DÉCIMO
CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Año B. 1 Reyes capítulo 8 versículos (1,
6,10-11) 22-30, 41-43. Salmo 84. Efesios capítulo 6 versículos 10-20. Juan capítulo
6 versículos 56-69.
El
Libro de los Reyes, narra las acciones de los gobernantes de
Israel y Judá así como sus alianzas con los pueblos vecinos y todos los
conflictos que se generaron en sus determinados periodos de gobierno. De los
reyes citados en este domingo décimo cuarto, no sobresale ninguno ya que como
es costumbre el Texto Sagrado recalca que obraron lo malo a los ojos de Yahveh,
sus gobiernos no erradicaron el culto en los lugares altos, es decir, a Baal y Astarté,
y como si fuera poco terminaban haciendo alianzas y relaciones familiares con
otros peores que ellos.
La enseñanza que deja
esta cita bíblica es clara, si nosotros nos relacionamos y trabamos algún tipo
de vínculo con personas no apropiadas las posibilidades de copiar sus actitudes
de vida serán muy altas. Estemos atentos ante las amistades de nuestros hijos,
conozcamos sus familias y no olvidemos que socialmente muchas formas alienantes
son aceptadas y eso no implica que estén bien. Gobernemos con amor y prudencia
nuestros hogares y constituyamos comunidades de amor en ellos.
No olvidemos como lo
hicieron estos reyes, que solo Dios es
el Señor y cabeza de nuestras vidas y familias para obrar lo bueno que a Dios
agrada y desechar lo negativo que daña nuestra
relación con Él. El obrar bien es patrimonio del bautizado que acepta el Señorío y el
Imperio de Yahveh sobre su vida y los suyos, todo lo que tenemos es de Dios por
ende somos sus administradores y mayordomos.
En
el Salmo 84, el Salmista está feliz de entrar en los
atrios de la casa de Yahveh cosa que contrasta con las actitudes de muchos
bautizados que entran al templo y no hacen distinción del lugar donde se
encuentran, recuperemos la sacralidad y de esta forma ubiquémonos en el
contexto de nuestra Fe y su celebración. El
Dios vivo se revela en los suyos, se manifiesta en nosotros, es suficiente
motivo de alegría y autentica felicidad para el bautizado sentirse templo del
amor de Dios. Dios es fuente de Gracia y su misericordia se manifiesta en nuestra
liturgia. La Santa Eucaristía es el máximo acto de Adoración y Alabanza de la Iglesia
al Dios vivo, por lo tanto debemos prepararnos para sumarnos a las huestes celestiales
que le adoran siempre (mistagogia de nuestra liturgia).
Nuestros
ministros y quienes sirven al altar deben
estar siempre alegres porque este Salmo expresa su vocación de servicio y dedicación
a las cosas sagradas. Este Salmo nos ubica justo después
del destierro en Babilonia, el Sacerdote que sirve en su liturgia es figura alegórica
del Mesías. También guarda relación doctrinal con los profetas Isaías y Zacarías cuya
centralidad es el anuncio de la paz mesiánica aquella que se perdió durante el
destierro y que solo será plena en Cristo resucitado.
El
Apóstol Pablo en la comunidad de Éfeso deja en manos de los
bautizados las armas de la Fe que sin duda serán definitivas en el combate espiritual
por el seguimiento del Dios revelado. No es fácil ser creyente porque la
realidad en la que existimos posee sus propios afanes y Cristo rompe con sus
paradigmas introduciendo unos fundamentos verdaderamente confiables. La diferencia con
el mundo es sustancial y el Apóstol entiende que seguir a Cristo nos plantea
nuevos retos de vida y que para ello las armas no son las convencionales con
las que se auto-destruye el ser humano, sino que es indispensable la trascendencia
que solo da Cristo.
Estas son armas divinas que proceden de Cristo y hacen parte
de su promesa de estar siempre con nosotros hasta el fin de nuestra vida en el
mundo físico. La Solidaridad amorosa de Dios es grande con los creyentes.
Aquellas expresiones sobre espíritus y sus gobiernos corresponden a enseñanzas
de los antiguos sobre el mundo físico y el espiritual, muchas de estas
enseñanzas provienen de Babilonia y
durante la deportación o diáspora se quedaron en la sique de los judíos.
El pecado esclaviza al
ser humano y le hace débil ante el influjo de estos males que apartan de Dios. Cristo rompe estas cadenas, Cristo nos da
la victoria por su Amor y grande Misericordia. Solo revestidos con la fuerza
del resucitado el bautizado puede ganar esta batalla por vivir su Fe y edificar
un mundo y relaciones santas y libres de toda atadura.
El Evangelio es
definitivo en esta “lucha” y como tal debe ser meditado y compartido diariamente
en la vida espiritual de los bautizados. Quienes no meditan la Palabra de Dios
están dejando áreas de sus vidas al descubierto
que pueden ser influenciadas por
el mal en todas sus formas. Pablo nos invita a redoblar el estudio de las
Escrituras Inspiradas y a tomar conciencia sobre su significación en la edificación
de nuestra vida de Fe.
Desafortunadamente
encontramos que el mundo y sus ocupaciones roban tiempo vital en la vida de Fe
y la espiritualidad es relegada por expresiones materiales de la concepción o
idea que tengamos sobre reposo y descanso. Si
no hay tiempo el domingo para asistir a la Eucaristía cómo edificar sólidamente
nuestra espiritualidad, es un interrogante obligado para los bautizados. El
mundo busca que los hijos de Dios pierdan la noción de eternidad y se contenten
solo con llenar el vientre y los sentidos matando de hambre la Fe y el amor de
Cristo en nosotros. No permitamos que el
amor por el mundo y su noción de bienestar nos haga perder el camino de la verdadera
trascendencia y plena realización.
El
Evangelio Joanico, culmina así la serie de enseñanzas sobre
la relación vital del Señor con los bautizados, con quienes reciben y viven el
servicio amoroso de la Eucaristía. De paso la expresión Petrina, es una declaración de Fe que contrasta con la
actitud de algunos de sus seguidores que ante la realidad cruda de la falta de
Fe deciden hacerse a un lado. Juan muy a su estilo nos permite dibujar un bosquejo
de lo que será esta relación espiritual donde los signos y portentos no son los
que mejor hablan del Señor sino la Fe y dedicación de los suyos.
Una
relación redimida no se fundamenta en el Dios sanador o liberador sino en el
Dios Amor. Reconocer a Cristo como el “Santo de Dios” es una manera apegada a
la tradición de Israel de confesar en Cristo al Mesías al Hijo de Dios. Es duro
ciertamente seguir a Cristo pero es necesario
hacerlo para concretar auténticamente el potencial de nuestra vida. Creer es nuestra
opción y para que esta creencia sea autentica la Iglesia juega un papel definitivo educando en la Fe y
en sus verdades reveladas. Es pues vital que nuestra Iglesia se concretice y
asuma los medios y recursos para educar a los bautizados y a sus ministros tanto
laicos como ordenados. La disciplina hace parte de este arsenal de Usos y Costumbres
que esgrimimos los Episcopales en el
mundo. Centremos la vida en la
centralidad de Cristo y de esta forma los frutos serán dignos de trascender, no
vivamos como sin esperanza. Sin duda imitar a Cristo es una realidad del
bautizado y debemos trabajar mucho para superarnos en todos los escenarios de
la vida en los que nos desenvolvemos y mostrar así a Cristo vivo y triunfante.
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