe que tú me
diste, que tú me inspiraste por la humanidad de tu Hijo y el ministerio de tu
predicador.… Pues ¿qué es entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino el Señor
Dios? ¿Y qué Señor hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro Dios?
Sumo, óptimo, poderosísimo, omnipotensísimo, misericordiosísimo y justísimo;
secretísimo y presentísimo, hermosísimo y fortísimo, estable e
incomprensible, inmutable, mudando todas las cosas; nunca nuevo y nunca viejo; renuevas todas las cosas y conduces a
la vejez a los soberbios, y no lo saben; siempre obrando y siempre en reposo;
siempre recogiendo y nunca necesitado; siempre sosteniendo, llenando y
protegiendo; siempre creando, nutriendo y perfeccionando; siempre buscando y
nunca falto de nada. Amas y no sientes pasión; tienes celos y estás seguro;
te arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás tranquilo; cambias de
acciones, pero no de plan; recibes lo que encuentras y nunca has perdido
nada; nunca estás pobre y te gozas con las ganancias; no eres avaro y exiges
intereses. Te ofrecemos de más para hacerte nuestro deudor; pero ¿quién es el
que tiene algo que no sea tuyo? Pagas deudas sin deber nada a nadie y
perdonando deudas, sin perder nada con ello? ¿Y qué es cuanto hemos dicho,
Dios mío, vida mía, dulzura mía santa, o qué es lo que puede decir alguien
cuando habla de ti? (aut quid dicit aliquis, cum de te dicit?) Al contrario,
¡ay de los que se callan acerca de ti!, porque no son más que mudos
charlatanes (294).
Nosotros, pues,
vemos estas cosas, que has hecho, porque son; mas tú, porque las ves, son.
Nosotros las vemos externamente, porque son, e internamente, porque son
buenas; mas tú las viste hechas allí donde viste que debían ser hechas. Nosotros, en
otro tiempo, nos hemos sentido movidos a obrar bien, después que nuestro
corazón concibió de tu Espíritu; pero en el tiempo anterior fuimos movidos a
obrar mal, abandonándote a ti; tú, en cambio, Dios, uno y bueno, nunca has
cesado de hacer bien. Algunas de nuestras obras, por gracia tuya, son buenas;
pero no sempiternas: después de ellas esperamos descansar en tu grande santificación. Mas tú, bien que no
necesitas de ningún otro bien, estás
quieto, porque tú mismo eres tu quietud. Pero ¿qué hombre dará esto a
entender a otro hombre? ¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A ti es a quien se debe pedir, en ti es
en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así; así se
recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén. (295).
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Las
Retractaciones obedecen a su deseo de clarificar
conceptos que antes en sus obras expresó el Hiponense con algún grado de
dificultad o simplemente desea cambiar una u otra postura con relación a su pensamiento, es pues, el uso racional y
consciente de la lógica de sus ideas (296). Escritas al final de su existencia
terrenal entre los 426 y 428. Cronológicamente el Hiponense analiza su obra
como lo expresábamos arriba (296). No se trata de una profundización en su
pensamiento sino de una análisis positivo de las circunstancias en las que inicialmente hacia sus trabajos
teológicos. Es muy factible al leer estos dos libros donde experimentemos la certeza de un segundo
análisis pero en realidad solo pretendía aclarar su pensamiento ante algunas
ideas cambiantes que podían influir su
estadio y madurez espiritual como emocional (297). La reflexión se plantea en
la misma línea histórica de todos sus escritos. En todo su trabajo final no
encontramos dificultad alguna que afecte la forma y contenido de su empresa
teológica, es más que toda consideración la necesidad humana de estar
completamente seguros de haber expresado conforme a la voluntad. Para no olvidar que el tiempo puede clarificar como afirmar
alguna tesis cuyo componente Psicológico
deba aun superar estadios
iniciales en la profundidad de sus ideas (298).
Su método desarrolla toda
una propuesta filosófica que como teoría del conocimiento interioriza sus ideas
al punto de gestar una interpretación condicionada por la fenomenología e
inmanencia de esta, es decir, nada de lo corregido es tan importante que
pudiera cambiar la concepción y naturaleza del concepto en el que fue
expresado. La naturaleza de las ideas Agustinianas es siempre la misma. La base académica reposa sobre la
indagación de la Fe. Aquí la academia no es solo ideas y conceptos
encontrados en su devenir histórico, es la intuición del alma que reposa en su
Fe y partiendo de su Fe conoce y se interroga sobre lo conocido. La visión antropológica de su pensamiento
se nutre de la experiencia humana y es precisamente la experiencia humana la
que es sometida a su análisis final, más no así su Fe en el Dios Trinidad. La
fuerza de las ideas en el Hiponense es el fiel reflejo de su mentalidad
inquisitiva y deseosa de saciarse en la unica fuente real de conocimiento
supra, nos referimos a Dios. En cuya
Gracia el ser humano encuentra todo lo que necesita para entender y vivir la realidad de
su entorno y que decir de su componente intuitivo que revela aún más de lo que
el corazón y la mente inquieta apetecen. Así
y de esta forma la academia era un platillo delicioso para el Hiponense.
La inquietud es fruto de
su Fe y esta se vive a un nivel existencial que determinará en Agustín la
noción fundamental de bienestar y felicidad. No un encuentro dialectico con la
realidad material desprovista de Gracia sino un conocer el entorno y su
componente descriptivo desde la fundamentación de su Fe. La Gracia mueve toda
su experiencia de conocimiento al plano mismo de su realidad cognitiva, Dios
revela en los bautizados su Voluntad y lo hace pensando en la salvación
de la persona humana. Si estamos afirmando la Voluntad de Dios entonces nos
referimos a la historia donde su Voluntad que se manifiesta y encarna, luego el Verbo de
Dios entró y santificó cada segundo que llamamos historia sea en el pasado o presente. Los
eventos son en sí salvíficos desde cualquier connotación por donde les
abordemos, Dios no vive la historia la
piensa y esta es, la relación salvífica en este orden nos dice que la
salvación, si bien, es puntual e historica está delante de Dios incluso antes
de la misma creación en el tiempo y la materia (299). Es historica porque
está en el tiempo pero no por sobre la verdad revelada de Dios.
OBRAS DE AGUSTIN
EN ORDEN CRONOLÓGICO.
