martes, 18 de agosto de 2020

INHABITACIÓN TRINITARIA EN EL ALMA DEL BAUTIZADO...

 

INHABITACIÓN DE LA SANTISIMA TRINIDAD EN EL BAUTIZADO.

 

RESUMEN.

 

Dios inhabita en el alma del justo como el conocido en el que conoce y el amado en el amante: sicut cognitum in cognoscente et amatum in amante. Tomás de Aquino.

 

 

La realidad de la vida espiritual en la medida en la que navega por los mares de la interioridad encuentra lugar seguro para anclarse en orden al conocer y ser conocido. La experiencia de relación e interioridad con el resucitado nos permite ver con claridad el sentir del bautizado en su corazón. La visión espiritual es aquí más elaborada que la percepción de los sentidos (1). El ver de una manera que solo busca encontrar el objeto de su amor y por ende de disfrutar de la presencia de las Divinas Personas (Fruirlas) (2) este movimiento del alma nos permite ver a Dios en su gobierno y manera de regir el universo, mientras que una visión apegada solo a lo sensible verá al mundo dirigiendo los hilos de su poder y gobierno. Juan en su Evangelio desea compartir con nosotros sus pareceres al respecto, miremos pues:” Jesús respondió: Si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él…” Juan capítulo 14 versículo 23. La Inhabitación parte de la Voluntad salvífica de Dios y la respuesta concreta y madura en la Fe de los bautizados, no se trata ya de la presencia de Dios por inmensidad en la criatura sino de la total disposición de esta para acoger a su Señor. La Inhabitación transforma la dinámica relacional de los creyentes y los enfoca en su futuro desenlace escatológico. Es en realidad una praxis supra de la condición final de los bautizados (3).

 

INHABITACIÓN, VIDA ESCONDIDA.

 

Siguiendo a Pablo encontramos contenido sobre la obra del Paráclito en nosotros: “Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo capítulo 1 versículo 14), y evoca para esto, llevándola a plenitud, la imagen veterotestamentaria del Templo, lugar de la shekinah (4): “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Corintios capítulo 3 versículo 16; cfr. 1 Corintios capítulo 6 versículo 19). Gran parte de los pasajes en los que Pablo manifiesta la especial unión entre Cristo y el cristiano se entienden mejor desde la perspectiva de la inhabitación y divinización del hombre, un proceso de transformación que nos acerca más a la realidad revelada de Dios. En este sentido se afirma que el hombre vive revestido de Cristo (cfr. Gálatas capítulo 3 versículo 27), muere y es sepultado en Cristo (cfr. Romanos capítulo 6 versículo 4), resucita a una nueva vida (cfr. Gálatas capítulo 2 versículo 20) que es la vida de hijos de Dios (cfr. Romanos capítulo 8 versiculos 14-15).  La afirmación hecha por Pablo en la Carta a los Gálatas, “Cristo vive en mí” (Gálatas capítulo 2 versículo 20), es la explicitación de todo un contenido sobrenatural que gracias a la vida de interioridad se descubre en las profundidades del ser de los bautizados. Una tal unión entre Cristo y nosotros llevada al plano de la vida eclesial donde se manifiesta tanto el poseer como el ser sujetos proclives a la salvación y esta no puede concretarse sin la presencia de las Divinas Personas en el alma de los creyentes, una relación coherente con contenidos radicalmente santificados por la Gracia.  La Inhabitación es absolutamente sobrenatural ya que los parámetros de relación no son mundanos y sus aspiraciones espirituales mucho menos lo son, o serán. La Gracia habitual es potenciada en la perspectiva de una relación de interioridad percibida por la conciencia del bautizado inhabitado por la Trinidad de Dios (5).  Los ojos del cuerpo y con ellos los sentidos y su axiología sensorial pasan por un estado de purificación que nos recuerdan la necesidad del desapego de las criaturas y cosas materiales, pues este desapego no es una renuncia negativa a los demás y sus connotaciones de vida sino la selección de nuestros afectos y emociones cuando estas salen al encuentro del otro. La condición amable estará a salvo solo que en un enfoque salvífico porque se trata de amar, pero saber lo que estamos amando. Una de las evidencias concretas de la Inhabitación de Dios en el alma del creyente lo será precisamente el orden estético del amor y los sentimientos en su vida. No se trata de las meras y conocidas funciones instintivas sublimadas por el estado de conciencia nuestro. Sino la introducción de motivaciones y prioridades superiores que linden con la Fruición de las Divinas Personas, es una paradoja que solo podamos poseer a Dios para amarle y adorarle y no conocerle (6).

