ADVIENTO. HACIA SU
REFLEXIÓN TEOLÓGICA.
EN EL AMBITO
ECLESIAL.
El
adviento evoca la dimensión histórico-sacramental de la salvación. El Dios
del Adviento es el Dios de la historia, el Dios que vino en plenitud para
salvar al hombre en Jesús de Nazaret, en quien se revela el rostro del Padre
(Conf. Juan capítulo 14 versiculo 9). La dimensión
histórica de la revelación recuerda la concretez de la plena salvación del
hombre, de todo el hombre, de todos los hombres y, por tanto, la relación
intrínseca entre evangelización y promoción humana.
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La liturgia de la Iglesia
reconoce en el Adviento un tiempo fuerte no tan fuerte como otros tiempos
fuertes de la misma. En esta postura debemos necesariamente que hablar de la
Navidad y la Pascua solo para argumentar una postura teológica definida. Desde
nuestra perspectiva el Adviento aparece en la expresión tardía de las primeras
grandes reformas litúrgicas de la Iglesia, en este orden citamos a Gregorio
Magno (1) Papa y uno de los cuatro grandes latinos (junto con Agustín, Jerónimo
y Ambrosio de Milán). Para ponernos en contexto este Padre de la Iglesia latina
vivió entre los años (540 - 604) y en su obra cumbre “Sacramentario Gregoriano”
(2) no aparecen alusiones directas a este tiempo litúrgico (Adviento) de esta
manera queda claro que aparece de forma tardía. En cuanto a nuestra muy breve
reflexión podemos concluir que el Adviento aparece gracias a la transición del
griego al latín como idioma oficial de la Iglesia y su eclesiológica expresión
teológica. En cuanto a esta posibilidad idiomática es fácil ver como el cambio
idiomático facilitó la ascensión de contenidos similares que al fusionarse
doctrinalmente nos permiten ver la aparición de tal tiempo en nuestra
litúrgica, entendiendo la expresión “nuestra liturgia” como una determinante
afirmación de su carácter universal (3).
Los términos citados son:
Epifanía (4), Parusía (5), Adviento (6), siendo este ultimo la unión de
naturaleza hipostática en cuanto a su contenido y producción teológica
coherente para comprender y delimitar la expresión ultima de Adviento, ya que
la Epifanía en su forma griega más solemne expresa la manifestación de lo
esperado en este caso en cuestión como manifestación de la Divinidad, y Parusía
como la venida de la Divinidad. La Divinidad es expresión de Dios Trinidad en
nuestro lenguaje. La mezcla teológica de estos términos iniciales (Epifanía y
Parusía) produce en la psique teológica de la catolicidad la lectura conceptual
del Adviento que en ámbito romano era la espera de la visita del emperador y lo
que ello implicaba para el gobierno de una Provincia romana, solo para ver las
implicancias del gobierno romano en el mundo conocido citamos las provincias de
este gran imperio.
Sicilia (227 a.C.)
Córcega y Cerdeña (227
a.C.)
Hispania Baética (205
a.C.)
Macedonia (146 a.C.)
África (146 a.C.)
Asia (133 a.C.)
Achaia (146 a.C.)
Galia Citerior (80 a.C.)
Galia Narbonensis (118 a.C.)
(3.1).
Bitinia y Pontos (63
a.C.)
Chipre (55 a.C.)
Cirenaica y Creta (63
a.C.)
Númidia (46 a.C.)
Desde esta dinámica
encontramos que el Adviento pasó de ser un acto cívico del imperio (3.2)
gracias a la libertad de Constantino para convertirse en fundamento anterior al
nacimiento del Salvador. Desde luego hay una serie de situación y posturas
teológicas que facilitaron tal visión de la instauración de este tiempo
litúrgico (Adviento). Nos referimos al arrianismo que negaban la divinidad de
Cristo y por ende todo lo que implica tal afirmación en la redención de la
humanidad. Pues en el concilio de Nicea en el año (325) se condenó tal postura
teológica. Y se pensó en dar un tiempo para conectar dialécticamente tanto el
periodo de espera como el nacimiento mismo del Señor. Desde luego más allá de
la connotación doctrinal era un tiempo de preparación que inicialmente lo
ascético (penitencia, mortificación) (3.3) superaba a lo litúrgico, es decir,
la liturgia no tenía la incidencia en este tiempo como lo tiene en el presente.