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86....................Contra los académicos
386....................La vida feliz 386....................El orden 387....................Soliloquios 387....................La inmortalidad del alma 387-88...............La dimensión del alma 387-91...............La música 388....................Las costumbres de la Iglesia y la de los maniqueos 388-90...............Comentario al Génesis contra los maniqueos 388-95...............El libre albedrío 389....................El maestro 389-91...............La verdadera religión 389-96...............Ochenta y tres cuestiones diversas 391-92...............Utilidad de la fe 391-92...............Las dos almas del hombre 391-92...............Actas del debate contra el maniqueo Fortunato 393....................La fe y el Símbolo de los apóstoles 393....................Comentario literal al Génesis, incompleto 393-96...............El sermón de la montaña 393-96...............Salmo contra la secta de Donato 393-96...............Réplica a Adimanto, discípulo de Manés 393-96...............Exposición de algunos textos de la carta a los romanos 393-96...............Exposición de la Carta a los Gálatas 393-96...............Exposición incoada de la Carta a los Romanos 393-96...............Carta 28 a Jerónimo 394-95...............La mentira 394-95...............La continencia 396-97...............Cuestiones diversas a Simpliciano 396-97...............El combate cristiano 396-97...............Réplica a la Carta de Manés, llamada "del Fundamento" 396-97...............La Doctrina Cristiana 397-400.............Cuestiones de los evangelios 397-400.............Anotaciones al libro de Job 400....................La catequesis a los principiantes 400....................Las confesiones 400....................Réplica a Fausto, el maniqueo 400....................Concordancia de los evangelios 400....................El trabajo de los monjes 400....................La fe en lo que no vemos 400....................Réplica a la carta de Parmeniano 400....................Tratado sobre el bautismo 400....................La bondad del matrimonio 400-401..............La santa virginidad 401....................Réplica a las cartas de Petiliano 402....................Carta a los católicos sobre la secta donatista (la unidad de la Iglesia)
400-416..............La trinidad
401-415..............Comentario literal al Génesis 404....................Actas del debate con el maniqueo Félix 405....................Naturaleza del bien 405-406..............Respuesta al maniqueo Secundino 405-406..............Carta 82, a Jerónimo 406....................Réplica al gramático Cresconio, donatista 406-411..............La adivinació diabólica 408....................Carta 93, a Vicente Rogatista 408-409..............Seis cuestiones contra los paganos (carta 102.)
409....................Carta 108, a Macrobio
410....................Carta 118, a Dióscaro 410....................Carta 120, a Consencio 410....................El único bautismo (Réplica a Petiliano) 411....................Resúmen del debate con los donatistas 412....................Mensaje a los donatistas después del debate 412....................Carta 137, a Volusiano 412....................Carta 138, a Marcelino 412....................Carta 140, a Honorio 412....................Consecuencia y perdón de los pecados y el bautismo de los niños. |
412....................El espíritu y la letra
413....................La fe y las obras 413....................Carta 147 (la visión de Dios), a Paulina 413-426..............La Ciudad de Dios ( 1º libros 1-10) 413-426..............La Ciudad de Dios ( 2º Libros 11-22) 414....................La bondad de la viudez 414....................Carta 157, a Hilario 415....................La naturaleza y la gracia 415....................La perfección de la justicia del hombre 415....................Naturaleza y origen del alma 415....................Carta 167, a Jerónimo 415....................A Orosio, contra los priscilinistas y origenistas 391-415..............Comentarios a los salmos (1º): 1-40 391-415..............Comentarios a los salmos (2º): 41-75 391-415..............Comentarios a los salmos (3º): 76-117 391-415..............Comentarios a los salmos (4º): 118-150 416-417..............Tratados sobre el Evangelio de San Juan 1-35 416-417..............Tratados sobre el Evangelio de San Juan 36-124 416....................Tratado sobre la Primera carta de San Juan 417....................Las actas del proceso a Pelagio 417....................Carta 186, a Paulino 418....................La gracia de Jesucristo y e; pecado original 418....................Carta 194, a Sixto 418....................Sermón a los fieles de la Iglesia de Cesarea 418....................Actas del debate con el donatista Emérito 418....................La paciencia.
419....................Las uniones adulterinas
419....................Cuestiones sobre el Heptateuco 420....................El matrimonio y la concupiscencia 420....................Réplica a las dos cartas de los pelagianos 420....................Contra la mentira 420....................Réplica a Gaudencio, obispo donatista 420....................Réplica al adversario de la Ley y los Profetas 421....................Réplica a Juliano 421....................Manual de fe, esperanza y caridad (Enquiridion) 421....................La piedad con los difuntos 422....................Respuestas a las ocho preguntas de Dulquicio 423....................Carta 211 426-427..............La gracia y el libre albedrío 426-427..............La corrección y la gracia 426-427..............Las revisiones 427....................Carta 217, a Vidal 427....................Espejo de la Sagrada Escritura 428....................Debate con Máximo, obispo arriano 428....................Réplica al mismo Maximino, arriano 428....................Las herejías, dedicado a Quodvuldeo 428....................Tratado contra los judíos 428-429..............La predestinación de los santos 428-429..............El don de la perseverancia 430....................Réplica a Juliano, obra incompleta, libs. 1-3 430....................Réplica a Juliano, obra incompleta, libs. 4-6 386-430..............Cartas: 1-123 386-430..............Cartas: 124-187 386-430..............Cartas: 188-270 y otras .........................Sermones 1-50 .........................Sermones 51-116 .........................Sermones 117-183 .........................Sermones 184-272B .........................Sermones 273-338 .........................Sermones 339-396.
(300).
|
12.
AGUSTIN EN EL PRESENTE TEOLÓGICO DE LA IGLESIA.
La reflexión del hombre y creyente encuadra perfectamente
en nuestro tiempo, la doctrina que durante siglos hemos defendido y vivido como
enseñado no posee parangón distinto al Magisterio y Tradición de la Iglesia. El
reflejo de su obra se pone de relieve en cada discusión que en el presente
tenemos y sobre las cuestiones que deliberamos, la ruta argumentativa nos deja
en posibilidad deber al Hiponense manifestarse en el Dogma y su construcción,
en una universalidad que nos toca e infunde su aliento. Con el Doctor de la
Gracia aprendimos a ver la Iglesia y sus enseñanzas más allá de cualquier
concepción particular o regional, a ver precisamente su contenido bajo el signo
amplio de su universalidad. Si bien sus escritos se dirigieron pastoralmente a
su Diócesis o iglesia particular también es muy cierto que su pensamiento
amplió las categorías de respuesta ante
las necesidades de la Iglesia universal. Queda
en nosotros la necesidad de tomar conciencia sobre la universalidad de nuestra
Fe y el valor intrínseco en esa vivencia de la misma Iglesia (301). No
somos una Iglesia como institución distinta a la misma de los Apóstoles y PP.
de la Iglesia, somos una expresión local de la Fe católica, esto último tomó fuerza en Hooker y fue
rescatado por el propio Movimiento de Oxford, la visión totalizante de nuestra
Fe nos debe llevar a apreciar los presupuestos reflexivos de los PP. de la
Iglesia como fundamento de las concepciones en las que definimos nuestra
identidad ministerial.
La Iglesia se convierte
en un Dogma cuyo discurso es salvífico y no solo podemos verla como en algunas
partes de la Comunión y nuestra Provincia, simplemente como una institución plena en autonomía, pues
los seremos administrativamente pero no eclesialmente cuya Fe es Una y no se
puede dividir por provincias, la unicidad de la Fe en el Resucitado es el gran
patrimonio de Agustín junto con su inquebrantable amor por la Iglesia, cuyas
expresiones eran osadas para su época. “Los
maniqueos decían que había que creer obligatoriamente en la verdad de la
doctrina de un tal Maní, pero Agustín sale al paso y dice que su Fe es gracias
a la Iglesia quien le enseñó a conocer a Cristo y le otorga la preeminencia en
su vida como cristiano al afirmar la obligatoriedad de esta gracias a la Iglesia” es pues, un claro
ejemplo de su amor coherente por la Iglesia y su profundo amor y respeto por
sus enseñanzas “ Creo en Cristo y en su Palabra
porque me lo enseña la Iglesia” pensamientos que caen muy bien en nuestro
hoy cuando precisamente la Iglesia la han querido convertir en un lugar de
encuentro tanto ideológico como en la concepción netamente antropizada de
nuestra presencia en ella (302).
