miércoles, 22 de diciembre de 2021

REFLEXIÓN DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO...

 

REFLEXIÓN  DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

 

La Iglesia se prepara para vivir en la tranquilidad y seguridad de los hogares de sus hijos los bautizados, pero antes en nuestros templos este maravilloso acontecimiento que antropizó totalmente nuestra relación con el Dios amoroso y por ende salvífico. Proclamó antes el profeta Isaías capítulo 7 versículo 14: “Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”.  El Mesías anunciado entrará no precedido de un ejército numeroso y poderoso sino con la sencillez de su corazón y viendo como sintiendo a todos sus hermanos y necesitados de su amor. Es la entrada de Dios, del Creador de todo en el reducido recinto de Nazaret, en la ciudad de David o Belén, arrullado por los cantos de cuna cuando había antes sido adorado por los coros celestiales de pléyades angelicales.  (Brillando en su presencia siempre, o como lo expresaría la mitología griega Eran hermanas de Calipso y de las Hespéridas. Sus nombres eran Maya, Electra, Taigete, Alcíone, Selene, Estérope y Mérope. En astronomía las Pléyades son un cúmulo abierto en la constelación de Taurus). Las estrellas más brillantes de las Pléyades pueden verse a simple vista incluso desde las grandes ciudades. Imaginándonos simplemente si una estrella brilla hasta nosotros con cuanto más poder cantaban sus ángeles…

 Este era el escenario cósmico del Hijo de Dios, pero a pesar de todo su Poder como Dios se encarna y disfruta de los cantos infantiles que le tributa la Virgen Madre. El dueño del universo reclama una cuna entre nosotros. Es una gran paradoja que el Creador necesite que le creen un espacio para descansar y un hogar para crecer y ser feliz. Es la familia el valor por antonomasia de este acontecimiento histórico-salvífico. Dios ha buscado un hogar para su Hijo hecho hombre, Dios lo confió a una joven esposa y niña en edad y dulce expresión.  La Familia conformada por María, José y el Niño Dios, encarna el acontecer salvífico de toda la familia humana. De toda posible esperanza que se cierne sobre la humanidad aquí expectante, aquí materializada en la certeza de un acontecimiento que transformará su razón y fundamento de ser y sentir, la bendición de Dios santificando sus ciclos vitales y momentos de amor. Estos momentos salvíficos en esencia hacen de lo cotidiano oportunidad de adoración cuando nos reconocemos bajo la inspiración de este santo modelo de Nazaret.

Belén no es la ciudad más reconocida por la tradición y los estudiosos, así como por los eruditos judíos, pero no obstante la proximidad de Dios con nosotros se revela en lo pequeño y muchas veces ignorado. Porque la cuestión radica no en el lugar sino en la Voluntad de Dios y la disposición de nuestra Fe… En una necesidad de manifestar su Amor a la humanidad y mostrar que el camino que conduce a su Reino no necesita agregar portentos que solo con amar basta cuando este amar se convierte en el combustible que enciende nuestras lámparas vigilantes.  Santa Noche por excelencia en la que se juntan las voces del cielo y la tierra y la luz brilla en ambos espacios. Bendita noche en la que un niño nos ha nacido y porta en su tierna sonrisa la esperanza de toda la humanidad y la creación. Pero cual fue la escena que contemplaron sus padres y quienes les visitaron. Y que dialogo el mortal podría sostener con la Palabra Eterna. Como expresarle al Dueño y Señor de todo, los sentimientos que embargaron a aquellas almas devotas. En la simpleza y humildad de los pastores, en el regocijo de una madre inexperta y un esposo maduro conocedor de la vida, pero de corazón henchido de amor y ternura. La expresión común en ángeles, pastores, familia y amigos era una sola, Alabanza, Alabanza y Alabanza, nada distinto podría brotar de estas personas sus primeros amigos y futuros discípulos en la obra del Evangelio. Nada distinto a una Iglesia que como madre aguarda para adorar a su Señor y Salvador… Bendita noche llena de estrellas y astros anunciantes de aquel inenarrable misterio hecho carne. Abraham, Moisés, Jacob, David, Salomón, los profetas, todos ellos quisieron ver lo que los bautizados miramos hoy por los ojos de nuestra madre la Iglesia. Una expresión tanto de amor como de profunda Fe maravilla a los pastores y a los coros angélicos. Ha nacido el Verbo en la carne humana, ha nacido el que no tiene principio, pero aun así lo tiene en el corazón de una madre. Quien podría sospechar siquiera que el creador de todo cuanto existe, el que sostiene la creación y la justifica siempre, sea cargado y sostenido por brazos frágiles de mujer que paradójicamente como toda Niña, sus brazos, hechos para acariciar y no para sostener pesos, pero aquí se trata del creador que se rinde ante la niña María y su dulzura.  En esta noche maravillosa será posible unir los anhelos y la esperanza de toda la humanidad que sin saberlo por descansar plácidamente en otras latitudes serán bendecidos con la visita de la misericordia reconciliadora de Dios.

Paz a los hombres de buena voluntad, no es un saludo protocolar o la manera de agraciar a las personas de experiencia de Fe, es sobre toda expresión posible, el señalamiento de mujeres y hombres que han entendido que la vivencia del amor les hace participes de la misericordia de Dios, no es misericordia aprendida de experiencias de Fe sino de la praxis de un Ethos santo reflejado por el Dios amor.   Esta bendita noche nos hace participes y obreros de la misericordia y la bondad por quienes nos rodean, esta bella noche nos invita a trabajar por la extensión del Reino de Dios, de un Dios que aun infante trabaja por nosotros sin cesar.

La Paz que procede de Dios es y será uno de los mayores dones del resucitado, sus discípulos, y nosotros en ellos, y con ellos participamos de los mismos. La Paz que brota del corazón de un Padre, de Dios nuestro Padre, es la Paz que da vida y lo hace en abundancia, es la Paz de María y José como de los pastores y sus amigos los ángeles. Es la Paz el don de vida que llega a nosotros por el santo Bautismo, es la Paz que hace de la tierra por ese dulce momento el hogar de los ángeles de Dios que llegaron a adorarle en la humanidad de su cuerpo frágil y tierno, del Dios antes reverenciado en su trono altísimo, ahora abajado a la carne de un niño lleno de amor y ternura. Tanta expectativa generó a sus padres que todo lo vivido se convertirá en un tesoro en el corazón de la niña María.  Esta bella noche nos recuerda que la Paz llegó a la tierra para convertirse en el anhelo de cada bautizado y que todas las naciones de la tierra la podrán tener cuando verdaderamente reconozcan el imperio de Dios en sus corazones. Una Paz como la que brinda Dios que no depende de nada que pueda suceder entre nosotros. Que no se rinde ante los imperios de este mundo o los valores arbitrarios impuestos en la sociedad sensualista y temerosa del verdadero amor, del único que trae Paz y esperanza. Es pues la oportunidad de la humanidad para alcanzar los ideales de su existencia, los ideales que respiran a vida eterna en los labios dibujada, por un frágil niño recién nacido. La sonrisa más profunda de la creación que todavía refleja lo divino y lo creado, que todavía ilumina la tierra, aunque de este maravilloso suceso han pasado 2000 años. Suceso que no tiene paradigma entre nosotros, suceso lleno de expectación. La madre del niño Dios guarda en su corazón cuanto acontece con su vida y su Fe como experiencia de misericordia de Dios y su gran amor.  Ella ante los sucesos que marcaran su vida recuerda impávida a su niño en los primeros meses de vida y renueva constantemente su amor de madre y su vocación como la futura hija de la Iglesia. La Fe de María y de su esposo José, se refleja en todos los cuidados y preocupaciones por la vida del niño recién nacido, lo que hay en sus corazones no se atiene al cuidado de los ángeles visitantes, sino que ellos asumen su rol como padres y familia. Una familia que comprende perfectamente que la vida compartida por el Creador debe ser protegida y promovida y que los valores y virtudes se cosechan también en familia.  Una familia que hace muy bien su trabajo de amar y cuidar, cuidar y amar, como promover y prosperar…