 La connotación del bautizado cuando inicia este camino de perfección espiritual es determinada por los Medios de la Gracia que este emplea para reconocer como las ovejas reconocen la voz de su pastor, miremos a Juan capítulo 10 versiculos 14-16, miremos el Texto Sagrado de Tradición: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, cómo me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor”. El alma inhabitada reconoce las inspiraciones y regalos de su Dios en las profundidades de su ser y de sus operaciones de auto-reconocimiento, este reconocimiento es vital una vez siente el ser creado la presencia de su Creador. La sensibilidad espiritual es uno de los frutos de esta particular y única presencia salvífica de Dios en el bautizado, insistimos en la dinámica bautismal por tratarse de un vínculo sacramental que imprime carácter en el alma. Sobre la ilustración alegórica del Evangelio citado es posible afirmar que tal identidad reside en las profundidades del ser humano que reconoce la esencia de Dios una vez percibe como en el acto de un reflejo. No es una operación de aprehensión conceptual puesto que es el completamente otro y trascendente de quien estamos hablando, Dios en su Divina Gracia se revela más no se da en esencia a conocer por parte nuestra (7).

Para Juan la voz del Señor es de índole existencial en la vida de los bautizados, esto implica que gracias a su voz convertida en intimidad el bautizado percibe su presencia y disfruta de los signos de esta presencia (8). Escucha antes que ver con la sensorialidad, escucha antes de comparar los rasgos propios de los sujetos y su identidad fundamentada en la corporalidad, aquí en Juan pesa más la corporeidad, es decir, el espíritu antes que el cuerpo como un todo reconocido por los sentidos, igual figura encontramos en el (capitulo 24 de Lucas) cuando el evangelista nos narra descriptivamente en encuentro del resucitado con aquellos caminantes a Emaús. Los rasgos físicos son superados por el interactuar del amor y la praxis previa a este tipo de encuentros (9). Los vínculos de la carne y la sangre están fuera de este tipo de relación de identidad, algo similar es posible ver en (Juan capítulo 4) el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, la sed que produce el Espíritu de Dios es saciada por su misma presencia, una necesidad esencial nos aguarda cuando entramos en contacto íntimo con el Dios de la vida. La Inhabitación como tal se manifiesta en la incorporación y concepción de principios nuevos y libres de pecado en el creyente. Esta configuración distinta es posible solo en la proporción de la unión del alma del creyente con su Dios, no es una operación habitual en el bautizado (10). La manera extraordinaria de iniciar este caminar en la Fe es sin duda un dulce consuelo al alma en tiempos difíciles como los que siempre vivimos. Meremos los Textos antes citados en paralelo:

 

CAMINO A EMAÚS.

DIÁLOGO CON LA SAMARITANA.

"13. Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14. y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16. pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 17. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. 18. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» 19. Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20. cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23. y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» 25. Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26. ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» 27. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. 28. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. 30. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32.Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34. que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35. Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan."

 

(11).

"6. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. 7.Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» 8. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: 9. «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) 10. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» 11. Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12. ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 13. Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14. pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» 15. Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.» 16. Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.» 17. Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, 18. porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.» 19. Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. 20. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.» 21. Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»"

(12).

 

 

En el paralelo que establecemos el contenido que predomina es el mismo, nos referimos concretamente a la manera como Dios camina a nuestro lado y sensibiliza nuestra connotación espiritual en un reconocimiento vital de su adorado Ser revelado. El choque entre la realidad artificial y la creada entra en antagonismo cuando el reconocer la presencia de Dios puede verse alimentada por la percepción sensorial del creyente presente en el mundo y los hábitos en el entorno artificial que conocemos. La materialidad misma impone una carga difícil de superar cuando se está inmerso de manera irreflexiva en tal situación. La praxis de la razón y la supremacía del criterio humano pueden abocarnos a caminar bajo el signo de la constación material de las relaciones y la percepción de los fenómenos que a diario vemos, es una condición propia de la naturaleza humana, aquí es donde la Gracia entra para potenciar el encuentro desde la sobrenaturalidad de la condición de esta relación salvífica (13). Las palabras del Maestro son actuales y con toda su fuerza de contenido, miremos otro ejemplo de nuestra reflexión en la oración oblativa de (Juan capítulo 17).

