jueves, 6 de agosto de 2020

DÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS...

DÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Mateo capitulo 14 versiculos 22-33. Jesús camina sobre las aguas…

 

"22. Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. 24. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. 25. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. 26. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. 27.Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» 28. Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» 29. «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. 30. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» 31. Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» 32. Subieron a la barca y amainó el viento. 33. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.»"

www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/mateo/14/

 

La necesidad de la oración es latente en este relato y el evangelista lo presenta desde la expresión de una verdadera interioridad transmitida por el Señor a sus discípulos. Orar es parte de la vida espiritual y ella refleja la verdadera vocación de los bautizados que saben de la existencia de un Reino fuera del contexto del mundo presente. La distancia entre el Señor y sus discípulos en la barca es figura de una vida interior que puede estar cerca o lejos del Señor según nuestra forma y condición de vida. La oración nos puede guiar en medio de las tormentas de la vida diaria. El que ora reconoce la amorosa mano de Dios presente en su vida.

El Texto Marcano nos presenta también una consideración bien interesante del modelo de Texto heredado desde el A.T. Jesús pasa por sobre las aguas sin importar el poder de la tormenta o el mar bravío, esta expresión nos indica que sólo Cristo puede caminar por sobre las condiciones personales de los bautizados y prodigar su amor liberador, que no hay nada que lo pueda detener. Ellos están sorprendidos porque abordaron esta manifestación del Señor solo desde la perspectiva fenomenológica de lo que estaban observando y no llevaron este evento al plano de su Fe y reflexión espiritual. Es fácil perder la dirección cuando estamos solamente inclinados a la vida de los sentidos y toda su sensorialidad. La Fe nos da la certeza de que estos acontecimientos  son en sí y en su naturaleza expresión de la Gracia de Dios dispuesta siempre a transformar todo lo que somos e incluso a ordenar lo que amamos,  es posible resumir nuestra postura bajo el signo de la teología Agustiniana cuando expresa el Hiponense en su concepción de lo Frui (disfrutar de Dios) y Uti ( emplear los medios para nuestra ascensión espiritual) “Debemos amar, pero sobre todo, elegir lo que debemos amar”. Al igual que el propio Pedro, nos podemos precipitar sobre el mundo y sus afanes y dejamos de largo el maravilloso acontecimiento salvífico que Dios nos hace al llamarnos a ser bautizados en su Iglesia. Caminar sobre las aguas es solo posible cuando el corazón busca a Dios y no al mundo y sus criaturas como la razón de ser. Pedro se hundió en el mar de sus temores e inseguridades. E poder de Dios esta por sobre cualquier consideración y o hay limite alguno para el amor y la Gracia que brotan de su corazón. La plenitud de sus manifestaciones debe ser vista también en los signos de nuestros acontecimientos personales, tal y como sucede con Pedro y los demás en este relato. La duda rompe la comunicación amorosa que podemos vivir entre el Dios revelado y nosotros y si la duda se materializa en otras circunstancias de vida puede engendrar situaciones recurrentes de pecado que terminan por mover nuestras seguridades y hundirnos en ellas…

Toda experiencia de Dios se convierte en una declaración de fe sustancialmente poderosa que sale de la vida del creyente y da razón de ser  a su entorno, esto implica que el testimonio de vida es por antonomasia extensión de nuestra propia intimidad e interioridad con el Dios revelado.


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