Lucas en su Evangelio se cuida de mostrarnos que esta bella familia cumplió con todas las prescripciones de la ley Mosaica, aunque algunas de sus prácticas no eran obligatorias, pero de esta forma desean mostrar al mundo que el compromiso de Fe es dulce como la miel y más refréscate que el bálsamo puro.  Familia que ora y permanece unida bajo la guía del Espíritu Santo, son ellos modelos de Padres y Madres que caminan con nosotros por el mundo. Sin duda que el niño Jesús fue criado como creyente y comprometido con el Dios de la vida, el mismo que por amor y en amor le engendró antes de todo tiempo o principio.  Los bautizados debemos subir de lo material a lo espiritual, de lo visible a lo invisible, es la trascendencia el alimento de nuestra Navidad. Para culminar esta breve reflexión los dejo con las palabras de Agustín de Hipona… “Mirad hecho hombre al Creador del hombre para que mamase leche el que gobierna el mundo sideral, para que tuviese hambre el pan, para que tuviera sed la fuente, y durmiese la luz, y el camino se fatigase en el viaje, y la Verdad fuese acusada por falsos testigos, y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos. Y la disciplina fuera azotada con látigos, y el racimo de uvas fuera coronado de espinas, y el cimiento, colgado en el madero; la virtud se enflaqueciera, la salud fuera herida, y muriese la misma vida (Sermo 191,1: PL 38,1010)”. 

“Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a su eternidad…”

 

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

IV DOMINGO DE ADVIENTO...

 

IV DOMINGO DE ADVIENTO. Miqueas capítulo 5 versículos 2-5ª. Cántico 3 (L.O.C. página 49). Hebreos capítulo 10 versículos 5-10. Lucas capítulo 1 versículos 39-45, (46-56).

 

El profeta Miqueas hace eco de la tradición Isainiana en lo relacionado con la Madre del Mesías, en la concepción de este profeta (Miqueas) la relación salvífica afectará positivamente al pueblo que espera confiado. La afirmación tacita de Miqueas es también su declaración de Fe en el Dios que interviene en favor de su pueblo, este alumbramiento coincidirá con el retorno escatológico de los creyentes y su nacida liberación. La condición de la promesa dependerá totalmente de Dios y su misericordia incondicional. Miqueas lee los tiempos de su presente y es un visionario que concretamente se ubica en la futura restauración del pueblo que demostró su total equivocación buscando ser justificado en alianzas y tratos políticos con sus vecinos. La relación de esta nación con otros pueblos fue siempre tormentosa tanto por su decisión religiosa como por los intereses económicos de la región. La condición de su vocación sin duda generó conflicto con culturas paganas cuya gama elaborada de mitologías motivó el empoderamiento de relatos particularmente en la creación, torre de babel, diluvio, entre otros. La visión de un Dios que es Todopoderoso y que actúa de la mano con el ser humano es el mayor logro de la cultura teológica de Israel. Tal postura se estructuró con el correr de los siglos hasta madurar en la opción salvífica descrita inicialmente por los profetas y particularmente de quien designamos como profeta mesiánico, nos referimos al propio Isaías. Miqueas espera la reivindicación de su pueblo como judío nacionalista y amante de su tierra. Una necesidad que les permitió retornar luego de las consabidas deportaciones. El modelo foráneo fue estructurado precisamente en este periodo trágico de la historia sionista. En sintonía con Miqueas el profeta Isaías insiste en la búsqueda de Dios bajo los fundamentos de la revelación y el alma adornada de su crecimiento espiritual. La conversión es indispensable en este proceso de madurez espiritual. Dios se deja encontrar solo en la medida en que nuestra búsqueda sea sincera y autentica, es la interpretación Psicológica de su llamado. La independencia de Dios queda a salvo de las maquinaciones y deseos humanos. Isaías parece decirnos que Dios está a nuestro lado pero que no es como nosotros, lo que implica una búsqueda interior… Es parte de sus afirmaciones sobre la Majestad de Dios en su creación y una interpretación mística de su relación con la obra de sus manos. La Voluntad de Dios nos mueve a encontrarlo y misteriosamente dispone de su amor para animar y motivar nuestro caminar cristiano.

El autor de la Carta a los Hebreos se ubica en la visión judía de los sacrificios y como en Cristo esta praxis de Fe queda aún lado por ser Cristo mismo tanto altar como víctima. Es pues por medio de su obra como el bautizado entra en la comunión de la vida sobrenatural. Tal comunión se profundiza en la medida en la que la Fe materializa su praxis. El relato a manera de cronista nos recuerda otros documentos Escrituristicos importantes para nosotros. La historia salvífica toma forma en la mentalidad judía. La esperanza que encarnará el Mesías es vislumbrada por los profetas como vimos anteriormente y materializada en Cristo. Los sacrificios sin corazón no serán más el alimento de nuestra Fe como cristianos. Los judíos que abrazan el nuevo “camino” tendrán por definir la concreción de una mentalidad que inicia en la revelación amorosa de Dios y que en Cristo manifiesta toda su plenitud. Cristo es la centralidad de esta Carta y su expresión de Fe es una bella interpretación de la Cruz en la mentalidad judía, como era de esperarse en este proceso catequético para los judíos que buscan en Cristo la realización de las promesas de su Ley. La verdad misma queda evidenciada como consecuencia de aproximarnos a Cristo y su sacrificio perenne. La Fe que vemos en el relato es sin duda alguna la garantía de la realización de cuanto hemos considerado desde la perspectiva salvífica del Señor y antes revelado en los profetas.