 

 

"1. Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. 2. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. 3. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. 4. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 5. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. 6. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. 7. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; 8. porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 9. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; 10. y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. 11. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. 12. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 13. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. 14. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. 15. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. 16. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. 17.Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. 18. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. 19.Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. 20.No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, 21. para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: 23. yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 24. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. 25. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. 26. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»" (14).

 

La oración oblativa del Señor parte precisamente de su experiencia en el encuentro humano y lo valioso de estar cerca de nosotros para conocernos y animar nuestro crecimiento integral. Cada palabra sale de su corazón antes que, de su boca, las expresiones de profundo conocimiento de los avatares de la existencia humana no solo lo ubican en nuestro contexto y realidad, sino que lo hace trascender de la condición que Él mismo tomó en la Encarnación.  Un viaje al interior de la propia esencia de la humanidad que corría por sus venas, pero sublimada por una radical praxis del amor. Tal interioridad era sin duda alguna una total y totalizante Inhabitación en potencia por Él mismo anunciada (15). Aquí en mal y el maligno son sin duda alguna todo aquello contrario y por ende antagónico delante de Dios y su plan de salvación para cada bautizado. La conciencia que reconoce la presencia de Dios y la honra por medio de sus acciones estéticamente ordenadas y bajo la simetría del amor y la Gracia (16). La Inhabitación en términos positivos de relación y condición nos obliga a vivir conforme a la Palabra revelada y aún más bajo sus enseñanzas y contenido inagotable. Aquí el amor es el nexo increado que une misteriosamente a la criatura con su Creador. El mundo es todo aquello que se presenta unas veces conforme a nuestras inclinaciones y otras como escenario de luchas interminables entre la Gracia y la Des-gracia (17). No es un principio dualista, pero si toma de conciencia sobre el actuar bajo la guía de Dios y otra las sensaciones que produce en el alma las acciones desprovistas de finalidad salvífica, es decir, sin Gracia. La fenomenología de nuestro proceder se encuentra en una fase inicial de madurez en la que el obrar toma cuerpo y reflexión en nuestra mente y los conceptos emanados deben estar bajo el cobijo imperecedero de la presencia amorosa de Dios.

No es posible suponer que la Inhabitación no busca transformar nuestra postura ante el mundo sino legalizarla, la conciencia sobre la Gracia es tan poderosa que ella sola puede transformar un acontecer natural en una expresión de la vida sobrenatural en el bautizado. Bien podríamos decir: “Con los pies en la tierra y el corazón en las alturas” (18). Un disfrute tal que nos hace pensar de manera distinta sobre la utilidad de las cosas y las aspiraciones netamente humanas. Las iglesias están llenas de clérigos que solo aspiran maravillas humanas y reconocimientos perecederos y también de otro tanto de bautizados, cuando la Inhabitación se gesta en nosotros entonces el mundo asume otros contenidos hasta antes invisibles (19). La opción por Cristo es el camino por medio del cual las transformaciones del bautizado se desarrollan de manera ordenada y bajo el ritmo de la aprehensión de la Gracia. El disfrutar de la compañía perceptible de Dios hace que lo creado asuma su auténtica misión en la vida de los bautizados y se puedan evitar patologías materialistas contrarias a este desarrollo de lo sublime en la vida y obra de los bautizados.

 El discurso del Señor muestra una necesaria comprensión de lo sublime en nosotros y en la praxis misma de nuestra Fe cristiana. La familiaridad con Cristo es un nivel alto de espiritualidad y por ende de intimidad en la vida del creyente. Antes solo hay nociones de esta realidad que por lo general aportan situaciones emotivas con poca o nada profundidad. La identidad del creyente es sublimada por la presencia de este dialogo habitual con el Creador haciendo su acontecer algo vital pero ordinario por su constante repetición.  El diálogo espiritual marca poderosamente la vida de los creyentes al punto de centrar sus vidas en la realidad espiritual del mundo invisible o aquel cuya categoría supera las expresiones metafísicas de nuestra consabida inquietud por lo espiritual. Tal inquietud solo puede ser saciada totalmente por el Dios revelado, aquí encontramos un principio de relación salvífica que será definitiva en el bautizado. Los contenidos supra-natural y supra-intelectivos nos ubican en un medio distinto al habitual y realmente nos ayudan a pensar más allá de la praxis material (20). El Dios revelado no es nuevo ya que su presencia santifica al creyente y le descubre distintos grados de atención y conciencia espiritual. No se trata de una condición nueva sino del total despertar de las cualidades que nos hacen amables en la creación de Dios amor. Una conciencia que se edifica paso a paso por medio de la Gracia.