No hay concepción
antropológica que no vea las huellas de la conciencia Agustiniana o exposición
dogmática que no reconozca sus aportes concretos. El Agustinismo, hace rato dejó de ser patrimonio de las Ordenes que
el inspiró para convertirse en valor ineludible de la Teología universal y de
los buscadores de la verdad racional, esa misma revelada por la Gracia y
Voluntad de Dios. Creer implica el análisis consciente de las verdades
conocidas y amadas. La Fe según la propia experiencia del Hiponense se constituye desde su
conocer y dimensionar la Sabiduría de Dios entregada como uno de sus más
excelsos dones al ser humano inquieto por amar lo que conoce, es nexo fehaciente con la racionalidad de
nuestra propia creencia (303).
El discurso teológico del
Hiponense se constituye en suficiente argumento en el desarrollo dogmático de
la Igelsia universal, relaciona eficientemente la realidad revelada con el
componente salvífico que materializa por medio del Dios Amor Joanico, de un Dios que revelado constantemente muestra
predilección por la humanidad convirtiendo nuestra existencia en su perenne
justificación. No se escapa nada de su consideración ya que el Amor es la
manifestación comunicativa de la
Trinidad de Dios tanto en su Inmanencia como en la Economía salvífica, Agustín
hace confluir estas dos realidades del Ser
Divino bajo un solo nexo o conector y en este caso nos referimos al amor.
Agustín desambigua toda posibilidad de amar en la dinámica salvífica y lo
transforma en la realidad perceptible aun desde nuestra condición antropizada.
Su componente epistemológico se funde con la experiencia personal del amor
siendo más que subjetiva la razón objetiva de nuestra existencia, supera aquí
intuitivamente a la Teologia brillante que
aparecerá 800 años después de su muerte. Es pues fundamental para
nosotros la comprensión de esta realidad
que le permitirá hacer de su enseñanza combustible de su propia vivencia
espiritual (304). Las Retractaciones
son un esfuerzo de la mente Agustiniana por afrontar escenarios más enriquecidos para su
doctrina y sobre todo para responder al
tiempo en el que proceden sus reflexiones con el concepto espiral de la historia de su dialéctica. No hay un solo acontecimiento que no
trascienda su propia necesidad. Esa parece ser la consigna de esta obra y de su
esfuerzo por recopilar ideas y someterlas al juicio acertado de su razón (305).
La Iglesia Episcopal y en
general la Comunión Anglicana ha
continuado en las enseñanzas apostólicas
de tal manera que sus conceptos son probados a la luz de la tradición y
el magisterio eclesial. Existe la idea firme de un corpus eclesial dogmático
nutrido de los concilios universales y sometidos al imperio necesario de la
razón que se interroga y concluye desde la experiencia de la Fe. Agustín es el
nexo entre el pasado y el presente con todo su contenido intuitivo de
actualidad. Es pues, un visionario en el
tiempo de los PP. de la Iglesia y un pionero en el Humanismo teológico de
nuestro hoy histórico concreto. La dialéctica Agustiniana se mueve en la
esfera de la libertad de los hijos de Dios pero del componente de la Gratuidad
salvífica (306). Su capacidad para ubicar en la historia la reflexión teológica
le hace atemporal y siempre demostrativo de las verdades contempladas por el
discurso teológico. No es posible hablar
de los santos PP. de la Igelsia en el sentido pretérito de su grande obra. No
es posible entender que la verdad se revele por épocas y no por sobre cualquier
consideración historica, este es uno de los aportes del Hiponense definitivos
en la concepción del ser histórico de la Iglesia y su realidad supra (307). Nosotros
en la elaboración y actualización
doctrinal no entramos en la disputa de la naturaleza dialéctica del mensaje
sino de su impacto en las circunstancias actuales y el papel protagónico de la
Iglesia en el modelo social y cultural existente o su Ethos. Un ser intelectivo que toma fuerza y forma en el interior de
las enseñanzas eclesiales durante su historia, de un contenido clave en la
percepción de su propia estructura dogmática.
La Igelsia presente en el tiempo salvífico en figura apostólica es la
misma que se materializa en cada uno de sus hijos los bautizados cuando estos
viven su Fe. La realidad se construye
desde su propio interior asimilando el peso natural de los contenidos
dialecticos que se comunican en la reflexión académica de su Magisterio. Luego
procede el testimonio sobre esta Alianza definitiva sellada en la Cruz (308). Esa conexión histórico-critica es la que hace
del pensamiento Agustiniano una tradición teológica entre la cristiandad. El
amor de Dios revelado al mundo asume su papel renovador y santificador del
accionar humano, es esa la conexión de la Gracia con el presente eclesial. No es solamente desde lo espiritual también
desde el quehacer practico de su vida recreada en cada una de las comunidades
de Fe que fieles a Cristo reciben el depósito de su Fe contenido en la praxis
escrituristica y sacramental. Aquí
aparece una vez más la obligatoriedad eclesial. Tal obligatoriedad es producto
de la espiritualización de la Gracia en términos intelectivos y por ende
preceptivos (309). Agustín aportó y
aporta luz en la disertación teológica con su lenguaje contemporáneo y bien
descifrado, solo persiste el “desorden” en algunos de sus escritos que
como corresponde al análisis se debe
entender desde la brillante reflexión del Genio Hiponense.
13.
BIBLIOGRAFIA/ CIBERGRAFIA/ FUENTES Y
ARTICULOS.
1- https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm/
https://www.aciprensa.com › Recursos › Fiestas Litúrgicas › Santos › Santoral.
4- Nota
del autor.
5- Nota
del autor.
7- Fuente: "Historia de
la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez, Diócesis de San
Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro
Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.
8- Nota
del autor.
9- cristoeseltema.blogspot.com/2017/10/comprension-del-pensamiento-agustiniano.html
10- ec.aciprensa.com/wiki/Enseñanzas_de_Agustín_de_Hipona
11- Nota del autor.
12- Nota del autor.
13- Versión castellana de la obra de A.-G. HAMMAN// La
vie quotidienne en Afrique du Nord au temps de Saint Augustin, París, 1979,
realizada por LUIS CASTONGUAY.
15- Trin. I, 4, 7; CChr 50, 35; BKV' 11/13, 10s.
16- Nota del autor.
17- Trin. XV, 28, 51; CChr 50 A, 534; BKV' 11/14, 331.
18- In Jo 36, 9; CChr 36,
329s.; BKV2 11, 146s.
19- Nota del autor.
20- Nota del autor.
21- Nota del autor.
22- Trin. XV, 28, 51; CChr 50 A, 534; BKV2 II/14, 331s.
23- Nota del autor.
24- Nota del autor.
25- El nombre de Beda o Beda en lengua sajona quiere
decir oración. San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el
historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra,
después de haber dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el
Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando
sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha
dispuesto bien de mi vida”.
26- Nota del autor.
27- Nota del autor.
28- Conf. XIII, 11, 12; CChr 27.
29- Agustín de Hipona. Nota del autor.
30- ristoeseltema.blogspot.com/2016/04/sobre-la-santisima-trinidad.html.
