MI REFLEXIÓN SOBRE
EL ÁGUILA DE HIPONA. AGUSTÍN EL PADRE LATINO.
Agustín
(sobre la Biblia) no está haciendo una declaración metafísica sobre la
prioridad de la Iglesia sobre las Escrituras, sino que está haciendo una
observación importante sobre el papel de la Iglesia para alcanzar a los
perdidos y difundir el Reino de Cristo en todo el mundo. La Iglesia no le da
a la Escritura autoridad divina, sino que da testimonio de la autoridad
divina que ya tiene en virtud de ser la Palabra de Dios. William Tyndale “1495 y 1536,
el primer ingles en traducir la Biblia a su idioma desde los textos hebreos y
griegos”. |
“Intellige ut credas;
crede ut intelligas”
“Comprende para creer;
cree para comprender”
Agustín de Hipona (Sermón
43).
BREVE MENCIÓN
BIOGRÁFICA.
Agustín vino al mundo el
13 de noviembre del 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Númidia en el África
romana. Esa población argelina se llama hoy Souk-Ahras. Aunque no fue bautizado
de niño, Mónica le enseñó los rudimentos de la religión cristiana y, al ver cómo
el hijo se separaba de ellos a medida que crecía, se entregó a la oración
constante, dolorida y confiada. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo el
“hijo de las lágrimas de su madre”. Católica ferviente, dedicó toda su vida a
la conversión de su hijo al cristianismo. De los doce años a los quince, entre
366 y 369, cursa en Madaura, hoy Mdaourouch, estudios de secundaria. Sobresale
entre los condiscípulos. Siente gran afición a la poesía. Aprende pasajes
enteros de los principales autores que se estudiaban en la escuela: Terencio,
Plauto, Séneca, Salustio, Horacio, Apuleyo, Cicerón y, sobre todo, el gran
poeta Virgilio. Los amigos de Patricio le aconsejaron enviar a su hijo a
Cartago, capital política y universitaria del norte de África. Para esto hacía
falta un dinero del que los padres de Agustín no disponían. Por eso, a los
dieciséis años, de 369 a 370, los estudios de Agustín se ven bruscamente
interrumpidos, en espera de una ayuda económica, y se queda en Tagaste.
Agustín, en vez de hacer algo serio durante aquel año, pierde el tiempo con sus
compañeros. No ha recibido el bautismo ni la instrucción religiosa que en
aquellos meses habrían podido quizá ayudarle a evitar el mal.
Pese a los consejos de su madre, Agustín
emprende “los torcidos caminos por los que caminan los que vuelven a Dios la
espalda y no el rostro”. Se siente feliz en aquellas vacaciones inesperadas y
experimenta los primeros atractivos de la amistad y del amor. Un año después,
en 370, marchará a Cartago gracias la generosidad de Romaniano, rico mecenas de
Tagaste y amigo de su familia. Por entonces, hacia 371, murió su padre,
católico ahora. Entre los 16 y los 30 años de edad vivió con una mujer
cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en el año 372 tuvo un hijo,
Adeodatus, nombre latino que significa “regalo de Dios”. El día 24 de agosto de
410 entraron en Roma, por la puerta Salaria, las tropas de Alarico, saqueándola
a hierro y fuego. Esta desgracia motivó que Agustín predicase su Sermón sobre
la caída de Roma y escribiera La ciudad de Dios. Dos decenios después, las
huestes de Genserico asediaron Hipona, donde su obispo murió en 430.
www.agustinosrecoletos.com/quienes-somos/san-agustin-de-hipona/ (Fuente: O.A.R.
u Orden de los Agustinos Recoletos).
INTRODUCCIÓN.
Somos demasiado
débiles para descubrir la verdad por la sola razón.
Hiponense.
Aurelio Agustín (Aurelius
Augustinus, descendía de las tribus Bereberes) nació en Tagaste (hoy Argelia),
en el África romana (Provincia de la Númidia), el 13 de noviembre de 354 y
muere en Hipona el año 430. Su padre, llamado Patricio, era un funcionario
pagano al servicio del Imperio. Su madre, la dulce y abnegada cristiana Mónica,
luego santa, poseía un genio intuitivo y educó a su hijo en su religión,
aunque, ciertamente, no llegó a bautizarlo. El niño, según él mismo cuenta en
sus Confesiones, era irascible, soberbio y díscolo, aunque excepcionalmente
dotado. Romaniano, mecenas y notable de la ciudad, se hizo cargo de sus
estudios, pero Agustín, a quien repugnaba el griego, prefería pasar su tiempo
jugando con otros mozalbetes. Tardó en aplicarse a los estudios, pero lo hizo
al fin porque su deseo de saber era aún más fuerte que su amor por las
distracciones; terminadas las clases de gramática en su municipio, estudió las
artes liberales en Madaura y después retórica en Cartago a los dieciocho años, Agustín tuvo su primera
concubina, que le dio un hijo al que pusieron por nombre Adeodato. Los excesos
de ese “piélago de maldades” continuaron y se incrementaron con una afición desmesurada
por el teatro y otros espectáculos públicos y la comisión de algunos robos;
esta vida le hizo renegar de la religión de su madre. Su primera lectura de
las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una Fe impuesta y
no fundada en la razón. Sus intereses le inclinaban hacia la filosofía, y
en este territorio encontró acomodo durante algún tiempo en el escepticismo
moderado, doctrina que obviamente no podía satisfacer sus exigencias de verdad.
Sin embargo, el hecho fundamental en la vida de Agustín de Hipona en estos años
es su adhesión al dogma maniqueo; su preocupación por el problema del mal, que
lo acompañaría toda su vida, fue determinante en su adhesión al maniqueísmo, la
religión de moda en aquella época. Los maniqueos presentaban dos sustancias
opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e
irreductibles. Era preciso conocer el aspecto bueno y luminoso que cada hombre
posee y vivir de acuerdo con él para alcanzar la salvación. Los primeros años
del Hiponense se enfrentaron con el planteamiento de un tal “Mani” (obispo
maniqueo) La literatura que le apasionaba correspondía a autores clásicos como
es el caso mencionar brevemente, nos referimos a Cicerón (Cicerón nació el 3 de
enero del año 106 en Arpino, el cual era un municipio de Roma. Proveniente de
una familia plebeya su padre era un caballero cuya delicada salud le impedía
realizarse en cualquier aspiración política, por lo que se dedicó al campo. Su
madre, Hevia murió siendo joven y era descrita como una clásica matrona
romana), al poeta Virgilio (Publio Virgilio Marón (Virgilio, 70 a.
C.-Brundisium, 19 a. C.), más conocido por su nombre, Virgilio, fue un poeta
romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas) estos personajes
fueron importantes en el pensamiento inicial del Hiponense y por ellos
desconfió del valor de las Sagradas Escrituras por considerarlas simples y sin
estética alguna. Cicerón como autor clásico sin duda empleaba la “floritura”
apropiada y la complejidad gramatical como apenas es evidente lo que marcará la
concepción lingüística de un Agustín (4) que sujeto al estilo del mundo clásico
debe dejar en el futuro todo esto a un lado para “navegar” en las aguas de las
Sagradas Escrituras que le proporcionaran el fundamento para su prolijo trabajo
teológico en Occidente. Recordemos que la cosmovisión de su mundo corresponde
al entorno latino y griego, y sus formas epistemológicas muy distintas a las
Escrituras inspiradas (5). La Retórica aportó dominio gramatical y recursos
amplios a la hora de hilar su pensamiento como el mismo lo confesará al final
de su existencia. Son los días de las victorias postreras del poder imperial
romano que conduce a algunos a vanas fantasías de una grandeza que descansa
solamente en los quehaceres y glorias que ofrece el mundo pagano. Otros, como
Agustín, no se dejan deslumbrar. Comprenden que son testigos del inevitable
derrumbamiento de la Roma Imperial. Sobre las ruinas de este poder, otro
conquistador invencible. Estaban por edificarse los cimientos de una "nueva
civilización" que Agustín deseaba que representase los valores cristianos
(6). La psique del teólogo quedó marcada
por los acontecimientos históricos que vivió. Estos pueblos invasores son
llamados "bárbaros", por su poca cultura y salvajismo. Eran pueblos
nómadas y guerreros. Podemos mencionar entre ellos a los godos, visigodos,
vándalos, suevos, francos, sajones, anglos... Los sajones y anglos invadieron
Gran Bretaña, los francos invadieron Francia, los visigodos y los suevos
invadieron España, los godos y visigodos invadieron la península itálica. Los
vándalos invadieron Andalucía. El rey visigodo Alarico conquista la ciudad
de Roma. A finales del siglo V casi toda Europa estaba gobernada por reyes
bárbaros (7). Solo para continuar diremos que el proceso de destrucción de
Roma tardó 200 años y que toda su debacle no se generó precisamente en tiempos
del Hiponense (8).
ANÁLISIS DEL
PENSAMIENTO AGUSTINIANO. (Solo una breve
contextualización del análisis que procede).
Debes vaciarte de
aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de lo
que estás vacío. El Hiponense.
La Fe debe ser racional o
en sus palabras “Que la razón someta a su estudio lo que creemos con el
corazón”. Miremos algo de su obra para fundamentar nuestro enunciado: “La
tradición, la autoridad, la Iglesia y la Biblia sólo nos disponen exteriormente
para que interiormente nos ilumine el Verbo, Maestro interior; son mediaciones
populares, ya que los sabios se unen directamente con Dios. Pero al mismo
tiempo, es imposible entender sin empezar por creer, y todo acto de Fe es
también acto de obediencia a la Iglesia (cfr. De Utilitate credendi 10, 24; PL,
42-81 ss)”. Su pensamiento no es posible de entender en la atemporalidad de su
enunciado sino se vincula vitalmente a la Iglesia y a sus enseñanzas. La Fe
cristiana ha de ser divina, y para eso tiene que apoyarse en el milagro. Cristo
conquistó la autoridad divina con sus milagros, ofreciendo a la Fe un camino
racional (De Vera Relig., 3, 3: PL, 34, 124). Los milagros son manifestaciones
sobrenaturales que dan paso también a la explicación racional del fenómeno que
procede de los mismos. Estos matices son congruentes con la necesidad de
experimentar y someter al estudio lo que se cree sin desvirtuar con ello sus
contenidos pretendiendo simplemente dar razón y peso a lo que hay de certeza en
el corazón del creyente. Agustín es un creyente radical y no un científico de
lo fenomenológico o mucho menos un intuicionista como pretenden catalogarlo por
este tipo de afirmaciones. Para continuar desglosando los contenidos del
presente ensayo afirmamos que la Biblia y su contenido son fundamentales en la
obra del Hiponense a la que le confiere la suprema autoridad en sus estudios
(9). Agustín hizo del latín el lenguaje dogmático por excelencia, y Anselmo,
Tomás de Aquino y otros siguieron su guía. Ocasionalmente le ha sido
atribuido el Credo seudo-atanasiano, que indudablemente apareció en una fecha
posterior, pero no estaban equivocados los críticos que trazaron su inspiración
a las fórmulas que aparecen en De Trinitate. Quienquiera que haya sido el autor
de este Credo, ciertamente estaba familiarizado con Agustín y se inspiraba en
sus obras. Incuestionablemente, a este don de la expresión concisa, al igual
que a su caridad, se debe el que se le haya atribuido con frecuencia el
celebrado dicho: "En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad;
en todas las cosas, caridad." Doctos críticos como Harnack han llamado
a Agustín, "el primer hombre moderno" y, en verdad, él ha
moldeado de tal manera el mundo latino, que es en realidad quien le ha dado
forma a la educación de las mentes modernas. Pero, sin ir demasiado lejos,
podemos citar al filósofo alemán Eucken: "Tal vez no sea paradójico
decir que, si nuestra época desea retomar y tratar de una manera independiente
el problema de la religión, no es tanto a Schleiermacher ni a Kant, ni aun a
Lutero ni a Santo Tomás a quienes se debe referir sino a Agustín... Y fuera de
la religión, hay puntos en los cuales Agustín es más moderno que Hegel o que
Schopenhauer." (10). Con esta breve introducción a la cosmovisión del
Hiponense iniciamos nuestro análisis conceptual de su estilo y forma de
producir teología para las generaciones presentes y futuras.
La dinámica del Hiponense
se debe entender desde la perspectiva de la gramática intuitiva y la forma como
empleó el latín para asemejarse con su entorno cultural como quiera que nació
en la Númidia antigua Provincia romana, la comunicación bajo el contenido
metafísico se explicitó en su pensamiento a tal nivel que todavía hoy se lee su
obra y siempre es actual. Esto último
nos permite ver en su discurso una sintaxis muy concreta del mundo Occidental,
el presente ensayo lo esquematizaremos según la importancia de su obra y
pensamiento en las siguientes categorías (11).
CATEGORÍAS DEL
PENSAMIENTO AGUSTINIANO (12).
1- Introducción.
2- Análisis del pensamiento Agustiniano.
3- Visión histórica.
4- Teología Trinitaria.
5- Sagradas Escrituras.
6- La Gracia.
7- El pecado.
8- Fe y Razón.
9- Ciudad de Dios.
10-
Definiciones sobre algunas cuestiones del Hiponense y el pensamiento de su
Escuela.
11-
Las confesiones y las Retractaciones.
12-
Agustín en el presente teológico de la Iglesia.
13-
Bibliografía/ Cibergrafía/ Fuentes y Artículos.
3. VISIÓN
HISTÓRICA.
La realidad social de
Agustín era bien particular, él provenía de una familia con recursos que hoy
podría considerarse clase media-alta, con influencia en el imperio donde su
padre Patricio era funcionario. El mundo que apreciaba necesitaba ser promovido
particularmente en materia de educación con miras a ubicarse en las filas
estatales. La razón misma de la forma de vida de aquella época le obligaba a
trascender y buscar otros destinos para promover su educación, por esa razón
estudia en Madaura (año 365) donde estudio Gramática y Literatura. Cerca de su natural Tagaste. Y en el 370
estudió Retorica en Cartago (Fundada por mercaderes fenicios hace casi tres mil
años, Cartago llegó a ser una potencia capaz de disputar a Roma la hegemonía
del Mediterráneo… hasta que los legionarios de Escipión la arrasaron. Siglos
más tarde, con Adriano, llegaría a ser la segunda ciudad más importante del imperio,
después de Roma) en el año 383 fue a Roma y poco más tarde a Milán donde
trabajó un tiempo como profesor municipal de Retorica. Durante su época el imperio
romano entró en franca decadencia. El
orden militar y social estaba siendo sacudido por los pueblos venidos del Norte
(Vándalos) las bases romanas diseñadas para controlar sus territorios eran
insuficientes para detener estos pueblos que atacaban bajo el esquema de las
guerrillas modernas Mao Tse-tung (El 1 de octubre de 1949 se proclamó
oficialmente la República Popular de China, con Mao Tse-tung como
presidente) al que podemos llamar como
el padre de la Nación China en el siglo XX y que para los fines dirigió un
movimiento de “guerra de guerrillas” usado en la época del Hiponense. La
economía era dramáticamente expuesta por los continuos asaltos a las caravanas
que provenían del lejano Oriente y los nexos comerciales con Roma sufrían de la
misma manera los embates de los delincuentes que como hordas se cernían sobre
todas las formas de comercio (13). En el siglo IV, Roma había dividido el
África, de Libia a Mauritania, de Cartago a Chercel, en siete provincias. En la
misma época, cada ciudad posee un obispo, a veces dos (en el tiempo del cisma
donatista).
Las "diócesis" comprendían
aproximadamente una superficie de treinta a cuarenta kilómetros. La diferencia
entre el campo y la ciudad no es rígida, como lo es hoy en día en la Italia
meridional: no es cuestión de población sino de civilización. Se estima que la
población global del África colonizada era de seis millones de habitantes. Las
grandes ciudades, como Cartago, se prolongaban en suburbios. Duga es una
colonia que pertenece a una ciudad típicamente africana; cierto número de
campesinos viven en la ciudad y diariamente van a trabajar en los campos, fuera
de los muros. La ciudad de Tidis vive de su producción agrícola. Hasta en
Hipona nos encontramos que una parte de la población habla púnico y entiende
con dificultad un sermón en latín. Tertuliano y Agustín son dos hijos del suelo
africano: Tertuliano, el hombre extremista, anti herético por excelencia y que
termina su vida en las elucubraciones del montanismo, y Agustín, el
introvertido, que se hace monje; consagrado obispo, es agobiado por su pequeño
pueblo. Nos confía su vida en sus Confesiones, una obra maestra. ¿Cómo definir
al alma africana en su entidad irreductible? Es un trabajo peligroso:
implicaría hacer una mezcla de Yugurta y de Tertuliano, de Apuleyo y de
Agustín. También será necesario distinguir entre africanos autóctonos e
importados, entre romanos y númidas romanizados.
Agustín es hijo de esta África donde
encontramos a fenicios, griegos y romanos, libios, mauritanios, númidas y
bereberes. Estos pueblos forman seres de violencia y ternura, de pasión
incontrolada y de fervor excesivo. Recibió de esta tierra su temperamento
ardiente, impulsivo, extremista. Más músico que pintor, más atento a la voz que
a la belleza de un paisaje, sensible a la ironía y al sarcasmo. Las
sedimentaciones sucesivas han modificado la morfología del alma africana. La
costa mediterránea ha sufrido al influjo fenicio. Las poblaciones númidas son
más plásticas. En el fondo, sin embargo, son rebeldes a toda asimilación. Con
relación a Roma la actitud es ambigua: algunos la rechazan, otros la aceptan,
otros dudan... En el momento del donatismo entre los cristianos existe división
y separación. Los ataques de los circunceliones, entre otras rebeliones
endémicas, son una manifestación anti romana. También en el África Proconsular
y en Númidia, los mauritanos creen encontrar ayuda entre los bereberes del
campo y entre los siervos de las grandes propiedades. En Cartago, alrededor del
templo de Tanit y de Baal, el menor incidente desencadena el fanatismo pagano.
Las poblaciones reciben al cristianismo como una forma de rebeldía. Rica en
contradicciones, África es sólida, resistente al dolor.
El mismo Agustín poseía una salud vigorosa que
le permitía consagrarse a sus ocupaciones durante el día y a los estudios y a
su obra teológica durante la noche; de emprender numerosos y pesados viajes a
través de toda el África como peregrino de la ortodoxia y de la elocuencia: de
Cartago a Jerjel, de Hipona a Tebesa. Y, sin embargo, vivió hasta los ochenta y
seis años. El imperio no había dividido
estas comunidades; hecho que será consumado en la época de Nerón. De Tertuliano
a Agustín y Salviano de Marsella, los escritores, no necesariamente africanos
se basaban sobre una lejana tradición de origen apostólico, venida de Oriente.
La influencia oriental se manifiesta en la decoración y en la arquitectura de
las iglesias, en la liturgia y en las disciplinas sacramentales. Es posible que
la primera lengua litúrgica haya sido el griego. De hecho, las primeras actas
de los mártires africanos han sido escritas en griego. Bruscamente, al fin del
segundo siglo, la Iglesia de Cartago aparece enteramente constituida, con
comunidades importantes y fervientes, una jerarquía, cementerios, lugares de
reunión, liturgia estructurada en donde la influencia oriental es visible.
"Nosotros hemos nacido ayer y ya invadimos el Imperio"
"formamos la mayoría en cada ciudad". Lo que Tertuliano escribe
al procónsul Scápula, a comienzos del siglo III, conviene mejor a África que a
Italia. La Fe cristiana comienza a infiltrarse en las tribus bereberes de
Getulia y Mauritania. La Buena Nueva corre rápidamente sobre la región,
llegando hasta lugares modestos, como Scilis, actualmente no identificable; que
dio al África sus primeros mártires (180).
La copia de esos actos
gloriosos se conservaba en los archivos de las iglesias y se leía, de
aniversario en aniversario: esos mártires, con sus nombres púnicos latinizados,
significaban la profundidad de la penetración cristiana hasta los lugares más
alejados (14). Hipona, "Hippo regius" para los latinos, tenía su
personalidad propia. Construida en el estuario de la Seybousa, con su rica
planicie agrícola, formaba una puerta natural entre dos colinas. Hacia el Oeste
comenzaba la cadena montañosa del Djebel Edough. Una de sus alturas, frente al
mar, donde se eleva la actual Basílica de San Agustín, era lugar de un
santuario dedicado al dios fenicio Baal (Amón): el Saturno de la ocupación
romana. Había cambiado de nombre, pero no de religión ni de fieles. La ciudad,
como lo muestra el mosaico del Pescad; resalta en el fondo de un golfo, con sus
casas y monumentos. Los muros de la ciudad, frente al mar, construidos en
caprichosos zigzagueas durante el período comprendido entre el 1er siglo antes
de Cristo y el siglo II después de Cristo, llaman la atención por sus bloques
de cal maciza. Protegían la ciudad contra las legendarias tempestades del
golfo, luchando contra los peligros del mar y la tierra, es decir, contra las
inundaciones y los aluviones.
Como muchas ciudades de Italia meridional,
hispana se prolongaba en los campos que enmarcaban la ciudad. Los agricultores del rico valle de Seybousa
habitaban algún tiempo en la ciudad donde escuchaban los sermones del obispo.
Conocemos por los escritos de Agustín, por lo menos, una decena de propiedades
agrícolas que son mencionadas en la predicación del pastor. La ciudad como tal,
antiguo reducto fenicio, es un puerto, abierto sobre el mar, donde vivía una
población heterogénea: descendientes de fenicios y libias, con sus razas,
colores y dialectos. Desde la época númida los intercambios comerciales con el
resto de África, Italia y Grecia son activos y variados, como lo comprueba la
cerámica italiana y las ánforas de Campania. Esta importación no paralizaba
para nada la producción local en la época romana.
4. TEOLOGIA
TRINITARIA.
“Señor nos hiciste
para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti” Agustín.
Sobre la teología del
Hiponense en orden a la relación de las Divinas Personas y concretamente en el
Espíritu Santo, Agustín define que posee la misma substancia (es lo que existe por
sí mismo) que el Padre y el Hijo, por lo tanto, es claro que no son tres dioses
sino un solo Dios manifestado en tres Divinas Personas. Es la concepción de la
relación Trinitaria en el contexto de la misma Esencia y Substancia como
decíamos antes. Al mismo tiempo, esta Fe anti sabeliana confiesa que, al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo les corresponde una peculiaridad irreductible. Esta
consiste en que el Padre engendra al Hijo y, por eso, el Hijo no es la misma
Persona que el Padre; y el Padre no es la Misma que el Hijo; finalmente, el
Espíritu Santo es tanto Espíritu del Padre como del Hijo; y, como éstos, Él
pertenece también a la unidad del Dios Trinitario, esta unidad de Dios no le
hace dependiente una Persona de la Otra, si esto fuera de esa forma entonces
hablaríamos de una substancia mayor y unas que por delegación comparten sus
atributos y naturaleza, así mismo diríamos según esta tesis que el Padre no sería el Principal (Patrem
Principaliter) sino el origen que comparte una misma substancia por
delegación y no por filiación y mucho menos por expiración activa y/o pasiva. Resumiendo, de nuevo esta concreción
histórico-salvífica con el pensamiento de la unidad, Agustín concluye que el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como son inseparables, actúan también
inseparablemente. Esta es también mi Fe, porque es la Fe de la Iglesia católica
(15). Consecuentemente, Agustín reza así al final de su obra: Por esta regla de
Fe me he regido en mis comienzos; y a partir de ella, te he buscado en cuanto
me ha sido posible, en cuanto tú me has hecho capaz, y he tratado de comprender
con la razón lo que creía con la Fe; mucho he discutido y mucho me he
esforzado… La concreción de la Unidad de la Trinidad de Dios es asumida por
el Hiponense con una inseparabilidad total que les hace amar, pensar y obrar de
esta única manera (16).
Para el Hiponense la
distinción es básicamente en cuanto a la Personalidad de las Divinas Personas,
que a su vez nos sitúa en la unidad esencial de Dios. Pues desde esta
perspectiva la unidad de Dios como fundamento de las relaciones Trinitarias es
vista por las manifestaciones de Dios en las Escrituras reveladas. De esta
afirmación conceptuamos los siguientes términos de la relación Trinitaria en la
mentalidad del Hiponense (16):
Coeternidad
La misma
Substancia
Comunidad
Coigualdad
familiaridad
Personalidad
Unidad esencial
La misma
Naturaleza
Eternidad. (17).
“El Hijo es otro,
porque no es el mismo que el Padre, y el Padre es otro, porque no es el mismo
que el Hijo. Pero no es otra cosa, porque el Padre y el Hijo son la misma cosa.
¿Qué es esa misma cosa? Un solo Dios” (18). Agustín ve la relación dentro de la
diferencia, pero se refiere como lo hemos dicho a la Personalidad y Misión de
las Divinas Personas, sin que con ello implique que aborde la esencia desde la
diferencia. La diferencia no es una categoría imputable a Dios porque el hecho
mismo de aceptarla supone singularidad y no unidad de substancia como sucede
con nosotros y nuestra naturaleza racional.
El Ser de Dios visto en la perspectiva del Motor Inmóvil aristotélico
supone los niveles de manifestación y perfección, es decir, solo un Motor
Inmóvil que es Dios y muchos otros motores inmóviles que son movidos por este
único Inmóvil, en Acto Puro, es decir, Dios mismo. Las Operaciones Trinitarias
son vistas por el Hiponense como muestra de la naturaleza de Dios y todo ello
entra en la esfera del amor esencial que produce Dios mismo en su augusta
contemplación eterna (19). El “Amator Dei” el Amor de Dios es la razón
de las relaciones y manifestaciones de la Trinidad Ad-Extra de la creación, y
en cuanto a las relaciones supone con aguda precisión las Procesiones Divinas
(El Padre y el Hijo expiran de forma activa al Espíritu Santo y este de manera
pasiva al Padre y al Hijo) esto último en cuanto a la procedencia sin suponer
como Orígenes (PP. griego, gran teólogo de la Escuela de Alejandría) el
subordinacionismo en la Trinidad de Dios (20). Aquí la visión aguda del
Hiponense es clara, y tal postura nos habla de la procedencia antes de todo
tiempo, y por ende del Acto Volitivo del Padre Dios, que Engendra al Hijo y
juntos no en el tiempo sino en su Voluntad amorosa procede el Espíritu Santo,
para el Hiponense el amor es la misma Esencia de Dios, deja
ver el principio de las Personalidades Divinas
que en el amor expresan su misión y comunicación (21).
En De Trinitate, el
obispo de Hipona es más claramente consciente de la ambivalencia de su fuerza
intelectual que en sus primeros escritos. De ahí que eleve la siguiente
plegaria: Dame la fuerza de buscarte, tú que te dejas encontrar y que me has
dado la esperanza de poder encontrarte cada vez más. Ante ti está mi fuerza y
mi debilidad; conserva aquélla, sana ésta. Ante ti está mi saber y mi
ignorancia. Allí donde tú me has abierto, acoge a quien entra; allí donde has
cerrado, abre a quien llama. Haz que me acuerde siempre de ti, te comprenda, te
ame. Haz crecer todo esto en mí hasta que me transformes totalmente (22).
Es interesante observar
como el Hiponense deja en la Persona de Jesucristo, el conocimiento y
fundamento de la historia y en ella todas las vivencias de la humanidad,
manifestando así una co-relación salvífica de los sucesos y acciones del ser
humano en la historia elaborada por este en su derrotero terrenal. El Hiponense
nos deja ver su epistemología sobre la incidencia de la Gracia en la vida histórica
del ser humano, esta afirmación categórica y crítica de la historia será
abordada luego en su obra de la “Ciudad de Dios”. La realidad vista desde la
manifestación del Dios Trinidad supone la participación de la Gracia en el
componente humano, pero desde el ser eclesial agudizamos la mirada para hablar
de la presencia de la Trinidad revelada que se ha transformado en el lenguaje
contemporáneo muy al estilo del Hiponense y los demás santos PP. de la Iglesia en la: Trinidad Inmanente y Trinidad
Económica (23). El pensamiento Trinitario del Hiponense es vitalmente
cristocentrico y lo es porque la revelación y mediación del Hijo de Dios se
constituye en fuente de vida y salvación universal. En todo este proceso la
realidad Escrituristica es fundamental en su doctrina, no hay nada que no brote
de la Palabra de Dios (24). La constatación Psicológica del Hiponense como
fundamento de su pensamiento nos dice la manera como se compenetró con el mensaje
de Cristo y el pensamiento Paulino que fue definitivo en su teología, no
escribió nada que Pablo en sus líneas no manifestará, pero su corpus doctrinal
fue más allá de la percepción paulina por la misma connotación histórica
vivida. De lo anterior solo citamos la expresión de Beda el Venerable, este
religioso ingles fue el comentador y recopilador de las obras del ultimo PP. de
la Iglesia latina nos referimos a Isidoro de Sevilla “Después del magisterio
de los Apóstoles, no hay otro mayor que el de Agustín de Hipona” (25).
La concepción Agustiniana
sobre la Trinidad de Dios es de una profundidad tal que parece que comunica su
pensamiento en nuestro tiempo, esta actualidad de su lenguaje y reflexión le sitúa dinámicamente en la psique del colectivo que siente a Dios cercano y le reconoce como familia,
estableciendo una comunidad de amor, fue Agustín el primero de los PP. de la Iglesia
en hablar del amor como el signo de la esencia de Dios entre nosotros y ver en
sus relaciones un modelo al que debemos tender los bautizados. La intuición del
Hiponense es tan cierta como la concepción de una realidad que trasciende y
supera la destinación material de la historia. Pues en el Hiponense la historia
se hace parte del designio salvífico, de una meditación prolongada de los
sucesos salvíficos que nos abrieron las puertas de la eternidad, él
problematiza la revelación Trinitaria para ajustarla al acontecer de la
humanidad creyente. El Padre que se revela antes de todo tiempo lo hace
perfectamente en el amor de su adorado Hijo y contemplándose en sus relaciones
paternales y filiales generan al Espíritu Santo, bella comparación ilustrativa
de las relaciones de quienes amándose se entregan y piensan solo el uno en el
otro. Habla de Susbtancia solo para establecer distinciones de origen, pero lo
central en su pensamiento es el amor de Dios y Dios amor (26). En el Hiponense
es claro que en cuanto al origen el Padre es el principal por razones concretas
de nuestro entendimiento y la categoría como pensamos y asociamos momentos. El
principal es el padre no en cuanto a Substancia sino en cuanto a la percepción
de su Ser como Dios y de esta percepción es engendrado el Hijo.
Meditando su contenido
nos queda muy claro que la Cruz de Cristo es el principio que define antes de
darse a la misma Encarnación, sin su misión que objeto tendría la Encarnación
del Hijo de Dios. Y que podría significar una entrega amorosa sin la causa misma
que la generó, de aquí podemos asegurar con el Hiponense: Oh feliz culpa que
nos mereciste tal Redentor o también: O Félix culpa, quae talem meruit habere
Redemptorem nobis… La misión del Hijo involucra el ser de los bautizados
que reconociendo a su Señor configuran su vida según sus enseñanzas. La misión
define también la esencia salvífica de la Iglesia. No se trata de asegurar la
misión como un solo y único movimiento del Hijo sino que esta en la Perijóresis Divina es intimada por el Padre Dios.
Encarnación
Cruz
Resurrección. (27).
La relación en el ámbito
de la Trinidad genera en el Hiponense la dinámica psicológica de la
introspección de la conciencia humana, pero encontramos una oración suya que
sintetiza este argumento de índole epistemológico-axiológico crítico, donde la
estructura tríadica se conserva perfectamente: Pues yo soy, conozco y quiero:
soy sabiendo y queriendo; sé que soy y quiero; y quiero ser y conocer (28). El
misterio de la Trinidad se conserva porque este supone la inaccesibilidad a
Dios, esto último por parte de la conciencia y el intelecto humano y sus
palabras lo podríamos expresar mejor: Tres Divinas Personas para amar y callar,
antes que conocer (29). Otro elemento
que el Hiponense relaciona con la exposición de la Trinidad es la Inhabitación
de las Personas de la Trinidad en el ser humano, esta presencia es fruto de su
huella o Vestigia, es decir, empleando los términos Aristotélicos: Dios causa
eficiente y ejemplar de la creación, cada cosa creada nos habla en sus
operaciones de la perfección de su Creador. Como ninguno antes el Hiponense une
el amor como substancia en la obra de la Creación, solo el Creador amor podría
habernos dado tanto y tan colmado de belleza como de estética y necesidad. El amor
es en ultimas el gran vínculo con la trascendencia: “porque nos amaste
primero nos hiciste amables” en esta sentencia Agustín relaciona tanto
necesidad como naturaleza necesitamos el amor a nivel de existencia y
existencialidad, a nivel de necesidad para ser. Solo existe lo que ama Dios en
su infinita misericordia. Solo es Libre quien verdaderamente hace del amor
una causa y consecuencia de su ser y existir. El amor es la
problematización de la comunicación de Dios al mundo y al ser humano, esta
postura nos indica con claridad que la praxis del amor se una cualidad en ser
humano que no se originó en este sino en el mismo Dios, luego, el amor es un
rasgo de dios en nosotros como información nuestra naturaleza singular.
El amor no es límite, el amor es apenas el
comienzo de la existencia y su fundamento, Una vida vivida sin amor no tiene
olor a trascendencia. Agustín sobre las Potencias
del Alma ve precisamente un símil o comparación
con las Personas Divinas, aunque su analogía no es plena al no encontrar en
nuestra naturaleza concordancia total con el misterio expuesto, esto es, no
podemos suponer que al recordarnos y amarnos como memoria y voluntad quede establecido
por relación (analogía) el mismo principio
de Dios Padre que comunica al Hijo su Naturaleza, la mente de Dios contiene todo pensamiento sobre si como
Padre-Hijo y Espíritu Santo, la mente de Dios es también inseparable en el Hijo
y en el Espíritu Santo juntos y en la misma Sustancia como en el amar y el obrar, luego, lo que hace el Padre lo hace
en el Hijo y en el Espíritu Santo este hacer significa Comunión en cuanto a la
misma substancia, un hacer Coeterno porque como en Dios todo es pleno y no
admite compuesto alguno, Cómo ama uno aman los dos. Y como aman los dos aman
los tres. Para el Hiponense el amor es
indistintamente el Principio Esencial de la Comunión Divina (30). Las
imágenes que usa el Hiponense son limitadas y así mismo lo reconoce dado el
contenido supra que desea expresar que corresponde a la naturaleza divina. Es
una cierta imagen de la Trinidad el intelecto, el concepto que es su Hijo y su Palabra;
y, en tercer lugar, el amor. Estas tres cosas son una sola substancia (31).
No podemos desconocer que la dinámica conceptual nos ofrece también una postura
moral, es lo que cree y la forma como cree Agustín de Hipona, esto será
fundamental para su espiritualidad y oración, hoy podemos decir que sus
reflexiones no eran solamente especulaciones académicas sino la manifestación
de su Fe y lo que esta necesitaba para ser realidad (32). (Círculo, triángulo)
caracterizan acertadamente la visión agustiniana en comparación con la visión
lineal de los griegos.
Su concepción permite al
Padre de la Iglesia latina acentuar más enérgicamente la unidad esencial del
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; ella permite también reconocer la relación
Hijo-Espíritu Santo como referencia específica real, de acuerdo con la idea de
que el Espíritu Santo es el Amor mutuo entre el Padre y el Hijo (33). La figura
citada en la descripción del misterio Trinitario es la composición intelectiva
de una realidad geométrica que apunta la igualdad de las partes como es el caso
del Triángulo y la necesidad de los lados, es una necesidad esencialmente de
naturaleza del valor de la figura. Y el Círculo, por otra parte, nos indica
sapientemente la igualdad fundamental de la figura que no reconoce y/o tiene
conciencia de su principio y final, el aporte de Agustín cambió la mentalidad
Nicena sobre la estructuración de una dialéctica cognoscible por el creyente y
por la misma institución eclesial, la
dinámica y el concepto develado nos indica el camino de la igualdad reflexiva
en sus categorías, es decir, abordamos el misterio revelado de la Trinidad de
Dios desde y solo lo que Dios mismo nos mostró en su adorado Hijo. La doctrina
contenida en el término CIRCUMINSESIÓN nos aclara sobre el pensamiento
del Hiponense y lo encontramos en el siglo XII, del que hay mención en la obra de
Buenaventura (de la Escuela Agustiniana, mirar la biografía donde se explicita
su significación terminológica) (34).
En la suprema Trinidad
una sola cosa es tan grande como las tres juntas, y dos cosas no son mayores
que una sola. Además, son en sí mismas infinitas, Así, cada una de ellas está
en todas, todas en todas y todas son una sola cosa (ita et singula sunt in
singulis et omnia in singulis et singula in omnibus et omnnia in omnibus et
unica omnia) (35). Buenaventura usa
expresamente el término circumincessio, afirmando que "las autoridades
y los argumentos de razón demuestran que entre las Personas Divinas reina una
suma y perfecta circumincessio", en cuanto que “uno está en el otro
y viceversa”, y que esto se da en sentido propio y perfecto solamente en
Dios, ya que esta circumincessio en el ser pone al mismo tiempo distinción y
unidad: solamente en Dios se da la más alta unidad con distinción, de manera
que es posible hacer esta distinción sin mezcla y esta unidad sin separación
(36).
“Yo y el Padre somos
uno. 31. Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. 32. Jesús les
dijo: Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de
esas obras queréis apedrearme? 33. Le respondieron los judíos: No queremos
apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo
hombre, te haces a ti mismo Dios 34. Jesús les respondió: ¿No está escrito en
vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? 35. Si llama dioses a aquellos a quienes
se dirigió la Palabra de Dios - y no puede fallar la Escritura 36. A aquel a
quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema
por haber dicho: ¿Yo soy Hijo de Dios? 37. Si no hago las obras de mi Padre, no
me creáis; 38. pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras,
y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre”.