El Texto Lucano de la Visitación y la posterior exclamación de María o Magníficat, una condición espiritual que adorna a la Niña Madre del Salvador, la prima Isabel denota la relación contundente que involucra la felicidad que produce en el alma aventajada espiritualmente cuando se relaciona con quienes le rodean. Hay una gran felicidad en el ambiente que solo se produce por la profunda praxis y convicción de Fe de aquella mujer. Isabel es una mujer mayor lo que no impidió su asombro y confianza en el plan salvífico de Dios. Isabel reconoce al Salvador, y su niño el Bautista no se queda ausente de tamaña visita. El fruto de aquel vientre es bendito y necesario para nuestra salud, es el Salvador que unido a la creación salva y redime. Aquí citaremos a Orígenes (santos PP. griegos) cuando afirmaba desde su postura teológica: El Verbo eterno desciende sobre María, y se une al alma de Jesús y todo su ser. Teológicamente los Santos PP. Capadocios siguiendo a su inspirador (Orígenes) afirmaron la Hipostasis del Señor (Naturaleza Humana y Divina y Persona Divina en el Señor), solo para recordar su Teología. María vive un momento espiritual de perfecta felicidad y sobre todo de una gran madurez al asumir las condiciones de una vida en los designios y planes de Dios sin objetar absolutamente nada como lo veremos posteriormente durante el ministerio de su Adorado Hijo. María caminó 6 kilómetros para ir a casa de su prima. La Fe es consecuencia de la promesa que se cumple perfectamente en el alma de los creyentes en el hoy de cada uno de los bautizados. El Magníficat, declaración gozosa de Fe en labios de la Niña María, fue puesto convenientemente por Lucas en su evangelio, decimos convenientemente porque corresponde a la tradición que vemos reflejada en la condición de Ana (1 Samuel capítulo 2 versículos 1-10). María encarna algunos de los temas preferidos del (A.T) y que identificamos precisamente en el Magníficat. Los pobres que confían en Dios desarrollando una vida de oración y Fe absolutamente entregada y puesta totalmente en Dios mientras quienes poseen riquezas confían más en su poder que en el mismo Dios que dicen profesar. La permanencia de María con su prima es relacionada con el tiempo del alumbramiento y la necesidad de ser atendida durante el mismo. La maternidad es signo de bendición en esta tradición. María actúa bajo la guía del Espíritu Santo una consecuencia de su aceptación o Fiat.  La condición de desposeídos no siempre implica los contenidos materiales o económicos, también se relaciona con una condición necesaria para encontrar la Verdad del Dios revelado. Lucas ve en la Niña Madre un modelo de total despojo de seguridades terrenales y absoluta entrega a los planes de Dios. No es una maternidad placida ella como mujer debe enfrentar las complicaciones de su embarazo y el cuidado de su Niño. El Magníficat nos invita a exclamar y afirmar la confianza que debe haber en cada uno de los bautizados que esperan en el Dios de la promesa como lo hizo esta Niña y su prima. María es Madre, Creyente, Esposa y sobre todo Mujer de Fe…

sábado, 4 de diciembre de 2021

ADVENTUS. ESPERANZA EN LA MANIFESTACIÓN AMOROSA DE DIOS.

 

ADVENTUS. ESPERANZA EN LA MANIFESTACIÓN AMOROSA DE DIOS.

 

 

En una interpretación absolutamente positiva de la historia salvífica de la Iglesia durante los distintos tiempos fuertes de la liturgia quiere mostrarnos como vivirlos, como si se tratara de un acontecimiento que apenas está sucediendo. Esta primicia nos invita decididamente a contemplar el Adviento como un auténtico llamado a involucrarnos en el nacimiento espiritual del Salvador… cristoeseltema.blogspot.com/nota del autor.  

 

RESUMEN.

 

El tiempo litúrgico de Adviento al ser establecido sigue coherentemente las concordancias con la preparación para vivir los momentos definitivos en la vida y obra del Redentor. Estamos afirmando que cada tiempo litúrgico posee su propio énfasis y motivo, y el Adviento entra en esta consideración por la lógica misma de ser un tiempo señalado por la liturgia y la tradición de la Iglesia (1). La Iglesia deseosa de contribuir decididamente a la formación espiritual de sus hijos los bautizados señala el nacimiento del Salvador, no en fecha concreta aparentemente, sino como el movimiento de la Fe común que ratifica el advenimiento mesiánico y todo su contenido supra-escatologico (2) en cada tiempo vivido por la humanidad. No es propiamente los señalamientos de una determinada acción puntual sino de la preparación inicial al nacimiento de Jesús. Toda su simbología, sus términos y contenidos nos permiten hoy recrear espiritualmente lo sucedido hace ya 2000 años. La dialéctica de este tiempo litúrgico enfrenta la tesis de su existencia desmitificada cada día más, pero de increíble necesidad en la purificación de la mente y conciencia de los creyentes, Un acontecer sujeto a la praxis de la Fe de la Iglesia y por ende de sus hijos los bautizados. Un tiempo sin tiempo, pero percibido bajo la inspiración del Kairós de Dios en su Hijo, el Redentor (3). Tal comprensión del tiempo salvífico es posible al remarcar los momentos de la Salvación. Los signos de este tiempo fuerte en la liturgia de la Iglesia nos invitan a redoblar nuestros esfuerzos por vivir la opción fundamental por Cristo, la misma iniciada en el santo Bautismo, aquí la Iglesia relaciona el Adviento como la misma preparación para nuestro nacimiento en la Fe. La tesis citada no afirma el nacimiento en la Fe solo por el hecho de nacer en el tiempo, la Fe se manifiesta como una Gracia de Dios en el bautizado y por ende cobija literalmente todo su tiempo vivido y construido sobre la base o fundamento de la Gracia manifestada en la Encarnación del Verbo de Dios. Desde nuestra óptica de Fe podemos afirmar con absoluta seguridad que el Adviento mueve al creyente a vivir decididamente como parte de la obra redentora anunciada antes por los profetas y hoy afirmada por la vida ministerial de la Iglesia y la ministerialidad de los ministros ordenados y laicales (4).

Es también una consideración enraizada en la psique del pueblo y sus anhelos de libertad y autonomía, la misma que habían perdido bajo la dictadura romana, el yugo extranjero había minado la esperanza del pueblo y el judío vivía por Fe aguardando el momento de traducir la promesa hecha a Abraham y a Moisés en un signo vivo y concreto del Dios con nosotros Isainiano: “El Señor mismo os dará una señal. Mirad: la virgen encinta da a luz un hijo, a quien ella pondrá el nombre de Emanuel”. (Isaías capítulo 7 versículo 14) o el texto de Jerusalén original “Dat Dominus Ipse vobis signum; Ecce do. Vírginis et parit filium, quem no erit nomen eius Emmanuhel” (5) Nos indica el signo-símbolo esperado y profetizado bajo la reconstrucción de la dignidad y libertad nacional por parte de Dios, que toca la conciencia de cada israelita de aquella época. La espera se anima con la esperanza de la restauración y la soberanía de Dios sobre su pueblo. El Dios que los escogió es el mismo que les prometió y en ellos figura nuestra del advenimiento del Mesías. La relación salvífica se manifiesta en las acciones del pueblo que aguarda bajo el signo vivo de su conciencia la instauración de un reinado más glorioso que su héroe nacional, me refiero al rey David. Es pues el Mesías un Rey de naturaleza plena cuya presencia nace en el corazón del creyente y no en la potencia de sus ejércitos.

 

UNA PROMESA.

 

“El Hijo de Dios en persona, aquel que existe desde toda la eternidad, aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo, principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, palabra y pensamiento del Padre, él mismo viene en ayuda de la criatura, que es su imagen: por amor del hombre se hace hombre, por amor a mi alma se une a un alma intelectual, para purificar a aquellos a quienes se ha hecho semejante, asumiendo todo lo humano, excepto el pecado. Fue concebido en el seno de la Virgen, previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu (ya que convenía honrar el hecho de la generación, destacando al mismo tiempo la preeminencia de la virginidad); y así, siendo Dios, nació con la naturaleza humana que había asumido, y unió en su persona dos cosas entre sí contrarias, a saber, la carne y el espíritu, de las cuales una confirió la divinidad, otra la recibió” (6).