31- Trin. IX, 12, 18; CChr 50, 310.
32- Nota del autor.
33- Cfr. J. Slipyi, Die
Trinitätslehre des byzantinischen Patriarchen Photios: ZKTh 24
(1920), 538-562, (en concreto 554s.); 25 (1921), 66-95; 370-404; Th de
Régnon, Etudes I,
339s.; M. Schmaus, Die
psychologische Trinitätslehre, 132.
34- Los términos latinos Circumincessio y Circumincessio
fueron utilizados en la Escolástica latina para traducir el término griego
Perichoresis, y significan con diversos matices el mismo concepto de la
in-existencia mutua de las tres divinas Personas la una en las otras
(Circumincessio = de circum, en torno, e insidere - sentarse, estar sobre
o dentro de otro), de manera más estática, como presencia o inhabitación mutua;
circumincessio (de circum, e incidere = avanzar), de manera más dinámica, como
efusión o compenetración mutua.
35- De Tri~. 111, c. 24// 1V, 10, 12; cf. IX, 5, 8.
36- Sent. 1 D. 19, p. 1, q. 4// Nota del autor. J Auer, Dios uno y trino,
Herder Barcelona 1982. 325-330;.l; t. Kasper, El Dios de Jesucristo, Sígueme,
Salamanca 990, 322324; 5. del Cura Elena, Perikhóresis en DTDC. 1086-094.
38- Nació el 16 de junio de 1871 en Liuny, aldea de
Rusia central, en una familia de presbíteros. Después de un tiempo de ateismo,
vuelve a la fe en 1905 y es ordenado presbítero en 1918. Fundó en Paris el
Instituto de Teologia San Sergio y el Movimiento Acción Cristiana de los
Estudiantes Rusos (1920-1930). Después de grandes pruebas familiares y
eclesiales, y de una larga enfermedad, murió em 12 de julio de 1944. Sus obras
maestras son “Du Verbe Incarné”, “Le Paraclet”, “L'Epouse de l'Agneau”,
"La Sagesse de Dieu".
40- Nota del autor.
41- S. Aurelius Augustinus, De Trinitate (Ed.
Corpus Christianorum, Series Latina L, W.J. Mountain-Fr. Glorie, Turnholti,
Brepols 1968), VIII, i, 1. (41.1) Juan capítulo 13 versículo 1. (41.2) Tratados sobre el Evangelio
de San Juan, 8, 8 y 10; PL 35, 1455-1457: «Es extraña cosa que los matemáticos,
creyendo en las palabras de Cristo, intenten convencer a los cristianos que
Cristo vivió sujeto a una hora fatal. Luego, deben creer a Cristo cuando dice:
Yo tengo poder para dar mi vida y poder para recobrarla; nadie me la puede
quitar, sino que yo la doy por mí mismo, y por mí mismo la vuelvo a tomar.
¿Acaso este poder está también sujeto a la fatalidad? Que nos muestren un
hombre que tenga el poder de morir o prolongar su vida todo el tiempo que
quiera (…) Aun dada la existencia de la fatalidad en los astros, por necesidad
tenía que estar excluido de ella el Creador de los astros. Es más: no sólo
Cristo está excluido de lo que tú llamas fatalidad, sino tú también, y yo, y
aquél y todos» (41.3). Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 104, 2; PL 35,
1902. (41.4). Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 105, 5; PL 35, 1906. Tratado
sobre el Evangelio de San Juan, 105, 1; PL 35, 1904. (41.5). Notad el autor.
42- Nota del autor.
43- Nota del autor.
44- Nota del autor.
45- Nota del autor.
46- Nota del autor.
47- Nota del autor.
48- Notad el autor.
49- Trin. IX,
iv, 4, 19-21: "Mens vero cum se ipsa cognoscit, non se superat notitia
sua; quia ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur".
50- Nota del autor.
52- Nota del autor.
53- Nota del autor.
54- Nota del autor.
55- Nota del autor.
56- Nota del autor.
57- Nota del autor.
58- Nota del autor.
59- E. Portalié. “Augustin (Saint)”. En: Dictionnaire de
Théologie Catholique. Dir. por A. Vacant y E. Mangenot. Tomo I.II. París;
Librairie Letouzey et Anè 1923, col. 2363. Fuente: Enciclopedia Católica
60- San Agustín, La Ciudad de Dios, XI, 2; PL 41, 318. Dr.
Gustavo Sánchez Rojas, Doctor en Teología, Profesor principal de la Facultad de
Teología Pontificia y Civil de Lima, Perú… Fuente: Enciclopedia Católica
61- Nota del autor.
62- Nota del autor.
63- San Agustín de Hipona.
64- ec.aciprensa.com/wiki/Concilio_de_Éfeso.
66- miantropologiaagustiniana.blogspot.com/ Nota del
autor. https://filosofia83.wordpress.com/2017/09/15/antropologia-agustiniana/
68- Evangelio Práctico: TERCERA PARTE... SOTERIOLOGÍA Y
...
cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/tercera-parte-soteriologia-y.html
69- cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html?view...m.
70- cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html?view...m.
71- De Civitate dei, Libro IX, cpt.17. p. 500.
72- Nota del autor.
73- De civ. Dei, XI, 2; PL 412, 318.
74- Nota del autor.
75- Nota del autor.
76- Nota del autor.
77- Nota del autor.
78- Nota del autor.
79- Serm. 47, “Sobre las ovejas”, 12-14: CCL 41,
582-584.
80- Nota del autor.
81- Nota del autor.
82- Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo, Libro
7, 10. 18, 27// Oh eterna verdad,
verdadera caridad y cara eternidad… www.corazones.org/biblia_y_liturgia/oficio_lectura/fechas/agosto_28.htm.
83- Nota del autor.
84- H. I. Marrou, Saint Augustin et la fin de la culture
antique, p.430.
85- De doctrina Christiana, II, 11.
86- H. I. Marrou, Saint Augustin et la fin de la culture
antique, 431.
87- Cf. De doctrina Christiana, II, 14, 21.
88- Para san Agustín, la versión latina más segura es la
denominada “Itálica”, pero ninguna se compara en autoridad con la versión
griega de los LXX. En De civitate Dei, XX, 29 encontramos confirmada la misma
idea: “Quanquam in verbis Septuaginta interpretum, qui prophetice interpretati
sunt...”.
89- De civitate Dei, XX, 30.
90- Nota del autor.
91- Las Retractaciones (II, 24).
92- Los supuestos hermenéuticos de Agustín de Hipona.
Desentrañar la palabra y transmitir su misterio… Claudio César Calabrese//
revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/viewFile/4248/4170. https://es.scribd.com/document/.../San-Agustin-escultorico-maestro-de-hermeneutica.
93- (Agustín, 1952, I). Universitas Philosophica 64, año
32//enero-junio 2015, Bogotá, Colombia – issn 0120-5323. Biviana Unger Parra.
94- Nota del autor.