La invitación de Cristo a contemplar su gloria no es otra que la revelación intima de su amor en la vida y obra de los bautizados, de aquellos que dieron prioridad a sus contenidos salvíficos. Recordemos que la Fe posee su propia visión de la realidad y de todo aquello que esta instalado en medio de nosotros. La salvación es una constante de amor de Dios por nosotros y en nuestra pobre respuesta de nuestro amor por Dios sobre todas las cosas. El devenir de las acciones y acontecimientos de la humanidad muestra como nos desarrollamos cuando nos acercamos a la verdad revelada de Dios. Estamos pues ante un predicamento vital y que se puede decidir bajo el signo de la Gracia que inhabita a Dios en nosotros (21). La presencia real de Dios en el alma de los creyentes es una maravillosa realidad que permite a los bautizados el poder vivir con la esperanza de un contenido no perecedero como el presente. Esta presencia nos debe interrogarnos sobre la misión del Señor en medio nuestro para poder comprender el valor y la necesidad de su Inhabitación en nosotros. Quien se acostumbra al pecado no reconoce los bienes superiores de una vida digna y libre de este tipo de ataduras (22).

 

La “Razón Formal “de la Inhabitación es gozar de Dios y adorarlo por siempre, ya que esta maravillosa presencia no termina, sino que nos plenifica. (23).

 

Nuestra comprensión del mundo sensible debe facilitar el poner en orden la estética amable y emotiva para emplear los medios para llegar a su Gracia y no distraernos por el camino. El mundo ofrece su propia Fruición y las criaturas son atraídas hacia su realidad. Gracia (gratia, Charis), en general, es un don sobrenatural de Dios a las criaturas intelectuales (hombres, ángeles) para su salvación eterna, tanto si ésta se adelanta y alcanza a través de actos saludables o de un estado de santidad. La salvación eterna en sí misma consiste en la bienaventuranza en el cielo como resultado del conocimiento intuitivo del Dios Trino y Uno, que a los que no estaban dotados de la Gracia les permitió “habitar en una luz inaccesible” (1 Timoteo capítulo 6 versículo 16). La gracia cristiana es una idea fundamental de la religión cristiana, el pilar sobre el cual, por una ordenación especial de Dios, descansa en su totalidad el majestuoso edificio del cristianismo. Entre las tres ideas fundamentales ---pecado, redención y Gracia--- la Gracia desempeña el papel de los medios, indispensables y divinamente ordenados, para efectuar la redención del pecado a través de Cristo y para llevar a los hombres a su destino eterno en el cielo (24).

No podemos olvidar que en nosotros hay respuestas al entorno que son naturales y estos hábitos naturales los formamos en la praxis de nuestro acontecer en contacto con quienes nos rodean y las maneras como actuamos en donde nos encontramos. La moral de tales acciones también están bajo una normativa que nos habla de la conciencia y la intencionalidad en el “acto humano” (25) desde este momento encontramos cómo la Gracia potencia todo lo bueno que somos capaces de hacer y nos fortalece en el desprecio de todo lo malo en que podemos incurrir. Las acciones en un plano eminentemente humano son anunciadas por el dominio de la razón y en el acto mismo de la racionalización de los conceptos dándole forma al mundo que conocemos y dominamos intelectivamente hablando, esto en cuanto a lo natural de nuestro proceder iluminado por la Gracia o su némesis en ausencia total de esta. En cuanto a todo lo que obramos bajo el influjo santo y liberador de la Gracia, podemos asumir que el proceder de tal manera supone y comporta en nosotros la rectitud de la Inhabitación de Dios a niveles elevados en nuestra propia conciencia para respetar nuestra libertad esencial. Esta es una forma natural de ver lo sobrenatural que hay en nosotros y como nuestra conciencia crece según sea sus manifestaciones (26).  La Inhabitación nos prepara para la condición plena y totalizante de la Gracia y nuestra Deificación como lo expresarían mejor los santos PP. griegos.  La inmensidad incircunscrita de Dios nos asemeja en la búsqueda de su Ser perfectísimo a sus criaturas cuya imagen brota de la comprensión de nuestra realidad redimida. Esta presencia maravillosa se hace pequeña en nosotros y grande en cada alma que la acoge desinteresadamente. Aquí la esencia, potencia y presencia, de los argumentos clásicos de la presencia natural del Creador en su obra involucra también nuestra percepción de tal manifestación, la vida espiritual es quien determina este grado de conciencia en nosotros sobre las manifestaciones de Dios (27).  Ya sabemos que la presencia sobrenatural es por medio de la Gracia, pero en cuanto a la descrita antes, es decir, a la natural, esta se alimenta y perfecciona por la segunda o sobrenatural de la Gracia.