(37).
El Texto Joanico es el
fundamento de la doctrina de los santos PP. y especialmente el Hiponense para
definir la “mutua In-existencia” de las Personas Divinas, o
Perichoresis, La teología Trinitaria moderna y contemporánea ha vuelto a poner
de relieve esta doctrina teológica, favoreciendo su profundización (todavía en
acto), al menos bajo tres aspectos: - En primer lugar, se ha subrayado que la
mutua In-existencia de los Tres sólo puede concebirse a partir de su mutua
Kénosis hipostática en cuanto actuación del Ser de Dios que es amor, revelado
en plenitud a nivel histórico salvífico en el acontecimiento pascual de Cristo.
Así, por ejemplo, S. Bulgakov (38) afirma que "sabemos que el amor Trinitario
es mutuamente sacrificial, que cada una de las hipóstasis renuncia a sí misma
para encontrarse realizándose en las otras. De esta manera se puede comprender
el Amor Trinitario, bajo este aspecto, como una Kénosis supra eterna, aunque
coronada para cada hipóstasis por el amor Trinitario común, en la plena
bienaventuranza" (La esposa del Cordero) (39). El texto que citamos de
la obra del Hiponense nos permite apreciar la relación vertical con el Dios
Trinidad y lo cual queda afirmado categóricamente en su discurso pragmático
sobre tal contenido… Agustín establece un encuentro de contrarios que podrían
sonar paralelismos interpretativos pero que en realidad son configuraciones
tanto de las ausencias como de las afirmaciones positivas (40).
Hemos afirmado en otro lugar que, en aquella
Trinidad, se dicen propiamente de manera distinta los atributos pertenecientes
a cada una de las Personas, que se afirman de la una relativamente a la otra,
como Padre e Hijo, y Don de ambos, el Espíritu Santo; en efecto, el Padre no es
la Trinidad, ni el Hijo es la Trinidad, ni la Trinidad es el Don. En cambio, lo
que cada una de las Personas se dice en sí misma, no se dice tres, en plural,
sino que la misma Trinidad es una sola cosa: así como se dice Dios el Padre,
Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo; bueno el Padre, bueno el Hijo, bueno el Espíritu
Santo; y omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu
Santo. Y, sin embargo, no se habla de tres Dioses, ni de tres buenos, ni de
tres omnipotentes, sino de un solo Dios, bueno, omnipotente: la misma Trinidad.
Así como cualquier otro atributo que no se dice del uno relativamente al otro,
sino que de cada Persona en sí (41). Comentando las palabras del Evangelio
según Juan: Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha
llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti (Juan
capítulo 17 versículo 1), Agustín se pregunta en primer lugar qué significa la
“Hora” a la que el Señor hace referencia. Ciertamente, se trata del momento de
la Pasión, cuando el Señor entregue su vida por nuestra salvación, pero es
también el momento “de pasar de este mundo al Padre”, como nos recuerda
el mismo Evangelista (41.1). La Hora de Jesús está signada por su referencia al
Padre, en cuanto que es el momento en el que Jesús realizará el divino
Designio. Sin embargo, el cumplimiento de la “Hora” de Jesús no es un acto que
ocurre siguiendo una predeterminación fatalista, sino más bien se trata de una
acción totalmente libre hecha por el Señor Jesús. En polémica con visiones
deterministas, como por ejemplo las de los astrólogos, e incluso las de los
maniqueos, el santo de Hipona rescata la suprema libertad de Jesús en este
momento trascendental (41.2).
La “Hora” es el momento
en el que se cumple lo dispuesto por el Padre y por el Hijo; puesto, en otros
términos, es el “tiempo de salvación” donde se realiza el Plan divino querido
por el Padre y concretizado por Jesús. Hablar de Plan de Dios para Agustín es ocasión para precisar que todo lo
referido a la Pasión, Muerte y Resurrección victoriosa del Señor no es fruto de
la casualidad ni tampoco de la fatalidad, sino que responde a lo que desde toda
la eternidad estaba presente en el Padre y se hace realidad histórica por
Cristo: Por tanto, al decir: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo,
manifestó que todos los tiempos, y cuando había de hacer o dejar de hacer algo,
eran dispuestos por Aquel que no está sujeto al tiempo; porque todas las cosas
que han de ser, cada cual en su tiempo propio, tienen su causa eficiente en la
sabiduría de Dios, en la cual no existe el tiempo. No se crea, pues, que
esta hora vino al acaso, sino por la ordenación de Dios. Como tampoco una fatal
necesidad sideral determinó la pasión de Cristo, porque no se puede pensar que
las estrellas forzasen a morir a Cristo, su Creador (41.3). Ahora bien, la “hora”
está unida al cumplimiento de la “obra” que el Padre ha encomendado al Hijo, y
en cuya realización el Hijo glorifica al Padre y el Padre a su vez ha de
glorificar al Hijo.
¿En qué consiste esta
“obra”? Agustín, desarrollando muy de cerca la teología del evangelista
Juan, encuentra dos dimensiones propias de la “obra”. En primer lugar, una
dimensión manifestativa o de revelación, que consiste en dar a conocer al
Padre. Esto es hecho a través de la predicación del Señor Jesús, pero también
mediante sus actos, por los cuales evidencia en su persona la figura paterna,
según el conocido pasaje Joanico: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Juan
capítulo 14 versículo 9). Por eso señala el Hiponense: diciendo, pues, que Él
glorificaba al Padre sobre la tierra y que el Padre le glorificaba a él en el
mismo Padre, no hizo más que manifestar el modo de la glorificación. Él
glorificó al Padre sobre la tierra predicándoles a las gentes, y el Padre le
glorificó en sí mismo, colocándole a su derecha (41.4). En segundo lugar, la
“obra” de Jesús se refiere propiamente a la Pasión, Muerte y Resurrección.
Se trata del acontecimiento central de la salvación, y se entiende como la
acción por la que Jesucristo da cumplimiento al Plan Divino, en obediencia
filial al Padre, quien, a su vez, lo glorifica por su actitud oblativa: Ningún
cristiano duda, y todo indica que el Hijo fue glorificado por el Padre según la
naturaleza de siervo, a la cual el Padre la resucitó de entre los muertos. Y como por el Evangelio de Cristo se
consiguió que el conocimiento del Padre llegase a las gentes por medio del
Hijo, no cabe dudar que también el Hijo glorificó al Padre. Si el Hijo hubiese
muerto y no hubiese resucitado, ni el Padre habría glorificado al Hijo ni el
Hijo al Padre. Pero ahora con la resurrección fue glorificado por el Padre, y
con el anuncio de su resurrección glorifica el Hijo al Padre (41.5).
Para Agustín de
Hipona, la obra maravillosa del Padre es en sí la reconciliación con la
humanidad, es un renovar su amor y entrega por cada uno de nosotros como solo
un amor perfecto puede lograrlo en la más profunda significación de su Voluntad
salvífica (41.6).
Estos atributos en
efecto, se dicen según la esencia, pues aquí ser es lo mismo que ser grande,
bueno, sabio, y cualquier otro atributo que se diga de cada Persona en sí
misma, o de la misma Trinidad. La antropología filosófica nos acerca al
Hiponense quien interpreta la dimensión Trinitaria basándose en modelos de
comprensión humana y en estas categorías expresa su contenido (42). El recurso
lingüístico que emplea Agustín es determinante para equiparar en su percepción
antropológica al Dios revelado y su esencia con la verdad Absoluta y todos los
superlativos que esta afirmación pueda generar. Tal calificativo supera una
simple definición filosófica de la verdad como constatación de lo auténtico y
coherente, los calificativos quedan pues bajo la tutela de la revelación de
Dios en el contexto y plano social y cultural del individuo que con esta
concepción busca afirmar la dinámica revelativa del Dios Encarnado, es pues en
Agustín y su pensamiento que Cristo se convierte en el absoluto revelador de la
Trinidad Inmanente y económica (43). La verdad no se fundamenta en la
exposición del mundo creado, que en últimas es solo una criatura definida en el
tiempo y limitada por la extensión de su propia ontología. El Hiponense ve en
la Trinidad esa posibilidad de configurar la verdad inmutable que supera la
concepción de las potencias del ser humano (intelectivo) y que básicamente son
signo inicial de la manera como logra desambiguar el dogma y aportar a su
concreción universal. Miremos pues el siguiente recuadro (44):
Memoria
Voluntad
Entendimiento.
Es una, pero en las
operaciones del individuo conserva su individualidad. Sin que con ello ella
solo exprese alguna categoría de conocimiento. Su unidad es incuestionable y
esencial, no como atributo sino como ser que se piensa, recuerda y puede
hacerlo… Esta unida a la memoria, pero por sí sola no expresa nada. La voluntad
puede recordarse a sí misma. Pero por si misma no es significante como
operación individual de la persona humana. Puede recordarse a sí mismo y tener
la capacidad para hacerlo, pero sin voluntad no es posible sus operaciones
racionales. Y sin memoria igualmente como podría pensarse. La relación vital de
las potencias del alma es sustancia del ser humano. En los ejemplos
ilustrativos del Hiponense queda igualmente claro que las potencias del alma
son parte de ella y con ella son ella.
No es el alma increada y posee la materia espiritual si cabe el término
de la esencia misma de su existencia y operaciones. Recordemos que en la
mentalidad Agustiniana las potencias del alma no son “accidentes” que
sobrevienen a su esencia (45). No estamos empeñados en demostrar la
materialidad el alma solo aclarar que si existe en el tiempo posee esa
connotación material ya que todo cuanto existe en el tiempo está dotado de su
componente material intrínseco a su naturaleza (46). El dogma Trinitario será
definitivo en su pensamiento y como es de esperarse la comparación categórica
con el alma y la creación entera es solo una luz para interpretarlo en
categorías y paradigmas cognoscibles. Su capacidad intelectiva se manifiesta
también en la historia siendo la revelación Escrita su centralidad dialéctica.
No es impensable materializar la revelación en el dogma Trinitario ya que este
posee su estructura revelativa, la misma que encontramos en algunos pasajes de
las Sagradas Escrituras. Es básicamente encontrar la conexión concreta de la
existencia humana en el contexto del Dios revelado, es como indicar que
existimos porque Dios se revela a sí mismo (47).
Los sentidos son los
encargados de tomar de su entorno la información y procesarla y convertir su
contenido en información categórica de la construcción de nuestra realidad y
como el alma es incorpórea entonces ella se reconoce inserta en este proceso o
quien no ha hablado consigo mismo (soliloquios). O mejor aún, quién no ha
empleado figuras simbólicas para expresar una idea concreta sobre algo sometido
al juicio de la razón y a la percepción de los sentidos. La materialidad de las
operaciones del alma es un bello paralelismo para explicar las funciones
Trinitarias (48). “La mente, cuando se conoce a sí misma, no se supera con
la noticia de sí misma; pues ella conoce, ella misma es conocida” (49). O
también: Mens vero cum se ipsa cognoscit, non se superat notitia sua; quia
ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur. Según esta sentencia del Hiponense el
alma no se agota como creación incorpórea por la noción que tengamos de ella y
de nosotros mismos, ya que el conocimiento transformado en noticia nunca
agotará ni la posibilidad de conocer ni el objeto conocido, en este caso
problematizando al alma (50).
El proceso de
autoconocimiento lleva al hombre a descubrir su carácter de imagen de la
Trinidad como un don, puramente libre, voluntario y gratuito de parte del amor
divino, en ningún caso un desarrollo necesario de la Divina esencia. La
naturaleza humana, para existir como tal, necesita ser un espejo, que refleja
la imagen de la Trinidad; la Trinidad, por su parte, es el Ser absoluto, que
subsiste en la plena y eterna realidad de sus relaciones Intra-divinas. Por lo
anterior, la trinidad humana, que constituye la esencia del hombre, y que el
hombre descubre en su profundidad, no se identifica con la Trinidad Divina,
siendo una esencia creada y no generada, radicalmente dependiente e
infinitamente distante de su Creador.
Finalmente: fruto del proceso de autoconocimiento, y al mismo tiempo
parte de este proceso es la respuesta humana a la llamada divina a cumplir esta
semejanza, con un acto también libre y voluntario, no necesario, de asimilación
a la voluntad divina mediante la acogida del Amor gratuito (51). La imagen del
Dios Trinidad se refleja en la conciencia del bautizado cuando este informa con
su Gracia su vida y actuaciones, la inmanencia del Amor es pues un vínculo con
la Trinidad y allí fue puesto por su Creador, para ilustrar esta afirmación
quiero citar una de las oraciones más dicientes del Hiponense (52): “Señor
nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti”.
La necesidad existencial no se detiene en camino salvífico, es una connotación
de nuestra eternidad inmersa en la Historia de Salvación y nuestra relación con
el Dios revelado. Esta definición es intrínseca e inmanente al hecho salvífico
de la Gracia en la revelación y en la aceptación del bautizado. No se puede
pretender de otra forma teniendo presente el Ser amoroso de Dios en contacto
con la mismidad de la humanidad. Sin Dios no hay posibilidad alguna de
auto-reconocimiento esencial del ser humano (53). La única posibilidad de
reconocernos es en Cristo y la Gracia que afirma la vocación de la humanidad,
no se trata de dependencia o desviación ontológica y su constante metafísica
sino del reconocer nuestro origen y por ende nuestro destino (54).
La cláusula
Filioque es sin duda en cuanto a las relaciones
Trinitarias muy cercana al Hiponense, recordemos que ella habla del Padre y del
Hijo que procede de este y que juntos (Padre e Hijo) al Espíritu Santo. Esta
nota es simplemente para terminar el contexto dialéctico de la argumentación psicológica
de la Trinidad en el pensamiento del Hiponense. Porque como lo sabemos la
procedencia está asegurada en el contexto de las relaciones Trinitarias, el
Hiponense asume en la concepción del Patrem Principaliter (55). Que el
origen sin tiempo es el Padre y el Hijo Engendrado en esa misma realidad (sin
tiempo) su especulación no determina la concreción de una realidad pensada más
allá de esta percepción y de la natural limitación de las figuras que el
Hiponense puede emplear en su dialéctica. En cuanto a la apreciación de la
verdad revelada sobre el Espíritu Santo, Agustín afirmará como el grueso de los
santos PP. latinos que es “fruto del amor que se comunican el Padre y el
Hijo y siendo Dios quien se comunica pues solo Dios puede darse plenamente en
cuanto a que se comunica, el Espíritu Santo es esa comunicación guiada por la
Esencia misma de Dios que es el amor”. De allí que la percepción sea
universal sobre su figura y naturaleza como Dios. El Espíritu Santo no parece
Dios es Dios como el Padre y el Hijo, de esta manera el termino Agustiniano
Patrem Principaliter despeja las dudas sobre la doctrina subordinacionista de
los PP. griegos (56). Nosotros en la tradición anglicana, leyendo al Hiponense,
reconocemos también la relación de procedencia de las Personas Divinas y
asociamos al Hijo la Voluntad del padre (Acto Volitivo) sobre el Espíritu Santo
el Hiponense emplea fórmulas para expresar su percepción ideológica, centrando
en el amor sus categorías idiomáticas y por ende intelectivas, miremos algunas
de esas expresiones sobre la Tercera Persona de la SS. Trinidad:
Dedo poderoso de
Dios
Santidad de Dios
Reconciliador con
Dios (57).
Las afirmaciones
Agustinianas sobre el Espíritu Santo muestran su relación con la salvación y
como el Dios Espíritu Santo materializa en la historia humana las relaciones al
interior de la Trinidad Inmanente y esas relaciones trivializadas son asumidas
como salvíficas en la Trinidad Económica, es posible ver en su pensamiento una
manifestación de la metafísica de la comunicación y una ontología que camina
por la aseveración antropológica de nuestra Fe Trinitaria. Agustín
materializa dialécticamente la verdad de Dios contenida en la revelación y su
empleo es realmente fenomenológico. Eso significa que el conocimiento de Dios
se convierte en certeza desde la Fe, es pues una alusión directa a su intelecto
por la Fe, el conocimiento progresivo de Dios no se expresa sino en la vivencia
continuada y por estadios de madures espiritual, esta fórmula como veremos
posteriormente es una declaración axiomática de la interpretación hermenéutica
del Hiponense al conocimiento y sus hipótesis (58).
En el proceso de su
dialéctica Agustín cambia la concepción platónica de la creación como emanación
por la definición de creación presente en el Génesis.
NOTAS SOBRE
CRISTOLOGÍA Y SOTERIOLOGÍA AGUSTINIANAS.
Es verdad que Agustín
nunca escribió un tratado De Christo, como sí escribió un De Trinitate. Sin
embargo, la Persona del Señor Jesús está en el centro de su obra y de su
pensamiento. “En todas sus grandes obras, en el de Civitate y el De Trinitate,
en los comentarios sobre San Juan y sobre los Salmos, en el Enchiridion, el De
agone christiano, los Sermones y especialmente en las explicaciones del
Símbolo, Jesucristo aparece al centro de su teología, de la religión y de la
historia de la humanidad” (59). Agustín amó intensamente al Señor Jesús; aún
preso en las redes de la herejía y de las seducciones del pecado, conservaba un
gran respeto por el nombre de Jesús, nombre que le fue enseñado desde su
infancia. Cuando se convirtió, reconoció en Jesús no solamente un maestro del recto
vivir, o un sabio que le develara ocultos misterios; reconoció en él ante todo
a Dios hecho hombre, que por amor vino a salvarlo del pecado y de la miseria;
vio en él el camino hacia la patria, y al mismo tiempo la meta a la cual
avanzamos: “Hay un solo camino que excluye todo error: que sea uno mismo
Dios y hombre: a donde se camina, Dios; por donde se camina, hombre”(60).
Para el Hiponense la Persona del Padre del Hijo y del Espíritu Santo en cuanto
a Personalidades son distintas y no hay posibilidad ni siquiera por procedencia
de que el Padre se apropie de las propiedades del Ser Hijo o de las propiedades
del Ser Espíritu Santo y corresponde en las direcciones pertinentes con
respecto al Hijo y al Espíritu Santo. No
hay por lo tanto apropiación alguna entre las Personas Divinas de esta forma
supera el meollo de la cuestión sobre el origen de la Divinidad (61). Esta
última es una aseveración concluyente sobre la presencia de doctrinas
contrarias en su época que sometían a las Personas Divinas a equivalencias
meramente conceptuales y por ende razonables, con el Hiponense las hipótesis
desaparecen para dar paso a la razón alimentada por la Gracia y convertida en
campo propicio para el cultivo de la Fe, su Fe es Trinitaria por antonomasia.
La intuición es tan fuerte en su pensamiento que sin duda está equiparado
dialécticamente a cualquier autor contemporáneo en su lenguaje. Agustín hace
de la revelación del Hijo el fundamento del Cristo centralidad de la doctrina
eclesial (62), con frases que denotan todo el poder de la Iglesia como
institución al servicio del Hijo de Dios y su mensaje su Buena Nueva
esperanzadora: “Creo en Cristo y en su Evangelio porque me lo enseña la
Santa Iglesia” (63).
Agustín se adelanta a los
concilios de Éfeso (431) (64) y
Calcedonia (451) (65) respectivamente al asumir que en Cristo existían dos
naturalezas o Substancias, que es Dios y Hombre, pero solo hay en Él Persona
Divina (Segunda Persona de la SS. Trinidad). Que en su argumento Cristológico
admite que solo Cristo tenía la potestad de rescatarnos de las garras del
pecado y la muerte. El hombre no
puede querer si Dios no le asiste en su querer. Hiponense. La perspectiva
de su eclesiología entronca con la acción salvífica del Señor, afirma el
Hiponense, que los seres humanos rescatados y en Gracia confirman una comunidad
nueva que es la Madre Iglesia. Ningún ser humano se puede realizar fuera de la
Gracia. La visión eclesiológica de
Agustín revolucionó la concepción salvífica predicada por la Iglesia y que ha
llegado con toda su fuerza a nuestro tiempo, es sin duda la afirmación moderna
sobre la Salvación unida a la Iglesia que tiene raíz en los santos PP. Que explicamos desde la perspectiva de la Soteriología
no Unitaria del Hiponense: Salus extra ecclesiam non est. “Fuera de la
Iglesia no hay Salvación” de entrada nos parece absurda tal afirmación,
pero si la remitimos a la realidad eclesial que vivimos encontramos un nexo de
veracidad con el Dios Encarnado y su propósito de salvación por medio del
conocimiento y vivencia de su Palabra. La Gracia es total y totalizante y la
concepción eclesiológica de esta Comunión es particularmente Universalista ya
que afirmamos que todo ser humano es parte de la Iglesia y la Salvación está
puesta para todas y todos, pero ese estar “puesta” implica la vivencia de sus
conceptos. No es simplemente dejar fuera a una persona implica desconfigurar la
Voluntad de Dios para que todos los seres humanos se salven como también
renunciar explícitamente a esa oferta amorosa de Dios. Es renunciar a la Apostolicidad, Unidad,
Catolicidad de la Iglesia como familia de bautizados. Por otro lado, la oportunidad
de Dios permanece activa aun en quienes no creen o no le buscan se llama por
definición Bona Fide equivale al actuar de “buena voluntad” y quienes así obran
sin duda se unen a la Iglesia Invisible que no vive los preceptos evangélicos.
Lo fundamental es la vivencia y no se trata solo de asumir que la salvación es
una realidad Ontológica como tal sino vivirlo así y construir el edificio de la
Fe que fundamenta nuestra vocación a la santidad y por ende como respuesta
afirmativa a la salvación (66).
La Antropología
Agustiniana (67) implica la aceptación de la realidad
salvífica presente en la vida cotidiana y en todo lo que el ser humano crea o
fundamenta. Es la visión de la existencia desde la connotación de la Gracia
como recurso de vida y trascendencia. Es antropizar la creación sin dejar por
ello de verla santa y perfecta y aún más comprometernos con su expresión
universal de vida y conservación. Es ver en el otro las huellas de Dios como
Vestigia de su Gracia y perfección. Es
desde esta postura la historia una serie de sucesos en espiral que se repiten
cada tiempo según las tendencias de nuestras acciones o re-descubrimiento de
sus principios. La Antropología Agustiniana es ante toda definición una
Antropología de la Gracia y la Redención sin que mengue la posibilidad de
Espiritualizar sus conceptos o encadenar la voluntad humana, somos en la
concepción agustiniana totalmente libres y eso implica la presencia ontológica
de la Gracia. No negamos el acontecer
histórico de la creación y particularmente del humano pero la Gracia hace de la
historia una experiencia metafísica y ontológica al transformar con su influjo
las estructuras tanto humanas como creadas. Agustín nos habla de la Predestinación
(67) y no está sujetando las voluntades de Dios y el ser humano, está por el
contrario afirmando el poder soberano de Dios y la necesidad de la voluntad
salvífica en el ser humano. Es como decir que al deseo amoroso de Dios por
nuestra salvación debemos unir el deseo personal y comunitario de salvarnos.
Recordemos una vez más el axioma de los santos PP. La Gracia supone Naturaleza. El Hiponense adelanta su reflexión al menos
1500 años y la trae al presente de nuestra eclesiología. La Omni-causalidad que
expresa en su definición sobre la Gracia deja muy claro para nosotros que la
Gracia actúa sobre toda estructura tanto intelectual como emocional y de la
misma voluntad del ser humano. No implica encadenar la Gracia y ponerla al
servicio de todos, aunque sea rechazada por alguien en su expresión de vida.
Agustín piensa en la necesidad de su Universalidad y la forma como esta informa
la libertad y la potencia. No limitamos la Voluntad salvífica de Dios por el
contrario afirmamos su Soberanía. Sin duda en esta doctrina el Hiponense fue
malinterpretado y se asumieron concepciones que no se compadecen de su
pensamiento realmente (68).
El Cristo de la
predicación del Doctor de la Gracia es totalmente nuevo según los
modelos de su época, es un Cristo lleno de esperanza que muestra una forma
nueva de vivir y agradar a Dios. Es un Cristo histórico que no se sustrae de la
realidad en la que el bautizado se encuentra inserto. Es pues, parte de su
visión sobre el misterio de la Salvación sobre la historia y en ella el
derrotero de la humanidad… Somos según el Hiponense los llamados por Dios a
vivir bajo la estela del mensaje cristiano y de esta forma introducir unos
valores que proceden del Evangelio como paradigma del resucitado. Para
acercarnos a la definición del momento de la percepción de nuestra Fe en el
resucitado es conveniente tener presente que toda manifestación de Dios
corresponde a su Voluntad y que no hay nada en nosotros que mueva esa Voluntad
excepto Dios mismo. Nosotros actuamos movidos por la Gracia (69) y esta se
afinca en experiencias muy concretas de nuestro existir, es decir, que todas
nuestras posturas son y serán consecuencia de la relación con el Dios vivo y
viviente que se manifiesta formalmente en las acciones que sostienen
naturalmente la vida. Esta relación es fácil de incorporar a nuestra
experiencia de Fe cuando tenemos presente nuestra propia “contingencia”.
Los escolásticos
relacionaban muy bien la Fe con la Iglesia y la necesidad de que esta
materializara el recorrido salvífico de los creyentes y para ilustrar sobre su
relación emplearemos una definición que tiene todo que ver este periodo en la
teología de la Iglesia: Dios es la Causa Formal de nuestra Fe y la Iglesia
es la Causa Material de la misma. Estas definiciones nos sitúan en el
intríngulis relacional entre la Iglesia como experiencia de Fe de los
bautizados y su necesidad en la “Historia Salvífica” tanto personal como
cósmica. Es interesante que nos planteemos la necesidad de articular esta
relación y llevarla al plano salvífico que buscamos todos los bautizados. La
Iglesia no es posible percibirla como un grupo de creyentes que se reúnen los
domingos u otros días en celebraciones distintas o afines. La Iglesia como
Causa Material es el sustento de nuestra experiencia en el Dios de la vida. Su
presencia ilustra nuestro horizonte formativo y necesario, ya que ella porta
verdades necesarias en el crecimiento de nuestra espiritualidad. El
transfigurar nuestra espiritualidad es un reto fundamental en el bautizado
(70).
Precisamente para salvar
esto es necesario el “mediador”, porque las cosas mortales e inmundas, que
están en la sima, no pueden acoplarse a la pureza inmortal cercana a los sumos,
y ánimo enfermizo semejante a los ínfimos. Por esta enfermedad nos envidiaría,
dejándonos sin sanar en lugar de ayudarnos a sanar. Ha de ser tal, que,
acomodado a nosotros, ínfimos por la mortalidad de su cuerpo, por la justicia
inmortal de su espíritu, por la que permaneció entre los sumos, no por la
distancia de lugares, sino por la excelencia de su semejanza, nos conceda una
ayuda verdaderamente divina para purificarnos y librarnos. Este es según lo predica la Santa
Escritura, el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. Cuya
divinidad, por la que siempre es igual al Padre, y cuya humanidad, por la que
se hizo semejante a nosotros, no hallan aquí lugar apto para respuestas según
se merecen y conforme a nuestra posibilidad (71).
Agustín llama a Cristo
mediador y en su función mediadora no le resta actualidad y mucho menos se
dirige a Él ejemplarizándole por vía contraria a la igualdad esencial con el Padre
Dios. Esta igualdad supone el bien mismo de la mediación ya que no depende de
condición distinta a su propia Divinidad. No hay rivalidad alguna en esta
postura y podremos decir que su mentalidad es fruto de las experiencias de su
juventud donde pudo experimentar el papel amigable de la mediación de sus
amigos y mentores y también de lo que el reconoce como los “Gamberros” o
muchachos revoltosos de su época, tal experiencia le permitirá ver con claridad
la función de una mediación eficiente y libre de la carga o peso existencial
del pecado y por otra parte, las
ataduras el pecado simbolizada en estos personajes de fuertes tendencias a la
violencia y al desorden, como quiera que la perdida fundamental de lo estético
nos conduce al sin sentido de cualquier postulado con el que pretendamos
edificar nuestro entorno o definir nuestra realidad. Digamos que las
experiencias humanas para el Hiponense son figura del pensamiento que argumenta
las divinas. Tales modelos sociales y culturales son por demás una analogía
para definir el derrotero de su alma por los caminos de la conversión
definitiva (72) Sola est autem adversus omnes errores via munitissima ut idem
ipse sit Deus et homo; quo itur Deus, qua iter homo, o también en su traducción
española: La única manera de que, contra toda la ciudad fortificada de la misma
persona es a la vez Dios y hombre errores es el camino; que Dios es un viaje
(73). Solo para concluir la idea del Hiponense, descubre que Cristo es la razón
de ser del viaje de la vida y todo lo que en ese viaje es experimentado se
convierte en fundamento de la aspiración salvífica de cada uno de los
bautizados. Es el reconocer y/o descubrir a Cristo en todo el esplendor de su
actualidad salvífica. No podemos más que asumir la relación Cristocentrica de
su vida y ministerio como quiera que era una de las fuentes inagotables de su
predicación, todo lo relacionado con Cristo (74).
De esta forma el Señor se
convierte en la medida de nuestra salvación que reconoce su Señoría y
autoridad, no es pues Cristo, un instrumento de vida es la razón de ser de la
vida misma, es el reconocerle como la causa eficiente de cuanto existe sin
limitante alguno. En la antropización conceptual no es tan fácil asumir su naturaleza
como Dios y Hombre verdadero. No es fácil porque el creyente debe argumentar su
relación con el Cristo de la Fe y no desconocer al Jesús histórico y cada una
de sus enseñanzas en el Evangelio. La realidad vivida por el bautizado permite
ese acercamiento esencial con el Dios revelado y posteriormente Encarnado.
Ahora es fácil, aceptarlo luego de siglos de praxis cristiana, pero en
realidad, no hay tal facilidad sino es por medio de la Fe. La configuración
antropocéntrica del ser humano liberado no puede contrastar con la idea de la
inserción de Dios en la historia humana. Aquí una dialéctica sin la Gracia
sería como un barco sin agua, se pierde de esta manera la corresponsariedad
salvífica de las acciones y palabras del Maestro. Lo más peligroso e
inconveniente de esta postura es el reducir a Cristo a una mera experiencia
mítica que se consigue dando valor a la inmediatez de las demandas del creyente
y relajamiento de la palabra trabajada hacia su corazón. En esta dinámica
razón tiene Bultmann cuando argumenta sobre el concepto mitológico del N.T casi
como la composición de una diatriba con características de Epopeya y no de
Evangelio salvífico. La dialéctica en orden a la Gracia no solo articula un
discurso intelectivo sino y sobre todo sobrenatural de la relación con Cristo
(75).
La Soteriología del
Hiponense se edifica desde la revelación, hasta la experiencia personal de una
Fe madura y centrada en el amor salvífico de Cristo como Hijo de Dios. En este
contexto el amor es la causa eficiente de nuestra realidad construida en los
segmentos de las acciones del bautizado. De lo anterior podremos suponer la
necesidad del componente social en la expresión de nuestra Fe en el resucitado.
De una Fe que no está como si fuera solo una información a la naturaleza del
bautizado, sino que asume una mistagogia social involucrando a todos en la adoración
de la realidad de Dios tanto revelado como encarnado y ahora resucitado. El
Hiponense reconoce al Señor de la vida y lo explicita en su propia forma de
vida convertida por la Gracia en manifestación del ideal cristiano, Cristo es
el Señor y no solo de la configuración espiritual del bautizado sino de todos
los estilos y sistemas de vida posibles (76). La connotación sociológica de
su Cristología la ubica en el quehacer cotidiano donde la Gracia tiene mucho
que decir. El Hiponense no pretende estar por sobre el sistema de su época,
pero sí sobre la vivencia de los contenidos trascendentales de su entorno.
Es una concepción de un Cristo trascendente que se introduce en la existencia
humana por amor siendo el amor de Dios la mayor de las causas posibles que
puedan justificar nuestra existencia en el universo (77). El Hiponense puso literalmente la realidad
del Dios revelado por sobre las estructuras de la sociedad, al punto de
plantear la necesidad de un orden que corresponda a la Iglesia en la
experiencia del ciudadano. Cuyo único cometido y finalidad es la exaltación del
Dios revelado y encarnado. Agustín sigue naturalmente a Pablo, y ve en Cristo
el modelo salvífico por antonomasia, pero no es un modelo suponiendo la
existencia platónica de las ideas superiores u originarias de este, sino que el
modelo de nuestra nueva y definitiva condición es Cristo. Un Dios revelado
en la misma inclusión cotidiana del creyente (78). Miremos al Hiponense en
el siguiente texto:
Y
ni aún en aquellos en los que buscamos agradar, hermanos, buscamos nuestra
propia gloria, o al menos no debemos buscarla, sino más bien su salvación, de
modo que, “siguiendo nuestro ejemplo”, si es que nos comportamos rectamente,
no se desvían. Que sean “imitadores” nuestros, si nosotros lo somos de
Cristo; y, si nosotros lo somos de Cristo, que “tomen al mismo Cristo por
Modelo (79). |
Cristo abre un camino
salvífico que hasta antes de su presencia en la carne estaba clausurado y que
con el correr de su mensaje se transforma en posibilidad concreta de redención,
tal postura es importante para establecer una relación temática en el
pensamiento Agustiniano. Esperamos en Cristo y caminamos por sus huellas hasta
su mismo Ser Divino y glorificado, es decir, por el camino de la redención que
transitó en la manifestación de su historia el Hijo de Dios. De lo anterior
deducimos que el Hiponense afirma categóricamente la necesidad salvífica de
Cristo y el camino es la Gracia que nos permite tal recorrido existencial (80).
Cuando hablamos de recorrido existencial estamos afirmando que el bautizado es
absolutamente libre de caminar en pos de su Señor o simplemente entretenerse
con las cosas del mundo que llenan sus sentidos. Miremos una de sus relatos
(81):
Habiéndome
convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi
guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con
los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos
mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no está luz
ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo
llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni
estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo
sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo,
y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce
la verdad. ¡Oh eterna verdad, verdadera
caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y,
cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para
hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y
fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me
estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me
separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu
voz que me decía desde arriba: Soy alimento de adultos: crece, y podrás
comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida
corporal, sino que tú te transformarás en mí.
Y
yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de
ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los
hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito
por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y
la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la
carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro
estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste
todas las cosas. |
¡Tarde
te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Y tú estabas dentro
de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me
lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo
no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no
estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi
sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu
perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y
sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti (82). |
5. LAS SAGRADAS
ESCRITURAS EN EL PENSAMIENTO DEL HIPONENSE.
Et audivit
ineffabilia verba, quae non licet homini loqui… O también, Tal vez las palabras
secretas que no son (2 Corintios capítulo 12 versículos 2-4).
El Hiponense busca
afanosamente la exposición histórica del Texto Sagrado de Tradición, y esta es
la raíz de su sentido histórico. La influencia de Homero y Virgilio como de
Cicerón se siente poderosa en el estilo tanto exegético como hermenéutico del
Hiponense. El declive de la cultura
clásica afecta sin duda su mentalidad de retorico y gramático (83). Previo al
seguimiento de la tarea concreta de Agustín, en un texto también específico,
nos detenemos en responder una pregunta que consideramos tiene su importancia,
en el horizonte de la obra que nos ocupa: ¿Qué textos tuvo a mano san
Agustín? Presentamos la cuestión con una afirmación que debemos ponderar
con cuidado. En la crítica textual de la Biblia, el Hiponense encuentra
obstáculos difíciles de superar. Por su obra “De doctrina christiana”
tenemos conocimiento que normalmente utilizaba un texto latino, cuya traducción
dependía directamente de una versión en griego e indirectamente del original
hebreo. Las traducciones de que disponía eran muchas veces mediocres y
obscurecían el original, a causa de un excesivo apego a la literalidad; por
otra parte, los manuscritos que estaban en circulación pertenecían a
tradiciones independientes entre sí (84); esto implicaba que el establecimiento
de un texto, la emendatio, requería no sólo la colación de los
manuscritos latinos sino también el recurso frecuente a los originales griegos
y hebreos (85). Podemos reconstruir, con cierta precisión, los materiales de
que dispuso Agustín para confrontar los distintos textos bíblicos. La
calidad de los materiales es sumamente dispar, al tiempo que se advierte de
inmediato el carácter ecléctico y difícil de fijar del texto bíblico; se trata,
en efecto, de la superposición de elementos de origen muy diverso, que fueron
estableciéndose a lo largo del siglo IV, a partir de los antiguos textos
recibidos por Tertuliano y Cipriano. La confusión era especialmente
significativa en el Nuevo Testamento (86).
