III DOMINGO DESPUÉS DE
EPIFANÍA. Mateo capítulo 4 versiculos 12-23. Construyendo Unidad Textual en el relato
Lucano.
"12. Cuando oyó que Juan había sido entregado,
se retiró a Galilea. 13. Y dejando Nazará, vino a residir en Cafarnaúm
junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; 14. para que se cumpliera
el oráculo del profeta Isaías: 15. ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! 16. El pueblo que
habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de
sombras de muerte una luz les ha amanecido. 17. Desde entonces comenzó Jesús
a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.»
18. Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón,
llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran
pescadores, 19. y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de
hombres.» 20. Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. 21. Caminando
adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan,
que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los
llamó. 22. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.
23. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la
Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el
pueblo."
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El Texto (Biblia) de
Jerusalén emplea el término “Nazará” que observamos como fórmula
antigua para designar un nombre y sus variantes gramaticales, no difiere mucho
de su original (para nosotros) Nazaret que es la forma más común para llamar a
esta ciudad. La realidad de la fuente consultada por Mateo nos puede hacer
creer que las variantes eran propias de dichas fuentes o versiones del mismo
acontecimiento que relata el regreso del Señor a Galilea. Otro elemento que une
este relato con la tradición profética de Israel es la cita textual del Profeta
Isaías que ocupa los versiculos (15-16) esta consonancia da validez para
el pueblo judío a las afirmaciones que serán importantes para los judíos conversos
que encontraran en expresiones como estas una concordancia con el anuncio profético
que une a Jesús a la promesa de un Mesías. La luz es Cristo y el poder de Dios
manifestado en su Divina Persona. La predicación del Señor quiere exaltar
que la promesa de un Reino llega con la fuerza del anuncio primero a Israel y
luego a toda la humanidad de la cual Cristo mismo se hizo parte.
Recordemos que el Reino
anunciado por Cristo no es una institución humana y por ende requiere de una
autoridad muy particular que es el mismo Dios y los integrantes de este Reino
deben ser santos y buscar de corazón en sus vidas esta opción de plena y
totalizante realización. La conversión que es pedida por el Señor debe nacer en
el corazón y los afectos del bautizado de aquellas que pondrán a Dios por sobre
cualquier realidad que la vida terrena les pueda ofrecer. Estamos en camino de
crecer en la Fe para ver nacer en nosotros el Reino de Dios. Una condición que
acompaña a cada bautizado que tiene en su ser esta Gracia para la eternidad. Mateo
muestra de esta forma la necesidad de la conversión como requisito fundamental para
poder acercarnos al Señor. Cristo en su cosmovisión es y debe ser la
única opción de los creyentes. Sin amor pleno y perfecto esta realidad trascendente
no estará disponible para los bautizados. Dejamos claro que el Reino no depende
de postura política nacionalista alguna y que se trata del mismo Dios que asume
nuestra condición para dignificarla y santificarla, en palabras de los
Santos Padres griegos para Divinizar la condición humana. No podemos después
de 2000 años seguir pensando en la plenitud de la realidad material cuando
todos sabemos que el encanto es pasajero como lo es la carne y la piel. La opción
por Cristo y su Reino debe hacernos ver la existencia de una realidad
espiritual jamás realizable en un medio material como el nuestro. Ese Reino
de Dios inicia mostrándose en la humildad del Señor y en el llamamiento de sus discípulos
y propagadores, no se trata del poder humano sino de la fuerza del amor de los
creyentes.
La obra redentora involucra
a la humanidad y los discípulos y bautizados la representan, es un Reino
totalizante que implica una verdadera transformación del bautizado. Una forma
de vivir que clama al mundo por su realidad trascendente. Antes de su concreción
escatológica el bautizado debe vivir en el mundo dando testimonio
vivo de su opción por Cristo y su Iglesia, ella como Madre de los bautizados
esta con nosotros hasta el final de los tiempos por mandato de su Esposo y
Señor. Nuestra eclesiología señala a la Iglesia como la poseedora de la
semilla de ese Reino maravilloso y ella esta dispuesta a compartirla con sus
hijos la bautizados, los distintos ministerios que se viven en ella son fruto
del Espíritu Santo que la prepara para asumir esta realidad. Desde la concepción anglicana el Reino ya
comienza en la tierra y llegará a su plenitud en la presencia de su Dios y
Señor. Aquí el papel de los bautizados esta bien definido, es pues, vivir
esta condición todavía en la tierra como preludio del encuentro definitivo con
su Dios. La obra del Señor que
conocemos en los relatos evangélicos y particularmente los milagros de todo
tipo son un recurso vital para hablar de esa manifestación de la que solo es posible
en una perspectiva salvífica anunciante de su Reino. Mateo ve la obra en este
sentido. Estamos ante el Mesías y su advenimiento.
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