El período de las promesas se extiende desde los profetas hasta Juan Bautista. El del cumplimiento, desde éste hasta el fin de los tiempos. Fiel es Dios, que se ha constituido en deudor nuestro, no porque haya recibido nada de nosotros; sino por lo mucho que nos ha prometido. La promesa le pareció poco, incluso; por eso, quiso obligarse mediante escritura, haciéndonos, por decirlo así, un documento de sus promesas para que, cuando empezara a cumplir lo que prometió, viésemos en el escrito el orden sucesivo de su cumplimiento. El tiempo profético era, como he dicho muchas veces, el del anuncio de las promesas. Prometió la salud eterna, la vida bienaventurada en la compañía eterna de los ángeles, la herencia inmarcesible, la gloria eterna, la dulzura de su rostro, la casa de su santidad en los cielos y la liberación del miedo a la muerte, gracias a la resurrección de los muertos. Esta última es como su promesa final, a la cual se enderezan todos nuestros esfuerzos y que, una vez alcanzada, hará que no deseemos ni busquemos ya cosa alguna. Pero tampoco silencio, en qué orden va a suceder todo lo relativo al final, sino que lo ha anunciado y prometido.

 

Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él, mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo (7). Cristoeseltema.blogspot.com/ nota del autor.

 

El sentir de los Santos PP. de la Iglesia es absolutamente claro y concordante con nuestra propia tradición, en la vivencia de la historia eclesial reconocemos hoy que la doctrina sobre este tiempo presente intuitivamente en los PP. de la Iglesia no difiere en nada de la postura actual de nuestra catolicidad anglicana (8).  La percepción intuitiva de los “Carolinos” según su tiempo y durante la Reforma en la Iglesia de Inglaterra nunca se desconectó dialécticamente de esta preparación espiritual, será radicalmente afirmada por los PP. del Movimiento de Oxford (9) que desde la dinámica citada anteriormente reconocen en el Adviento una restauración inteligente de las tradiciones de contenido espiritual como es el Adviento. En el desarrollo de una conciencia local unida a la catolicidad y por ende universalidad de su Fe. No fue ni es un copiar ideas ajenas, el Adviento es parte de nuestro sentir eclesial. Llega unido a la vivencia de la tradición y magisterio que descansa sobre la sapiencia de los Santos PP. latinos y griegos. La tradición cultural que deriva del Adviento es muy poderosa y precisamente marca los ritmos de sus distintas vivencias siendo así como en algunos lugares es más radical su vivencia que en otros (10). Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se ha perdido mucho de su contenido al relajar la praxis espiritual en la vida de Fe de los creyentes, hablamos de una semana en la que el color cambia por motivos de “refrigerio” ante la penitencia, pero hoy me pregunto ¿Cuál penitencia? Si todo se ha venido relajando al punto de antropizar la praxis de la penitencia, ayuno y oración buscando excusas de todo tipo. El relajar las tradiciones implica negativamente caer en el relativismo e indiferentismo (11) ante el valor supra de sus prácticas. El sensualismo y sensitiva de la realidad desgastó hace ya mucho rato el valor del sacrificio personal y su unión con el totalizante de Cristo en la Cruz. El sufrimiento esta mandado a recoger, pero persisten las esclavitudes y frivolidades en un mundo comprometido con el ser material. Tenemos una liturgia que desde la tradición de nuestra catolicidad aboga por un retorno sistemático a los caminos de la disciplina eclesial donde la praxis de nuestra Fe sea coherente y sin tantas excusas (12), Toda relación personal que entablamos con quienes nos rodean implican sacrificios de algún tipo, desde convencionalismos sociales hasta factores culturales, pero en cuanto a la Fe se está predicando un Dios ligero, dietético al que se puede servir sin ningún tipo de sacrificio. No se trata de grandes y agotadoras faenas de trabajo espiritual, pero sí de la justa valoración de una relación que nace en la realidad espiritual del bautizado. Estamos criando creyentes frágiles apegados al confort espiritual de algunos cantos y oraciones que despiertan su sensibilidad y nada más que eso (13).

En una interpretación absolutamente positiva de la historia salvífica, la Iglesia durante los distintos tiempos fuertes de la liturgia quiere mostrarnos cómo vivirlos, como si se tratara de un acontecimiento que apenas está sucediendo. Esta primicia nos invita decididamente a contemplar el Adviento como un auténtico llamado a involucrarnos en el nacimiento espiritual del Salvador… (14).

 

EN LA HISTORIA, EL ADVENTUS.

 

La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida (15) … Es decir, sin la fundamentación de nuestra esperanza en Cristo es imposible suponer la espera confiada en el Dios revelado y por ende encarnado.  La historia que se confirma en Adviento es la historia del Dios personal que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios de la tradición Yavista, Elohista, Deuteronomista, Sacerdotal, es el Dios que se revela personal e intransferible pero que con todo y lo que expresa su naturaleza tiene espacio en su corazón para contemplar las vicisitudes de su pueblo y responder como un Dios amoroso. Es pues, de esta forma como nuestra historia camina sujeta de la revelación y como la revelación reclama como escenario su vivencia trascendente. Adviento por vez primera relaciona salvíficamente la entrada de Dios en la historia humana y no de cualquier manera sino desde la perspectiva de nuestra especie. Es un Dios provisto de historia y en una dinámica dialéctica que sobrepasa cualquier concepción anterior sobre lo divino y lo humano. Es un Dios cuyo atributo relacional lo llamamos esperanza y así mismo llega a la persona humana. El cristiano se alegra y sufre como todos los mortales, pero mantiene siempre la certeza de una vida que no acaba, de una felicidad que no termina, y eso le llena de esperanza, incluso en los momentos más duros de su vida. Pues nuestra alegría pasa por la comprensión del Dios encarnado, de la forma como es bendecida nuestra historia común y la manera de no perder de vista que su entrada histórica es signo vivo de nuestra salvación.

Estamos ante un Dios que salva tanto la historia como sus protagonistas. Estamos ante un Dios reparador y bondadoso cuyo proceder es siempre nuestra esperanza. De lo anterior es posible concluir que nuestra espera como nuestra esperanza está animada, moldeada y en vocación amorosa, siendo el amor la razón dialéctica tanto de su revelación como de su ofrecimiento salvífico. Es pues, Adviento tanto tiempo como estadio de madurez salvífica cuando las condiciones se dieron para la entrada de Dios amor en nuestra historia tanto cósmica como personal, una entrada que corresponde a la revelación de su Voluntad amorosa. Un Dios que parte del amor por la humanidad y no de la culpa de la persona humana, un Dios manifestado en la victoria del amor sobre el pecado y la muerte, es este nuestro Dios y todo su poder. Es de esta forma el Adviento la figura del mensaje del Ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Es el contenido temático de la Historia de Salvación que reveló la inclusión Trinitaria en la vida y quehacer del ser humano Imagen del Dios vivo y trascendente. La esperanza es el color del Adviento. Viene Jesús a salvarnos, es el Salvador. Y su venida nos trae alegría y paz. Con los que sufren. En Navidad, Jesús es el centro y sin él no tendríamos Navidad (16). Más allá de una consideración cultural hemos cifrado cronológicamente (categorías cognoscibles humanas) la manifestación del Dios con nosotros (Isainiano) como punto de partida de la aprehensión teológica de su revelación, lo que no implica que la clave sea la exactitud de las fechas argumentadas. El cambio de tradición y cosmovisión cultica es la que verdaderamente fija estas cuestiones y busca así reemplazar una celebración del antiguo imperio romano con una significación salvífica cristiana.