Sólo a partir de los años
394–400, Agustín comienza a adoptar la edición de los evangelios realizada por
Jerónimo (Traductor de la Vulgata). En este momento reaparece, con todo vigor,
su antigua formación en la literatura latina; en efecto, el grammaticus
aportará la experiencia de frecuentar y esclarecer la ya abigarrada tradición
virgiliana. En primera instancia, esto significa la ausencia de una crítica
textual propiamente dicha; luego, que la tarea de Agustín se concentra
fundamentalmente en yuxtaponer la más numerosa cantidad de manuscritos
posibles, con la finalidad de disponer de la mayor cantidad de variantes que nutran
sus comentarios (87). Con esta afirmación, verdadera en sus términos, no debe
hacernos la representación de Agustín ingenuo y acrítico: no asigna, por el
contrario, a todos los textos la misma importancia, pues advierte la necesidad
de consultar los códices más seguros, es decir, aquellos que han sido
enmendados (88). En su pensamiento, la crítica textual descansa
fundamentalmente sobre la posibilidad de contar con el recurso del texto
original, único medio seguro para juzgar la variedad de versiones que presentan
los manuscritos latinos; el recurso a los originales griego y hebreo enriquece
la simple emendatio hasta transformarla en explanatio o interpretación
minuciosa (89). Debemos tener en cuenta que el análisis crítico de las Sagradas
Escrituras es un tema relativamente nuevo en el ámbito de la vida eclesial, y
con ello no estamos asumiendo en lo personal una postura “pretérita” sino que
estamos reconociendo que la dinámica de la exposición bíblica era ante todo
apologética. Es contundente para su época la necesidad de la defensa de la
doctrina en un mundo donde lo clásico y el arsenal de su gramática se mezclaban
fácilmente con la revelación Escrita al punto de desdeñar de su contenido por
considerarse poco brillante. La realidad como acontecer en la literatura
clásica confunde fácilmente la revelación con la orquestación mitológica de su
contenido (90). La difusión es otra de sus dificultades por esa razón Agustín
asumirá el Texto de Jerónimo en su hermenéutica y exegesis. Esto en lo
referente al latín, en cuanto al griego las citas son mayor lo mismo que los
textos de los que dispone. Encontramos
un ejemplo de traducción de Agustín a partir de la versión de los LXX) (De
Genesi ad litteram. Génesis capítulo 2
versículos 15-17) El libro que cierra la interpretación de Agustín se lo conoce
tradicionalmente en las ediciones del De Genesi ad litteram fue escrito de 401
a 415 d.C. como “Breve tratado de mística”; si bien esta denominación se
corresponde perfectamente con el contenido del libro, debemos precisar que el
Hiponense se propone un examen detenido del capítulo 12, versículos 2 – 4 de la
Segunda Carta a los Corintios, cuyo texto dice: “Sé de un hombre en Cristo
que hace catorce años fue arrebatado al tercer cielo, no sé si en cuerpo,
ignoro si fuera del cuerpo, Dios lo sabe, y oyó palabras inefables que no es
posible pronunciar al hombre”. La importancia de esta explicación para
nuestro tema reside en que Agustín no expondrá una experiencia personalísima,
sino que se abocará a comentar e interpretar lo que considera aconteció a Pablo,
pues da por supuesto que este “hombre” del pasaje no es otro que el mismo
Apóstol (92). Has hecho llegar hasta mí,
oh padre mío Simpliciano, el envío agradabilísimo y delicadísimo de tu
cuestionario; y si no procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente, sino
también ingrato. Ya he discutido y publicado algo sobre las dificultades que me
has propuesto de algunos pasajes del apóstol Pablo. Mas, poco satisfecho de mi
primera investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos y omisiones, he
vuelto a someter a un examen más diligente y serio las mismas palabras y
razonamientos del Apóstol. Si su interpretación fuera obvia y fácil, no las
creerías tú dignas de nueva discusión. Aquí hay una fundamentada necesidad hermenéutica
según las palabras de Agustín, la necesidad de analizar y vivenciar es signo
del valor relevante el Texto Inspirado (93). El estudio meticuloso es parte del
discurso del método Agustiniano que sin duda fue inspirador del producido por
Renato Descartes. Agustín en su reflexión equipara el quehacer histórico con
la inserción de la Gracia en el método dialéctico que le aproxima al Dios
revelado, y a pesar de hacer un trabajo fundamentado en analizar los
conceptos lo que sin duda le quitó mucho tiempo pudo hacer que su análisis
encajara perfectamente en la tradición eclesial hasta su época (94). La Rex como extensión del discurso es finito
pero el contenido trasciende las barreras de la historia al punto de adentrarse
en la praxis del mensaje revelado como fundamento de la experiencia del
creyente, del hombre de Fe, y el pensador africano. No es descabellado suponer que,
aunque las fuentes históricas eran aún frescas su agudeza le permitió centrarse
en la hermenéutica y todo su contenido salvífico.
El Sentido Literal de las
Escrituras es abordado desde su postura histórico-critica (por su momento más histórica
que otra cosa) pero con absoluta claridad su objetivo fue solo uno, mantener a
salvo la revelación como obra auténticamente de Dios. Desde luego las metáforas
fueron llevadas al extremo con el deseo ferviente de generar una interpretación
que se adaptara a los tiempos y no perdiera su vigencia. Esto último es fácil
de demostrar por citar un ejemplo en la interpretación de la “tempestad calmada”
cuando él Señor se quedó dormido y los vientos la amenazaron con naufragar, lo
mismo podríamos citar a vuelo de pájaro, el pasaje del “Buen samaritano” aquí
es simple encontrar las relaciones gramaticales y literarias que emplearon los
santos PP. de la Escuela de Alejandría y posteriormente el Hiponense. Aquí el
Sentido espiritual y tropológico (95) de las Escrituras es el mismo y busca lo
mismo en la psique del lector y meditador de la Escrituras (96). Solo que el estilo Agustiniano exageraba este
recurso interpretativo, pero de igual forma no alteró su interpretación. Con
esto último indicamos que si bien el empleo de la alegoría era común entre los
santos PP. de la Iglesia su contenido no era totalmente exacto. Lo que
plantea en el pensamiento Agustiniano la necesidad de verificar el valor
intrínseco de las Escrituras en cuanto a su rol salvífico y esto sucederá en el
contexto de su eclesiología siempre bien intencionada y perfectamente en
sintonía con la tradición.
“Sean tus Escrituras
mis castas delicias: ni me engañe en ellas ni con ellas engañe”
Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
El texto neo-testamentario, “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” (98), le permite presentar los tres géneros de
visiones: a) el material, por la que podemos leer, b) la del
espíritu, por la que se piensa en el prójimo ausente c) la intuición
intelectual, que ve al amor en sí mediante la inteligencia. Las primeras dos
resultan comunes al género humano: se percibe todo lo que es material, por la
primera, y se piensa en esas mismas realidades cuando no las percibimos (99);
estas últimas pueden ser verdaderas, es decir, fieles a la imagen que retenemos
en la memoria, o ficticias, es decir, puramente imaginativas: “de un modo
imaginamos a Cartago, que conocemos, y de otro a Alejandría, que no conocemos”
(100). La tercera especie de visión corresponde a la contemplación intelectual
del amor (en el caso del precepto bíblico) o, con el modo propiamente
agustiniano: “aquellas realidades que no tienen imágenes semejantes a sí
mismas” (quae non habent imagines sui similes). Así como un árbol,
cuando está presente a los sentidos, se lo observa en la forma que le es propia
y cuando está ausente, lo representamos por las impresiones que han quedado
fijas en el alma; sin embargo, el amor no tiene una forma específica cuando
está presente y otra cuando es recordado, pues se discierne mediante el alma
intelectiva: si, por el contrario, se piensa por una suerte de imagen corpórea,
no es el amor lo que se discierne. Mediante un segundo recurso
intertextual. Agustín precisa los
alcances del término “espiritual” que caracteriza el tercer tipo de visión: “Si,
en efecto, orare con la lengua, mi espíritu ora, pero mi mente permanece sin
fruto”. Agustín interpreta “lengua”
a las expresiones que son imágenes de las cosas y que, para ser comprendidas,
deben ser captadas por la inteligencia. Por ello cuando no se las entienden se
dice que están en el espíritu y no en la mente (101).
Pues los signos de las
cosas no son las cosas mismas. Con otro pasaje de Corintios, se demora en la
profundidad de lo significado: “Si bendijeres con el espíritu, ¿cómo dirá amén
a tu bendición el que ocupa el lugar del ignorante, desde el momento que no
sabe lo que dices” (102). Percibimos en este entramado de citas una búsqueda
argumentativa: en el ámbito de una argumentación discursiva se hace presente
muy fuertemente una impronta intuitiva, pues se entrecruzan y convergen
tradiciones como si se tratara de una larga traducción. En este contexto,
cuando la inteligencia –en el sentido Agustiniano del término- capta el
sentido, se da el conocimiento, la enseñanza o la profecía. Esto implica que el
don de profecía requiere un primer nivel en el que se alcanza una
representación y un segundo nivel, el esencial, en el que se comprende aquella
representación; en el vocabulario agustiniano, entonces, la profecía pertenece
más a la mente, que en nuestro autor es sinónimo de “alma intelectiva”. De
manera conclusiva escribe Agustín que, en las visiones intelectuales, algunas
cosas se ven en el alma misma (las virtudes opuestas a los vicios, por
ejemplo), pero que este proceso resulta diverso a la luz con que Dios ilumina
el alma para que vea (los diversos grados ascendentes de las visiones): la luz
es Dios y el alma su criatura racional. Así considerado el proceso, cuando el
alma es arrebatada (visión, éxtasis o profecía) de los sentidos, conoce en el
modo que le es propio, esto es, el grado más alto de la iluminación (103). La
analogía aquí sobreentendida tensa hacia lo equívoco, aunque la tendencia
agustiniana tira hacia lo unívoco; en efecto, su afirmación de que las virtudes
se contemplan opuestas a los vicios en el alma misma significa (además de lo
inmediato que comprendemos) que la atribución de las interpretaciones a la
verdad se van intercalando con lo mismo que van transmitiendo y conservando,
como un límite concreto a la disparidad interpretativa. Se percibe en la
interpretación de Agustín un conflicto de deseos entre lo que se quiere decir y
lo que se quiere leer, que nace en la ambigüedad o dificultad del texto paulino
(104). Las palabras con su amplia carga de imágenes se recrean en la mente
partiendo de conceptos ya conocidos. La actualidad de nuestro pensamiento
para el Hiponense es signo inequívoco de la presencia de la razón como
ejercicio necesario en el alma de los bautizados. Trivializando la expresión
Agustiniana “nadie extraña lo que no ha conocido” precisamente por no haberlo
conocido antes, de hecho, desconocemos lo que no hemos visto o asumido antes.
INTERPRETACIÓN DEL
TEXTO ANTERIOR.
La sabiduría evocada por
el Hiponense es la misma que alimenta el derrotero de la vida de los
bautizados, Agustín acude a la Gracia como el reflejo de todo acto sabio
posible en la sique del ser humano. Es una novedad decir que el pensamiento
Escrituristico forjado por imágenes discierne su contenido mediante el empleo
de las palabras y los términos interpretativos como tal. La iluminación que se
transforma en un recurso de índole fenomenológico e histórico a la vez porque
puntualiza las acciones contenidas en las escrituras y se une expresamente al
sentido de su escritura… Agustín vio siempre en las Escrituras la Palabra de
Dios dada a los seres humanos, pero no desconoció las categorías gramaticales
en las que se materializan las visiones, los oráculos y las enseñanzas del
Texto Sagrado de Tradición. Este materializar de los verbos presentes en
los relatos salvíficos nos da como resultado no solo la acción gramatical sino
y sobre todo la dinámica salvífica relatada en sombras muchas veces por lo
complejo de sus figuras. La sabiduría que interpela el Hiponense brota de la
Voluntad de Dios para revelar su plan para la creación y nosotros como parte de
ella. La hermenéutica Agustiniana lucha decididamente contra la libre
interpretación sin fundamentos históricos y teológicos (105).
Como expresa el análisis
textual de sus trabajos, el amor es la causa eficiente de la hermenéutica
bíblica en su contexto y por ende necesidad.
Agustín enfrenta los tiempos de la reflexión y los une esencialmente a
los tiempos de la historia y su componente cíclico, esto es como afirmar que la
misma sed que tenemos hoy de la Palabra revelada como en tiempo de los
Apóstoles. No se trata del tiempo como mutación y desvanecimiento sino como
auto-afirmante de una realidad revelada que se consuma en la distancia de la
vida y Fe de los bautizados, esa actualidad es competencia de la Iglesia (106).
No es simplemente suponer que una hermenéutica fenomenológica parte de la
intención de discriminar tanto la lengua que produce los términos y su gramática
como el espíritu que da vida a su contenido.
La obra del Hiponense
particularmente en los escritos tanto del Pentateuco, como del evangelio de
Juan y las cartas de Pablo, muestran la contradicción del alma que se enfrenta
a la necesidad de un cambio o en el lenguaje eclesial de una autentica conversión
y señala los tiempos históricos de esta, tal afirmación que traemos a colación
la encontramos reflejada precisamente en la carta de Pablo a los Romanos que
tanto influyó en la conversión de Agustín de Hipona, estamos refiriéndonos al
capítulo 13 versículo 13, miremos el Texto inspirado (107) “Como en pleno
día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y
desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (108). Sicut in die honeste ambulemus progredi non binges
clipeum et bibens cubilibus et inpudicitiis non; non contentiones et
aemulationes.
Agustín está en Milán y
este es un momento definitivo, está en el jardín de su casa en compañía de sus
amigos entrañables Alipio y Posidio, cuando escucha que en la calle los niños
cantan un estribillo latino: Tolle et lege que traduce “Toma y Lee”
tenía en sus manos el Texto Paulino de la carta a los Romanos y al abrir el
libro se encuentra con esta cita de Romanos capítulo 13 versículo 13. Aquí el
sentido espiritual hace eco en su corazón y consideramos que es el detonante de
su propia conversión, atrás quedaron las ideas prejuiciosas de su estilo y
género literario, ya no pesa el Hortensio y la poesía clásica, solo el corazón
interpelado por Dios responde a su vital llamado existencial. Al compartir este
mensaje con sus amigos las notas particularmente débiles en sus deseos de
cambio por lo que continúa leyendo y descubre su misión (109):
Acoged bien al que
es débil en la Fe, sin discutir opiniones. Inviti hoc est bonum in fide infirmi, absque
discussing opinions
(110).
Este será su ministerio
inicial acoger a sus hermanos débiles en la Fe asistirlos y posteriormente
instruirlos, que bella forma de hacer significante su hermenéutica y sobre todo
su praxis de Fe a la luz de las Escrituras. Él “toma y lee” lo acompañará por
toda su existencia, y recordará este momento como la misericordia de Dios que
se reveló a su orgullo y con la sencillez del amor transformó su vida (111).
Las imágenes de su sique se convertirán en la fenomenología necesaria para la hermenéutica
vital de este PP. de la Iglesia, que su estudio irá más allá de la mera
curiosidad académica para instalarse en el ámbito de la Fe y su convicción
cristiana. La Fe que brota del Texto Sagrado de Tradición es el condicionamiento
esencial de su experiencia trascendente y por ende del reflejo de la Gracia que
se materializa en la dialéctica misma de la espiritualidad del bautizado, es la
garantía de la sabiduría que se derrama en el alma del cristiano. Es la
fortaleza del hijo de Dios que se reconoce como sujeto de salvación por mandato
de su Dios. Es una bella conjugación de la Palabra y la Voluntad de Dios en
un abrazo que solo se puede entender desde la existencia creyente de los
bautizados (112).
Nunca el Hiponense vive
en soledad la revelación Escrita, nunca lo hace fuera del medio de su Fe
fraterna y fraternal, porque se expresa por amor en sus amigos y en el servicio
que consagró su existencia a la Iglesia. No es posible ver su hermenéutica y
exegesis sino es unida vitalmente a la Iglesia. Agustín como pocos amó a su
Iglesia y se entregó totalmente a ella (113). La cotidianidad no es tampoco
ajena a esta empresa de develar e interpretar la Palabra inspirada, Agustín
participó en la vida eclesial de tal manera que sus escritos fueron
considerados por si mismos Magisterio eclesial al menos por 5 papas que
directamente lo declararon. Es tal su actualidad a pesar de haber vivido 1500
años atrás. Justa razón tenía los
PP. Reformadores del Movimiento de Oxford cuya primera obra traducida de los
PP. de la Iglesia fueron las Confesiones de Agustín, porque ellos sintieron la
necesidad de afirmar su espiritualidad en el derrotero del “Águila de Hipona”.
También en cuanto a la interpretación Paulina hicieron lo propio trayendo al inglés
la obra de Agustín y reflejarla en más de 90 sermones escritos por John Keble y
Newman (114). Los llamados Tractarianos supieron de la obra del Hiponense y esa
misma voluntad eclesial la reflejaron en muchas de sus tesis. Si pretendemos
buscar actualidad en la vida eclesial del presente es fácil, ver como la obra
Agustiniana, se conserva viva en las definiciones que esta Iglesia aceptó en la
tradición y que versa sobre:
· La Gracia.
· Cristología.
· Dogma de la Trinidad SS.
· Cartas Paulinas.
· Decálogo.
· Pecado Original.
· Revelación.
· Teología Política (Ciudad de Dios).
(115).
APARTES DE UNA
CARTA: En este ensayo sobre Agustín es
importante conocer esta carta fruto de su relación con Jerónimo que a la sazón
vivía en Jerusalén. Contiene aspectos de su hermenéutica y visión que sin duda
sirve de recurso:
“Agustín saluda en el
Señor a Jerónimo, señor amadísimo, hermano santo digno de ser honrado en las
entrañas de Cristo y co-presbítero”. Apartes de la CARTA 82 de Agustín a
Jerónimo (PP. de la Iglesia y traductor de la Vulgata).
El creer que Pablo escribió algo sin verdad,
¿será mejor que el afirmar que el apóstol Pedro hizo algo sin rectitud? En ese
caso, deberíamos decir -Dios nos libre de ello- que es mejor que el Evangelio
mienta, antes de afirmar que Pedro negó a Cristo; decir que miente el libro de
los Reyes sería mejor que admitir que el gran profeta David, elegido de un modo
tan eminente por el Señor, cometió un adulterio al desear y robar la mujer ajena,
y un horrendo homicidio al matar al marido de la misma (116). Por el contrario,
he de leer con absoluta certidumbre, seguro de su verdad, la santa Escritura,
colocada en la suma y celeste cumbre de la autoridad, y por ella conoceré con
verdad a los hombres, ya los apruebe, ya los corrija, ya los reprenda. Mejor es
eso que el convertir en sospechosas las palabras divinas, por opinar que no son
reprensibles ciertas obras humanas en alguna persona de laudable
excelencia. Los maniqueos pretenden que
son falsas muchas de las divinas Escrituras. No les falta motivo, ya que en
ella se denuncia con claridad meridiana tan sacrílego error, y no pueden
interpretarlas en sentido favorable. Con todo, no atribuyen falsedad a los
autores apostólicos, sino a no sé qué corruptores de los códices. Jamás
pudieron probarlo, pues es notoria la abundancia y antigüedad de los ejemplares
y la autoridad de la lengua original, de donde se vertieron los libros latinos.
Por eso huyen vencidos por la verdad, perfectamente notoria a todos. ¿No
descubre aquí tu santa prudencia el portillo que dejamos abierto a su malicia
si decimos, no ya que otros corrompieron las Escrituras apostólicas, sino que
los mismos apóstoles escribieron falsedades?
Dirás que no es creíble que Pablo denunciase a Pedro lo que él mismo
había ejecutado.
Ahora no discuto lo que
Pablo hizo; discuto solamente lo que escribió: éste es el punto que atañe a la
cuestión que ventilamos, a saber: que la verdad de las divinas Escrituras es
por todas sus partes segura e indiscutible, puesto que los mismos apóstoles, y
no cualesquiera otros, la encomendaron a nuestra memoria para edificar nuestra
fe; por esa razón fue asimismo recibida en la cumbre canónica de la autoridad.
Supongamos que Pedro hizo lo que debió hacer; en ese caso mintió Pablo al
afirmar que vio que Pedro no caminaba rectamente según la verdad del Evangelio.
Quien hace lo que debe hacer obra rectamente, y dice una falsedad quien asegure
que ese tal no obra rectamente, a sabiendas de que hizo lo que debió. Pero, si
Pablo escribió la verdad, es verdad que Pedro en aquella coyuntura no caminaba
conforme a la verdad del Evangelio, puesto que hacía lo que no debía hacer. Si
el mismo Pablo había hecho cosa semejante, en ese caso se había corregido, pero
no podía rehuir por negligencia la corrección de su coapóstol; prefiero
creerlo así antes de admitir que consignó una mentira en su carta. Eso, aunque
se tratase de cualquier carta. ¡Cuánto más tratándose de aquella que se
introduce advirtiendo: ¡De estas cosas que os escribo, pongo por testigo a Dios
que no miento!
En verdad creo que Pedro se condujo de modo
que obligaba a los gentiles a judaizar, porque veo que eso lo escribió Pablo,
quien no pudo mentir, a mi entender. Por lo tanto, Pedro no obraba bien. Era ir
contra la verdad del Evangelio el dejar que los creyentes pensasen que no
podían salvarse sin los sacramentos anticuados. Esto era lo que suponían en
Antioquía los circuncisos convertidos, y contra ellos luchaba Pablo con
perseverancia y valentía. Pablo circuncidó a Timoteo (117), cumplió su voto en
Cencres (118) y se avino a celebrar ritos legales con aquellos que le conocían,
cuando Santiago le amonestó en Jerusalén (119). Pero no lo hizo para que se
creyese que los sacramentos anticuados daban también la salvación, sino para
que no se creyesen proscritos, como idolatría de gentiles. Dios mandó
celebrarlos según convenía en los tiempos antiguos, como sombras que eran de
acontecimientos futuros. Eso fue lo que Santiago le dijo, a saber: que se había
oído decir que Pablo enseñaba el alejamiento de Moisés (120). Sería abominable
que los que creen en Cristo se alejen del profeta de Cristo (121), como si
abominasen y detestasen su doctrina, pues de Moisés dijo Cristo: Si creyeseis a
Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él (122).
Fíjate ahora, por favor, en las mismas
palabras de Santiago: Ves, hermano, cuántos miles hay en Judea que creyeron en
Cristo. Todos ellos guardan con celo la ley, pero han oído decir de ti que
enseñas que tienen que alejarse de Moisés todos los judíos que están entre los
gentiles y que afirmas que no deben circuncidar a sus hijos ni conducirse según
nuestras costumbres. ¿Qué es eso? Ahora se reunirá una gran muchedumbre, pues
ya han oído que viniste. Haz, pues, lo que te decimos. Aquí tenemos cuatro
individuos que tienen pendiente el cumplimiento de un voto sobre sus personas.
Tómalos, santifícate con ellos y págales el gasto de raer sus cabezas; así
sabrán todos que son falsas las cosas que corren a tu nombre y que sigues tú
mismo guardando la ley. En cuanto, a los gentiles, hemos decidido ordenar que
no guarden cosas semejantes, sino que se abstengan de lo inmolado a los ídolos,
de lo ahogado y de la fornicación (123). Es claro, en mi opinión, que Santiago
hizo estas advertencias para demostrar que era completamente falso lo que
habían oído decir de Pablo aquellos judíos que habían creído en Cristo y
sentían el celo de la ley: éstos no podían admitir que lo que les fue impuesto
a sus padres por ministerio de Moisés se creyese condenado por la doctrina de
Cristo o como no escrito por mandato de Dios.
De este modo
habían acusado a Pablo los que interpretaban mal la intención con que debían
los judíos observar sus ritos. Debían observarlos para
atestiguar la autoridad divina y la santidad profética de tales sacramentos,
pero no para alcanzar la salvación que ya se había revelado en Cristo y se
confería por el sacramento del Bautismo. Propagaban esto de Pablo los que
querían que se observaran los ritos judíos como si sin ellos no pudiese haber
salvación para los que creen en el Evangelio. Esos malos intérpretes habían
visto en Pablo un ardiente predicador de la gracia y un adversario de su
opinión, pues enseñaba que el hombre no se justifica por los ritos, sino por la
gracia de Jesucristo; enseñaba asimismo que las sombras fueron preceptuadas
para servir de símbolos. He ahí por qué aquellos judíos se esforzaban en
suscitarle envidias y persecuciones, acusándole de enemigo de la ley y de los
mandamientos divinos. El mejor modo de evitar el odio suscitado por esa falsa
acusación era celebrar esos mismos ritos que, según decían sus enemigos,
condenaba como sacrílegos. Así insinuaba que ni los judíos debían alejarse
por entonces de tales ritos, como si fuesen sacrílegos, ni los gentiles debían
ser obligados a celebrarlos, como si fuesen necesarios (124).
La Inerrancia es
fundamental para el Hiponense, asegura que todo lo contenido en el Texto
Sagrado de Tradición, es Palabra de Dios revelada a la humanidad.
La discusión particularmente sobre las palabras paulinas sin duda se debe a la
necesidad de dar contenido solido a la misión de su proclamación, la dificultad
que observa Agustín de Hipona es la misma que observamos hoy, el lenguaje puede
sonar para muchos contradictorio de la Voluntad revelada de Dios por lo que se
asemeja a la humanidad en sus criterios y categorías, así como los modelos
paradigmáticos que el apóstol emplea. Lo cierto es que la figura Escrituristica
emplea por parte del escritor sagrado las categorías de su emotividad,
personalidad y pensamientos, es decir, existe toda una axiología al servicio
del autor sagrado. Como también una marcada connotación que aprovecha el
recurso de la cosmovisión del escritor para poder aterrizar en un momento
histórico concreto, aunque no así el sentido espiritual de su mensaje (125).
Pablo hace el
tránsito de la verdad judía al paradigma cristiano del Evangelio lo que implica
un proceso de desmonte de principios anteriores y relecturas en el presente de
su cotidianidad ministerial. Es pues, importante
seguir el pensamiento Agustiniano sobre la Inerrancia paulina y sus afanes que
se tradujeron en una serie de acciones pastorales que le llevaron a viajar a
tierras no exploradas por los primeros bautizados (126). Agustín no olvida el contexto inmediato que
vive Pablo y de esta forma asegura el valor de sus prohibiciones y radicalidad
la cual brota precisamente de su cosmovisión de un mundo y sus relaciones bajo
la nueva propuesta de Cristo.
En el pensamiento Agustiniano
Pablo se presenta en una sociedad cargada de contradicciones y en su búsqueda
de la deidad solo quieran razones para entender y fundamentar su realidad.
Agustín ve un principio sociológico en la forma como Pablo responde a esta
realidad antropológica que le asegura la necesidad de enseñanza a los suyos y a
la congregación preferentemente porque la realidad social es contradictoria al
mensaje en cuanto a los valores e instituciones que en ella subsisten. Las
costumbres y su Ethos es el campo preferido según Agustín para el ejercicio
esencial de la Gracia. De esto último asumimos que el mensaje Paulino impacta
la concepción de una sociedad cristiana movida por sus valores y gobernada por
la Voluntad explícita de Dios que en Agustín se materializa en un orden justo y
justiciero, estamos hablando de la “Ciudad de Dios”. La radicalidad en su
pensamiento sin duda hace una poderosa influencia en Agustín que todos
conocemos. Una radicalidad que brota del ferviente deseo de vivir según las
enseñanzas del Apóstol de los gentiles, recordemos que Agustín antes de su
conversión vivía como uno de ellos (127).
La Fe de Agustín en las
Escrituras es una expresión de amor y fidelidad a la Iglesia que posee en sus
manos la revelación y se convierte en defensora de la misma. Esa Fe de índole histórica
la encontramos presente en la Iglesia de Inglaterra, quiero citar una expresión
al respecto de, William Tyndale (128) condenado a muerte por traducir la
Biblia: Una respuesta al dialogo del señor Thomas More, pp. 50–55. Por lo
tanto, el testimonio de la Iglesia es útil para una “Fe histórica”, pero no
para una Fe sentimental, el testimonio de la Iglesia sobre el testimonio de la
autoridad de la Escritura, es instrumental, pero no es eficiente en sí misma,
para hacer que la Escritura sea autoritativa. “El Espíritu Santo es el autor
de la Fe y no la Iglesia, excepto como un instrumento y un medio externo ministerial”
… Estas palabras son acertadas y de hecho es la obra del Espíritu Santo tanto
nuestra Fe como nuestra fidelidad a la Iglesia. La Palabra genera en el
bautizado la Gracia para formar la imagen del Dios revelado por esta razón la
convicción del Hiponense sobre su valor no está en discusión (129).
Por lo tanto, (continua
William) es claro que Agustín no está haciendo una declaración metafísica sobre
la prioridad de la Iglesia sobre las Escrituras, sino que está haciendo una
observación importante sobre el papel de la Iglesia para alcanzar a los
perdidos y difundir el Reino de Cristo en todo el mundo. La Iglesia no le da a
la Escritura autoridad divina, sino que da testimonio de la autoridad divina
que ya tiene en virtud de ser la Palabra de Dios.
“Así que, si se
pregunta por qué o por causa de qué yo creo que la Escritura sea de calidad
divina, responderé que esto pasa por causa de la misma Escritura, la cual se
demuestra ser como tal, por sus marcas. Si se pregunta cómo o por qué sucede lo
que creo, responderé que, por el Espíritu Santo, quien produce esta Fe en mí.
Finamente, si se pregunta por cuál medio u órgano, creo esto, responderé que, a
través de la Iglesia, la cual Dios usa para darme la Escritura.” La
necesidad requiere que ellos (es decir, aquellos que ignoran las cosas
piadosas) primero, deban ser movidos por alguna autoridad para que se sometan a
la enseñanza (doctrina), cuyo espíritu y entendimiento, los cuales no son
inmediatamente capaces de percibir, sino hasta que sus facultades son
preparadas para entender las cosas en las cuales ellos deberían ser instruidos.
La autoridad, por lo tanto, debe ser vista como la puerta a través de la cual
deben pasar para alcanzar el conocimiento de aquellas cosas que deben
aprenderse” (130).
Para continuar quiero
citar a Calvino sobre la hermenéutica Agustiniana y una expresión muy conocida
del Hiponense:
Sé muy bien que se
acostumbra a citar el dicho de Agustín: Yo, en verdad, no creería en el
Evangelio si no me impulsase a ello la autoridad de la Iglesia Católica. Pero
por el contexto se entenderá fácilmente cuán fuera de propósito y
calumniosamente alegan este lugar a este propósito. Agustín combatía contra los maniqueos, los
cuales querían que se diese crédito sin contradicción ninguna a todo cuanto
dijesen, porque ellos pretendían decir la verdad, aunque no la mostraban. Y
porque, queriendo levantar y poner sobre las nubes a su maestro Maniqueo,
blasonaban del nombre del Evangelio, Agustín les pregunta qué harían si por
ventura se encontrasen con un hombre que no diese crédito al Evangelio. Les
pregunta que género de persuasión usarían para atraerlo a su opinión. Luego
dice: “En cuanto a mí, no creería en el Evangelio, si no fuese incitado por
la autoridad de la Iglesia”. Con lo cual da a entender que él, mientras fue
pagano y estuvo sin Fe, no pudo ser inducido a creer que el Evangelio es la
verdad de Dios por otro medio, sino convencido por la autoridad de la Iglesia.
¿Es de maravillar el que
un hombre, antes de que conozca a Cristo tenga en cuenta y haga caso de lo que
los hombres determinan? No afirma, pues, Agustín en este lugar, que la Fe de
los fieles se funda en la autoridad de la Iglesia, ni entiende que la
certidumbre del Evangelio depende de ella; solamente quiere decir, que los
infieles no tienen certidumbre alguna del Evangelio para por ella ser ganados a
Jesucristo, si el consentimiento de la Iglesia no les impulsa e incita a ello.
Y esto lo confirma poco antes de esta manera: “Cuando hubiere alabado lo que yo
creo y me hubiese burlado de lo que tú crees, oh Maniqueo, ¿qué piensas que
debemos juzgar o hacer sino dejar a aquellos que nos convidan a conocer cosas
ciertas y después nos mandan que creamos lo incierto, y más bien seguir a
aquellos que nos exhortan a que ante todo creamos lo que no podemos comprender
ni entender, para que fortificados por la fe al fin entendamos lo que creemos;
y esto no por medio de los hombres, sino porque el mismo Dios confirma y
alumbra interiormente nuestras almas?” Éstas son las propias palabras de Agustín, de las cuales muy fácilmente cada
uno puede concluir que nunca este santo Doctor fue del parecer que el crédito y
la Fe que damos a la Escritura había de estar pendiente del arbitrio y la
voluntad de la Iglesia, sino que sólo quiso mostrar que aquellos que aún no
están iluminados por el Espíritu Santo son inducidos por la reverencia y
respeto a la Iglesia a una cierta docilidad para dejar que se les enseñe la fe en
Jesucristo por el Evangelio; y que de este modo la autoridad de la Iglesia es
como una entrada para encaminar a los ignorantes y prepararlos a la Fe del
Evangelio. Todo esto, nosotros confesamos que es verdad. Y realmente vemos muy
bien que Agustín quiere que la Fe de los fieles se funde en una base muy
diferente de la determinación de la Iglesia. Tampoco niego que muchas veces
objeta a los maniqueos la autoridad y común consentimiento de la Iglesia,
queriendo probar la verdad de la Escritura que ellos repudiaban. A esto viene
el reproche que hizo a Fausto, uno de aquella secta, porque no se sujetaba a la
verdad del Evangelio, tan bien fundada y establecida, tan segura y admitida por
perfecta sucesión desde el tiempo de los apóstoles.
Más de ninguna manera pretende enseñar que la.
Reverencia y autoridad que damos a la Escritura dependa de la determinación y
parecer de los hombres; tan sólo (lo cual venía muy bien a su propósito) alega
el parecer universal de la Iglesia (en lo cual llevaba gran ventaja a sus
adversarios) para mostrar la autoridad que ha tenido siempre la Palabra de
Dios. Si alguno desea más amplia confirmación de esto, lea el tratado que el
mismo san Agustín compuso y que tituló: “De utilitate credenti” — De
la utilidad de creer -, en el cual hallará que no nos recomienda ser
crédulos, o fáciles en creer lo que nos han enseñado los hombres, más que por
darnos cierta entrada que nos su, como él dice, un conveniente principio. Por
lo demás, no quiere que nos atengamos a la opinión que comúnmente se tiene,
sino que debemos apoyarnos en un conocimiento firme y sólido de la verdad…
(131)
ESTUDIO Y
ESPIRITUALIDAD DE AGUSTÍN SOBRE LAS ESCRITURAS REVELADAS.
La Escritura es para
Agustín un libro religioso-inspirado, en él se nos revela la verdad de la
salvación, pero la garantía de esa verdad de la revelación nos la proporciona
la Iglesia, porque, como dice Agustín: "Yo, en verdad, no creería en el
Evangelio si no me impulsase a ello la autoridad de la Iglesia católica"
(132). Agustín buscó profundizar en el
verdadero sentido bíblico y vio la Biblia como la Palabra de Dios revelada y
liberadora, por eso, para acercarse a la Biblia es necesario ser orantes e
inteligentes, o mejor, sabios y santos, porque "ni siquiera las
Sagradas Escrituras (que imponen la Fe en grandes misterios antes de que
podamos entenderlos) podrán serte útiles si no las entiendes rectamente... Tú,
carísimo, ora intensa y fielmente para que el Señor te dé el entender, y así
puedan serte fructuosos los avisos que desde fuera te ofrece la inteligencia de
los maestros o doctores"(133). Agustín se da cuenta que la vida eterna
es no sólo creer la Palabra sino también comprenderla. Es cierto que es
necesario partir de la Fe para llegar a la inteligencia y comprensión: “Porque,
si oír y creer su palabra es la vida eterna, con más razón será comprenderla”.
Más la Fe es uno de los grados de la piedad, y el fruto de la Fe es la
inteligencia, que nos hace llegar a la vida eterna, donde no se nos leerá el
Evangelio; sino que aquel que ahora nos lo dispensa (retiradas ya para siempre
todas las páginas de las lecciones y la voz del lector y del expositor)
aparecerá a todos los suyos, que con corazón limpio estarán presentes en cuerpo
incorruptible para nunca más morir. Probablemente él está pensando en que todos
debemos ser "selectos piadosos y doctos y verdaderamente espirituales"
(134). Agustín en cuanto a la Biblia es un hombre de su tiempo y no se le puede
enjuiciar conforme a los criterios de ahora; muchas de sus interpretaciones fueron
desafortunadas, no obstante, su contribución al progreso de la exégesis fue
positiva, sobre todo por su contribución teórica con el “De doctrina
Christiana”, la primera introducción sistemática a la Sagrada Escritura.
Evidentemente no es un biblista teórico y abstracto, aunque tampoco se puede
decir que es un mero espiritualista que utiliza a su antojo los textos
bíblicos. Cierto que hoy podemos sonreírnos ante muchas de sus soluciones, pero
en su tiempo esas soluciones estaban a la altura de las circunstancias. Los
tiempos de Agustín eran muy diferentes de los nuestros, pero él, sin duda, era
un genio excepcional también en la interpretación de la Escritura; su tarea
consistía en hacer ver la posibilidad de salvación. Los comentarios bíblicos de
Agustín no son obra de especialista ni destinados a especialistas, son
reflexiones de un convertido, de un gran genio y nos ofrecen además del valor
estrictamente bíblico, el valor filosófico, teológico y vital. Después de su
conversión se familiarizó de tal modo con la Biblia, que toda su producción
contiene un fondo bíblico de una riqueza inigualable (135).
Traté de consolarle con
la palabra de Dios; pero él no era del número de las sabias hormigas, que
recogen durante el verano para tener de qué vivir en el invierno. Cuando reina
la tranquilidad, entonces debe el hombre recoger para sí la palabra y
esconderla en el interior de su corazón, conforme oculta la hormiga en
socavadas estancias los trabajos del verano. Durante el verano se dedica a
hacer esto; llega el invierno, es decir, se presenta la tribulación, y si no
encontrase interiormente comida, necesariamente perecería de hambre. Este no
había atesorado la Palabra de Dios; sobrevino el invierno, y no encontró aquí,
de donde sólo podía recibir consuelo, lo que buscaba, puesto que tampoco podía
recibir de la Palabra de Dios, que no atesoró (136).
Agustín considera la
Biblia como la expresión inmediata de la voluntad y la inteligencia de Dios. La
Escritura no es un libro de historia, sino una oferta divina que se brinda al
hombre de Fe para descubrirle lo que Dios le pide en cada momento y qué es lo
que tiene que hacer para agradarle. Con mucha frecuencia habla de la Escritura
como la carta que Dios nos ha escrito a los hombres: "De aquella ciudad
a la que nos dirigimos nos fueron enviadas cartas, las santas Escrituras, que
nos exhortan a vivir bien" (137). Y en otro lugar: "nos
llegaron cartas de nuestra patria; os las leemos" (Comentario al salmo
149,5). En el fondo lo que hace Dios enviando sus cartas es hacer crecer en
nosotros el deseo de la patria, de volver a nuestro auténtico hogar: "Nuestro
Padre nos envió unas cartas desde allí. Dios nos proporcionó las santas
Escrituras; con tales cartas excitó en nosotros el deseo de volver, ya que,
amando nuestra peregrinación, mirábamos de cara al enemigo y dejábamos de
espaldas a la patria" (138). El valor de la Escritura es inmenso:
"La palabra, que supera todas las cosas, no tiene precio absolutamente
alguno" (139).