 

CONSIDERACIÓN ANTROPOLÓGICA.

 

La tendencia hacia la presencia mutua encuentra su fundamento en el hecho de que los amigos se consideran como una sola cosa, en la experiencia del nosotros. Las dos personas que viven en amistad se sienten partes de una unidad, y su afectividad se refiere a esta nueva unidad, como a su sujeto. La voluntad humana no puede ciertamente dejar de querer el bien de la persona. Pero, en la amistad, este amor propio no se refiere solamente a la persona que ama, yo metafísico, sino que se transfiere a ese nuevo sujeto psicológico que es el nosotros: el yo colectivo de los amigos. El amigo es considerado como otro yo y a veces como un yo mejor. Por consiguiente, la aceptación afectiva de la pertenencia mutua de las personas es el fundamento psicológico de todas aquellas características de la amistad que hemos descrito anteriormente, ya que explica por qué un hombre, inclinado naturalmente a buscar su propio bien, sin cambiar la estructura de su vida psíquica, entra sin embargo en una relación de benevolencia mutua, estable y eficaz con otro sujeto. Estas experiencias del nosotros tienen una importancia fundamental en la relación entre Dios y el justo. Dios, al amar al justo, no se orienta hacia un bien que le sea extraño, Sino que en su amor al justo se complace en su propia vida, en su propia santidad y gloria, participadas por el justo. A su vez, el justo llega a la caridad amando al Dios salvador, y este amor no es solamente un grado intermedio que se abandona cuando se llega a la caridad, sino que es uno de los aspectos de ésta misma caridad. Por eso, los bienaventurados, tras haber obtenido la máxima perfección de la caridad, se complacen en Dios, encontrando en él su propia bienaventuranza. Tomás de Aquino ve en esta solidaridad afectiva la explicación de que la criatura pueda amar a Dios sobre sí misma: en efecto, la criatura puede concebir a Dios como un todo, del que ella misma no es más que una parte (28). Los contenidos anteriores deben necesariamente ser puestos en la perspectiva de la oración, esta oración es una constante que nos ubica en la presencia de Dios a partir de nuestra propia conciencia de su estar allí, a nuestro lado. Desde luego tratándose de la oración es importante tener presente que la oración ratifica y a la vez alimenta la relación con el Dios que inhabita en nosotros (29). Es pues fundamental reconocer los caminos o vías por medio de los cuales el bautizado crece para un Reino. Los grandes místicos nos hablan siempre de tres vías necesarias para los fines ya citados, miremos pues una breve reflexión personal sobre cada una de ellas:

 

·         VÍA DE PURIFICACIÓN. En este estado de espiritualidad el bautizado inicia su caminar de Fe e interioridad centrando se vida espiritual en la necesaria purificación que libere sus afectos y su conciencia del peso de las vicisitudes del mundo. Aquí los sentidos todavía son los medios más determinantes de comunicación y avistamiento de las relaciones con otros y otras.  Es necesario purificar los afectos para no ser perturbado o debilitado en la búsqueda de Dios y su grande amor. Aquí la oración no siempre da los frutos esperados y el bautizado puede perder la sintonía de los ideales espirituales que está persiguiendo (30).

 

·         VÍA DE ILUMINACIÓN. Siguiendo por el camino de la unión con Dios el alma del bautizado encuentra como su nombre lo indica luz en su proceder espiritual y comienza a ver las manifestaciones de esta relación amorosa y trascendente. La luz de la Gracia le muestra el camino y guía a puerto seguro sin que este bautizado se desespere. Sin la purificación es imposible caminar hacia Dios, no se trata de una aceptación moral como muchos pretenden verlo. El amor por Dios se debe convertir en el epicentro de nuestra Fe y espiritualidad y no las necesidades que podemos tener. Cuando el amor es el centro de esta vía espiritual entonces ya nada cuenta solo Dios y hacerlo feliz es la meta nuestra en este nivel o vía de oración. Aquí la justicia se convierte en una realidad que adorna nuestro proceder y el rechazo por el pecado se manifiesta en una incansable búsqueda de la Gracia amorosa de Dios (31).