En sus comienzos era particularmente mandado para eclesiásticos (diáconos,
presbíteros y obispos) también para religiosos y al ver la Iglesia su valor lo
proclamó para todos los bautizados (3.4).
ADVIENTO EN EL
MEDIO HISTORICO-CRITICO DE LOS CRISTIANOS.
Para continuar caminando
miremos el siguiente cuadro:
Adviento
Histórico
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Adviento
Místico
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Adviento
Escatológico.
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Es
la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va
desde Adán hasta la encarnación, abarca todo el Antiguo Testamento. Escuchar
en las lecturas a los Profetas, nos deja una enseñanza importante para
preparar los corazones a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es
identificarse con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada del
Mesías y la liberación que esperaban de él.
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Es
la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor. Es un Adviento
actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración que dispone al
hombre, como persona, y a la comunidad humana, como sociedad, a aceptar la
salvación que viene del Señor. Jesús es el Señor que viene constantemente al
hombre. Es necesario que el hombre se percate de esta realidad, para estar
con el corazón abierto, listo para que entre el Señor. El Adviento, entendido
así, es de suma actualidad e importancia.
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Es
la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos,
cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada
uno según sus obras. La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con
temor y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para
la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador.
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|
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(7).
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Este tiempo de nuestra
liturgia nos permite conectar en una misma intención y por ende un mismo sentir
todos y cada uno de los momentos que fueron y son determinantes para nuestra
salvación. Se establece una secuencia histórica necesitada de la Gracia en
potencia y luego efectiva en el advenimiento mesiánico como tal y bajo la
concepción en la tradición de un pueblo y luego de toda la humanidad. La
historia nos invita a elaborar una misma propuesta vital donde el amor de Dios
se convierte en historia de salvación bajo la figura que nuestra dialéctica
como se asume con mayor precisión. Hablar de liberación es hablar de la
presencia de Dios en la historia humana y tal presencia no se adelanta al
margen de manifestaciones como el Adviento. La clave del creyente es saber esperar
e insertar la espera en su vida y cotidianidad (8). Es dimensionar una vida de
interioridad capaz de estar atenta aun inmersa en el mundo y sus contundentes
afanes. No podemos esperar al que no conocemos y para poder conocerlo es
urgente vivir y amar esta vida y la otra como consecuencia de su llamado a la
eternidad. No es posible hablar del Adviento sin verlo reflejado en la historia
personal de salvación de cada uno de los bautizados. Pues solo mediante una
espera contenida en el criterio de la Fe y el amor es como el bautizado dibuja
en la finitud de su existencia terrena la realidad sobrenatural que trasciende
en su existencia (9).
Hemos construido todo un
mundo de relaciones y prioridades en el entorno somático donde nos desempeñamos
y con ello ya nos acostumbramos a estar siempre acompañados. En la perspectiva
de la presencia de Dios es posible confundirla con manifestaciones propias de
la psique y de las relaciones que hemos elaborado históricamente con nuestro
medio. Hablar del Adviento en dinámica mística supone toda una espiritualidad
para saber aguardar al Señor y no permitir que los encantos propios de estas
fechas nos distraigan de nuestra verdadera espera y celebración (10). Nuestra
liturgia es un medio de celebración por antonomasia, pero aun en ella el
discernimiento de nuestra propia vitalidad de Fe se hace necesario.
Somos familia y comunidad
tanto de un sector determinado como de toda la humanidad. El bautizado debe
comprender que uno solo es todo y todo se explicita en uno solo, aquí nos
referimos a la naturaleza singular de nuestra existencia. La culminación de un
proyecto de vida aterriza en la proximidad de este con Dios. La justificación
de tantos afanes en el mundo solo pasa por la búsqueda de seguridad terrena, el
cansancio se experimenta cuando la vida solo conduce a una realización mudable.