"El deleite de la
divina palabra y la dulzura que se percibe al entender la palabra de Dios nos
impele, ayudando Aquel que da la suavidad para que produzca su fruto nuestra
tierra, a mí a hablar, y a vosotros, a oír. Veo que oís sin hastío, y me alegro
del paladar de vuestro corazón, que no desecha lo que es saludable, sino que lo
toma con avidez y lo retiene con provecho" (140).
La palabra de Dios es tu
adversaria, si tú eres amigo de tu perversidad. Por el contrario, si tú te
opones a tu iniquidad, la palabra de Dios es tu amiga, y adversaria de tu
iniquidad. Luego si odiaste tu iniquidad, te unes a la palabra de Dios, y así
seréis dos los que lucháis contra ella para aniquilarla: tú y la palabra de
Dios. Tú, por tus fuerzas, no puedes nada, pero te ayuda aquel que te entregó
su palabra, y de este modo la iniquidad es vencida (141).
Pan es también la palabra
de Dios que cada día se nos predica. No deja de ser pan por el hecho de que no
lo sea para el vientre. Una vez pasada esta vida, no buscaremos el pan que
busca quien tiene hambre, ni recibiremos tampoco el sacramento del altar,
porque allí estaremos con Cristo, cuyo cuerpo recibimos; ni tampoco se nos
dirán estas palabras que yo estoy diciéndoos, ni se leerá el códice cuando
veamos a la misma Palabra, al Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las
cosas, de quien se alimentan los ángeles, por quien son iluminados. El hace
sabios a los ángeles, quienes no buscan palabras que solo expresan sus
significados mediante rodeos, sino que beben la única Palabra, el único Verbo,
del cual una vez llenos, rompen en alabanzas, en alabanzas que no cesarán
(142).
En nuestras peticiones no
nos salgamos de las palabras y del sentido de esta oración, y obtendremos
cuanto pedimos. Porque sólo entonces permanecen en nosotros sus palabras,
cuando cumplimos sus preceptos y vamos en pos de sus promesas. Pero cuando sus
palabras están sólo en la memoria, sin reflejarse en nuestro modo de vivir,
somos como el sarmiento fuera de la vid, que no recibe la savia de la raíz
(143). La Escritura no manda, sino la caridad; ni reprende, sino la codicia, y
de este modo forma las costumbres de los hombres... La Escritura no afirma
en todas las cosas presentes, pasadas y futuras, sino únicamente la Fe
católica. Narra las cosas pasadas, anuncia las venideras y muestra las
presentes, pero todo esto se encamina a nutrir y fortalecer la misma caridad, y
a vencer y a extinguir la codicia (144).
6. LA GRACIA.
Antes
de Agustín ningún otro PP de la Iglesia relacionó la Gracia y su presencia
con la soberanía de la voluntad humana, es decir, Agustín plantea que nuestra
libertad se vive con o sin ella, pero la Gracia potencia la libertad a su
plenitud. Pbro. Diego Sabogal. |
Queremos iniciar con un
trozo de su obra sobre la Gracia para analizar al teólogo detrás de su tesis,
teniendo presente las implicancias de su visión sujeta a las escuelas
imperantes en su época y al conflicto dialéctico que presupone el ejercicio
teológico tanto en Oriente como en Occidente y la mentalidad de estas
latitudes. Agustín pensador latino en un
medio teológico que también estaba siendo irrigado por oriente, para su época
los santos PP. Capadocios habían abonado suficiente terreno en la discusión de
la Gracia y sobre todo en la identidad del Señor como Dios y Hombre verdadero.
Fueron precisamente ellos quienes “pusieron de moda” la expresión axiomática “Hipostasis”
para referirse a lo anterior. Con esta breve introducción asumimos Ad-litera el
siguiente texto de las obras de Agustín.
Por estos y otros
semejantes testimonios queda probado que la gracia de Dios no se nos confiere
según nuestros méritos. Es más: a veces hemos visto y diariamente lo vemos que
la gracia de Dios se nos da no sólo sin ningún mérito bueno, sino con muchos méritos
malos por delante. Pero cuando nos es dada, ya comienzan nuestros méritos a ser
buenos por su virtud; porque, si llegare a faltar, cae el hombre, no sostenido,
sino precipitado por su libre albedrío. Por eso, cuando el hombre comenzare a
tener méritos buenos, no debe atribuírselos a sí mismo, sino a Dios, a quien
decimos en el Salmo: Sé mi socorro, no me abandones. Al decir no me abandones
manifiesta que, si abandonado fuera, nada bueno por sí hacer podría; por lo que
dijo aquél: Yo dije en mi fortuna: no seré jamás conmovido. Y juzgó ser suyo
todo el bien que tanto le abundaba hasta no temer ser conmovido. Mas a fin de
que entendiese de quién era aquella fortuna de la que se gloriaba, apartada
nada más un poquito la gracia, y así advertido, dice: Pues tú, Señor, por tu
benevolencia, me asegurabas honor y poderío. Apenas escondiste tu rostro, fui
conturbado (145). Por tanto, necesario es al hombre que por la gracia de Dios
no sólo de impío sea hecho justo, cuando a cambio de sus méritos malos se le
devuelven buenos, sino que cuando ya por la fe está justificado, menester es
que en la gracia viva y en ella se apoye para no caer. Por eso se escribió de
la Iglesia en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es esta que sube blanqueada,
reclinándose sobre su amado? (146) Blanqueada es la que por sí misma no puede
ser blanca. ¿Y quién la ha blanqueado sino aquel que por el profeta dice: ¿Aunque
vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían corno la nieve? (147) Cuando,
pues, fue blanqueada, nada bueno merecía. Ya blanqueada, vive bien, si de
continuo se apoya en aquel que la blanqueó. Por lo cual el mismo Jesús, sobre
el que blanqueada se reclina, dijo a sus discípulos: Sin mí nada podéis hacer
(148).
Volvamos, pues, a Pablo el apóstol, que
encontramos sin mérito alguno bueno y sí con muchos méritos malos. Pero,
conseguido que hubo la gracia de Dios, veamos qué dice escribiendo a Timoteo
cuando ya se le acercaba su pasión: Cuanto, a mí, a punto estoy de derramarme
en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera, he guardado la Fe. Ahora ciertamente recuerda
sus méritos buenos, para tras ellos lograr la corona quien tras los méritos
malos logró la gracia. Por fin, reparad en lo que sigue: Ya me está preparada
la corona de la justicia que me otorgará aquel día el Señor, justo Juez (149).
¿A quién dará la corona el justo Juez si no hubiese antes dado la gracia como
padre misericordioso? Y ¿cómo había de ser esta corona de justicia si no
precediera la gracia que justifica al impío? ¿Cómo se devolverían estas cosas
debidas si antes no se dieran aquéllas gratuitas?
Mas porque los pelagianos dicen que sólo la
gracia, por la que se perdonan los pecados, no es según nuestros méritos, pero
que, en cambio, aquella gracia final, la vida eterna, se nos da por nuestros
méritos, fuerza es que les contestemos. Si nuestros méritos los entendiesen de
manera que vieran en ellos dones también de Dios, no habría por qué rechazar
tal sentir; pero como entienden los méritos humanos de modo que el hombre por
sí mismo los adquiera, con toda razón responde el Apóstol: ¿Quién es el que a
ti te hace preferible? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste,
¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido? (150). A quien tal piensa, con suma razón se le
dice: Dios corona sus dones y no tus méritos, si éstos por ti y no por
él son méritos. Si tales son, malos son y Dios no los corona; pero si son
buenos, dones son de Dios, porque como dice el apóstol Santiago: Todo buen don
y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces
(151). Por lo que Juan, el precursor del
Señor, dice también: No debe el hombre tomarse nada si no le fuere dado del
cielo (152). Ciertamente del cielo, de donde viene también el Espíritu Santo,
porque, subiendo Jesús a las alturas, llevó cautiva la cautividad, repartió
dones a los hombres. Si, por consiguiente, dones de Dios son tus buenos
méritos, no corona el Señor tus méritos en cuantos méritos tuyos, sino en
cuanto dones suyos. Por tanto, consideremos los méritos del apóstol Pablo, por
los que dijo había de darle una corona de justicia el justo Juez, y veamos si
son suyos, es decir, por él adquiridos, o más bien son dones de Dios. He
combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la Fe. En
primer lugar, estas buenas obras serían nulas de no haber sido precedidas de
pensamientos buenos. Reparad en lo que dice de estos pensamientos al escribir a
los Corintios: No que de nosotros seamos capaces de pensar algo como de nosotros
mismos, que nuestra suficiencia viene de Dios (153).
Después veamos ya en particular: He combatido
el buen combate, dice. Y pregunto yo con qué fuerza combatió, si con una que de
sí mismo procediera o más bien con otra que de arriba le fuera dada. Pero ni
pensar que tan excelso doctor ignorase la ley de Dios, cuya voz dice en el
Deuteronomio: No digas en tu corazón: mi fuerza y el poder de mi mano me ha
dado esta riqueza; sino que te acordarás del Señor, Dios tuyo, que es quien te
da poder para adquirirla (154). Pero ¿de
qué sirve un buen combate si no es coronado por la victoria? Y ¿quién da la
victoria sino aquel de quien el mismo Apóstol dice: Pero gracias sean dadas a
Dios, ¿que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo (155)? Y en otro lugar,
al recordar el paso de aquel salmo: Antes por tu causa nos entregan a la muerte
cada día y somos tenidos por ovejas para él matadero, añadió y dijo: Más en
todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó (156). Luego no por nosotros, sino por aquel que nos
amó. A continuación, dice: He terminado mi carrera. Pero afirma aquí esto
quien en otro lugar dijo: Por consiguiente, no es del que quiere ni del que
corre, sino de Dios, que tiene misericordia. Proposición que no puede convertirse de
manera que diga: No de Dios, que tiene misericordia, sino del hombre, que
quiere y que corre, porque quien se atreviere a decir tal, paladinamente
contradice al Apóstol (157).
La Gracia es sin duda una
de las cuestiones tratadas por Agustín de mayor alcance en su especulación
teológica. Es factible asociar como punto de partida su reflexión antropológica
y la visión que sobre el hombre tenía. Una visión influenciada tanto por el
pensamiento platónico como neo-platónico concretamente por Plotino, en esta
visión el cuerpo no es un consecutivo vital por naturaleza sino tomado como
“cárcel” del alma lo que implica de facto una necesaria liberación y una
concepción moral del mismo antes que sobre la intencionalidad de los actos. La
realidad percibida desde esta postura convierte al cuerpo en concupiscencia al
servicio de la mente lo que también trae como consecuencia la visión de una
realidad de pecado esclavizante y convertida en preámbulo de la alienación
humana. Por otro lado, la postura clásica era también compleja porque se
movía en ambos extremos de la concepción corporal de la existencia del ser
humano. Si el cuerpo es limitado y proclive al pecado entonces lo que Dios
reconoce nos eran nuestras cualidades sino sus dones en nosotros que alcanzan
por la Gracia su perfección, es en grandes líneas la mentalidad del Hiponense
que sobre sale por aplacar la necesidad de dar rienda suelta a la razón en un
medio donde lo espiritual toca también nuestra configuración como criaturas
sensoriales (158).
El pensamiento antropológico que sirve de
referencia para el Hiponense le obligó a consultar las corrientes griegas y sus
extremos, estamos hablando del estoicismo y el epicureísmo, los presupuestos
ético-morales de estas escuelas del mundo antiguo sin duda impactaron su
postura ante el mundo y la reflexión humana como tal. El placer no es otra cosa
que la desviación de la templanza y dominio humano y la vida estoica es el
ideal de dominio y gobierno propio, tal concepción influye en los pensadores de
su época y no solo en Agustín. Zenón (159) fue maestro de Cicerón el mismo que
ejercicio influencia sobre el pensamiento del Hiponense antes de su conversión,
la visión ética de estos personajes es concretamente la expresión de la
necesidad del conocimiento y el orden como también la Estética en la vida del
ser humano, una postura ética que se delimita por sí misma en la búsqueda de la
perfección dada por el conocimiento. No es solo el placer como fuente de vida
sensorial es la necesidad del conocimiento y su praxis la que da autodominio al
ser humano (postulado esencial de los Estoicos) (160). El hombre es
ciudadano del universo. El esclavo y el amo, el noble y el plebeyo, en
principio, son iguales. Esta proclamación de igualdad y la tendencia
cosmopolita de los estoicos fueron la expresión ideológica del comienzo de la
desintegración de la sociedad esclavista. En cuanto a los Epicúreos y su
pensamiento hedonista debemos tener en cuenta que su desarrollo no es
estrictamente griego también los encontramos en Roma y en nuestra época
(161). Epicuro (162) utiliza los Átomos frente a las
Ideas de Platón. Para este, el único mundo existente es el sensible, sin alma,
sino con átomos que la forman. Los placeres son del cuerpo y la felicidad
supone carencia de dolor, y encontramos un fin que es el orden justo de la
sociedad en la que vivimos, desde luego la concepción totalmente naturalista de
la vida humana y sus principios vitales desdice de la posibilidad de la
trascendencia de la razón y del alma unida a los afectos y sentimientos, una
vida solo en tendencia natural no es propia de la idea de un Dios trascendente
y amoroso como lo piensa el Hiponense (163). Ética dirigida a los individuos no
subordinados a “la polis”, sino a los que se encuentran en las ciudades
imperiales.
La búsqueda de felicidad se consigue mediante
el Placer, ya que cualquiera de ellos era un Bien para el individuo, y la
Virtud como medio para conseguir la felicidad. Este Placer esta jerarquizado ya
que existe uno que modula el placer, es decir Cinético; y otro que crea
estabilidad en los placeres, los Katastemáticos (164). Para estos placeres en
necesario la Sobriedad, para eliminar el dolor de la persona. Mientras que los
Cinéticos lo único que provocan es infelicidad a los individuos porque son
perjudiciales para el cuerpo y deben practicarse con Moderación. Epicuro
utiliza la Moderación para lograr la tranquilidad en uno mismo y se basa en la
jerarquía de la ciudad. Este autocontrol de la realidad sensorial es
estrictamente materialista y dependiente absolutamente de la voluntad
indeclinable de la expresión racional humana (165). Agustín no cae en esta concepción de la existencia,
pero este tipo de influencia conceptual sin duda generó una postura de mayor
radicalidad en el manejo de la dinámica física y su existencia delimitando
grandemente su postura frente al placer. Desde luego el placer es visto como la
razón de percibir la existencia material mientras que el Hiponense lo socia con
la concupiscencia. La manifestación física que escapa tanto a la razón como a
la conveniencia. El pecado desde esta dinámica es visto como la pérdida de
control de las facultades y definiciones sobre lo que es verdaderamente
conveniente al ser redimido. Es pues una acción a diferencia del instinto fruto
de la voluntad humana (volitivo) esta constatación Psicológica es vital en el
pensamiento Agustiniano (166).
La Aponía es la
ausencia de sufrimiento en el cuerpo, derivada de los disfrutes cinéticos.
"Ningún placer es algo malo en sí”, “la felicidad comienza en el estómago”
Epicuro (167).
Este pensador establece
para evitar el dolor, físico o mental, un cuádruple remedio, que llamó “Tetra-fármaco”,
lo cual consiste en el siguiente conjunto de hábitos y actitudes, miremos el
recuadro donde enumeraremos el componente de esta fórmula:
No hay que temer a
los dioses.
No hay que temer a
la muerte. Pues los dos temores más terribles que provoca la muerte son: el
miedo a lo que haya después de morir y el miedo a dejar de existir para
siempre.
No hay que temer
al destino, pues no hay nada predeterminado.
No hay que sufrir
por los males y las necesidades naturales. (168).
La renuncia a todos los
signos que inquietan nuestra existencia evidencia en esta postura filosófica una verdadera
dificultad a la hora de interpretar la injerencia de los acontecimientos y
fenómenos en la vida del ser humano. El reducir la experiencia material al
choque solo en visión emocional da como resultado una cosmovisión básicamente
pasajera de la realidad que percibimos y la que podemos decididamente edificar.
Agustín reacciona al ver que la concepción cristiana de la Providencia y la
Voluntad de Dios dependen aquí del ser humano y las consecuencias de sus
acciones. En este escenario la Gracia desaparece y en su lugar el destino
entendido solo desde la concepción antropológica y antropocéntrica ocupan su
lugar. La radicalidad Agustiniana gira en orden a la necesaria demostración
de la Gracia en la vida redimida y resucitada del bautizado (169). La
Gracia rompe dialécticamente con la autosuficiencia humana ya que esta esta
cimentada sobre la inexorable muerte y/o decadencias del ser humano en sus
funciones tanto intelectivas como emocionales. No es pues factible que la
Gracia se recree en escenarios donde es intencionalmente bloqueada por la
conciencia humana pareciera decir el Hiponense. Agustín introduce la concepción
de la Gracia en la historia y como ella puede moldear tanto los procesos del
colectivo como la visión de cada bautizado. La Gracia se muestra inserta en
la realidad de los bautizados cuya función primordial es interpretarla y
descubrirla en la experiencia humana. De la misma opción que tenemos se
dicta una norma de índole fenomenológica frente a su influjo y es precisamente
configurar la existencia según su incidencia en cada uno de nosotros, tal
configuración es también identificada como la materialización de la Voluntad
salvífica de Dios en el bautizado (170).
La libertad de algún modo
está ligada con la dialéctica entre el hombre y Dios, que ha querido comunicar
y dialogar con los hombres libres. Por eso, el pensador Agustín que primero vio
la historia como un proceso de la tensión entre lo natural y lo sobrenatural,
está situado estratégicamente para hablarnos de la libertad. Más aún, Agustín
estuvo interesado en enseñar no sólo el significado de la libertad, sino en
mostrar cómo se puede personificar la libertad (171). Así, la “libertad” es
perfección y plenitud del “libre albedrío” porque en ambos niveles de libertad
hay voluntad para adquirir el fin del hombre. En el “libre albedrío” esta
voluntad es dinamismo del espíritu orientado naturalmente al Bien; mientras que
la voluntad de la “libertad” es plena, en tanto que está auxiliada por la
gracia divina (172). Llegados a este punto, una breve consideración. Si el
hombre puede elegir entre el acierto y el error; y si la Ley, como norma
racional para alcanzar el Bien, indica lo correcto, acaso ¿nos excluye la Ley
de la posibilidad de no elegir el Bien (es decir, lo incorrecto), siendo así
una limitación de la libertad humana? El obispo de Hipona respondería que la
libertad es la facultad para obtener el bien y que la Ley señala cómo
conseguirlo, por lo que la Ley necesariamente será una aliada de la voluntad
para lograr su fin propio, es decir, su bien. Así, pues, la verdadera libertad
no está “contra” la Ley sino “para” la ley y, además, tratará de librarse de
los obstáculos que la impiden cumplir la Ley, que para Agustín serán el mal
moral, el pecado y el egoísmo…
ANÁLISIS DEL TEXTO
ANTERIOR.
(173). (174). (175).
Para hablar de libertad
el creyente antes debe concretizar en su existencia la realidad tejida en sus
actos y convicciones. No vemos desde la óptica del Hiponense que la Gracia
actúe sin contar con el criterio humano. La libertad que se argumenta desde la
perspectiva reflexiva es la misma que comprende qué dejó y qué está siguiendo
ahora. Es un nivel de conciencia superior para fundamentar el Acto Humano
desde una visión más que racional. La conciencia opera como lo hace el
pensamiento con la idea, es decir, la conciencia materializa nuestras formas
habituales de proceder. Si perdemos la conciencia por el pecado entonces la
razón salvífica de nuestras acciones también.
La Gracia desde la
dinámica antropológica supone acertadamente el Hiponense es capaz de dirigir el
proceder humano hasta alcanzar la meta de sus ideales en el seguimiento
cristiano, la Gracia es la conexión concreta con lo tangible que a diario
experimentamos en cuyos escenarios materializamos el ser vital de nuestra
propia libertad. La moralidad de nuestras acciones es consecuencia del valor
intrínseco de la libertad que hay en nosotros y no solo como una cuestión de la
voluntad (volitivo). Las obras del creyente son enmarcadas en la dinámica progresista
de la inclusión de la Gracia. La libertad para el Hiponense es la perfecta
intimación de la Gracia en nuestra voluntad y nuestra docilidad para seguirla
en cuanto a su inspiración.
El bien y el mal no son
dos fuerzas que brindan equilibrio a la existencia humana como suponen algunas
filosofías, son más bien la consecuencia de los procedimientos mentales y
materiales del ser humano en la construcción de su espacio vital.
Metafísicamente el Hiponense observa que el mal es la expresión de un contenido
de humanidad supra valorado en cuanto a su libertad egoísta. Actuar bien es
consecuencia de la Gracia viva y eficaz y hacerlo mal sin duda es la ausencia
de esta o el establecimiento de una ausencia fundamental bien llamada Des-gracia.
La centralidad del proceder esta dictaminado por la conciencia y su alcance
en nuestra psique. Ella también puede existir entre “sombras” dependiendo de la
iluminación de la Gracia y el libre albedrío informado por esta.
Agustín tuvo claro desde su profunda
conversión que sólo la gracia es el principio integrador de la vida del hombre.
Con otras palabras, lo que hace que el hombre encuentre la clave de su existir
no es otra cosa que la gracia divina, que posee un evidente carácter medicinal
y/o de auxilio (ayuda) (176). Será en su obra “De natura et gratia”
donde presente magistralmente esta idea en el que el hombre necesita de la
gracia de Cristo para restaurar su naturaleza herida, pero al tiempo nos dice
que “al recordar estas verdades no destruimos el libre albedrío. Pues ¿a quién
aprovechan estas cosas sino al que quiere humildemente y no se engríe de las
fuerzas de la propia voluntad como suficientes por sí solas para alcanzar la
perfección de la justicia?” (177). La verdadera naturaleza de la voluntad ha
sido captada de una manera incomparable por Agustín. Él toca la verdadera
naturaleza de la libertad del hombre al acentuar en De libero arbitrio que la
voluntad es un don tan precioso que basta desearla en orden a tenerla presente.
Ella está en nuestro poder inmediato. Su carácter único es claramente revelado,
porque su salida inmediata de nuestro centro espiritual es el único caso de un
Fiat en nuestra existencia humana (178).
El hombre en la Gracia
encuentra la capacidad para vencer al pecado, fuente de todos los males. Agustín se preocupó por la cuestión del mal.
Le dedicó la obra “De libero arbitrio” para intentar acotar su
naturaleza. Para ello lo primero que tuvo que aprender, dejando atrás sus
convicciones maniqueas, fue que el mal no existe en sí mismo y que no es un
principio absoluto, sino privación de un bien debido. Para superar su
dualismo maniqueo admitió que la criatura es libre de obrar el bien y el mal.
Claramente, Agustín afirma que depende del hombre el aceptar o rechazar la
gracia: no “se te imputa como culpa el que no puedas dar tu salud a tus
miembros heridos, sino que desprecies a quien quiere y puede curarte. Estos son
tus propios pecados” (179). Dios obra en nosotros la gracia, pero respeta
nuestro libre albedrío porque deja libre la elección de creer o no: “En todo
nos previene su misericordia, pero consentir o no la llamada de Dios es efecto
de la propia voluntad” (180). Si le preguntásemos a San Agustín si Dios es
el responsable del mal, él lo negaría dándonos cuatro respuestas (181). La libertad del hombre lleva consigo la
posibilidad de pecar y de apartarse del Bien, porque como ha sido creado ex
nihilo es por ello mudable, y no posee la estabilidad en el Bien, lo que es
sólo propio de Dios (182). La
libertad es un bien, es mejor ser libres que no serlo (183). Es verdad que
la libertad humana no es un bien supremo, pero ¿quién dirá que no es un bien
sólo porque no es un bien absoluto? Dios
podría preservar de pecar a toda voluntad libre, pero no lo hace porque parece
que no está contemplado en su voluntad, respetando así nuestro libre albedrío. Y
Dios no es el autor del mal, el cual procede únicamente de la voluntad del
hombre, pero, a pesar de ello, Dios del mal obtiene bienes (184).
La complejidad el
comportamiento humano fruto de su capacidad de optar sin duda presupone el
rigorismo necesario para hablar de la Gracia, no es posible hablar de ella sin
hablar sobre la libertad de obrar que posee el individuo inmerso en su entorno
constructivo de la realidad que percibe libremente. No seríamos verdaderamente
libres- diría Agustín- si perdiéramos la naturaleza de obrar aun a conciencia
de nuestros errores y equivocaciones, el Libre Albedrío es el factor humano de
la posibilidad histórica de la Gracia (185).
7. EL PECADO.
La doctrina de Plotino
(205-270 d.C.) se caracteriza por ser una ontología jerárquica que parte desde
Dios-uno, que es inefable y es superior a todo ser y pensamiento. De él
proceden los demás seres a partir del proceso de emanación, pero él en este
proceso no se ve alterado en su unidad. Plotino explica esto a partir de la
metáfora del sol: sucede como el sol que ilumina y desvela lo oculto sin que
por ello el sol mismo se transforme. De igual forma también apela al símil del
espejo del original, en consecuencia, al reflejo que el original no se ve
afectado en su ser. En definitiva, para Plotino, el mundo procede del Uno, pero
sin que esta sufra alteraciones en su ser. La primera emanación del Uno es el
pensamiento o Nous que es intuición o aprehensión inmediata. Del Nous
procede el alma cósmica o alma del mundo o psyché, que es un alma incorpórea e
indivisible, y representa un vínculo entre el mundo suprasensible y el mundo
sensible. Por debajo del alma del mundo se encontraría el mundo material y
todos los seres corpóreos, que, según esta jerarquía, constituye el escalón más
bajo, el último de acuerdo con su propia concepción del proceso de emanación,
como semejante a una especie de radiación solar, Plotino describe esa luz como
si procediera de un centro y, según se va alejando se hace paulatinamente más
tenue, hasta diluirse en el seno de la oscuridad total (concepto platónico).
Esta oscuridad se correspondería con el mundo de la materia a la que Plotino
define como algo desprovisto de la luz. Y como desprovista de luz, la materia
es sinónimo o principio del mal. Pero a diferencia de los maniqueos que
afirmaban que el mal era inherente a la materia, los Neoplatónicos afirmaban
que el mal no era una característica principal de la materia, sino que, si este
se presenta en ella debido a que la materia se halla lejana del Uno, lejana de
la luz – que representa el bien – que emana de Él. Entonces, el mal se
manifiesta en la materia como una privación, como una ausencia de algo que le
es esencial: la luz (el bien) que procede el Uno. De esta manera, Agustín se
desembaraza del pensamiento maniqueo, que considera el mal como algo propio de
la materia y se apropia de las consideraciones neoplatónicas acerca del mal que
le serán muy útiles en su investigación al considerar el mal como un ente, como
una privación de la materia.
El mal, para los neoplatónicos, es un no-ente,
es una materia increada. Esta sería la existencia ontológica lo contrario a la
luz que proviene del Uno: la oscuridad. Obviamente Agustín rechaza esta parte
de la tesis de Plotino, puesto que él plantea que el Uno crea a través del
proceso de emanación, pero al tiempo también se puede entrever un Dios
“creador” de la materia increada, de la oscuridad. Pero si se habla de una
materia increada, está por ende existiría y no sería ya increada, sino creada.
Para Agustín la hipótesis de la materia increada, responsable del mal como
materia, le resulta ilógica. Esta inconsistencia lógica en la teoría de Plotino
para Agustín fue de gran utilidad, ya que se desvinculo del materialismo y el
dualismo de los maniqueos. Y ya no veía el mal como un ente, como una cosa,
sino como una privación, como una ausencia en la materia y que esta era buena,
puesto que provenía de la luz. Sin embargo, Agustín siguió indagando por un
tipo de pensamiento que le esclarecía la problemática del mal el cual fuese
claro y distinto y no presentara incongruencias en sus planteamientos…
El mal físico se
manifiesta en el ser humano a través del dolor.
A través de este experimenta herida su integridad corporal. El dolor, el mal
físico es una señal que no hay un orden a nivel corporal en el hombre. Este le
avisa o le advierte que hay una desproporción y desbalance en su unidad como
ser. Y como tal debe procurarse la proporción, el balance y la unidad: su
salud. Para Agustín “en un cuerpo es preferible el dolor que resulta de una
herida y que obliga a ponerle remedio, que la gangrena que no se siente. El
dolor es, pues, a la vez un efecto y una condición del orden sensible”
(186) “Pecado” es un concepto que procede de la tradición moral de la judeo
cristiandad, este es ante todo un acto vicioso, es decir, es un acto que se
opone a la virtud. La virtud es por esencia un hábito, esto es, una disposición
adquirida y duradera que permite a quien la posee obrar según su naturaleza.
Entonces un acto moralmente bueno o virtuoso se presenta cuando el acto
coincide con la naturaleza del que la lleva a cabo. Pero ¿Qué debemos entender
por naturaleza? Pues es lo que coloca a un ser en su propia especie y por consiguiente
en su forma. Entonces ¿Cuál es la forma del compuesto humano? Es la de ser alma
razonable. Así, la razón es la que le confiere a nuestra naturaleza el
carácter de lo propiamente humano. Cuando se define la virtud y el bien
moral como lo que coincide con nuestra naturaleza, esto equivale a definirla
como lo que coincide con la razón. De manera inversa, el mal moral, el pecado,
no es otra cosa que la falta de racionalidad en el acto o en el hábito. Esta
falta de racionalidad en el acto atenta contra el orden. El orden es la
adecuada disposición de cosas semejantes o dispares en funciones de un fin. El
orden es la realización de la ley, y esta a su vez es expresión del orden.
Agustín distingue entre
dos tipos de órdenes, el orden o ley eterna y la ley natural o temporal. La primera hace mención a la organización que
Dios ha colocado al universo, al cosmos y a la naturaleza. La ley eterna es la
razón y la voluntad de Dios, en cuanto manda conservar el orden impuesto por Él
desde el inicio de los tiempos sin perturbarlo. El hombre puede determinar a
través de sus actos, a través de su voluntad, si decide seguir o no tales
órdenes. Él puede elegir entre obedecer o no el orden divino (o el temporal) y
seguir al desorden, o viceversa. Es decir, que el hombre tiene la facultad de
elegir si quiere o desea vivir según la carne o según el espíritu. La voluntad
que se une el bien común consigue los más grandes bienes para el hombre. “Pero
–nos dice Agustín– la voluntad que se aparta del bien inconmutable y común y se
convierte hacia sí propia o a un bien exterior o inferior peca” (187).
Entonces, el origen o la causa del mal moral es el hombre mismo y su voluntad
malvada, una voluntad que se aparta de la sustancia suprema, que es Dios mismo,
y se inclina a las demás cosas intimas afanándose por ellas. De esta manera,
Agustín llega a descubrir que la fuente de toda maldad es de carácter volitivo,
es decir, que la maldad proviene de una perversa voluntad que se aparta de Dios
y esta voluntad se encuentra en una criatura que posee la facultad de la
libertad que a través de esta puede elegir entre la posibilidad de adherirse a
lo terreno y perecedero o a lo eterno y divino (188).
El pecado es la némesis
de la Gracia y por esta razón Agustín lo lleva a otro nivel, desprendiendo su
consideración de la posibilidad ontológica de definirlo como intrínseco al ser
humano en cuanto a sus acciones, el texto citado es bien claro, pero es
importante tener presente, que de esta manera Agustín desliga a Dios tanto del
origen como de las consecuencias del pecado. Y lo plantea de esta forma
precisamente para quitarle esa nociva y perversa connotación que algunos
entregan al pecado, es decir, lo consideran un ser como tal y lo elevan a una
categoría que no posee.
La realidad del
ser humano se desenvuelve entre amores y odios y estos últimos afectan toda la
visión que este tiene de sí mismo y de su entorno. No hay posibilidad alguna de hacer a Dios
responsable de las consecuencias del accionar humano, Dios puso en nosotros un
faro habido de su luz que es la conciencia y a medida que esta se aleja de su
Voluntad entonces reina con todo su poder la nuestra y sabemos que el instinto
civilizado se termina imponiendo y relegando nuestras más altas aspiraciones
solo por animaladas carentes de razón y carácter (189). El pecado se
estructura al punto de convertirse en una dialéctica bizarra que inunda todo lo
bello y noble de que somos capaces. Esta pérdida de estética esencial nos
distancia de su Gracia que es –siguiendo a Plotino- una luz accesible a todos
los que buscan ser iluminados, es pues, una consideración tanto volitiva como
intelectiva y agregaría luego Agustín también cognoscible (190).
Según la consideración
anterior el pecado no es un ente sino la ausencia de Gracia o en lenguaje
moderno “un galimatías” que entra en su más absoluto desorden y cohíbe toda
obra y expresión de humanidad. No podría ser de otra forma y lo afirmamos
porque solo la Gracia puede transformar al informar en nosotros la Voluntad de
Dios (191). Del pensamiento del Hiponense podemos concluir sobre el pecado y la
Gracia lo siguiente:
GRACIA (192).
PECADO (193).
Absoluta libertad
afirmada en Dios su Causa Eficiente.
El pecado se estructura
al punto de convertirse en una dialéctica bisara que inunda todo lo bello y
noble de que somos capaces. Esta pérdida de estética esencial nos distancia de
su Gracia.
Bienestar esencial de la
persona redimida.
Amistad tanto histórica
como personal con el Dios vivo y Trascendente.
Luz cognoscible.
El origen o la causa del
mal moral es el hombre mismo y su voluntad malvada, una voluntad que se aparta
de la sustancia suprema, que es Dios mismo, y se inclina a las demás cosas
intimas afanándose por ellas.
Claridad que ilumina el
alma redimida y en camino a su Creador.
El mal moral, el
pecado, no es otra cosa que la falta de racionalidad en el acto o en el hábito.
Meta-comunicación de Dios
al ser humano criatura a su Imagen y Semejanza.
El mal físico se
manifiesta en el ser humano a través del dolor.
Transformación ontológica
proclive a la eternidad.
A
diferencia de los santos PP. griegos Agustín insiste en la evidencia moral y
en el origen del pecado original, dejando la postura griega de la acción
punitiva y aflictiva del pecado. la diferencia entre los griegos y su
doctrina, ellos insisten en el carácter aflictivo del pecado mientras el
Hiponense se adentra en la reflexión sobre el daño moral y la naturaleza
misma del pecado original. |
Orden, estética y armonía
(Ataraxia trascendente) en la existencia racional, emocional y física del ser
humano.
El pecado y el mal no son
un ente sino una privación de la Gracia o luz cognoscible de Dios.
Toda posibilidad de
trascender en el amor de Dios que es fuente y destino.
El pecado es por demás
consideraciones la negación del orden de la Gracia y su némesis.
Fuente de Amor que salta
a la eternidad porque tiene su culmen precisamente en la plenitud de la
existencia.
El pecado no es un
ente sino la ausencia de Gracia o en lenguaje moderno “un galimatías”
(desorden) que entra en su más absoluto desorden y cohíbe toda obra y expresión
de humanidad.
DEFINICIÓN CLAVE…
El pecado no ha debilitado la fuerza moral del ser humano y sus dones
naturales, si esto se hubiera dado entonces moralmente no podríamos rechazar el
pecado y sus consecuencias no serían contrarias a quienes viven en la Gracia y
amor de Dios. Aquí encontramos la razón de ser de su pensamiento y sin duda se
distancia de muchas posturas sobre el pecado que lo ven como benévolo al
considerarlo parte de nuestra naturaleza.
8. FE Y RAZÓN.
Agustín escuchó a
la Fe, pero no exaltó menos a la razón: cree
para que entiendas, y entiende para que creas, credendum est intelligere,
quod est creare, la razón es importante porque es quien demuestra a quién
hay que creer. Por lo tanto, "también la Fe tiene sus ojos propios, con
los cuales ve de alguna manera que es verdadero lo que todavía no ve".
Y señala que la Fe que no sea pensada no es Fe (194). La realidad que se gesta
a partir de la relación entre la Fe y la Razón en el Hiponense guardara un
cierto equilibrio dialéctico y una relación de absoluta necesidad existencial
si se quiere ver de esta forma. Creer en el Hiponense es esencial para la
perfecta confirmación del ser humano en posesión de la inteligencia para ser
esta iluminada por la razón y en sentido opuesto. De esta tesis sabemos con
claridad que su exposición no generó un choque entre dialécticas sino la
sublimación de una de ellas y de las dos exaltando la categoría racional y
creíble de las convicciones de los bautizados. Agustín ve en la razón condición
indispensable para creer y en la Fe condición vital para pensar y creer. No se
trata de meras definiciones con las connotaciones propias de la humanidad
presente en ellas, sino que observamos la relación vital entre el pensar y el
creer como destino y camino a la vez (195).
“He encontrado muchos que
querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse engañar” (196).
SOBRE LA RAZÓN
COMO PRELIMINAR A LA DISCUSIÓN DE LA FE Y LA RAZÓN.
En su sentido más general,
por tanto, la razón puede ser atribuida a Dios, y un ángel puede ser llamado
racional. Pero en su sentido más estrecho razón es
la differentia del hombre, a la vez su necesidad y su privilegio; aquello por
lo que es "un poco inferior a los ángeles" (Salmo 8,6), y
aquello por lo cual supera a los animales irracionales. El razonamiento, como
dice Santo Tomás, es un defecto del intelecto. Es cierto que en ciertos actos
nuestra mente funciona como el intelecto; hay verdades inmediatas (ámesa) y
primeros principios (archai) que intuimos o captamos con nuestro intelecto; y
en tales verdades no puede haber engaño o error. Sobre este punto, se puede
decir que el sistema escolástico es absolutamente intelectualista.