 

 

·         VÍA UNITIVA. Es el nivel más alto de la espiritualidad cristiana, una vez nuestra vida de interioridad llega a este punto de su crecimiento entonces todo pasa a un segundo plano realmente. No hay que hacer nada más, la oración fluye sola y sola nos lleva a las cumbres de la relación con el Dios que inhabita nuestro ser. El contemplar se convierte en una verdadera delicia, el bautizado entonces sabe a ciencia cierta que le espera un encuentro definitivo con el Dios que ama ahora sí, con todo su ser, y dará todo el valor a la Palabra de Dios y la vida sacramental en su diario vivir. La certeza del amor reemplaza la apenas natural duda de la imperfección humana. La mente asume un solo sentir y es el inspirado por Dios a sus hijos al mostrarles este camino de perfección cristiana (32).  

 

La condición humana lucha por aflorar cuando la realidad es vista por otro medio en este caso en el corazón amante. La dinámica del ser humano aborda el contenido de su propia reflexión y no espera condicionarlo a alguien más, esto último solo será posible por medio de la Fe y su poderosa experiencia transformadora. La constatación de la lógica entra en crisis cuando es el corazón del ser humano quien dicta por fuera de los fundamentos históricos el caminar de este creyente en particular (33). El ser humano se enfrenta a un orden que reta su imaginación y la respuesta paradójicamente no está en observar los fenómenos que controlamos sino en lo más íntimo de nuestra propia reflexión como descubriendo un mundo absolutamente nuevo para nosotros. La Inhabitación supone una transformación total que paulatinamente dibuja en el ser del bautizado su verdadera identidad y por ende llamado existencial a unirse amorosamente con su Dios y Señor. Es pues una decisión personal que repercute en nosotros a una profundidad donde solo la Gracia puede llegar (34). El reconocer tal presencia supone ya un acto mismo de conversión en el creyente que entra en este proceso de transformación esencialmente vital con miras escatológicas como debe ser.  El mundo que nos descubre esta intimidad con el Creador, es un mundo lleno de luz y en ausencia total de pecado o sus consecuencias. No se trata de indicar un cambio de estado sino de realidad configurada en el alma de los bautizados (35).

Nuestro presente esta siendo asumido de una manera singular y de la que muy pocas veces nos damos cuenta y solo mediante hábitos sanos de vida espiritual e interioridad podemos nosotros notar en sus transformaciones. El Evangelio habla de la levadura porque ella produce cambios a nivel estructural de la masa hasta incrementar su tamaño, la Gracia hace lo propio en el alma del bautizado. Sigamos pues trabajando comprometidamente por el Reino de Dios y seamos nosotros una expresión amorosa de ese reino en su gestación en el mundo. Seamos luz por medio de la gracia que arde en nuestros corazones y algún día podremos decir con Pablo “es Cristo quien habita en mí” … (36).

 

BIBLIOGRAFÍA/INSUMOS/ARTÍCULOS.

 

1.      Nota del autor.

2.      De FRUICIÓN, significa disfrute, en este caso en particular de las Divinas Personas en su Inhabitación en el alma de los bautizados.

3.      Nota del autor.

4.      Lugar del Tabernáculo y posteriormente del Templo de Salomón, donde descansa la gloria de Dios.

5.      Nota del autor.

6.      Nota del autor.

7.      Nota del autor.

8.      Nota del autor.

9.      Nota del autor.

10.  Nota del autor.

11.  https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/lucas/24/

12.  https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/4/

13.  Nota del Autor.

14.  https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/juan/17/

15.  Nota del autor.

16.  Nota del autor.

17.  Nota del autor.

18.  Nota del autor.

19.  Nota del autor.

20.  Nota del autor.

21.  Nota del autor.

22.  Nota del autor.

23.  Nota del autor.

24.  https://ec.aciprensa.com/wiki/Gracia_Actual.

25.  Nota del autor.

26.  Nota del autor.

27.  Nota del autor.

28.  https://mercaba.org/Antropologia/349-400.htm.

29.  Nota del autor.

30.  Nota del autor.

31.  Nota del autor.

32.  Nota del autor.

33.  Nota del autor.

34.  Nota del autor.

35.  Nota del autor.

36.  Nota del autor.

 

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