Esta capacidad de dejar de ser es solo fruto de la imperfección propia de
nuestra condición. Necesitamos recuperar la certeza de nuestro fin último para
que no sigamos viviendo como si se tratara de una vida terrenal estrictamente
hablando (12). El acontecer del Mesías revelado en todo tiempo y con mayor
poder en las Sagradas Escrituras le dan a esta el “sentido típico” que nos está
indicando con grandes letras que la presencia de Cristo se vive desde el
Génesis hasta el Apocalipsis y que ellas son un instrumento de revelación
también en el contexto histórico que cada uno vive según su época. Estamos pues
informados sobre el valor intrínseco de la revelación escrita y como contribuye
decididamente en el crecimiento de nuestra praxis creyente. Una expresión sobre
las Escrituras de Dios resume todo: “Cuando leemos la Biblia, ella nos lee a
nosotros” sin duda que aquí queda claro la poderosa relación salvífica de
las Escrituras de Dios con el acontecer humano que nunca está o estará fuera de
su ámbito (13). Aquí la proporción escatológica en el Adviento se convierte en
una espera confiada, pero a la vez nos reclama el estar preparados y atentos. La
preparación es eminentemente espiritual pero esta dimensionalidad afecta el
acontecer y relaciones del bautizado en el mundo. Si hablamos de su contenido escatológico
debemos presentar una dimensión completamente afirmada en la Gracia y en el cumplimiento
de los designios amorosos de nuestro Dios, es pues, un acto de Fe implícito en
la manifestación salvífica de Cristo en el ámbito de su Iglesia. Tal dimensión
como que nos empuja a firmar la trascendentariedad de la vida en relación con
el plan amoroso de Dios (14). Unas implicancias que actúan en el sustento de
nuestra propia Fe como bautizados en constante camino al Padre Dios. Aquí la
relación de lo místico, cultico y supra se une maravillosamente haciendo de
Adviento un tempo salvífico importante para los creyentes (15).
Todo aquello que
históricamente es tocado por la Gracia sana y se libera de las cadenas del
pecado y finitud de sus propios deseos de perdurar, como quienes disfrutan
inmortalizando sus nombres en el plano humano y no luchan por hacerlo en el
medio de su espiritualidad (16). Las culturas clásicas de manera especial
creían en la inmortalidad del ser humano en la mente y psique de sus
conciudadanos, monumentos a militares, políticos, religiosos, científicos, etc.,
disfrazan el temor de la muerte con imágenes de su propia grandeza e
importancia, la memoria vital se resume en acontecimientos categóricamente
pasajeros y que se remontan a la vida de la humanidad en sus distintos estadios
de praxis existencial (17). La madurez del creyente lo debe llevar a disfrutar
de su nombre, pero en la vida eterna en aquel “libro de la vida” (Apocalipsis capítulo
21 versiculo 27) abierto por Dios para los suyos. Aquí la esperanza nos nutre
con toda su fuerza y nos invita a confiar en ella y saber que en el caminar de
nuestra Fe la presencia del Señor es vital para asumir este contenido
trascendente (18). La vida en sus formas racional, afectiva, biológica reclama
de una integralidad en sus vivencias y comprensiones de su plenitud y finitud
como quiera que estamos ligados a la eternidad, pero aquí en pies de barro como
aquel gigante visto en sueños… (Conf. Daniel capítulo 2 versiculos 31-35). La
Madre de los bautizados siempre nos está invitando a vivir estos misterios cuyo
cuerpo tomaron en nuestra liturgia. La condición propia del Adviento nos invita
incesantemente a vivir preparados en la dimensión de nuestro encuentro
definitivo con el Dios amoroso (19).