El Dios con nosotros, genera en sí y por si una categoría dialéctica nueva para su época ya que se expone en categorías relacionales conjugables (Yo, Tú, El, Nosotros) de esta forma queda claro que tanto lo señalado como lo informado corresponde a la praxis cultural y al Ethos cristiano nuevo para la época. Adventus Redemptoris, o la venida del Redentor motiva esta celebración en el ámbito de las iglesias históricas. Dejando de lado un texto ambiguo atribuido a San Hilario de Poitiers, la primera mención de la puesta en práctica de ese deseo la encontramos en el canon 4 del Concilio de Zaragoza del año 380, (17) donde señala que el deber de los bautizados es no ausentarse de la Iglesia durante estos días y responder así a la liturgia especial. Más tarde, los concilios de Tours (año 563) y de Macon (año 581) nos hablarán, ya concretamente, de unas observancias existentes desde antiguo para antes de Navidad. En efecto, casi a un siglo de distancia, San Gregorio de Tours (fallecido en el año 490) nos da testimonio de las mismas con una simple referencia.  Leemos en el canon 17 del Concilio de Tours que los monjes deben ayunar durante el mes de diciembre, hasta Navidad, todos los días (18). Queda claro que la Iglesia a partir del siglo IV intensifica las prácticas preparatorias para la celebración de la Navidad y tales acciones pastorales eran consideradas de obligatorio cumplimiento tanto para clérigos como los laicos.  Es interesante como la evolución de la liturgia observa estas prácticas y conserva su espíritu ya que muchos de los ritos entraron en desuso. Es pues determinante que la celebración del Adviento pase por un periodo de oración y disposición del espíritu para recibir sus frutos.

 

Colores litúrgicos señalados por la Iglesia entre los siglos V y el presente:

·      Rosa.

·         Negro.

·         Azul.

·         Morado.

·         Signos visibles:

·         Corona de Adviento y cinco cirios, cada uno de ellos marca el tiempo propicio de la liturgia y como este tiempo fuerte camina en la Iglesia (1 semana morado, segunda semana morado, tercera semana rosa y cuarta semana morado, el blanco señala la Natividad del Señor).

·         Se omite el Gloria.

·         Se conserva el Aleluya, aunque nuestra rubricas bien pueden señalar omitirlo durante este tiempo.

·         Posee su propia Himnología que remarca la intención de este tiempo litúrgico, Persiste la alegría y la esperanza en el acontecimiento salvífico señalado por el Adviento.

 

El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Corintios capítulo 16 versículo 22) y del Apocalipsis (Apocalipsis capítulo 22 versículo 20), que se encuentra también en la Didachè, y hoy en una de Todo el Adviento las aclamaciones de la oración eucarística. Resuena como un Marana-tha en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia. La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana. Queda para nosotros la praxis de unas recomendaciones que buscaron desde su mismo origen animar poderosamente la experiencia de Fe de los bautizados y materializar desde la concepción espiritual de la celebración de la llegada del Mesías. Nuestra vida espiritual y física se convierte en una interminable espera que es sostenida por la Fe y la Gracia. En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación. Es pues determinante que tengamos presente que no es solo un tiempo litúrgico con “velitas y guirnaldas” sino de integración cultica y de avivamiento de nuestra Fe en el Dios humanado como expresa la tradición de los santos PP. De la Iglesia. Miremos pues nuestras vivencias y caminemos a la presencia viva del Dios hecho niño tan frágil como cualquier niño y tan protegido como el amor puede hacerlo.

Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído. El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida.

En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad: La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún como su único Salvador. La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser reserva de esperanza para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica (19). El vínculo doctrinal entre los testamentos es muy poderoso y precisamente el centro del contenido es el mismo la esperanza de la redención que obra el Mesías, el Encarnado, el Hijo de Dios, en esta dirección encontramos los elementos materiales y ejemplares de la revelación que como todos conocemos es solo por Voluntad de Dios. Y la letra de este decreto salvífico está compuesta de “carne y hueso” tal y como aconteció en el vientre de María la Virgen Madre. La Comunión Anglicana reconoce ampliamente que María es el mayor modelo de espera y esperanza en el Adviento. No es solo la Encarnación sino la espera la que marcó el corazón de esta maravillosa mujer. La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene. Para los santos PP. De la Iglesia este tiempo representó la fundamental diferencia entre los que esperan de corazón y los curiosos en la vida de la Iglesia. Entre quienes se preparan para la llegada de su Señor y los que son arrastrados por el mundo y todo su ruido.  Bello tiempo para reconocer y vivir la presencia del Dios amoroso anunciado por las escuelas proféticas de Israel. El período de las promesas se extiende desde los profetas hasta Juan Bautista. El del cumplimiento, desde éste hasta el fin de los tiempos. Fiel es Dios, que se ha constituido en deudor nuestro, no porque haya recibido nada de nosotros; sino por lo mucho que nos ha prometido. La promesa le pareció poco, incluso; por eso, quiso obligarse mediante escritura, haciéndonos, por decirlo así, un documento de sus promesas para que, cuando empezara a cumplir lo que prometió, viésemos en el escrito el orden sucesivo de su cumplimiento. El tiempo profético era, como he dicho muchas veces, el del anuncio de las promesas. Prometió la salud eterna, la vida bienaventurada en la compañía eterna de los ángeles, la herencia inmarcesible, la gloria eterna, la dulzura de su rostro, la casa de su santidad en los cielos y la liberación del miedo a la muerte, gracias a la resurrección de los muertos. Esta última es como su promesa final, a la cual se enderezan todos nuestros esfuerzos y que, una vez alcanzada, hará que no deseemos ni busquemos ya cosa alguna. Pero tampoco silencio en qué orden va a suceder todo lo relativo al final, sino que lo ha anunciado y prometido.