95- Propiamente un «tropo» es un modo, una figura o un
giro de palabras con el que una expresión designa un objeto distinto del que
tiene su sentido natural. Este hecho explica por qué originalmente la
tropología se tomó como sinónimo de alegoría y también de anagogía. Así usarán
este término Orígenes, Eusebio, Jerónimo, Dídimo. Será Diodoro de Tarso el que,
reaccionando contra los abusos del alegorismo alejandrino, cargará de
contenidos negativos y aislará el término de alegoría, distinguiéndolo así de
la tropología. El malestar en el uso del término alegoría se advertirá
igualmente en algunos autores occidentales alegorizantes, como Hilario, Rufino,
Ambrosio, Jerónimo, Agustín, y esto servirá para mantener clara su distinción
de la tropología. L. Alonso Schokel, La palabra inspirada, Herder, Barcelona
i966; Íd., Hermenéutica de la Palabra, 1, Cristiandad, Madrid 1986; W stenger.
Los métodos de la exégesis bíblica, Herder, Barcelona 1990.
96- Nota del autor.
97- Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
98- Mateo capítulo 22 versículo 39.
99- De genesi ad litteram, 6, 15: “No vemos nada con los
ojos del cuerpo y, sin embargo, con el alma vemos las imágenes corpóreas”.
100-
“Aliter enim
cogitamus Carthaginem quam novimus, aliter Alexandriam quam non novimus”.
101-
De genesi ad
litteram, 8, 19.
102-
De genesi ad
litteram, XII, 9, 19.
103-
H-G. Gadamer,
Zugehörigkeit (pertenencia) y Verfremdung (distancia); Wahrheit und Methode.
Grundzüge einer philosophischen Hermeneutik, 279.
104-
Nota del autor.
105-
Nota del autor.
106-
Nota del autor.
107-
Notad el autor.
109-
Nota del autor.
111-
Nota del autor.
112-
Nota del autor.
113-
Nota del autor.
114-
Nota del autor.
115-
Nota del autor.
116-
2R 11,2-17.
117-
Ga 1,20.
118-
Hch 16,3. Hch
18,18.
119-
Hch 21,18-26.
120-
Hch 21,21.
121-
Col 2,17.
122-
Jn 5,46.
123-
Hch 21,20-25.
125-
Nota del autor.
126-
Nota del autor.
127-
Nota del autor.
128-
William
Tyndale (1494-1536), quien dio su vida por traducir la Biblia al idioma de la
gente de su tiempo. En agosto de 1536, Tyndale fue condenado como
hereje, y degradado de su grado religioso. Dos meses después, ya con todos los
trámites realizados y luego de ofrecerle la oportunidad de arrepentimiento,
para no morir afuera de la gracia de Dios, Tyndale fue llevado a la hoguera
acompañada de los gritos de una muchedumbre oficialista que lo acusaban de
pagano.
Ya firmemente asegurado a la estaca, Tyndale elevó su última oración a Dios: Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra, tras lo cual sus ejecutores comenzaron el fuego que apagaría su vida terrenal enviándolo a la vida eterna, a los pies del Señor a quien tanto amó.
Ya firmemente asegurado a la estaca, Tyndale elevó su última oración a Dios: Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra, tras lo cual sus ejecutores comenzaron el fuego que apagaría su vida terrenal enviándolo a la vida eterna, a los pies del Señor a quien tanto amó.
129-
Nota del autor.
130-
Willian Tyndale,
Una respuesta al dialogo del señor Thomas More, p. 50.
131-
Institución de la
religión Cristiana I.VII.4. Traducido
por: Gabriela Pérez// https://medium.com/agustinismo.../la-autoridad-de-la-escritura-y-el-testimonio-de-la-i...
132-
Réplica a la
carta del fundamento 5.
133-
Epístola
120,13-14.
134-
Epístola 118,33.
136-
Comentario al
salmo 36,s.2,1.1
137-
Comentario al
salmo 90, 2,1.
138-
Comentario al
salmo 64,2.
139-
Sermón 117,1.
140-
Comentario al
salmo 61,1.
141-
Comentario al
salmo 35,1.
142-
Sermón 59,6.
143-
Comentario al
evangelio de Juan 81,4.
144-
Sobre la
doctrina cristiana 3, 10,15.
145-
Citas bíblicas sobre la Gracia y el
Libre Albedrio. Salmo 26,9.
146-
Salmo 29, 7-8.
147-
Isaías capítulo
1 versículo 18.
148-
Juan capítulo 15
versículo 5.
149-
2 Timoteo
capítulo 4 versículos 6-8.
150-
1 Corintios
capítulo 4 versículo 7.
151-
Santiago
capítulo 1 versículo 17.
152-
Juan capítulo 3
versículo 27.
153-
2 Corintios
capítulo 3 versículo 5.
154-
Deuteronomio
capítulo 8 versículos 17-18.
155-
1 Corintios
capítulo 15 versículo 57.
156-
Salmo 43,22 y
Romanos capítulo 8 versículos 36-37.
157-
LA GRACIA Y DEL
LIBRE ALBEDRÍO… Traducción: P. Gerardo Enrique de la Vega, O.S.A. A Valiente y sus monjes de
Hadrumeto. https://www.augustinus.it/spagnolo/grazia_libero_arbitrio/index.htm.
158-
Nota del autor.
159-
Nota del autor.
Zenón, n. en Sidón. Vivió en los s. II-I. Discículo de Apolodoro y maestro de
Cicerón, se preocupó preferenmente de problemas epistemológicos, en especial de
la inducción incompleta, por lo que puede ser considerado como un precedente de
Bacon. Fedro, vivió en el s. II-I. Maestro de Cicerón a quien éste estimó en
mucho (Cicerón, De finibus bonorum et malorum, 1, 5,16). También en él se
observa la preocupación epistemológica. Escribió un tratado Peri teon (Sobre
los dioses) profundizando en la teología epicúrea.
160-
Nota del autor.
161-
Nota del autor.
162-
Epicuro nació
en Samos, y más tarde se
traslada a Atenas donde en el 306 funda el Jardín de Epicuro, el cual se
hizo para educar como dominarse a sí mismo. Se creaban círculos llamados Heterías Soteriológicas que eran
comunidades con función de salvación del individuo enfermo del núcleo de la
personalidad propia. Estas se crean como terapia del Alma, vinculadas al conocimiento del
mundo incorporando una filosofía diferente con tres fases: canónica, física y ética. Esta
filosofía creada por Epicuro se enfrenta a la de Platón, haciéndonos ver el mundo como
es realmente y así ser más felices individualmente.
163-
Notad el autor.
164-
Katastemáticos o
pausados, a las sensaciones agradables recibidas en reposo.
165-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.htm.
166-
Nota del autor.
167-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
168-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
169-
Nota del autor.
170-
Nota del autor.
171-
M. T. CLARK, San
Agustín, filósofo de la libertad. Estudio de filosofía comparada, Augustinus,
Madrid, 1961, p. 11. Y cfr. E. GILSON, Introduction à l’etude du Saint
Augustin, Vrin, Paris, 1949, pp. 185-216.
172-
J. PEGUEROLES,
San Agustín. Un platonismo cristiano, PPU, Barcelona, 1985, pp. 233- 235. Cfr.
también R. GARCÍA, El concepto de libre albedrío en san Agustín, Ediuns, Bahía
Blanca (Argentina), 2003.
173-
Nota del autor.
174-
Nota del autor.
175-
Nota del autor.
176-
SAN AGUSTÍN,
Confesiones VIII, pp. 7-12.