Hablar de la Parusía es
afirmar la certeza de la venida de Cristo y sobre tal concepción nuestra propia
vida se embarca en una aventura de entrega y reconocimiento del Señor, está y
estará siempre cerca de nosotros y para percibirle encontramos en la forma
cristiana de vida de cada uno de los bautizados la mejor alianza salvífica para
estos nuevos tiempos (20). La novedad radica precisamente en la vivencia y
salutación que hacemos de estos tiempos en nuestra liturgia y por ende
espiritualidad eclesial (21). El episcopal tiene claro delante de su existencia
que la preparación debe ser constante y que en el mundo somos meros o simples
visitantes de su materialidad. Guardamos y conservamos con total entrega una
cantidad de objetos y emociones que se quedaran aquí en la pasajera
presentación de nuestra existencia. La clave de nuestra postura radica en el
grado de interioridad con el Dios revelado y la necesidad autentica de buscarle
solo a Él y querer hacerle feliz en nuestras vidas (22). Hoy se descubre para nosotros una particular
forma de ver la Parusía, la Epifanía y por ende el Adviento. Hablamos de una
contundente forma de relacionar los momentos salvíficos con el acontecer
personal de nuestra relación con el Dios viviente. El tema de la espera es
vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana
primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor
viene) de los textos de Pablo (1 Corintios capítulo 16 versiculo 22) y del
Apocalipsis (Apocalipsis capítulo 22 versiculo 20), que se encuentra también en
la Didachè, (23) y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística.
Todo el Adviento resuena como un “Marana-tha” en las diferentes modulaciones
que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia. El anuncio de la venida
del Señor se esclarece en la doctrina de la Iglesia desde tiempos primitivos y
es de esta manera como los documentos apostólicos nos dan fe de su contenido e
importancia en la instrucción de los primeros cristianos. En el presente la
Iglesia adelanta una parte vital de su ministerialidad en la formación de los
laicos en los distintos ministerios de servicio y compromiso congregacional
haciendo del sacerdocio real de los bautizados una praxis llena de
oportunidades de crecer en la Fe eclesial y personal. Estos distintos
ministerios son signo de madurez en el bautizado y su entorno congregacional
(24).
ADVIENTO EN EL HOY
DE NUESTRA HISTORIA.
PASTORAL DURANTE
ESTE TIEMPO LITURGICO.
Adviento.
Nos
recuerda cuán poco estamos preparados para la llegada del Señor y como hemos
vivido como si todo dependiera de nosotros y no de su Voluntad Santísima. La
creación también espera a nuestro lado y la Madre Iglesia aguarda junto a sus
hijos los bautizados sin importar la situación de pecado que retiene su
llegada… (25).
|
En nuestra dinámica
cultica y mistagógica es importante tener presente que durante este tiempo
litúrgico el género apocalíptico y conceptos escatológicos afloran en la
liturgia de la Palabra y su finalidad es intrínseca a la razón de ser de sus
contenidos (26). Durante este tiempo
litúrgico descubrimos como la salvación se ofrece a la humanidad en su
totalizante afirmación sin que quede nada del ser humano y la creación por
fuera de ella. Mencionamos a la naturaleza como receptáculo de Gracia por medio
de nuestro accionar en ella o como sucede en el mundo por el pecado de
destrucción y depredación que hemos iniciado contra ella (27). Creo en lo
personal que la actual pandemia es consecuencia y mensaje claro a la humanidad y
por primera vez la naturaleza no sufre por nosotros y nuestra mano
incontrolable. Hay en todo lo que estamos viviendo un mensaje de vida implícito
en el mismo temor a la muerte o perdida de vida si se pretende ver desde una
dimensión estrictamente humana (28).
El Adviento está tocado,
de una forma muy particular, por la característica de la esperanza. La
esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano (29).
Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de
nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su
vida (30) … Es decir, sin la fundamentación de nuestra esperanza en Cristo es
imposible suponer la espera confiada en el Dios revelado y por ende encarnado.