Prometió a los hombres la divinidad, a los mortales la inmortalidad, a los pecadores la justificación, a los miserables la glorificación. Sin embargo, hermanos, como a los hombres les parecía increíble lo prometido por Dios, a saber, que los hombres habían de igualarse a los ángeles de Dios, saliendo de esta mortalidad, corrupción, bajeza, debilidad, polvo y ceniza, no sólo entregó la Escritura a los hombres para que creyesen, sino que también puso un mediador de su fidelidad. Y no a cualquier príncipe, o a un ángel o arcángel, sino a su Hijo único. Por medio de éste había de mostrarnos y ofrecernos el camino por donde nos llevaría al fin prometido. Poco hubiera sido para Dios haber hecho a su Hijo manifestador del camino. Por eso, le hizo camino, para que, bajo su guía, pudieras caminar por él. Debía, pues, ser anunciado el unigénito Hijo de Dios en todos sus detalles: en que había de venir a los hombres y asumir lo humano, y, por lo asumido, ser hombre, morir y resucitar, subir al cielo, sentarse a la derecha del Padre y cumplir entre las gentes lo que prometió. Y, después del cumplimiento de sus promesas, también cumpliría su anuncio de una segunda venida, para pedir cuentas de sus dones, discernir los vasos de ira de los de misericordia, y dar a los impíos las penas con que amenazó, y a los justos los premios que ofreció. Todo esto debió ser profetizado, anunciado, encomiado como venidero, para que no asustase si acontecía de repente, sino que fuera esperado porque primero fue creído (20). Solo para nuestra reflexión cito tres comentarios de la cantidad que están a nuestro alcance pero que son suficientes para refrendar la postura de los santos PP. De la Iglesia que desde sus orígenes vieron en el Adviento un tiempo de crecimiento y reflexión espiritual al servicio de la Iglesia y sus hijos los bautizados. Es el amor quien desea ver a Dios, exclamaría el Hiponense y es precisamente el amor quien moldea el corazón del que espera y brota a su vez del esperado. La relación que se muestra es contundente, debemos vivir el Adviento como parte viva y fundamental de nuestra Fe. “tiempo de espera y preparación para la celebración de la Navidad porque es el Dios que por amor se revela en el vientre de la Niña María”.   Los PP. Latinos tenían la concepción de este tiempo como lo que es para nosotros… es pues el momento de animar nuestra espera con la absoluta confianza que nos entrega el Dios revelado y a su vez encarnado por la humanidad. Ni el pecado y mucho menos la muerte podrá separarnos del amor del Dios manifestado en aquella Niña de nombre María. Este tiempo santo nos permite comparar las virtudes de María y Eva (sabiamente diría Ireneo de Lyon) la primera acepta ser parte viva de la entrada de Dios en nuestra historia y pone a disposición tanto su cuerpo como su corazón y su alma, bien diría el Doctor de Hipona: María fue madre en su corazón y luego en su cuerpo, mientras que Eva se puso al servicio del pecado y la decadencia de la humanidad, dos mujeres una historia salvífica y la revelación del Hijo de Dios. La Santa Madre Iglesia tiene sed del Dios vivo y lo busca anhelante en el Adviento con la seguridad de su manifestación y junto al pesebre aguarda expectante para Adorar a su Señor, no era solo la Madre del Niño Dios y su familia, era también la Iglesia que en figura de estos mortales aguarda ver a su Salvador. Adviento se convierte en actitud de vida y reclama de cada uno de nosotros la conciencia necesaria para vivir y expresar estos argumentos de nuestra Fe en el Dios Humanado.

La Iglesia tiene como misión el anuncio de la realidad salvífica de la Palabra Inspirada y Adviento posee su génesis en las Escrituras de tal forma que la revelación se alimenta concretamente de cuanto es bueno y santo esperar, es decir, de nuestro Señor el Dios Encarnado. Oración, penitencia, meditación, son algunos de los recursos espirituales que la Iglesia empleó para educar a los bautizados sobre este tiempo litúrgico. Estamos afirmando la importancia de la formación en la vida y los ámbitos socio-culturales de los bautizados. Estos contenidos presentes en la tradición de la Iglesia son determinantes para el crecimiento de la Fe y la Esperanza y las mismas virtudes teologales contenidas y explicitadas por el Amor y la Caridad. Nosotros los bautizados estamos llamados afanosamente a vivir el menaje de liberación e integralidad de nuestra Fe cristiana a la luz de las enseñanzas de nuestra tradición. La espera se convierte en esperanza cuando conjugamos nuestra Fe con los dones intrínsecos de la revelación y la certeza que anuncia la llegada del Mesías. La percepción en Occidente es distinta frente a la actitud de oriente que refleja una celebración menos fraterna, pero sin duda de una reflexión aún más profunda. Las prácticas culturales están desplazando paulatinamente la celebración tanto de Adviento como de la misma Navidad. La inserción de nuevos contenidos culturales que para la definición nuestra podríamos llamarlo simplemente la inculturación de nuevas formas de celebración de la sociedad hace casi imposible la vivencia de un advenimiento mesiánico para dar paso a un medio de expresión tanto instintivo como materialista, los centros comerciales no pueden marcar la pauta de estas celebraciones, son la familia y la Iglesia quienes orientan y centran su celebración. La condición del misterio sobrevive y solo desde la contemplación cercena de estos acontecimientos cobra real importancia tanto la Encarnación como el nacimiento del Señor. La familia de Nazaret debe ser encarnada por la familia humana y muy especialmente la familia de los bautizados. María en gestación vive su personal y definitivo Adviento y lo hace con la certeza que le da su Fe de la llegada tan esperada sin que ello pueda implicar que no se enfrentara a la realidad para proteger y promover a su Hijo Nuestro Salvador. En el hogar de José y María se vive un maravilloso Adviento centrado totalmente en el Señor y sus manifestaciones contundentes. En este hogar la espera se transforma en una plena y perfecta Esperanza porque ellos son fruto de esta manifestación y el Mesías los escogió para vivir el misterio encarnado de la familia humana. María no fue simplemente un “nicho o receptáculo” para el nacimiento del Mesías, ella fue verdaderamente su Madre y como Madre la primera educadora del fruto de sus entrañas. En Dios no existe el utilitarismo sino el Amor/Compromiso como lo vivió María en su propio Adviento, que no es otra cosa que nuestro llamado a vivir por vez primera el Adviento bajo todos sus contenidos espirituales.

La Madre Iglesia como maestra de los bautizados también vive a plenitud esta manifestación de la presencia de Dios en medio de sus hijos y como Madre consagrada a los suyos (bautizados) les testimonia la veracidad de este maravilloso acontecimiento, luego deducimos, que el Adviento es una celebración plena en nuestra eclesiología.

Caminamos hacia el sol

 Esperando la verdad.

La mentira, la opresión,

Cuando vengas cesarán.

 

      /Llegará con la luz

La esperada libertad. / (Bis)

 

Construimos hoy la paz

En la lucha y el dolor,

Nuestro mundo surge ya

A la espera del Señor.

 

Te esperamos, Tú vendrás

A librarnos del temor.

La alegría, la amistad,

Son ya signos de tu amor. (21).

 

Los distintos cambios en la liturgia son signo de la adaptabilidad de los tiempos y su remarcado énfasis en la penitencia preparatoria. Hoy como hace tantos años en el tiempo y no en el pasado la Iglesia vive llena de alegría y esperanza el momento mismo de la entrada histórica del Señor en la vida de la humanidad. Será posible afirmar que los patriarcas y personajes centrales del (A.T) ¿no vivieron este maravilloso tempo espiritual llamado Adviento. ¿Que ellos añorando la “tierra prometida” no entraron en sus corazones buscando la esperanza de su vivencia? Estamos pues bien seguros del Adviento en la historia de salvación de cada uno de nosotros y también como revelación de la Trinidad Salvífica. En este acontecer salvífico es importante que los bautizados tengan presente que no se trata de un “color” o de algunas oraciones y cantos sino de la misma preparación para la vivencia del acontecimiento que toca las fibras de la esencia de la humanidad, nunca antes en la mitología clásica o en mitos distantes en el tiempo sus deidades se habían hecho uno de ellos y como ellos, sumados en especie como ellos y por ellos. Tampoco encontramos tal contenido en la tradición sionista, Israel esperaba un salvador de su orden social y cultural y no un Dios Humanado (22). El salto dialéctico de nuestro tiempo litúrgico evoca las profundidades de la Fe de la Iglesia.  Solo desde la Fe personal y eclesial los bautizados pueden entender en gran medida este tiempo litúrgico y toda su importancia.