El intelecto más pobre,
para usar una expresión de Agustín, es capax Dei o también capaz
de… Dentro de cierta región nuestras
facultades cognitivas son absolutamente infalibles. Sin embargo, los
escolásticos también afirman unánimemente que la marca específica del hombre es
el raciocinio o discursus. Algunos, de hecho, como Agustín (que estaba
concentrado en su analogía entre el logos en el hombre y en la Santísima
Trinidad), insisten en el aspecto intuitivo de nuestras operaciones
mentales e ignoran el proceso real en su conjunto. Aun así, ninguno negó que en
esta vida nuestro conocimiento es una cosa de jirones y parches, laboriosamente
tejida con los hilos del sentido. Es sólo in patria, por ejemplo, que la
existencia de Dios será para nosotros tan evidente en sí misma como lo es ahora
el principio de contradicción. La visión beatífica será, de hecho, no sólo tan
evidente, sino también tan inmediata como nuestra intuición actual de
conciencia personal. Pero entonces estaremos al nivel de los ángeles, que son
inteligencias subsistentes o intuitivas puras. Un ángel, en la filosofía
escolástica, es prácticamente el equivalente de Nous (intellectus,
intellegentia o también, intelecto e inteligencia) cuando es utilizado por
escritores como Aristóteles, Porfirio, Plotino o Pseudo-Dionisio, para denotar
no una facultad, sino una especie de ser.
En oposición a esta
intelección ideal, tan característica de la angelología escolástica, está
nuestra experiencia humana real, que es un agignómenon, un llegar a ser. El
hombre es racional en el sentido de que él es un ser que llega a conclusiones a
partir de premisas. Nuestra vida
intelectual es un proceso, un viaje de descubrimiento; nuestro conocimiento no
es un todo ya hecho estático; es más bien un instinto organismo con vida y
crecimiento. Cada nueva conclusión se convierte en la base de una mayor
inferencia. De ahí que, la palabra razón también se utiliza para denotar una
premisa o fundamento de conocimiento, a diferencia de una causa o fundamento
real. Tan importante es esta distinción que se puede decir en esto radica el
núcleo de toda filosofía. La tarea del filósofo es distinguir el a priori de
forma lógica a partir del a priori de tiempo; y la existencia de muchos
sistemas de psicologismo y evolucionismo atestiguan que esta tarea es difícil.
Por lo tanto, se puede afirmar que el razonamiento es un proceso sui géneris.
Esta es quizás la mejor respuesta que dar a la pregunta, tan discutida por los
antiguos lógicos, en cuanto a qué tipo de influencia causativa ejercen las
premisas sobre la conclusión. Sólo podemos decir que la validan, que son su
garantía. Pues la inferencia no es una mera sucesión en tiempo; es un nexo
pensado, no sólo una asociación entre pensamientos. Una conclusión irracional o
una asociación errónea es tanto un hecho y un resultado como una conclusión
correcta; la existencia de esta última se explica sólo por su origen lógico. De
ahí la futilidad de tratar de explicar por completo la existencia de un
pensamiento humano -la conclusión de una serie de razonamientos- simplemente
por los datos de los sentidos y las asociaciones psicológicas que lo acompañan.
La cuestión de la validez es anterior a todos los problemas de génesis; pues el
conocimiento racional nunca puede ser el producto de condiciones irracionales.
Reconociendo entonces lo
indefinible de raciocinio, podemos proceder a preguntar si la inferencia es
homogénea; en otras palabras, ¿hay diferentes formas de razonamiento? Esto
plantea la difícil cuestión de si la deducción y la inducción son en última
instancia modos irreducibles de razonamiento. La cuestión se confunde a menudo
por una definición muy estrecha del silogismo, que tiene que ser adaptada a las
ranuras de las palabras prescritas por la sintaxis. Pero si, desarrollando el
pensamiento de Aristóteles, consideramos un silogismo como la unidad de
razonamiento, entonces podemos definirla como la inferencia de una relación
entre A y C a partir de una relación de A con B compuesta
con una relación de B a C. Como una ilustración podemos citar el famoso
ejemplo de Mill de la inferencia de la matrona de la villa. Mill lo llama
razonamiento a partir de detalles por analogía; pero se puede ver fácilmente
que es un silogismo; este fármaco (A) curó a mi Lucía (B), que
tenía la misma enfermedad que el hijo de este vecino (C), y, por lo
tanto, curará a este niño (C). Todo razonamiento parece consistir en
tales pasos unitarios, y parece que induce a error el hablar de la inferencia
vi materiæ o material y formal son términos relativos… (197).
Fe y razón no
deben separarse ni confrontarse; al contrario, deben estar siempre unidas. El
conocimiento racional es insuficiente por sí mismo para alcanzar la verdad. Se
necesita la Fe para llegar a la verdad que demanda el corazón humano. De ahí la
necesidad de que colaboren razón y Fe. La Fe debe
preponderar sobre la razón, ya que ésta es iluminada por la Fe, y la propia
razón ayuda a comprender. La verdad se transforma en una relación de confianza
donde la Fe acrecienta la inteligencia, y ésta hace razonable el encuentro con
Dios.
La razón nos permite
llegar a la Fe, preparando el alma para comprender. Pero una vez llegado a la
Fe, la persona debe utilizar la razón para penetrar racionalmente en los datos
que la revelación le proporciona. Aunque la razón nos abra el camino hacia la
verdad, una vez conocemos a Dios la razón queda supeditada a la Fe. El
camino hacia Dios por medio de la Fe nos conduce hacia la luz de la razón y,
gracias a ella, conocemos la verdad eterna, que es superior a nosotros mismos.
Esta es la teoría platónica de la iluminación.
(198).
ANÁLISIS DEL TEXTO
INTRODUCTORIO SOBRE LA FE Y LA RAZÓN.
El pensamiento del
Hiponense lo conocemos muy bien sobre esta cuestión, y lo más interesante es
que no se mueve en la dinámica socrática de la moralidad y bondad del ser bajo
el esquema del conocimiento. La Razón para el Hiponense como para la mayoría
de filósofos y aun de las personas del común define el todo conceptual de
nuestra existencia. El uso de la
razón es indispensable en la elaboración de cualquier discurso o postulado ¿y
cómo podríamos conocer sin ella? Es pues interesante como lo intelectivo define
la visión histórica-esencial de nuestra naturaleza singular. La razón siguiendo
a Agustín, es el medio de nuestra realidad descrita y asimilada en categorías
de lo cognoscible (199). El pensamiento no es apriorístico estrictamente
hablando ya que se manifiesta mediante figuras conocidas previamente, no es
posible elaborar un sistema expresivo categórico sobre alguna cuestión sin
antes haber asociado términos y figuras previamente conocidas. El innatismo
supondría la capacidad cognitiva previa pero no descubierta de la razón y un
conocimiento de estas categorías será supra a la conciencia del ser humano. No
es pues factible suponer que la razón en el consciente humano conoce
perfectamente aquello que no ha podido previamente experimentar y no es
necesariamente una postura empírica como tal sino el desarrollo de una
categoría de conocimiento enclavada en la previa experiencia (realidad). La
Gracia puede hacernos proclives al conocimiento de las verdades reveladas
porque están en el marco conceptual de su realidad comunicada al creyente y no
como un insumo de consulta ante cualquier discusión de nuestra parte o
simplemente curiosidad del intelecto (200).
Es lógico poner nuestros
deseos de conocer aún más sobre aquel cuya existencia nos motiva a creer, estas
palabras reflejan la inquietud intelectual del creyente y fueron expresadas por
Anselmo de Canterbury (Escuela Agustiniana) (201) … Pues desde esta percepción
es claro que el conocimiento se matricula en la visión del ser racional que
busca afanosamente la esencia de su existencia por creer que está incompleto y
que solo en Dios puede estar pleno y realizado, es sin duda, un argumento
empleado por el Hiponense cuando afrontó la necesidad de dar respuesta a su
experiencia de Fe (202). La Razón en vocación Agustiniana es natural y bajo el
influjo de la Gracia se potencia aún más en las verdades reveladas de nuestra
Fe. La actualidad de la Fe es consecuencia de los bienes no mudables en los
que ella descansa y espera a la vez. Para el Hiponense la Fe es
indispensable en orden a la Salvación. No podemos hablar de eternidad sin la
certeza temporal que hay en nosotros gracias a la praxis de la Fe. Aquí se
relacionan sustancialmente tanto la Fe como la Razón y su ejercicio en la psique y conciencia del bautizado (203).
Todo hombre quiere
entender; no existe nadie que no lo quiera; pero no todos quieren creer. Me
dice alguien: ‘entienda yo y creeré’. Le respondo: ‘cree y entenderás (204).
Cree para entender la
Palabra de Dios”: “Crede ut intelligas, verbum Dei”. Cuando la Fe acoge
a la razón que profundiza en lo creído, surge la teología. Y la Fe, como diría
Agustín y también la enseñanza dogmática de la Iglesia, es adhesión y
aceptación de Dios y de lo que nos dice, no por la intrínseca verdad de las
cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del
mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos. Hay aquí un
punto central en la noción de la Fe que Agustín resalta, y es el de la
autoridad. La Fe reposa sobre la autoridad de Dios, pero también sobre la
autoridad de la Iglesia que nos ha transmitido la Fe, y que a su vez nos
asegura, con su autoridad, sobre la verdad de la misma Escritura: “Yo no
creería en el Evangelio si no me indujera a ello la autoridad de la Iglesia
Católica”. Ahora bien, ante la autoridad, la actitud correspondiente es la
de obediencia. Y esto tiene que ver también con la teología. Pues quien se
dedica a este menester, debe reconocer que se halla bajo la autoridad de la
Iglesia y a su servicio, porque ha aceptado la Fe, que es reconocer la
autoridad de Dios. Y solamente así, su teología será válida y provechosa. Un
teólogo y una teología que no reconozca más autoridad que la de la razón, o
peor aún, que la de su razón, seguramente terminará mal, rechazando a Dios y a
la Iglesia. Lo que nos demuestra, por contraste, que la autoridad de la Fe no
es imposición ni autoritarismo, sino más bien protección y cuidado para que la
persona –y también la razón- no se pierdan ni desvaríen. De esta manera, en la mutua interacción entre
Razón y Fe, entendiendo para creer y creyendo para entender, Agustín nos ofrece
un camino válido que nos ayuda a vivir con intensidad la Fe, y también a
cumplir con la tarea teológica que somos llamados a realizar, sirviendo así a
Dios, a la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, invitados
como nosotros a reposar nuestro inquieto corazón en Aquel que nos creó para sí
(205).
La Fe y la Razón
también son parte del testimonio eclesial, ella es la guardiana de los presupuestos
racionales e interpretativos de la verdad revelada en las Escrituras.
Aquí es posible ver la instauración de una muy particular historia de la
filosofía cristiana gracias a la connotación eclesial que toman las reflexiones
sobre Fe y Razón por parte del Hiponense y la forma como enfrenta el tiempo
discurriendo en su contenido histórico dialéctico que es la base de este
ingente esfuerzo por meter la historia del pensamiento en el ámbito eclesial.
Entendemos por ámbito eclesial la estructura moral de la Iglesia unida a su
postura ética y visión universal de los acontecimientos tanto salvíficos como
cotidianos. La dialéctica del Hiponense nos permite observar de primera mano
cómo la Fe plantea a la razón el reto de creer sin una estricta constatación fenomenológica
de lo que se cree (206). La lógica del Hiponense se fundamenta en la estética
de la revelación y como esta puede manifestarse en la Fe del bautizado.
El medio natural
de la Fe es la trascendencia y su connotación histórica en la realidad del creyente
que modifica su percepción de la realidad material movido por su Fe en el Dios
eterno (207).
Consideramos importante
la visión de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) (208) sobre la Fe ya que es uno
de los mayores teólogos que en el siglo actual aseguran haber leído y meditado
profundamente las obras de Agustín de Hipona, inmediatamente encontramos la
relación y cosmovisión en sus escritos y solo para ello una muy escueta
muestra:
No podemos construir
una Fe personal en un diálogo
privado con Jesús, porque la Fe nos ha
sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y
por lo tanto nos inserta en la multitud
de creyentes, en una comunidad que no solo es sociológica, sino que está
enraizada en el amor eterno de Dios, que en Sí mismo es comunión del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, que es amor Trinitario”. Dicho brevemente: “Nuestra
Fe es verdaderamente personal, solo si es a la vez comunitaria: puede ser ‘mi
Fe’, solo si vive y se mueve en el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra
Fe, nuestra Fe común en la única Iglesia”.
En efecto. Es claro que –como creemos– la vida cristiana es un vivir
juntos con Cristo. Por tanto, la Fe, que es participar de la mirada de Cristo
sobre la realidad, sólo puede ser viva en cada uno en la medida en que
participa de esa misma mirada. La Fe no nos quita nuestra personalidad, sino
que la dota de una mayor profundidad de conocimiento y de capacidad para amar.
La Iglesia es
también –como una madre que siempre da vida– el ámbito donde la Fe se transmite.
En Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y les da la
fuerza para proclamar el núcleo de la Fe cristiana: Cristo es el Hijo de Dios
que ha muerto en la Cruz y ha resucitado para nuestra salvación (cf. Hechos de
los Apóstoles capítulo 2). Y muchos se convierten y son bautizados. “Así –muestra
Ratzinger de un modo que gusta desde hace mucho tiempo utilizar–, comienza el
camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el
espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre la nueva alianza
gracias a la sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen a un determinado
grupo social o étnico, sino que son hombres y mujeres provenientes de cada
nación y cultura”.
Este pueblo es una
familia universal: “Es un pueblo, que habla lenguas nuevas, universalmente
abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las
barreras” (cf. Colosenses capítulo 3 versículo 11). Por tanto, la Iglesia es el “lugar” donde
nace la Fe, donde la Fe se transmite y donde se celebra y vive, nos libera de
la esclavitud del pecado y nos hace hijos de Dios; y “al mismo tiempo, estamos
inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la Fe, con todo el
Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento”. Así lo dice el
Concilio Vaticano II: “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los
hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo
un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente (209).
Sin duda alguna que uno
de los mayores aportes del Hiponense es precisamente el haber puesto en el
sitial que se merece la Fe en su relación con la Iglesia y el desarrollo de una
Fe eclesial signo comunitario de nuestro ser cristiano. Agustín nunca habló
de la Fe sin contar con la Madre de los bautizados y precisamente ese amor es
contagioso y brota de quien medita y estudia asiduamente su pensamiento, es una
maternidad que da frutos de eternidad, la salvación es solo obra de Dios, pero
su Voluntad descansa sobre la justicia de la Iglesia que engendró su Adorado
Espíritu Santo, “su” sin que implique perdida de la Personalidad Divina de la
Tercera Persona de la SS. Trinidad. Estudiar a los santos PP. de la Iglesia
solo puede hacernos crecer en amor por ella (Iglesia) (210).
El acto de Fe como el
asentimiento del intelecto a una verdad que está más allá de su comprensión,
pero que acepta bajo la influencia de la voluntad movida por la gracia; y a
partir del análisis estamos ahora en condiciones de definir la virtud de la Fe
como un hábito sobrenatural por el que creemos firmemente que son verdaderas
todas esas cosas que Dios ha revelado. Ahora bien, toda virtud es la perfección
de alguna facultad, pero la fe resulta de la acción combinada de dos
facultades, a saber, el intelecto que provoca el acto, y la voluntad que mueve
el intelecto para hacerlo; en consecuencia, la perfección de la fe dependerá de
la perfección con que cada una de estas facultades realice su tarea asignada;
el intelecto debe asentir sin vacilar, la voluntad debe moverse con rapidez y
facilidad a hacerlo (211). Agustín pasó
de una mística de Cristo a una mística de la Iglesia. El Pueblo de Dios es
objeto de Gracia y vehículo de la misma, Ecclesia omnium Gentium (211.1),
Verus Israel. Es un Corpus permixtum, trigo y cizaña, grano y paja. Es santa,
pero no desprecia a los pecadores, sino que aspira a sanarlos. Por la inserción
en esta Iglesia se verifica la filiación divina (211.2) Esa filiación no es
natural, sino adoptiva. No es adopción meramente jurídica, sino mística, real.
El creyente se incorpora a la Iglesia por medio de la fe, pero es dado a luz a
la vida de la misma mediante el Bautismo (211.3).
Es ella la que
engendra, aunque sea en el campo de los herejes y cismáticos, ex viri sui
semine o virtud de la semilla (211.4).
Por ser fuente y vehículo de la Gracia, suple todas las deficiencias
humanas. De este modo, la Iglesia se convierte a
su vez en Camino-Verdad-Vida, aunque subordinada a su Cabeza que es Cristo, de
quien recibe ese derecho de mediación delegada. No se olvide, además, que quoad
nos la Iglesia es la mediación hacia el mismo Cristo. Por eso,
metodológicamente, ve la Eclesiología antes de la Cristología, aunque
genéticamente el orden sea inverso. Las tres funciones de la Iglesia fueron
estudiadas por Agustín frente a enemigos diferentes, y por eso es necesario un
reajuste en su sistema. El problema de la Iglesia-Vida, que fue el último y
decisivo, se perfiló frente a los donatistas y se perfeccionó frente a los
pelagianos; podemos, pues, definir con exactitud en cada momento la postura de
Agustín, a quien ahora designaríamos como hombre consagrado al servicio de la
Iglesia.
La filiación adoptiva es
consecuencia del sacrificio de Cristo en la Cruz y no el resultado de mérito
alguno de nuestra parte, no se trata de un desenlace natural de nuestra
condición sino de la manifestación resucitada del amor de Cristo en cada uno de
nosotros los bautizados. La eclesiología del Hiponense supera el estadio
organizacional de verla simplemente como una institución con su normatividad y
políticas de “funcionamiento” sino verla transparentada en una Madre espiritual
que por medio del santo Bautismo toma a sus hijos renacidos en la “pila
bautismal” (211.5). La Iglesia es también el escenario de la Reconciliación
de Dios Trinidad con la creación herida por nuestra culpa. Esta mediación
eclesial se manifiesta en la vida de Fe y en los Usos y Costumbres, en la vida
sacramental, en la predicación y defensa del depósito de las Escrituras
reveladas. Es pues, una realidad que
la Gracia entra en la historia y toda de la Iglesia el medio y la finalidad de
su presencia, esta finalidad fue ordenada por el Padre antes de todo tiempo…
“Un solo Señor, una
sola Fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (212).
La cita de Efesios puede
para nosotros resumir el fundamento y naturaleza de la Fe del Hiponense. Esta
Fe es la Fe de la Iglesia en solo y único Salvador en mandato de uno solo y
único Padre de todos y en que es único y únicamente procede de Entrambos el Espíritu
Santo. Es la definición preferida del Hiponense sobre el Espíritu Santo, es
la visión latina de la procedencia del Espíritu de Dios que aparece como lo que
es y se revela a la humanidad, nuestro gran reconciliador. Aquí encontramos el
reflejo de una Fe necesaria pero también de una reflexión a la luz de la Gracia
que hace indispensable el pensamiento como la injerencia de su lógica (213). La
iluminación de la razón y la Fe –parafraseándole en verso- obra del Espíritu
Santo son (214).
Las enseñanzas de esta Fe
se desarrollan, por supuesto, con las necesidades de los tiempos, pero la Fe en
sí misma permanece inalterada. Las opiniones modernas son completamente
destructivas de tal unidad de creencia porque su principio fundamental es la
supremacía del juicio individual. Ciertos escritores, en efecto, tratan de
superar el conflicto de opiniones resultante defendiendo la supremacía de la
razón humana universal como un criterio de verdad; por lo tanto, el señor
Campbell escribe: "Uno no puede realmente comenzar a apreciar el valor del
testimonio cristiano unido hasta que uno es capaz de permanecer fuera de él,
por decirlo así, y preguntarse si suena cierto a la razón y al sentido moral”
(215). Citamos a uno de los PP. del
Movimiento de Oxford nos referimos a Newman cuya lectura plena de las obras del
Hiponense se reflejan en la concepción de la Fe en una institución universal
que antropológica y sociológicamente se reflejan en la Iglesia local como
extensión esencial de la Iglesia de Cristo. Nosotros no vivimos una
participación de la Iglesia de Cristo, nosotros los Episcopales y en general
los anglicanos somos por intuición parte de esa Iglesia de Cristo y ella es tan
Madre de unos (Católica Romana) como de otros Católicos Anglicanos y
Griegos). No excluimos a nadie
simplemente hablamos en la perspectiva histórica del Hiponense y la categoría
de la universalidad de la catolicidad. Otros también son cristianos como nosotros,
pero la catolicidad se vive por la filiación y el amor a la Iglesia. Como expresaría Benedicto XVI “somos parte
de la Iglesia y ella se materializa cuando nosotros creemos y vivimos esta Fe”
(216).
NOTA
DEL AUTOR:
Como Episcopales no estamos estableciendo diferencias en el acto de creer
sino en el contenido de la Fe de la Iglesia donde vivimos nuestra experiencia
trascendente en el Dios revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las creencias forman parte de nuestra vida
y de la forma como interpretamos el mundo y su realidad. Somos pues cristianos
en actitud dialogante de frente al Dios vivo y trascendente cuya Palabra es
Jesús Encarnado (217). |
La realidad de la
presencia amorosa de Dios se vive en la Iglesia porque como tal esta
institución es signo de vida y manifestación
de Dios en su Ser bondadoso, pues es precisamente Dios quien dando su
amor decide habitar en medio de los suyos, ya no hay tienda del Encuentro como
aconteció con el pueblo en el desierto, ahora es el tiempo de la revelación
plena, ahora es el Verbo Palabra del Omnipotente Dios Trinidad que se revela en
el corazón eclesial y ella es depósito de toda Gracia revelada. De este tipo de expresiones tomamos
la dinámica eclesial de Agustín que ve a la Iglesia y luego la presencia de
Cristo en ella porque como casa de su amor contiene lo que Dios mismo dispuso
que ella contuviera (217.1).
Una vez cometido el pecado original histórico,
la humanidad se desdobla en dos unidades y en dos posturas muy diferentes: el
pecado y la Gracia; el infierno y el cielo. El Paraíso es el estado ideal del
hombre, tal como Dios lo planeó y realizó: se caracteriza primero por su unidad
perfecta (naturaleza-gracia; gracia-libertad); luego por la sabiduría: Adán
conoce a Dios, es sabio; finalmente, por el orden interno y externo perfectos.
A esos caracteres fundamentales se añaden los privilegios preternaturales
(inmortalidad, impasibilidad, libertad, ciencia, poder) difíciles de concordar
con las limitaciones propias de toda criatura. Agustín, frente a los maniqueos,
muestra que Dios no creó el mal. ¿Cómo se entiende psicológicamente el primer
pecado dada esa perfección de los primeros padres? Para explicarlo de algún
modo afirma que Eva fue seducida por la serpiente (1 Timoteo capítulo 2
versículo 14), pero ve que también Adán fue seducido (Romanos capítulo 5 versículo
14). Quizá creyó Adán que Dios le perdonaría fácilmente; pero su pecado fue
total y sin atenuantes. Fue un pecado satánico: Adán se desprendió de Dios, se
des-unió y realizó su pronunciamiento en el campo de la ciencia. Cortó el
acueducto por el que recibía el agua de la sabiduría para mostrar que su pozo
era propio. Y puesto que Adán era el Patriarca (217.2) (en Romanos capítulo
5 versículo 12, Agustín lee con la
Vulgata: In qua omnes peccaverunt o también “porque todos pecaron”),
quedó roto el pacto original (alianza original). La situación histórica del hombre,
consecutiva al pecado, se llama miseria. El hombre caído perdió: la
unidad-ciencia-orden originales y así perdió la justicia y la moralidad
originales. Entró en vigor el engranaje de las múltiples y diversas debilidades
naturales: división, ignorancia, concupiscencia, mortalidad, posibilidad, etc.
Tales debilidades cobran carácter penal, puesto que ahora son privaciones.
Perdida la unidad original, se perdió también la visión de Dios (valores
supremos) directa e inmediata (mística) y con eso se perdió la libertad u
ordenación del amor, ya que la concupiscencia es una inclinación al mal. No se
perdió, en cambio, el libre albedrío, si bien quedó amenazado por la situación.
Las consecuencias fueron muchas. En primer lugar, se hizo imposible la
comunicación directa con Dios, que será luego reestablecida por las
mediaciones: Cristo, Iglesia, Sacramentos, jerarquías, mundo (como espejos y
enigmas, analogías).
En segundo lugar, el
hombre se ve forzado a levantarse en este terreno en el que cayó, lo sensible,
la carne, etc. (217.3). Pero el estado
de miseria quedó desde el primer momento orientado hacia un nuevo orden, que es
la gracia de la redención o restauración, cuyo proceso ha de desarrollarse en
sentido inverso a la caída. Agustín
afirma, como Pablo, varios periodos en la Historia de la Salvación. El primer periodo es la alianza natural, ya
que el hombre, a pesar del pecado conservó las reliquias de la imagen de Dios
en su miseria. La imagen quedó sólo deteriorada y oscurecida: de ese modo la
ley natural es suficiente para salvar al hombre, contando con la gracia de
Dios. Es la hipótesis de la conditio naturae (natura pura) vitiata,
pero no vitium (217.4). (De Spit. et
Litt., 26, 43 ss.: PL, 44, 226 ss.). De ese modo, la Ciudad de Dios,
constituida por el Corpus de todos los predestinados, comenzó con el justo Abel
(217.5). El segundo periodo es la Ley,
que implica tres cuestiones esenciales. Dios eligió, para salvar al mundo, un
pueblo que era pequeño, malo y obstinado.
Esta predestinación
social implica una predestinación individual, como es obvio: no es lo mismo
nacer en Jerusalén que nacer en Babilonia. Se trata, sin duda, de un misterio:
del misterio de la predestinación divina que es gratuita y graciosa; realidad
que no alcanzamos a comprender, pero que no debemos negar, sino aceptarla
confiando en la misericordia divina. Es por eso una frivolidad acusar a Agustín
de exagerado, cuando nadie, después de
Pablo, ha interpretado mejor el espíritu de la Biblia (217.6). El segundo tema se refiere a la esencia de la
ley mosaica; es iluminación moral; instruye, pero sólo da fuerza moral; el
hombre iluminado por la ley, pero arrastrado por la concupiscencia, vive un
drama tremendo, como lo expresó Pablo. Tiene, sin embargo, una finalidad santa:
pedir a Dios la gracia para sacudir el yugo ominoso. La tercera cuestión se
refiere a la Fe; también en el A. T. se salvaba el hombre por la Fe en el Redentor
futuro, como el cristiano se salva creyendo en el Redentor pasado. La
soteriología va ligada esencialmente a Cristo (217.7).
El tercer periodo se
inaugura con Cristo, Redentor, Camino-Verdad-Vida. El tema esencial es la
Gracia, que unifica, ilumina, supera la concupiscencia y de este modo restablece la libertad en el corazón. Así se recupera la imagen sobrenatural y
por ella se restaura la imagen natural oscurecida y deteriorada. Sin embargo,
ya no hay posibilidad de volver al Paraíso, al estado ideal; por eso no se
recobran ciertos privilegios, y la vida del cristiano es drama, lucha, libertad
generosa, sacrificio humano, gloria del mundo. Después de observar la reflexión
sobre su antropología y la postura del ser humano en su respuesta a Dios
salvador, encontramos en Agustín que la historia de la filosofía que él mismo
plantea es propia, aunque el modelo no, la respuesta racional y comprometida
del ser humano es para el Hiponense signo inequívoco de la presencia e
injerencia de la Gracia. Es un cuadro alentador donde el ser humano opta
libremente pero su opción que esta contextualizada en la ingente Voluntad
salvífica de Dios. La Predestinación como doctrina de Agustín, sublima la
libertad que siglos después los materialistas y los existencialistas condenarán.
En Agustín la libertad es consecuencia de la Gracia y el poder de ser
auténticamente libres supone directamente el complimiento de nuestros ideales
evangélicos de lo contrario la naturaleza limitada actuará como si no tuviera límite, pero él lo ve como una bendición del Creador y no una condena
ineludible (217.8).
Existe una relación de índole hipostática si
se quiere ver de esta forma entre el ser humano y la libertad, donde la Gracia
potencia todas las cualidades y atributos del ser humano para que este viva a
plenitud su situación en el mundo y asuma en la historia el desarrollo del plan
salvífico. La persona redimida en constante o permanente actitud dialogante con
su Señor y Creador. La Divinidad que se manifiesta en el mundo y sus relaciones
toma rostro en el Verbo Encarnado y su rostro es el de la humanidad libre por
Gracia y camino a su plenitud. Aquí el concepto de libertad supera las
expectativas de todo orden o principio tanto en la sociedad o colectivo como en
el medio relacional de cada persona con su entorno. Agustín ve con absoluta
lucidez como esto es posible gracias a la inclusión amorosa de Dios en cada una
de las realidades tejidas por los bautizados. El pecado es la amenaza directa
contra la libertad y la sublimación del ser redimido en sus acciones y criterio
frente al mundo como realidad creada y moldeada en acciones y pensamientos. La
dialéctica de la Gracia supone la plena disposición del ser humano para
alcanzar su concreción y de esta forma lo que antes era supra ahora se convierte
en una relación vital histórica (217.9).
9. CIUDAD DE DIOS.
El
libro es teología, filosofía, política, apologética e historia. Unas veces el
autor es expositor, otras didáctico, otro lirico y siempre filósofo, que se
remonta en el orden de las causas hasta encontrar la mano de Dios. Pero es,
sobre todo, teólogo lleno de profundidad, por donde corre la vena caliente de
su vida interesante y afectiva. La Ciudad de Dios es la primera tentativa
humana por hacer filosofía de la Historia. Es apologética y es cantico
dogmático. Palabras de
Enrique Cabo, sobre esta obra de Agustín (218). |
La crítica histórica es
bien profunda tratándose del imperio romano que en cuanto a sociedad había
construido sus propias epopeyas para argumentar el origen divino de sus
realidades politeístas. Se honraba como diría Agustín, a la diosa de la salud
como a la de la enfermedad y sin duda que tal argumento colectivo generaba el
Agustín críticas no tanto al sistema mitológico y religioso de los romanos como
si al sentido común en sus concepciones sobre la vida y la felicidad, es el
tiempo en el que el estado interviene en la institución eclesial y lo hace
movido por intereses de gobierno. Agustín ve la realidad y se pregunta porqué razón se honra a la prosperidad, a la felicidad, al buen tiempo, a la alegría,
cuando ellos viven y son artífices del imperio más grande hasta el momento. Que
puede mover al ser humano para honrar lo que precisamente dice tener y defender
como precepto de su sociedad y no buscar ingentemente lo que verdaderamente
necesitan para construir su felicidad (219). Es sin duda un recurso apologético
que emplea Agustín para defender a religión y su catolicidad. Ellos perseguían
a los cristianos y a pesar de ellos sus diócesis no agotaban la necesidad
social como tal, es decir, atacaban al cristiano y el romano no era feliz y mucho
menos la situación de su cultura que estaba en franco deterioro. De esta forma
podemos distinguir en su obra tres fundamentos que son:
· Filosofía
· Política
· Teología.
Argumenta Agustín sobre
el Dios Uno que se muestra ordenado y en total unidad como identidad esencial
frente al politeísmo romano que no encuentra desasosiego en sus múltiples
expresiones culticas. También hace mención de quienes antes que el buscaron
fines similares en el contexto de un medio plagado de diatribas sobre los
dioses y su autenticidad, solo para citar de ejemplo a Justino (220) Tertuliano
(221) este último se distinguió por aproximar el contenido filosófico al campo
de lo jurídico (haciendo la distinción entre el clérigo y el laico en el orden
social y legal y hablar de jerarquía) y por último Teófilo de Antioquía
(222). La reacción social es dramática a
estas alturas si tenemos presente que en el Imperio los valores eran de índole
cívicos y la población reflejaba en ellos el carácter de sus creencias, como
era de esperarse, la lucha de lo jurídico incorporó nuevas concepciones del ser
ciudadano y la categoría y calidad de
persona, recordemos que los esclavos en Roma eran propiedad carente de algún
tipo de derecho o reconocimiento, el orden jurídico romano los veía de esta
forma lo que sin duda entraba en la más absoluta contradicción con el Evangelio
(223).
Las persecuciones se
materializaron por todas partes y se consideró la respuesta efectiva ante las
necesidades que el estado romano no podía satisfacer señalaban culpables a los
cristianos. Así lo consigna el Hiponense en su obra (224). “La Ciudad de
Dios” ataca frontalmente la gran cantidad de deidades que poseían los
romanos en las ciudades y aldeas, así como el culto cívico. El argumento que empleo fue señalar la
imposibilidad real de intervención de estas divinidades que todas juntas no
lograban frenar el avance de los pueblos bárbaros. Las guerras que eran
hasta hace poco el fortín de sus éxitos ahora son incapaces de contener el
azote de los invasores y el modelo familiar estaba en franco deterioro. Las
construcciones de todos sus relatos son incapaces de motivar la injerencia de
lo sagrado en la estela de lo público y social. El nombre de Cristo en boca de
los cristianos es más sólido y valioso que las grandes gestas y relatos de los
valientes emperadores y legiones en África, Bretaña, oriente, el nombre del
Señor está inserto en el corazón y es fuente de total motivación (225).
La vida feliz que
motivaba el avance del imperio es ahora un remedo ante no saber a quién
dirigirse para los fines señalados, los mismos que concretaron su desarrollo y
poderío ahora no tienen argumentos para frenar la pérdida de fe del colectivo
romano en su sistema y todas las instituciones. Esto es rápidamente asociado
por Agustín en contrapeso con la felicidad y eternidad que concede Dios a los
suyos, no es el estadio y su política quienes logran el bienestar real de los ciudadanos,
esto último lo deja el creyente en manos de Dios (226). Entonces la postura que describimos generaba
choques entre los decadentes de Roma y el surgimiento de la cosmovisión
cristiana. Desde luego las comparaciones del Hiponense son agudas y eficientes,
relaciona la sociedad romana con la invención troyana, de cómo los estereotipos
de esta sociedad son fundamentados tanto en el pasado como en el presente en
concepciones culturales tomadas de otros pueblos y particularmente de quienes
eran invadidos por estos. Un modelo cultural así tenía que flaquear en
cualquier momento. Para Agustín el Ethos romano era una mezcla eficaz en sus
primeros estadios de civilidad, pero con el paso inexorable del tiempo no.
En su pensamiento condena el suicidio alegando que es ilícito que un cristiano
atente contra su vida de allí que el martirio sea re conocido como una forma de
confesar la Fe por quien se está entregando la vida (227).
En defensa de la vida
Dios le exige todo a su criatura, es decir, a cada uno de nosotros (228). La
Ciudad de Dios es vista como un tratado de filosofía de la historia y principio
de Teología política, la construcción de dos realidades que hace el Hiponense
le lleva a ver las conveniencias de una ciudad de los hombres y otra de Dios
donde los principios y fundamentos evangélicos hacen la diferencia. Lo más
parecido en la concepción presente es a un Estado de índole religiosa donde los
poderes civiles y religiosos se funden en una sola dialéctica social, cultural,
política, económica, en una palabra, donde los principios son los mismos bajo
el signo de la verdad trascendente (229). Bajo la dinámica del Hiponense el
bien se manifiesta en la estructura de gobierno y la bondad de la interacción
con el Dios revelado es el éxito de esta Ciudad, nos referimos a la de Dios. El
modelo antropológico se mezcla dramáticamente con el idealismo Agustiniano y de
esta forma los cuestionamientos de la estructura política salen a flote bajo
los conceptos presente en el Imperio (Agustín vivió su ministerio en la Númidia
provincia de Roma). Este conocimiento es clave para ver desde dentro las
implicaciones de esta sociedad y sus modelos y referentes (230). Esta
construcción sobre presupuestos sociológicos es vista como la paternidad de la
Sociología moderna que maduró algunas ideas presentadas en la República de
Platón (231) y en la Ética Nicomáquea de
Aristóteles (232) que a diferencia de Agustín asumen la divinidad desde la armonía
de sus modelos políticos, es decir, para Platón Dios es el orden de la República, y en Aristóteles los
principios de su Ética son clave en la
configuración de su orden social y político, como quiera que son manuales para la civilidad y
lo que ello implica en el Ethos cultural que se construye bajo la Norma y en su
espíritu. Agustín ve argumentos solo
similares en cuanto a los principios sociológicos de su exposición. El
estado es el encargado de la Ética y Moral el ciudadano que es un creyente en
el orden justo que procede de Dios. En lo personal que me atrevo a decir,
que la concepción el Hiponense descansa sobre la revelación de un orden moral
como ético por parte de Dios en la psique y conciencia del bautizado. Agustín ve
la Sociedad construida en la Ciudad de Dios como la auténtica manifestación de
Dios en el orden de las cosas y del Estado (233).
Observando el andamiaje
ético y moral de la propuesta del Hiponense él mismo asume que los mártires
(para su época) desde luego, son la más auténtica expresión de la Fe en el resucitado
y que aun los ritos paganos no poseen memoria de tener mártires en sus cultos.