La historia que se confirma en Adviento es la historia del Dios personal
que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios de la tradición Yavista,
Elohista, Deuteronomista, Sacerdotal, es el Dios que se revela personal e intransferible
pero que con todo y lo que expresa su naturaleza tiene espacio en su corazón
para contemplar las vicisitudes de su pueblo y responder como un Dios amoroso.
Es pues, de esta forma como nuestra historia camina sujeta de la revelación y
como la revelación reclama como escenario su vivencia trascendente (31).
Adviento por vez primera
relaciona salvíficamente la entrada de Dios en la historia humana y no de
cualquier manera sino desde la perspectiva de nuestra especie. Es un Dios
provisto de historia y en una dinámica dialéctica que sobrepasa cualquier
concepción anterior sobre lo divino y lo humano (32). Es un Dios cuyo atributo
relacional lo llamamos esperanza y así mismo llega a la persona humana. El
cristiano se alegra y sufre como todos los mortales, pero mantiene siempre la
certeza de una vida que no acaba, de una felicidad que no termina, y eso le
llena de esperanza, incluso en los momentos más duros de su vida. Pues nuestra
alegría pasa por la comprensión del Dios encarnado, de la forma como es bendecida
nuestra historia común y la manera de no perder de vista que su entrada
histórica es signo vivo de nuestra salvación. El Adviento nos invita a mirar
hacia el futuro de la Iglesia y en ella la humanidad convocada por el Salvador.
Una mirada poderosa ante lo que se vive en el presente y dejamos a un lado con
el correr de los tiempos. Una mirada de amor y esperanza que acude a los pies
del Niño que nos visitará en la carne y en la misericordia del mismo Dios (33).
Estamos ante un Dios que
salva tanto la historia como sus protagonistas. Estamos ante un Dios reparador
y bondadoso cuyo proceder es siempre nuestra esperanza. De lo anterior es
posible concluir que nuestra espera como nuestra esperanza está animada,
moldeada y en vocación amorosa, siendo el amor la razón dialéctica tanto de su
revelación como de su ofrecimiento salvífico. Es pues, Adviento tanto tiempo
como estadio de madurez salvífica cuando las condiciones se dieron para la
entrada de Dios amor en nuestra historia tanto cósmica como personal, una
entrada que corresponde a la revelación de su Voluntad amorosa (34).
Un Dios que parte del
amor por la humanidad y no de la culpa de la persona humana, un Dios
manifestado en la victoria del amor sobre el pecado y la muerte, es este
nuestro Dios y todo su poder. Es de esta forma el Adviento la figura del
mensaje del Ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Es el contenido
temático de la Historia de Salvación que reveló la inclusión Trinitaria en la
vida y quehacer del ser humano Imagen del Dios vivo y trascendente. La
esperanza es el color del Adviento. Viene Jesús a salvarnos, es el Salvador. Y
su venida nos trae alegría y paz. Con los que sufren. En Navidad, Jesús
es el centro y sin él no tendríamos Navidad (35). Más allá de una
consideración cultural hemos cifrado cronológicamente (categorías cognoscibles
humanas) la manifestación del Dios con nosotros (Isainiano)
como punto de partida de la aprehensión teológica de su revelación, lo que no
implica que la clave sea la exactitud de las fechas argumentadas. El cambio de
tradición y cosmovisión cultica es la que verdaderamente fija estas cuestiones
y busca así reemplazar una celebración del antiguo imperio romano con una
significación salvífica cristiana (36).
La
Iglesia es la primera testiga de este maravilloso tiempo llamado Adviento y
en su espiritualidad lo acoge como lo que es, una comunicación amorosa de
Dios con la humanidad en búsqueda de la salvación de todo lo creado. (37).
|
Nuestra Iglesia en estas
notas y acordes refleja la centralidad de este tiempo fuerte de nuestra
liturgia y de paso nos insta a participar de su contenido reconociendo los
dones y las virtudes del esperado Señor y Salvador. Es pues una manifestación
del Espíritu de Dios que revela al Mesías tan esperado en el corazón de cada
uno de los creyentes fundamentando así su esperanza. Adviento llega provisto de
valores inspirados en el Dios de la vida, nos habla de paz, amistad, amor, para
construir relaciones santas en vocación de fraternidad y eclesiológicas. Hay
alegría en la vida y obra de los bautizados al reconocer que su centralidad es
el Dios revelado y encarnado y su acontecer es muestra de su amor salvífico que
se manifiesta en la vida y liturgia de la Madre de los bautizados. No nos
detengamos y celebremos con el corazón este tiempo de espera y pronta
liberación, dejemos a un lado las estructuras de pecado y caminemos en pos de
la vida en todas sus formas.