Las expresiones de alegría y regocijo en la liturgia son propias de los estados emocionales de los bautizados, y como tal, cada uno de ellos son fruto de su preparación para algo mayor, en este caso de los tiempos litúrgicos contenidos en el año litúrgico de la Iglesia. Esperamos pues, que los colores reflejen el estado de pureza espiritual que necesitamos para vivir en la tradición eclesial este tiempo fuerte de nuestra liturgia (23).

 

RECURSOS/FUENTES/CIBERGRAFÍA Y ARTÍCULOS CITADOS.

1.      Nota del autor.

2.      Nota del autor.

3.      Nota del autor.

4.      Nota del autor.

5.      BIBLIA DE JERUSALÉN, Edición Española. Dirigida por José Ángel UBIETA, 1975.

6.      Fuente: Mershman, Francis. "Advent." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907// Enlaces preparados y seleccionados por José Gálvez Krüger.

7.      Nota del autor.

8.      Nota del autor.

9.      Nota del autor.

10.  10.  https://www.bibliacatolica.com.br › La Biblia de Jerusalén › Mateo. Confrontar.

11.  Nota del autor.

12.  Nota del autor.

13.  Nota del autor.

14.  Nota del autor.

15.  Nota del autor.

16.  Carta Pastoral, del Obispo de Córdoba, España. Demetrio Fernández, sobre Adviento.

17.  H. Bruns, Canones Apostolorem Et Conciliorum II, Berlín, 1883, paginas, 13-14.

18.  PRIMEROS CRISTIANOS, los orígenes del Adviento. www.primeroscristianos.com

19.  es.catholic.net/op/articulos/2685/cat/231/aci-prensa.html Teología y Espiritualidad del Adviento.

20.  De los Sermones de San Gregorio Nacianceno (Sermón 45,9.22.26.28, paginas 634-66.

21.  acordes.lacuerda.net › J › Juan Antonio Espinosa.

22.  Nota del autor.

23.  Nota del autor.

 

viernes, 3 de diciembre de 2021

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. PREPARAD EL CAMINO...

 

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. Baruc capítulo 5 versículos 1-9. Cántico 4. Filipenses capítulo 1 versículos 3-11.  Lucas capítulo 3 versículos 1-6.

 

El profeta Baruc centra su mensaje en este capítulo (5) particularmente en el “Nuevo Éxodo” del pueblo de Israel que será distinto a la diáspora que esta nación sufrió a manos de las potencias invasoras. La connotación mesiánica queda clara cuando insiste en una serie de nombres que afirman la futura perfección de este pueblo en su connotación escatológica, este contenido lo referimos al versículo (4).  En Dios la realidad será totalmente transformada y potenciada a niveles no comprendidos o vividos por judío alguno.  Los piadosos esperaran y no quedaran defraudados mientras lo hacen, es parte de esta exaltación de la definitiva condición del pueblo.  Los textos Isainianos son muy recurrentes en el pensamiento de Baruc y de la composición de su mensaje. La esperanza se concretiza aun en estas épocas anteriores al Mesías, pero su función era afirmar esta espera y sus manifestaciones fueron transformadas en doctrina profética en Israel. Es importante conocer que el texto de Baruc no aparece en la biblia hebrea, pero si incluida por los griegos y empleada en la liturgia particularmente, no estar incluidos en esta biblia no implica que no sea canónico. Su contenido se mantiene en las normas de la tradición profética de Israel, de allí viene su valor y canonicidad. Los peregrinos regresan traídos por el mismo Dios, las dificultades fueron superadas por la presencia de Dios. El gozo y la alegría es el animador permanente de esta peregrinación escatológica como es percibida por los creyentes y piadosos judíos.  

El Cántico 4 Deutero-Isaías (L.O.C página 50)   centra su contenido en parte de la promesa por medio de la cual Dios se queda en medio de su pueblo y sus señales hacen de la cotidianidad manifestación viva de esta esperanza. El clamor general será acompañado por el despertar de la conciencia del creyente que reconociendo a su Dios camina a su encuentro. Una vez más Jerusalén encarna al pueblo de Dios, y sus cualidades escatológicas se reflejan en la Iglesia de Cristo. El mensaje de este Cántico reclama tanto la soberanía como el espíritu nacionalista del pueblo judío. La conciencia de ser una nación escogida les hace afirmar tal relación y sobre todo manifestación de Dios en medio de ellos. La escatología es también su mayor fuente de Esperanza.

Pablo escribe a la comunidad de Filipo o filipenses y lo hace presentando el drama de la defensa del Evangelio y como el auténtico creyente se congrega llegando a madurar sus compromisos con sus correligionarios. No se trata solo del soporte económico que sin duda es importante, pero nuestra mayordomía la estamos enfocando solo en aportes de esta índole desconociendo las demás funciones y valores de la mayordomía cristiana. El sufrir de uno debe ser materia de reflexión solidaria para todos en una congregación y Pablo lo explicita de esta manera permitiendo que los vínculos entre bautizados sean más sólidos y fraternos. La realidad que se aborda en el encuentro con el otro debe ser signo de Gracia y redención en todos los niveles de la convivencia y el trato cristiano. El ejemplo Paulino es determinante siendo el cristianismo una religión donde sus valores son fácilmente imitables y sublimados por los bautizados. Para cualquier episcopal el sufrimiento de uno de sus hermanos en la Fe es asumido como propio, es un principio de la solidaridad que se procesa como expresión del amor de Dios en nosotros y en su Iglesia. 

La comunidad de los filipenses estaba en un proceso de madurez espiritual remarcado por la necesidad de conocer y discernir sobre el llamado vocacional y esencial del creyente, Pablo no es esencial visto así por su propia mentalidad misionera, pero tiene claro cuál es su paternidad espiritual y como esa faceta de su ministerio le hace responsable de sus hermanos en la Fe. La solidaridad cristiana es un atributo inconfundible de nuestra Fe. Insiste en orientar a sus hermanos en la rectitud de la Fe y la salvación inherente a Cristo, esto último nos lo hace saber en el versículo (11) “Llenos de los frutos de Justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”.

La visión Lucana, comienza este capítulo (3) con una breve explicitación cronológica de los gobernantes de esta región convertida en provincia del imperio romano (los personajes citados por Lucas gobernaban sobre una subdivisión de una región dominada por Roma). Este es el escenario más probable para el ministerio del Bautista (Precursor del Salvador), Lucas cita al profeta Isaías dándole a sus palabras contenido de tradición y por tanto validez a los ojos de cualquier judío (capítulo 40 versículos 3-5). Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; 5. todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. 6. Y todos verán la salvación de Dios.

La inminencia del anuncio cala profundo en la conciencia de los bautizados y el tiempo del Reino de Dios es coincidente con la condición espiritual de cada uno de nosotros. Preparar sendas nos habla de un tiempo que no se relaciona con nuestras propias cronologías sino con el influjo de la Gracia en la vida del bautizado. Ser mensajeros de la Palabra revelada es lo mismo en el contexto Lucano que serlo de la Palabra encarnada. Lucas ve como las tradiciones se relacionan dinámicamente en el Señor y su manifestación a la humanidad. La realidad de este anuncio alcanza ribetes cósmicos y no solamente atañe a los judíos, es más allá de un entorno geográfico determinado, son situaciones de índole universal, son los caminos de la humanidad los que requieren ser allanados y la Gracia es la única forma de conseguirlo. La Justicia en el anuncio nos permite restablecer las relaciones con el Dios revelado y cumplir nuestra alianza amorosa que en el ámbito de nuestra identidad católica-reformada está constituida por los compromisos del Pacto Bautismal que encontramos en el L.O.C pagina 225 de nuestra liturgia bautismal. Llega la salvación de Dios y Lucas haciendo eco de las palabras Isainianas las asocia con la era mesiánica iniciada por el Bautista desde los ritos de penitencia judíos que es la versión justa de su bautismo a diferencia del mandato posterior del Señor y la presencia del Espíritu Santo.   

sábado, 20 de noviembre de 2021

VIVA CRISTO NUESTRO REY. ADORADO SEÑOR DE SU IGLESIA.