Lo anterior indica que la auténtica expresión de donación se vive en el medio
del cristianismo (234). La soberbia que está presente en el ser humano impide
la ascensión de los ideales preconizados en la confesión de nuestra Fe por el
brillo mundano que implica perdida de la luz del resucitado en la mente y
conciencia del bautizado. Es un escollo de la interiorización del mensaje y la
construcción del modelo supra de nuestra sociedad (235). El imperio romano
también recibió el poderoso influjo de la cultura griega, su pensamiento y
ciencias se manifestó en muchísimos aspectos de la vida romana. Esto desde
sus comienzos trajo una consecuencia positiva para la incipiente mitología
romana y fue en época de Augusto quien encomendó al poeta Virgilio (Virgilio
Marón, autor de obras como la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas.) el hacer
la propia epopeya sobre las gestas y héroes nacionales romanos, este encargo
por definirlo de alguna manera, facilitó la ascensión de una cosmovisión propia
y una nueva mentalidad religiosa que fue degenerándose aún más con el correr el
tiempo. Tal situación los lleva construir toda una intrincada trama que
justifique la visión de un mundo gobernado por los dioses y sus caprichos. Sin
duda la identidad romana y el espíritu nacionalista fue honrado con su obra
titulada La Eneida (236).
Con razón la Ciudad de
Dios es considerada como la enciclopedia de la Cultura Antigua presentando una
semblanza de la historia, la filosofía y la poesía de estas épocas anteriores a
su autor. La mitología ocupa un lugar preponderante en el pensamiento de esta
construcción literaria. Sin duda que las distintas reseñas históricas que
Agustín cita daban valor grande a su cometido y a la vez reflexión sobre su
contenido ya en un ambiente calmado y maduro (237). Los periodos en los que se
desenvuelve su obra son claramente reconocidos por todos, nos referimos al
periodo tardío del mundo antiguo y el medievalista como tal, como quien afirma
categóricamente que el Hiponense fue el primero de los medievales, como quien
afirma que Agustín y Boecio (el ultimo romano) (238) guardan relación en la
contemporaneidad y modernidad tacita de sus pensamientos y prosa. Para que
podamos establecer un paralelo con la obra de Agustín citaremos solo una
síntesis del trabajo del último romano:
Boecio:
Su inmensa obra escrita destaca por la labor de traductor y comentarista del
pensamiento griego y por sus escritos originales: traduce los Primeros
Analíticos, los Tópicos y Razonamientos Sofísticos de Aristóteles,
constituyendo este cuerpo de obras, junto con su traducción y comentarios de
las Categorías (509-10) y el Peri Hermeneias (511-13), el único material lógico
y filosófico de Aristóteles que se empleará en toda la Edad Media, hasta que en
el Siglo XII y XIII aparezca el resto
del Corpus Aristotelicum. De ahí la capital importancia de Boecio en la filosofía
medieval, particularmente en lógica. Hizo también dos comentarios y una
traducción de la Isagogé de Porfirio (509-10). Escribió además varias obras
originales: sobre las cuatro artes del Quadrivium, de las que se conservan las
referentes a aritmética y música (De institutione arithmetica y De institutione
música, ca. 500-505); sobre los silogismos (Introductio ad syllogismos
categoricos, De syllogismo categorico y De syllogismo hypothetico, ca.
510-514); De divisione (ca. 514); De diferentiis topicis (ca 515); y algunas
otras pérdidas o de dudosa autenticidad, además de diversas obras teológicas y
el ya citado De consolatione Philosophiae.
El deseo de Boecio fue dar a Roma la primacía cultural en todo campo,
para lo cual quiso hacer latino el conjunto de doctrinas de la filosofía
griega, situándose en la línea neoplatónica de Porfirio (239), Proclo (240) y
Ammonio (241), y tratando de armonizar a Platón y Aristóteles.
Hasta la primera mitad
del siglo XII prevalece en la Edad Media la división de las ciencias, de tipo
estoico (transmitida por Agustín e Isidoro principalmente (242)), de
Física-Lógica-Ética (Gran lector de Agustín y último de los santos PP. de la
Iglesia latina). A partir de esa fecha se emplea sobre todo la aristotélica:
Teóricas (Filosofía Primera, Matemática, Física) y Prácticas (Ética, Política,
Económica), división que es tomada precisamente, por una parte, de Boecio y,
por otra, de los árabes (p. ej., al-Farabi) (243). Al grupo de ciencias
teóricas hace corresponder B., con criterio platónico, una jerarquía de seres y
una escala de facultades cognoscitivas en el hombre: intelectibles o
absolutamente inmateriales, que se captan por el entendimiento puro, dando
lugar a la Teología o Filosofía Primera; inteligibles o causas ejemplares de
las cosas, captables por la razón discursiva en las Matemáticas, etc.; seres
naturales, cuerpos materiales, cognoscibles por los sentidos y la Física. A
este cuerpo de ciencias añade otra que llama Rationalis, o Lógica, de la
cual no decide si se trata de una parte de la ciencia o de un instrumento
previo a la misma. La importancia de Boecio
en el campo de la lógica, ya la hemos subrayado arriba; pero en otro
punto es pieza clave en la Edad Media pues comentando el famoso pasaje de
Porfirio, en su Introducción a las Categorías, en que plantea la realidad o no
realidad de los universales Boecio da un primer atisbo de solución, iniciando
así el famoso problema de los universales: la tesis de Boecio se acerca un tanto a la aristotélica, pero la
desdibuja al final apuntando también a la platónica de las ideas universales
subsistentes.
La existencia de Dios se basa en la
idea de que Él es un ser más perfecto que el cual no puede pensarse otro,
principio que adoptará luego Anselmo, y al que se llega a través de la
imperfección de las creaturas, las cuales exigen la existencia de Aquél. Dios
está por encima de toda categoría (idea que luego tomará Escoto) (244) y es
Creador (con creación eterna, aunque no está claro si ex nihilo) y Providente.
Dios es además el objeto sumo y propio de la felicidad del hombre. Finalmente,
Dios se distingue de las creaturas en cuanto que en éstas diversum est esse et
id quod est, (miremos su traducción al castellano, es distinta de la que es) y
en Dios el esse y el id quod est equivale a decir son lo mismo. Aunque parece
que esta fórmula no plantea el problema posterior de la distinción entre
esencia y existencia (sino entre la sustancia y el principio de su ser
sustancial), sin embargo, este texto, junto con posteriores elucubraciones (p.
ej., de Avicena) (245), dará lugar al famoso problema medieval de la esencia y
existencia.
El hombre, compuesto de cuerpo y alma, es
definido con la famosa fórmula: persona es rationalis naturae individua
substantia (Contra Eutychen, 5). Parece ser que Boecio sostiene la
preexistencia de las almas habiendo sido intelectibles antes de inteligibles o
incorporadas. El hombre es libre en cuanto que puede elegir dentro del
ámbito de su conocimiento; por tanto, conociendo a Dios somos máximamente
libres, y conociendo lo sensible, esclavos. Por ello, podría verse aquí la
solución del problema de la libertad y Providencia: sometiéndonos a ésta somos
libres; sometiéndonos al destino de las leyes físicas y sensibles, esclavos.
INTERPRETACIÓN DEL
TEXTO ANTERIOR A LA LUZ DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO.
La reflexión Agustiniana
se adelantó a este segmento de pensadores ya que el Hiponense consideraba la
realidad de la creación como un Acto de la Voluntad de Dios (Acto Puro en la
escuela Aristotélica) sin predominación de la existencia de nada antes que de
Él mismo. La realidad de la Voluntad de Dios es la creadora de todo cuanto
existe (ex nihilo) la inmanencia de la vida es una dificultad propia de
aquellas épocas, es decir, la información de la semilla o la razón seminal de
la vida por razones de tipo científico no estaba bien defendida e incluso el
mismo Agustín suponía la posibilidad de aceptar el aborto las primeras semanas
por no considerar que la configuración de persona humana se encontrara plena en
su naturaleza, esto se debe como decíamos antes al momento de su trabajo, no es
una afirmación maliciosa es tendencia de la época, lo mismo sucedió posteriormente con Tomás de Aquino en el siglo XIII. La
naturaleza es por definición la forma como existimos y esa forma es racional,
como consignábamos antes (posteriormente la escolástica retomará esta tesis y
la aceptará plenamente) (246). Agustín asume la realidad creadora de Dios
partiendo de su Ser absolutamente Divino, es decir, que Dios crea por ser Dios
y solo eso, que la creación no se particulariza sino es en el tiempo y que la
materia y el tiempo existen a la par y no hay una antes que la otra y
viceversa.
Esto último descarta la interpretación
platónica del Mundo de las Ideas y materia preexistente como la figura
dialectizada del Demiurgo o artesano. Pro nos deja pensando en Plotino y la
existencia del Uno que es antes que todo. El Nous es el intelecto y solo se
predica de Dios que es el Uno y el Sumo Bien y los atributos en superlativo.
Reconoce el problema del alma como espiritual y el cuerpo como materia. Pues
esta postura afirma categóricamente y así lo interpretamos el Hiponense que Dios
es el Creador absoluto y que lo que se equipara a los platónicos sobre el molde
de las ideas lo encontramos cristianizado el concepto (en la Mente de Dios)
puesto que para el Hiponense la creación es un Acto de Dios lo afirmamos como
expresión volitiva de su amor, es decir de su Voluntad y de la nada (247).
La creación entra también
en la construcción antropológica de la humanidad, es decir, la sociedad es
parte de la obra de la revelación de Dios como creador, la historia desde la
perspectiva salvífica es enfocada por el Hiponense partiendo de la absoluta
soberanía de Dios. Estamos ante una construcción maravillosa de la historia en
perspectiva salvífica y como la Voluntad de Dios no se pierde en la escena de
la vida humana. Agustín como ninguno de los santos PP. de la Iglesia se adentra
en la comparación Psicológica y la praxis axiológica de los principios del
Evangelio en el escenario social, político, cultural, económico y desde luego
religioso. Es una manera de concretizar
la dialéctica de un Dios que se revela en el enclave crítico de nuestra
realidad de allí su expresión: “Nada de lo humano me es desconocido”, esta crítica esencialmente relacional aborda
al ser humano en todos los escenarios posibles, determinando con ello la carga
motivacional y sociológica que hace de cada experiencia humana un reflejo de
acciones anteriores y futuras, trivializando la expresión del Hiponense
diremos: Una imagen vale más que mil palabras, pues la connotación de la dialéctica propia de
nuestra naturaleza en su manifestación tanto racional como afectiva y emocional
(248). Es una apreciación antropocéntrica porque haced el fenómeno humano
el punto de partida del entendimiento de la revelación de Dios a la humanidad. El
contenido totalizante y totalizador de su presencia hace de cada experiencia
humana una posibilidad salvífica, recordemos que el Hiponense como nosotros
creía en la salvación de un proyecto de vida y no de acciones aisladas del ser
y expresión humanos (249).
La Civitas Dei,
es todo un ejercicio se aproximación al ser fenomenológico de la Gracia de Dios
hacia la humanidad. De la construcción dialéctica de la historia remarcando la
forma como Dios actúa en el orden establecido por el ser humano sin dejar fuera
nada de lo humano como veíamos antes. También como aporte de esta obra de
Agustín podemos asegurar por sus propias expresiones que la historia de la
revelación desde Abraham hasta Cristo esta sintetizada en la Ciudad de Dios
citando a historiadores como Eusebio (es conocido como el Padre de la Historia Eclesiastical)
y su “historia cronológica” (250). En este contexto es importante mencionar que
Agustín frecuentemente citará a Cicerón (251) y al bueno de Séneca (252).
Sobre las obras y el aporte de estos pensadores el Hiponense hace mención en
las Confesiones (253). Su situación a raíz de la meditación de estos escritos
la podemos comparar con el siguiente verso de Homero el poeta griego “El
olor que se pega una vez a la vasija, le dura después mucho tiempo”.
En la lista es bueno
recordar a su poeta favorito, estamos hablando de Virgilio que era común
leerlos entre los más pequeños en las instrucciones y tertulias familiares. La
cita constante de tales escritores muestra en la Ciudad de Dios el drama al que
el Hiponense se enfrenta tratando de superar viejas nociones académicas ya que
muchas de ellas llegaron en el proceso de su conversión y a la hora de
estructurar su obra y poner de manifiesto la presencia de Dios en la historia
se siente obligado a rebatirlas y argumentar su tesis sobre los preceptos de
las Sagradas Escrituras (254). Desarrollando una interpretación de los
acontecimientos a la luz de revelación escrita, tal forma de proceder sirve de
marco conceptual en su trabajo sobre las Escrituras reveladas. No sería posible
pensar en un trabajo sobre la historia donde no entre el concepto de salvación
y mucho menos ver la historia como simple cumulo de acontecimientos
estrictamente humanos, lo sobrenatural es visto por Agustín en cada paso que el
hombre convertido da en dirección de su destino que no es otro que el mismo
Dios (255).
Sin dejar de notar felizmente que su obra
condensa mucho del pensamiento del mundo antiguo citando infinidad de episodios
y autores que más tarde constituirán la base del pensamiento global. De la
anterior expresión estamos seguros de su
aporte al conocimiento académico y a las tendencias antropocéntricas que
afloraron más tarde particularmente en el periodo del Renacimiento, la línea de
tiempo que establece el Hiponense nos permite hoy ver la prolijidad de su
pensamiento y la capacidad de abarcar las concepciones más amplias sobre el ser
y su problema, luego su obra particularmente la Civitas Dei es un monumento al
conocimiento clásico de la historia del pensamiento antiguo y su inserción en
la cultura que se gestó precisamente con la crisis de las culturas clásicas,
recordemos una Roma a punto de ser invadida por los pueblos bárbaros (los
sajones, los jutos, los alanos, los suevos, los burgundios, los vándalos, los
alemanes, los anglos y muchos otros. El término Bárbaro se aplicaba a los
habitantes de los pueblos limítrofes con el imperio) (256).
Según lo expresado
en líneas generales la Civitas Dei la podemos considerar como una obra de hermenéutica
de la historia, aquí podría surgir algunas dificultades de entendimiento en el
orden filosófico de su contenido por lo que aclaramos que si es definida desde
la perspectiva de su trabajo hermenéutico es precisamente indicando con ello su
valor de hechos concretos descritos y un análisis no “causal” puesto que el
objetivo del Hiponense no es enfrentar la historia humana y descifrar el porqué
de los acontecimientos sino mostrar con toda agudeza la relación de la
siguiente manera como aparecerá en el recuadro (257):
EL HOMBRE.
DIOS.
LAS ACCIONES DE LA
HUMANIDAD (258).
La Teologia histórica que
se desprende de la obra del Hiponense nos permite observar en toda su dimensión
la concepción salvífica de su pensamiento y como también su pensamiento encaja
perfectamente con la idea cristiana del Cristo presente en la historia de la
creación, en este caso con el Cristo vital en nuestra historia personal y
universal. El cristocentrismo de la obra del Hiponense es evidente y hace
confluir todo hacia la posibilidad-realidad, salvífica del Señor resucitado. Es
pues, interesante como Agustín hace una lectura dinámica de la sociedad en la
que se encuentra, pero como buen investigador acude a la génesis del problema.
En su concepción de la historia la Iglesia es vital ya que en ella asegura el
depósito de la Fe revelada y dada a los seres humanos como un don precioso, no
vemos posible hablar de un modo teológico Agustiniano sin ver en el horizonte
la autoridad incuestionable de la Madre Iglesia, Agustín no era un patriota
en el sentido pleno del término, pero si un hijo de la Iglesia con toda la
realidad dialéctica que tal afirmación implica (259). Cristo es descrito y visto plenamente como el
mediador por antonomasia entre Dios y la humanidad, esta afirmación la
encontramos en (XVIII 1) de su obra. Cuya significación nunca agota la
posibilidad eclesial de ser testiga y testimonio del resucitado. Estas últimas
meditaciones fueron definitivas en el Libro X de su obra (Veintidós libros de
la Civitas Dei) (260). El cristianismo tomó un realce inusitado gracias a la
obra del Hiponense al ser puesto en el contexto histórico de las culturas
clásica y emergente de la Edad Media.
Agustín de Hipona
se mueve en medio de dos realidades y dos amores que gastan su vida y
comprensión del entorno. El amor que experimentó por el mundo y sus
entretenciones y la paz plena del amor de Cristo.
La historia que relatan las dos ciudades es reflejo precisamente de sus
sentimientos y la connotación Psicológica de su observación de estas realidades
que no precisamente son una manifestación dualista de sus ideas y doctrina.
Miremos de sus reflexiones lo siguiente: Fecerunt civitates duas amores duo,
terrarum scilicet amor sui usque ad contemptum Dei, caelestem vero amor Dei
usque ad contemptum sui en su connotación al español el Hiponense nos dice: Lo
hicieron los dos amores: el amor de sí al desprecio del mundo, mientras que el
amor de Dios y su contento (261). El
mundo que ofrece el modelo de la “ciudad terrena” es claro ante l Hiponense y
refleja los conflictos que este vivió y en cuanto a la Ciudad de Dios, es claro
que simboliza todo lo noble y amoroso de Dios en su vida y su permanente
conversión (262).
La caridad perfecta es el
motor de la Ciudad de Dios donde el bautizado encuentra la razón de ser de vida
comunitaria y el compartir con sus hermanos desde la proyección de la Fe en
todos los asuntos de su vida. A este segmento de su pensamiento el Hiponense
dedica los libreo XV al XVII, recordándonos la doctrina neo-platónico sobre la Fruición
o posesión del amor y sumo bien (263). Aquí en amor asume dos realidades
tanto el amor terreno como el amor de Dios son realidades y aspiraciones para
la vida del bautizado, Agustín equipara esta concepción con la paz la que
buscan fervientemente tanto los buenos como los malos (264). De esta manera la paz es la ambición de las
dos realidades pera cada una de ellas la busca desde sus intereses y
cosmovisión. La hermenéutica de la historia que nos ofrece Agustín es el relato
y el análisis de las acciones de la humanidad bajo los preceptos y enseñanzas
de la Fe cristiana. Aquí la historia no es simplemente las acciones en épocas
distintas sino su relación con la revelación el Dios vivo y trascendente (265).
Es interesante que tengamos presente que su concepción del amor es siempre
ascendente y en constante movimiento, Agustín ve el amor como un movimiento
hacia algo y en este caso hacia Dios, primero en búsqueda de la ciudad ideal y
en segunda instancia de su fundador y facilitador, es decir, la inquietud surge
hacia Dios y culmina solo en Dios. Es toda una obra que muestra su sed por el
Dios vivo que recordará muchas veces con el Salmo 42 es Agustín representando
su vida espiritual que busca incesantemente el agua para saciar su sed que es
aquí espiritual y solo Dios como en Juan capítulo 4 puede dar un agua de vida y
eternidad, es pues, una búsqueda de su propia esencia como creyente con verso
(266).
El enigma del hombre como
creyente aparece en esta obra y lo hace para quedarse y tratar de explicar su
proceder y los vacíos con los que el Hiponense llega a su Fe y a la convicción
de un Dios que sacia toda sed que se pueda presentar, un saciar pleno de todo
lo que el creyente carece, pero particularmente de una relación que madurando
engendra eternidad. La Ciudad de Dios encierra todos los anhelos de un
bautizado que después de observar desde la Fe su caminar reconoce la realidad a
la que está llamado y es la misma que edifica optando por Cristo, es la
libertad que aparece ante la vida del bautizado, pero con el compromiso de
vivirla y edificar su realidad sirviéndose de ella. El mal como una opción el
ser humano siempre muestra su lado más oscuro y penetrante en la psique el
creyente, Agustín ve con absoluta claridad como las formas del mal son
identificadas en el caminar cristiano. Como el mal se hace presente cuando el
bautizado lo alimenta y descuida a Dios en su vida, la relación con Dios es
personal e intransferible y si eso no se materializa de esta forma entonces la
superficialidad la convertirá en un trozo de hielo (267). En su experiencia reconoce la forma como los
romanos creían que su imperio se extendía y conservaba gracias a los dioses,
pero en algunos creyentes podía observar el desinterés por el Dios presente en
su historia que a diferencia de los romanos la presencia de Cristo es
totalmente salvífica dándole un matiz o connotación de Gracia a nuestro
proceder en el tiempo presente y para las futuras generaciones. Agustín asume
de esta manera que la Gracia es fundamental en el proceso histórico tanto de la
sociedad como de los bautizados en ella. Sin la Gracia no será posible que
la historia sea renovada en vocación salvífica (268). Agustín posee una
mentalidad aguda que asume con autoridad el contenido de la historia y lo
manifiesta desde su comprensión de estos acontecimientos. La realidad vista
desde la Civitas Dei es categóricamente cristianizante porque muestra la
decadencia humana y la Gracia de Dios en su orden salvífico. Es el contexto
que se muestra en su dinámica comparativa de dos realidades o mundos bajo la
intelección de la Gracia que permite interpretarla mejor que solo desde la
óptica de la vivencia humana. La sublimación desde la perspectiva de la Fe
arroja el entronque con valores que solo sin realizables desde la mentalidad
informada por la Gracia de los bautizados.
En el entretanto Roma fue
destruida por la invasión e ímpetu arrollador de los godos, acaudillados por
Alarico. Los adoradores de muchos nombres que ya comúnmente son llamados
paganos empeñados en culpar de sus acciones a la religión cristiana… el
Hiponense continua más adelante: dando a
entender que siguió esta obra durante años dedicando los cinco primeros libros
contra aquellos que pensando en la falsa prosperidad cuestionan al Dios vivo…
(Retractaciones 2,43).
LA CIVITAS DEI EN
NUESTRA ACTUALIDAD.
El espejo patente lo
encontramos hoy en los distintos modelos estrictamente antropocéntricos que
dejando la connotación de lo sobrenatural se aventuran con propuestas sociales
y políticas que solo generan un Ethos cuestionable y sin valores estructurales
como los que posee la Ciudad de Dios (269). Pues el modelo que se
estructura es difícilmente aplicable en todos los escenarios del ser humano ya
que sus motivaciones son distintas y difieren con facilidad unas de otras. El
tema social en el Hiponense toca las fibras de su pensamiento en dinámica
teológica-política, dando a entender que el modelo de la Ciudad de Dios es el
más coherente en la expresión de lo colectivo y en la vivencia de su componente
de justicia. Nosotros vemos que la situación actual esta desgastada
precisamente por un Ethos artificial que se creó solo por conveniencia de unos
cuantos que se convirtieron en una casta poderosa, particularmente en nuestras
democracias. Ese influjo destiñe los valores que brotaron del Evangelio y nos
supedita a una axiología muy pobre donde lo fundamental es el componente
antropocéntrico y la capacidad de sublimar lo material. Este acto de
sublimación genera pérdida inmediata de responsabilidad y sentido solidario,
como lo expresaría en su contexto el Hiponense,
hoy recordamos las amonestaciones de Samuel a su pueblo cuando estos le
solicitaban un gobernante (270). Y los temores de Samuel eran los mismos que
estamos viviendo ahora:
Corrupción
Autoritarismo
Mesianismo
político
Casta del poder
Manipulación de
los medios de comunicación
Pobre modelo
educativo.
Desgaste de las instituciones
del Estado
Dictadura
democrática afirmada y legalizada en las urnas.
Miedo colectivo a
perder un estatus falso
Hambre y pobreza
extrema
Irrupción de una
nueva casta económicamente poderosa la política y los gobernantes de turno
Mesianismo político
y falsos modelos sociales exitosos.
Desconocimiento
tácito de la historia
Inseguridad e
incremento de acciones delincuenciales
Indiferencia ante
el problema
Reparto económico
tipo rapiña para iglesias que respaldan al Estado sin cuestionarlo. (271).
Son solo algunos de los
flagelos que el Hiponense intuye en la interpretación histórica de la Civitas
Dei frente a su paralelismo humano. Nosotros somos parte viva del problema
porque como creyentes y ciudadanos podemos refrendar o mejor aún justificar tanta
manipulación e ignorancia política. La crítica histórica dirá que estos modelos
son factibles en la medida en la que la Des-gracia del colectivo se incremente
y este se desligue de su responsabilidad histórica. La Des-gracia es la total
ausencia de Gracia y por ende de la justicia histórica que brota de la
presencia de Dios en la conciencia del creyente. Si no hacemos histórica su
presencia entonces simplemente no tendrá espacio para actuar… Hoy es vital la redefinición
de nuestro rol en el modelo social en el que nos encontramos inmersos, La
Gracia es fundamental para superar estas dilaciones de la justicia. Sin Gracia
no hay un componente humano en la historia que salvar y por ende liberar de
estos terrores tan evidentes (272). Apuleyo (273) es otro de los escritores
importantes en el pensamiento Agustiniano, particularmente sobre la Civitas Dei
este autor argelino (cercano a Cartago) donde estudió el Hiponense afirmaba en
sus obras la relación entre los demonios y lo peor de la exposición de la
humanidad. Hoy podría sonar anacrónico, pero sin duda la relación con la
sabiduría le permitía suponer a este pensador argelino que lo mejor de la
humanidad supera lo peor del mal y que el mal como un principio de rechazo
del bien tenía su expresión en la conciencia deforme del ser humano. El mal
es el motor que destruye el orden y la armonía (ataraxia) y el ser que lo
padece soplo puede existir totalmente envilecido. Pues en la Ciudad del
hombre es realmente alienante esta conjugación se situaciones y pensamientos
como de procederes, es decir el ser humano vive presa de sus temores a los que
les entrega su libertad y posibilidad de ser feliz (274).
La libertad
perdida termina desapareciendo de la percepción humana.
El mal que somos capaces de generar se manifiesta en las mismas estructuras
sociales donde habitamos y en el entorno racional que sometemos a nuestro
análisis y con el que edificamos nuestra realidad. Agustín contrarresta el mal
enunciando las bondades de Dios y como las Escrituras que nos relatan la
dolorosa pasión del Señor también nos enseñan la razón de su misericordia y
amor por la humanidad. Es interesante como la visión del Hiponense le lleva a seguir lo que es vital en la tradición eclesial, el valor absoluto de las
Escrituras y como desde su primer libre hasta el último el objetivo fundamental
en hablar de Cristo y por ende revelarlo (275).
Reconociendo el valor
real de nuestra relación espiritual Agustín va más allá de la concepción
platónica, señalando que a Dios nos acercamos por la semejanza espiritual y no
por la perfección corporal (276). Esta relación solo reconoce a Cristo como el
gran mediador entre Dios y la humanidad.
De lo anterior desprendemos parra nuestra praxis qué la verdadera adoración
al Señor parte del corazón cuando este está en orden con las disposiciones de
la Palabra y las enseñanzas de la Iglesia. Esta participación es posible
mediante la Gracia que espiritualiza nuestra relación de semejanza con el Dios
revelado. De esta cuestión asumimos una enseñanza muy particular del Hiponense
sobre la oración y que resume su abordaje Psicológico del problema enunciado: Te
pareces a lo que le oras, si lo haces a la tierra entonces eres tierra, si lo
haces a Dios entonces eres Dios. Es un gran avance para su tiempo el
suponer la plena identidad y configuración de nuestras vidas con la revelación
de Dios, Agustín sin duda está planteando una relación espiritual profunda
donde la impronta de Dios se torna en salvífica (277). Las Huellas de Dios o
sus Vestigias entran categóricamente en esta consideración porque son en si el
reflejo de la acción Creadora de Dios y las estructuras en las que vivimos
nuestra concepción existencial. Las Huellas de Dios son el reflejo de su
doctrina (Agustín) sobre la relación de la Gracia en los escenarios
antropizados donde el creyente vive su Fe y su existencia bajo el signo de la
redención. La procedencia de nuestra voluntad es reflejo de su interacción
con las demás potencias del alma. Definimos primero la Voluntad porque en ella
reside la capacidad de optar y a pesar de su unidad intrínseca y por ende
indisoluble, la voluntad humana es el principio fundamental de la decisión
salvífica en nosotros. El Acto Creador es amoroso y volitivo porque fue en
su Santísima Voluntad que Dios lo dispuso y determinó con el alcance que ni
siquiera conocemos (278).
La Fe es el argumento
cumbre de la Civitas Dei, es la razón por la cual el ser humano se mueve hacia
la plenitud de su existencia. Somos por
la Fe guardando la comparación lo que fueron y aún más que los patriarcas y
profetas del (A.T) (279). Aquí el alma es purificada por la acción del Espíritu
de Dios en una relación amorosa plena a lo largo de nuestra existencia, leyendo
entre líneas al Hiponense podemos afirmar categóricamente que incluso los
sacerdotes del (A.T) y todo el pueblo judío se purificaban no por la sangre de
los sacrificios sino en la potencia amorosa de Mesías futuro. Aquí todo depende
de Dios y no de los hombres. Aquí la
Gracia es producto de la escenificación de la entrada del Hijo de Dios en la
historia humana, aquí vemos reflejada su relación amorosa con la Trinidad de
Dios, hacia donde deriva todo lo humano y donde todo lo humano es potenciado en
un abrazo amoroso llamado Gracia (280).
10. DOCTRINA EN TRIPARALELO O DOCTRINALIA TRIPARALELO.
El
compendiador de las obras del último PP. latino (Isidoro de Sevilla) Beda el
Venerable (281) exclamó: Después de los Apóstoles no hay en la Iglesia Magisterio mayor que el de Agustín de Hipona… |
Su concurso en distintas
ramas del saber es muy amplio y particularmente atendió a las necesidades de la Iglesia particular de Hipona (hoy Argelia en el Norte de África) de la que fue
su Obispo, y por ende de la Iglesia universal. Se siente su influencia en los
concilios sucesivos, entre los protestantes históricos (pleonasmo) se convirtió
en el PP. de la Iglesia más consultado. Entre
nosotros el Movimiento de Oxford tradujo las Confesiones siendo el primer
escrito que la Iglesia de Inglaterra consideró sobre espiritualidad cristiana
en las décadas del 30 al 50 del siglo XIX proveniente de los PP. Sobra
también decir que su influjo se sintió en reformadores como Teresa de Ávila (282)
y Juan de la Cruz (283). Adolf Harnack (284) es quien con más frecuencia ha
hecho hincapié en el papel señero que ha jugado el Doctor de Hipona. Harnack ha
estudiado el lugar de Agustín en la historia del mundo como reformador de la
piedad cristiana y su influencia como Doctor de la Iglesia.
En su estudio de las
Confesiones vuelve a lo mismo: "Ningún hombre desde Pablo es comparable
a él" - con la excepción de Lutero, y añade- "Aún hoy vivimos
según San Agustín, nutridos por su pensamiento y por su espíritu; se dice que
somos hijos del Renacimiento y de la Reforma, pero tanto aquel como ésta dependen
de él." El mitrado inglés W. Cunningham no es menos apreciativo de la
magnitud y perpetuidad de esta extraordinaria influencia: La totalidad de la
vida de la Iglesia medieval estaba enmarcada siguiendo líneas que él ha
sugerido: sus órdenes religiosas lo reclamaban como patrón, sus místicos
encontraron un tono congenial en sus enseñanzas, su forma de gobierno era hasta
cierto punto la realización de su descripción de la Iglesia cristiana; en sus
varias partes representaba la puesta en práctica de las ideas que él abrigaba y
difundía. Tampoco terminó su influencia con la declinación del medievalismo
((285): veremos ahora qué tan cercano está su lenguaje al de Descartes, quien dio
el primer impulso a la filosofía moderna y definió su carácter especial. Solo
citamos un par de comentarios sobre el Hiponense que nos permiten concluir que
el Hiponense posee autoridad normativa en las posturas teológicas cercanas a
nosotros. A pesar de poseer un lenguaje cercano a nosotros y actual en su
manera de conducirse no desconocemos sus equivocaciones las cuales atenuamos si
consideramos que su trabajo se desarrolló hace ya 1500 años. En la actualidad
poseemos recursos que sin duda hacen la diferencia. Brevemente queremos
compartir nuestras reflexiones sobre cuestiones varias en su doctrina
teológica. Son muchas las obras que durante su vida activa el Hiponense redactó
y compartió con sus feligreses en Hipona. Nos queda la sensación de la
necesidad real de interpretar su visión para el posterior desarrollo de
acontecimientos similares a los vividos por él en su natal Hipona bajo la
influencia del decadente Imperio romano.
En cuanto a la crítica de su obra literaria solo podremos decir que su
contenido y redacción como la expresión de su pensamiento le hace actual,
opinamos como muchos que leer a Agustín de Hipona es como leer a autores de
nuestro siglo o pasado reciente, en lo personal
pienso que su pensamiento se puede leer con la facilidad que hemos leído
y conocido a Hegel, Heidegger, John Dewey, Kant, Hooker, Descartes, Leonardo
Boff o Kart Rahner, y también citar al más grande teólogo vivo amante de su
pensamiento Joseph Ratzinger (junto con Leonardo) incluimos a los
anglicanos John Keble, Newman, Eric Mascall, solo para mencionar algunos y lo
interesante es descubrir en sus escritos la huella de este hijo de África.
Su pensamiento se muestra
actual e indispensable en cualquier escuela teológica tanto en Occidente como
en Oriente, no hay una sola catedra teológica que no tenga presente en sus
frases y sentencias a este hombre de Fe. La reforma protestante tomó sus
escritos y los digirió, Lutero, Zwinglio, Calvino, Cranmer, la misma
contrarreforma romana, los reformadores de las ordenes mendicantes más
importantes del mundo latino solo para citar, Jesuitas, Agustinos, Dominicos,
Franciscanos, su regla monacal es anterior a Jerónimo, Benito, Bernardo de
Claraval, Romualdo, entre otros. Los PP. del Movimiento de Oxford, tradujeron
las Confesiones buscando su ruta espiritual. Ahora las universidades bautistas,
adventistas es el PP. de la Iglesia que más consultan. Es junto a Ambrosio, Jerónimo y Gregorio
Magno, los cuatro grandes latinos. Humanistas clave como Erasmo de Rotterdam
era Agustino, el mismo Lutero también. La Iglesia romana reconoce que la Orden
que heredó su pensamiento está a la vanguardia junto a los Jesuitas en la
formación teológica y filosófica de sus religiosos… la crítica literaria
corresponde a su momento como es natural y sus escrúpulos sin duda se
manifestaron particularmente en temas de sexología, pero nada demerita sus
aportes a la vida del bautizado. La forma de escribir es fácil de comprender y
nos invita a profundizar en su pensamiento iluminado. Asociar su pensamiento al pasado y
considerarlo pretérito sería un error grande para cualquier institución
eclesial (286).
EL HOMBRE.
Es visto por Agustín como
la más elevada obra de Dios y dotado de cuanto este necesita para conocerle y
en este proceso admite el conocimiento natural iluminado por la Gracia. El
presupuesto salvífico es absolutamente Cristocentrico y el ser humano como persona
creada por Dios conserva su libertad y capacidad de optar libremente en lo que
conocemos como Libre Albedrio. Es parte de la creación y se encuentra inserto
en la naturaleza de la cual es el mayor pensante, pero sin perder su
connotación singular.
Es la causa por la cual Cristo se encarnó y le
elevó a la condición de hijo adoptivo de Dios. Conservamos nuestra Imagen y
Semejanza con Dios Trinidad en la expresión de nuestra racionalidad. Sobre
la sexualidad se presenta dificultades ya que Agustín conserva el influjo
platónico sobre el cuerpo y lo ve como un obstáculo en el desarrollo de una
vida salta.
Acepta la existencia de
las potencias del alma y las empleará posteriormente para tratar el tema de la
Trinidad Divina, aduciendo la inseparabilidad esencial entre ellas (Memoria,
Voluntad, Entendimiento).
Considera al ser
humano como sujeto de salvación por la obediencia a Cristo en su Iglesia. Asume
la importancia esencial de nuestra racionalidad la que observa concretamente
como la forma de nuestra existencia.
La antropología
trascendente del Hiponense sitúa al ser humano en lo más elevado de la obra de
Dios. No le concede el absoluto dominio sobre la creación porque considera que
este tiene responsabilidad al contaminarla con sus pecados estructurales. Es
una manera de decir que el pecado de la humanidad se siente decadente en medio
de la creación y que tanto ella como nosotros necesitamos de la Gracia en el
plan salvífico de Dios Padre cuya Voluntad salvífica y por ende reconciliadora
se intima en la misión de su Hijo Jesucristo.
La trascendencia
es necesaria en la sublimación integral de la existencia humana y más de los
bautizados como correligionarios.
Agustín ve la persona
humana en una constante búsqueda de la verdad que es Dios y la necesaria
realización de esa perfecta verdad es la salvación de cada ser humano. Ciertamente,
Agustín pensaba como los estoicos que las operaciones de la dimensión apetitiva
del alma se las puede sujetar a un señorío mediante la voluntad. Sin
embargo, siguen estando sujetas a reacciones completamente espontáneas. En
ocasiones, el surgimiento de determinadas emociones, como la libido, no pueden
ser totalmente controladas; pero al mismo tiempo, ello no significa que lleven
automáticamente a una persona a comportarse de cierta manera, pues la gente
puede voluntariamente consentir o rehusar la incitación de una determinada
emoción, e incluso repelerla de manera más activa que el simple rehusarse a
secundarla mentalmente. La connotación del alma es particularmente
importante en cuanto a la voluntad de la persona.
LA PREDESTINACIÓN.
Defiende esta doctrina
que levanta todavía grandes escozores entre algunas iglesias protestantes. Dentro de la libertad absoluta del ser humano
reconoce Agustín que ni la más evidente de esta podrá sobrepasar el plan de
Dios, es una declaración de Fe sobre el gobierno de Dios en la vida de la
persona humana. No está condenando la existencia y muchos menos la Gracia a un
actuar condicionado o supeditado a las emociones y raciocinios humanos, más
bien ve la necesidad de asumir que por sobre cualquier determinación de nuestra
parte siempre predominará la Voluntad de Dios en su expresión absolutamente
salvífica.
No estamos condenados
a la libertad sino en posesión de la esperanza salvífica disponible para la
humanidad en todas las épocas y estadios de madurez.
Dios libremente nos llama
y libremente nos redime. Agustín no condiciona la promesa y mucho menos la
acción salvífica de Dios Trinidad.
Ser libres implica que la
libertad es vivida por la Gracia de quien toma forma y fundamento, quien no
posee la Gracia en su vida será esclavo del mundo y sus propuestas. La
seducción del ser libres sin fundamento en Cristo es mera ambición sensorial.
