SÉPTIMO DOMINGO DE
PASCUA. Hechos de los Apóstoles capítulo 1 versículos 6-14. Salmo
68:1-10,33-36. 1 Pedro capítulo 4 versiculos 12-14 y 5:6-11. Juan capítulo 17
versiculos 1-11.
"1. Así habló Jesús,
y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu
Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. 2. Y que según el poder que le has
dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
3. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al
que tú has enviado, Jesucristo. 4. Yo te he glorificado en la tierra, llevando
a cabo la obra que me encomendaste realizar. 5. Ahora, Padre, glorifícame tú,
junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. 6. He
manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo.
Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. 7. Ahora ya saben
que todo lo que me has dado viene de ti; 8. porque las palabras que tú me diste
se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido
verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 9. Por
ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son
tuyos; 10. y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido
glorificado en ellos. 11. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el
mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado,
para que sean uno como nosotros." bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/17/
El texto Joanico se ubica
en sintonía de lo celebrado el jueves, nos referimos a la Ascensión del Señor,
cuyo acontecimiento nos prepara para la vivencia e instauración de un nuevo
paradigma que acompañará a la Iglesia en la “ausencia” de su Maestro. El texto del cuarto evangelio argumenta la
relación vinculante del Señor y sus más cercanos en este caso los discípulos.
Tal relación es tan íntima que se eleva por sobre las complicaciones del mundo
y lo que implica el haberla cultivado como una opción radical de vida por parte
de Jesús y sus amigos. Desde luego el circulo social de Jesus se cierra
convenientemente en orden a los discípulos como indicando que solo lo esencial
para la misión aquí tiene relevancia. El interés de Juan es presentar al Señor
en un dialogo comprensible y que denota cercanía, es parte de su configuración
en la realidad humana también presente en su naturaleza. Desde luego, el mundo
es un principio antagónico o némesis del contenido saludable del evangelio y
Juan lo hace derivar necesariamente a este dialogo del Señor con el Padre Dios,
así se marcará la diferencia entre el mundo y sus planes y la Voluntad de Dios
(salvífica).
El amor testimonia esta
relación del Señor con sus discípulos y se presenta como modelo relacional para
los vínculos de los futuros cristianos. De esta forma queda en orden y muy
claro que la Voluntad de Jesús es la síntesis la Voluntad del Padre Dios y
nosotros bajo el modelo del amor estamos destinados a navegar dulcemente en la
Voluntad salvífica de Dios. Para la Iglesia primitiva era imperioso optar por
tal identidad moral que los configurara con el Señor, ya que no era una opción
vivir conforme a los distintos modelos de su presente. Seguir al Señor
implicaba para ellos renunciar a las propuestas y cosmovisiones de una sociedad
antagónica y cuyo paradigma era el politeísmo, el mito y los distintos sectores
del fanatismo judío. El paradigma cristiano en su concepto más arcaico se
aproximó al modelo judío mientas el tránsito de su identidad y doctrina, Juan a
diferencia de los demás discípulos vivió tiempos de persecución romana lo que
implicó para él un cambio radical de visión frente a la manera de implantar el
cristianismo en tal sociedad. La oración oblativa del Señor se centra en la
relación definitiva de los discípulos con el Dios revelado. Es interesante que
en la comprensión de este pasaje evangélico comprendamos que la relación vital
se establece por voluntad de Jesús y que los contenidos de esta relación son de
índole escatológicos porque dispone a sus amigos en la vivencia de este
principio salvífico y lo mismo acontece con los bautizados en el presente. La
gloria de Jesús es la misma del Padre Dios y al pedirle al Padre ser glorificado
intrínsecamente realiza un acto de obediencia que se reflejará posteriormente
en el sacrificio de la Cruz. La obediencia se convierte pues, en un fundamento
de su vida testimonial y así nos lo hace saber al involucrarnos en su amorosa
petición y constatación al Padre Dios. Nuestro testimonio es vivir según los
contenidos de la relación que Jesús estableció con cada uno de nosotros. El
conocimiento de esta relación solo es posible mediante el amor que une nuestra
realidad con la revelación espiritual del Señor. Pedir por nosotros no es otra
cosa que la reafirmación del valor de su Encarnación, la misma que une la
condición humana con la divina en su adorado Ser de Dios y Hombre verdadero.
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