La Corona de Adviento tiene su origen en una
tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno
para representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor
durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para
evangelizar a las personas, nosotros en la actualidad empleamos la corona para
fundamentar (pedagogía cristiana) la espera por medio de su simbología, ya no
es el invierno y la necesidad de calor naturalmente, sino la luz de Cristo que
ilumina al creyente y anima con sus dones y talentos. Las cuatro velas simbolizan los cuatro
domingos del Adviento. El color morado de tres de las velas significa que se
trata de un tiempo de penitencia. Una vela, sin embargo, lleva un color atenuado,
el rosado, representa el tercer domingo de Adviento, llamado domingo Gaudete o
domingo de la alegría. La simbología de este tiempo litúrgico es importante
para asumir en perspectiva reflexiva los acontecimientos que nos están
enseñando. La espiritualidad del Adviento es tanto penitente como festiva
puesto que aguarda la llegada del Mesías y con Jesús el inicio de la propuesta
salvífica enclavada tanto en la cultura y su cotidianidad como en la historia
de la revelación en el pueblo judío. Son sin duda los matices más importantes
de este santo tiempo de espera y comprensión del don salvífico de Dios que es
su adorado Hijo. Un don que se manifiesta en la esperanza del pueblo y
concretamente de quienes con fe aguardan el cumplimiento de la promesa
salvífica de Dios Padre. Desde Abraham el padre de la fe judía hasta el último
de los autores sagrados del N.T todas y todos aguardamos el cumplimiento de la
promesa en cabeza de Cristo, Señor de la Iglesia (38).
Adviento implica una
renovación personal constante y enfocada en el espíritu salvífico que adorna a
la Iglesia. Este mismo espíritu es una motivación grande para trascender en
nuestra relación amorosa con el Señor revelado y en camino a nuestros corazones
(39).
CIBERGRAFÍA/ARTÍCULOS/INSUMOS.
1-
GREGORIO EL GRANDE
(590-604). Había nacido hacia el 540, de una familia de la alta nobleza romana;
antes de ser papa había sido sucesivamente prefecto de Roma, monje cerca de
Roma, legado del papa en Constantinopla y consejero del papa. Hombre de
gobierno, su figura tiene una importancia menor en el desarrollo del dogma, sin
que por esto deje de tener alguna. En cambio, reorganizó la administración de
los bienes de la Iglesia romana; protegió Roma de los lombardos, que atrajo
después hacia el catolicismo; estableció o mejoró las relaciones con los
francos y con los visigodos; dio solución al cisma de Aquileia; y envió
misioneros a Inglaterra. Continuó sin embargo la tensión con la sede de
Constantinopla, y en contraste con su patriarca, que se llamaba a sí mismo
universal comenzó a utilizar el título de servus servorum Dei.
2-
Sacramentario Gregoriano:
De este Sacramentario existen diversos tipos. Todos comienzan con este título:
Incipit Liber sacramentorum de circulo anni expositus a S. Gregorio papa Romano
editus. De él se han dado muchas opiniones. Los liturgistas del s. xvii
atribuían este Sacramento al papa S. Gregorio Magno (v.), e incluso en nuestra
época casi todos los autores piensan que el verdadero autor es el mismo S.
Gregorio, pero no de los textos que hoy podemos leer en los diversos códices:
S. Gregorio no quiso imponer su liturgia categóricamente, sino sólo una
ordenación general de la celebración litúrgica; salvo lo determinado para el
canon de la Misa, los demás formularios podían variar según las diversas regiones.