En esta expresión rechaza la influencia del destino por considerar esta
expresión enclavada en la autosuficiencia humana y no en la riqueza de Dios y
su amor por nosotros.
La predestinación
no supone un desechar la libertad y como dirían los existencialistas una
condena ineludible el ser humano, pues el misterio salvífico que supone la
predestinación cuanta con la vocación y voluntad salvífica por la Gracia en
cada bautizado.
Dios no está obligado y
tampoco lo está el ser humano y la realidad creada por el ser humano es fruto
de su interacción con el mundo y sus criaturas y también en estos escenarios la
Gracia actúa en Voluntad amorosa del padre que es lo mismo que decir salvación.
Para el Hiponense un
misterio que solo desde la Fe es posible abordar y enfatizar en la absoluta
libertad amorosa de los hijos de Dios “Ama y haz lo que quieras”
entronca con toda la realidad humana posible. No es solo una expresión
liberadora sino también la fundamentación de toda liberación humana. El amor
libera porque es el nexo con el Dios revelado.
La encrucijada
antropológica está precisamente en la concepción de una realidad material
asumida e interpretada por el hombre en el medio de su propia historia, de una
historicidad que no cuenta solo sus acciones y las del medio o habitad, sino
también la interpretación de lo sublime en su realidad percibida. La carne y la
mente se unen hipostáticamente y a sí mismo perciben la realidad y su entorno.
La afectación del entorno es producto
precisamente de la relación esencial entre la materia y el espíritu.
LIBRE ALBEDRÍO.
La obra de Libero Arbitrio, es determinante en la teoría del conocimiento y la
axiología que el Hiponense vive de cara al Dios revelado.
La libertad en el ser
humano es fundamental para aceptar a Dios y por ende la salvación, no somos
seres predeterminados y nuestras cadaunadas también necesitan ser reconocidas
por la Gracia. No es posible hablar de salvación evitando la exposición
dialéctica del Libre Albedrío, solo cuando eres verdadera y auténticamente
libre y en dominio de tu ser puedes optar esencialmente por Cristo…
Estar en posesión del ser pleno antropizado
nos implica desde luego tener la posibilidad de concretar la realidad a partir
del ser libre y vivo por la Gracia.
Ser libres es determinante
según la naturaleza racional que hemos recibido y ese conocimiento natural son
potenciados por Dios. El Acto Humano es el ejemplar más expresivo de esta
condición. La intencionalidad se anida hábilmente en nuestras conciencias y
solo Dios tiene acceso a ella. Guardando las proporciones con el presente
diremos que es la denominada “caja negra” de una aeronave, en dicha caja se
guardan todas las informaciones del vuelo y estado de la máquina. Como quien
dice solo en ella de ser necesario está contenida la información que es
relativa a su funcionamiento intrínseco como aeronave.
Para el Hiponense
Cristo es el modelo de nuestra libertad hacia Él debemos tender. La
racionalidad es pues según lo dicho anteriormente la Causa Eficiente de nuestro
Libre Albedrío.
Ser libres implicará que
las acciones y su intencionalidad también lo sean, es pues, una fórmula metafísica el suponer la libertad más allá de los condicionamientos de nuestra
naturaleza limitada, pero la presencia de Dios es la fuente de toda capacidad
de autodeterminación.
El bautizado vive
en el mundo construyendo realidades bendecidas y todas ellas proclives a la
salvación, el mundo es un escenario donde el creyente vive su filiación
adoptiva como hijo de un mismo Padre Dios.
La esencia de nuestra
libertad se ajusta a nuestra connotación y esencial racional, el auto
reconocernos dueños de la vida y el presente es una manifestación del albedrío puesto por el Creador en nosotros. Pues en el Hiponense es esencialmente
optativo el camino que tomemos para suponer la realización plena. Pero solo en Dios se auténticamente libre y bien
intencionado.
SOBRE LA RELIGIÓN.
SERMONES Y EPÍSTOLAS.
SOBRE LA AMISTAD.
Agustín considera desde
sus más profundas reflexiones que la Religión Católica entendida en el presente
desde su universalidad doctrinal es el fundamento y principio de todas las
confesiones cristianas, de allí su radicalidad sobre la salvación. Frases como
“fuera de la Iglesia no hay salvación” no pueden ser comprendidas fuera
de esta universalidad a la que están llamados todos los que conocen a Cristo y
conocerán por la obra misionera de los cristianos. Esta universalidad es clave
para entender la unidad entre los bautizados.
No estamos argumentando
cosa distinta a su convicción sobre la universalidad de nuestra confesión de
Fe, tengamos presente que como episcopales-anglicanos, estamos movidos por el
ser de nuestra catolicidad la cual es exaltada cada domingo cuando acudimos al
símbolo de Nicea… Axiomáticamente podernos decir utilizando el modelo
paradigmático del franciscano Duns Scotto: La obre de Cristo es universal, la
necesidad de salvación también, luego la Iglesia debe ser universal.
Para el Hiponense la
preeminencia de la Iglesia reposa en el mandato del propio Cristo de “ir a
bautizar y consagrar a las Divinas Personas a los nuevos creyentes” no es una
postura soberbia sino coherente con la universalidad el mandato, y si este
encargo es universal el vehículo para lograrlo también deberá serlo.
La religión como sistema
de creencias es definitivo en la consecución de una espiritualidad bien
edificada y movida por contenidos aterrizados y ejemplarizantes. Hoy como hace siglos el papel formativo
define junto a la espiritualidad el tipo de institución educativa deseada y
buscada.
Su labor fue desde la
formación al pueblo cristiano, Agustín nos enseñó que la formación es vital
para el desarrollo doctrinal y para todo acuerdo programático y plan de trabajo
en la vida de la Iglesia y sus iglesias particulares (Diócesis) sin formación
nos podremos encontrar navegando en un mar oscuro y sin ruta alguna.
Todos sus sermones y
cartas obedecían a una necesidad grande en la vida de la Iglesia y
particularmente de su Diócesis nos referimos a Hipona. El carácter de una
formación metafísica supone que sus conocimientos van más allá que las letras
para instalarse en la sique del creyente que edifica su andamiaje espiritual
precisamente con el conocimiento de las cosas de Dios.
La cultura formativa de
Agustín fue modelo de la Iglesia universal, como Obispo tenía la costumbre de
reunir cada semana a su clero para compartir el pan de cada día y la palabra.
De esta forma los vínculos del clero con su Obispo eran muy poderosos porque
Agustín no era el “jefe infalible” sino el maestro, amigo y hermano en la Fe de
allí encontramos su expresión: Con ustedes soy cristiano, entre ustedes soy
Obispo. Estos principios los compartía
celosamente con sus hermanos y con sus feligreses de Hipona. Es interesante que
precisamente su manera de enseñar le llevó a expresar la necesidad de educar al
pecador y no rechazarle. Esta postura amplia la estela salvífica al centrar
nuestra respuesta en el influjo de la Gracia. Agustín asume un rol
determinante en la educación teológica de la Iglesia y esa postura le permitirá
conocer su realidad esa misma que se percibe bajo las categorías doctrinales y
como enfrentar los sucesos del tiempo sin perder la esencia de la misión
eclesial. En el esquema doctrinal donde el Amor fue convertido en la
realidad esencial de nuestra existencia racional y sobrenatural, el Hiponense
habla sobre este amor que se conoce en expresiones según la naturaleza de la
relación, por esta razón el Hiponense como decíamos en otro apartado hace
distinción entre el amor filial, el esponsal y la amistad, esta distinción nos
permite ver el valor esencial de la relación que el ser humano entabla con
quienes le rodean. Amamos a Dios en el contexto del amor filial de Aquel que
nos ama como sus hijos adoptivos, de Aquel que siendo Dios mira con amor a la
criatura redimida, ese amor es al que estamos llamados a vivir plena y
perfectamente de allí si expresión categórica: Tú Señor nos hiciste para Ti y
nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti. Es pues evidente la
naturaleza de este amor. Un amor de esta magnitud solo puede ser perfecto en
su presencia, es el camino de nuestra razón de ser y existir, se convierte en
una gracia de índole escatológica.
El amor esponsal,
es el que corresponde a la pareja a los esposos cuya vivencia se sublima y
eleva al grado de castidad perfecta cuando son los esposos los que se aman. Los
esposos son modelo de Cristo y su Iglesia y entre ellos solo puede existir al
amor que les une y dona el uno al otro siempre en todo momento y circunstancia.
El amor amistad, es aquel
cuya generosidad no depende de la sangre o el vínculo familiar o esponsal, es
el amor por los amigos que rompe todo paradigma de entrega y donación, dice el
Hiponense que es vital amar a quienes están a nuestro lado como amigos y como
hermanos, solo para recordar su amistad tan estrecha con Posidio y Alipio.
En estas formas de amor
se manifiesta la Gracia de Dios que hace de cada experiencia algo autentico y
real y por ende redimido en Cristo: El amigo que nunca falla.
(287-288-289).
(11). LAS CONFESIONES Y LAS RETRACTACIONES.
Tener presente: Las
confesiones son sin duda una obra literaria resultado de la profunda Autognosis
del Hiponense, que no es otra cosa que su profundo conocimiento de sí mismo.
La obra del Hiponense posee
dos estadios de madures académica y espiritual que le permiten desnudar su ser
interior y ajustarse a su propia conversión. Las Confesiones no solo contienen
las reflexiones de su espiritualidad y Fe en el Dios revelado, sino que en
medio de sus polémicas ellas son el fruto de las meditaciones sobre todos y
cada uno de los temas que trató desde la academia. Ellas muestran su ser
interior y en qué manera vivía su Fe. Ellas permitieron al hombre hablar de sus
debilidades y exaltar sus fortalezas en Cristo, en ellas el Hiponense retrata
lo que fue su vida no a manera de biografía sino de reflexión salvífica
mostrando progresivamente el influjo de la Gracia en sus actuaciones. En esta
obra Agustín muestra el ser interior que luchó contra sí mismo buscando la
razón de su existencia y la meta de sus anhelos. Cuando las hemos leído nos
queda la sensación de estar ante una gran confesión de Fe que se vivió por
etapas a lo largo y ancho de su vida como pagano y luego como bautizado, ese es
el Agustín que buscaba incansablemente la belleza de su existencia como el
llamará muchas veces el orden dado por Dios. Un Dios que se reveló en su vida y
no podríamos dejar fuera las palabras en Milán (en hostia tiberina), el Toma
y Lee incansable que asumió como el motor de su genial trabajo, toma y lee la
Palabra de Dios, toma y lee la situación del ser humano en su mundo, toma y lee
el valor de las Escrituras inspiradas…
Las discusiones santas con Ambrosio obispo de Milán, y mucho antes las
polémicas maniqueístas, luego de años de ministerio aparece el tema
cuestionante de arrío y Pelagio, Donato también y el africano toma su arsenal
de Fe y academia para entrar en defensa de la Iglesia local y universal. Es
curioso cómo nos dice que de joven aborrecía el griego y que como es natural se
inclinó por el latín, leyendo a los grandes clásicos que marcaran su vida.
Agustín es absolutamente
y radicalmente cristocentrico y en la confluencia del término podremos también
denominarlo como totalmente teocéntrico y teonomo, su experiencia con Cristo
toca al padre Dios y a su Espíritu guardando la dicha del misterio Trinitario
que tanto le robo el sueño durante toda su vida. La razón de esta Fe conversada
es precisamente que se enriqueció con su experiencia y meditación, no es la Fe
del Hiponense una experiencia quieta o estrictamente individualista, es
expresión de su sentir eclesial y ministerial.
Su corazón caminaba de la mano con la razón y sus argumentos de allí se
desprende su sentencia: Que lo que creemos por Fe sea sometido a la razón,
no es una praxis emocional sino intelectiva y amorosa. Es amar y saber del
porqué de nuestro amor, y como el mismo lo dirá en el Dios que se muestra para
que viéndole creamos en Él.
A ti es a quien se debe
pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así;
así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén. Con estas palabras
culmina su obra de las Confesiones. Sin leerlas y meditarlas difícilmente conoceremos
al hombre detrás de las enseñanzas. Al ser humano y su Fe en el Dios vivo y
revelado.
Por lo anterior hemos
tomado lo primero y ultimo de su obra las Confesiones para ilustrar la dinámica
inicial de su expresión de Fe y como al final conserva toda su riqueza y valor.
Porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose
en ti (quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in
te) es en Dios donde encuentra el Hiponense la razón de todas sus búsquedas y lo
hace existencialmente de lo contrario su vida no tendría sentido fuera de su
verdad la unica y autentica verdad del Dios manifestado en amor y por amor (290). Las Confesiones son pues el compendio de sus
motivaciones y verdades tanto buscadas como encontradas y todas ellas le
llevaron a Dios. Agustín estableció un principio esencial al asumir que la
búsqueda de Dios era el todo de su existencia y no se contentó con encontrarlo,
sino que materializó su Fe al vivirlo. Las peripecias que vivió son también parte
de su incansable búsqueda y la paz que finalmente alcanzó contrató con la
invasión a su entrañable Hipona. Justo en ese tiempo de asedio falleció el
Hiponense y su legado se quedó en la psique eclesial por definición, su
magisterio tomó forma con el correr de los años a lo que es hoy una realidad
escrita y pensada en todo el ámbito de la catolicidad. La Fe una vez más sale
al encuentro del batallador e incansable Agustín de Hipona, una Fe siempre
nueva y dispuesta a continuar conociendo y amando para tener noción cierta de
donde y como depositó su amor. El Yo íntimo de la Fe del Hiponense, ese Yo
que se materializa en su voluntad cognoscible puede y debe convertirse en un
objeto filosófico y fundamento de su habilidad dialéctica, no es solo su
declaración de Fe sino y sobre todo la posibilidad de someter lo conocido a su
influjo, luego, según lo expuesto las Confesiones son manifestación de su
intelecto. El filósofo sale a relucir en las disertaciones de su obra
porque se mantiene firme a sus convicciones y modos de vivenciar la Fe
revelada. Es pues, la certeza de su pensamiento el que le permitirá analizar de
forma introspectiva su pensamiento de cara a la verdad ya encontrada
(291).
La meditación no está
confinada a una mera experiencia mística, ni a una visión solitaria del hombre
respecto del ser-divino, sino que, al contrario, en Agustín destaca una nota
original al plantear la posibilidad gnoseológica de un coloquio con Dios en el
marco de un contexto que hoy se conoce como intersubjetividad. Así, se piensa sobre las posibilidades de
obtener la felicidad para todas las criaturas humanas y para el devenir del
colectivo, pero se hace desde la interfaz que genera la conversatio
(conversación) con Dios y su designio de
sabiduría en el alma; co-extensivamente, se proyecta la historia misma
de la humanidad a partir de ese eje, prueba de ello son sus conexiones con la
Filosofía de la Historia representada por algunos de sus célebres textos, como
sucede con De Civitate Dei, donde el centro de la cuestión es una suerte de
pensamiento utópico cifrado por la presencia totalizante de su objeto de
estudio, Dios. La meditación, entonces, es la clave genealógica desde la que
se puede comprender el proyecto ético agustiniano (292).
Las Confesiones
caminan entre los mundos establecidos por su mente de acuerdo a la respuesta
vivencial de su Fe, nos referimos por un lado al conocimiento de su entorno
somático donde teje sus historias de amor y desamor y por otro la vivencia de
su inquieto corazón por encontrar la verdad.
Una realidad tal con estos ingredientes solo puede ser decantada en la
meditación profunda de sus acontecimientos y direccionar su realidad. Quien más
que Agustín que vivió en la búsqueda insaciable del conocimiento por largos
años. Agustín problematizó su contenido para despejar sus interrogantes, siguió
su método filosófico para clarificar la finalidad de las mismas. Las
Confesiones no son un “diario rosa” más que el día a día, lo que figuran en sus
páginas son las reflexiones de un alma en sed de Dios permanentemente. La
moralidad que encontramos en sus líneas nos muestran al hombre seguro de sus
acciones y también de las implicaciones de estas, es aquí donde el ser humano
representado en sus vivencias se convierte en un “auténtico milagro” que sabe
buscar a Dios y cuando lo encuentra aplica la formula evangélica “ de vender
todo para comprar la tierra y apoderarse de su tesoro” pues ese tesoro es Dios
revelado en la historia y en el alma de los creyentes y de todo ser creado que
con amor verdaderamente le busque porque no miente el profeta cuando dice de
parte de Dios: “me dejaré encontrar de vosotros” (Jeremías capítulo 29
versículo 14). Es pues el milagro en la vida el creyente cuando Dios permite
ser encontrado y revelado como cuando el Bautista revela a Jesús para sus
discípulos que inmediatamente lo dejaron y caminaron en pos del Señor (293).
Esta importante obra la ubicamos en el año 400.
Grandes eres, Señor, y
muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y
pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el
hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su
pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere
alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello,
haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro
corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia fecisti nos ad te et
inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te) Dame, Señor, a conocer y
entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte que
invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce? Porque, no
conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra. ¿Acaso, más bien, no
habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y cómo invocarán a aquel en
quien no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica? Ciertamente,
alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le buscan le hallan y los
que le hallan le alabarán. Que yo, Señor, te busque invocándote y te invoque
creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te invoca, Señor, mi Fe, la Fe
que tú me diste, que tú me inspiraste por la humanidad de tu Hijo y el
ministerio de tu predicador.… Pues ¿qué es entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino
el Señor Dios? ¿Y qué Señor hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro
Dios? Sumo, óptimo, poderosísimo, omnipotensísimo, misericordiosísimo y
justísimo; secretísimo y presentísimo, hermosísimo y fortísimo, estable e
incomprensible, inmutable, mudando todas las cosas; nunca nuevo y nunca
viejo; renuevas todas las cosas y conduces a la vejez a los soberbios, y no
lo saben; siempre obrando y siempre en reposo; siempre recogiendo y nunca
necesitado; siempre sosteniendo, llenando y protegiendo; siempre creando,
nutriendo y perfeccionando; siempre buscando y nunca falto de nada. Amas y no
sientes pasión; tienes celos y estás seguro; te arrepientes y no sientes dolor;
te aíras y estás tranquilo; cambias de acciones, pero no de plan; recibes lo
que encuentras y nunca has perdido nada; nunca estás pobre y te gozas con las
ganancias; no eres avaro y exiges intereses. Te ofrecemos de más para hacerte
nuestro deudor; pero ¿quién es el que tiene algo que no sea tuyo? ¿Pagas deudas
sin deber nada a nadie y perdonando deudas, sin perder nada con ello? ¿Y qué es
cuanto hemos dicho, Dios mío, vida mía, dulzura mía santa, ¿o qué es lo que
puede decir alguien cuando habla de ti? (¿aut quid dicit aliquis, cum de te
dicit?) Al contrario, ¡ay de los que se callan acerca de ti!, porque no son más
que mudos charlatanes (294).
Nosotros, pues, vemos
estas cosas, que has hecho, porque son; más tú, porque las ves, son. Nosotros
las vemos externamente, porque son, e internamente, porque son buenas; más tú
las viste hechas allí donde viste que debían ser hechas. Nosotros, en otro
tiempo, nos hemos sentido movidos a obrar bien, después que nuestro corazón
concibió de tu Espíritu; pero en el tiempo anterior fuimos movidos a obrar mal,
abandonándote a ti; tú, en cambio, Dios, uno y bueno, nunca has cesado de hacer
bien. Algunas de nuestras obras, por gracia tuya, son buenas; pero no
sempiternas: después de ellas esperamos descansar en tu grande santificación.
Mas tú, bien que no necesitas de ningún otro bien, estás quieto, porque tú
mismo eres Tú quietud. Pero ¿qué hombre dará esto a entender a otro hombre?
¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A ti es a quien se debe pedir,
en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así; así se
recibirá, así se hallará y así se abrirá. Amén. (295).
Las Retractaciones
obedecen a su deseo de clarificar conceptos que antes en sus obras expresó el
Hiponense con algún grado de dificultad o simplemente desea cambiar una u otra
postura con relación a su pensamiento, es pues, el uso racional y consciente de
la lógica de sus ideas (296). Escritas al final de su existencia terrenal entre
los 426 y 428. Cronológicamente el Hiponense analiza su obra como lo
expresábamos arriba (296). No se trata de una profundización en su
pensamiento sino de un análisis positivo de las circunstancias en las que
inicialmente hacia sus trabajos teológicos. Es muy factible al leer estos
dos libros donde experimentemos la certeza de un segundo análisis, pero en
realidad solo pretendía aclarar su pensamiento ante algunas ideas cambiantes
que podían influir su estadio y madurez espiritual como emocional (297). La
reflexión se plantea en la misma línea histórica de todos sus escritos. En todo
su trabajo final no encontramos dificultad alguna que afecte la forma y
contenido de su empresa teológica, es más que toda consideración la necesidad
humana de estar completamente seguros de haber expresado conforme a la
voluntad. Para no olvidar que el tiempo puede clarificar como afirmar alguna
tesis cuyo componente Psicológico deba aun superar estadios iniciales en la
profundidad de sus ideas (298).
Su método desarrolla toda
una propuesta filosófica que como teoría del conocimiento interioriza sus ideas
al punto de gestar una interpretación condicionada por la fenomenología e
inmanencia de esta, es decir, nada de lo corregido es tan importante que
pudiera cambiar la concepción y naturaleza del concepto en el que fue
expresado. La naturaleza de las ideas Agustinianas es siempre la misma. La
base académica reposa sobre la indagación de la Fe. Aquí la academia no es
solo ideas y conceptos encontrados en su devenir histórico, es la intuición del
alma que reposa en su Fe y partiendo de su Fe conoce y se interroga sobre lo
conocido. La visión antropológica de su pensamiento se nutre de la
experiencia humana y es precisamente la experiencia humana la que es sometida a
su análisis final, más no así su Fe en el Dios Trinidad. La fuerza de las ideas
en el Hiponense es el fiel reflejo de su mentalidad inquisitiva y deseosa de
saciarse en la única fuente real de conocimiento supra, nos referimos a Dios.
En cuya Gracia el ser humano encuentra todo lo que necesita para entender y
vivir la realidad de su entorno y que decir de su componente intuitivo que
revela aún más de lo que el corazón y la mente inquieta apetecen. Así y de esta
forma la academia era un platillo delicioso para el Hiponense.
La inquietud es fruto de
su Fe y esta se vive a un nivel existencial que determinará en Agustín la
noción fundamental de bienestar y felicidad. No un encuentro dialéctico con
la realidad material desprovista de Gracia sino un conocer el entorno y su
componente descriptivo desde la fundamentación de su Fe. La Gracia mueve
toda su experiencia de conocimiento al plano mismo de su realidad cognitiva, Dios
revela en los bautizados su Voluntad y lo hace pensando en la salvación de la
persona humana. Si estamos afirmando la Voluntad de Dios entonces nos referimos
a la historia donde su Voluntad que se manifiesta y encarna, luego el Verbo de
Dios entró y santificó cada segundo que llamamos historia sea en el pasado o
presente. Los eventos son en sí salvíficos desde cualquier connotación por
donde les abordemos, Dios no vive la historia la piensa y esta es, la
relación salvífica, en este orden nos dice que la salvación, si bien, es
puntual e histórica está delante de Dios incluso antes de la misma creación en
el tiempo y la materia (299). Es histórica
porque está en el tiempo, pero no por sobre la verdad revelada de Dios.
OBRAS DE AGUSTÍN EN ORDEN CRONOLÓGICO.
86....................Contra
los académicos
386....................La
vida feliz
386....................El
orden
387....................Soliloquios
387....................La
inmortalidad del alma
387-88...............La
dimensión del alma
387-91...............La
música
388....................Las
costumbres de la Iglesia y la de los maniqueos
388-90...............Comentario
al Génesis contra los maniqueos
388-95...............El
libre albedrío
389....................El
maestro
389-91...............La
verdadera religión
389-96...............Ochenta
y tres cuestiones diversas
391-92...............Utilidad
de la fe
391-92...............Las
dos almas del hombre
391-92...............Actas
del debate contra el maniqueo Fortunato
393....................La
fe y el Símbolo de los apóstoles
393....................Comentario
literal al Génesis, incompleto
393-96...............El
sermón de la montaña
393-96...............Salmo
contra la secta de Donato
393-96...............Réplica
a Adimanto, discípulo de Manés
393-96...............Exposición
de algunos textos de la carta a los romanos
393-96...............Exposición
de la Carta a los Gálatas
393-96...............Exposición
incoada de la Carta a los Romanos
393-96...............Carta
28 a Jerónimo
394-95...............La
mentira
394-95...............La
continencia
396-97...............Cuestiones
diversas a Simpliciano
396-97...............El
combate cristiano
396-97...............Réplica
a la Carta de Manés, llamada "del Fundamento" 396-97...............La
Doctrina Cristiana
397-400.............Cuestiones
de los evangelios
397-400.............Anotaciones
al libro de Job
400....................La
catequesis a los principiantes
400....................Las
confesiones
400....................Réplica
a Fausto, el maniqueo
400....................Concordancia
de los evangelios
400....................El
trabajo de los monjes
400....................La
fe en lo que no vemos
400....................Réplica
a la carta de Parmeniano
400....................Tratado
sobre el bautismo
400....................La
bondad del matrimonio
400-401..............La
santa virginidad
401....................Réplica
a las cartas de Petiliano
402....................Carta
a los católicos sobre la secta donatista (la unidad de la Iglesia)
400-416..............La
trinidad
401-415..............Comentario
literal al Génesis
404....................Actas
del debate con el maniqueo Félix
405....................Naturaleza
del bien
405-406..............Respuesta
al maniqueo Secundino
405-406..............Carta
82, a Jerónimo
406....................Réplica
al gramático Cresconio, donatista
406-411..............La
adivinació diabólica
408....................Carta
93, a Vicente Rogatista
408-409..............Seis
cuestiones contra los paganos (carta 102.)
409....................Carta
108, a Macrobio
410....................Carta
118, a Dióscaro
410....................Carta
120, a Consencio
410....................El
único bautismo (Réplica a Petiliano)
411....................Resumen
del debate con los donatistas
412....................Mensaje
a los donatistas después del debate
412....................Carta
137, a Volusiano
412....................Carta
138, a Marcelino
412....................Carta
140, a Honorio
412....................Consecuencia
y perdón de los pecados y el bautismo de los niños.
412....................El
espíritu y la letra
413....................La
fe y las obras
413....................Carta
147 (la visión de Dios), a Paulina
413-426..............La
Ciudad de Dios (1º libros 1-10)
413-426..............La
Ciudad de Dios (2º Libros 11-22)
414....................La
bondad de la viudez
414....................Carta
157, a Hilario
415....................La
naturaleza y la gracia
415....................La
perfección de la justicia del hombre
415....................Naturaleza
y origen del alma
415....................Carta
167, a Jerónimo
415....................A
Orosio, contra los priscilianistas y origenistas
391-415..............Comentarios
a los salmos (1º): 1-40
391-415..............Comentarios
a los salmos (2º): 41-75
391-415..............Comentarios
a los salmos (3º): 76-117
391-415..............Comentarios
a los salmos (4º): 118-150
416-417..............Tratados
sobre el Evangelio de San Juan 1-35
416-417..............Tratados
sobre el Evangelio de San Juan 36-124
416....................Tratado
sobre la Primera carta de San Juan
417....................Las
actas del proceso a Pelagio
417....................Carta
186, a Paulino
418....................La
gracia de Jesucristo y e; pecado original
418....................Carta
194, a Sixto
418....................Sermón
a los fieles de la Iglesia de Cesárea
418....................Actas
del debate con el donatista Emérito
418....................La
paciencia.
419....................Las
uniones adulterinas
419....................Cuestiones
sobre el Heptateuco
420....................El
matrimonio y la concupiscencia
420....................Réplica
a las dos cartas de los pelagianos
420....................Contra
la mentira
420....................Réplica
a Gaudencio, obispo donatista
420....................Réplica
al adversario de la Ley y los Profetas
421....................Réplica
a Juliano
421....................Manual
de fe, esperanza y caridad (Enquiridion)
421....................La
piedad con los difuntos
422....................Respuestas
a las ocho preguntas de Dulquicio
423....................Carta
211
426-427..............La
gracia y el libre albedrío
426-427..............La
corrección y la gracia
426-427..............Las
revisiones
427....................Carta
217, a Vidal
427....................Espejo
de la Sagrada Escritura
428....................Debate
con Máximo, obispo arriano
428....................Réplica
al mismo Maximino, arriano
428....................Las
herejías, dedicado a Quodvuldeo
428....................Tratado
contra los judíos
428-429..............La
predestinación de los santos
428-429..............El
don de la perseverancia
430....................Réplica
a Juliano, obra incompleta, libs. 1-3
430....................Réplica
a Juliano, obra incompleta, libs. 4-6
386-430..............Cartas:
1-123
386-430..............Cartas:
124-187
386-430..............Cartas:
188-270 y otras
.........................Sermones
1-50
.........................Sermones
51-116
.........................Sermones
117-183
.........................Sermones
184-272B
.........................Sermones
273-338
.........................Sermones
339-396.
(300).
12. AGUSTIN EN EL
PRESENTE TEOLÓGICO DE LA IGLESIA.
La reflexión del hombre y
creyente encuadra perfectamente en nuestro tiempo, la doctrina que durante
siglos hemos defendido y vivido como enseñado no posee parangón distinto al
Magisterio y Tradición de la Iglesia. El reflejo de su obra se pone de relieve
en cada discusión que en el presente tenemos y sobre las cuestiones que
deliberamos, la ruta argumentativa nos deja en posibilidad de ver al Hiponense
manifestarse en el Dogma y su construcción, en una universalidad que nos toca e
infunde su aliento. Con el Doctor de la Gracia aprendimos a ver la Iglesia y
sus enseñanzas más allá de cualquier concepción particular o regional, a ver
precisamente su contenido bajo el signo amplio de su universalidad. Si bien
sus escritos se dirigieron pastoralmente a su Diócesis o iglesia particular
también es muy cierto que su pensamiento amplió las categorías de respuesta
ante las necesidades de la Iglesia universal. Queda en nosotros la
necesidad de tomar conciencia sobre la universalidad de nuestra Fe y el valor
intrínseco en esa vivencia de la misma Iglesia (301). No somos una Iglesia
como institución distinta a la misma de los Apóstoles y PP. de la Iglesia,
somos una expresión local de la Fe católica, esto último tomó fuerza en Hooker
y fue rescatado por el propio Movimiento de Oxford, la visión totalizante de
nuestra Fe nos debe llevar a apreciar los presupuestos reflexivos de los PP. de
la Iglesia como fundamento de las concepciones en las que definimos nuestra
identidad ministerial.
La Iglesia se convierte
en un Dogma cuyo discurso es salvífico y no solo podemos verla como en algunas
partes de la Comunión y nuestra Provincia, simplemente como una institución
plena en autonomía, pues lo seremos administrativamente pero no eclesialmente
cuya Fe es Una y no se puede dividir por provincias, la unicidad de la Fe en el
resucitado, es el gran patrimonio de Agustín junto con su inquebrantable amor
por la Iglesia, cuyas expresiones eran osadas para su época. “Los maniqueos decían que había que creer
obligatoriamente en la verdad de la doctrina de un tal Maní, pero Agustín sale
al paso y dice que su Fe es gracias a la Iglesia quien le enseñó a conocer a
Cristo y le otorga la preeminencia en su vida como cristiano al afirmar la
obligatoriedad de esta gracias a la
Iglesia” es pues, un claro ejemplo de su amor coherente por la Iglesia y su
profundo amor y respeto por sus enseñanzas “ Creo en Cristo y en su Palabra
porque me lo enseña la Iglesia” pensamientos que caen muy bien en nuestro
hoy cuando precisamente la Iglesia la han querido convertir en un lugar de
encuentro tanto ideológico como en la concepción netamente antropizada de
nuestra presencia en ella (302).
No hay concepción
antropológica que no vea las huellas de la conciencia Agustiniana o exposición
dogmática que no reconozca sus aportes concretos. El Agustinismo, hace rato
dejó de ser patrimonio de las Ordenes que el inspiró para convertirse en valor
ineludible de la Teología universal y de los buscadores de la verdad racional,
esa misma revelada por la Gracia y Voluntad de Dios. Creer implica el
análisis consciente de las verdades conocidas y amadas. La Fe según la propia experiencia del
Hiponense se constituye desde su conocer y dimensionar la Sabiduría de Dios
entregada como uno de sus más excelsos dones al ser humano inquieto por amar lo
que conoce, es nexo fehaciente con la racionalidad de nuestra propia creencia
(303).
El discurso teológico del
Hiponense se constituye en suficiente argumento en el desarrollo dogmático de
la Iglesia universal, relaciona eficientemente la realidad revelada con el
componente salvífico que materializa por medio del Dios amor Joanico, de un
Dios que revelado constantemente muestra predilección por la humanidad
convirtiendo nuestra existencia en su perenne justificación. No se escapa
nada de su consideración ya que el amor es la manifestación comunicativa de la
Trinidad de Dios tanto en su inmanencia como en la economía salvífica, Agustín
hace confluir estas dos realidades del Ser Divino bajo un solo nexo o conector
y en este caso nos referimos al amor. Agustín desambigua toda posibilidad
de amar en la dinámica salvífica y lo transforma en la realidad perceptible aun
desde nuestra condición antropizada. Su componente epistemológico se funde con
la experiencia personal del amor siendo más que subjetiva la razón objetiva de
nuestra existencia, supera aquí intuitivamente a la Teologia brillante que
aparecerá 800 años después de su muerte. Es pues fundamental para nosotros la
comprensión de esta realidad que le permitirá hacer de su enseñanza combustible
de su propia vivencia espiritual (304). Las Retractaciones son un esfuerzo de
la mente Agustiniana por afrontar escenarios más enriquecidos para su doctrina
y sobre todo para responder al tiempo en el que proceden sus reflexiones con el
concepto espiral de la historia de su dialéctica. No hay un solo acontecimiento
que no trascienda su propia necesidad. Esa parece ser la consigna de esta obra
y de su esfuerzo por recopilar ideas y someterlas al juicio acertado de su
razón (305).
La Iglesia
Episcopal y en general la Comunión Anglicana ha continuado en las enseñanzas apostólicas
de tal manera que sus conceptos son probados a la luz de la Tradición y el Magisterio
eclesial. Existe la idea firme de un corpus eclesial dogmático nutrido de los
concilios universales y sometidos al imperio necesario de la razón que se
interroga y concluye desde la experiencia de la Fe. Agustín es el nexo entre el
pasado y el presente con todo su contenido intuitivo de actualidad. Es pues, un
visionario en el tiempo de los PP. de la Iglesia y un pionero en el Humanismo
teológico de nuestro hoy histórico concreto. La dialéctica Agustiniana se mueve
en la esfera de la libertad de los hijos de Dios, pero del componente de la
Gratuidad salvífica (306). Su capacidad para ubicar
en la historia la reflexión teológica le hace atemporal y siempre demostrativo
de las verdades contempladas por el discurso teológico. No es posible hablar de
los santos PP. de la Iglesia en el sentido pretérito de su grande obra. No es
posible entender que la verdad se revele por épocas y no por sobre cualquier
consideración histórica, este es uno de los aportes del Hiponense definitivos
en la concepción del ser histórico de la Iglesia y su realidad supra (307). Nosotros
en la elaboración y actualización doctrinal no entramos en la disputa de la
naturaleza dialéctica del mensaje sino de su impacto en las circunstancias
actuales y el papel protagónico de la Iglesia en el modelo social y cultural
existente o su Ethos. Un ser intelectivo que toma fuerza y forma en el interior
de las enseñanzas eclesiales durante su historia, de un contenido clave en la
percepción de su propia estructura dogmática.
La Iglesia presente en el tiempo salvífico en figura apostólica es la
misma que se materializa en cada uno de sus hijos los bautizados cuando estos
viven su Fe. La realidad se construye desde su propio interior asimilando
el peso natural de los contenidos dialecticos que se comunican en la reflexión
académica de su Magisterio. Luego procede el testimonio sobre esta Alianza
definitiva sellada en la Cruz (308). Esa
conexión histórico-critica es la que hace del pensamiento Agustiniano una
tradición teológica entre la cristiandad. El amor de Dios revelado al mundo
asume su papel renovador y santificador del accionar humano, es esa la conexión
de la Gracia con el presente eclesial.
No es solamente desde lo espiritual también desde el quehacer práctico de su vida recreada en cada una de las comunidades de Fe que fieles a Cristo
reciben el depósito de su Fe contenido en la praxis Escrituristica y sacramental.
Aquí aparece una vez más la obligatoriedad eclesial. Tal obligatoriedad es
producto de la espiritualización de la Gracia en términos intelectivos y por
ende preceptivos (309). Agustín aportó y
aporta luz en la disertación teológica con su lenguaje contemporáneo y bien
descifrado, solo persiste el “desorden” en algunos de sus escritos que como
corresponde al análisis se debe entender desde la brillante reflexión del Genio
Hiponense.
13. BIBLIOGRAFIA/ CIBERGRAFIA/ FUENTES Y ARTÍCULOS.
NOTA. Los Textos
inspirados son tomados de la Biblia de Jerusalén On line.
1- https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm/
https://www.aciprensa.com › Recursos › Fiestas Litúrgicas › Santos › Santoral.
2- https://www.euston96.com/ciceron/
3- https://historia-biografia.com/virgilio.
4- Nota del autor.
5- Nota del autor.
6-
https://senderosdelahistoria.wordpress.com/2007/08/.../la-caida-del-imperio-romano-2.
7- Fuente: "Historia de la Iglesia
Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez, Diócesis de San Marcos,
Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel
Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.
8- Nota del autor.
9-
cristoeseltema.blogspot.com/2017/10/comprension-del-pensamiento-agustiniano.html
10- ec.aciprensa.com/wiki/Enseñanzas_de_Agustín_de_Hipona
11- Nota del autor.