177-
P. FRANSEN,
“Desarrollo histórico de la doctrina de la gracia”, en Mysterium salutis IV/II,
Madrid, 1984, pp. 618-619. H. CAROL, “Gracia y libertad en san Agustín”,
Agustinvs 40 (1995), pp. 105-10.
178-
SAN AGUSTÍN, De
natura et gratia XXXII, p. 36. D. VON HILDEBRAND, Ética cristiana, Herder, Barcelona, 1962, p. 224.
179-
SAN AGUSTÍN, De
libero arbitrio III, p. 19.
180-
SAN AGUSTÍN, De spiritu
et littera XXIV, p. 60.
181-
PEGUEROLES, San
Agustín, pp. 241-242.
SAN AGUSTÍN, Contra Iuianum opus imperfectum
V, p. 39.
182-
SAN AGUSTÍN, De
diversis Quaestibus 83 q. 2.
183-
SAN AGUSTÍN,
Epistolae 114, p. 4.
184-
Nota del autor
185-
Nota del autor.
186-
Jolivet, 1941,
p. 30-31.
187-
Fernández, 1996,
p.224.
188-
LA NOCIÓN DE
PECADO EN EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTIN. ADRIANA CRISTINA ESPINOSA
MARIMON, UNIVERSIDAD DE CARTAGENA, FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, PROGRAMA DE FILOSOFIA, CARTAGENA DE INDIAS
2011// Tomado de: 190.242.62.234:8080/.../LA%20NOCIÓN%20DE%20PECADO%20EN%20EL%20P
189-
Nota del autor.
190-
Nota del autor.
191-
Nota del autor.
192-
Nota del autor.
193-
Nota del autor.
195-
Nota del autor.
196-
Confesiones, X, 23,
33: CCL 27, 173.
197-
Fuente: Rahilly, Alfred. "Reason." The Catholic
Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. 26 Aug. 2016
<http://www.newadvent.org/cathen/12673b.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.
199-
Nota del autor.
200-
Nota del autor.
201-
San Anselmo de
Canterbury o de Aosta; Aosta, 1033 - Canterbury, 1109) Teólogo y doctor de la
Iglesia católica. Fue abad en el monasterio benedictino de Santa María de Bec
(Normandía), en el que había ingresado en 1060, y arzobispo de Canterbury desde
1093.
202-
Notad el autor.
203-
Nota del autor.
204-
San Agustín de
Hipona. Sermón 43, n. 4; PL 38, 255. Dr. Gustavo Sánchez Rojas. Profesor
Principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. ec.aciprensa.com/wiki/Agustín_de_Hipona:_Crede_ut_intelligas.
205-
Nota del autor.
206-
Nota del autor.
207-
Nota del autor.
208-
Joseph Ratzinger
nació el 16 de abril de 1927 en Marktl (Baviera), diócesis de Passau, en el
seno de una familia de agricultores alemanes de profundas convicciones
católicas. Su progenitor, Joseph, desempeñaba, además, el cargo de comisario de
la gendarmería e hizo asimismo de profesor de su hijo, lo que con seguridad
marcó el carácter tímido y retraído del futuro Papa. En la familia fue clave el
papel de la madre, Maria Peintner, que ejercía las tareas domésticas y cuidaba
de la buena marcha de sus otros dos hijos, Georg y Maria.
209-
es.catholic.net/op/articulos/41240/cat/130/nuestra-fe-la-fe-de-la-iglesia.html.
210-
Nota del autor.
211-
Fuente: Pope, Hugh. "Faith." The Catholic
Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05752c.htm>.
(211.1) Expos. ad
Rom., 52-56: PL, 34,
20742077; Ep. v. 140,
4, 10; PL, 33, 542. (211.2) (Expos. ad Rom., 52-56:
PL, 34, 20742077; Ep. v.
140, 4, 10; PL, 33, 542. (211.3)
Ep. 243, 8: PL, 33, 1057. (211.4) (211.5)
Nota del autor.
212-
Efesios capítulo
4 versículos 3-6.
213-
Nota del autor.
214-
Nota del autor.
215-
(The New
Theology, p. 178, cf. cardenal Newman, “Palmer on Faith and Unity en “Essays
Critical and Historical”, vol. 1, también, Thomas Morton Harper, S.J., Peace
Through the Truth, Londres, 1866, 1ra. Serie.).
216-
Nota del autor.
217-
Nota del autor… (217.1) Nota del autor. (217.2) De Gen.
contra Manich., 11, 20,
30: PL, 34, 211 ss.). (217.3) De Gen.
contra Manich., ib. (217.4) De Spit. et Litt., 26, 43 ss.: PL, 44, 226 ss.
(217.5). De Div. Quaest, ad Simplic., 1, q. I y II: PL, 40, 103-128
(217.6). arvo.net/san-agustin-de-hipona/san-agustin...teolo/gmx-niv128-con12018.htm
(217.7). Nota del autor (217.8). (217.9). Nota del autor.
218-
ENRIQUE CABO, El
cristianismo y la cristiandad según San Agustín (Bilbao 1944, página 10).
219-
Nota del
autor.
220-
Justino Mártir
nació en Flavia Neápolis (la antigua Siquem y actual Nablus) en Tierra Santa,
probablemente hacia el año 114 y murió martirizado en Roma hacia el
año 165.
221-
Quintus
Septimius Florens Tertullianus; Cartago, hoy desaparecida, actual Túnez, h. 160
- id., h. 220) Apologista cristiano considerado el máximo representante de la
literatura cristiana anterior a San Agustín.
222-
Martirologio
Romano: Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito,
que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para
defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción. (c.120 - c.181).
223-
Nota del autor.
224-
De Civitas
Dei II, 3.
225-
Nota del autor.
226-
Nota del autor.
227-
De Civitas Dei I
22,2).
228-
Sermón 34,7.
229-
Nota del autor.
230-
Nota del autor.
231-
Platón se
propuso en La República el estudio de lo justo y de lo injusto. Su objeto es
demostrar la necesidad moral, así para el Estado como para el individuo, de
regir toda su conducta según la justicia, esto es, según la virtud, es decir,
según la idea del bien, principio de buen orden para las sociedades y para las
almas, origen de la felicidad pública y privada; principio, que es el Dios de
Platón. www.filosofia.org/cla/pla/img/azf07007.pdf.
232-
La Ética a
Nicómaco es una obra de Aristóteles escrita en el siglo IV a. C. Este libro no
fue escrito para su hijo Nicómaco como comúnmente se cree sino que recibió su
nombre puesto que fue Nicómaco quien se tomó el trabajo de recopilar y
organizar los escritos de Aristóteles con respecto a este libro, sobre la
virtud y el carácter que tiene un papel importante en la ética aristotélica.
Está compuesto por diez libros basados en notas sobre sus charlas en el Liceo.
Es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad.
Es considerada una de las dos obras fundamentales en que posteriormente se basó
la ética occidental, siendo la otra el mensaje bíblico judeocristiano. www.bioetica.org/cuadernos/contenidos/nicomano.htm.
233-
Nota del autor.
234-
Nota del autor.
235-
Nota del autor.
236-
Nota del autor.
237-
Nota del autor.