El Sacramentario compuesto por S. Gregorio es para un año determinado, pero en
los años siguientes se incorporaron en él diversas adiciones y modificaciones.
De este Sacramentario se tienen dos tipos principales que a su vez dieron
origen a otros que se ramificaron en diversas familias de códices.
3-
Nota del autor.
3.1.
https://www.romaimperial.com/provincias-del-imperio-romano/
3.2.
Nota del autor.
3.3.
Nota del autor.
3.4.
Nota del autor.
4-
Epifanía
significa manifestación de Dios. Dios
se revela a todos: ricos y pobres, poderosos y humildes, judíos y no judíos.
Después de nacer se manifestó a los pastores, pero luego se manifestó a los
magos de oriente. Hoy también quiere manifestarse a todos. Veamos las
enseñanzas que el suceso de los magos nos da para que Dios se manifieste en
nosotros y a través de nosotros en otros muchos. https://www.mercaba.org/ARTICULOS/S/significados_de_la_epifania.htm
5-
Parusía. Con
Cristo se ha puesto en marcha una nueva era de la historia de la salvación:
"la plenitud de los tiempos". Él presentó a Dios el sacrificio
aceptable que lleva a plenitud la salvación en nombre de toda la humanidad. En
Cristo, don del Padre al hombre y al mundo, el hombre y el mundo encuentran su
plenitud escatológica. De ahora en adelante, toda la humanidad está frente a Él,
a fin de participar en esta salvación, hasta convertirse ella misma en
expresión sacramental de la salvación. Pero ello será plenamente realizado sólo
al final de los tiempos, cuando los hijos de Dios sean recibidos en la gloria
plena y Dios sea todo en todos. https://mercaba.org/Libros/Emiliano/parusia.htm
6-
Adviento.
latín: adventus Redemptoris, 'venida del Redentor.
7- El
Adviento - Mercaba.org mercaba.org › LITURGIA › Avd. › el
adviento
8-
Nota del autor.
9-
Nota del autor.
10-
Nota del autor.
11-
Nota del autor.
12-
Nota del autor.
13-
Nota del autor.
14-
Nota del autor.
15-
Nota del autor.
16-
Nota del autor.
17-
Nota del autor.
18-
Nota del autor.
19-
Nota del autor.
20-
Nota del autor.
21-
Nota del autor.
22-
Nota del autor.
23-
Didachè. Aunque era conocido por los
Padres, generalmente bajo el nombre de La doctrina de los doce
apóstoles, el texto de la Didachè no se descubrió hasta 1873,
con el título de La instrucción del Señor a los gentiles a través de los
doce apóstoles. Se trata probablemente de una obra de recopilación que
puede datarse casi con seguridad en el siglo 1; en cualquier caso, no puede ser
posterior al 150. En algunas Iglesias fue considerada durante algún tiempo como
perteneciente al canon de las Escrituras. Lo más probable es que proceda de
Siria, aunque también Egipto se ha señalado como posible lugar de origen.
La Didachè es de la mayor importancia para el estudio de la Iglesia
subapostólica, corno testimonia la gran cantidad de estudios que de ella se han
hecho. https://mercaba.org/DicEC/D/didache.htm
24-
Nota del autor.
25-
Nota del autor.
26-
Nota del autor.
27-
Nota del autor.
28-
Nota del autor.
29-
Nota del autor.
30-
Artículo, EL ADVIENTO, Tiempo de
Esperanza. Pbro. Cipriano Sánchez; fuente. Catholic. Net. 2017.
31-
Nota del autor.
32-
Nota del autor.
33-
Nota del autor.
34-
Nota del autor.
35-
Carta Pastoral, del Obispo de
Córdoba, España. Demetrio Fernández, sobre Adviento.
36-
Nota del autor.
37-
Nota del autor.
38-
http://cristoeseltema.blogspot.com/2017/12/espiritualidad-del-adviento.html
39-
Nota del autor.