DISCURSO EN LA SINAGOGA DE CAFARNAUM (Jn 6: 24-35).
La continuación de este Capítulo de
Juan se centra en la vivencia del Mensaje sobre la nueva forma por la que opta Jesús
para continuar presente entre los suyos, es una presencia cargada de
Espiritualidad y vida Sobrenatural: No
fue Moisés quien dio el Pan del Cielo; es mi Padre el que os da el verdadero
pan del Cielo, porque el pan de Dios es el que baja del Cielo y da la vida al
Mundo (32-33) esta propuesta de Jesús contribuye a plantear la Gracia bajo
la consecución de los Medios Eficientes para la comunicación de la misma, este
medio pasa por los elementos que hacen vida en la Tradición que vivía el propio
Salvador (Pan, Pescado ) este Alimento se reviste de la Gracia y se perpetua de
tal manera que define el Camino y Caminar del Creyente.
Jesús relaciona este Alimento con
la vida pero no solo apunta a una existencia biológica sino en orden a la
Espiritualidad propia del que nace en la perspectiva del nuevo Signo Eucarístico…
Este Signo se desarrolla en todo su poder significante en la Santa Eucaristía
de la que la Catolicidad toma su Esencia y Sacrificio.
Ya en el Siglo I en las Catacumbas
se encuentran frescos en sus paredes sobre esta tan rica simbología al punto de
asumirse como Identidad de los Bautizados que deben comunicarse mediante signos
y símbolos, este lenguaje se constituyó en un contundente elemento Identitativo.
Jesús deja claro que Él personifica
el Alimento que baja del Cielo en una alusión definitiva de su Naturaleza y relación
Salvífica, nosotros los Bautizados somos los comensales por excelencia de los
Dones de su Gracia, se establece una Comensalía que responde a este principio
que deja la Sinagoga como lugar de reunión y se centra en la Intimidad de la
Familia y su Fraternidad, esta forma por demás nueva en su época, sirve para
indicar que la relación Eucaristía no tienen parangón en el Pueblo Judío del
que eran oriundos los Discípulos y futuros Creyentes.
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