238-
Boecio. Estadista romano y filósofo, con frecuencia
llamado “el último de los romanos”, considerado por la tradición como mártir
cristiano. Nació en Roma en el 480 y murió en Pavía en 525. Descendiente de una
familia consular quedó huérfano muy joven siendo educado par el piadoso y de
noble mente Symmachus, con cuya hija, Rusticana, se casó. Ya en 507 era
conocido por su gran cultura y por ello el rey Teodorico le encargó varias
misiones importantes. Tenía la confianza del rey y como patricio romano era
respetado por los representantes de la nobleza romana. Sin embargo, cuando sus
enemigos le acusaron de deslealtad al rey ostrogodo, afirmando que conspiraba
para establecer la “libertad romana”, añadiendo la acusación de sacrilegio
(práctica de la astrología) ni su noble cuna ni su gran popularidad le
sirvieron de nada. Fue encarcelado, condenado sin ser oído y ejecutado por
orden de Teodorico. Durante su prisión reflexionó sobre la inestabilidad del
favor de los príncipes y la inconstante devoción de los amigos. Estos
pensamientos le sugirieron el tema de su más conocida obra filosófica "De
Consolatione Philosophiae".
239-
Porfirio, que en
belleza y lucidez de estilo supera a todos los otros seguidores de Plotino y se
distingue también por la dureza de su oposición a los cristianos, nació en el
233 d.C, probablemente en Tiro. Después de haber estudiado en Atenas, visitó
Roma, y llegó a ser ahí un devoto discípulo de Plotino, a quien acompañó a
Campania en el 263. Murió hacia el 303. De su obra “Contra los Cristianos”,
sólo unos pocos fragmentos, conservados en las obras de los Apologistas
Cristianos han llegado hasta nosotros. A partir de esos pasajes se nota que
dirigió su ataque a lo largo de las líneas de lo que hoy llamaríamos criticismo
histórico del Antiguo Testamento y el estudio comparado de las religiones. Su
obra “De Antro Nympharum” es una elaborada interpretación alegórica y una
defensa de la mitología pagana. Sus Aphormai (Sentencias) son una exposición de
la filosofía de Plotino. CREUZER AND MOSER, edd., opera (Oxford, 1835) tr. TAYLOR (London,
1794-1817); JOHNSON (tr.), Three Treatises of Plotinus (Osceola, Missouri,
1880); COUSIN, Procli Opera (Paris, 1864), ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
240-
Proclo, el más sistemático de todos los neoplatónicos y,
por tal razón, conocido como “el escolástico del neoplatonismo”, es el
principal representante de la fase de pensamiento filosófico que se desarrolló
en Atenas durante el siglo quinto, y terminó en el año 529 cuando, por un
edicto de Justiniano, las escuelas filosóficas de Atenas fueron clausuradas. El
fundador de la Escuela de Atenas fue Plutarco, apodado el Grande (no Plutarco
de Queronea, autor de “Vidas de hombres ilustres”), que murió en el 431. El más
distinguido miembro de esta escuela fue Proclo, que nació en Constantinopla en
el 410, estudió lógica aristotélica en Alejandría y, cerca del 430, llegó a ser
discípulo de Plutarco en Atenas. Murió allí en el 485. Es autor de varios
comentarios sobre Platón, de una colección de himnos a los dioses, y de varias
obras de matemáticas junto con tratados filosóficos. Los más importantes son:
“Elementos de Teología”, stoicheiosis theologike, (impreso en la edición de
París de las Obras de Plotino); “Teología Platónica” (impreso en1618, en
traducción al Latín, por Aemilius Portus); tratados más breves sobre el
Destino, el Mal, la Providencia, etc., que existen sólo en una traducción
latina hecha por Guillermo de Moerbeka en el siglo trece. Estas obras están
reunidas en la edición Cousin, “Procli Opera”, París, 1820-1825. Proclo intentó
sistematizar y sintetizar los distintos elementos del neoplatonismo por medio
de la lógica aristotélica. . ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
241-
Amonio Sacas, un estibador de los muelles de Alejandría, se
considera el fundador de la Escuela Neoplatónica. Como no dejó escritos, es
imposible decir cuáles fueron sus enseñanzas. Sabemos, no obstante, que tuvo
una extraordinaria influencia sobre hombres como Plotino y Orígenes, quienes
voluntariamente abandonaron a los profesores profesionales de Filosofía para
escuchar sus discursos sobre la sabiduría. Según Eusebio, Amonio nació de
padres cristianos, pero se convirtió al paganismo. Su fecha de nacimiento se
considera el 242. ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
242-
Isidoro de Sevilla. Nació en Sevilla en el año 556. Era el menor de
cuatro hermanos, todos los cuales fueron santos y tres de ellos obispos. San
Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina se llamaron sus hermanos.
https://www.aciprensa.com › Recursos › Fiestas Litúrgicas › Santos › Santoral.
243-
Abu Nasr Muhammad ibn Muhammad ibn
Ūzalāgh ibn Tarkhān, mejor conocido
como al-Fārābī, fue nativo de Fārāb, Transoxiana. Sus orígenes podrían
ser turcos. Nació aproximadamente entre los años 870 y 873 y murió en Damasco
en el año 950. Además de ser un lógico de primer orden, comentó buena parte del
corpus aristotélico y estudió algunos diálogos de Platón. Avicena lo menciona
en repetidas ocasiones y recomienda sus escritos como grandes obras
filosóficas. www.philosophica.info/voces/alfarabi/Alfarabi.html.
244-
Duns Scotto. Llamado DOCTOR SUBTILIS, murió el 8 de
diciembre de 1308; fue el fundador de la famosa Escuela Escocesa que tuvo a sus
mejores representantes entre los franciscanos. De sus antecedentes y vida se
sabe poco y las fuentes contemporáneas guardan silencio sobre él. Es cierto que
murió bastante joven, según una temprana tradición a la edad de 34 (cf.
Wadding, Vita Scoti, vol. I de sus obras); pero parece que era algo mayor y que
nació en 1270. El lugar de nacimiento de Escoto ha sido muy discutido y aún no
hay argumentos definitivos a favor de ninguna localidad. El sobrenombre Escoto
no resuelve el asunto porque se daba a escoceses, irlandeses y hasta a nativos
del norte de Inglaterra. El otro nombre, Duns, al que los irlandeses dan tanta
importancia no resuelve nada puesto que también había un Duns en Escocia
(Berwick). Más aún, es imposible determinar si Duns es un apellido familiar o
el nombre de un lugar. Apelar a ciertas supuestas antiguas tradiciones a favor
de Irlanda no sirve de nada puesto que no podemos asegurar su verdadera
antigüedad y precisamente eso es lo importante.
ec.aciprensa.com/wiki/Beato_Juan_Duns_Scoto.
245-
Abu Ali al-Husain ibn Sina-e Balji, llamado por los latinos Avicena, médico árabe y
filósofo nacido en Afsana, Jorasán, actualmente Uzbekistán), en 980 y muerto en
Hamada al norte de Persia en 1035 (en realidad era persa, no árabe). ec.aciprensa.com/wiki/Avicena.
246-
Nota del autor.
247-
Nota del autor.
248-
Nota del autor.
249-
Nota del autor.
250-
Nota del autor. Eusebio
Panfili, obispo de Cesárea en Palestina, el "Padre de la historia
eclesiástica"; nació alrededor de 260 d.C.; murió antes de 341… De Civitas
Dei VIII II; XVIII 27.// XVIII 25. ec.aciprensa.com/wiki/Eusebio_de_Cesarea.