 

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.  DIA DE CRISTO REY. Año B. 2 Samuel capítulo 23:1-7. Salmo 132:1-13 (14-19). Apocalipsis capítulo 1:4b-8. Juan capítulo 18 versículo 33-37.

 La celebración de Cristo Rey enmarca el espíritu de estas lecturas y sus consideraciones, el Reinado de Cristo es prefigurado en el (A.T) y si tomamos la lectura de Samuel encontramos su lucha contra la idolatría y los seudo-dioses que cautivaban la atención de los israelitas. Desde el rey hasta el menor de los sacerdotes todos caminaban a la casa de Dios como denominaban al templo o lugar del encuentro. Se proclamaba la ley, se hacían las promesas y se ratificaba la alianza en cabeza del rey cuya finalidad era mantenerse fieles a Dios (Yahveh).  Recordemos que el Libro del Deuteronomio conserva el código de esta alianza que el rey y el pueblo recordaban y vivían como consagración de sus vidas y acciones al Dios vivo.  Aquí el segundo sacerdote era el que después del sumo sacerdote ejercía autoridad sobre el pueblo y podía reemplazarlo de ser necesario. El título es posexilico y tiene que ver con la jerarquización necesaria del servicio en el templo y en toda la liturgia restaurada en Israel. La celebración de Cristo Rey es fruto de la aceptación universal del mandato evangélico de llevar su nombre y enseñanzas. La misión es el mayor de los tributos a ese Rey que se revela en todas las situaciones que vive la Iglesia y los bautizados en ella. Aquella lectura solemne de la Ley es el primer paso que ellos dieron en la configuración de una identidad nacional donde la centralidad fuera el Dios inspirador de tal código. El corazón retiene lo que considera posee auténtico sentido de valor. La realidad de las manifestaciones de Fe nos motiva a confesar y vivir conforme hemos confesado su Voluntad salvífica.

La Fe de Israel se mantuvo durante mucho tiempo activa en el exilio, pero la connotación cultural de sus “anfitriones” influyó poderosamente en la memoria religiosa de Israel. El culto a otros dioses como es el caso de Baal (deidad de origen cananeo, también adorado por los fenicios) era llamado “señor” en estos pueblos, lo que contrastaba con el Señor Dios de Israel. El recuperar los escenarios de adoración para Yahveh era la meta del relato que estamos analizando. 

El Salmo 132, es considerado un Salmo Mesiánico por su contenido y figura del rey David, las promesas de Dios a su pueblo son consecuencia en primera instancia de la promesa de David y su fidelidad. La alianza con el Dios vivo, es la generadora de esta conciencia en Israel y en sus gobernantes. El ungido desciende de David, es la manera de relacionar el advenimiento mesiánico con la realidad de Israel y su Fe en el único Dios (monoteísmo). Su gobierno se une estrechamente con los sacerdotes como indicando la influencia de este en el pueblo y en una nueva liturgia que ya no solo hace memoria de sus peripecias y deportaciones sino en la restauración gozosa de su pueblo.  El Mesías se convertirá en la Luz que guie las naciones como en una marcha procesional que nos recuerda el traslado del Arca y la felicidad expresada en sus cantos, danzas y oraciones. 

Juan en el Apocalipsis, emplea una formula ya conocida por la literatura judía, lo interesante es la calidad de los nombres entregados al Señor, la misión y las consecuencias para los bautizados de su obra salvadora. El Testigo fiel, el Primogénito, el Príncipe de los reyes, designa una serie de atributos que en Cristo alcanzaron su máxima y profunda expresión hasta convertirse en su realidad revelada. Un reino de sacerdotes, es alusión a la liturgia celestial que en su perfección solo puede ser ofrecida para el Dios glorioso, solo Cristo es el Sumo Sacerdote pleno y potenciador de toda expresión ministerial en la Madre Iglesia. El dominio universal es solo de Cristo por sobre sus enemigos, sobra decir que el pecado y sus estructuras son el enemigo del Señor y precisamente con su gloriosa resurrección logra derrotarlos.  El Reino de Dios es la manifestación plena de su Voluntad. Una Voluntad salvífica totalmente para la creación y nosotros en ella. El Alfa y la Omega, reúne la totalidad de la obra y el poder que solo puede reposar en el Señor Resucitado. Solo Cristo es antes y después y todo fue hecho por Él y para Él, expresión conocida ya en el (N.T) particularmente en la cosmovisión Paulina. Es la cualidad revelada de Dios como principio y fin de todo, los griegos lo expresan mediante la primera y última letra de su alfabeto (Alfa y Omega).

El Evangelio de Juan, haciendo eco del Señorío de Jesús lo presenta como Rey, precisamente durante el desenlace de su Pasión, aquí la Verdad queda expuesta y es atacada frontalmente por los poderes del mundo reinante. La Verdad de Dios entre nosotros no puede ser silenciada ya que habita en el corazón de cada uno de los bautizados. Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, es decir, nada hay por sobre su soberana autoridad, pero reconocer su autoridad es todo un ejercicio de renuncia a la voluntad egoísta del ser humano que quiere reinar en todos los escenarios posibles y para ello se vale de la injusticia que hace campear por doquier. La Verdad de Dios pretende ser acallada por el materialismo y el sensualismo, por el tener “siempre la razón”, aquí encontramos una definición antropológica del contenido de la verdad y la cual debe ser aun defendida de nosotros mismos.

Reconocer su autoridad no es tan simple, no se trata de un ejercicio de competencias alegremente dibujado en el Ethos religioso de los episcopales, reconocer la Verdad de Dios implica vivir bajo estos nuevos fundamentos y valores, implementar una axiología distinta al mundo y sus estándares de éxito y calidad.  Bien dice el Señor que su Reino no es de este mundo, si fuera de aquí y ahora, entonces seriamos hijos de la desesperanza que agobia al creyente en un mundo materializado en sus relaciones y cotidianidad. El Reino de Dios en cabeza del Resucitado implica un modelo nuevo y definitivo de existencia y relaciones. Confesar nuestra Fe es un acto maduro de asimilación de su autoridad y reinado, Cristo es el Señor y su gobierno es la más concreta esperanza en el alma y psique de los bautizados, la Santidad de Dios es su Adorado Espíritu Santo, y su Trono pavoroso y todopoderoso nos aguarda a su tiempo, pero la misericordia de Dios se llama Cristo Hijo Adorado y Señor de su Iglesia, aquí está nuestra esperanza.     

LA TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO…

  LA TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO… Éxodo capítulo 34 versículos 29-35. 2 Pedro capítulo 1 versículos 13-21. Salmo 99. Lucas c...