12- Nota del autor.
13- Versión castellana de
la obra de A.-G. HAMMAN// El vie quotidienne en Afrique du Nord au temps de
Saint Augustin, París, 1979, realizada por LUIS CASTONGUAY.
14- www.oalagustinos.org/.../Hamman%20Adalbert%20G%20-%20La%20Vida%20Cotidi...
15- Trin. I, 4, 7; CChr 50, 35; BKV' 11/13, 10s.
16- Nota del autor.
17- Trin. XV, 28, 51;
CChr 50 A, 534; BKV' 11/14, 331.
18- In Jo 36, 9; CChr 36, 329s.; BKV2 11, 146s.
19- Nota del autor.
20- Nota del autor.
21- Nota del autor.
22- Trin. XV, 28, 51;
CChr 50 A, 534; BKV2 II/14, 331s.
23- Nota del autor.
24- Nota del autor.
25- El nombre de Beda o
Beda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la erudición
inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía
de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro
suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25
de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido
bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
26- Nota del autor.
27- Nota del autor.
28- Conf. XIII, 11, 12;
CChr 27.
29- Agustín de Hipona.
Nota del autor.
30-
cristoeseltema.blogspot.com/2016/04/sobre-la-santisima-trinidad.html.
31- Trin. IX, 12, 18;
CChr 50, 310.
32- Nota del autor.
33- Cfr. J. Slipyi, Die Trinitätslehre des
byzantinischen Patriarchen Photios: ZKTh 24 (1920), 538-562, (en concreto
554s.); 25 (1921), 66-95; 370-404; Th de Régnon, Etudes I, 339s.; M. Schmaus,
Die psychologische Trinitätslehre, 132.
34- Los términos latinos Circumincessio y
Circumincessio fueron utilizados en la Escolástica latina para traducir el
término griego Perichoresis, y significan con diversos matices el mismo
concepto de la In-existencia mutua de las tres divinas Personas la una en las
otras (Circumincessio = de circum, en torno, e insidere - sentarse, estar sobre o dentro de otro), de
manera más estática, como presencia o inhabitación mutua; circumincessio (de
circum, e incidere = avanzar), de manera más dinámica, como efusión o
compenetración mutua.
35- De Tri~. 111, c. 24//
1V, 10, 12; cf. IX, 5, 8.
36- Sent. 1 D. 19, p. 1,
q. 4// Nota del autor. J Auer, Dios uno y trino, Herder Barcelona 1982. 325-330;
l; t. Kasper, El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 990, 322324; 5. del
Cura Elena, Perikhóresis en DTDC. 1086-094.
37-
https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/10/
38- Nació el 16 de junio
de 1871 en Liuny, aldea de Rusia central, en una familia de presbíteros.
Después de un tiempo de ateismo, vuelve a la fe en 1905 y es ordenado
presbítero en 1918. Fundó en Paris el Instituto de Teologia San Sergio y el
Movimiento Acción Cristiana de los Estudiantes Rusos (1920-1930). Después de
grandes pruebas familiares y eclesiales, y de una larga enfermedad, murió em 12
de julio de 1944. Sus obras maestras son “Du Verbe Incarné”, “Le Paraclet”,
“L'Epouse de l'Agneau”, "La Sagesse de Dieu".
39-
www.mercaba.org/Enciclopedia/S/sergei_bulgakov.htm.
40- Nota del autor.
41- S. Aurelius
Augustinus, De Trinitate (Ed. Corpus Christianorum, Series Latina L, W.J. Mountain-Fr. Glorie,
Turnholti, Brepols 1968), VIII, i, 1. (41.1) Juan capítulo 13 versículo 1.
(41.2) Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 8, 8 y 10; PL 35, 1455-1457:
«Es extraña cosa que los matemáticos, creyendo en las palabras de Cristo,
intenten convencer a los cristianos que Cristo vivió sujeto a una hora fatal.
Luego, deben creer a Cristo cuando dice: Yo tengo poder para dar mi vida y
poder para recobrarla; nadie me la puede quitar, sino que yo la doy por mí
mismo, y por mí mismo la vuelvo a tomar. ¿Acaso este poder está también sujeto
a la fatalidad? Que nos muestren un hombre que tenga el poder de morir o
prolongar su vida todo el tiempo que quiera (…) Aun dada la existencia de la
fatalidad en los astros, por necesidad tenía que estar excluido de ella el
Creador de los astros. Es más: no sólo Cristo está excluido de lo que tú llamas
fatalidad, sino tú también, y yo, y aquél y todos» (41.3). Tratado sobre el
Evangelio de San Juan, 104, 2; PL 35, 1902. (41.4). Tratado sobre el Evangelio
de San Juan, 105, 5; PL 35, 1906. Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 105,
1; PL 35, 1904. (41.5). Notad el autor.
42- Nota del autor.
43- Nota del autor.
44- Nota del autor.
45- Nota del autor.
46- Nota del autor.
47- Nota del autor.
48- Notad el autor.
49- Trin. IX, iv, 4,
19-21: "Mens vero cum se ipsa cognoscit, non se superat notitia sua; quia
ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur".
50- Nota del autor.
51-
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049.
52- Nota del autor.
53- Nota del autor.
54- Nota del autor.
55- Nota del autor.
56- Nota del autor.
57- Nota del autor.
58- Nota del autor.
59- E. Portalié. “Augustin (Saint)”. En: Dictionnaire de Théologie
Catholique. Dir. por A. Vacant y E. Mangenot. Tomo I.
II. París; Librairie Letouzey et Anè 1923, col. 2363. Fuente: Enciclopedia
Católica
60- San Agustín, La
Ciudad de Dios, XI, 2; PL 41, 318. Dr. Gustavo Sánchez Rojas, Doctor en
Teología, Profesor principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de
Lima, Perú… Fuente: Enciclopedia Católica
61- Nota del autor.
62- Nota del autor.
63- San Agustín de
Hipona.
64- ec.aciprensa.com/wiki/Concilio_de_Éfeso.
65-
www.mercaba.org/FICHAS/Enciclopedia/C/concilio_de_calcedonia.htm.
66-
miantropologiaagustiniana.blogspot.com/ Nota del autor.
https://filosofia83.wordpress.com/2017/09/15/antropologia-agustiniana/
67-
https://docplayer.es/9975629-De-la-predestinacion-de-los-santos-agustin-de-hipona.ht...
68- Evangelio Práctico:
TERCERA PARTE... SOTERIOLOGÍA Y ...
cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/tercera-parte-soteriologia-y.html
69-
cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html? view...m.
70-
cristoeseltema.blogspot.com/2017/08/sexta-parte-cristologia-y-trans.html? view...m.
71- De Civitate dei,
Libro IX, cpt.17. p. 500.
72- Nota del autor.
73- De civ. Dei, XI, 2;
PL 412, 318.
74- Nota del autor.
75- Nota del autor.
76- Nota del autor.
77- Nota del autor.
78- Nota del autor.
79- Serm. 47, “Sobre las
ovejas”, 12-14: CCL 41, 582-584.
80- Nota del autor.
81- Nota del autor.
82- Del libro de las
Confesiones de san Agustín, obispo, Libro 7, 10. 18, 27// Oh eterna verdad,
verdadera caridad y cara eternidad…
www.corazones.org/biblia_y_liturgia/oficio_lectura/fechas/agosto_28.htm.
83- Nota del autor.
84- H. I. Marrou, Saint
Augustin et el fin de la culture antique, p.430.
85- De doctrina
Christiana, II, 11.
86- H. I. Marrou, Saint
Augustin et el fin de la culture antique, 431.
87- Cf. De doctrina
Christiana, II, 14, 21.
88- Para san Agustín, la
versión latina más segura es la denominada “Itálica”, pero ninguna se compara
en autoridad con la versión griega de los LXX. En De civitate Dei, XX, 29
encontramos confirmada la misma idea: “Quanquam in verbis Septuaginta
interpretum, qui prophetice interpretati sunt...”.
89- De civitate Dei, XX,
30.
90- Nota del autor.
91- Las Retractaciones
(II, 24).
92- Los supuestos
hermenéuticos de Agustín de Hipona. Desentrañar la palabra y transmitir su
misterio… Claudio César Calabrese//
revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/viewFile/4248/4170. https://es.scribd.com/document/.../San-Agustin-escultorico-maestro-de-hermeneutica.
93- (Agustín, 1952, I).
Universitas Philosophica 64, año 32//enero-junio 2015, Bogotá, Colombia – issn
0120-5323. Biviana Unger Parra.
94- Nota del autor.
95- Propiamente un «tropo»
es un modo, una figura o un giro de palabras con el que una expresión designa
un objeto distinto del que tiene su sentido natural. Este hecho explica por qué
originalmente la tropología se tomó como sinónimo de alegoría y también de
anagogía. Así usarán este término Orígenes, Eusebio, Jerónimo, Dídimo. Será
Diodoro de Tarso el que, reaccionando contra los abusos del alegorismo
alejandrino, cargará de contenidos negativos y aislará el término de alegoría,
distinguiéndolo así de la tropología. El malestar en el uso del término
alegoría se advertirá igualmente en algunos autores occidentales alegorizantes,
como Hilario, Rufino, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, y esto servirá para mantener
clara su distinción de la tropología. L. Alonso Schokel, La palabra inspirada,
Herder, Barcelona i966; Íd., Hermenéutica de la Palabra, 1, Cristiandad, Madrid
1986; W stenger. Los métodos de la exégesis bíblica, Herder, Barcelona 1990.
96- Nota del autor.
97- Conf. Xl, 2, 3 (BAC 11, pp. 465s.; 5ª. ed. (97).
98- Mateo capítulo 22 versículo
39.
99- De Genesi ad
litteram, 6, 15: “No vemos nada con los ojos del cuerpo y, sin embargo, con el
alma vemos las imágenes corpóreas”.
100- “Aliter enim
cogitamus Carthaginem quam novimus, aliter Alexandriam quam non novimus”.
101- De genesi ad litteram, 8, 19.
102- De genesi ad litteram, XII, 9, 19.
103-
H-G. Gadamer, Zugehörigkeit (pertenencia) y Verfremdung (distancia);
Wahrheit und Methode. Grundzüge einer philosophischen
Hermeneutik, 279.
104- Nota del autor.
105- Nota del autor.
106- Nota del autor.
107- Notad el autor.
108-
https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/romanos/13/.
109- Nota del autor.
110-
https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/romanos/14/
111- Nota del autor.
112- Nota del autor.
113- Nota del autor.
114- Nota del autor.
115- Nota del autor.
116- 2R 11,2-17.
117- Ga 1,20.
118- Hch
16,3. Hch 18,18.
119- Hch
21,18-26.
120- Hch
21,21.
121- Col
2,17.
122- Jn
5,46.
123- Hch
21,20-25.
124-
https://www.augustinus.it/spagnolo/lettere/lettera_082_testo.htm.
125- Nota del autor.
126- Nota del autor.
127- Nota del autor.
128- William Tyndale (1494-1536), quien dio
su vida por traducir la Biblia al idioma de la gente de su tiempo. En agosto de
1536, Tyndale fue condenado como hereje, y degradado de su grado religioso. Dos
meses después, ya con todos los trámites realizados y luego de ofrecerle la
oportunidad de arrepentimiento, para no morir afuera de la gracia de Dios,
Tyndale fue llevado a la hoguera acompañada de los gritos de una muchedumbre
oficialista que lo acusaban de pagano.
Ya firmemente asegurado a
la estaca, Tyndale elevó su última oración a Dios: Señor, abre los ojos del rey
de Inglaterra, tras lo cual sus ejecutores comenzaron el fuego que apagaría su
vida terrenal enviándolo a la vida eterna, a los pies del Señor a quien tanto
amó.
129- Nota del autor.
130- William Tyndale, Una respuesta al
dialogo del señor Thomas More, p. 50.
131- Institución de la religión cristiana
I.VII.4. Traducido por: Gabriela Pérez//
https://medium.com/agustinismo.../la-autoridad-de-la-escritura-y-el-testimonio-de-la-i...
132- Réplica a la carta del fundamento 5.
133- Epístola 120,13-14.
134- Epístola 118,33.
135-
www.agustinos-es.org/FVR/documentacion/3_2_5.pdf.
136- Comentario al salmo 36, s.2,1.1
137- Comentario al salmo 90, 2,1.
138- Comentario al salmo 64,2.
139- Sermón 117,1.
140- Comentario al salmo 61,1.
141- Comentario al salmo 35,1.
142- Sermón 59,6.
143- Comentario al evangelio de Juan 81,4.
144- Sobre la doctrina cristiana 3, 10,15.
145- Citas bíblicas sobre la Gracia y el
Libre Albedrio. Salmo 26,9.
146- Salmo 29, 7-8.
147- Isaías capítulo 1 versículo 18.
148- Juan capítulo 15 versículo 5.
149- 2 Timoteo capítulo 4 versículos 6-8.
150- 1 Corintios capítulo 4 versículo 7.
151- Santiago capítulo 1 versículo 17.
152- Juan capítulo 3 versículo 27.
153- 2 Corintios capítulo 3 versículo 5.
154- Deuteronomio capítulo 8 versículos
17-18.
155- 1 Corintios capítulo 15 versículo 57.
156- Salmo 43,22 y Romanos capítulo 8
versículos 36-37.
157- LA GRACIA Y DEL LIBRE ALBEDRÍO…
Traducción: P. Gerardo Enrique de la Vega, O.S.A. A Valiente y sus monjes de
Hadrumeto. https://www.augustinus.it/spagnolo/grazia_libero_arbitrio/index.htm.
158- Nota del autor.
159- Nota del autor. Zenón, n. en Sidón.
Vivió en los s. II-I. Discículo de Apolodoro y maestro de Cicerón, se preocupó
preferenmente de problemas epistemológicos, en especial de la inducción
incompleta, por lo que puede ser considerado como un precedente de Bacon.
Fedro, vivió en el s. II-I. Maestro de Cicerón a quien éste estimó en mucho
(Cicerón, De finibus bonorum et malorum, 1, 5,16). También en él se observa la
preocupación epistemológica. Escribió un tratado Peri teon (Sobre los dioses)
profundizando en la teología epicúrea.
160- Nota del autor.
161- Nota del autor.
162- Epicuro nació en Samos, y más tarde se
traslada a Atenas donde en el 306 funda el Jardín de Epicuro, el cual se hizo
para educar como dominarse a sí mismo. Se creaban círculos llamados Heterías
Soteriológicas que eran comunidades con función de salvación del individuo
enfermo del núcleo de la personalidad propia. Estas se crean como terapia del
Alma, vinculadas al conocimiento del mundo incorporando una filosofía diferente
con tres fases: canónica, física y ética. Esta filosofía creada por Epicuro se
enfrenta a la de Platón, haciéndonos ver el mundo como es realmente y así ser
más felices individualmente.
163- Notad el autor.
164- Katastemáticos o pausados, a las
sensaciones agradables recibidas en reposo.
165-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.htm.
166- Nota del autor.
167-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
168-
algoleia.blogspot.com/2008/09/el-hedonismo-y-el-dolor.html.
169- Nota del autor.
170- Nota del autor.
171- M. T. CLARK, San Agustín, filósofo de
la libertad. Estudio de filosofía comparada, Augustinus, Madrid, 1961, p. 11. Y cfr. E. GILSON, Introduction à l’etude du Saint
Augustin, Vrin, Paris, 1949, pp. 185-216.
172- J. PEGUEROLES, San Agustín. Un
platonismo cristiano, PPU, Barcelona, 1985, pp. 233- 235. Cfr. también R.
GARCÍA, El concepto de libre albedrío en san Agustín, Ediuns, Bahía Blanca
(Argentina), 2003.
173- Nota del autor.
174- Nota del autor.
175- Nota del autor.
176- SAN AGUSTÍN, Confesiones VIII, pp. 7-12.
177- P. FRANSEN, “Desarrollo histórico de
la doctrina de la gracia”, en Mysterium salutis IV/II, Madrid, 1984, pp.
618-619. H. CAROL, “Gracia y libertad en san Agustín”, Agustinvs 40 (1995), pp.
105-10.
178- SAN AGUSTÍN, De natura et gratia
XXXII, p. 36. D. VON HILDEBRAND, Ética cristiana, Herder, Barcelona, 1962, p.
224.
179- SAN AGUSTÍN, De libero arbitrio III,
p. 19.
180- SAN AGUSTÍN, De spiritu et littera
XXIV, p. 60.
181- PEGUEROLES, San Agustín, pp. 241-242.
SAN AGUSTÍN, Contra Iuianum opus imperfectum
V, p. 39.
182- SAN AGUSTÍN, De diversis Quaestibus 83
q. 2.
183- SAN AGUSTÍN, Epistolae 114, p. 4.
184- Nota del autor
185- Nota del autor.
186- Jolivet, 1941, p. 30-31.
187- Fernández, 1996, p.224.
188- LA NOCIÓN DE PECADO EN EL PENSAMIENTO
DE SAN AGUSTIN. ADRIANA CRISTINA ESPINOSA MARIMON, UNIVERSIDAD DE CARTAGENA,
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, PROGRAMA DE FILOSOFIA, CARTAGENA DE INDIAS 2011//
Tomado de: 190.242.62.234:8080/.../LA%20NOCIÓN%20DE%20PECADO%20EN%20EL%20P
189- Nota del autor.
190- Nota del autor.
191- Nota del autor.
192- Nota del autor.
193- Nota del autor.
194-
www.mercaba.org/ARTICULOS/F/fe_y_razon_en_san_agustin.htm.
195- Nota del autor.
196- Confesiones, X, 23, 33: CCL 27, 173.
197-
Fuente: Rahilly, Alfred. "Reason." The Catholic Encyclopedia.
Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. 26 Aug. 2016
<http://www.newadvent.org/cathen/12673b.htm>. Traducido
por Luz María Hernández Medina.
198-
www.mailxmail.com/curso-razon-fe/razon-fe-introduccion.
199- Nota del autor.
200- Nota del autor.
201- San Anselmo de Canterbury o de Aosta; Aosta,
1033 - Canterbury, 1109) Teólogo y doctor de la Iglesia católica. Fue abad en
el monasterio benedictino de Santa María de Bec (Normandía), en el que había
ingresado en 1060, y arzobispo de Canterbury desde 1093.
202- Notad el autor.
203- Nota del autor.
204- San Agustín de Hipona. Sermón 43, n.
4; PL 38, 255. Dr. Gustavo Sánchez
Rojas. Profesor Principal de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de
Lima. ec.aciprensa.com/wiki/Agustín_de_Hipona: Crede_ut_intelligas.
205- Nota del autor.
206- Nota del autor.
207- Nota del autor.
208- Joseph Ratzinger nació el 16 de abril
de 1927 en Marktl (Baviera), diócesis de Passau, en el seno de una familia de
agricultores alemanes de profundas convicciones católicas. Su progenitor,
Joseph, desempeñaba, además, el cargo de comisario de la gendarmería e hizo
asimismo de profesor de su hijo, lo que con seguridad marcó el carácter tímido
y retraído del futuro Papa. En la familia fue clave el papel de la madre, Maria
Peintner, que ejercía las tareas domésticas y cuidaba de la buena marcha de sus
otros dos hijos, Georg y Maria.
209-
es.catholic.net/op/articulos/41240/cat/130/nuestra-fe-la-fe-de-la-iglesia.html.
210- Nota del autor.
211- Fuente: Pope, Hugh. "Faith." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5.
New York: Robert Appleton Company, 1909.
<http://www.newadvent.org/cathen/05752c.htm>. (211.1) Expos. ad Rom.,
52-56: PL, 34, 20742077; Ep. v. 140, 4, 10; PL, 33, 542. (211.2) (Expos. ad
Rom., 52-56: PL, 34, 20742077; Ep. v. 140, 4, 10; PL, 33, 542. (211.3)
Ep. 243, 8: PL, 33, 1057. (211.4) (211.5) Nota del autor.
212- Efesios capítulo 4 versículos 3-6.
213- Nota del autor.
214-
Nota del autor.
215- (The New Theology, p. 178, cf. cardenal Newman,
“Palmer on Faith and Unity en “Essays Critical and Historical”, vol. 1,
también, Thomas Morton Harper, S.J., Peace Through the Truth, Londres, 1866,
1ra. Serie.).
216- Nota del autor.
217- Nota del autor… (217.1) Nota del autor. (217.2) De Gen.
contra Manich., 11, 20, 30: PL, 34, 211 ss.). (217.3) De Gen. contra Manich.,
ib. (217.4) De Spit. et Litt., 26, 43 ss.: PL, 44, 226 ss. (217.5). De Div.
Quaest, ad Simplic., 1, q. I y II: PL, 40, 103-128 (217.6).
arvo.net/san-agustin-de-hipona/san-agustin...teolo/gmx-niv128-con12018.htm
(217.7). Nota del autor (217.8). (217.9). Nota del autor.
218- ENRIQUE CABO, El cristianismo y la
cristiandad según San Agustín (Bilbao 1944, página 10).
219- Nota del autor.
220- Justino Mártir nació en Flavia
Neápolis (la antigua Siquem y actual Nablus) en Tierra Santa, probablemente
hacia el año 114 y murió martirizado en Roma hacia el año 165.
221- Quintus Septimius Florens
Tertullianus; Cartago, hoy desaparecida, actual Túnez, h. 160 - id., h. 220)
Apologista cristiano considerado el máximo representante de la literatura
cristiana anterior a San Agustín.
222- Martirologio Romano: Conmemoración de
san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito, que ocupó esta sede como
sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender la fe ortodoxa
contra el hereje Marción. (c.120 - c.181).
223- Nota del autor.
224- De Civitas Dei II, 3.
225- Nota del autor.
226- Nota del autor.
227- De Civitas Dei I 22,2).
228- Sermón 34,7.
229- Nota del autor.
230- Nota del autor.
231- Platón se propuso en La República el
estudio de lo justo y de lo injusto. Su objeto es demostrar la necesidad moral,
así para el Estado como para el individuo, de regir toda su conducta según la
justicia, esto es, según la virtud, es decir, según la idea del bien, principio
de buen orden para las sociedades y para las almas, origen de la felicidad
pública y privada; principio, que es el Dios de Platón.
www.filosofia.org/cla/pla/img/azf07007.pdf.
232- La Ética a Nicómaco es una obra de
Aristóteles escrita en el siglo IV a. C. Este libro no fue escrito para su hijo
Nicómaco como comúnmente se cree, sino que recibió su nombre puesto que fue
Nicómaco quien se tomó el trabajo de recopilar y organizar los escritos de
Aristóteles con respecto a este libro, sobre la virtud y el carácter que tiene
un papel importante en la ética aristotélica. Está compuesto por diez libros
basados en notas sobre sus charlas en el Liceo. Es un análisis de la relación
del carácter y la inteligencia con la felicidad. Es considerada una de las dos
obras fundamentales en que posteriormente se basó la ética occidental, siendo
la otra el mensaje bíblico judeocristiano.
www.bioetica.org/cuadernos/contenidos/nicomano.htm.
233- Nota del autor.
234- Nota del autor.
235- Nota del autor.
236- Nota del autor.
237- Nota del autor.
238- Boecio. Estadista romano y filósofo, con
frecuencia llamado “el último de los romanos”, considerado por la tradición
como mártir cristiano. Nació en Roma en el 480 y murió en Pavía en 525.
Descendiente de una familia consular quedó huérfano muy joven siendo educado
par el piadoso y de noble mente Symmachus, con cuya hija, Rusticana, se casó.
Ya en 507 era conocido por su gran cultura y por ello el rey Teodorico le
encargó varias misiones importantes. Tenía la confianza del rey y como patricio
romano era respetado por los representantes de la nobleza romana. Sin embargo,
cuando sus enemigos le acusaron de deslealtad al rey ostrogodo, afirmando que
conspiraba para establecer la “libertad romana”, añadiendo la acusación de
sacrilegio (práctica de la astrología) ni su noble cuna ni su gran popularidad
le sirvieron de nada. Fue encarcelado, condenado sin ser oído y ejecutado por
orden de Teodorico. Durante su prisión reflexionó sobre la inestabilidad del
favor de los príncipes y la inconstante devoción de los amigos. Estos
pensamientos le sugirieron el tema de su más conocida obra filosófica "De
Consolatione Philosophiae".
239- Porfirio, que en belleza y lucidez de
estilo supera a todos los otros seguidores de Plotino y se distingue también
por la dureza de su oposición a los cristianos, nació en el 233 d.C,
probablemente en Tiro. Después de haber estudiado en Atenas, visitó Roma, y
llegó a ser ahí un devoto discípulo de Plotino, a quien acompañó a Campania en
el 263. Murió hacia el 303. De su obra “Contra los cristianos”, sólo unos pocos
fragmentos, conservados en las obras de los Apologistas Cristianos han llegado
hasta nosotros. A partir de esos pasajes se nota que dirigió su ataque a lo
largo de las líneas de lo que hoy llamaríamos criticismo histórico del Antiguo
Testamento y el estudio comparado de las religiones. Su obra “De Antro
Nympharum” es una elaborada interpretación alegórica y una defensa de la
mitología pagana. Sus Aphormai (Sentencias) son una exposición de la filosofía
de Plotino. CREUZER AND
MOSER, edd., opera (Oxford, 1835) tr. TAYLOR (London, 1794-1817); JOHNSON
(tr.), Three Treatises of Plotinus (Osceola, Missouri, 1880); COUSIN, Procli
Opera (Paris, 1864), ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
240- Proclo, el más sistemático de todos
los neoplatónicos y, por tal razón, conocido como “el escolástico del
neoplatonismo”, es el principal representante de la fase de pensamiento
filosófico que se desarrolló en Atenas durante el siglo quinto, y terminó en el
año 529 cuando, por un edicto de Justiniano, las escuelas filosóficas de Atenas
fueron clausuradas. El fundador de la Escuela de Atenas fue Plutarco, apodado
el Grande (no Plutarco de Queronea, autor de “Vidas de hombres ilustres”), que
murió en el 431. El más distinguido miembro de esta escuela fue Proclo, que
nació en Constantinopla en el 410, estudió lógica aristotélica en Alejandría y,
cerca del 430, llegó a ser discípulo de Plutarco en Atenas. Murió allí en el
485. Es autor de varios comentarios sobre Platón, de una colección de himnos a
los dioses, y de varias obras de matemáticas junto con tratados filosóficos.
Los más importantes son: “Elementos de Teología”, stoicheiosis theologike,
(impreso en la edición de París de las Obras de Plotino); “Teología Platónica”
(impreso en1618, en traducción al latín, por Aemilius Portus); tratados más
breves sobre el Destino, el Mal, la Providencia, etc., que existen sólo en una
traducción latina hecha por Guillermo de Moerbeka en el siglo trece. Estas
obras están reunidas en la edición Cousin, “Procli Opera”, París, 1820-1825.
Proclo intentó sistematizar y sintetizar los distintos elementos del neoplatonismo
por medio de la lógica aristotélica. . ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
241- Amonio Sacas, un estibador de los
muelles de Alejandría, se considera el fundador de la Escuela Neoplatónica.
Como no dejó escritos, es imposible decir cuáles fueron sus enseñanzas.
Sabemos, no obstante, que tuvo una extraordinaria influencia sobre hombres como
Plotino y Orígenes, quienes voluntariamente abandonaron a los profesores
profesionales de Filosofía para escuchar sus discursos sobre la sabiduría.
Según Eusebio, Amonio nació de padres cristianos, pero se convirtió al
paganismo. Su fecha de nacimiento se considera el 242.
ec.aciprensa.com/wiki/Neoplatonismo.
242- Isidoro de Sevilla. Nació en Sevilla
en el año 556. Era el menor de cuatro hermanos, todos los cuales fueron santos
y tres de ellos obispos. San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina se
llamaron sus hermanos. https://www.aciprensa.com › Recursos › Fiestas
Litúrgicas › Santos › Santoral.
243- Abu Nasr Muhammad ibn Muhammad ibn Ūzalāgh
ibn Tarkhān, mejor conocido como al-Fārābī, fue nativo de Fārāb, Transoxiana.
Sus orígenes podrían ser turcos. Nació aproximadamente entre los años 870 y 873
y murió en Damasco en el año 950. Además de ser un lógico de primer orden,
comentó buena parte del corpus aristotélico y estudió algunos diálogos de
Platón. Avicena lo menciona en repetidas ocasiones y recomienda sus escritos
como grandes obras filosóficas.
www.philosophica.info/voces/alfarabi/Alfarabi.html.
244- Duns Scotto. Llamado DOCTOR SUBTILIS,
murió el 8 de diciembre de 1308; fue el fundador de la famosa Escuela Escocesa
que tuvo a sus mejores representantes entre los franciscanos. De sus
antecedentes y vida se sabe poco y las fuentes contemporáneas guardan silencio
sobre él. Es cierto que murió bastante joven, según una temprana tradición a la
edad de 34 (cf. Wadding, Vita Scoti, vol. I de sus obras); pero parece que era
algo mayor y que nació en 1270. El lugar de nacimiento de Escoto ha sido muy
discutido y aún no hay argumentos definitivos a favor de ninguna localidad. El
sobrenombre Escoto no resuelve el asunto porque se daba a escoceses, irlandeses
y hasta a nativos del norte de Inglaterra. El otro nombre, Duns, al que los
irlandeses dan tanta importancia no resuelve nada puesto que también había un
Duns en Escocia (Berwick). Más aún, es imposible determinar si Duns es un
apellido familiar o el nombre de un lugar. Apelar a ciertas supuestas antiguas
tradiciones a favor de Irlanda no sirve de nada puesto que no podemos asegurar
su verdadera antigüedad y precisamente eso es lo importante.
ec.aciprensa.com/wiki/Beato_Juan_Duns_Scoto.
245- Abu Ali al-Husain ibn Sina-e Balji,
llamado por los latinos Avicena, médico árabe y filósofo nacido en Afsana,
Jorasán, actualmente Uzbekistán), en 980 y muerto en Hamada al norte de Persia
en 1035 (en realidad era persa, no árabe). ec.aciprensa.com/wiki/Avicena.
246- Nota del autor.
247- Nota del autor.
248- Nota del autor.
249- Nota del autor.
250- Nota del autor. Eusebio Panfili,
obispo de Cesárea en Palestina, el "Padre de la historia
eclesiástica"; nació alrededor de 260 d.C.; murió antes de 341… De Civitas
Dei VIII II; XVIII 27. // XVIII 25. ec.aciprensa.com/wiki/Eusebio_de_Cesarea.
251- Marco Tulio Cicerón nació el 3 de
enero de 106 a C en Arpinum, localidad ubicada a unos 100 km. al sudeste de
Roma. En la ciudad, de origen volsco pero conquistado por Roma en el 305 a C,
sus habitantes habían recibido la ciudadanía romana en el 188 a C, por lo que
adoptaron el latín como lengua (idioma del que Cicerón llegaría a ser maestro).
Al extenderse la ciudadanía romana a todos los aliados de Italia, aunque no
hubieran nacido en Roma, Cicerón era cives romanus de pleno derecho, y como
tal, pertenecía a efectos legales y electorales a la tribu Cornelia.
https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/.../Marco%20Tulio%20Ciceron.
252- Seneca nace en Córdoba, h. 4 - Roma,
65) Filósofo hispanorromano. Perteneció a una familia acomodada de la provincia
Bética del Imperio Romano. Su padre fue un retórico de prestigio, cuya
habilidad dialéctica fue muy apreciada luego por los escolásticos, y cuidó de
que la educación de su hijo en Roma incluyera una sólida formación en las artes
retóricas, pero Séneca se sintió igualmente atraído por la filosofía,
recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron en las diversas
modalidades de la doctrina estoica por entonces popular en Roma.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seneca.htm.
253- Confesiones III 4,7.
254- Nota del autor.
255- Nota del autor.
256- Nota del autor.
257- Notad el autor.
258- OBRAS DE SAN AGUSTÍN, edición
bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por el Pbro. José Moran,
O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos, 1964).
259- Nota del autor.
260- Nota del autor.
261- De Civitas Dei XIV 28.
262- Nota del autor.
263- Nota del autor.
264- Civitas Dei XIX 12,1-3.
265- OBRAS DE SAN AGUSTÍN, edición
bilingüe, XVI, La Ciudad de Dios, edición preparada por el Pbro. José Moran,
O.S.A, segunda edición. (Biblioteca de Autores Cristianos, 1964).
266- Nota del autor.
267- Nota del autor.
268- Nota del autor.
269- Nota del autor.
270- Nota del autor.
271- Nota del autor.
272- Nota del autor.
273- Apuleyo nació en Madaura, actual
Argelia, h. 125 - Cartago, hoy desaparecida, actual Túnez, h. 180) Escritor
latino. Se formó en retórica en Cartago y acudió a Atenas para iniciarse en la
filosofía platónica. Viajó por diversas ciudades y países, hasta que se instaló
definitivamente en Cartago. Acusado de haberse casado con una viuda rica de
Trípoli mediante unos encantamientos maléficos, escribió en su defensa la
Apología de Apuleyo o Sobre la magia, un importante discurso escrito según las
normas de la elocuencia jurídica, que constituye el único testimonio de este
tipo que se ha conservado de la época imperial.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/apuleyo.htm.
274- Nota del autor.
275- Nota del autor.
276- (IX 16 y IX 18
Civitas Dei).
277- Nota del autor.
278- Nota del autor.
279- Nota del autor.
280- Nota del autor.
281- Beda el Venerable historiador y doctor
de la Iglesia, nació en 672 o 673 y murió en 735. En el último capítulo de su
gran obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda
nos contó algo de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus
palabras, escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo
muestran la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz
sobre la composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el
mundo. Escribió así: Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica
de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de
Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San
Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la
ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos,
de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el
territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado,
por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y
después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda
mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las
Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la
iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir.
ec.aciprensa.com/wiki/San_Beda_el_Venerable.
282- Teresa Sánchez Cepeda Dávila y
Ahumada, nació en Ávila, Castilla la Vieja, el 28 de marzo de 1515; y murió en
Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582. Fue el tercer hijo de Don Alonso
Sánchez de Cepeda, con su segunda esposa, doña Beatriz Dávila y Ahumada, la
cual murió cuando la santa tenía catorce años de edad…Teresa fue criada por su
piadoso padre, que era amante de libros serios, y por una tierna y piadosa
madre. Después de su muerte y del matrimonio de su hermana mayor, Teresa fue
enviada a las monjas Agustinas en Ávila para ser educada, teniendo que
abandonarlas luego de dieciocho meses, debido a una enfermedad, permaneciendo
durante unos años con su padre, y en algunas ocasiones, con otros parientes.
ec.aciprensa.com/wiki/Santa_Teresa_de_Ávila.
283- Juan de la Cruz. Fundador -con Santa Teresa de Ávila- de las
Carmelitas de Descalzas, doctor de teología mística, nacido en Fontiberos,
Castilla Vieja, el 24 junio, 1542; falleció en Úbeda, Andalucía, el 14 de diciembre
de 1591. Juan de Yepes, el último de los niños de Gonzalo de Yepes y Catalina
Álvarez, tejedores de seda pobres de Toledo, conoció desde su más temprana edad
las penalidades de vida. El padre, que
pertenecía a una buena familia fue desheredado por su matrimonio más humilde,
se murió siendo muy pequeño; la viuda, ayudada por su hijo mayor, pudo a duras
penas procurar las necesidades básicas. Juan estudió en la escuela pública de
Medina Campo, donde la familia había ido a vivir, y demostró ser un alumno
atento y diligente; pero cuando se colocó como aprendiz de un artesano, parecía
que era incapaz de aprender algo…ec.aciprensa.com/wiki/San_Juan_de_la_Cruz.
284- Adolf Karl Gustav von Harnack, teólogo
protestante historiador eclesiástico alemán, nació el 7 de mayo de 1851 en
Dorpat, Estonia, y murió el 10 de junio de 1930 en Berlín. Su padre, fue
profesor de teología sistemática y práctica, primero en Dorpat y luego durante
trece años en Erlangen, Alemania, y luego hasta su muerte otra vez en Dorpat.
Su obra principal versó sobre la teología de Lutero. Adolf fue educado en las
universidades de Erlangen, Dorpat y Leipzig. Tras obtener un doctorado, con una
disertación sobre un texto gnóstico, fue profesor en la universidad de Leipzig
en 1874. Dos años más tarde fue promovido a un profesorado en historia de la
Iglesia. En 1879 se trasladó a Giessen y en 1886 a Marburgo, siendo designado
en 1888 como profesor en la universidad de Berlín. Por sus ideas liberales,
especialmente sobre la validez de los credos cristianos históricos, su
designación para el puesto en Berlín fue contestada por la Iglesia evangélica
de Prusia. Pero dicha oposición fue anulada por el canciller Otto von Bismarck
y, por su mediación, por Guillermo II, quien inauguró su mandato como emperador
el año en el que Harnack fue nombrado… www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_harnack.
285- Nota del autor.
286- Nota del autor.
287- Nota del autor.
288- Nota del autor.
289- Nota del autor.
290- Nota del autor.
291- Nota del autor.
292- https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718.
Veritas no.31 Valparaíso set. 2014//
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-92732014000200008
293- Nota del autor.
294- Confesiones Libro I, 1-4). www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
295- Confesiones Libro XIII, 53.
www.corazones.org/santos/santos.../confesiones_san_agustin/San%20Agustin%20Con.
296- Nota del autor.
297- Nota del autor.
298- Nota del autor.
299- Nota del autor.
300- Obras completas de SAN AGUSTÍN
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS// Fuente tomada de:
www.mercaba.org/Filosofia/Medieval/agustin_de_hipona_00.htm.
301- Notad el autor.
302- Nota del autor.
303- Nota del autor.
304- Nota del autor.
305- Nota del autor.
306- Nota del autor.
307- Nota del autor.
308- Nota del autor.
309- Nota del autor.
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