251-
Marco Tulio Cicerón nació el 3 de enero de 106 a
C en Arpinum, localidad ubicada a unos 100 km. al sudeste de Roma. En
la ciudad, de origen volsco pero conquistado por Roma en el 305 a C, sus
habitantes habían recibido la ciudadanía romana en el 188 a C, por lo que
adoptaron el latín como lengua (idioma del que Cicerón llegaría a ser
maestro). Al extenderse la ciudadanía romana a todos los aliados de Italia,
aunque no hubieran nacido en Roma, Cicerón era cives romanus de pleno derecho, y como tal, pertenecía a
efectos legales y electorales a la tribu Cornelia. https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/.../Marco%20Tulio%20Ciceron.
252-
Seneca nace en Córdoba, h. 4 - Roma, 65) Filósofo
hispanorromano. Perteneció a una familia acomodada de la provincia Bética del
Imperio Romano. Su padre fue un retórico de prestigio, cuya habilidad
dialéctica fue muy apreciada luego por los escolásticos, y cuidó de que la
educación de su hijo en Roma incluyera una sólida formación en las artes
retóricas, pero Séneca se sintió igualmente atraído por la filosofía,
recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron en las diversas modalidades
de la doctrina estoica por entonces popular en Roma. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seneca.htm.
253-
Confesiones III
4,7.
254-
Nota del autor.
255-
Nota del autor.
256-
Nota del autor.
257-
Notad el autor.
258-
OBRAS DE SAN
AGUSTÍN, edición bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por el
Pbro. José Moran, O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos,
1964).
259-
Nota del autor.
260-
Nota del autor.
261-
De Civitas Dei
XIV 28.
262-
Nota del autor.
263-
Nota del autor.
264-
Civitas Dei XIX
12,1-3.
265-
OBRAS DE SAN
AGUSTÍN, edición bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por el
Pbro. José Moran, O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos,
1964).
266-
Nota del autor.
267-
Nota del autor.
268-
Nota del autor.
269-
Nota del autor.
270-
Nota del autor.
271-
Nota del autor.
272-
Nota del autor.
273-
Apuleyo nació en Madaura, actual
Argelia, h. 125 - Cartago, hoy
desaparecida, actual Túnez, h. 180) Escritor latino. Se formó en retórica en
Cartago y acudió a Atenas para iniciarse en la filosofía platónica. Viajó por
diversas ciudades y países, hasta que se instaló definitivamente en Cartago.
Acusado de haberse casado con una viuda rica de Trípoli mediante unos
encantamientos maléficos, escribió en su defensa la Apología de Apuleyo o Sobre la magia, un importante
discurso escrito según las normas de la elocuencia jurídica, que constituye el
único testimonio de este tipo que se ha conservado de la época imperial. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/apuleyo.htm.
274-
Nota del autor.
275-
Nota del autor.
276-
(IX 16 y IX 18
Civitas Dei).
277-
Nota del autor.
278-
Nota del autor.
279-
Nota del autor.
280-
Nota del autor.
281-
Beda el Venerable historiador y
doctor de la Iglesia, nació en 672 o 673 y murió en 735. En el último capítulo de su gran obra sobre la
"Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su
propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en
731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez
y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición
de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo. Escribió así: Y
es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña,
especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y
sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el
cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del
Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las
tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio
del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el
interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después
a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida
en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar
la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi
deleite el aprender, enseñar o escribir.
ec.aciprensa.com/wiki/San_Beda_el_Venerable.
282-
Teresa Sánchez Cepeda Dávila y
Ahumada, nació en Ávila, Castilla la Vieja, el 28 de marzo de 1515; y murió
en Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582. Fue el tercer hijo de Don Alonso Sánchez de
Cepeda, con su segunda esposa, doña Beatriz Dávila y Ahumada, la cual murió
cuando la santa tenía catorce años de edad…Teresa fue criada por su piadoso
padre, que era amante de libros serios, y por una tierna y piadosa madre.
Después de su muerte y del matrimonio de su hermana mayor, Teresa fue enviada a
las monjas Agustinas en Ávila para ser educada, teniendo que
abandonarlas luego de dieciocho meses, debido a una enfermedad, permaneciendo
durante unos años con su padre, y en algunas ocasiones, con otros parientes. ec.aciprensa.com/wiki/Santa_Teresa_de_Ávila.
283-
Juan de la Cruz. Fundador
-con Santa Teresa de Ávila- de las Carmelitas de Descalzas, doctor de teología
mística, nacido en Fontiberos, Castilla Vieja, el 24 junio, 1542; falleció
en Úbeda, Andalucía, el 14 de Diciembre de 1591. Juan de Yepes, el último
de los niños de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, tejedores de seda pobres
de Toledo, conoció desde su más temprana edad las penalidades de
vida. El padre, que pertenecía a una buena familia fue desheredado
por su matrimonio más humilde, se murió siendo muy pequeño; la viuda, ayudada
por su hijo mayor, pudo a duras penas procurar las necesidades básicas. Juan
estudió en la escuela pública de Medina Campo, donde la familia había ido a
vivir, y demostró ser un alumno atento y diligente; pero cuando se colocó como
aprendiz de un artesano, parecía que era incapaz de aprender algo…ec.aciprensa.com/wiki/San_Juan_de_la_Cruz.
284-
Adolf Karl Gustav von Harnack, teólogo protestante historiador eclesiástico
alemán, nació el 7 de mayo de 1851 en Dorpat, Estonia, y murió el 10 de junio
de 1930 en Berlín. Su
padre, fue profesor de teología sistemática y práctica, primero en Dorpat
y luego durante trece años en Erlangen, Alemania, y luego hasta
su muerte otra vez en Dorpat. Su obra principal versó sobre la
teología de Lutero. Adolf fue educado en las universidades de
Erlangen, Dorpat y Leipzig. Tras obtener un doctorado, con una disertación
sobre un texto gnóstico, fue profesor en la universidad de Leipzig en
1874. Dos años más tarde fue promovido a un profesorado en historia de la
Iglesia. En 1879 se trasladó a Giessen y en 1886 a Marburgo, siendo designado
en 1888 como profesor en la universidad de Berlín. Por sus ideas liberales,
especialmente sobre la validez de los credos cristianos históricos,
su designación para el puesto en Berlín fue contestada por la Iglesia
evangélica de Prusia. Pero dicha oposición fue anulada por el canciller Otto
von Bismarck y, por su mediación, por Guillermo II, quien inauguró su mandato
como emperador el año en el que Harnack fue nombrado… www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_harnack.
285-
Nota del autor.
286-
Nota del autor.
287-
Nota del autor.
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Nota del autor.
289-
Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718. Veritas no.31 Valparaíso set. 2014//
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-92732014000200008
293-
Nota del autor.
294-
Confesiones Libro I, 1-4). www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
295-
Confesiones Libro XIII, 53. www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
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Nota del autor.
297-
Nota del autor.
298-
Nota del autor.
299-
Nota del autor.
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Obras completas de SAN AGUSTÍN BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS// Fuente
tomada de: www.mercaba.org/Filosofia/Medieval/agustin_de_hipona_00.htm.
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Notad el autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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Nota del autor.
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